viernes, 1 de abril de 2016
La Existencia del Rey Lucido
Yo tenía un rey lucido.
Un dibujo descolorido bajo las azoteas.
Yo escribía sobre una carta de cúpula abandonada
donde los idiomas se golpean contra el pecho.
Una cruz atigrada que recorría los pliegues.
Una soledad con ríos jugando con la nieve en la
obsidiana.
Yo tenía una caverna de incestos.
Una orgía debajo de la tierra y sangraba la luna
con un ave transparente con edades de limbo.
Y tenía un perro que recorría al mediodía
las monedas sudoroso y lleno de vapor en las cerillas
contrariado por las fases del oleaje, recogiendo
tirabuzones y flores al lado de una píscina
con finales de huertos.
Un comercio a diario con los pumas; se trataba
de tensar overoles.
Y escribía de las membranas entre los monticulos.
De los recorridos de los escarabajos de hierba en la
leche.
Yo conocí un rey lucido que representaba las cosas.
Un rey que habitaba las escafandras lleno de demonios.
Que era simple como el mar en el momento de devorar
una mesa.
Yo tenía una bolsa, en ella el martillo habitaba de
forma ilimitada buscando las fronteras cada noche.
Y aquel martillo indagaba en simulacros donde se
arrastró la noche como el oro en un monte de carbón
celeste y sepia.
Yo tenía un rey lucido.
Cualquier de estas mañanas lo volveré a encontrar
en el viaje de todas las mandibulas.
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