viernes, 29 de septiembre de 2017

El Desarrollo de las Cenizas






Creo que algunos habitos se encuentran
en el infinito.
Tienen que ver con lo boreal o las constelaciones.
Con las agujas que residen en las estrellas.
Con los astros que no vemos
y otros agujeros que no necesariamente han de
ser negros.

Creo. Por lo general una creencia vive en una
vela o un fragmento de agua encaramado en la punta de
un pan o en el ombligo de un torno.

Y por lo general acontece entre seres que habitan 
sus pronunciaciones de manera muy diferente a como
lo hacemos entre las nuestras.

Y de què manera habitamos las nuestras?

Creo que algunos patios son como un
desarrollo de las cenizas en las rafagas. Cenizas que 
alguna vez partieron de las cùpulas.

De las tierras con promesas de sinagogas.
De los iones que fueron manufacturados por xilografìas
y contenidos del agua en una pecera.
En un oboe.
En el giro de un arpa con transacciones.
Con aquiescencias andròginas.
Con esperas bajo la higuera donde crecìa un martillo
lleno de trasatlanticos.

Y pienso.
Medito en el acrilico que sostiene sus manchas
con un naufragio o el animal que inclina el musgo a la
escarcha de un neumàtico.
De una expediciòn al enigma.
O una brujula de magnesio en el principio de
una jornada de esquirlas y yodos
donde las crestas
en el amanecer siembran relojes
como si fueran idolos.

Inutiles idolos de barro sobre la arena.

Donde sòlo el tiempo pregunta porquè.






Naturaleza





Han pasado algunos instantes desde que el
sonido de las piedras al ser arrastradas por el mar
se perdiò en la resaca.

Volverà a repetirse.

El silencio es inmovil por ahora. Pero esa es
una apariencia. Dentro de èl gira un desesperado
devenir. Nada en esta playa tendrìa sentido
de no ser asi.

Han pasado algunos instantes.
Los sonidos de las piedras volvieron a repetirse.
Unos con màs intensidad que otros.

Lo ùnico que no se repitiò.

Fuè la soledad donde el espìritu de su corazòn
latìa.

Y la naturaleza que lo sostenìa.







jueves, 28 de septiembre de 2017

La Forma de una Taza






Las agujas tenían una dimensión.
En sus puntas el mar estaba lleno de opuestos.
Una raza transparente y nomade llena de anilina
-igual que en una versión terrestre-
anidaba en ellas.

Pero eso parecía imposible.
Impenetrable.
Aún asi la naturaleza encontraba sus 
naipes.
La electricidad de sus huesos.
Algún invicto sotano en sus uñas despedía
adioses llenos de algas.

El iris trigonometrico a decir de las escamas
cercaba unicornios.
Suburbios de latas.
Piramides donde las siluetas arrastran
hacia el mar un gameto.
Un geranio.
El único periodico del tulipan en épocas de miseria.
La propaganda isocrona del eter.
El mundo adverbial de una percusión con boinas
de leche.
Con pájaros que no pueden controlarse
y se empinan sobre celestes dinosaurios presagiados
por el yodo.

Las agujas tenían una dimensión.
Una ciencia de heridas por donde se desplegaban
esotericos kilometros.

Espejos por los cuales escarbaba en los liquidos de
sus contenidos la forma de una taza.

Aún cuando ese contenido fuera llevado por las
manos a una boca.






El Pàjaro que Cruza la Niebla




El pàjaro cruza la niebla.
La espuma en sus alas deja ver aùn el hollìn de una antorcha.
Las cenizas de una constelaciòn que ardiò en una
playa.

Los cometas brotan de los parentesis.
De los cascos de humo.
De los intervalos.
De las interpretaciones adoradas por los albedrìos.
En las escaleras vuelve al sueño
una sinagoga.

El pàjaro cruza la niebla con una bicicleta.
Muerde el ruido.
Muerde la hojarasca incrustada en las rafagas.
Las palabras secretas que parecen formar los enigmas en
ellas.

Piràmides de sol equilibrandose en los corchos.
Nombres de girasoles que escriben sobre la orilla
de una playa aquellas silabas que continuan a los eclipses
y en los àngulos de los medanos forman un aro.
Una historia cualquiera.
Una referencia maritima donde el brillo medita
en extraños adoquines.
En la arcilla sumergida en el pecho.
Toda arcilla en el pecho lleva expediciones a los 
triàngulos.

A los telescopios de los cuales a veces està compuesta
una cara.

A los dirigibles mediantes los cuales se eleva al aire
en busca de aquel pàjaro que cruza la niebla un rostro.

En ocasiones de aquel que amamos.



Evocaciòn





Recuerdo la calle.
El viento que que traìa y abandonaba peces a cada segundo
en el pavimento.
El grito de la aurora en una hoja.

En ella la lucidez enmarcada siempre en una
pupila.
El embarcadero de sienes dirigiendose a las fabricas
donde las chimeneas esperan.
Donde las nervaduras de lo industrial aguardan
con una criatura de zinc en sus cabellos.
O el animal.
Quizà el animal en sus brazos escupiendo palabras
en una mañana de invierno en que
las cosas rotaban con su espìritu de mandarina hacia
los carbones.

Recuerdo la calle con un poco de decoro.
Los manantiales y maldiciones en ella siguen recorriendo
los pocos àrboles que la habitaban.
Los cimientos -que en ese entonces eran de yodo- hoy
duermen como recipientes de un mundo
donde lo atroz supliò a la
barbarie.

Asi nacieron los conjuntos.
Los fragmentos.

Las orbitas donde la sed sueña un crepùsculo de
manera femoral como lo hacen los huesos o la bacilica
es conquistada por un cuervo -creelo- de manera
amarilla.

De manera umbilical.

Màs no como lo hacen los sueños.








miércoles, 27 de septiembre de 2017

Desde Aquì




Desde aqui se puede ver un mundo donde el verbo
es por momentos semejante a una cresta.

Tambièn una bolichera que sostiene muchos pares
de encìas.

Conjuntos de axilas bajo una temporada de fasciculos.
Bajo un mundo de carbones.

Incluso hay un relato que desciende de las sienes.
No sin antes haber construido ganchos entre
la espuma. Fragmentos de agua como el ambar 
que suspende el polen.
O lo irisa hasta una encrucijada.
Hasta una soledad.
Es lo que hace cada hombre encerrado en el trigo.
En los manantiales que desgraciadamente
no siempre son de polen.

O quizà nosotros mismos los desfiguramos
para que la silueta del sol que llevamos en nuestro pecho
sea la màs extraña experiencia.
El agudo rigor de una estrella cercana
observandonos desde una sabidurìa que escupe en
sus propias grietas con un vapor que es
complice en cada calle de la brea.

Allì nos ahogamos.

Allì naufragamos en nuestra propia sangre.

Llenos de alquimias y bocinas.



El Espìritu de los Eslabones





Nunca supimos de la llegada de las quimeras.
Las vimos alguna vez en las hojas.
En las serpientes que mordìan las venas de una
palabra en los ojos.

Oscilaban entre la luz y las siluetas de los 
tempanos. Cifradas por las corrientes de toda intemperie.
De esas temporadas donde el vacìo inclina un
femur. Una cigarra.

Entre los pàjaros y habitaciones que dormìan sobre
una columna de aire oprimida por el corazòn de la brisa.
En las mochilas de agua.
En los sacerdotes que conjugan el vidrio por la noche
y lo hacen agitando una antorcha en
su pubis.
Un sol de magnesio.

Nunca las conocimos como esta superficie por ejemplo
donde las raices del àrbol emergen entre
el follaje luego de atravesar la tierra.

Algunas eran como barcos de madera.
Algunas de las quimeras eran como nocturnos vacìos
donde las imagenes eran desfiguradas.
O el mar cubrìa el perihelio infectado de astillas.

De escrùpulos azules segùn una axila.

Segùn los mensajes de una lechuza que viaja entre
la noche.

Navegando hacia el espìritu invisible de los
eslabones.










martes, 26 de septiembre de 2017

El Despertar de la Tierra





Hasta cierto punto las cosas son reales.
Los objetos que abandonamos o nos abandonan.
El telescopio de humo donde posiblemente
la alquimia se agita sobre solidos adolescentes
arrancados a uno de los nudos de la memoria.

Y las circunferencias se encuentran en un hilo.
En una evoluciòn llena de redes donde los frutos
llegan a lo profano con una ballena.
Con una enciclopedia de agua donde la definiciòn
de una arista es mas concreta que aquella
incursionando en los margenes.
En los cultos.
En los diagramas ambidiestros de una hoja.
En el universo descolgandose material como un
pròlogo. 
O una superficie escalada por insomnios.
Por hemiciclos.

Hasta cierto punto el desliz.
El manantial donde las cadenas sujetan un
evento de pronunciaciones.

De margenes que habitan los peciolos.

De peninsulas semejantes a las escarchas.
A las dimensiones donde las siluetas impregan
de coherencia esta llegada a los acidos.

A los venenos que despiertan la tierra.







Los Profetas de Acrilico





Los profetas tarde o temprano llegan al acrilico.
Màs tarde que temprano obviamente.
Tan alejados de la luz.
De los polinomios.
De las piràmides donde crecen las sortijas con
una escala de viento. Una escala perdida en un sueño 
hialino conquistado por las iguanas.

Esos profetas que no sabemos si exactamente lo son.
Nada màs existen detràs de los hombres que caminan
devorandolo todo.
Entre los parpados que se levantan.
Sobre las mejillas que de noche oprimen un baul con
la naturaleza de una cascara
o un azul prosodico.

En ese azul prosodico.
Lleno de poliedros y ventanas donde lo ùnico que
destaca es el rostro de un cocodrilo.
Màs allà hay algunos que psoeen pliegues en sus ojos.
La naturaleza de los mismos puede sostenerse en
este poema. Mas no en la realidad.

Entre los objetos que sueñan y se desgastan.
Entre las caminatas de color rojo con las que pisamos
la tierra.
Sobre las heridas de una nutria que es capaz
de alimentarse de barro en dìas dorados entre la
naturaleza.

En esos dìas pareciera que esos profetas 
abandonan esta realidad.

Intentando leer en un texto.

Lo que la poesìa abstrae silenciosamente de ellos.









El Nombre de una Calle





No recuerdo el nombre de esta calle.
Sòlo sè que estoy en ella.

Las agujas quizà han cruzado la nieve en una
de sus esquinas. En esa misma esquina
duerme un semàforo. Los hombres caminan
encima de sus luces apagadas.

Pensè en un nombre sentado en sus sardineles.
El mismo fue devuelto por una brùjula.

El tiempo en ella se halla en una bujìa añorando
un neumàtico. Una sombra de un objeto que fuera el
referente de esos caminos donde nuestras manos
colocan un alga. Un procedimiento de luz.
Un rango de antilopes inundando la memoria.

No recuerdo el nombre de esta calle.
Sin embargo he vivido en ella.
Miles de veces me he trasladado entre sus sienes.
Vì millones de pensamientos elevarse de los
craneos de los seres que la atravesaban.

Aquì fueron prensados los lirios.
El area de la rosa llena de epicentros.
De comunes denominadores empujando la brisa
entre los resortes.
En los escritos donde las silabas empiezan a
convertirse en cera.
Y ello lo contempla el silencio.
La existencia del acrilicio.
Sus diarios de arena.

No recuerdo el nombre de esta calle.
Pero si avanzo unos metros lo verè escrito en una
de sus paredes.

Y eso serà todo.








lunes, 25 de septiembre de 2017

Protocultura Lirica





La vida se encuentra entre las lamparas.
Entre los tejidos con los cuales crece una araña.
En las protoculturas liricas  de un patio que abotona
una camisa.
Bajo una orbita celeste o raida.

En las respuestas que brotan de la hierba sin
ninguna interrogante.
Es decir sin ninguna travesìa que las anteceda.

En los hemisferios de un cartilago.
En los hemisferios de las alhambras cuando uno
de nuestros pulmones tose y una
especie de oido
cimenta ese sonido en el corazòn sin ninguna
experiencia.
Sin ninguna necesidad.

La vida se encuentra en las melenas. 
Habita el verbo de manera como habita el agua
un recipiente antes de que lo beba una
criatura.

Se descuelga de las monarquìas sin ningùn
solsticio.

Se descuelga de los dragones antes de llegar
a la duda.

A los rascacielos.

A las barbas que coronan de entrañas el orden
en una hora de diluvios.

Justo cuando la hoja vuelve extrañamente a
horadar en la divinidad.

Mientras sus sombras rozan toda
metafìsica.

Todo pliegue de sal despuès de los 
objetos.




Lo que Nos Pertenece





Ayer vì una brùjula.
Uno de sus lados era amarillo.
Tal color poseìa una cresta. Era casi de carne.

Desde esa cresta se formaban reflejos.
Era como si de lejos fueran empujadas las corolas
o el vèrtigo con que se demora el azul en llegar a las olas
se arrastrara sonàmbulo en las alas de un pàjaro.

No habìan otros contenidos.
El fluor que habitaba en una melena irisaba sus ojos.
Las flores volvìan a ser cotidianas como la ira o un violeta.
Decir que un violeta es inmarcesible es creer
en el polen o dibujar menguantes.
Escribir en alguna de sus pronunciaciones es 
irrumpir en una aurora
donde extraños monitores se tejen.

Por lo demàs el vilo era somero.
El eje crispaba aerodiàmico alguno de sus dìas.

No comprendo todavìa como un eje crispa
alguno de sus dìas.

No entiendo en absoluto como los arranca
de los calendarios.

Ayer vì una brùjula.

Por ello sigo creyendo esta mañana que toda la miseria
de su brillo entre la inmensidad nos pertenece.




sábado, 23 de septiembre de 2017

Las Orillas de las Pupilas





Algunos piensan en la identidad.
La identidad màs que una definiciòn es un jardìn de 
ambar.
Allì se propala el hambre.
Allì la inmensidad.

La identidad es una belleza llevada por imanes.
Por los colores de un puerto encerrado en un botòn.
Las medulas del olivo lo saben.

Las medulas y todo aquello que se convierte en
una moneda.
En un doblez espectral sinònimo de la tentaciòn
y lo exotico en una esfera.
En una dinastìa de escalofrìos que no
son pàjaros.

Rafagas y paradigmas dentro de una tijera.
La astronomia del mar en una cueva donde
los lingotes ansìan un paraguas.
Un clan de sepia.
Un universo de papeles bajo dictaduras
o tendencias de musgo en un punto de la arena.
Antes de llegar a ese punto el mar siempre està solo.

Y ello debido a las burbujas.

A todo eso que furiosamente se bate en lo hialino.

Igual que algo amarillo en las orillas de las 
pupilas.








EL Oxigeno en el Pètalo





Una academia de uvas duerme en un soplo.
Psicosociales y lluvias nos arrastran sobre las calles.
Superficies de plomo encallan entre dromedarios.
Mediterraneo es el carbòn en un lance.

En cada ser un alfil.
En cada ser sobre la tierra una apariencia
con extraños contenidos de platino.

Con ancestrales sienes errantes, buscamos la
deriva una vez màs como lo hace un enigma.
Un capitulo del caos durante la efervescencia.
Durante la vida de los recipientes.

Entre tallos que arredran o una silaba 
fermentàndose en ellos.

En una celeste cronica empujada por los astros.
Por los centinelas de una luz concentrada 
en el oxigeno del pètalo.
En la mirada de los telescopios y los buques
solares y maritimos en una
enciclopedia.

En las temporadas del vidrio porque allì
tambièn se renace.
Y nuestro traje es tipico y nomade como 
un calendario.
Como un sobre de iridio en el velo.

Dandonos cuenta de que la magia en una
ciudad es nada màs que una bocina.










Las Respuestas de la Selva









Cuando llegamos a la locura. Lo ùnico que
hacemos es empezar a reconocernos entre sus 
sombras.

Y ello sucede porque dejamos de
resolver los acertijos de una pantera.

Buscando en este momento
respuestas entre las palmeras de las selvas.




viernes, 22 de septiembre de 2017

Eventualmente la Incandescencia






Eventualmente la incandescencia.
Intentar subir por una afirmaciòn e insertarse en uno
de sus muros.
Conjugar un hocico en un manantial creado por la saliva.
Dirigirse a los pianos.
Reportarse a la noche con un presupuesto que gira
en la niebla.
En lo inasible con cascaras.
Ya ves el dìa es una pelota de golf sobre los
precipicios y hay una estela si miras la orilla de la
playa desde ellos.
Los albatros duermen en los parapentes con
un solo nido.
La destrucciòn de los colores desarrolla
el siguiente plano de la civilizaciòn pero no nos
damos cuenta.

La conciencia del hemisferio es una larga cronica.
Un lirio de ferrocarriles en el pelo.
Un lecho de condiciones con una existencia celeste 
que observamos llena de cigarras
con una plataforma de ira y humedad
explorada por lo grotezco.
Por las fotosintesis.
O un cefiro de goma donde el corazòn viviò casi
de manera amarilla.
No tanto como el ocaso por la tarde.
Esas son cosas que sòlo pertenecen a la naturaleza.

Eventualmente creciendo en una moneda.
En una historia de polen donde quedamos unidos a 
las silabas.
A los encuentros que acaban en una palabra o 
empiezan en ella.

Sin saber porquè.




Lirico Atlas





El viento se abraza a la poesìa. El ave
lo hace a una ciudad. 

Los rascacielos imitan un horizonte de sodio
lleno de beduinos.

Las escalas de una noche se enlazan a la luz
con un periodico en sus sonidos. El brillo
cuelga sus ganchos en un aniversario de coliseos.
Es lirico un atlas.

Entre aquello que amamos despierta un circulo
que en este instante es la imagen de la luna.
Leer en su imagen siempre es el recorrido por una
alabarda. Emerge un densimetro en las veredas.

La sed pertenece ahora a los semàforos.

Las rafagas estallan entre las culturas.
Los sobrenombres empujan pendientes hacia las
iglesias con un tono profundo de limones.
De anilinas.

Quizà entre los pròlogos una idea alarga
la consistencia de una flor empujada por las
transformaciones.

Empujada por los sequitos.

A los abecedarios donde la soledad descansa
como un prostibulo sagrado.

Incrustandose desde una imagen del sueño en
las encias.










La Luna y el Futuro del Agua





Aquel ser habìa sido creado para ser un asunto de 
la lluvia.
No de los anaqueles.
Tampoco de los calendarios que recorren conjuntos de
espumas.
Conjuntos llenos de libelulas.
De cromosomas.
De adioses que juegan con el viento en una colina.

Entre reencarnacions de lechuzas
ignoradas por el sueño de una bacilica con 
vapores azules.

Entre policromas luces de sangre
que se enredan en una cantera de piel.
Sobre depositos donde posamos la luna y el
futuro del agua.
Para un noche de relampagos desfigurados.

Habìa sido creado para pensar en la naturaleza 
pero no como lo hacen los relojes
o los cuentos de hadas donde alguien siempre
llega a una cadena.

Aquel ser.
Denominando historias de polinomios
en una de sus disciplinas.
Mordiendo aretes provenientes de las coyunturas.

Soldando idiomas para un presente
amenazado por las apariencias.

Por la radioactividad que llega de un espejo.

Trayendo noticias de islas.

Compuestos de hidrògeno y tambores.








jueves, 21 de septiembre de 2017

Xilografìas





En esta hoja el mar ha descubierto su sombra.
Los pelicanos en ella son lineales propulsados por alguna
laguna. Por algùn diàlogo con los molinos.
Con galerìas febriscentes.

En esta hoja donde los boligrafos estrellan su tinta.
Donde los portafolios descansan.
Donde en ocasiones el fruto se transforma en eter
para dirigirse a una botella.

Laminas con personajes de aceite en una manada.
Un sueldo de sal como un semicirculo
de vidrio en las escoltas.
Sobre bosques que maniobran entre piràmides
buscando el ala de un cuchillo.
El ala donde la silaba se agita en la naturaleza
llena de jabalìes.
De tatuajes.

Escamas con trazos de inercia en este dìa.
En este mundo de escarabajos que golpean sus
nombres en las nervaduras junto a un brillo que
posee la madurez de un tallo.

Un tallo que no escribe de la lucidez pero pregunta a la razòn
por ella y se va caminando entre
cintas de zinc robadas
a los precipicios.

A los horizontes de hierro con una lata.
Con un predio.

Con una bolichera de nieve
arrancando eslabones de granizo a las xilografìas.









Los Misteriosos Reflejos





Uno memoriza las superficies.
El vilo de una boina en los adjetivos.
La escencia del sol siempre con un buzòn en las manos.
Eternamente allì una palabra.
Un trompo.

En esa memoriza se reconocen los vacìos.
Los minaretes.
Los enigmas y el tiempo.
La aurora tempranamente con un resumen azul
que llega de la madrugada.
De un prologo vulnerable en la brea.
Sobre dequeismos empujados por millones de neumàticos.
Por miles de lianas.

Habitaciones violetas en una marejada.
Junto a un erotismo de alfileres que exhortan al musgo.
A la miseria debajo de los puentes con un
pedazo de cartulina. Uno que toma tijeras.
Que es rumiante y se eclipsa.

Vertebradas y lucidas cadenas en una secuencia
de higos.
En los ecos de una corola.
En la intemperie deshojada por un astro durante
atardeceres en que las palabras no encuentran 
sus imagenes.

Y caminan entre los suburbios.

Oprimidas entre misteriosos reflejos.






Continuidad de la Mariposa





No era la misma ciudad. Entonces habìa màs de
un papel regado en el suelo. En la que habito sòlo
existe una hiperbole.

Radios azules como una franja de espuma en la arena
dejada por la lluvia.
Telescopios con una bocina en sus lentes recorriendo la luna.
El pàjaro en tus cabellos tiene una naranja en su pico
y eso es lo ùnico que habrà de ser perpetuo.
Màs allà del sueño -casi entre la realidad- hay una camisa.

No era la misma ciudad. En la misma habìan otras
fotografìas y el recorrido del lenguaje concebìa naufragios
inclinandose a una bujìa de yeso.

Los que existìan en esa ciudad confiscaban manuscritos
asediados por un ancla. Por un torpor en el silencio.
En ese silencio donde la soledad empuja candelabros para vivir.
Y las luciernagas devoran exilios como si fueran cometas.

Percepciòn del aire que otra vez toma una semejanza.
Asteroides que en el brillo resumen en uno de sus ejes la 
continuidad de mariposa.

Un sequito instalado por oraciones evalua el
rango de los archipielagos y en el muro colonial
de un desprecio se empina una forma.

Hecha de violines y helices que atraviesan el mundo.




miércoles, 20 de septiembre de 2017

La Estrella en la Aguja







He tomado una estrella de la aguja.
Era una con arcos y nihilismos.

Con sujetos cosmopolitas.
Con iras violetas de dragaminas.

He tomado una estrella porque sé
que jamás la volveré a ver encarnizada.

Esa estrella no desciende de la luna.
Tampoco de la intensidad.
Esas con cosas que sólo se originan entre 
la intemperie de los seres.
Es más cada ser sobre la tierra la ama
porque algun día de eclipses
será lo único que nos quedará.

También he escrito sobre una astrología
con un poco de madera en las manos.

Las arpas han regresado a la espuma llenas
de coincidencias.

Lo policromo en la sangre es casi una 
incandescencia.

Yo sé que si hubiera dado tiempo a un tomate
se hubiera endurecido en una alforja.

Pero no.

En este crepúsculo.

Rodeado de evanescentes esqueletos se
pudre.




Relato de Granizo






El relato del granizo es cuadrado. En su
corazòn gira una epoca.

Hablamos a los invitados con una porciòn
de crema en sus oidos.

A los aniversarios de los cromosomas
en una edad llena de paraisos de axilas.

Una ley avanza entre las reencarnaciones
oprimendo biotipos.

Palabras y nosocomios verdes irisan
republicas de carne.

En el viento un menguante pregunta por
sus circulos.

Una botella de agua queda enganchada
en el vidrio.

Queda la criatura del enjambre con una
resaca en cada mano.

Queda el resplandor del alba que
inscribìa en el tallo civilizaciones.

El evento con las piràmides vuelve a
convertirse en crepùsculo.

El hecho boreal era del sol inventado
por tradiciones de goma.

Los celajes recreaban un idilio de 
huesos.

Los dramas seguìan a las orbitas.

Vì el silencio elegir una chompa.
A la soledad defender sus cuchillos.

Vì el rostro del paraiso dormido
en una sinagoga.

Una sinagoga que empezaba a abrir
sus puertas

para mostrar nada màs que angeles 
de humo.







Marejadas de Carne





No esperes a la brisa.

Los megaterios en ella se cansaron igual que las brùjulas
y la sensibilidad resultò ser una guarida
de tallos.

La expresiòn vacila en un cometa de vidrio cuyo
sudor duerme en las botellas.

En un circulo se encuentran los alambres.

Los barcos despiertan enfermedades luego de
arribar a la orilla. Uno que otro lo hace con las hecatombes.

No sueñes con el tiempo.
En el mismo purpuras sociedades se baten consigo mismas
hasta destruir un helicoptero.

El brillo no es un hidroaviòn.
Ni los colores llegan de la velocidad de las jaulas
encerradas en una bocina.

Evoca a los pàjaros que miran a la aurora con
desconcierto y reclaman los primeros crimenes al aire.

Toma una hoja del fuego y conducela a la orilla
porque sòlo la marea en esta mañana la convertirà en
ceniza.

Toma un silencio como esos que llevan la disciplina
de una cantera donde son envueltas por los guijarros las
corolas.

Las colmenas de abejas donde llega una avispa por
casualidad buscando antiguas adrenalinas.
Vicios hipnoticos.

No esperes al mar.

Es el cemento de las edificaciones quien cuenta las marejadas 
de carne en las calles.







Todas las Cosas





Todo las cosas tiene una hoja.
Todo las cosas poseen una serpiente que desciende entre
los hombres con una boca.
Con un pasadizo.
Con una grieta lleno de muertos que escriben entre la sangre 
por la tarde.
Con un participio del fìn entre los eufemismos.
Entre los gritos que explican la vida con decoro.
Con mucho decoro.
Toda teorìa lo
hace.

Todas las cosas.
Las que inventan y sujetan el miedo en un escalofrìo.
Las que adquieren ciencias que llegan de los espejismos
y supersticiones.
Con universos que reinventan un jabòn sin escarbar
en el misterio. Tan sòlo deteniendose en
èl.

Entre algunas mitologìas contando numeros entre
los peces.
Con algunas iguanas que surcan un hemisferio llenas
de epidemias y enfermedades.
Creo que es semejante a un tiempo en que
el hambre coloca sus dinastìas
sobre los espejos
con sobrenaturales iniciaciones de polvo en sus
juguetes.
En sus arrecifes antediluvianos.

Entre selvas primitivas con carbones donde el
sol ha dorado sus espejos durante siglos sòlo para imitar
una mosca.

Para reflexionar en ella.

Y llegar a una conjetura.

Donde con desesperaciòn. 

Con mucha desesperaciòn se mecen los tròpicos.









martes, 19 de septiembre de 2017

En las Pupilas








Una comparaciòn suele darse con  la finalidad de llegar
al equilibrio.
Un equilbrio puede ser una playa llena de langostas.
Un profundo desembarco de estèticas.
Ese mismo desembarco de esteticas en una cola.

Una comparaciòn suele darse muy cerca de los hibridos.
En una historia donde llegan a las nueces todo invertebrado.

-pero no todas las historias terminan asi-

Otras lo hacen en los calculos del pecho.
En los mentones que presagian de noche formas
de neumàticos en una proa lejana.
Entre perfiles sucios de crestas y  nombres que giran
en los àrboles.
En la intenciòn de la luz en una aguja.

En el secreto de un alfil que ruge en los craneos.
Que lìmita con la carne y las fronteras.
Con el hilo cansado de una gota de azufre en la 
nieve. 

Entre diccionarios de saliva y daguerrotipos.
Sobre savias que llenan de ejercicios dogmàticos 
sus monitores.
En los jaguares que lanzan sus cuchillos.
En esa imaginaciòn que se descubre a si misma como
parte de la niebla.

En las sociedades sin pelo.
En las elipses sin costras de los acantilados.
Junto a un cuerpo que llega del amanecer sumando
una derrota azul a su experiencia.

Una que en el reflejo de sus ojos aùn sostiene
una estrella.

Esa estrella que en extrañas situaciones.

Se deja caer desde las constelaciones para
logran incrustarse en las pupìlas.











Yo Me Encuentro





Yo me encuentro a mitad de una araña.
Entre objetos que reaccionan de manera amarilla.

Antes de continuar debo decir que no todos los
objetos reaccionan de manera amarilla. Pero la mayorìa
lo hacen.

Sobre ello detallados estudios son creados por la
noche por parte de las brùjulas.

Entre el arroz y las compañìas de oxido.
En las hipotesis de los metales que son relativas al verso.

Material. Absolutamente material en funciòn de
una orbita.

De un contenido de hemoglobina que atisba a
travès de los cabellos.

Entre los carruajes y lunares mas sordidos.

En los santuarios donde se encuentra a la deriva
una fresa.
Una cantidad federal de antimonio.
Una frontera con trayectorias boreales que escriben
o escinden el humo.

Yo me encuentro en un violìn y cuando no en un arpa.
Imitando a diario habitos y cadaveres.
Dejando que la luz del sol se pudra en la carne.

Entre los olivos, resurrecciones y huesos.
Entre diàlogos abstractos de hienas.
Junto a la sabidurìa de un prostibulo donde son
caladas extrañas proteinas.

Girando a veces en un balcòn del norte.
Tomando latas de las barbas.
Amuletos y encrucijadas que nada màs pueden 
vivir en los carbones.

Yo me encuentro a mitad de una araña.
Entre dequeismos o manzanas que doblan una uña.

Y luego.

Enfebrecidamente corren hacia el vertigo.










lunes, 18 de septiembre de 2017

La Hoja Dimensionando la Luz





La hoja dimensiona una luz.
En el hemisferio el vapor envuelve el vuelo de un pàjaro.

Las siluetas son creadas por un sol de agujas que
despierta en algùn sonido.

En ese mismo sonido un calìz.
Una producciòn de tejidos y caravanas.
De probetas esmeraldas como los que irisan el enigma.
El fruto de una corola.
El destino de una piedra en las arena.

Y a la par el sol clava una moneda en el mundo.

En algo tectonico en èl.

Y entonces murcielagos desesperados abandonan sus
cavernas en el dìa.

Para llegar a èl.




Reportaje de una Gaviota





El patio era de acrilico.

En èl cubrìan reportajes las gaviotas.

Las palabras recogìan el insomnio del verbo.
En realidad eran algunos insomnios articulados por triàngulos.
Por cuchillos de agua en las sienes de los seres
que dormìan.

La lucidez llegaba del mal con otras bicicletas. 
Con otros obuses.

Las silabas miraban el sol pero era algo que antes
las sìlabas ya habìan hecho.

Las profesiones distribuìan eventos en las agujas.
Yo escupìa de manera que el pez volviera a pertenecer
a las escamas. Algo dificil para un pez que que habìa
vivido en las escamas.

Y hoy lo hacìa en el estomago de los
hombres.









sábado, 16 de septiembre de 2017

La Manzana en un Pubis






Claro. El silencio. Los ojos que se envanecen para
mostrarlo. Las palabras cuya intenciòn es llegar al 
insomnio y asi descifrarlo.

El muelle en èl irradiando.
El negro cascabel encerrado en las piràmides.
Las muestras de polen en un laboratorio.
Un cientifico con tres medias.

El plano abstracto donde el reconocer semeja
una branquia.

El polinomio vestido por neologismos.
El concepto de la individualidad en una tormenta.
En un friaje u ocaso.

Bajo circuitos que juntan papeles en una mañana.
En un esqueleto de trigo.
En una daga que rasga una bandera.

Y despuès del ese silencio una gota.

Una llegada a las teorìas.
Una hipòtisis donde llegarìa a una casa
con un deposito de escamas.

Con una relatividad en funciòn de las cosas.
De los cabellos.
De toda poetica o poeticidad.

O los àrboles.

Esos àrboles que casi por inercia incrustan manzanas
en el pubis.











Representaciones





El dìa florece en uno de sus espejos.
Florece porque no hay nada que representar.

La memoria sueña entre el devenir y los
arcipestres. Entre la hojarasca y el alba se desprenden
algunos husares.

La cigarra sigue escribiendo en una carta.
Parece no tener un propòsito.

Entre la tierra y el mar las cosas vuelven a ser
denominadas porque son profanas.

El viento vuelve a una presencia de nieve muy 
cerca de otro maleficio.

La poesìa arranca una entraña en ellos.

De los puertos parte un alga en el rostro de un astronauta
que confunde la distancia con la luna.

No va a llegar.

O en todo caso se encontrarà con la distancia y develarà
no sè que cosas.
Eclipses o representaciones quizà. Ministerios de higos.

El dìa florece lleno de azucar.

Con la estampa de un crimen de aceite en sus huesos.
Con un estandarte de frìo en su mirada.

Con un tatuaje poseido por la dialectica.

O las humaredas.

Las invictas humaredas que tejen o idolatràn en ella.








Naturaleza





Donde se forma el àngulo hay una sombra. 
Un tejido magnetico que entre lo invisible
se dirige a un destello.
A una mansiòn blanca de dijes.
A una dimensiòn que de noche recoge visagras.
Alfileres.
El matiz religioso que toma una corola entre lo
febriscente.
Entre aquello que a nadie le importa.

Donde se forma un cometa con un pedazo de 
niebla.
Con una estrella que besa la herradura de una aleta.
De un sonido trazando ecos en la memoria
de sus orgìas.

Entre cuarteles rojos de piedra con diamantes
o soplos que la inmesidad recibe en una cronica de 
porcelana donde los objetos apuran su llegada.
Sus contrastes.
La tarea frente a la arena que poseen sus 
opuestos.
Sus narraciones que en el fondo de un animal
vuelven a lo reciproco.
Y lo reciproco es siempre esta lluvia.
Este frìo por la mañana lleno de mandibulas.
Lo reciproco es siempre el corte del 
espiral. La andanada.

La herida que tiene como base el conocimiento
pero no se queda en èl. De ello alguna vez se desprendiò 
la naturaleza.

Esa que conocemos como humana.




viernes, 15 de septiembre de 2017

El Infinito Rojo






Con una caracola que duerme en el temple del oido.
Con una mimesis que reconoce en un helice las reencarnaciones.
Y en los alfabetos la membrana de sol que atraviesa una
encìa. Que desfigura un eclipse.
El eco de un halo. El desliz de algùn prodigio.

Igual a un vaso de adrenalina o una lata de fosforescencia
donde los dinosaurios anidan.
Donde los hombres abandonan sus reflejos.

En el gesto del zinc en su pura demagogìa.
En lo inverosimil lleno de barbas y contenedores que por
la noche parecen amarillearse con una expresiòn que
llega desde las bujìas.

Como un patrimonio de yodo en el frenesì de un
enjambre. En los paraderos porque sòlo allì los semàforos 
suspenden sus colores.

Igual a un estremecimiento que necesita del latido del
corazòn para tomar su lugar entre las cosas. 
En la aurora de absolutos aluminios siempre rehenes de 
si mismos.
Coherentemente naufragos.

En esa mandibula y en la otra. En los relieves
que se involucran con una soledad que se desgasta en
los neumàticos. Bajo un hechizo que es proporcional
al espacio encerrado en una figura.

Bajo una tesitura apodictica. Despreciada por
una cola.

Y a decir de las corolas la primavera es el tono de 
oxigeno que parpadea en los adioses.

A decir de un sinoptico trance donde se encadena un
exorcismo, los pàjaros llenan el poniente tan solo 
de coeficientes.

En los hechos que leen en tu existencia pero jamàs
se comprometen en ella.

En las mandarinas que caen sobre tu mente.

Bajo un diario de huesos que narras a las cadenas.

Mientras sus eslabones se tiñen de un infinito
rojo.









Una Superficie por Ejemplo





Se fuè la luz. Partiò la oscuridad.
Los enigmas volvieron de un cristal donde
rodaban las hegemonìas.

Los racimos aguardaban entre el sudor de las flores.
La bolichera a lo lejos sostenìa cosas profundas.
Como una superficie por ejemplo.
Quizà una profecìa.

Y digamos que el silencio rozaba alguna
arquitectura. Una donde el espacio cruzaba un
diagrama al cual volvìan los iones
vestidos de entrañas. 

Lirico el tratado de los rascacielos en una uña.
En el perdigòn inundado por la sed.
En ese ùnico reloj conquistado por las flautas porque
es en ellas donde siempre se agita una hiperbole.
Un punto de hierba. 

Un travesaño igual a la desesperaciòn.

Donde los hilos de sangre juegan a las cartas.



Identidad de una Ciudad





Conocì esta ciudad cuando era construida por el hombre.
El mundo era un extraño platino en ese entonces.

En ese tiempo pensaba un poco màs en las estadisticas.
En la infraestructura del pan.
En una serpiente de humo.

Estaba construida por sauces y grietas en ese entonces.
Por pedazos de alhambras colgando de un periodo.
De un ciclo de agua en los martillos.
En las astillas.

La conocì bajo el auspicio de una figura subordinada
al polen.
Al conocimiento y la sabidurìa de los equilateros.
Dentro. Ensimismado siempre en un epicentro.
Todo epicentro -demàs està decirlo- es una alquimia.

Yo descendìa de lo sobrenatural en ese entonces con un
paraguas de bronce en las manos.
Con un vilo marsupial. Hecho de tejidos semejantes a
los que detallan por la noche los silencios de un
invertebrado. 
Sus ruidos.

Yo regresaba del mar.
De una playa con un millòn de agujas en un grano de arena.
Llevaba en mi sombra el ejercicio de un bozal.
Los simulacros enteros de los perdigones.

Pero del mar se regresa sin una ola en los ojos.
Y la mirada en ellos no puede reproducir aquellas.
El lenguaje intenta retratarlas, pero no siempre es asi.

El lenguaje ondula y zarpa.
Coloca crines entre los hombros.
Occidentales memorias de una plaza donde se balancean
entre la transparencia los cuchillos.
El suelo de un homonimo. La sangre de un cordero.

Conocì esta ciudad cuando era construida por los hombres.
Està a medio camino de haber llegado a su fìn.

Por lo tanto no esperes que alguien -ahora que llegas- te 
reciba.

Esta ciudad a medio construir a pesar de ser edificada 
por el hombre.

El mismo no habita en ella.















jueves, 14 de septiembre de 2017

Triàngulo de Sal




De cualquier manera allì se encuentra el puerto.
Y algo en nuestro espìritu nos dice que nos aguardan
los barcos.
Ninguno està hecho de flores.

De todas formas pertenecemos a una cinta
o una calcomanìa. A una gota de azucar crispandose
en el azucar. A una epifanìa con grillos.
Con escarabajos.
Con referencias al infinito que observan
un puente.

Frente a ellos estàn los acantilados.
Los precipicios con una pupila. Los carbones con
un parpado.

De cualquier manera.
Bajo toda intensidad que cite una cresta en la arena.
Una cresta soldada a la ola por una mandarina.
Por un silencio entronizado en el polen o en la amarga
caminata de un cuchillo a travès de los àrboles.

Creo que asi se llega a una flauta.
A la travesìa de un periòdico.
A los crepusculos con una cadena en sus higos y una
peninsula de sienes en sus ojeras.

Como cuando el sol posee una herradura arrancada
a los caballos.

Y un triàngulo de sal arrancado a sus jinetes.










Hoy la Vida es Inteligente





Hoy la vida es inteligente. Contemporanea y azul
como un astro.

Hoy la vida es existencial pero no por ello lleva un
capitulo. Sigue manteniendo en pie sòlo instantes como
aquellos que yerran entre lo verosimil encadenados
a àrboles. A salivas. A ofertorios.

Sus instantes danzan entre lampos y lo sobrenatural
en ella recibe un carbòn con el aparato logistico de 
las uvas.

Hoy la vida es excesivamente inteligente. Parece un
producto que elige el mar para llegar al
conocimiento. Las olas podrìan sostener que el mar
es la ùnica sabidurìa.

Un hombre que se encuentra en la ribera podrìa
contradecir ello.

Asi se llegarìa a una alegorìa pero eso no quitarìa 
el hecho que las olas sostienen. Es decir que el mar
a la larga es la ùnica sabidurìa.

Como tampoco quitarìa ese otro hecho donde un
hombre en la ribera sostiene lo contrario.









Lance Racional





La voz duerme en el muelle.
Descansa de los pètalos o una rada entre
la imaginaciòn.
De sus eventos al final de la bruma. Junto a
un matìz invertebrado
o una cebra
que asistie a un lance racional como los que 
poseen en sus ojos las corolas.

El invierno en los parpados sigue siendo ambiguo.
Mediterraneo como alguna hojarasca.
Igual a una oraciòn en las sienes o el parentezco
que asumimos con las algas
durante una primavera de galeones en
la punta de un alfiler.
En las coronas de los espigones.

Filtros de agua en un castillo de dijes.
Todos entrenados por las helices de una tribuna
luego de un tintineo fantasmagorico.
Despuès de un poniente en que la sensibilidad
ha encontrado sus callos.
Y no son cosa poetica ni muestran cualquier
inteligencia mordiendo la madera. No.
Son nada màs que un craneo que besa sus 
preguntas de manera amarilla.
Igual como besa sus objetos el otoño.

De esa manera.

De esa forma tan desesperadamente sintetica 
tambièn estoy atado a ellos.






A la Altura del Sueño






A la altura del sueño ves el arco.
La playa con una arruga diferente en el lugar donde
golpea la ola.
Esta mañana esa playa conduce el nombre de la
orilla. Pero no es posible oirlo. Creo que se necesitan otras
calles. El lenguaje de otros tenedores.

Marcos anfibios de helechos ahora que duermes.
Que caminas debajo de un tambor con la misma electricidad
de un paraguas.
Con los mismos acertijos que ondean en un tatuaje.
En una cabellera donde vibra el plomo.
Y los planos son ardientes a lo lejos en un cometa.
De una bengala que pasa por allì.

Allì donde los girasoles preguntan.
Donde los circulos posponen su llegada a los hombres
y en el enves de una ciudad son propuestos
el color del ajo en el martillo, la estructura de un reloj
en el puerto lleno de misteriosas caminatas
que no siempre llevan el tiempo.
Las caminatas llevan basicamente escamas.
Reptiles transparentes.

A la altura de una cigarra.
De un pergamino que la espuma coloca en los brazos.
De una caida hacia este interior de la gravedad
que sin embargo no nos deja màs sorpresa que aquella
donde nos mantenemos fijos a un puente.
A una amapola.
A un sentido del vidrio en los ojos de un gato.

O las columnas con sus idus de porcelana
mientras el rìo adquiere su proporciòn en un trapo
y el hecho es coherente como el oxigeno encerrado en
un himno. En las circunferencias de un lago.
En esas camisas todavìa apodicticas por
las cuales gira una manzana.

Enfebrecidamente.

Hacia una veleta de sangre abierta por el paraiso.








miércoles, 13 de septiembre de 2017

El Recorrido de los Arboles





Los àrboles recorren la noche en busqueda se sus 
propios pensamientos. Lo que queda de los bosques los
miran.

Las monedas se convierten en buques en las colas
de los buhos.

El amor perpetua una silueta en el ambar.

Es una que no verè.

Las astillas se inclinan sobre algo nuevo abandonado
por la brea en un pròlogo.

Sistemas de sal y de agua en una duna evaluan
el purpura que llega de las ciudades.

En ese purpura existe un hipodromo.

Una historia que aprendimos a contar junto a un
siseo. Bajo una tanda de obuses. Todas las historias 
hablaban de los caballos.

Los àrboles recorren la noche buscando un 
pensamiento.

Pero a cada instante se golpean. 

Se golpean con aquellas provenientes
de los hombres.


El Roce de la Naturaleza





Es posible que asi exista un àrbol. 
De esa manera.
Que los pelicanos cuenten entre la lluvia sus paràbolas.
Que lo jinetes esriban a diario a los gitanos.

Que lo irracional posea la representatividad de
una antorcha.
Que la vida cuelgue un poco de nosotros, casi sin darnos
cuenta en aquello llamado existencia.
Que el poema no tenga una vida propia como todo
sistema digamos, en los cuales se irisa un almanaque.
Uno que entre ambidiestros papiros 
elige un tròpico.

Es posible que en todo bosque duerma un sentido.
Que la percepciòn sea inutil entre monarquìas de 
carne donde se estrujan los neumàticos.
Que dios posea la contextura de una flor que
duerme entre hormigas.

Es posible una noche. La desgraciada belleza de su
soledad en las sienes donde viraliza el acertijo
su encrucijada de opalo.

Su obus al final de una linea.
Sus cascaras entre lenguajes de cartòn que oprimen
una nuez.

Es posible un invierno de nervios como la llegada 
del eter mientras las olas
calan algo imposible entre superficies de carne.

Un amanecer en que la naturaleza roza las huellas
de esas superficies para volver a lo humano.


















Lo que se Ciñe con Desesperaciòn






Yo creo que existe un nombre para cada utopìa.
Sin embargo la nutria que duerme al lado del jabòn aùn
es empirica. La he acariciado en este poniente
creyendo una vez màs en las brùjulas que cortan su pecho.
En el poniente que se elevarà desde allì hacia las
cosas.

El mar calza una ojera.
Un objeto habitado por el acrilico menciona 
el presentimiento de una araña.
Un adolescente en el vidrio penetra un cofre.
El albedrìo tose en una habitaciòn amarilla junto a los
manuscritos que dejò el otoño.

Las orgìas quedan suspendidas para siempre
en los menguantes.

Planicies de sed buscan pedazos de leña.
Una fogata digiere ese soplo donde la gravedad deja
de ser autentica para recorrer lo policromo.
Extrañas yuxtaposiciones se fijan ahora en sus voceos.
En todo manantial que apaga de dìa su
luz.

Trechos de cobre en un equilibrio.
Hojarasca ciñendose al follaje con la desesperaciòn
de una palabra a un ser o un fruto.

Diarios de manzanas que caminan a travès de
los diàlogos.

De un buzòn colmado de quimeras.

Yo creo que existe un nombre.
Uno que desentierra los parpados de toda bolichera.
Y despuès se aleja.

Tomando el destino del fuego entre continentes 
de humo.








Su Extraño Espìritu





El viento se encuentra en uno de los papeles.
Sumergido y azul como una bota.

Las ciudades ahora se involucran con el tacto y la hoja.
Con un triàngulo de arena que escarba en los labios.
Los crucifijos descienden de tal arena porque siempre 
existe un mundo que no conociamos.
Un puerto que vemos a lo lejos.
Un horizonte al que jamàs llegamos.

Dioses de anilina danzan en la orilla con algunos fragmentos.
El horror es magnifico cuando ello sucede.
Cuando nosotros nos mantenemos en vilo igual que un
girasol cuando descubre el diluvio.
El roce de un leviatàn. Las crestas de un gallo regadas por
la tierra despuès que los molinos arrasan la tierra
llenos de equinoccios.

Los equinoccios son dorados porque llevan efigies.
Contrarios a los reflejos y las cartas diseminan ataudes.
Flancos de radiactividad y puñales.

Tacticas de orfebrerìa como las que deja una xilografìa en
las uñas de un marinero.

Estrategias de luz como un purpura que sobrevuela 
desde antaño las colonias.

Las colonias del sueño porque algun dìa entre los papeles
este amor por la soledad no lograba despertar en
en realidad.

Y su extraño espìritu sòlo vivìa entre espejos.




Realidad






Còmo llegar a esas imagenes.
Aquellas que desde el fondo de nuestra soledad
empiezan a representar su mundo sin detenerse en el
nuestro.

En què palomas o espejos de aire.
En què microscopios donde los galgos unen sus pètalos.
Donde las fabricas estàn compuestas de adendas
y el manantial es semejante a todo equinoccio
intentando cruzar una avenida.

Cùal la existencia del agua y del trote.
La de una fotografìa que pesa en el brillo del cuchillo
como este presente de musgo.
Hialino como todo rendimiento de sal en la arena.
Igual a un inusual rango del verbo -cualquier verbo- en la boca.

Què tan profundo es el cielo que sigue a la tierra que
no se puede ver. 
Còmo son sus colores que cuando son imaginados 
los de esta realidad quedan pequeños.
Què nebulosa los llenan en este crepusculo de 
campanas.

Què astro de sangre en el pecho da origen a todo
movimiento del pensamiento en la hierba.

Còmo llegar a esas imagenes.

Si todo a nuestro alrededor se encuentra cercado
por la realidad.









martes, 12 de septiembre de 2017

El Grillete Sobre las Venas





Coloca un grillete sobre las venas para que no se
forme un crepùsculo.

Un diario de soledad por donde llevar a los relojes.
Un cuadro donde el pensamiento aloje por la noche a una
efigie. A una cicatrìz. 

Toma a una luz y deja que sugiera una sombra
debajo de un pàjaro. No siempre serà indòmita. No siempre
podrà escupir sobre lo maravilloso.

Se necesitan de otras sociedades -màs celestes- para 
ello.

Mira el oceano porque en èl nunca podrà vivir una
cadena o es tan cierto que una clepsidra sin saber porque
es complice de la arena para conjugar el tiempo.
El tiempo sòlo puede ofrecer una forma de equilibrio a 
la realidad.

Posa un grillo en tu cuello.
Una ceremonia de petroleo en el anden tropezando
con los quistes. Con los helechos. Con las fisuras que estrellan
un relieve contra las orbitas y luego maniobran
bajo los pergaminos.

Formando cenizas.

Crònicas de transparentes cenizas en sus tràgicas 
ciudades.









Lo Que Cuelga del Hambre





El pàjaro corta una de sus bacilicas.
El silencio atraviesa un racimo de uvas donde la
temperatura del sueño se reencarna en un olivo.
Sòlo el destello en las cascaras sabe que ello proviene
de un resorte.

Miniaturas de hierro son cosificadas.
El objeto en el agua ensortija la primera pregunta
de las sienes. Es una que lo hace por el cristal
en la marea. Por su transparencia llevando
una piràmide.

Opalos de plasma entre suscintos adioses.
Empiricos tornasoles en una idea de la luna mientras
roza o perpendiculariza.
Empiricos semejantes al agua.
Al dìa circulando entre reliquias de plasmas.
Allì sobre los pètalos de un errante girasol es agitada
una paloma.

Sartas de leones en un mediodìa hipnotico.
Lleno de hipodromos y relojes.
De daguerrotipos que centellean en los himnos 
de una aurora dotada de periscopios
y truenos.

De cartas sobrenaturales que son empujadas por 
las brùjulas.

Hacia un mundo de aniversarios azules que cuelgan
del hambre.









La Danza de los Espejos






El oceano descansa sobre una palabra.
La orilla es un pliegue de carne convertido en arena.
Allì descansan otros muertos.

En los medanos las figuras recorren sus àngulos
con un extraño vilo. Uno que cala en la memoria.
Uno que llega de lo reciproco. De nuestra sed.
De aquellos itinerarios y cronicas que
esparce la existencia en un puerto.
Un puerto donde se reencarna a veces una luz animal
como la nuestra.

Errantes fotosintesis y planos de agujas.
Castillos de huesos debajo de una alambrada.
El sol en el espacio con una curva iridiscente y luego
un territorio de puertas. El verbo vuelve
a empujar una de ellas.

El oceano descansa sobre una palabra.
En los jardines los tatuajes llevan un nombre descrito
por la locura.

La ley es azul y cinica sobre una enciclica.
Los cabellos de una nutria la humedecen contra su 
boca.

En la humedad del aire son errantes los sistemas.
Las planicies con un borde.

El ejemplo de una nave es marginal ahora que
a la deriva camina entre la oscuridad de los àrboles.

Una oscuridad llena de circulos.

Donde danzan los espejos.







lunes, 11 de septiembre de 2017

Mitologìa de los Limites





Los limites son como espejos.
Ascienden por las escaleras. Caminan hacia la
lluvia con un acantilado en las sienes.
Raspan de noche sinagogas.
Se encuentran en todas las palabras.

Determinan la idea del agua cuando es sinuosa.
Mientras oprimen un gesto occidental.
Un rigor compuesto de truenos que caen de una
manzana.

Migran hacia las franquicias.
Arrastran todo levitar.
Cualquier emanaciòn dibujada por una bicicleta
en los profundos intersticios de las
olas.

En los profundos callejones donde el mar
es subversivo como una corola
y las monedas recogen 
margenes con premisas violetas de castillos
donde el sol reproduce ceremonias
de antiguas esferas
en la brisa. Creo que algunos podrìan
llamarlas orbitas.

Entre imagenes de coeficientes que rozan la luna
imitan la intemperie cuando imagina
una selva. Una sola selva
con una liana en la mente, descifrando 
un vector. Un parque algebraico.
O una secuencia de barcos cuando 
evolucionan en los paisajes de
esos tan siempre infinitos horizontes.

Esos de los cuales desde esta playa en
primer lugar me separa una duna.

Y despùes una ola.










Los Ojos de una Pantera





Creo que existe un ritual.
Como si alguien guardara una hoja en una campana.
Y luego ascendiera al hemisferio con un movimiento en el eter.
Uno que despliega conjuntos y manuscritos de nieve.
Uno que està hecho de fasciculos.

Lo imagino por la tarde cuando los ponientes estrenan episodios.
Eventos de puas y aristas como las que duermen inhaladas
por una galleta o la silueta de un mundo que
reconoce bahìas. Ciudades de agua que trepan por las ojeras.
Mundos de granizo en un pubis.

Marejadas de sepìa en el vidrio donde 
en sueños acontece el reflejo de una peninsula. 
Tropos de inercìa en una grieta donde la flor viaja empirica
hacia un dirigible. Hacia un hemistiquio.

A un relieve donde el universo es de oxido con
instantes de espuma segregados por un travesaño.

Por una tendencia que fija girasoles en una trayectoria de
yodo con significados de helices.
De molinos que parten al viento con un pedazo
de brisa en sus ojos.
Uno semejante al misterio que tienen los antepasados
cuando devoran el humo.

Entre chimeneas azules.

Encerradas en los ojos de una pantera.










Desde los Frutos






El fruto es de arena.
Aún se encuentra dormido entre la inmensidad y según
las pupilas desciende del invierno con un
poligono en la boca.

Otros frutos que son insólitos despiertan.
Llenan de incognitas los limites y preguntan por
el caos. Por el vaticinio encerrado en todo
eclipse. Por las galerías donde se juntan entre conjuntos
de iridio las silabas.

Pero los silabas metabolizan el espacio.
Los peciolos.
Las ballenas que suelen ser metropolitanas.

Ferias de estro en alguna aurora donde se cansan
las pupilas de tanto amanecer.
De tanta estrella formando constelaciones.
Todo es en aras de que la metáfora siga caminando
entre la ontología sostienen.

El fruto es de arena.
No es original.
Tiene una melodía amarilla que desciende de las
hojas.
Asimila nociones de barro.

Y luego.

-despúes que los pájaros han desfigurado sus
catilagos-

Presionan los digitos que deámbulan en las
superficies del mar.

Para llegar al sueño.








sábado, 9 de septiembre de 2017

Imagenes del Interior





Los objetos se bañan entre las aletas.
La herida o el dolor con el que descendì por la nieve
vuelve a alimentarse de brea.
Entre vientos de porcelana hay uno que asoma su
cartòn de acrilico.

Un poema empuja la miseria hacia una pergola
o un electrodo.
La energìa libera un espìritu donde un epicentro
despierta.
Entre las costras de un hombre colocan
inscripciones los semidioses.

Lo que amabamos como un reloj se desvanece
en las linternas.

La trayectoria vuelve a ser 
ajena en una catedral de estandartes.
Allì sueñan o duermen los molinos.

La soledad desplaza nuevamente un circo.
En los desembarcos de la fiebre una piramide
regulariza aquella idea donde queda amarrado
el pàjaro a la lluvia.

Los pròlogos del mundo son diferentes ahora.
La poesìa es de sal.
Una iglesia camina llena de feldespato en sus axilas.

Una iglesia en la cual encontramos oscuros
gallinazos devorando sus cupulas.

Para que las imagenes en el interior puedan
estrellarse finalmente contra el cielo.









La Herida Entre la Trascendencia





Los tallos duermen junto a una orbita.
La estrella en la superficie del agua hoy posee otro brillo.
La miseria desde una esquina observa. Posee
un reloj donde la estètica representa un anuncio marròn
y escolastico.
Un plano lleno de infinitos bocetos.
De eternos zoològicos.

Las constelaciones deàmbulan en un dormitorio.
Lo hacen igual que los centinelas.
Hipodromos ebrios de elixires se agitan en el espìritu de
una rosa. Son nombrados recipìentes de esgrima.
Luces de opalo entre revoluciones de sepias.
Ninguna es neoliberal y tampoco 
moderna.

La mirada que sujetas a la realidad no es contemporanea.
Es sòlo un parpadeo que halla un sentido en las cosas.
El viento trae objetos desconocidos y rumiantes.
El enigma del oceano es nuevamente 
una platea que recorre las 
hojas.

Una piastra dedicada a las coreografìas.
Una lealtad que llega de los menguante evoluciona a 
una mandibula y desde ella toma el trayecto a los labios.
Los labios que giran a una biografìa.
A un talamo.

A un rango donde cada silencio recorre sus propios
escalofrìos.

Su propia trascendencia llena de heridas.






La Tierra Inaudita






Hoy me encuentro en algùn lugar de mis sienes.
Mis huellas han traido lunares de la noche.
Arquetipos de yodo donde se ilumina una araña.

El amor es una ceremonia en la arena donde
se apostan colonias de gallos.

Uno de ellos es negro.

El mar se une a la oscuridad un momento.

Las helices colocan en sus circulos rehenes y
circulos. Los profugos son de yesca.

El deseo cede a las alambradas en este invierno 
de catedrales. De conjuntos de sed en un minotauro.
En la eternidad de una corola son otros los
descenlaces.

El pelicano en el aire es morado como una uva.
Los territorios son crestas con silencios de espìrales.
De nucleos y escencias tomando un riel
de la aurora.

Uno que lleva predicados.
Adjetvos de sol y coeficientes como los que empuja
la soledad en un silencio ejercitado por el
aluminio.

Hoy me encuentro en mis sienes.
Mis pensamientos parten desde ellas hacia una hoja
donde un mastil espera.

Donde las siluetas de un navìo aguardan.

Igual que una semilla entre inauditas tierras.







No Como lo Hace el Espacio





Algùn dìa los puertos se convertiràn en escamas.
-supongo ello de los tantos siglos que han vivido 
en el mar-
En ruidos resguardados por una ilusiòn.
En incognitas para todos los hombres que llegan
desde los espirales. Hablo de aquellos que llevan un
vortice o un genesis. Es decir las mpas refinadas
imagenes de espirales.

Alguna vez los menguantes. Las helices y los
simulacros donde el brillo extiende la interpretaciòn
en un eje, oscurecido por una penumbra 
ideologica.

Por un lirio de iones donde se reproduce la escarcha
llena de generaciones.

En un mundo donde los patios organizan sus
escaramuzas del lado del vidrio de manera que una
libelula queda encerrada en un mito.

En una serpentina donde los silencios oprimen 
el hollìn de las cosas y son enigmaticos los pàjaros
que traen en sus picos revoluciones.

Cintas de agua en el aire.
Hilos llenos de cronòmetros que sin embargo
no observaràn el tiempo.

No como lo hace el espacio.












viernes, 8 de septiembre de 2017

De la Orilla a las Ciudades





A lo lejos el mar es como una liquida anatomía.
El horizonte donde el crepúsculo busca una cigarra.
El cenit con un espacio suspendido en un navío purpura.
En una dosis de alientos escarlatas.
En un conjunto de ideas fragmentándose en un peciolo.
Entre las nervaduras que iluminan un día soleado
en los bajeles de salitre.
O un enigma donde dios empieza a estilizar sus nudos.

Acantilados de limón junto a un cristal dorado.
Empujando las sentinas de un dije en las melenas cuando
el silencio es azul como un pensamiento que camina
de la orilla a las ciudades y mantiene en sus ojos
el color de las olas.

Qué hombre se atrevería a leer en ese pensamiento
sin el riesgo de quebrar su color?

A lo lejos.
Cuando el universo trae un hemisferio de crestas pensado
por un homonimo y en cada plano de la mandarina 
una pergola esboza la herida de una hormiga en el iris
de un dinosaurio.
De un diario antediluviano que descubrimos en los setos.
En las serpentinas que deja un árbol en una alameda.
En un mirador que de tanto contemplar 
las constelaciones va hacia ellas.

Lleno de infinitos daguerrotipos.

Y transparentes columnas de figuras donde sospechan
de la inercia y del sigilo los pájaros.











Las Raices en el Aire






Los aros llevan un titulo.
Las bicicletas circulan en el silencio de 
los gritos.
En contraste se encuentra el amor que sueña entre
la lluvia.
El idilio de papel con la arena.
La playa conquistada por un pasado de humo y el
futuro de la goma.

Andenes y flancos de poesìa sobre un
pesebre. El hilo de un purgatorio sombreando las
raices de un pajaro en el aire.

-todo pàjaro encuentra sus raices en el aire-

Sombreandolas hasta crear una silueta en la cual
duermen o emergen galeones.
Con las cuales se medita o se cita a los espeleologos
en su morada de carne.
Con las que inmediatamente practicamos una 
llegada al mar o nos hacemos empiricos.

Inmediatos.

Igual que una nube o un simulacro.






jueves, 7 de septiembre de 2017

Este Lugar






Este lugar donde los equinoccios duermen.
La pira en él cubierta por el reflejo de un astro
por la noche todavía reflexiona.
Hay un retrato de la nieve mientras es crepúscular.
Un hombre también es de nieve allí y se sueltan los juguetes
de un animal de acrilico con sienes amarillas.

Palidas luces como un rendimiento de cera en la brea.
Como el ciclo de los eclipses cuando mencionan un
trozo de vidrio en los espirales.

Este es el lugar donde el amor recibe un teatro
por la noche y lo confunde con un vortice.
Luego camina con él hacia margenes que aún 
encienden una isla o un telescopio.
Un pájaro que detiene un helice mientras los hilos
programan en las bocinas una silaba de carne.
Una que enciende una hoja.
Que se reencarna en la orgía de un velero
cuando se ahoga en las ciudades.

Y recuerda extaña e inutilmente.

Que el cemento confundiendose con el mar
no son sus elementos.






Como Toda Iridiscencia





Habrà una soledad.
Como en todos los cuchillos que cruzan
un rìo habrà una soledad.
Los recipientes seràn escritos en mayusculas.
Importaremos baules de las calles vacìas.
Anandonaremos los puertos
y caminaremos a una bacilica.
En ella los gorjeos sostendràn cosas antiguas.
Mundos rumiantes.
Rabiosos invertebrados carcomiendo objetos
nos mostraràn sus eclipses.

Dirèmos una palabra sin
recordar alguna que nos acompañò por los
puentes.
Acariciarèmos el sigilo de un bosque en 
un simulacro de ciegos.
Las imagenes recorreràn un deseo 
adornadas por huesos.
En una escalera seràn abordados los
truenos.
Los hilos que preceden a los relampagos.
El sol en el hemisferio tembloroso.

Habrà una soledad 
lo cual no representa una mejilla.

Es sòlo una proposiciòn natural que llega
de los ajos.

Que manifiesta un sonido.

Un eco a lo lejos marsupìal.

Carnivoro.

Rabiosamente carnivoro como toda
iridiscencia.





Episodio de Lamparas





Alguna hoja.
El tiempo de las bicicletas sobre un episodio 
de lamparas.

El mundo con una tijera de helio
en una emotiva utopìa
y luego el sol amarillo y cientìfico como una
pupila de sodio.

Casi un brillo de acrilico.

En el poniente 
un muro de esquirlas igual a una nube.

En el ocaso esa llamarada de estambres donde
las piedras se ensotijan en un abalorio.

En un naipe que constituye un
pedazo de saga en la espuma. En las
cenizas donde a veces se inclina una 
aurora.

Y seguidamente los puertos.
La oraciòn junto a una raìz.
La melena de espinas
donde el conocimiento recoge una hoja.

Un àrbol que crece en la distancia
con un recipiente
de humo en sus labios.

Una carta de monopolios iguales a los
que encrespa un gigante
en una hora coloquial; abstraida
por un himno de
yodo.

Cartas de arena que la marea recoge
de un arcipestre 
tomando la duda de los manantiales.

Arengas de un astro que oprime las balsas
de un dormitorio con perimetros
agitados por racimos.

El lenguaje en el eco.
La existencia en el vilo de un fervor
tomando arañas de acero de
los equilibrios.

Paginas que muerden el bronce para
reclinarse en una sortija.

Contemporaneos universos donde encuentra
un limite ese descenso de la noche.

Esos nocturnos hilos que empiezan a morder
entre la oscuridad las maderas.








miércoles, 6 de septiembre de 2017

Cosas del Verbo





Y entonces el mar està solo.
Lleva un muelle debajo de su superficie para
los barcos que navegan debajo del agua.
Pero eso es extraño.
Como un resorte tomando impulso en medio
de musgos.
O los conjuntos del espacio donde la realidad 
se abre paso.
Luego el latido de una tijera.
La coherencia de un rasgo en el sueño donde
las planicies llegan tambièn a los desencantos.
A las flores de higo varadas por los tigres.

Entonces el mar.
Pero es un mar que lleva kilogramos de polen.
Uno cubierto por ceremonias sin raices.
Indiferente a los plazos con que estimamos el 
color del deseo en una varanda.
En un pretil.
En los simulacros que los destellos anudan en
un brocal cuando empezamos a recorrer 
nuestros propios espejismos en el desierto.
Y es como un relampagueo.
Igual a un resplandor que empieza a llenar
de misterios y enigmas todo
aquello que es tocado por la palabra.
Supongo que son cosas del verbo.
Es èl quien finalmente a la larga entre la
poesìa se despedaza.

Diarios de espuma que entre las crestas
desfiguran una prenda.
Una aleta llena de incognitas entre sus
proporciones.
Una cola donde la hoja separa una manzana
de la lluvia.
Primigenia y azul como un horoscopo.
Como una peninsula que asciende por el
dolor en busca de animales.
De enigmaticas heridas por las que serà
estilizado el fervor de una silueta
en un atomo.

Siempre entre una sobrenatural penumbra.

Supongo que esas tambièn son cosas del verbo.

Es èl quien finalmente a la larga se despedaza
entre la poesìa.












Llamado





No habìa conocido ese lado de la realidad.
El angel que seguìa a las hojas despuès de la lluvia.
El viento enquistado en una uña con un color rojo.
El mar policromo regado de uvas.
El plano iridiscente por el cual llegarìa a una rama.
A un vacìo.

Y la forma del caos en una bahìa.
Recogiendo omoplatos de arena a cada momento.
Tomando palabras de un lampo como se hacen en ciertas
reencarnaciones, cuando el olivo queda encerrado
en un acertitjo. En un tatuaje.

Y luego el himno con un monòlogo de vidrio en la piel.
Llevando expediciones de complices y rehenes.
Dirigiendo conjuntos de escarchas que toman una porciòn
de la voz. Un ritmo inèdito de una ciudad en la
cual alguna vez llegaron al ensueño los 
vagones. Las barbas.

Las mechas dormidas en los senos de una bujia.
Las bicicletas con rigones que ensartaban infinitamente sus
circulos entre lo luminoso.

Y desde esa luz nos llamaban.




martes, 5 de septiembre de 2017

Ese Viento





Ese viento que recorre el mundo arrancando
una capa de azufre en el aluminio.
El diario de espuma con una bitàcora.
Con una serpiente de hollìn en el pelo.

Y la brisa que cuelga del horizonte con una
especie de infinito varado.
Ese viento como una especie de leña
y fragmento.

La sed de un precipicio entre conjuntos
de carne mientras los huesos juntan microscopios.

El vuelo del peciolo en un nube donde la existencia
se alarga. Se aprisiona. Se suspende en el ambar
y dado que la trascendencia es un finisimo hilo donde
se ahoga el destello
yo vuelvo a los travesaños.

A las eras de un lingote con frases y vertigos.
Con laminas alrededor del ocaso donde son antiguas
las fragancias semejantes al aroma de un
paradero que posee limones
o en todo caso los pliegues de la arena
en la orilla son descendientes
de una historia màs antigua aùn que aquellas
errantes en el genesis.

O son las pupilas una escala.
Un vidrio donde pasta el conocimiento con
envergaduras que constan necesariamente de 
cenizas y costras. De lenguajes de
barro. De espirales de sombra
donde la luz
acaricia un embarque de lluvia.

Un pètalo de agua formado en el pubis.

Junto a tradiciones de uvas y colmenas
despertando a otra realidad entre sus sueños.








A Partir de los Circulos





Los circulos son espejos pero perpendicularmente.
Un relato de sal que recorre megàfonos
y auditorios.
La narraciòn que trae un pulmòn y la misma aborda
el asunto de los semàforos que dirigen el transito de las monedas.
O el asunto del neòn trascendental correspondiente a 
una peninsula o una utopìa.

Coordenadas de brillos.
Manchas de biotipos que golpean la arcilla.
Màscaras que duermen en sus puntos como botellas.
Estaciones en sus circunferencias que reciben
el invierno de los hilos con un eslabòn de iridio.
Es un eslabòn que formarà en un prologo una cadena.
Tal pròlogo serà un evento marginal de castillos.
De suburbios estrellandose contra las 
conchas.

O los cisnes.
Luego los cisnes en un atlas halino.
entre conceptos dialògicos del mundo con una uña
o el manantial donde se encuentran los prefijos
y enmudecen ante las cronicas de un
pelìcano en las ventanas.

En los sudarios de una especie de tropico
transportando una hoja. Un arrecife sucio. Una pisada
que enumera todas las siluetas de las puertas
como aquello que extrañamente son:

Nada màs que una solitaria epifanìa.