jueves, 30 de julio de 2015

Los Dromedarios de Sol




Preparo una torre para el dìa.

Un lenguaje desde el cual el infinito piense
en la creaciòn como lo harìa una nutria
o un brocal donde bebe el desierto.

Asi, pienso en una ola que es forastera en el
agua y las dunas, mientras los menguantes escriben 
de los limites desde la unidad y las claraboyas, asi
recorro los astros, donde la intensidad muestra
los ojos cerrados de un pelicano.

Recreo una sien para las atalayas.

Un borde donde el sol une dromedarios y marionetas.

Un juguete en cuyas leyendas la nieve introduce
papeles que llegan a la alegorìa con
una canciòn boreal silueteada por un periscopio en
el aire, lleno de tradiciones y estrabismos
como aquello que lo hialino cede.

Lo hialino cede, no es como lo invisible o los
apogeos de la transparencia en una cisterna, en un
lunàtico dentro de mi corazòn, lleno de mitones.

Miro el oceano. No como lo miran los osos.
Dentro de mi corazòn algo desconocido lleva sus
latidos por lo incandescente. En lo que a mì 
concierne seguirà siendo incandescente, es una
forma de hablar con ello. 

Preparo una silueta.

De repente no tengo dioses a quienes adorar.

Tal ves la posibilidad de reconocer un ritual acaba 
donde empieza el silencio.

Un silencio lleno de orgias, en los sonidos que
han muerto.




El Semidios en la Boca




Una astromelia.

Su historia es propia y geogràfica como la
del titanio encerrado dentro de la tierra.

Tal astromelia vuelve cada noche de los yacimientos
con una escarapela en las uñas.

Aprendiò a tocar el tambor y la flauta.

No tuvo que descender a los infiernos ni relacionarse
con los paraisos.

Es sòlo una astromelia y logra ser un evento natural
tan existente como nosotros, se alimenta y duerme
como todos los sufijos, observa extrañada 
en la televisiòn y pregunta de vez en cuando por
los megàfonos; basta esa pregunta para hacer de esa
astromelia algo diferente.

Una astromelia que es una oraciòn sin cabañas.

Que busca el sujeto entre los oidos de los neumaticos
y rueda entre ellos.

Que logra fermentarse y pudrirse. Lo cierto es que 
lleva una generaciòn de electrones. Una mistica entre 
sus fogatas, una llena de arpones siempre llenos
de desencuentros.

Una astromelia que despide la intensidad de lo
cronologico.

Buscando clanes, siempre portuarios.

Que es peregrina como algunas veces comunicamos
nosotros a todos los laberintos.

Una que se presenta en forma tostada como esos
cuerpos que se doran al sol en el verano.

Una astromelia que conoce muy bien sus ojeras y sabe
que las ojeras de sus animales son doce.

Una que ha presentado arrugas en una tela -textilmente
hablando- y ello puede ser un relato generalizado de 
la lluvia, asi que nos alejamos de los vientres
a partir de una casa antigua, distantes de
todo aquello que sobre la niebla
es contemporaneo.

Contemporaneo...

Porque arrastra un garfio con un semidios en su
boca.





Nocturno




La noche trae un nombre.
Quisiera pensar en èl como lo hace
el mismo nombre.
Quisiera dormir o poetizar hasta la llegada
de un caballo o las sìlabas de un animal
que enciende los plasticos.

Pero esta noche semeja un dòn.
Un talento medular buscando el nervio.
Una hoja o un crepùsculo lleno de 
telefericos, donde una historia toma cuerpo
en los semaforos de la ruina
y de los periscopios
creados por los baules.

La noche llegando con ese azul irredento.
Extendiendo columnas de hambre junto 
a los residentes ladridos que forman
la habitaciòn donde vivo y
el petroleo de esta casa y su soledad que
unida a los nùmeros crean una 
capucha.

Nocturno de amuletos y cruxifijos.
De obeliscos cientìficos emparentando
fogatas entre la nieve, garrochas trepidando
el aire donde los santuarios ascienden
a las ceremonias con un patio
pudriendose en la razòn de 
esta memoria
de àrboles amarillos
inexorablemente camino hacia el agua.

Y a un punto en ella de sedimetos
donde intenta ser nocturna y azul su 
existencia.




La Migraciòn del Polen






Necesitarìa un vortice para volver a diseñar.
Un idioma de platino cerca del opalo.

Una casa de purpura que viviera en un frente donde
cazan los molinos.

Creerìa en mì si ese fuera todo el idioma que
hay que corromper.

Caminarìa hasta el sol si existiera un camino.

Oirìa un navio si llegara la hora de la desnudez
y eso tan desnudo en los labios fuera ambidiestro
como el navìo que duerme en una pupila.

Recopilarìa todo aquello que residiò en una casa
y colocarìa en la madera, un velamen edificado por una
nuez, en amaneceres en que los gurbiones son 
disecados por la sudestada.

Creerìa que todo puede suceder si eso serìa 
un alfabeto.

Y necesitarìa un paseo por los balcones si de ellos
colgaran los pianos.

Caminarìa hasta el olivo, si mi religiòn no llevase
un anden o una figura que sòlo reflexionara en el
sueño.

Descubrirìa quà clase de espinas se elevan de
una herida a los cometas.

Oirìa todo aquello que profundamente extingue una
lengua de brea junto a un archipielago, donde
los dinosaurios son modernos.

Recopilarìa o unirìa los bozales con que la lluvia
juega en los megafonos con el grito inasible de una
resaca, si ello migrara como el polen.

Si ello migrara como el polen.

Y las colmenas regresaran a lo que puede ser
comparable, desde un grito mas profundo aùn que
el eco que levita en el azogue.







Surgimiento de las Efigies




Como una luz que escribe o un silencio
que llega a la arqueologìa mientras las paredes
son edificadas por una plaga y la quilla de un
barco vuelve a ser plateada en las grietas
en cuyos alambres se deja ver un 
languido brillo, cuadrado como una luna.

Junto a la apariencia de una mascara y en
estos terminos que se contraponen mientras un
libreto de halcòn, escinde -por decir- las agujas
de un universo orgànico donde las bengalas
reflexionan la inmortalidad sòlo un poco.

En los contrapesos -unos màs antiguos que
otros- deformandose entre husares construidos por
atomos y palabras cubriendo de cenizas los
dragones y en estos el hilo de una perpetuidad 
que desplazase desde una rueca, empieza.
Hermoso es que vibre entre legañas.
Increible que sus visiones se agiten entre
filos.

Y hasta aqui los lenguajes de una ribera de piel.
La mistica de la egloga bajada de la noche por
un juglar en los tropos y los astros, como puntos de
ensueño en una alambrada, sorteando las ojeras
de una pantera, pero no las de un poema,
agonizante como dios en la belleza de un jinete.

Junto a los tèmpanos, junto a la llama y las radas
donde la oraciòn arroja una bota roja a las 
practicas soleadas del oceano; allendes a las
volcanicas historias de sedimentos y el maleficios
diseminados por un lecho de citaras; incomparables
luego de haber sido arrasadas por una columna
de fiebres y una redenciòn construida por los faroles,
donde la energìa examina el hecho de los titanes
con un solo tatuaje en las sienes.

Fanales que secundan un verbo, guìados por
muselinas y oboes semejantes al albedrìo de la 
porcelana, desde un mundo que seguramente
camina detràs de los objetos, semejante a
ese otro donde todo objeto camina 
adelante de su sombra.

Con el ùnico propòsito de crear efigies.





Poema





No buscamos palabras como las que se unen 
o se separan.
Tampoco anhelamos cabellos o equinos entre los
limites.
Sòlo estamos volviendo al arco donde una tea planeaba las
edades del solsticio.
-uno quizà de ombligos y deuteronomios-
Al perihelio donde los muertos eran alimentados
por una rosa y las vanguardias
son identificadas entre las marismas por 
plateas de magma.
A esas gemas de carne de pus en el viento.

Tampoco el sol que devora en la arena los exodos
de una falange.
Ni los exordios con que un pulmòn escribe en su textura las
historias que trae el hidrògeno.
Ni suavemente divisamos la violencia de una sacudida
de mimbre en el aire, cuando las herraduras 
descuelgan de la brisa un silencio pagano
y errante como las dictaduras.

No escribimos a no ser por los rieles que brillan y su
brillo baila en el ocaso con la fuerza de una
centella al atravesar el cielo.

Ni reconocemos nada que la naturaleza haya hecho 
crecer entre sus amuletos igual que una cita
grabada en el cono de un volcan
donde se reunen dirigibles y telefericos enarbolando
cierto aire de espacio en un sigilo que desborda
sòlo un instante el espacio.

No exaltamos los ciclos del barro en un aparejo
ni las dinastias de las cenizas en los màstiles porque
el oleaje al igual que con el hombre, barrerà con
ellos y ni siquiera el acero del navìo 
quedarà como un testimonio que
anunciaba los pliegues o la
metamorfosis del agua
entre las mas remotos edificios.

Esos que arrancaban el corazòn de nuestro cuerpo
para mostrarnos de què estabamos hechos.







Los Continentes del Craneo





Crecì en el musgo. En el lenguaje de esas
piedras sin oxigeno, mas allà de la ilusiòn y los
enjambres donde campea lo sutil junto con el alabastro
y los alfabetos; los ritos allì eran y son aùn de goma.
Basta inclinar la cabeza para confirmarlo.

Y todo musgo es como un ser radiante en el plexo.
Una cortina de tallos que enciende una misiòn en el fosforo 
de una colina, donde la linea desprende un fosil ante de llegar al
arbol y en los helechos, ademas de una cortina sin edad llena 
de estrellas, crece un ejemplo de azogues.

Tambièn crecì en el anuncio de una palabra, escoltando un
dije, una concha de sabor oscuro, una cimitarra donde lo esbelto
presionaba una carta con direcciòn a los probetas o los fetos
de un dìa marino con el sol, disputando un prostibulo en la
espuma a la marea. Uno sobre el que cultivaba la
constelaciòn, su aguila de oro.

Y a pesar que sè que mi boca esta seca como los tulipanes.
A pesar que dejè de hundir callejones entre los girasoles ya hace
mucho tiempo. Yo puedo escribir en uno de mis brazos que
el musgo dilataba en la mesa de mi infancia el desprecio
del invierno por la cultura de la piel en el oido.

Y el oido dejò de sobornar todo carril que llegaba de
la arena, el oido pensò en las galerìas y las cuevas donde iba a 
existir pisando las raices de un talòn adherido al centimetro
o esos lechos que una nuca desenvaina para el culto
artero de la sombra.

Yo crecì en el musgo. Y en uno que otro culto de mi sombra,
naciendo de los continentes del craneo.




El Vidrio de Sangre





Yo habìa vivido sobre una ventana.
Hasta casi la supersticiòn habìa vivido, por lo
cual bebìa de una torre.
Como se supondrà caminaba por el vidrio y en
èl buscaba puentes.
Jamàs hallè uno.

Es dificil que el vidrio de una ventana nos ofrezca
la posibilidad de un puente, ello lo hace sòlo el barro.
Otra de las suposiciones es que todo debajo de
mis pasos serìa transparente.
Pero hay vidrios que poseen colores.
Sobre el que yo vivì poseìa el de la sangre.

Yo vìvìa sobre una ventana.
Sus àngulos - de madera o de hierro- me 
suponìan una esperanza con un descenlace que
en nada fuera semejante al cual me ofrecìa 
el vidrio por si mismo.
De esa manera mi esperanza creciò en la hierba;
alejada en su mente totalmente del vidrio.
Nunca la habìa visto, jamàs la habìa contemplado.
Sòlo estaba en mi imaginaciòn como un eco.

En el vidrio.
Pude haberme arrastrado en el barro.
Facilmente hubiera escalado maderas y hubiera 
mordido perpetuamente el hierro.
Pero no fue asi.

Y como hay vidrios que no son transparentes. Vidrios
que no poseen colores.
Me conformè con uno que de dìa y noche era de 
sangre.




El Paisaje al Claudicar






El paisaje claudica -acontece como la muerte
de un chacal a lo lejos- acontece y deberìa,
deberìa entenderlo por ùltima vez. Yo que estoy
ebrio de grilletes y salmos en las oberturas, deberìa.
Acentuar mi vida en esa afirmaciòn, al menos 
parte de ella con la cual atravieso este dìa en
mi existencia, lleno de acantilados y distancias, 
lleno de antilopes.

El paisaje claudica; es como toda una vida ardiente
y las pupilas convirtiendose en parpados; hasta el sonido
de un iris nos dìrìa què mundos abren las yemas de 
nuestros dedos, cuando se posan sobre las mejillas,
hasta la ilusiòn del vuelo dejarìa de ser un ave, para
arrastrar objetos como un pensamiento en el aire.

Tù dirìas: Los paisajes acaban porque surgen
cosas como un pensamiento en el aire.

Eso serìa objetivo y su objetividad es cierta.

Pero no estoy buscando nada que sea objetivo esta
mañana.

Creo que la ùnica intenciòn  mientras escribo es que
sea verdad.

Y el paisaje mientras claudica, en relaciòn a esa verdad es
absoluto.




miércoles, 29 de julio de 2015

Estadios de la Imagen




El interior sobre la niebla.
Ese mismo interior aplazando una de sus
cavidades en el estuario.
Llevando una muleta.
Una escalera gaseosa con semàntica de
corzos.

La interpretaciòn de las coronas.
La estela en la arena, camino irremediablemente
de la providencia.
Los lenguajes de noche evolucionando a una
bengala.
Los procesos belicos de la piel y la identidad
de un centro comercial que irradia
y simplemente lleva jaurìas de un polo donde la
tendencia es del sur ojivada por los
travesaños.

Levitan las cosas sobre dioses de granizo.
Todo aquello que es cultural se extraña entre
estadisticas de polen.
Proselitistas cabelleras de nombres entre los
arrieros, desatan otros revolucionarios.
El oceano y los fusibles, el hierro y los conos.
Los indicios de un respiro donde las cordilleras
respiran.
El sol en la evanescencia; evanescente como esa
brisa desplomandose en la corriente y asi la historia de
una gasa en las supersticiones
con un invierno donde los valles decapitan una linea,
una sìlaba donde la metamorfosis
al evolucionar a la brisa nos quiere decir
que no siempre es de helio
pero puede llegar a un amanecer donde los anfitriones
son de fuego y de uvas
ascendiendo entre crateres y los morteros.

Himnos que inundan los patios. Regiones.
Ballestas que poseen aùn amuletos del dìa.
La oraciòn bordando el equipaje, los nùmeros del acuario
siempre y cuando sus veleros nos traigan
oraculos de clarividencia, antes
de borrarse en los nervios.

Y finalmente la cosecha de una flor en la espuma.
El hospedaje con una fecha de entradas a un
mundo donde no existen las imagenes.

Y la imagen, en uno de los estadios del devenir, 
existe sòlo al formarlas.




Tornasoles





Tenìas un puente.
Una soledad de brùjulas en el granizo y bajo
ello las lamparas que de noche incendian los pabellones
de un manicomio; un aguila azul junto al helecho
el evento de acido en la imaginaciòn entonces
provenìa de un lenguaje despertandose
en las anclas.

La antiguedad para cruzarlo un atardecer en que tal
puente era quemado por una vela. Un dios extendiendose
en la voluntad como una lluvia inutil de sargazos o indomables
templos donde las maderas se unen a los halos creando
inconmovibles sacudidas de sol en una legaña.

Lechos de azabache.

La capacidad del elixir que no es la misma al unirse ahora.
Nuestra historia es de una religiòn en los oceanos de 
la espina basada en bozales e inquisiciones, el universo
donde la uña sostenìa una pileta y la poesìa
en la arena oprimiase a los planetarios
como entre irredentas marionetas lunares.

Lances de constelaciones.
Miscelaneas sobre un pedazo de vidrio y galaxias, donde
una noche volvìa a sumergirse en el infinito.

Un infinito de arena para poder tocarlo.
Uno de agujeros negros y pocimas frecuentadas por las cumbres
en citas de heraldos; uno de regiones amarillas de idolos
donde los rìos se unen al pàramo,
el juicio a la corriente; todo esto cuando lo perpetuo
se deja caer entre los arreboles.

Arrojado por los tornasoles y crepùsculos.




Contemplaciòn




Un pergamino.

Habiamos caminado junto a èl como una hoja
y en otoño lo vimos cruxificarse en las
ramas.

Las ramas sitiaron el canto de una melodìa 
convertida en trino o gorjeo; con ello el pàjaro
concluìa que màs allà de su vuelo era mas 
fuerte su existencia.

Un pergamino porque las funciones del sueño
vuelven a este invierno para replicar, para
interrogar sobre una gota de lluvia como una
redenciòn, donde son ingravidos los peces que
yerran en el aire.

Relentes donde el infinito se desplomaba. El viento
como un brillo, ajeno a lo concreto; un manantial que
respiraba entre la transparencia y junto a una ràfaga
parecìan cercenar la tierra.

Y la creaciòn?
La creaciòn ritualizaba un lago. Domeñaba una piscina.
Llenaba de tulipanes un manantial y luego evolucionaba
al pudor como lo hace un latido, un pliegue en el oceano
y un cantaro donde el enigma conquista en sueños -sòlo
en sueños- la magia.

Y despuès del pergamino màs de un àrbol.
Un continente sin paises, donde el arbusto florece como
una libèlula y comparandolo asi, por el brillo que desplaza en
su vientre, llegamos a un descenlace en el cual su existencia
se desplaza en la noche, sòlo bajo la noche
para poder mostrar lo luminoso.

Y es extraño que nos intentè mostrarlo.

Porque ninguno de nosotros jamàs pensaba en contemplarlo.



martes, 28 de julio de 2015

La Historia en el Sueño




Alguno de estos hombres representa el arca.

Otro representa el navìo.

Existe aquel que ha llegado desde la fosforescencia.

Vemos el grito del tronco en el àrbol convirtiendose
en rama y flanco; los frutos de esta rama significan la otra vida
la de las entrañas; la de los flancos significa la llegada
de un pelìcano con ojos de brea.

Despuès hemos tenido la visiòn de una peninsula.
La visiòn de un hilo que corre por las manos.

Tambièn la de una historia que duerme en la
lluvia, el espejo en el cual la expresiòn pasaba de la 
semilla a los girasoles.

Alguno de aquellos hombres representa tambièn ello.
Uno de sus ojos lleva el significado del trueno.
Seguidamente està el barco.
El peciolo junto a una fotografìa.
El silencio del vidrio arrastrandose en la conciencia
de las piedras.

Alguno de los hombres representa un arca.
Otro representa el genesis.

Pero una hoja se desprende de los nombres, entonces
la ilusiòn y el cometa abriendose paso entre los
desamparos, entre las construcciones donde
casi siempre el infinito, es un pedazo de escama,
una semilla que llega desde la electricidad,
una diaspora equinoccial, una pauta que camina
desde un prologo y asi, extiendese una historia del
mar en otra como el sueño.

Y a nosotros, solo nos queda convencernos de que antes
de haber pronunciado una palabra.

Aquella historia del mar dentro del sueño,
acontecerà.



La Flor Extasiandose





Según lo que sabemos y el río que detiene
esta casa.

Esta jauría en la flexión.

Esa flor extasiandose.

Y la roca arrastrandose en el interior de las
paredes. El gesto del confín y el trueno, repitiendose
entre alambres de osos incrustados en las manos,
mientras lo nocturno despierta un ejemplar
de yesca.

Y despertando también una ribera donde las siluetas 
aprenden del tiempo colocando una boina en el límite, en 
la flora y el confín, en esa especie de augurio donde la
realidad es amarga como la escencia de un relampago
en el papiro, que vivirá sólo una vez.

Según el suicida y la palabra, la soledad de los adioses,
las sentinas abriendose a esos brazaletes llenos 
de porcelana que inundan la lluvia, los patios, el viento
donde empieza el otoño, el frío precediendo al
invierno, a las equivalencias del olmo. Según la tempestad
y la casa, la casa ardiente en el papel, según las manchas
de los leopardos en los obuses.

Ensayando mensajes de noche a los patriarcas.


lunes, 27 de julio de 2015

La Casa de la Astronomìa






La casa termina aquì, junto a una
astronomìa.
Por ello el dìa ha creado la casa del
astrònomo, la cita
con un reloj de barcos en el mar,
el hecho del barril junto a una separata
llena de lamparas excepcionales; vulnerables
al mundo del brillo en el fulgor; extraordinarias
ante las notas de oxigeno que humedecen
un respiro.

Rascacielos de plastico atravesando nuestra
era, la cota y la sabidurìa de todo mensaje 
lleno de codigos de nitrogeno.

La estrategia del viento en una particula de
dados.
Una capa de hilo planeando en las auroras
de lo terrible.
La preparaciòn del musgo en un lugar de
huestes y semidioses.

Y el principio de la carne en toda conmociòn.
El animal secundado por opiniones
de ventanas abiertas.
El oceano despidiendo conciencias junto a 
los equilibrios en las paredes de un simio.
Los archipielagos donde lo mental
sigue a una consiga y se adelantan los 
muelles en un hecho de toxicos
sombreados por olores de animales.

Marionetas de àrboles en el interior
de una enfermedad en la evidencia, 
argumentos de escarnio apilados en la
luz de un martillo, las cartas de una jaurìa
poderosa, levitando en el temblor de 
las praderas.

Radiantes visceras que ascienden al camino
del barro con una piràmide de plastilina.

Esbozos de espirales que sueñan en una marea
de diamantes...

Ahora que el infinito es un sustantivo de 
espadas dentro del poema.





El Rigor del Vilo





Recuerdo un acto que dividìa el oleaje.
Tambièn un evento amarillo donde las cosas
se suponìan. El encaje, el soplo, el anuncio 
del rigor en el vilo.

La llamarada con un espejo.
Otra llamarada con una forma de limbo
determinada por un cauce.
El silencio donde la oraciòn empezaba a
llamar por otros nombres a las cosas.
La escalera para el añil
y la danza.
El cortejo donde empezaba la peregrinaciòn.
El preludio de los exodos.
La carta del genesis.

Memorizo un verbo que abriò la herida hasta
un grito.
Aquello que iba a decir para una casa de vidrio
donde la angustia me esperaba.
La casa del chacal en los despojos de un cuervo.
La naciòn de pubis para un cortejo de 
grietas.
La naciòn de una melodìa donde la fantasìa
encontrò un trueno vestido de larva.
El liquido en una hoja donde
aguardaban los imperios.

Puedo aùn determinar la deriva desde esos
ojos que dan a la continuidad un lejano peciolo
o esos ojos que no dejan de llevar
un silencio vagabundo en su ùnica hierba plateada.

Describo la madreselva con un fuelle submarino
dorado como la inmensidad de una visiòn
donde los tejidos alcanzan el muelle,
el espigòn, la dictadura del hierro
en el agua y el moho.

Recuerdo un acto que divìdìa el oleaje.

Su nombre era ola y siempre morìa
en la arena.







domingo, 26 de julio de 2015

Llegada al Corazón





Esta estación a veces guiada por la escencia.

Su actividad es el de un tulipan que apaga
a casa instante el lenguaje de sus propios
tropicos.

Sus poemas llenode frío y generalmente es
un albatroz desde los fiordos quien los recita-

-asumiendo que acontece-

Esta estación que parece desnudarse entre la
multitud y los pelicanos del horizonte.

Pero los pelicanos viven y mueren en los muelles.

Igual que un poema.

Esta epoca que se llena de acidos y camina como
posiblemente un pretoriano en el interior de una
espuela.

Este día que es una centella, un cuadro de la 
imaginación es su oceano; un solido creado por una
apertura.

Lleva camisas y cascos. Eleva sudarios y escapularios 
de capuchas, frentes como la suerte de una boina.

Es la negligencia de una varanda.
La ola sin pedales.
La cordillera que toma la inteligencia aún desde lo
sagrado.
La cupula del ozono que alcanza el helio.
Esta estación de jinetes que ya no recuerdan el oxigeno.
Que lleva en las flexiones del agua una palabra y en
esa palabra está condenado a lo profetico
por más que perciba lejanamente
su significado.

Esta marea que no vuelve al mar.

Esta estación de buhardillas, la luz creadora de una
sacudida que casi secular entiende el
movimiento en el espacio donde  aveces nuestras frentes
se hunden.

Rodeado por casas de silice.

Fluctuando entre lenguas y dioses que no aligeran su peso
en la caida de una lanza.

Y nosotros estámos en dirección a esa lanza.

-la estación que nos dice lo contrario-

Pero no logramos movermos.




Llevo en esta Luna






Llevo en esta luna un sentido del agua.

-tambièn es una zona donde se incendian las redes-

Elevo, casi involuntariamente, la promesa del zinc 
en los juicios del carbòn, un amanecer de vaticinios. 
Puedo presagiar en cada uno de mis pasos el lugar a
donde ira el siguiente, pero nada màs.
Si yo quisiera presagiar algunas cosas del horizonte,
tendrìa que recurrir a la metafisica y los himnos
encerrados en las hojas.
Igualmente sucederìa con el infinito.

Poseo un invierno a mi lado que bajo ciertas luces
es cierto. Una idea que posiblemente se deslizarà entre
la hierba, intentando transformarse en pensamiento.
He visto su metamorfosis.
Sus dìas dentro del alamo y el girasol.
Mi compromiso con ella tiene la duraciòn de la elasticidad
en una metàfora.
Su cabeza es azul y esto lo desprendo de alguno de mis
sueños.
Y si su cabeza es azul, muchas de las cosas que acompañan
mi realidad tambièn pueden serlo.
Sòlo basta un fulgor.
Una llamarada.

Llevo en esta luna un sentido del agua.
Bastarìa para encontrar de noche todas las siluetas del
mundo.

Pero entretejiendo cabellos en los musculos de los
tejidos
descubro que no es asi.



Mar




Serà como un mar.
Ese mar de jabones y parpados.

Ese mar con una lucidez por la noche y otra
al amanecer, cuando entre transparentes reptiles
son desnudadas por la luz, las algas.

Este oceano que nos ha cautivado como a la arena 
y con ello, tambièn nos condena.

Que lleva una idea del sol, cuando respira en sus olas,
una idea totalmente incandescente, distinta a la que poseemos
cuando vemos romper en la orilla el lejano sol
en la ola.

Este mar de procesiones azules.
De higados y metamorfosis en el agua.
De procesos de yesca en la espuma y un bolido que
siempre es de dianas atravesando la cresta.

Serà ese mar, lleno de amatistas y overoles.

Conjugado por una carta invertida en las sienes o un mensaje
en el agua, intentando encontrar en el otoño
el hidrogeno secreto de la nieve.

Ese mar de truenos.

De emboscadas y cirios.

De gravedades segùn el pàjaro y el violin de carton en el
antìlope.

Ese mar raido sòlo por la vida y la palabra.

Lleno de emociones y onomàsticos en una
tierra de siluetas peyorativas.

Oyendo siempre mundos hiperbolicos.

Caidas del universo sobre una isla, acaso la peninsula
o el manantial -alguna vez- junto al cretaceo.

Mar que libera peliculas y ràcimos.

Que escribe siempre en los pergaminos del hombre,
desde las ultimas palabras.



sábado, 25 de julio de 2015

La Formaciòn de un Triàngulo





Habìas dejado una carta, un reloj de
agua en el techo, una casa como aquellas
por las cuales el nombre indica la estètica como
un rostro cercano a la aurora, a los pasos
de huesos junto a las bengalas y la 
intuiciòn subiendo por
una herida nos 
lleva hacia albuferas de espuma; esas que
tambièn tocan la vida.

Flotabas en una ortografìa de peces donde se oscurecìan 
los vidrios, bajo filamentos que muerde una cadena
de nieve, entre sedimentos que significan en el 
sol, una convocatoria de dioses emplumados.

Una carta. En tus parpados todas las palabras que
habìan en ella contemplan el mimbre y acusan
las sacudidas del pulso tanto como 
del estremecimiento.

Eres de esos vilos semejantes a una cantera, olvidados
por el peso y el bajorrelieve de los himnos
en las cadenetas y rieles de todas
las resurrecciones; profesionales entre la 
plastilina.

Te veneran las cigueñas y los sobrevivientes, las 
gargantas de aire en las terrazas, te sorprendes aùn de
la aguja en el miocardio y el graznido del riel en
la curiosidad citada por el asombro en noches absolutas
de liebres.

Has fondeado un iris en los expedientes que
hablan de barbaros relampagueos de trances.

En cada uno de los mundos tu cabeza
ha colocado un subtitulo de andenes, ademas de
claraboyas que tocan el zocalo desde el desprecio y 
los atardeceres del yelmo mas luminoso de 
una coraza.

Flotas -siempre serà asi- en una cita de equinos
en los màstiles y si cada tramite en tu casa es 
burocràtico, eso lo ha puesto en pie cada una de las
cenizas, que entre sediciosos confines te han 
traido a un pequeño, diminuto asteroide.

Uno que forma triangulos.

Pero que no habla.





Numismàtica de la Nieve






Hoy intentarè escribir sin definiciones.
El celeste sòlo serà una variaciòn del azul.
El azul; una canciòn que huye de la noche.
La morgue una interpretaciòn del felinario.
El instante una expresividad con rapsodas modernos.
La diàspora; pero no como un momento de lo incomprensible,
sino como un brillo que socava la brisa, el volcan y los tempanos.

Digamos tambièn que una saeta puede ser un viento
de porcelana, que coronaba sus siluetas con
poliedros o musgos, llegando desde
las entrañas con dioses contiguos
o un lapso de espinas en los 
ojos de los eslabones.

Asi, no hay ninguna relaciòn con la tarde,
no puedo escribir desde la ciencia de la imaginaciòn a no ser
por la espuma que arranca coeficientes el aura o
el ritual que prensa en sus labios, una insignia dotada
de estandartes, entre la altura de un maleficio o
la estaciòn del frìo, arrancada a la numismàtica de la nieve.

Hoy intentarè.
Serìa nocivo decir que lo harìa.

Nocivo como una inclinaciòn a la tierra que recoge
su gorra.

Como una porciòn de estrabismos que alguna vez fueron
boreales y sin embargo esa capacidad fue dada
al universo un crepùsculo en que el aliento
era una ortiga.

Y el soplo, un arcano pedazo de amor que
dormìa en las cabezas.






La Concepciòn del Pavimento





Vì como recolectaban una hoja.

-no eran cazadores primitivos-

Vì todo lo que soñaste y en vez de haber
casi tocado los objetos hablabas de la fantasìa.

Supe como desmembraban un fosil, una carrera
hacia el sur llena de latigos.

Hubiera tocado el barro ese dìa, pero las
estructuras para mì eran de arena.

Habìas alquilado tu corazòn a un ave
pero no era la ùnica posibilidad.

La posibilidad era tambièn el regreso a 
la nieve, la marca de la lluvia en alguno de
los escombros de nuestras piel.

Y toda posibilidad enciende un acertijo antes
que una paloma bata sus alas en el acido.

Toda posibilidad llega desde una 
gran concepciòn, un amanecer en que las islas
encuentran el pavimento enrojecido por
los hombres.

Vì una tarde.

El color morado de las sienes me decìa
lo artistico que puede ser un craneo, cuando no
se lo propone.

Eso no deja de ser quiromantico, casi
sobrenatural.

Pero no sabemos porquè.








viernes, 24 de julio de 2015

La Existencia de los Hombres





La existencia de los hombres explica la existencia
de estas casas.
La del pàjaro explica la de gorjeo.
La del gorjeo explica la del brillo del sol en 
una de las hojas de las ramas.
La de la literatura explica la de una alegorìa, digamos.
Y asi, la del navìo, nos hace comprender la de un
gaviero.
La orilla nos dirà que siempre habrà una ola y la
ola que siempre habrà una estela.
La de verso que siempre habrà un poema, pero 
eso no necesariamente explicarà a la poesìa.
La poesìa parece explicarse por si sola.
Y cuando no sucede ello, la poesìa es un pelìcano
que enumera las corolas en la arena.
Un pelicano que a veces posee el tamaño del agua.
Que sostiene en su pico lenguajes de tuberìas.
Mientras tanto yo he crecido entre los gestos de 
todos los archipielagos con un balcòn vaciò, donde 
respiraba el hierro, ademàs comprendì un poco
de sal, mientras recogìa acompañado del sol
el agua en caso de ser sedimento; sòlo en ese caso.
Luego, el aire me recogìa de playa.
La existencia de los hombres sobreentiende la
de los automoviles, la del puesto de dios en una iglesia.
No nos hace entender la de ese meteoro que pasa
y el pedido de un deseo lanzado por nuestra conciencia
al aire. Tal deseo no se irà con ninguna estrella fugaz
y mucho menos con un meteoro.
Es sòlo un deseo que empieza a desnudarse en el aire.
Nosotros jamàs veremos su cuerpo.
Asistimos a la formaciòn de sus entrañas en nuestros 
labios, se hizo palabra.
Nada màs.
Pero, la existencia de un hombre no explica la existencia
de una mujer, pero ambos caminan por el agua.
No multiplicaron los peces pero contaminaron el pan 
como lo hacen los hongos, si los dejamos demasiados dìas
expuestos al aire libre en el verano.
La existencia del hombre puede explicar la existencia de 
todas estas cosas, mas no la de otros hombres.









Poema







La mañana de amapola con flexibles
industrias.

El nacar feroz sobre el hilo.

El geranio duerme sobre las citas de la
ceniza con sus heridas.

Un hombre apaga mitad de su vida en los
pabellones donde el follaje enseña otro horizonte
a las sienes. Otra fuga es la del agua; una
que enciende estudios de caballos sobre
el idioma de las revelaciones. Una
de herraduras cabalgando en
los menguantes.

-se forman los crecientes-

Una cabagadura que resiste en los molinos
evitando que el aire los convierta en
circulos.

Antiguos gestos de pus donde los satelites 
dejan de predecir marginales y algo 
semejante a un cosmos dice el nombre de 
los mismos con algo de polvo en sus ojeras.

Oh! yo los veo, parecen cantaros que
recogen la espuma de si mismos como si
las cosas pasaran y dejaran de hacerlo, como
si el devenir lograra despertar entre el
espacio mostrando un jacinto màs, un estambre,
una colonia donde los objetos reiteran
su existencia, no sin antes 
contemplandolo todo...

Desde un prolegomeno...

Donde se agita el caos.



Los Santuarios de la Brisa




Alla la luz que transmite un himno en las
centellas.

Alguna especie de ruido y diluvio sobre
la pergola que esboza antorchas.

Tambièn el nombre cuya existencia
entre nosotros descuelga el lirio de la realidad
y la apariencia.

Un nombre desnudo en la ortografìa de
un esqueleto, escala una jabalina.

Llega la voluntad de lo lejos, el poder de
un cisne para despedirse, para alejar la ojiva
del escrùpulo y encontrar ese pudor que
toca el agua con un sentido mas, desde
el cual percibimos una fabula por
la noche, una bandada de
galeones en las 
ràfagas.

Entonces el aire.
Los santuarios en èl de la brisa, no caen 
todavìa sobre la tierra y se encaminan entre
corrientes devoradas por los pàjaros.

Por los menguantes de un
pelicano en un asteroide encerrado en
la corriente.

Desgastado durante siglos por la atmosfera.

Soñado igualmente que aquellos santuarios de
brisa por la gravedad.

Pero misteriosamente en la 
transparencia del aire.

Sin caer aùn sobre las superficies.





Manantiales de Fuego





Me he preparado como el invierno para
vivir en las cosas, lejos de èl he visto sòlo un 
cartilago.

El sol ha mudado hacia la pulcritud.
Algunos pensamientos crecieron entre lo ligero.

Recordè el estambre como lo harìa un
monòlogo en el acento de la miscelanea.

Tuve las dudas de un referente creciendo
en los medanos.

Un referente como el olivo cuando muestra
sus cadenas.

Un referente volviendo legendario el busto
del aceite.

Uno totalmente espumoso como los leviathanes
surcando àrboles.

Me prepare sin el sigilo de la edad en los tropicos,
terrestre y ludico.

Dotado de fabulas para el azahar, desnudo
como un pensamiento en el helecho.

Relatè a la pureza un significado en la nieve.

Existì un poco, abriendo cartas de nieve y de agua 
para recitarlas a los manantiales.

Concibiendo poemas en el fondo de la naturaleza
acompañados de un rìo.

Estoy cerca de ese punto que no lleva a ningun
lugar, pero desenvuelve trazos en una marisma.

He cerrado los ojos en la conciencia de un
archipielago donde se doblan tambièn las helices.

He visto a la realidad compenetrada entre espigones
con barcos de cera.

Barcos que irremediablemente van a derretirse
en los manantiales de fuego.





jueves, 23 de julio de 2015

Hacia los Faroles





Alguna de estas reliquias lleva el
hueso de los vortices, el esqueleto 
de una fragua tocada por un inspirar
o un velero donde tambièn creadas
son las puertas.

Dioses de magma sobre una culata,
sonidos entre destellos, donde una
pàgina inunda el menguante de
revelaciones; pràcticas diarias de
gavieros como si fueran franquicias;
lumenes de actividades del sol en
una herida.

Ferrocarriles de sueño donde un
planetario desciende con su ajuar de
fiebre, con su redacciòn profunda
sobre los articos, una noche en que
la oraciòn es de hierro y lo luminoso
regresa al sacrificio en un paìs de 
mascaras.

Antes que las boinas las conduzcan
hacia los faroles.




El Llamado de las Ruinas





Hubiera vivido en el interior de una tormenta.

Cuando el canto es el menos ejemplar de 
la obsidiana y en la abstracciòn es inundado de
pureza y limites.

Y en el opalo los racimos se unen extasiandose
en una frontera.

Hubiera recogido los placeres del mar, el otro
nombre que llevaban los pàjaros llamado 
oceano, en mis huesos serìa  una frecuencia.

Desde el silencio, el final de los amuletos me
reconocerìa con su rebaño de sangre.

La memoria colgada del sudor hubiera llegado a mi
temple, con una forma de sargazos que tocan de noche
las serpientes.

Mi llamado de las ruinas describirìa colosales
mimesis, donde nivean los adioses hasta el principio
de las llamaradas.

Yo reconozco esas ruinas por el vigor y sus
travesaños celestes.

Los reconozco por esa fe que la voluptuosidad coloca
en un sentido, bajo las sombras de las piedras.

Hubiera caminado pero en un cuerpo son secretos los
equinos que tocan los laudes y si miramos un piano, siempre
es un enigma el espacio que sostiene su poesìa.

Y mi vida coincide con las hojas mientras el àrbol
se convierte en espìritu.

Asi como la noche lentamente en ceremonia.






En lo que Concierne




En lo que concierne a la flor, hay un relato.

Muy cerca, una bengala que tiene la constituciòn
de un relampago.

Tambièn estàn las sienes, podemos afirmarlo por
el continente en su porciòn de piel, ademàs
de sus rìos que portan varandas.

Es de noche y miramos el aceite entre los toros.

El sol en el gallo no es el mismo.

Una aceituna deja el racimo y segùn los
acantilados ello es como una nebulosa que nos
sigue en la mente.

En lo que concierne a aquella flor hay una narraciòn.

Una especie de barco con forma de camello.

Una dimensiòn que puede facilmente convertirse
en jaurìa.

Observa, esa manada que llega de lo divino no
es de polvo.

Es sòlo una alianza entre las marionetas y 
los vilos.

En lo referente a esta casa.

A los grillos alimentando un periodico.

En lo mencionable por la luz que otea en los balcones
como si fueramos a vivir para siempre.

Siempre es demasiado reflejo para un pensamiento.

Siempre es una forma de concepto que crea su
horda en la superficie de la luna.

Nosotros tambièn lo hacemos.

Aquì, en las superficies de la tierra.




Las Otras Esferas





Llevas una vena azul en uno de tus hombros.
Junto a ella, una ventana sin oidos que toca
la arena, luego una revelaciòn como el agua
ahora que el hidrògeno està lejos y todo en
el universo parece de oxigeno.

Entiendes por poesìa aquello que no se puede
reconocer en un cometa y desplazas entre
los overoles alguna especie de puente,
un rìo que descenderìa contigo hasta una mañana
de piedras que oscilando en el horizonte
serìa una estrella que se aleja
de las constelaciones.

-en lo personal, necesito creer que siempre
se alejan de ellas-

Son otros astros los que crean las constelaciones.

Son otras esferas.




miércoles, 22 de julio de 2015

Poema






A veces la noche es una araña.

Una revelaciòn de antiguos mercados en
las constelaciones de una mayòlica.

En los perihelios donde probablemente un
amanecer se unen los edificios.

En ocasiones la noche es un manto.

En otras duerme sobre un escalpelo que 
busca sus colores en un arcoiris.

Otras dibuja un filo para un poema, un roce
antiguo como el craneo mientras los diluvios con
constituidos por rafagas.

Y la creaciòn camina dividiendo sus figuras.

El oleaje crece de manera que 
el universo suelta mensajes sobrenaturales,
revelaciònes que pesan el vuelo de una gaviota en
la continuidad de una red o el espìritu
de una cota, soldada en lo alto por hemisferios
de fusibles.

En los vidrios atardece.

En las asambleas de las estelas sucede de lo mismo.

Se diferencian porque a las ùltimas se relacionan
los crepusculos, los tornasoles.

Pero en ocasiones la noche es una rada.
Un vuelo de esponjas.

Una coincidencia en el momento preciso en que
el aire se encuentra con la carne en 
el timpano del oido.

Y como consecuencia brota el sonido.



Simil de una Hipnosis






El proyector que muerde
o el dibujo del simil, en una cadena de
agua, donde los valles son hipnosis entre
minusculas.

Antiguos reflectores de carne 
bajo conjuntos de piel donde los animales
regresan a siniestras espumas 
dotados de caballos.

Vemos el aspa junto al equino y las
praderas que inundan el universo de un mundo
menos cercano al nuestro, pero en el cual
lo que trasciende es representado
por la contemplaciòn y el
ritual
de la belleza en los papiros.

Belleza que presagia.
Que ofrece a los himnos la capacidad de una
tortuga.
Que recuerda fogatas entre lamentos de 
cenizas.
Que invoca a los simios con sombras de platanos.

Belleza que coloca santuarios dentro de 
la hojarasca, donde el plasma desolla nucleos y 
acorazados de mimbre arrancados a los hombros de
la lluvia.

Belleza que desde el sol 
cae entre los acuarios conjurando un oceano
de porcelana en alguno de las puertas de tu casa 
donde ya antes nos convenciò la mirra
de un hecho religioso.

Uno llevando exactamente el soplo
de un desierto.




Antepasados




Estoy de acuerdo, sòlo podemos vivir
en un fruto, examinado por un rayo de 
manera logistica.

Eso no nos da derecho a los elixires ni
las campanas, tampoco a las sienes o las
nocturnas piramides.

Ello no nos sostiene sobre plan alguno 
de los rastrillajes y los obuses donde juega
una bandera.

Sòlo es un dìa de extranjeros con una
temporada de algas en los rostros.

Sòlo es la higuera donde una lechuza 
inventa dìas de coral y brea.

Como lo hace un leopardo...

Està bien, es como si se desmayara una
hiena y los huesos del viento llegaran para
reclamarla, con un sol de plomo en sus
ecos.

Como si desnudaramos un papiro en la
niebla donde crecieron los uniformes.

Es desde todo punto de vista ninguna 
referencia a los travesaños o una colina
amamantada por la nieve.

Y ante esas noticias de agua y cabellos.

Ante esos indicios de una herida
en los huertos, donde los pàjaros crecieron
como nibelungos entre los azulejos.

A nosotros sòlo nos toca descender sobre
todos los ejes de la tierra

Igual a como lo hicieron nuestros 
antepasados.




Lo que Desciende





Verde lo que desciende en este mediodìa
de follaje; mediodìa de verbos que como una
estructura circular redondea retazos de
jardines.

Y pienso. 
En esa casa donde el grillo recogìa la savia.
En el camposanto donde los helechos reconocìan
sòlo una de sus profecìas.
En el juramento que hacemos a esa promesa de
invadir algo como el oro de la memoria.

En los manantiales.
En los minerales si se trata de vivir cada
amanecer en una gruta
llena de megafonos y sistoles como las que
lo extraordinario compara
y sostiene en el equilibrio de sus hordas para
llamarse existencia.

Verde lo anunciable en el tropo.
En la media.
En la concepciòn del torpor y la estela que
abandona tu casa de noche para llegar a los baules.

Como una enredadera en un trapecio o
-digamos algo mas cercano- las enredaderas que
suben por los acantilados como màstiles; aquiescentes,
atrozmente aquiescentes.

Igual que bozales.









Antes del Sueño






Antes del sueño todo era azul y apagado.

Habìa una celula para cada redenciòn y para
el dìa que resucitaba, una colina.

Habìa un voluntario junto a la corola del siames.

Habìas colocado un poema en una de las paredes
donde -ya antes- escribieron los trineos.

Oìas algo profundo en los acuarios, algo asi
como si los veleros se convirtieran en ruinas.

Tales ruinas observaban algo desde los siglos.

Algo igual a un cometa, un tallo, una abstracciòn.

Algo como si te diesen un pedazo de carne con un pan 
o una bengala llevando temporadas de piedras.

Antes del sueño todo parecìa azul y podìas masticar
si caminabas. 

La apariencia descendìa sobre los vocablos y tenìas
en cuenta el calor del racimo.

Los murcielagos se cubrìan de fusiles.

La estrategia del mar existìa de modo cualitativo en
las sienes.

Y los fantasmas -como ahora- atravesaban las
paredes.




martes, 21 de julio de 2015

Lenguas de Barro




Eso fue lo que llamamos adolescencia.
Aùn es un paso deteniendose en lo boreal.
Sus gestos son marinos para convocar a sus
jinetes.
Los brillos en ella, no dejar de derramarse 
sobre su dialèctica.
Su insomnio es terrestre sobre sus
particulas de modo que afirmamos la 
existencia de juglares que viven
entre la realidad y el sueño.
El recorrido de sus plazas se une a la vida 
con titanes de plomo.
Es siniestro el acantilado donde duerme una
imagen de sus orillas; antiguo como la
simetrìa de una mandibula o un ala en 
el horizonte.

Ello fue toda la adolescencia.
Mientras cazas y relevas un acto por otro
que sigue a las cigueñas, procesado sòlo por
un murcielago.

Aùn, extiendes el corazòn por territorios
errantes entre los brocales, entre sonidos de 
algodòn y metabolismos de indices, donde lo 
sideral no deja de agitar cierto patio
cierto idioma sin abrir
cierto alfabeto o determinada circunferencia
que tomaba por atroz 
la formaciòn de un atardecer,
de un orgànico radio en las cumbres,
de un despertar -acaso somero- junto a los buitres.

Aùn, es una existencia màs la que nos toca
la que nos va a ejemplificar sobre la tierra, con
epistemes y lenguas de barro, sòlo para que el polvo
conozca tambièn nuestra saliva.




Marco Teorico-Espiritual





He tomado esta noche de uno de tus senos;
antes de ello el mundo era superlativo.

Tal seno era semejante a uno de mis huesos.

He llegado a la mayuscula de la carne sin
alguna proporciòn, acompañado con un texto de
piel desde la mìa, intentando abrigar ese ritual 
hermafrodita y atletico que significa la inocencia
en una cultura de sal en los pronombres.

Nos hemos llamado desde el acido de los venenos
y cada uno cortò el brazo del otro para absorver
el mercurio habitando nuestra sangre; ello es
una especie de raza, de sinòptico ejemplar de
artropodo, un acto que se remonta a la ciencia 
de las dagas lo que hacemos, para poder ir màs 
allà de lo que tocamos.

Y llegamos con ello a un misterioso mundo
a una jaurìa que despierta con un huevo en los
poros, que deslinda a diario con la marea, que no
lleva meandros y busca ser sintètica, a pesar de por
instantes, atravesar la relatividad de una flor atòmica
-por definiciòn- intestinal microfono que llega hasta 
los nombres, donde sòlo los televisores son estrellados
por una categorìa.

He tocado tu cuerpo del marco teorico-espìritual
de la realidad.

Tu boca persigue aùn la conmociòn.

Y las ventanas de tu casa aùn ingresan al albedrìo con
el cual el amor recrea las alturas de un relampago
neoplatònico, excepcional como el brillo y el aire
que se cruzan en la puerta de una habitaciòn
buscando llegar a otra.

Tù eres esa habitaciòn.

Tu eres esa puerta.





Amanece




Amanece. Por esa escritura en las manos.
Por el cauce del rìo en una de las puertas de esta
casa, por la percepciòn de este ser que llevo
como personal carbòn, de una intuiciòn que se
humedece entre los precipicios. Bajo un
hemisferio escencial que no es de cisne, bajo 
la luz arrugada de esta habitaciòn donde el
pavimento cediò hace siglos al peso de los
muebles y las huellas. Amanece, el ùltimo de
los animales resbala en la cera del suelo y ello
deja de ser inmemorial ahora que el tiempo
en las sienes arranca un pañuelo al asta y son
anchas las cadenas en los ojos de un tridente,
de la marejada, en el trueno -por decir- de un 
color azul sigilozo como el sueño y en el cual 
intentamos siempre que el lenguaje fuera
conciente de esa poètica con que errantes
caminamos entre las cosas. Amanece y no
siempre fue asi y claro està que este es sòlo
un monologo lejano de la arena y el mar,
un  monòlogo -por hoy- crucificado en la
busqueda de la forma por la poesìa. En los
hechos, un poema escribiendo tan lejano a
la medida de dios y las bolicheras -acto, màs
afìn a los pescadores- un ser cruzando los 
oceanos, casi transformado por galeones.






El Centauro Verde





El lenguaje pasa por esta generaciòn.
Duerme historicamente en sus corales.

Respira en nùmeros de insomnio y de celular
presentimiento.

El lenguaje es un pàjaro que sobrevolò el amor,
que encontrò capitanes de alcohol en el agua
que incursionò en los techos para leer 
en los secretos manuscritos de los gatos.

El lenguaje es de hierro.
Se llena de alamares y duerme en los horizontes
llevando el ligero peso de una alhambra, de un
centauro verde como lo desconocido
el lenguaje es un centauro verde que se alimenta
de la lluvia.

Un aliento de minerales parece conjugarlo entre
crateres y peines que muerden el concreto
que inhalan siempre estrabismos de deseo entre 
los overoles, donde junto a una visiòn 
fue escalando en el sueño
una marisma
un lienzo
el bodegòn de un adoquìn que retratado
vuelve al cielo transformado en constelaciòn
-no en estrella- y eso es proposicional a un talmud,
proposicional a un astillero
a una estaciòn donde los grillos forman un perihelio
en sus hogueras,
en sus cartas lunares interpretadas por los moluzcos.

El lenguaje es un escarpin caminando por los astros.
Una danza de escarnio formando los asteroides
en algùn cuerpo.
Y cerca, muy cerca de legendarios guijarros.




lunes, 20 de julio de 2015

Esporas





Hoy los mundos estrenan casas de fosiles.

Sembríos de lenguajes calzados por
violentas paredes de silice.

Piletas donde derramanse topacios.

Las siluetas de los carbones son azuladas 
ahora; llevan eventos de astros.

Las manchas de un espejo son derivadas
hacia los dones, en estos oriundos 
mensajes
tocan los patios de la lucidez; brota un relente.

Colonias de fragatas dentro de un califato
presionan interiores, diafragmas de
inmensas camisas ascienden 
hacia el pelo.

El estertor perfilase a una laguna donde
el ondular de la corriente parece seguir a 
los circulos.

Los pájaros nos muestran entrañas que nunca
habíamos visto en el vuelo.

La muchacha que miras pasar se convierte 
en un diálogo; ese diálogo es el primer color que
arranca de ella un prisma.

Somos primitivos para pensar en los colores 
que restan, asi que no raspamos su velo.

Por un instante somo mas primitivos aún
y asi nos alejamos a una corola, donde el viento
nos muestra las cosas desde un fulgor
mamífero.

Y al mirar, hay una reminiscencia donde
aquellos mamíferos abandonan finalmente 
los países.

Entonces vemos el mundo al cual se dirigen.

El cual està construido por esporas.





Poema






Pese a muchas de sus contradicciones
he pensado en el poema como lo hace la lluvia,
el ejemplo de un arcangel tomado por lo divino
y las lianas de un sol que recorre un manantial
sentado en un bote.

A pesar que no me toque nada de sus limbos
o me recupere de manera dialéctica cuando crecen
los ojos en la oscuridad de una tibieza; ligera y
animal como los prados.

Y en medio de las corolas amamantadas por
un cisne, pienso en los relojes que llegan al horario
de los musgos, con un cayo en los labios después 
de haber lamido todo un atardecer las crestas.

Y pienso también en las tormentas que huyen 
de los diluvios para crear su propia escatología, 
pienso en las escuadras que se hunden cuando
cuando los puentes recogen su conciencia y 
hay nada más que un universo lleno de 
pasos en ella.

Y contemplamos en ellos
Contemplamos en ellos para separarlos.
Y volver a encontrarnos con ese jardín que alguna
vez cruzamos.
Con esa historia que convertimos en ceniza en 
la playa.

Porque cada paso es sólo la cita con un leyenda 
escondida.

Una que nos encuentra en su memoria.






Lenguaje




Construye un rio, luego una noche; escencial
para todas las cavernas, motivo de agua entre la
desigualdad.

Coloca un evangelio en los candiles.
Ofrecelo a los hombres que pasan la vida 
entre sus propios huesos.

Junta tus propiedades -al menos intentado- de 
manera azul.

Habla con las hienas en la orilla de un archipielago.

-necesariamente allì-

En dìas escenciales mira la tierra de manera coherente, 
por lo general evita la lucidez y el tono brillante de 
las dagas.

Edifica morgues en tu cocina; una para cada uno de
tus gatos.

Observa en el lirio donde el arroz une el polen con
otras cavidades de la abeja.

Ten por presente yacimientos, semillas de gravedad
como la soledad a veces alcanza, entre costuras y redadas
con perfume de azoteas, oye en el amanecer a los gallos.

Oyelos. Revuerda que hablaron con los gallinazos.

Escribe de la pared en una casa, respira en nuevas 
maniobras donde el sueño inmoviliza un paraje lleno de
cotas.

Reparte tu piel entre algo que pueda llevar abriles.

Se neoliberal porque nunca alcanzaras con ello una brisa.

Sal al mar buscando un punto en el agua, separalo del 
dìa que corta o destruye; si vas a escribir dedicate a olvidar
ten por ejemplo a la luz y los labios; el beso
es un animal que de manera sudorosa se hunde
en cada roce de manera extraña y diferente; en su espìritu
duerme un prisma.

Construye un rìo, tenlo por bosque, has de èl un prado y en
tus uñas sondealo hasta el final de este invierno en que el caos
separa la lluvia de los azogues y son nocturnos los esfuerzos
por sostener un lenguaje.

Y sembrarlo cada amanecer entre agujas.




Materiales Para la Luna




Cabe la posibilidad del adviento, de los
adioses y la brisa al irisarse, de los movimientos
con esquinas y sin ellas, de la intensidad atada a 
la luna, de los desplazamientos segùn las orquideas.

Y dada la sexualidad de una espada, los ordenes
modernos del rito, deberìan llegar acompañados de 
gasas, de especulaciones y morenas especies donde el
fìn es el viraje del calor a un monoplano, a una casa de 
agujas y dagas abriendo los carbones, junto a una noche
violeta de peces, de canela y bruma.

Y dada la originalidad de un rumiante; su casa en el sur
llena de almenas tocadas por la sed, llegamos a la 
conclusiòn que es el otoño quien lima las cosas, quien
roza las entrañas y como sudestada que bate lamparas,
toma los equinoccios que inspiran a una emociòn a rodar
en un papel, a la sensualidad a recoger nombres abiertos
de las mandarinas; entre sordidas medidas de arrobos.

Para entonces habrà sòlo un cometa. Los asteroides 
sembraràn en tu casa, molinos. Los volumenes ascenderàn
entre puestos de insomnio y los faroles tensaran palabras; para
la luna materiales; para el vuelo de los peces, una boca; entre
los barrotes, una especie de calor tomado por raices.

Equilibrandose en dinastìas de espuma, donde siempre
serà rojo un cuadro de la mente, escribiendo entre los alamares.




sábado, 18 de julio de 2015

Los Mitos de la Tierra





Percibo esta calle como si hubiera vivido ya
en ella.

Intuyo en el agua que cae, formando un pequeño
rìo por la pared, otro que ya ha vivido en algun
lejano paisaje a mi lado.

Vuelvo a sentir en las cosas y objetos; el fìn del
universo como ya antes lo habìa sentido.

- no es un concepto de lo irremediable, no-

Percibo esta calle, porque en otra vida he puesto
en cada uno de mis pasos que vivieron en ella,
mis propios subtitulos.

La conozco por sus dragones abandonados al
pie del ùnico espejo; el mismo reflejaba
entonces diminutos demonios azulados.

-algunos eran palidos, debo reconocerlo-

Y debo reconocer tambièn el hecho de que 
esta calle, hizo de mì, un aprendizaje con las piedras.

Yo no sabìa entonces que ese aprendizaje, me
pertenecìa como el espìritu de mi propia vida.

Yo no conocìa entonces la voluntad ni el pàjaro
que convertido en pelìcano, se alimentaba de un 
neumatico en el petril de una iglesia.

Mi aliento no era dirigido al concepto ni el
somero mito de la abstracciòn en la niebla.

Mi vida no era una prolongaciòn de ninguna
definiciòn por parte de la lluvia.

Yo sòlo era un hombre que -como ahora- escribìa
de noche.

Y hablaba con todos los mitos de la tierra.


Latigos Fundamentales




La descripciòn del ambiente es cientifica.
Se encuentra una introducciòn a la
teorìa del hambre.
Hay una flor sistemàtica que naturalmente
està sitiada.
Una cierta corpulencia de una doctrina 
sube a los abetos de manera gris y compulsiva,
como un cetrino mercado por la tarde
cuando el invierno propone latigos fundamentales.
Importantes solsticios de lluvia nos 
afirman que esto es todo lo que tenemos.
-ademàs de un gramòfono-
Hay tambièn una citara, resultado de la soledad
y el desprecio y conforme a los dìas del genesis,
los nùmeros -que mas da- son antropològicos.
La descripciòn del ambiente es tambièn
un parentezco,
un origen o mitografìa de una calle de un solo 
ser; no es una unidad, no es la escencia
del prado y los caballos.
No es la obra surrealista o expresionista de
un mundo que pisa los papeles y dando un paso
màs despuès de ese mundo, intentamos oir
una cabeza.
-una cabeza es el resultado de un craneo-
Decimos entonces que allì seagita lo univoco
y lo provisional.
Y entre tendencias de plata logramos otra vez
divisar el mercurio.
Observamos extyraños yacimientos donde
sopla una hieràtica rosa y afirmamos que para 
graficarla hemos traido un lenguaje, asi nos
deshacemos de nuestro ùnico abrigo, asi
volvemos de la noche tipicamente
subdesarrollados.
Eso nadie lo puede arrancar.
Eso parece psicologico como fascinante.
Ello semejante a una infancia que calza sus
grevas. 
Y mira tù la intenciòn de este prologo.
La exegesis de una religiòn en las canteras
donde son inspirados los glaciares; simètricas
llanuras de vidrio, donde -debes saberlo- no
nos espera una revoluciòn.







Diario Purpura





Alguna vez recorrerás los vidrios como lo
hace la transparencia.

Alguna vez esa transparencia te detendra en
una esquina, junto a una liana.

El color verde de los planetas estará
dormido sobre una visión de simios, cubrirán las
citaras sus melodías, antes que
lleguen las de las arpas. 

Tendrás helicopteros en la arena. Nuevamente
poseerás un molino en tu boca. Los primates se 
volverán a guiar por las aguilas, que como relieves 
vibran y vibrarán en las superficies de algunas 
corazas.

-todas tendrán la inocencia que querías para el acero-

Tu redención será plateada como un pedazo de
cuervo en las manos, donde otra vez la inspiración 
otea con su pedazo de palabra dormida y seca en
en el verano.

Alguna vez los rieles se preguntarán sin darse 
cuenta que estaremos descansando en los craneos
como si fueramos pensamientos de leche.

Y nuestra capacidad para llegar.
Nuestra consideración sobre los dioses.
Todos aquellos helechos que dejamos vivir debajo
de los ríos se reirán de nuestros pasos
acompañados de ciegos 
estandartes; estandartes que mostrarán a la tarde
que alguna mañana nosotros también fuimos 
alimentados por los osos.




.




viernes, 17 de julio de 2015

La Busqueda de los Leopardos






Nos parece que el rìo a cada instante se inventa, pèro
tambièn se pierde en el oceano, en esa parte llamada
trascendencia; es decir un cielo de ira en los
pièlagos.

Que los peces encargados de llevar el invierno
esta estaciòn, no lo haràn, porque dejaron de ser sagrados.

Nos parece tan sagrado ese acto de la memoria
convirtiendo en bozal un perdigon; por aquel perdigòn
se buscaron alguna vez los leopardos.

Me parece tan extraño que mi plural haya dejado
singularizar la imagen siguiente; una ola
arrancando la sangre de la marea a la escarcha; la
que vuelve al mar obviamente. La que respira
en los cuchillos y despierta la magia en las
crines, junto a mediodìas que dialogan entre 
arquetipos sangre. 

Se nos hace cada dìa menos familiar, el jardìn
donde bebe el chacal aquel poema donde todo se
hace enigmatico, como los pasos de un juguete
o una matricula de gas en los elixires, allì
el aire pesa màs que el corazòn de los pliegues.

Nos parece tan misterioso que la noche deje de
colocar un cisne en los labios, un cisne amarillo y rojo,
igual a esa magia que se mueve en las venas con
una dinastìa sinòptica de manantial, nos parece
inaudito ahora que los planetas no sòlo alinean
sus cuerpos; tambièn recuerdan el analisis
y la interpretaciòn que llevaban en su signicado
el atlas de un murcielago.

Extraño como las civilizaciones de las buhardillas.
Tan extraño como la rebeliòn de los obreros
en una carta, donde algo como el azul deja de
maldecirse y en esa maldiciòn las pautas de
un maleficio son las que aplicamos en el pavimento,
donde civilizaciones y obreros caen nuevamente con un
estigma en la boca, con un nùmero parecido
al de las estrellas, disputando un orden terrestre
a las bengalas.

Nos parece tan extraño, màs aùn porque las
bengalas antepusieron el agua para equilibrarse,
para tomar la poètica sin una hoja, con tan sòlo
un bolsillo que confirma esta mañana que
es el infinito el llamado de los lìmites
de la periferia construyendo un zafiro
un buitre que llega del oceano
con un perimetro de medusas en su frente.

Nos parece tan misterioso que uno de los
contenidos de la magia, deje vivir todo esto.

Y ello sea a base de expediciones.

De criticos estados para acceder violentamente
a la poesìa.

Una poesìa donde son sindicadas por haber 
llevado las palabras a otro mundo.















Conocimiento de los Sargazos





Te reconoceràn por ese silencio
en la hora de la virtud y los vestigios.

Te enseñaràn muy lejos de tus celulas; el
lugar donde brotan en ellas los cardenales
y serà semejante a pensar en sacerdotes que
barren la arena de la playa una noche.

-eso es imposible; eso es inasible-

El conocimiento que tomaràs de las cosas 
poseerà mas de un sargazo; el mundo a tu lado
tendrà un discreto tren en sus cerquillos.

Los telescopios recogeràn una cabina.

Los microorganismos describiràn lo que yace, desde
una visiòn de avutardas.

El sonido tendrà un cuerpo.

Te enviaràn mensajes todos los pacientes del mundo
pero no podràs responderles.

Te contaràn de los colores en esas cartas, diseminaràn
en cada una de esas cartas sus legiones.

Te obligaràn a graficar los demonios que muren
en el aceite.

Llamaràs -que duda cabe- a los ecos como lo
hace la piel.

Las avenidas seràn irreversibles como los 
acantilados e iràs a la cacerìa igual que una piramide
en la arena de las dunas.

Buscaràn en tu puerta referencias a un otoño 
de grasa.

Tocaràs la brea para jamàs olvidar tu ciudad.

Se sentaràn como los atros, con algùn corte terrestre
en sus ojos, asi diràn que pertenecieron al mundo,
que en algùn lugar de la distancia tù habitas.

Luego ellos estaràn conformes de haber arrancado
el nombre de tu cuerpo y se iràn.

-estaràn convencido de ello-

Y en esa paciencia que florece en el silencio.

Tambièn tù lo creeràs.




Funciones de Iridio






Distintos espacios entre las alambradas
dejan ver algunas de las casas, atormentadas 
por dios en el invierno.

Diferentes y extrañas como el latido de
un modelo en el tiempo; viviendo como la plusvalìa
en la arena.

Mientras tanto el desierto forma sus naipes.

Y hay entre sus gemelos una descripciòn de los frutos,
de alamares de plastico junto a un extranjero
irradiando microfonos en las alcantarillas.

Y asi, un laberinto de brillos se inventa
entre memoriàs que fosforescentes al brillo de un dios
nos llegan, con cronogramas que tocan el fondo de 
la tierra, donde aguarda a aquel dios tan 
sòlo la naturaleza.

El jardìn se deshace en las làmparas.

El aceite en ellas vuelve a ser primordial
como una luna de medulas
y trazados
donde se agolpan los descendientes.

Como un menguante, vigilando la adolescencia
de los pendientes en sus ciclos,
en las carreteras de sus agujas en el borde de
funiculares y aletas
donde un fecundo yacimiento de diametros
nos hace creer que su corazòn respira entre funciones
de iridio.

Cuando en realidad sòlo atraviesan el zinc.



Espìritu de la Quiromancia en el Evento




No es una edad.
La filosofìa del tren cruza esta casa habitada
por antropòfagos
derivando a las raices donde la cultura deja
de relacionarse con el mar,
con la noesis del sol en los pulmones; exactitud
dejando en las albuferas colores.

Y los cabellos atravesando una pared
confirmarn el agua que propicia cierto mundo universal
en el pelo, llenando de astillas una cadena,
ritualizandose entre dorados aceites que
descienden de los àrboles.

Los observo con esa definiciòn que llega de
los brocales en las avenidas como si la realidad sòlo
atravesara desiertos.

Imagenes de un mundo en las ramas, lleno
de racimos.

Imagenes de un cerco para el sol, de una redada
para el sol y las espoletas.

Extrañas confecciones de drill.
Verbigracias de acuarios que se juntan entre losç
corales, con una mancha roja.

Y la playa?, teñida de intensidad
pasa por el verso, como una penindula a lo lejos
entre letras inundadas a veces por lo
sobrenatural.

Y digamos que la quiromancia que descansa en
lo sobrenatural es quien crea los eventos.





Teorìa Epistolar




La atmosfera es plana, lleva un fosil y una
especulaciòn, por alguna razòn percibo que
es viernes en la materia y el indicio de las
abstracciones, elaborando astros en una 
galaxia de barro.

Viernes de materia que se domestica.
Microorganismo de una idea que llegò
a la madurez por si misma; eso la hizo
crear una inclinaciòn al basalto, el silencio
y los mechones.

Dìa demostrando ninguna teorìa epistolar
a una palmera, a un sol de vidrio en el 
desencanto, a una manera de crear las cosas,
con algunos relieves dedicados a la psique,
a los poemas idènticos a un cartel y una boya,
donde empieza la era, el nicho y las membranas.

Dìa que nace con acupunturas en los labios,
con existencias que datan de eras cuaternarias 
donde los desastres se sostenìan puros
sobre otra inocencia; pintura analoga a la ley
de una abreviatura, dedicada nocturnamente
a cazar pelicanos en las playas.

Extrañas biologìas creciendo entre los 
meandros, roces de sedimentos que en las 
crestas se sostienen, como voces de espuma
conduciendo las mareas a insondables
estelas de carne que los hombres abandonan
en las orillas.






jueves, 16 de julio de 2015

El Puente de Clorofila





Puedes llegar a un puente con
una raìz, guardar la clorofila para otro tiempo
en el pecho.

Separar alguno de tus latidos y enseñarselo a 
los hombres para que crean que sueñas y vives como
ellos.

Caminar, separarte un dìa de ti mismo y 
dialogar con la soledad por la noche sobre ello.

Pensar que hablar con la soledad 

te da derecho a un cometa; a una herradura
despidiendose de la anatomìa.

Puedes involucrarte con ese diàlogo, si ese
diàlogo te deja pasar.

Incluirte en la simetrìa de una episteme
acariciando atardeceres de coral, en un diluvio
de antitesis en las cadenas.

Intentar que toda clase de vuelo sea siempre
incandescente.

Captar en el eco el instante.

Observar prontuariados escarpines tomando
los tridentes sembrados en el mar y por el mar.

Tridentes que segùn la ola
abriràn una estela en el mar nuevamente.

or el dibujo de la celula en el graffiti.

Puedes recordar que toda celula esconde esa
originalidad que hurtamos de un amor triste, por ejemplo.

Extraer ese amor sin adjetivos, mirar como 
pliegase en sus arquetipos.

Extraer de los nimbos lo sordido-boreal de
una libèlula oxigenada por los rìos.

Puedes ser sedentario o jabalina que
indica al tiempo de una piràmide.

De una playa diseminada...

Donde millones de juguetes llegan arrastrar la
arena.





Voceos






Todo voceo que infinitesimal
recrea lo legendario entre los satiros.

Todo voceo tomando las lìneas de un desierto,
las primicias del brillo en un museo
donde la estaciòn deja de contar
por otoños sus catalinas
y el hechizo de una bicicleta no puede
ser borrado por la gravedad.

Voceo que repercute y llena un pergamino con
indicios de alambre, ebrios de esbozos
teoricos como una hiena.

Esa canciòn donde el relampago deja de ser
una carta, alejandose asi de las noticias encerradas
en cada cosa. Un monumento que yerra por la brisa
y nuestras pupilas danzan en èl con ojos
de granito.

Esa dinàmica del bozal, donde los alfabetos
dicen de una manera la existencia del pseudònimo,
la calle de hilos sin abecedarios alimentados
por el sur y seguidamente una mosca
en el ocaso polìtico de los
embarcaderos.

Ese vocear junto a un buzòn de agua
donde el escrito asciende hasta lo màs remoto de
la noche, tratando de escudriñar
al pie de los colores y
enigmas, al pie
de las traiciones donde la luz de este otoño
se acerca a ùn àrbol mordiendo una manzana.

Esta historia con nervios,
sin libertad; el universo del adobe completando
el himno de sus grillos desde una 
forma ecumenica.

Como las que tejen los simios entre las esquinas.




El Angel que Duerme




El lenguaje caminarà a una casa. Luego,
llegaràn los opuestos, con 
noticias contrarias a las nuestras.

Las nuestras dependeràn de los matices
y centros.

Las nuestras incluiràn soles de tautologìa
en el horizonte.

El lenguaje traerà otro nucleo y eso tan amarillo
en sus siluetas, serà la sombra de nuestras
palabras.

Se arrastrarà, mendigarà, incluirà un record 
desconocido de apariciones de estrellas en una vena
y el trajinar en nuestra habitaciòn de los 
ferrocarriles.

El lenguaje escribirà en las sienes como un
àrbol. Traerà la posibilidad de la luna, invocarà entre
planetas de agua junto a una amapola,
donde es màs facil que el cerebro de un niño vuelva
a despertar la espuma.

Traerà tambièn un ojo que serà la flor del 
jinete.

Espiralados vortices electricos naceràn de sus filos.

Grandes estrabismos de nacar con mayusculas
estaciones de desencanto y niebla.

Tendrà una corola en la boca, un cìrculo que
no podrà agotar jamàs las circunferencias.

Tambièn poseerà la llegada de un reptil
y las primeras muselinas donde todo mundo
por existir es tatuado.

El lenguaje serà un paìs. Una regiòn de luces
y manicomios, una estela abordando el brillo de 
un enjambre que tomabamos de la sed
para retener nuestro cuerpo en la orilla.

Crecerà, reclamarà desnudos de viento para
nosotros, noches como aquellas que horadando el
fuego en las cavernas, crean ignotas derivaciones
de la caida de un angel en el fuego.

Un angel en el fuego mientras duerme.