Pensar un oceano.
Quedarse en las manos
con el cofre de ese oceano.
Soñar hasta que nuestras representaciones
se den por capitulos.
Objetar todo lo que podamos
al verso y si es posible
sentarse ante èl,
con ese oceano;
su cofre y esa representaciòn
por capitulos.
Interrogar y dentro de ello
presionarnos un poco, lo indispensable
para salir a la lluvia con un gato en los ojos.
Desprendernos de arquitecturas
y melancolicas urbes donde
las claraboyas giran al cefiro
de veletas que desvanecen
un himno y observar
paralelamente
que la esfericidad es el lenguaje
del circulo arriesgando su
forma.
Pero esta vez ese circulo.
No afirmarà que es una metàfora.
Tampoco una epifanìa.
Guillermo Paredes Mattos