martes, 19 de abril de 2016
En una de las Piedras
En una de las piedras el jardìn suele
acercarse al misterio. Por ello vive entre las
campanas y la lluvia.
Duerme segùn el movimiento de los corales y
los velemanes que existen en una piscina.
En una de las piedras -porque hay otra que al
irisarse- estrella sus casas entre las cavernas.
A veces pensamos, que el hecho de irisarse no
tiene porque suceder.
El hecho de estrellarse contra las cavernas
tampoco.
En una de las piedras, donde pensaremos en
una adolescencia llena de microfonos, donde
los sonidos crean sus tumultos.
Sus espacios junto a una bocina o la taxonomìa
del latido, en una habitaciòn de hierbas, de ramas
que caen de los siglos como vagones, oprimidas
por la cal en los oxidos.
Entonces serà el momento donde juntaremos
las escaleras a las catalinas de las bicicletas y
daremos otro eslabòn al movimiento de los
circulos. Un eslabòn que desfigura el hierro de
las mismas.
En una de esas piedras no escribirèmos del
paraiso, pero diremos que es una especie de
jardìn tocado por las hordas.
Por las maquinas anfibias agitando sus colores.
Entre matices y pigmentos de sobrenaturales
rigores.
En una -digamos- donde buscamos un peciolo,
un accidente en las estrellas que un dragòn
deja en la niebla.
Para que la bruma -que es descalza- las confunda
con sus sandalias.
Y en una estrella que es de acuario, se las
coloquen.
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