sábado, 30 de abril de 2016
Los Limites de los Racimos
Escribìa sobre una paradoja y el diario
de un atleta entre la cosmogonìa.
Pensaba en los nombres del halito
cuando soñaba y entre sueños se dedicaba
a emigrar, igual que las bandadas o los peces.
Pensaba en los fuselajes y los contenidos del
invierno en grado superlativo.
En las peninsulas y las estrellas que forman
los mares cuando encuentran sus precipicios.
Pensò en los idolos.
Guardaba una bahìa para cada corona en las
orilla donde dormìan las ballenas.
Pensò que cada galaxia era un cometa, una barbarie
o un legendario papel en este abril de puros animales,
llenos de condados.
Pasò del dìa a la cadena y ya en la cadena no fue
dificil suponer el calendario de la luna.
Creyò fervientemente en el calendario de los
helicopteros debajo de la tierra. Tomò los crespones
de los lagos. Los manantiales que empezaron
a caer del oxido.
Mirò los mentones irradiados de esgrima en los
pavimentos y forzò una imagen de escamas en la bruma.
Antiguo y marròn como un neumatico, respiro hasta
que de la sal brotara un equinoccio o los cuerpos
fueran habitados por las moscas.
Intentò desnudar un farol desde las sirtes un dìa
de liquenes y diversas anatomìas.
Ubico a los teatros en los bulbos y en los limites
a los racimos.
Despuès de la noche caminò por el granizo como
lo hace una manada y recordò que los fenomenos de la
liebre en la pradera son astrofisicos.
Tomò el coral de los abrevaderos donde los
sistemas colocaron sus escaleras algun dìa.
Y entonces sucediò.
Entonces las cabelleras llenaron aquellas escaleras
de heliotropos.
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