lunes, 31 de agosto de 2015

Las Ventanas del Crepùsculo






Te vimos en una especie de borrasca, junto a 
un lenguaje que especificaba las mismas definiciones
de los àrboles.

Oprimiendote a las ceremonias donde la madera de los 
pinos se transforman en ballestas.

Compuesto de  grecas de nylòn tejidas por las sienes;
inveterado y puro como los radares.

Te vimos en cada pedazo de agua, desgastado por los
diagnosticos del viento en cada cima de la rama, 
intentando quitarle un vestigio al dragòn, llenando de
proyectiles el agua.

Entre la zozobra y el musgo, entre las planicies y las
casas te vimos, soltabas en cada celula tu apareo con la
mitosis, tu astrologìa con la tendencia; allì el uranio
era concebido como esa casa de nucleos donde tu
cuello giraba una vez màs al horizonte.

En una estrella cultivada por la efervescencia en el sueño,
mientras los plantigrados llenaban de incesto los cartilagos
de sus ojos y la nieve asolaba prostibulos de aire en el
viento; todos convertidos en rafagas por el verano.

Te vimos en cada pensamiento de lo ideal, junto a un
pez que recorrìa la orgìa del sueño desde la desvanescencia
y los planes remotos de lo hermafrodito.

Distante y lleno de tatuajes como la tierra. Y virando,
virando siempre tu cuello al horizonte.

Porque en alguna de sus ventanas el que canta siempre
es el crepùsculo.





Las Gasas De Eter





Poder llegar a un astro de otra manera.
Reconocer el menguante, construir una arboleda.
Consternarse, edificar un soplo, presentar junto
a otro, el oido. Poder llegar, trazar un estro,
preservar un oceano como una guarida
conservar -què mas dà- una de las siluetas con
las cuales llegaste al sueño, recrear el universo
de las falanges, enamorarse en voz queda de
un cuello, de un universo de alfanges, de la 
historia del albañil, una historia llena de
circulos sobre la noche. Poder 
relativizar toda quiromancia, escribir del
oceano con una supersticiòn en los labios,
en el proyecto de una mejilla caminar desde
el principio a una nube, contemplar cada pedazo
de esoterismo sorprendido por lo celeste
en uno de nuestros claveles, defender un puñal
de la lluvia, defenderlo de los vidrios y las 
alturas del sueño, imaginar un rapto del sueño
en las hojas, sobre todo reconocer ese rapto
despuès de una herida, tejer algùn lado de los
mares, concebirlo en el momento en que
los eventos son planeados de manera amarilla.

Como inmensas gasas en el eter.





Poema




Y si la noche es una piedra.
Si su corazòn es tocado por el salitre para dejar
de reconocernos.
Si su espìritu es un gentilicio solamente, 
un gentilicio tan solo.
Si no nos queda màs que representar una aguja
en cada templo y en cada sentencia una oraciòn que
agita aìn con todas sus fuerzas el oràculo de un maleficio.
Si aùn escribo geofisico acompañado de un lugar
de ilusiòn donde el alfabeto se quema.
Si la llama es ontologica aùn cuando aùn los verbos
de su pecho queden incrustados en una alambrada.
Si soy incandescente como un prado que recoge los 
amuletos del cisne en la hora mas entera del hambre.
Si mis antepasados han llegado con una cortina en sus
dientes manifestandome que estaba prohibido morder
en la orilla y como siempre, tal informaciòn llegò
a este evento de mi existencia un poco tarde.
Y si el viento es sòlo una humedad.
Si mi respiraciòn es antinatural como lo seco.
Y lo antinatural es un sobre que lleva una pagina
resistiendo en el mar con un pañuelo recortado por el
enigma del aire al golpear los platanos.
Si en cada marco del sol hay un anzuelo y en todo bodegòn
la ciudad de un eco plastico y moderno que el desastre
regogìa como una vanguardìa.
Y si el oceano no es el mar, si me equivoco a cada instante
al posar una palabra sobre otra con un significado semejante 
que en realidad en el fondo està gritando lo diferente.

Y ya no puedo escuchar ese grito.








Descripciòn del hacer de un Planeta





El planeta duerme en una cascara.
En una mejilla.
En la naturaleza del parpado y la condiciòn
de una goleta.
El planeta camina entre politicos militantes de
grevas.
Medita en el sentido boreal de los espolones.
Interpreta cada una de las heridas en 
el roce.
Asume que cada adjetivo no sòlo es reclutado 
por los espejismos de la palabra.
Deja a los animales sortear una y otra huella.
Muestra como describir entre la transparencia
las inundaciones.
Clasifica a los guardias entre las alamedas.
Desnuda cada semilla luego que el deseo es una
pronunciaciòn en los cipreses.
Recuerda como fueron peinados los bolidos.
El planeta incursiona en franjas de nieve.
Posee adjetivos un poco mas grandes que la
poesìa.
Describe el infinito con diarios de plastilina y
silicona.
Graba sudarios en las puertas de todos los
aniversarios.
Cae indenme sobre el trigo mucho despuès de
lo ideal.
Hipnotiza talamos de neòn en algun perimetro.
El planeta ovala el sol si es que duerme.
Destruye situaciones de esplendor como los
frutos.
Se afeita y sale a la calle mostrando lo que queda
de su barba en un periodico.
El planeta camina a los alambres.
El planeta, los planetas.
Ambos tan silenciosos esta mañana, descansando
entre patios de hormigon como un cometa.



Color Rojo de la Flor





Nos preguntamos porquè la flor se hizo blanca.

Porquè mantuvo las mismas estrellas del verano
anterior.
Porquè en ella el sacrificio del polen seguìa siendo
el mismo diariamente.

Y nos preguntamos porquè el norte es dialèctico.
Porquè nos alimentamos a diario de casas amarillas.
Porque el viento cuando se estrella contra las murallas
despierta màs de una grieta.

Por el amor desde una casa de arena donde cantan 
las cigarras.

Interrogamos por ese oceano que se sumerge en la 
tierra para renacer tocado por la brisa.

Volvemos a preguntar por esa flor que es blanca si en
alguna parte de la noche un color rojo aguarda y nuestro
aguardar posee la misma trama de una estalactita, el
mismo torpor.

Encendemos un cuchillo en la hora de las alabardas 
devorando el cielo.

Despertàmos en el cieno de los tulipanes carcomidos
por la marginalidad del roble.

Pero seguimos preguntando por aquella residencia de nieve
que guiaba a los ecos.

Percibiendo bajo esa pregunta que la flor seguirà siendo
blanca este invierno.

Y que tendra que llegar mas de un hombre, para que pueda
conocer el color rojo.








sábado, 29 de agosto de 2015

Todo lo que Deseamos





Descubrir el sol detràs de la arena junto a noticias
de clanes.

Descubrir cuando la tierra abre sus puertas
y las fabulas alumbraban de fragatas sus
sienes.

Mastodontes y sinopticas estrellas en el corazòn
deshilachaban carbones.

Un orfebre presentaba la religiòn a una heurlla
donde las serpentinas eran a la vez relojes.

La casa era de encias, poseìan la fuerza de un amanecer
de latogos en las custodias.

A un descubrimiento del sol en la arena, siguiò sexualmente 
el de lo ingravido.

Melodìas de semen describìan el origen del mar 
y las legañas.

Espacios de lumbres desprendiendose entre sirtes y bajo
el anden un periòdico.

El espacio dormìa junto al tiempo.

Descubrir que dejar de hablar no es perder el don
de la comunicaciòn, todo lo contrario.

Descubrir que sòlo podemos escribir porque ello
es profundamente no saber decir.

Y profundamente no saber decir, es todo lo que deseamos.





Respiraciòn





Sucede tras un escalofrio.
Tras la altura y la longitud de una palabra.
Tras la silueta de esta palabra o las cataratas que
son pligues dedicados a disecarse junto a la
ventana como pelicanos, mientras
el aceite los convierte en 
estatuas.

Ah! Yo pienso en balaustradas por las cuales
se levantaron jardines para sumergir una casa, tenìan
lampas de cera en sus brazos, llevaban poleas de
brea en sus cuerpos y adoraban los 
equilateros donde se 
agitaban semejantes a los caracoles.

Celulas de arena que sumabanse a los autobuses,
predicados de gema percibidos por las alegorìas
escritas en una lengua, 
escritos por las ballestas ,
mientras el invierno cruzaba con sus
cadaveres de cromo.

Y entonces el mar como un parapeto
igual a un sentimiento a mansalva edificando
lo inimaginable; el sentimiento de una colina en el
arnes del ave, la constituciòn del planeta
hecho de vidrio como un perfume.

Y entonces.

Entonces una respiraciòn de esquirlas en el verbo
que se apaga docilmente en una palabra
hasta el siguiente dìa.



Imposibilidad






Te he hablado de un poema.
De un poema al borde del dirigible.
Con sedimentos y criaturas gaseosas.
Un poema que posea las entrañas al fìn del 
ocaso, con legañas y dientes sumados a una hoja
llena de meridianos, perihelios y truenos como los que
arrastra al fin del verano una serpiente camino de regreso 
a las selvas para transformarse en obrero.

Un poema lleno de civiles y profecìas.
Uno que pueda ser digerido como el eter en el aire por 
el pico de un halcòn y que en ese momento abandone
una palabra dentro de aquel aire.

Un poema que sea el aquelarre de una ràfaga.

Una rafaga de maquetas y prototipos, de quimicas 
como una bolsa en las uñas de los cefiros.

Que tenga siluetas de cuchillos, un poema que se
retuerza dentro de una escarapela hasta la llegada de una
mandibula llena de escarcha y elasticidad como los 
plasmas.

Te he mencionado ese poema tan cerca del abismo.
Cuando las cosas que estàn hechas de papeles inundan tu
casa de leche con esferas de alambres compartiendo lustros con
la nieve o de nuevo un estertor de brillos en el pavimento
nos lleva hacia inmensas claridades con las sienes,
en una ilusiòn donde el entendimiento siembra
por la noche en cada herida del oceano
una rada de nueces.

He hablado de un poema, de uno que continùe
las ceremonias que el maleficio propulsa en el rostro del
buho, atendido por un circuito de magnesio.

Por una pagina de bronce.

Donde otros rituales de acero se agitan para sostener
ese poema del cual hoy escribimos.

Y no logramos hallar.




El Interior del Ave




Junto al protocolo algùn verbo. Tambièn una luz.
Un prototipo de sedentarios crucifijos y un brillo
que cede a una escultura, bajo el nombre de
ceràmica.

En el interior del pàjaro un ciclo,
una llegada al oceano con lechos de arrecifes,
un huerto, un orificio ensartado por las uvas, por
flautas en las cuales un yelmo desnuda la idea
del racimo en los horizontes de esta casa; un
racimo de piedras y una pagina de zinc que
es pronunciada en los carbones.

Oxidos de lluvia que empiezan en el cielo,
cadenas y heraldos que hoy sumergen molinos de
continuidad en una botella, solsticios como el
menguante del vidrio; mientras las cosas,
antiguas y violetas desangran purpuras.

En el interior del pàjaro, porque tal pàjaro
es un ciclo, un relampago por la noche desplegando
un hermètico mundo en el olivo del pubis.

Tal ave es tambièn una melodìa, una balaustrada
que cuelga del viento, un panegìrico, una especie
de lienzo con orejas, un proselitismo de aguila
y plastilina.

Donde calamos hemisferios de despliegues. 

Esferas de urnas.





viernes, 28 de agosto de 2015

Naturalmente como un Exodo





La razón es lo mismo. Preguntamos de qué.
Duerme sobre la noche como una araña de nieve,
reclutando curvas de catedrales y negligencias
de cuervos, junto a voces de conmoción, por lo
general estéticas, diseminadas por el color del
alfiler cuando llueve.

Como un lenguaje publico de mar o un 
laboratorio de branquias sociales y puras, llegando
de los abrevaderos con extrañas noticias del
desierto, de la luz y el encéfalo del anonimato con
que una imagen de gramófono es la pluma
donde anhelamos movimientos ligeros industriales
virando hacia la descripición, como brazaletes 
de hierba, dejando de escribir en la tibieza o
el talón del timpano.

Sistemas de coral.
Bases de aluminio en los registros.
Legitimas telecomunicaciones de hambre se
incriben  junto a un utero según la altura maxima
de las versiones; se escriben desde el tonelaje y 
el lecho politico de una cofradía, en esta los
primeros elixires estampan un huerto,
un sonido de bronce entre los
asteroides.

Heroes de escarcha como un anhelido.
Cinturas de botas semejantes a un horizonte que
devora de noche legañas. 

Impresiones  de leche silueteadas por cadenas y
geografos donde pastan los ornitorrincos.

Sí, la razón.
Adquiere caminantes, despunta al plexo, dispersa
husares que viven amamantados por el hollín
y luego entre las chimeneas se desata un prologo
de voluptuosos orines.

Y en aquella razón el aire.
La densiometría del árbol. El hombre
que duerme sobre un geranio...

Natural.
Naturalmente antiguo como un exodo.




Metafìsica del Tigre





Para llegar a esta casa fuimos acordonados por
un tigre.

Tuvimos ademàs que recoger una pared vacìa.
Una noche de plastico dentro de una turbina.
Respiramos las ruinas en el interior de una hoguera.
Respiramos la concentraciòn y los trenes.
Anduvimos entre los pabellones buscando una
bandera, la sensibilidad de un estandarte o un
anciano pàjaro; llenamos las uvas de 
hormigueros.

Para llegar aquì, tuvimos que reemplazar cada
una de nuestras formas, incluso aquella que nos unìa
al ser desde cada aurora. Es decir la de ninguna
amapola. Fuimos vagones, espolones de tropos, la
cavidad de una sentina y otra.

Por ello el horizonte nos llamaba metafisicos.

Pero yo concibo la metafisica como una edad 
con las mandarinas, cuando el sol
llena de tijeras los cabellos y la idea deja un
pergamino en el craneo sin ningun lirismo
sin alguna abstracciòn
con el concepto que va del agua al tiempo
separado en concreto por un girasol que derrama
ante la lluvia sus estuarios de polen.

La concibo como un sumergirse y una crispaciòn 
en tal sumergirse, como una cresta en la corona de la
ola o una invasiòn de rehenes que dilatan la libertad
de sus adioses.

Yo la concibo.

Siempre sin exactitud.

Y màs aùn cuando la casa donde vivo està siendo
acordonada por los tigres.






Poema






Recuerda que siempre escribe.
Lo hemos visto cuando pasa por la arena 
con un cuaderno en las manos. Con un lapiz.
Que sus palabras son de arena o no. Y lo
hace interrogando un dìa, bajo lunas de 
aterradores animales y domèsticos peciolos.

Un astro duerme. Tambièn escribe. Lo hace
de alguien que llega a una peninsula. Alguien atado
a sus huellas de manera actoral, como sus ojos
alguna vez a un anfiteatro. El que escribe dedica
nombres enteros de plusvalìa dedicados a esa
tragedia.

Modelos de estambres amarillos son citados.
Ciudades de tierra en el olvido de una casa, de una
intensidad. Una noche cruza lo febril de ese que
escribe. Tiene una gota de barco en sus labios.
Todo èl es casi un poema estructurado por
una langosta.

Y ante ello, lo ùnico que decimos es que alguien
escribe. Que es diario en sus embarcaciones.
Dorado como el tiempo de una grieta en 
las manos, contrarrestada sòlo por un
voraz archipielago donde se hallan las grevas, la 
hiedra de un mamut vertical.

Escribe. Es alguien que teoricamente puede
ser una nave.

Es una nave hasta en lo màs profundo del sueño.

Porque sòlo en lo mas profundo del sueño
se despierta.









jueves, 27 de agosto de 2015

Acontecimientos





Alguna de las cosas en que he crecido estàn hechas de agua.

Otras son de madera.

A las segundas pertenece un àrbol. Uno de mis pensamientos
adherido a una corteza. Uno de esos tantos pensamientos
creados sobre una mesa, en el interior de un dialogo que nunca
fuè con las estrellas, pero que parecìa bajar en cada una
de sus formas a todas las constelaciones del universo, un diàlogo
siempre intentando encontrarse consigo.

Pero generalmente no fue asi.

En ocasiones sòlo fue un extraño monòlogo que hallaba el sueño
en las paredes.

En ocasiones sòlo fue el trebol por donde el prisma contemplaba
el verdor anunciado por las profecìas.

Otras veces fue el sonido de una voz despertando este cuerpo
de ese umbral que para esa hora del alba era un presagio.

Yo vivì conmovido en esos presagios.

Ausente y literal de mi mismo en cada momento de mi vida.

Totalmente absoluto si trataba de colgar mi carne en una iguana.

Pero yo creo que algunas de las cosas estàn hechas de agua.

Otras de eter. El hollìn de esa chimenea es la ceniza del carbòn
y la piedra que està a la entrada de la puerta obedece a una 
historia que la realidad no contarà jamàs a todo lo que queda de
mi casa. Ademàs, todo lo que queda de mi casa està encerrado 
en otros acontecimientos. Diàs de calor por ejemplo, en que el
verano entrarà por la ventana directamente en mi mejillas.
Con ello se anunciarà otro movimiento.

Y al ser envuelto por èl, yo olvidarè que algunas cosas estàn hechas
de agua.

Y otras son de madera.









La Fantasìa y la Imaginaciòn





Una palabra ha tomado la imaginaciòn, otra 
sube por la fantasìa. Despuès del dìa, el halo; conquistado
por una dinastìa de sienes.

Una palabra donde los ritos se disuelven igual
que las calles y los dinosaurios, entre ignotos escarpines
de milenarios aluminios.

Carnes de salitre acompañados por la espuma.
La composicipòn en el acero del hierro. El postrero 
pàjaro de bronce que tocamos en el aire.

Ejercicios de viento en un pais anterior lleno de escarcha,
lleno de adioses, huesos y animales derramados por el roble
por la insinuaciòn, por las firmas a la deriva
por los muertos o los vivos impregnados de oràculos
de luces y calles donde los antropòfagos cedìan al
pacto con los acorazados en una colina.

Fuentes de inspiraciòn en el espacio. La palabra ocupaba 
el mismo con un aguila roja rota y nosotros lo veìamos,
nosotros llegabamos a su visiòn, guiados por la
fantasìa; indesmayable, indescansable, incandescente; dispuesta
a sumergirse una y otra vez en los velamenes que
duermen y giran a la vez...

Debajo de la tierra.






Las Locomotoras en el Pecho





El uso de la luz es diurno. Lo afirma una hoja.
Entonces nosotros cerramos los ojos para descubrir
otra vez la oscuridad y contrastarla con aquella.

Nosotros somos cuerpos que se retiran
del nombre. Y tambièn retirandonos del martillo
que cimbrea en la huella del dòn, asumimos una
extensiòn de la euforia, que vuelve sinfònica
desde alguna orbita.

Nucleos que desde solidos pàjaros regresan un
metodo antropomorfico, junto al eco donde resuena
el cuello del primate como un rascacielo; gràfico 
igual a un dìa de ceràmica y la margen de un rìo
hipocondriaco en el versatil sesgo.

Calculos de antepasados junto a una estrella,
cortezas de zocalos desarrollando una pared, un
analisis, un mundo que fuera sintètico como el rigor
del plasma o el sonido antediluviano de una cresta
al reventar en la orilla.

Escepticas regiones de liquenes, donde eminentes
constituciones de elixir nombran epocas de
materiales y zodiacos para los bodegones, donde el
estuario une la experiencia con la arena por
la noche.

Lleno de piedras y locomotoras en el pecho.





miércoles, 26 de agosto de 2015

El Pensamiento en la Piel






Era toda tu cercanía un atardecer.
Avanzabas entre pensamientos y molinos de aura.

Yo me encontraba entre andanadas de
rostros, pero ninguno me recordaba a la arena, ni
tampoco a esos instantes que a veces nos arranca la
soledad. 

Me hallaba como encerrado en un pupitre
y meditaba en el mundo, con la única diferencia que
un alma se desplazaba a lo lejos como algo ecuestre en
toda bengala.

Te acercaste.

Crecías como un bloque de prisma junto al trigo, entonabas
la canción del telescopio, desconocías los nombres
del hipotalamo porque aparejabas la brisa
desde un puerto de sentinas como las
que agitan los mentones.

Tú te acercabas y yo era reminiscente de un mundo
donde los manantiales aparecían y desaparecían, yo evocaba
el tiempo en que era mas extraño ascender a un bozal,
extender un ruido, llenar de minerales un casco.

Todo ello en un atardecer.

En el transcurso del mismo ninguno había calculado el
peso de nuestros huesos sobre nuestra carne.

En ese ambito donde todo era desnudo, ninguno 
había pensado en la piel.





El Brillo de la Libélula







Generalmente un ave se esconde del universo
luego elabora un metodo general de la hierba,
una altura por donde crecen los prados y un
conocimiento del aire donde vuela llena de agujas.

Y luego la noche con su osamenta de treboles
donde se origina el viento con una caparazón fija;
real y aerea como un tropo.

Báculos de almenares donde el horizonte crea 
los paises una noche de aluminio en la hojarasca 
y lenguas de cera resplandeciendo en los tallos
de las algas.

Limpios horizontes de esquirlas. El lampo
frotando su desidia en las curvas de una terraza
donde el sentido de una bandada es el soplo de
los equinoccios.

Tierras hacia lo lejano, un sol de juguete en el
roble de las raices dobla una gasa y en un
manantial de bronce una fragata.

Piedras por donde el hollín declara su luz insomne
el relato del pelicano en la uva, el brazeo en la
cresta de un soliloquio donde escribe la lengua, 
donde el oceano se abre en pedazos y el infinito 
elabora un legendario amor con abominaciones
de ambar.

Hasta allí la tierra del animal.
Hasta allí el lenguaje de la luna hecha de astros
precipitandose siempre en el horizonte.

Resplandores de grilletes, esferas que en una esquina
aguardan el vientre donde el sol anunciaba un elixir
lleno de martillos; por aquí el ancla; más allá el 
bozal. Las citas de aire por las cuales lo perpetuo
incendiaba la llegada de una iguana en el pecho
con una columna donde florecía sólo un río.

Breve, inadvertido, igual que el vientre de una libelula
durante el día en la hierba.




El Ver del Respirar





Està en el ojo de linfa.
En la soledad de algùn fervor que irradiase.
En la destrucciòn de la celula.
En la yuxtaposiciòn y los elementos que llegan
desde el agua -paradòjicamente- convirtiendo el mundo
en cenizas.

Està en ese mundo de cenizas.
En la composiciòn de la sensualidad cuando modula 
los puentes.
En el interpretativo dolor de una herida.
En el dòn, en la ciudad de los cartilagos y amaneceres por
los cuales se desprende el universo, està en las
regiones con gentilicios de arena, en el acontecer del poema,
en la lluvia y los sudarios estrechamente unidos a una
casaca, al dromedario de brea
en los timpanos, en esas historias recorriendose a si 
mismas en los nùmeros y supersticiones
con inclinaciones ideales formadas por palacios
y dinastìas de melenas
muy cerca del ritual y cascabel, muy cerca de esa luz
que esparce un templo en la cosmologìa de 
la nuez y los precipicios...

Cuando entre formas ardientes te respiras a ti mismo.

Y el aire que es para ti, te deja ver el universo.





Definiciòn






Mi carta astral sabe que llegarè temprano a mi casa.
Mi itinerario es boreal sin embargo, lo cual no significa
su opuesto, es sòlo otra tesis cotidiana de los àrboles
en los que descanso; demiurgos de mi sed.

Mi carta es un relato de la tempestad dejando de crecer
en los titanes. Un vellocino de aspecto sesgado al pie
de una letra que no puede reflejarse en una palabra.

Una humedad llena de piedras donde las cosas despejan
equilateros en el lado marron de la inocencia.

Pero mi carta astral està siendo disecada por un jinete.
Ha sido colgada en los labios de un gitano, que mira
entre las palabras aquellas que aùn no despiertan; el
abecedario no està completo; cada uno de nosotros
a su manera lo sabe.

Por ejemplo esto que ahora toco en mis manos, no logra
adquirir definiciòn.




Cascaras de Gasolina





Algunas veces comprendo el sonido que hay en el
interior de una hoja.

Y tambièn lo comprendo desde la conciencia
de una marea cuando ahoga su estela o una balada de 
alabastro dejada por oboes.

Otras simplemente llego desnudo al final de la luna
y escribo del hidrògeno, me dialogo herviboro.

Cascaras de gasolina en una escala. Misteriosos 
leviathanes de corpiño entre grevas que llegan de los
mongoles y los minerales.

Silencios para una residencia donde las cortinas repiten
una y otra vez  entre fanales, historias de neòn que de 
noche eran una; puntos de lejìa en la nuca.

Calendarios de envergaduras, donde duerme la longitud
con un plexo en sus claveles de brea o los axiomas 
denominados asi por un principio de telas y gaseosos neumàticos
en el horario de los puentes.

Astilleros y estambres, pistilos donde la ràfaga trae eventos
de oxido, acidos de caracol; pistilos que eran azulados niños
en nuestra imaginaciòn por la tarde, con verosimiles fuerzas
en sus idilios y tangibles frecuencias, dirigiendose 
relativamente hacia lo terrestre del anima y la foca.

Porque la foca comprende a partir de una ventana abierta
en el pelo.
Porque los niñós son azules mientras el mar entra en los
labios formando otro himno.

Y eso que intentamos comprender, responde siempre con 
otra pregunta, para asi vislumbrar lo infinito.






Los Lejanos Cielos





Altas penumbras de nitrògeno, por las que
recogimos uno de tus cuerpos y el amanecer
era de iones. Tù habìas escrito en el mismo como
un halcòn lo hace con sus garras en el viento; tù eras
milenario como la peste entre los hombres o las
primeras historias de los lagartos en el barro, 
los caudalosos rìos, mientras nombres
herviboros no teniendo porque desertar a los datiles,
lo hacìan.

Altos, colosales cielos de nitrògeno, sobre ustedes el
lienzo de aquel cuerpo, su textura ungida por el sol y los
cabellos del fuego y despuès un juguete de grasa en el 
tiempo, la imagen amarilla de un lago donde el manuscrito
ensartaba el papel traido de una bahìa con referencias
llegando del ansia, del anhelo por una letra de escapar
a un abecedario y religar al poema.

Y ello sucedìa mientras aquì, el follaje era matizado por
la brisa; aquì era el dìa con una maldiciòn en los arcos 
donde la naturaleza llegaba al mediodìa reemplazando
a los cisnes y una carta de ventiladores procesaba
una mecha de escalas y variopintos axiomas 
donde una marioneta desnudaba su pubertad de hocico,
su adolescencia de armiño en la semiotica de una vereda 
hundida en la lengua del fuelle;el romàntico cabo y la
cota a su lado, originaban un anden en las piramides
del hemisferio, terminando de dar origen a esa
figura en una linea boreal, astral como las cosas que deja
de citar al lenguaje para reconocerse.

Altos cuello de nitrogeno, por los cuales uno de tus
cuerpos cruzò una libertad graficada en el ruido y las
inmensas prologanciones de los heraldos con el azufre,
batallones de templos buscando la gravedad de lo
nocturno, desde legiones de espinas que unen elementos
de leche, clepsidras de horror donde empieza una
curva; cometas de cisternas son donde emerge allende
a angeles de tiza, un sueño.

Lleno de tenedores y criaturas saladas.



martes, 25 de agosto de 2015

Segùn estas Calles





Segùn estas calles debì haber navegado.

Y debì haber crecido debajo de una flor, donde
otros mundos se encierran, ello a veces significa un
pistilo, una especie de tallo redentor que redescubre
una encìa de polvo en una superficie.

-de ello puede darnos testimonio el barro- 

Y debì haber ofrecido una historia que dejara
un sedimento en las casas, donde el amor vuelvese oscuro
al retirarse de la silla que abandona; lo cual es 
una andanada de intemperie a la larga o a la corta.

En opiniòn de los rìos, los manantiales son una especie
de corona y teleferico

en opiniòn de las estrellas, tambièn una cisterna que avanza
de a pocos entre la boca hasta llegar a la garganta.

Una geografìa que se queda sola al lado de esa 
opulencia compuesta por el frìo.

Yo la conozco, sè de ella desde el tiempo en que
los prototipos manejaban el aceite por la tierra y las
esquirlas controlaban el nùmero de los pajaros
en el aire.

-las esquirlas vivìan incrustadas ese tiempo en 
las alas y el vuelo-

Conozco ademàs el nùmero de los hombres que giraban
entre los ejes, llevando cimbalos de granito a la direcciòn
de los senos.

Conozco a los caballos del aire, domados por lo hialino.

Segùn estas calles, mi dormitorio es un lugar donde
los gatos golpean una campana en el amanecer buscando
el ambar del helio, la caparazòn del solsticio.

Y

Entre lo imaginable y el sol algunas arqueologìas cosen
un hoyo entre la gravedad; tal hoyo deja ver la fisica la 
fisica con que tranforma el universo.

Podrìa hablarse de un secreto en ello.
Podrìa agitarse ese secreto desde las silabas de un misticismo
que embandera ceremonias de amplios estandartes
donde contempla la luz un demonio.

Segùn la poesìa ese es un  mundo que podrìa mas que 
existir y dejarnos una luna amarga o la prolongaciòn de una
bandera que agitariamos.

O una esquina donde el neòn de un farol nos despierta
con su aluminio.

Dirigiendonos quizà -tal vez- hasta los rieles.





domingo, 23 de agosto de 2015

Equilibrio






La línea es de fuego.
La llama completa historias de yesca en su continuidad.
La historia es de lances, alguno mas ajeno que
otro en el devenir. La palabra vuelve a ser 
una escala desde el verbo.

Y llegamos a un invierno por ello.
A la raíz en el cuerpo donde los tallos acentuan una
actuación neoliberal, donde las cosas se reiteran
con el hipnotico atomismo del clarear
de la libertad donde un pensamiento lograba colgar
de una luciernaga.

Hasta entonces el río poseía una cronología semejante
a la que poseiamos, una que envolvía el hidrógeno
para llegar a la realidad.

Hasta entonces el cuadro de una hegemonía y los nombres
del oceano dentro de una escolta de plata
oprimiendose a los burros y el verano de un juguete en
la aguja completaba la imagen para compararla
a otro equilibrio.

Otro equilibrio de verbos, escrito en alguna otra parte de la
tierra.

Y que jamás veremos.





El Pulmòn del Simio




El astro puede ser septentrional en relaciòn a 
un cuerpo.

La criatura a su lado es una mancha de ruletas
con jinetes que llevan constelaciones.

Era lunes cuando te arrojaste a los lirios con un
pentagrama en la boca.

-poseìas ademas un gentilicio y una andanada-

Era lunes y los pueblos que ascendìan por los
floreros estaban hechos de gasolina, como resultado
los adioses renacìan lejos del fuego.

El astro logra tambièn ser ecuatorial, dimensional
como una hoja adherida a una llaga, donde
muestranse infinitamente las olas, las raices, las naves
crepùsculares de algunos idolos.

Leyendas abarrotadas de carne, en las cuales
el sol deletrea.

El animal de una estrofa de magnesio en el pelo.

El desconocimiento de una bandera en el hombro
signada por los ejes.

Las fogatas, el simio cruzando una frontera.

El bastiòn en su garganta tosiendo una vez màs su
ùnico pulmòn de grasa.

Y el astro que directamente proposicional al verlo 
simplemente se aleja.



Aquella Estrella




Aquella estrella.
Aquella estrella que es tambièn una habitaciòn y
una lampara. El anillo rodeandola. El pez en el mèdano
creyendo que es su reflejo; el brillo en una de sus 
aletas le hace sostener esa creencia.

Aquella estrella.
Lleva un relampago en su voluntad, sòlo uno; aprisiona
en su yesca una historia de apariencias, una carta de 
linfas metamorfoseandose, un elixir intentando
despedirse del agua al saciar su sed.

Esa estrella y el no-envejecimiento de su bàculo.
Su ùnico galeòn donde granjea sus heridas con las puntas
de los asteroides que a veces reverdecen; enamorados, romànticos
prismas que llevan generaciones de obreros en sus curvas; una
de sus criaturas abriendose paso entre la noche buscando
a otra, para que podamos hablar de astrologìas.

Aquella estrella.

Que como ungrito de escarabajo por la noche
tambièn nos despierta.




Himno





Llevas la fotografìa de un cuerpo y en la misma se le ve
frente a una cisterna; pensaremos que en su mente
estàn los rìos que debieron formarla.

Me pregunto como seràn?...

Fosiles de pequeñas boinas que como extraños 
calendarios en el tiempo tambièn se presentan ante
aquella cisterna.

Estuarios -que no deberìan de ser de plata- lucen una
antorcha.

Una ceniza de jabalina sube por la encrucijada del
viento con un  pedazo de riel en sus narices.

Variopintos lechos de estrellas 
donde vuelven a alcanzarnos los nombres; el evento
del genero y la expediciòn; el increìble idioma
tejiendo en las coronas.

Concreto el umbral.
Disecàndose en una identidad de reflejos.
En una laguna que especificamente es para la iguana 
y tù, tù caminas describiendo el parpado, desarrollando frases
junto a los esquimales, sorteando lo hialino que es una silla, 
lo hialino y el aceite que interpreta la tarea de los
liquidos una tarde, esa tarea de digitaciòn calcàrea,
de dormir o acontecer de linfa, de perpetuarse
como una estela sin ningun sentido
en mareas de archidiocesis y
elixires.

Ambos ofreciendole a la belleza, la desesperaciòn
de poder crear un himno.





sábado, 22 de agosto de 2015

Galgos





De noche llegan los galgos.
Miran la noche que nos rodea, escriben
en ella.
Alguno de ellos toma aquello que llamamos
apertura.
Otro piensa más en el espíritu que en su 
alma, pues deja a esta última regarse sobre
la tierra.
Regarse no es un acto cualquier sobre la tierra
en él hay una profunda estación de la mente
que desconocemos; una donde somos
concebidos como objetos que pueden esparcirse.

Los galgos -debo acotar- son centimetros de carne
fraguados en algun lejano de la tierra.

Me lamento mucho esta noche de no conocer
ese lugar.

De noche llegan los galgos.
En sus lomos vibran y brillas las colinas, los
niveles y las grutas de los tropos.
En sus lomos capitulamos en algo de nosotros
qye es semejante a un pensamiento
para que se forme.

Los galgos -debo acotar- son kilometros de
huesos organizados en algun lugar de la tierra.

De huesos y ladridos.

Lamento mucho no conocer ese lugar.

Lo que no lamento es tener conciencia de que
existe.




Igual que Aquel Fulgor






Hay alguien que puede encontrarnos detrás del 
misterio.

Es una hoja -a veces- con  rostro de martillo y
enigma, con hechos de radas.

Alguien con mirada de arrecife y respiración de
precipicios.

Alguien que nos encuentra entre lo sugerido con
una estela de sensualidad.

Para la cual toda percepción es un cometa que se
despliega en la mesa igual que una lechuza.

-tengo las manifestaciones de sus feromónas-

Un ser diferente en cada lenguaje de diáspora 
entre la poesía.

Alguien que recoge cabelleras de las flores en 
el salitre.

Un ser perteneciente a esas criaturas que la 
naturaleza inclina al oido.

Un ser tomado del deuteronomio cuando juega
entre las anclas.

Alguien que arranca cristales de los tallos.

Un ser con existencia que mira determinadamente
el viento que lleva luces de acido.

Hay alguien que tomará los planetas antes que
el apocalipsis los transforme en meteoros.

Hay una piel donde la arena despertará como si
fuera sigiloza.

Un carton de fulgor donde los simulacros vuelven 
a las tiendas.

Y aquello encerrado en una letra -igual que aquel
fulgor- a los abecedarios.






La Jaula de Sal






Habìa una jaula que conducìa al azogue.
A las figuras del sueño de los barbaros.
Habìa una nebulosa de gaviota en el oboe.
Una garra llena de cuadrilateros.
Una concepciòn del mundo en la impronta.
Bajo ello la soledad con la cual aceptamos un 
norte, un fruto vacìo en las redes, un fruto 
donde las leyes sostenìan el evento formado
por una pantera en la espuma. En ese evento situaste 
tu experiencia, tu flor de parpados verdes como
la niebla o los acentos de los crateres.

Habìa una jaula, caminabamos con ella hacia
el principio del verano donde las arpas tomaban
emocionalmente cada atomo de mi cuerpo para
respirar y yo era un hombre emotivo y sentimental
despidiendose del barro a cada instante, yo era
un elemento caido sobre la madera, preguntando
en què punto de la noche, el pifano tomarìa
las pautas irreconciliables de los pàjaros
las pautas con sonido de embarcaciòn 
y fragata que reinan entre los velamenes 
con segundos de pruebas y galpones que hunden
el celeste de palidas resurrecciones.

Una jaula con el sentido del agua.
Con la intrepretaciòn de los espejos cuando
son liberados de la vida, una jaula con llamaradas 
desnudandose ante el tornasol con las medidas
de un manuscrito en un drama, una jaula
con insinuaciones de sensualidad cuando se
apaga en la ira y un purpura escolastico
declara en el violeta, las errantes bocinas
del musgo, las que nos dejan en los labios
del salitre, en las escamas, en las escalas.

Con nada que alimentarnos, si no es de sal.







El Paìs de las Aristas




Los ojos eran iluminados entre nombres
de monòlogos abandonados por paises de aristas.

Los seres reconocìan el mundo; unos por
helicopteros, otros por helices.

El adolescente resistìa en el cuello de una
garza.

Tenìas una flauta, donde responderìas sòlo
al ser elevandose en el sonido.

Tomabas las estelas que un universo anunciaba
en otro, desde los precipicios de una orilla. Alguna
vez lo llamaste marea. Lugar para dejar de llamar
a los barcos. 

El pino despertaba junto a una raìz de tigres.

El marco de agua era dimenionado por una
historia de gasas entre los equilateros.

El eter tembalaba en la pizarra como una luz
de agua en el viento.

Versiones sedentarias de un color marròn
en las tijeras.

Manantiales que volvìan al tacto creado
por la mùsica.

El sueño era un farol, una lìnea de brillantes
sobre peninsulas de alabardas.

Los nùmeros nos alcanzaban.
La tez era tambièn un rostro. Un ojo que
despertaba de los monòlogos.

Y como en un paìs lejano-remoto
lo mas legendario en un monòlogo, abandonado
por las aristas.





viernes, 21 de agosto de 2015

El Arribo del Azul




No somos necesarios para las cabelleras ni los anillos.
Nos estrellamos contra objetos concretos de la naturaleza.
A veces volvemos a la vida.

Y si miro en el girasol es por las marcas que dejò en su boca
un murcielago. Supuse que era una forma de reconocer un
epitafio.

-a todo esto el dìa es nuclear, como una bengala-

Busco en un hipodromo el acto circular del caballo; uno que
siempre terminò siendo ecuestre, acuatico.

Llego al ondear preguntando por el horario del bacilo. Por
el plasma de una energìa en lontananza, cuando los
triàngulos no logran perderse.

Derramabase el viento, en un fragil destino de velamen en
las mandibulas de la orilla, junto a sedimentos donde
escarchabanse de pigmentos las algas.

-todos los verbos pensaban en logistica mientras soñaban-

Recogì el ambar mientras enmudecìa en la sombra de mi
casa algo asi como la sucesiòn del polvo. Obra llevada a 
cabo por la brisa. Una brisa delgada, finisima, como el eco
de un terrible promontorio.

Mamifero y primitivo el oro de la tarde en los sacerdotes de
los àngulos.

Antediluviano como un ritual de boinas en los sauces de
un acertijo.

No somos necesarios, ni la necesidad reporta ello a sus
juglares en cada amanecer donde lo nocturno arriba a los
reptiles.

Igual como un azul arriba a la belleza.






La Llegada a los Arboles






Era invierno cuando llegué a los árboles.
La melodía de los mismos en el interior se había
transformado en goleta, por lo cual aquellos
interiores se mostraban como reliquias
en este momento; la mirada?
La mirada era la misma.

Y bajo la piel otros rieles, los eventos del sol
con extraños tranvías. Yo, me sentaba ante mí mismo
con ese pedazo de invierno rodeado de imanes.
Yo pensaba en los atardeceres sin poder
cruzarlos.

Era un pedazo de invierno con muñecos y golpes
en la arcilla.

Las palabras formaban y creaban.
Las palabras traían en sus voces el frío y según todo
aquello que volvía a transformarse; lo hacían
según el conocimiento del aire y los elixires
del fuego, lo hacían con esa realidad
de violentas salvas de estandartes.

Los arrecifes volvían del sueño entre hojarascas
de grasa, entre mundos dirigidos hacia siluetas de 
nombre ingobernables como las interrogantes
avanzando en un mediodía de efigies.

Los arrecifes a pesar de la lejanía, traían un pedazo
de horizonte en cada ser y cada ser era mas que un objeto
en el habla. 

Los mitos describían los transitos de la madera a los liquidos.
Los papeles urdían en los tallos bajo augurios y presentimientos,
extrañas cosas reconocían en las sienes el papel del hombre
que llegaba para separarlas.

Infinitas lanzas crecían en una avenida. Arpones de luz
descendían por las escaleras con un ruido de bestias
en lo grotezco.

Ecos y epidemias, langostas que atravesaban mi casa y en
cada planear una pregunta diferente para el sembrío descalzo
en los oidos, en mis timpanos llenos de legendarias acusticas
y plazos ecuestres como los que viven en un eje.

Era invierno cuando lo llegué a los árboles.

Lo recordaba pero no por la imagen de un  nido con un
pájaro muerto en el mismo.

En realidad era por ello, que yo podía olvidarlo.







El Nombre de la Hierba





El andar pertenece a una herradura.

Un yacimiento dibuja el ala interior de una
aguja. El resplandor es verosimil ahora ante
las botas de un druida entre la multitud
escribiendo de riberas y cuadros sinópticos
de venados, de fuelles y hasta la continuidad
es un paso de color verde, confundiendose en
una ceremonia, donde los cadetes beben el
ultimo sudor del archipielago.

Trazos de lenguas entre la percepción
-por momentos metafísica- del riesgo, militantes
de cabelleras de sirtes y la infancia del petroleo
en la boca; en el punto donde la lengua crea
palabras para despertarnos.

Ruidosos cortes de treboles, arboledas.

Anuncios de fertiles lampos donde el sol 
respira de manera febril en un eco, en la tierra
de una pubertad junto al sonar, muy cerca de
una fragata, donde cuadros de espuma quemaban
en los calendarios, el evento perteneciente a un
jazmin, el evento desnudandose en una goleta
y la tierra, la tierra capaz de volver a si misma
después del diluvio en el invierno.

No asi tú que en este momento volteas la cara.

Y olvidas el nombre que dormía tranquilamente
sobre la hierba.




jueves, 20 de agosto de 2015

Escritura





La escritura te tomò de los circulos; llevabas
un brazo como horizonte.

La escritura te tomo para conducirte al lugar donde
se hallan los dragones.

Creo tu saliva, para que no tuvieras ordenes.

Invadiò cada pedazo de tus hojas.

Supuso una carabela en cada uno de tus tempanos.

Detallò como fue el final de un vellocino atado
a los bucles de una mujer que viste dirigirse hacia
los pabellones.

La escritura te tomo de los circulos, pero lo
hizo sin ninguna palabra.

Incursionò de manera elemental -como las cosas
que destruyen el mundo- en una de tus veredas.

Hasta ese entonces tù eras sòlo una vereda.

Una historia sintetica.

La escritura le pidiò al agua que camine de
cabeza.

Caminò hasta tu corazòn con un antilope.

La escritura recogìo las brasas de una placa,

Hundiò tal corazòn en las certezas y en la realidad 
del pensamiento cuando afirma una mosca plagada de 
zocalos.

Recorriò todo aquello que existe en los baules; evento
absolutamente inmemorial.

Se presentò a tu puerta sensorial y primitiva.

Codificò cada interpretaciòn en regiones con las visceras.

La escritura nos dijo que este era un bozal pero no
nos dijo porque lo llevabamos puesto.

La escritura es a veces el nombre indicado de la
porcelana y el incesto.

La escritura es. Camino en los gritos de los eslabones,
musitò aquello que sòlo se puede musitar,
movilizò notas rebeldes y centrifugas
cuando escribimos.

Tambièn està aquello en la escritura
que despliega ese musitar en arreboles de
extrañas republicas.

La escritura es un amor cubierto por pedazos.

La escritura sòlo escribe de sus raptos.

Porque en uno de ello ha de desaparecer.




El Sol Verde de las Sombra




No asi la palabra, llena de àrboles.
Ni el mar entero en sus abdicaciones.
La profecìa desde el interior de una conciencia bañada 
por la hierba y los relojes de aquellos tulipanes con
una araña muerta en el pecho; una araña que
entre la muerte dejaba todavìa ver
sus hilos.

-tù los confundiste con el sol verde de las sombras-

No asi  el habitat de la iguana entre contenidos
de espejos, donde la fisica emulaba el espacio en una
de sus serpientes y ambos pareciamos haber cambiado despuès
del menguante, luego que el cielo arrancara la
luna de nuestros cuerpos.

Tampoco el verbo ni las furiosas autonomìas de sus 
reflejos.

Y las cartas por las cuales los dirigibles anudaban un
planetario de plastico en una cascara
y el matiz del limòn era un tropel lleno de galgos.

No asi el navìo donde diseminabas un texto
semejante al que la adolescencia esparce cuando
su metamorfosis lo lleva al rostro embetunado del
los simios.

No asi la ligera ceremonia del bosque violentado
por el canto de los pàjaros
cuando el gorjeo en las copas arrastra bolicheras
palabras de dios como el relampago
y la niebla.

Palabras que sòlo se describen a si mismas
si se encuentran colgadas de los àrboles.





La Gota Ungida





El mundo hoy como una diaria efervescencia
Evoca los àrboles.

Conjuntos de nictalopes recogen la hierba de 
los estropicios.

Gigantes cartas de resurecciòn invocan a los
muertos conjurandolos.

La grasa es de mitosis, el pavimento escarcha
las leyendas de un foca en los circulos.

Un panorama se acerca a la ley, ignorado por
parvulos, chacales y cuchillos.

Roces como un filo bienaventurado elaboran
en este invierno los gritos de una alameda.

Las pistas vuelven a los ferrocarriles, el silbato
de los ferrocarriles anuncia cordillera tras otra, se
asordan y queman remotos màstiles; es izada
la llama nuevamente y ese teatro se vuelve
olimpico.

Temporadas de voce amarillas recorriendo
el mineral.

Literas sobre uan regiòn de helio difuminan un
rastrillaje y en èl,laveloz caida de una palabra.

Y el mar,como una gota de aceite ungido para
llegar a convertirse en ello, por lo divino.





El Centro de las Galaxias




El salario pertenece a la  nieve.
La esquina a una plaga de langostas y la noche 
es un bastiòn de sirtes para un bucle.

Jirones de purpura junto a una saeta.
Apellidos de crisis en el interior de una rampla y
luego cefiros de escamas en el prado, cuando
el espìritu todavìa pertenece a un bosque
recordando una maceta que es de trigo.

Luces ahora de madera, luces que despliegan
un equilibrio ebrio de brillos y fosforos, almenas vaciando 
la estaciòn de distancia y cobre sobre la arena;el exilio
de una sentina; musgos y colores de fauces que
encanecen, cortezas de yescas y la zarza ante
un universo colocado de manera que el sol
gire tambièn en el infinito.

Y sòlo las piedras crean que ese sol es el centro
de las galaxias.



El Interior del Carbòn





Aquello que se alarga y sobrecoge en los ventanales
de un ojo despertando a una bahia.

El zocalo donde el mineral es ninguna vanguardia.
La hormigueante desesperaciòn dentro de un alamo.
La extensiòn del flanco en la ola, donde las 
crestas se citan.

El pensamiento volviendo a este diluvio en los ojos,
la historia del mar, el oceano intimidando esa estrella
donde la aleta del infinito se perpetua como
una clavicula en los nidos del esqueleto.

Formas de sinuosos espirales en la oraciòn, braceos
de clepsidras en un surtidor, donde la sentencia
esquiva el brillo y anuncia hordas de polen, casacas
de escrupulo y estaño.

Arcangeles sombreados por una arboleda dando 
paso a la fantasìa, a los secretos de la mente
cuando la naturaleza se confunde consigo misma
llena de palabras y estigmas; busquedas de atrios
que sòlo la noche humedece entre metamorfosis
de petriles; brocales que avanzan entre sudestadas 
de limbos, donde transparentes fogatas dan origen
a otra vida.

Arcangeles, sobre uno el reloj, sobre otro la imagen
llegando de una chimenea, donde el carbòn aùn 
quema en su interior el grito de un antepasado.

Y lo que uno que nos queda es cerrar los ojos.
Apagar una de las realidades.
Y verlo dormir serenamente en la hierba.




miércoles, 19 de agosto de 2015

El Latido del Corazón






Es ese poema en el corazón.
También en la imaginación. Es el latido de
esa imaginación. El puente
sobre ella como un sauce y una bitácora; allí
un mar que aguarda encerrado igual que un pájaro
sobre la nieve, reflexiona. Un mar con alas 
y pensamiento.

Algo en la lejanía rodeado de astros intentando
ser azul, se acerca a tal imagen.

Es ese poema en la imaginación, como una parte de la
fantasia o la herida que la sensibilidad
deja secar en la arena
ante un sol ebrio de conchas.

Un poema, sus palabras pueden despertar 
o seguir el sueño de los travesaños cuando regresan a
las dunas colgados de una lechuza.

Y nosotros lo aguardamos como un timpano más
en el oido o un vibrar diferente en el pecho.

Uno que intenta detener el latido del corazón.

Uno que por sobre todas las cosas en el universo
debe detener el latido de ese corazón.

Pero no puede.









La Danza en la Caverna





Es entre tù y el arnes un anhelo de lo irreconocible.
El otro color de la sangre.
El otro sonido del placer dentro de la gota de nieve
que arrastras en la lengua.
La otra entraña dela lengua.

Entre tù y todo ello el perihelio de una asonada que
me permitiò tocar la sensualidad.
La imagen de una bicicleta con un craneo en
uno de tus eventos, es màs lucido de todos, ese que
derramas en la realidad a cada instante.

Y la figura de un circuito por donde mantienese en vilo 
el encefalo.
Es entre tù y el atlas de esta estela donde la vida se
alza como una ruina silenciosa.
Una ruina que concibe sus entrañas con cierto nihilismo.
Que despierta acompañando al vidrio por las mañanas.
Y segùn ello, alzamos en las uñas un corolario, un
ferrocarril sin reglas en una cresta, una andana que atraviesa
el nombre de los crucifijos o un oràculo postrado de noche en las
cavernas alrededor del fuego.

Es entre tù y los manantiales.
En el instante en que los nombres son sagrados para la boina
y el desierto es un continente por donde crecen
los molinos llenos de equilibrios
y aspas.

Es. Los aludes muerden muy cerca de una ceremonia.
Los pàpiros descuelgan en uno de tus paìses de tu cuello
un caos de color rosado.
La armonìa sepulta las raices de un templo en una de tus axilas
de pubis anaranjado.
Se esparce el tiempo desde una reliquia que ensortija los
rìos en un brazalete.

Pero yo pienso, que tù sigues como los oràculos alrededor
del fuego en una caverna.

Tù sòlo sigues danzando.




Insomnio de Aceite





Junto al barro una esquina.
Despuès de ella el fulgor y la consumaciòn
de una estrella, luego un equipaje
al desangrarse.

Los bolidos agitan composiciones.
Los bolidos vibran en una bengala que llega
desde un huesped, entre nubarrones
asfaltados por la bruma, sobre
nùmeros fosforescentes
y puntiagudos.

Los menguantes llegan al verano
devorados por una hoja, los clarines apuntalan
ventanas de sombra en un polo.

Apendices y radas descansan nuevamente
en la tendencia que otrora tuvo un travesaño.

Insomnios como el aceite nos escriben de soledades
semejantes a un piso y los rosados prismas
de una encìa.

El imaginar devuelve los crateres a los tambores, 
ciènagas de fosforo evaluan la sal del mito.

Sobre un antropòfago la luz ha caido y arde
como un pentagrama de acequias.

Nibelungos y espacios de claraboyas, exhortan
entre los acertijos, nocturnos de antepasadas blasfemias.

Semejantes a las que de noche pueblan los navios 
en la orilla.

Conjurando a los mares.





El Fulgor del Lomo





El viento pasa, es como un uniforme
celeste que llega de la
religiòn 
descrita en las alas de una libèlula
caminando hacia las anclas
de la tibieza
con nombres silogisticos de escarcha
y desesperaciòn.

Pasa, como una escritura de 
efigies.

O el nombre antiguo del ser en los 
màstiles, extraño ademàs como la brea
de una ciudad abstracta entre los 
juramentos de un espectro
lleno de idolos y manchas de lenguaje
escribiendo de los barcos.

Fosforescente como un navìo,
errante en la piel el viento pasa, 
parece una bandera lacrimògena
que lleva relentes, fermentaciones iguales
a una colina, a un patio de hierro, a
esa impaciencia del brillo del sol
en los caballos, siempre
deformandose en sus lomos.

El viento pasa.

Antes de que digas algo recuerda que
su edad es tan antigua como
aquella que sostiene 
tu cuerpo y a la vez entre la penumbra
del primer cefiro que roza tu boca, lo examina...

Igual que ahora.




Poema





Como una forma de reconocerme o de 
observar el desvanecer de las cosas.

De ver en esas mismas cosas el estado que
las sutiliza.

De ser posible como una estimaciòn o un sueño
llenando de percepciòn las edades del velero.

Como una forma de leer en el àrbol y conceptuar
el olivo con el cual es alimentada una nutria.

Cuando volver a creer en los osos y ser tensado sin
ninguna inmortalidad en los faroles, posee un
significado de yelmo o de greva.

Cuando llevamos algunos objetos en las manos: un
aspa, una mandolina, la identidad de una serpiente,
el estado civil de la locura.

Como un jardìn de inmensidad en los imanes.

Cuando concebimos el suicidio en un plano elastico.

Cuando un halcòn vuelve a buscar en los zapatos.

Y en un dialogo con el buitre, llegan al descenlace
de que es momento de escribir una historia.





martes, 18 de agosto de 2015

Los Faros de Obsidiana





A veces la hoja pasa por la casa.
Observa.
Otras se detiene en un elefante.
Es rudimentaria y tambièn es amarilla.
Algunas veces alcanza a la palabra y se recuesta 
en ella.

Nosotros que hemos vivido tantos siglos
seguimos pensandolo.

El viento se desliza.
Lleva la capacidad de un dromedario insertado
en el interior de un faquir. El viento se desliza.
Inunda la conciencia del agua en la boca
de mi gato.

Miras la selva 
anestesiada por el verde y te dices; no estuve en
tiempo de los dinosaurios y sin embargo una
de estas hojas en mis manos se junta a 
otra sin intentar comprenderlo.

A veces una de aquellas hojas se detiene en la casa.
Ha cumplido con los dìas del sol en medio de
la lluvia.
Ha cedido a los crespones donde la piedra convertìa
los faros en obsidiana.

Simplemente para que los barcos no puedan guiarse.



lunes, 17 de agosto de 2015

El Cuerpo del Aire





Por lo cual el ambiente del aire es un cuerpo
donde cimbrea en un tatuaje, el horizonte de los tordos.

Tù que estàs lista para los pliegues y las edades
del musgo enseñas al mar tus costillas y el roce de tus
dedos en una foca.

Y ves una serpiente que llega acompañada 
de un dirigible; en sus escamas relampaguea
milenariamente una noche.

La vemos pasar y oigo una voz que necesariamente
debe olvidar lo maravilloso.

Es increible y necesario hacerlo, para sentir un puente, la pus
del reloj, el excremento del anuario en una lampara
dormida en el pavimento.

Los espejos buscan en una cisterna el ruido clasico
de los volcanes cuando se encuentran en el fuego con
los simios.

Volumenes de atmosferas navegando entre silenciosas
profecias que ocultan la nieve y el desprecio por ese
sigilo que aprendimos a amar en las ciudades.

El pièlago toma una parte de lo hiàlino buscando una 
vez màs su oràculo. Lo hiàlino toma un giro del grillete
hacia el lirismo.

Ese pièlago que enciende notas de consquista y sudor en
el salitre, donde una que otra vez se desvanecieron
los valles.

Colinas esperando la llegada de un huerto religioso
que proviene del coral, para asi mostrarlo a sus parpados.

Las sienes lucen nuevamente un desnudo sueño
que descendiendo hacia sus mentones, describe la
coherencia de una mistica armonìa.

Brotan los fusibles.

Arqueros de dianas disparadas al sol junto a una jabalina
de hierba domada por la arqueologìa.

Una jabalina que inviernos antes hubiera incendiado 
un poema.

Pero hoy, extrañamente -la jabalina y el poema- desde
los paradigmas contemplan.






Las Señales del Poema






Han pasado algunas horas para llegar a este
estado. Por aqui los carbones pasan ahora, pero no
dicen los mismo, sucede igual con el casco que
brota de los minerales, con la aguja que supura en los
ojos de un ciego.

Unas horas, en mis planes no estaba llegar a un
balcòn ni pedirle a dios una moneda.

Me encontraba simplemente inquieto como cuando
alguien se sorprende ante la caida de una ola que es
de polen y no de agua.

-todos sabemos que una ola de polen existe, pero
siempre nos sorprendemos ante ella porque no es
de agua-

Unas horas, yo era diminuto cuando empezè a tocar 
el tiempo, como diminuto ahora cuando llego al este espacio
separado en absoluto del heliotropo.

Yo habìa terminado de escribir en los relampagos 
que dejan los halcones en los patios cuando algo mas
que la existencia se agita.

Han pasado tantos instantes para llegar aquì.
Para lograr sostenerme de ese caballo de alga ilusionado
por un lamento que llega de las los crateres.

Tanto tiempo que no puedo evitar pensar en 
las cordilleras y el apogeo en ellas de los siglos y
tampoco puedo evitar posar mis ojos en el cometa que
se sienta en la mesa de la cocina buscando devorar
un candil o la escalera que conduce al tejado.

Porquè esa escalera?
Porquè ese tejado?

Han pasado tantas horas. Las hojas bajan de los
pinos para santificar una epidemia. Los santos se 
descuelgan de una parabola donde conjuntamente
con los cuchillos, una efervescencia hecha
de mercurio, planea.

Orbitas y satèlites. 

Escarlatas cirios que empiezan a buscar en el
horizonte las señales de sus veleros.

Las del poema, son sòlo seguidas por mi
corazòn.




Forma de una Tragedia






Una tragedia de color rosado, donde sòlo la
eternidad se pose.

La historia con olor a tierra humedad arrancada
a las montañas.

El lenguaje es ya de las cuevas porque en ellas se 
forman grutas que pertenecen a los himnos.

Las raices del sol, acompañadas de criaturas
celestes, conforman ligeros rascacielos adheridos a 
la penumbra.

Foraneos acentos, donde las mareas suben
hacia la tempestad, organizan el rastreo de una 
gaviota en una brisa de petroleo.

Dorados pabellones, donde el idilio de la 
espuma es el cardo en el instante de la necesidad,
vocean romànticos girasoles de sangre.

Una tragedia con sobrevivientes de vaporosos
eslabones, todos organizados por trineos, ascienden
hasta el evento de sal en los caracoles.

El tacto verdadero del aire sobre el oceano, reflejado
por una maqueta y verosimiles pautas de una melena
en el ondear del viento de bronce.

La oraciòn del bulbo, junto a fabulas reaccionarias
ensambladas en un poema por el rito, son nuevamente 
el viaje de la crisolita y el resorte en las uñas.

La correspondencia de la imaginaciòn con un trecho 
de mustelidos, avanza entre husares y pretorianos.

La respiraciòn de una orilla entre franjas de estelas;
en una de ellas equidista un pulmòn del aire.

La respuesta de un marsupial en el interior de
una capacidad de iòn y neutrones.

Compuestos virginales por donde la inspiraciòn
vocea un pubis, esparcen andròginos fuelles.

El sentido de un druida -inutil, al parecer- al caer
de los palcos, sumergese entre respiros de animales.

La soledad de una marcha abierta a los esquemas
y un amanecer todavìa ante un planeta de hipocampos,
donde describe la saliva un hipopotamo.

Una tragedia -escribìmos- y junto a ella cabalgatas de
equinos.

De equinos y panteras, encerrando en sus ojos de
obsidiana una tragedia.






Maquinas de Carne





El amuleto duerme junto a una embestida.
Es invierno y en los empotrados, un lenguaje de
escamas de aire vuelve al barnìz y la madera.

Coronas como màstiles -tambièn de madera- deforman
en un màgico albedrìo, la historia en la imaginaciòn
de un candil de sepia; un hombre cierra los ojos de
su mente para construirla.

La voluntad de una palma juguetea en una mancha 
de rediles.

Es indiferente el rìo cuando concluye el oceano
su obra en el naufragio.

Indiferente como un vuelo lirico en la abreviatura.

Indiferente al sueño que hace posible una escencia, 
una contractura, un higado.

Totalmente extraño en una contracultura de ritos
y vastagos de occipitales taleros.

Igual que la gasolina cuando pone en marcha una
maquina.

Sòlo que aqui las maquinas son de carne, se asordan
y luego son decapitadas.





Las Ulceras del Pelìcano






He oido en este nivel del mar ese canto que llega
a sobrenaturalizarse.

En el arco superlativo del diamante, donde el oro del
carbòn descubierto por las crines o el sueño de una
ballesta que se desdibuja, asumen un helice.

Me he citado con los relojes de oxigeno que llevan
en el fondo de sus alas una mariposa.

He sido despeinado por el fondo de un objeto.

He mirado el repase del hidrogeno, la catapulta
de brea donde el mundo empieza a ser diseminado
y los molinos empinan sexuales recogimientos.

Y graficando la anestesia en la edad del poema
vuelvo al hidrògeno.

A los carbones del cuervo cuando oprime las
ùlceras del pèlìcano.

Me he despedido de una naufragio en las corolas 
porque ello pertenece a la rafaga del polen.

Me despedì. Seguramente todas estas palabras fueron
epistemologicas antes que los caballos empezaran en
mi habitaciòn a deambular.

Y el bosque que miraban mis ojos antes de llegar a ella,
se convirtiera en intuiciòn.










domingo, 16 de agosto de 2015

Primera Descripciòn Alegòrica de un Rey





Algo pequeño en las uñas como una colina.
El sesgo y la latitud de una mariposa longitudinal.
El invierno que crece sin necesidad de una radiografìa.
La llanta de un comediante en una laguna.
El lagarto ya sin volver al hilo y la resurreciòn de
edificio en las lenguas de una mascara.

Y creìa en ti con esas cosas que crecen entre lo
pequeño. Creìa como cuando la distancia lleva una
espora y un rìo sangriento de alhelies los toma.

Pero nosotros sabemos que a veces un rey duerme
en una colina y es mejor objetarlo en todo sentido
que pueda tener su existencia, pero ello es afirmarlo.

-esta intenta ser su primera descripciòn-

Nosotros sabemos que duerme y sueña y a veces
edifica las ceremonias con las cuales son instruidos
los muertos, cuando en sus eslabones clasifican
las primaveras.

Y tambièn sabemos que es dificil escribir aquello
que sentimos al afirmarlo. Y tal rey lo sabe.
Aprendemos bajo esas condiciones que el "creer"
no importa.

Y a tal rey le es suficiente aguardar su propia muerte 
en una lejana colina.






Palabra




He vivido hasta la ùltima palabra.
Aquella que se ciñe al àrbol con un sol completo.
He llegado a ella como quien logra desvanecerse en 
medio del eter, esperando al menos visionar una
parte de sus entrañas. 

Pero el eter en ella tan solo se desvanece.

Hasta la ùltima. Quizà no siempre fue asi.
Recuerdo en algùn momento haber sido un poco
semejante a lo que ellas en principio formaban, es 
decir una silaba.

Por lo tanto yo caminè por las calles con una sìlaba y si bien
no recuerdo ni la figura ni el nombre de tal silaba, sè que
està adherida a uno de los troncos de los àrboles
donde toda mi adolescencia fuì una especie
de pàjaro en relaciòn a mi mismo, un esoterico pàjaro que 
comprendìa muy poco el cielo cuando a travès del 
vuelo mordìa en èl. 

Igual como lo hacen aquellos.

En ese sentido el cielo es tambièn una silaba.

A ninguno de nosotros nos toca interpretarla.

Y siempre se perderà entre aquellos seres que hoy
muerden el cielo.






El Alimento de los Trazos





Hay un trazo de arena sobre la tierra, 
puedo recordarlo hoy que es invierno
tambien en la edad de los metales.

Un trazo uniforme; historia de un mundo
suspendido en las cenizas del punto.

Un trazo cuyo origen se encuentra en las
grandes criaturas de tu pecho.

Que sube a las curvas, con los nucleos 
de un enigmatico plenilunio.

Que respira en las edades y las hojas con
un cipres dogmatico.

Uno que no puede ser incomparable
desde las encrucijadas de sus exilios amarillos.

Hay un trazo donde escribimos porque
ningun otro brillo se logra doblegar.

Politico y ambidiestro como las monarquìas
del sueño.

Es uno ebrio de ventanas cuando el atardecer
crea su mundo.

Uno eximio en rendimientos foraneos y 
nubarrones de lenguajes en el cuerpo.

Cuando la especie del universo despierta desde
el viento para comparar los acidos, tambièn 
èl lo hace.

Entonces los uniformes del agua se detienen
como luminosos animales.

Hay un trazo en la arena; es lo ecustre donde
la inteligencia conjura una araña.

Para que nosotros podamos alimentarnos 
de ella.







Psicoeròtica Flor




El oceano avanza a traves de una puerta que
pacientemente abre otra. Es una habitaciòn de 
extraños eventos de paramedicos; la sirena a lo lejos
despertandonos de esta habitaciòn y conducionos a otra
que se halla en otro espacio. El suelo; pavimento de 
seda y brea en conjunciòn -por ahora- indefinible, 
heca de bulbos raquideos, tambièn de lapices y
hasta la llegada de este momento, un vacìo
donde informalizabamos.

El oceano avanza. Constatemente nos muestra su piel,
intesamente es latinoamericano, psicoeròtico como 
la flor, latifundista y terrateniente entre los goznes, en 
el polvo, casi moderno a la hora de definir sus entrañas, 
coloreado por techos y escudos de perdigones en los
lados azules de sus esquirlas.

Y ola tras ola -aquel oceano- escribe en la sal. Ola tras
ola toma los cuadernos de una raya en el cuervo, las
superficies de una andanada en el pulso, donde escama
tras escama el pez tambièn vibra de manera feromonal
al desnudarse; como lo harìa un apocalipsis o una
torre de babel en las manos.

Ese oecano sintètico, psicoeròtico como una flor, 
anteponiendo las masrcas de sus dientes en su piel a las
de las multitudes, horadando en sus labios porque
ya no somos capaces de decir nada con ellos.

Fuselajes y tordos, navegando sobre sus superficies,
ritmos de avenidas avanzabdo entre sus crestas espumosas,
cordilleras de quiromanticos continentes en sus nucas.

El oceano avanza con su hebilla derecha en el pecho; pulso
nada màs de otra unciòn.







La Piel de una Fragata






Conduces una sien, eso es todo.
En ella los pensamientos dirigen un verano
anclado en las espinas -las que estàn hechas de
grutas- y tus dìas que son marinos, iguales
a una reflexiòn de tulipanes a partir
de una hormiga muerta.

Y en esa sien 
el acto es intelectual y periferico, como un
cometa que regresa a la medula, a los horarios
atlanticos de un cuerpo, donde la trascendencia es
amarilla como alguna parte de las bolicheras.

En esa sien para la cual deseas una fragata, un 
silabeo, un megaterio con el color radiante
de una asonada o la composiciòn de un atomo
junto a un planeta herviboro.

Sien de plan domestico del aire, manejo de 
margenes en la voluntad.

Frontera que ofrece un limite de melamina
a lo eufonico y palabras que suenan cercanas a otras,
encrespando antes de sellar una definiciòn.

Conduces una sien, generalmente es todo.

Y en ocasiones esa sien, se transforma en una cabellera.

En la carne de una fragata.





Poema






Posees la caminata allegada a la flor.
El eco estrechado en tus manos logrando una
visiòn que jamàs memorizaste.
La menciòn de hojalata en la existencia
aterrada por silicatos verdes.

Y al mirate el movimiento que te acompaña
es ajeno a las legañas y zoologicos, pero lleva una
dimensiòn de redes en pelo.

La luna es roja como el aceite.

En alguna parte de tu otra vida tù entiendes todo
esto; la placa que se reinventa, el purpura al llegar
La flor allegandose y la caminata.
La hojalata, el silicato verde.

Y lo entiendes como si ya hubiera vivido en ti
Como si alguna parte de tu cuerpo fura rosado o
al dejar de vocear a los fantasmas
crearìamos otro tipo de 
espectros.

Unos que llevan estaciones de estibadores y arcos.

Y envuelven allì la unidad de la lluvia y los volcanes.






sábado, 15 de agosto de 2015

El Levitar de los Satiros





Nos vemos, la historia en ti es la misma, el 
corazòn rampea por pedazos a un mundo 
sin nombres; el idilio abre su cuneta de
sagrado cirio, avisorando un tordo.

La luna es de triàngulos en las estepas.
La noche sigue a los tigres con universos de
naipes en sus preàmbulos; las tijeras se 
enredan en sus antitesis.

Piramides de cicatrices despiertan a los hombres
de sus heridas. Palabras como desierto y oido
se arrastran sobre los calendarios, entre ruidos
de funebres escaleras.

La historia teje un pez en sus legañas y entre 
orbitas de antiguos crateres, llenos de lagartos,
parpadea el semen.

Lirios de mineral esquivan los lampos,
la colina del monje camina a los adioses con
àngulos de ojivas donde la sal duerme.

Hablamos, esta es nuestra razòn
despuès del diàlogo y el nervio.

Y ese es el mundo que dejamos en las huellas,
el atardecer de huellas, de residencias con
el horario de una albufera en los guijarros.

Y preguntamos por el nombre que se extiende,
por el nombre decapitado en el amanecer por
un verbo que se desfiguraba en los patios.

Los mares encienden una cadena ahora; un
eslabòn de sed en la boca nuevamente desnuda 
las maderas de un arpa luminosa.

Y entre encrucijadas de esferas
levitan tal como lo esperabamos los satiros.








Bulbo




Los reinos se levantan con una serpentina roja en el 
atardecer.
Junto a ellos, el canto de la enzima y el helecho, son
arqueados por un cisma de caracoles.
Los pàramos vuelven al lirio con utensilios de cemento.
Las tradiciones con una gaviota en el pecho, olvidan 
las orillas del mundo.
Sobre un penumbroso silencio las gasas del cefiro 
decoran sus barbaries; se ramifican la voz de una
orquidea en el aire del asceta.
Esplendorosos veranos de atomos introduciendose
en las celulas. 
Introduciendose como un filo agnostico en las crines
de un cirro.
El presagio es un porvenir en las flautas, junto a la
violencia de un idilio en la belleza.
Un reino renace con sus objetos de hollin en la boca.
Con la ilusiòn de un cometa al rasgar un hemisferio
abierto por lo voluptuoso y citadino de una cascara.
Grandes semblantes hundiendose entre pocimas 
filtrandose en una garrocha.
El meridiano del aceite toca los nucleos.
Todo en apariencia es profundo como un tallo situado
en las cimitarras de un enjambre.
Temblorosos; semejantes a un astro identico a la
brisa, nos confundimos en las avenidas con ellos.
Tan igual a como lo hace un bulbo.