martes, 29 de noviembre de 2016

La Muralla






En algunos idilios se agitan los dragaminas.
Tù no lo sabes porque marchas al compas de una
ilusiòn encerrada en un iris.
-pero què es una ilusiòn- 
Ademàs todo iris es como una gaviota que se manifiesta 
sobre aquello que vive de manera contraproducente 
entre la tarde.
Asomandose a las brujulas de otros cabellos.
Tomando las andanadas del plastico.
Las llamaradas.
La boca celeste de un piano.

Pero lo ignoras. Entre torres y jabalìes lo ignoras
y tocas la puerta donde vive un esquimal
acompañado de un tropo.
De un conjunto de flautas.
De un supuesto.
De un paìs con ordenes de piel.
Creo yo que todo ello significa la piràmide de
un vientre en la arena.

Pero como no se trata de aquello que deba creer
hay que vivir en un oso. 
En el ùnico alimento del peciolo.
En la ùnica soledad de un
màstil con cucharas.

Entre primaveras llenas de paracaidas o especimenes
de vidrio que cruzan el orin de los àngulos.
En el vapor de fiebre con que ciertos objetos en las
lamparas frotan una luz maligna.
Entre equinoccios que manchan de acido los tules
hasta convertir en tendencia ese sonido que en apariencia
surge como un despertar desde una armònica.
Desde una lista de sepia conquistada por 
un espejismo.

Una lista de relàmpagos.

Una lista donde las mandarines vuelven a construir
otra muralla.








lunes, 28 de noviembre de 2016

El Reloj al Fragmentarse






El reloj al fragmentarse y el tiempo recoge una nave.
Una frecuencia enigmatica del mar y las orgìas.
Una direcciòn rosada llena de efigies y tropicos.
Un lecho de vidrio que algunos suponiamos en las ojeras
como un ùnico acto pero en realidad existìa otro
donde era disputado el caos a los suburbios. A las fronteras.
A los origenes del follaje. A los monasterios
y los sauces donde se reclina un otoño lleno de agujas
en el cuello.

El reloj que es un homìnido. Que vuelve de la arena
formando membranas en las cenizas. Que se conmueve
o agita cabelleras ahora que los objetos son de loto.

La vida de las estrellas, especificamente en sus sombras.
El pelicano compuesto de hule en una dialèctica.
El peso del hormigòn en un ala acariciada por los botes.
El escrito detràs de los paracaidistas con sellos de bronce
en el cuerpo. 
El existir de la lepra entre invertebrados con cascos.

La oligarquìa de una barracuda morada. Violeta como un
transparente espejismo. El techo del agua y las marionetas
donde aprisionanse los flancos entre silencios o
hermeneuticas.

La vida inutil de esas hermeneuticas.
El sentido maravilloso de los eclipses en ellas.

La brisa del oido junto a una amapola en el vigesimo puente.
La dimensiòn escarlata de un frasco sobre licencias de telegrafos.
La pared donde escribe de si mismo el neologismo.
La carta de azucar o el acido en una claraboya desde la cual 
algunas veces se distinguen estrellas.
O es nada màs que una individualidad con que el brillo
manifiesta un probocido.
Un mustelido.
Una laguna llena de mangueras robustas y solitarias.

Formando cinicos ademanes de polvo.









Plano Domèstico del Verbo





El plano es cultural. A veces demagògico.
Proviene de incendios y grandes amatistas.
En uno de esos amatistas un nucleo.
Un zoologico de papel.
La vida del torpor y los parpados.
El nombre de las humeros cuando eran pulsos
o lirios escatològicos y ciertas historias volvìan
a ser disecadas en el pubis.
-historias de azules dagas por ejemplo-
Conceptos y fardos que nada tenìan que ver con la 
eternidad, pero entretejìan pasos amarillos en el agua.
En los manantiales donde el universo se inunda
de gaviotas igual que todas las cosas que son tenues.
Y las palabras se arrastran a las arcas.
A los botes.
Debajo de los paraguas donde un estòmago es marròn.
Debajo de las carbones.
Del siseo que empieza a adjetivar un martillo.
De la corona en el pliegue llena de aniversarios y lupas.
El plano es domèstico en relaciòn a la hierba.
Un borde de margenes con castillos.
Posee sepias llenas de escamas.
Valles de trigo ensartados a un avistamiento de hienas.
Al horizonte de una linterna entre soplos de buzos.
De oxigenos màs allà del aire que contiene un instante
el cefiro. Sòlo un instante.
Y despuès se transforma en bandada.
En semidios de aceite. En desasimiento o idolo.
En contenido o labio de jabòn entrenado por el verbo
sobre diluvios ebrios de yuxtaposiciones.
El plano es un verbo. Una encìa de barro en el trapecio.
Un cuento de relàmpagos por la noche que 
desbordan las apariencias.
Un eslabòn y un bozal donde la existencia aplaza
el diario de un violìn o el soplo del alfabeto a base de
lluvias o cigarras.
Desprendiendo de sus craneos infinitas negras humaredas.










sábado, 26 de noviembre de 2016

El Prisma





El prisma elevandose a una ciudad que deja
de reconocer una dimensiòn o un eje. Entre colores 
que dieron sentido al cielo o la oscuridad.
Entre un cervatillo rojo que encontrò una mandibula.
Sobre un seminario lucido de abominaciones.
Allì lo agreste o la soledad de un demonio
compuesto de himnos y sacerdotes.
Caminando a una playa con una escalera.
Buscando el pez que muestra sus ojos en la arena.
Nosotros preguntamos porquè muestra sus ojos en la
arena. Porquè no lo hace en las profundidades
del mar donde extrañas criaturas escriben de la inteligencia
en sus uñas.

Y seguidamente otro prisma elevandose.
Es uno con tendencias de escarcha y nombres de aluminio.
Es uno que reitera las condiciones del àrbol antes
de llegar al hambre.
Uno que simplifica por la tarde millones de mundos
que atraviesan las hojas; en uno de esos mundos 
existen crepùsculares indicios donde dialogan los osos.
Los esgrimas, esos standares que comunican un
acantilado con el vacìo o las grutas
del hemisferio, sin saber que el hemisferio es un
palido calco del infinito. 

Ese prisma estancado en una escena de papel.
En la polaridad de un caño de talco.
Con secuencias de cadaveres fidedignos en el patio
de un cometa. 
Con simulacros de espinas que aterrizan por la noche
en el agua. En los panoramas y las garrochas
de un simil que deshoja los pueblos
y contempla entre multitudes la paciencia
con la cual un sonido crece en el invierno
entre latitudes de polen y circulos de
abejas. Hablo de un invierno escencialmente
natural como las grevas que forma la albumina.
Un invierno devorando las cenizas de esas ya
tautològicas dimensiones.

Ese prisma escondido en el ala abierta de un corazòn.
Incriminandose en las lenguas y los periodicos.
Siendo mitagràfico segùn los periplos del anda
y los animales de sodio.

Agitandose entre zoologicos y andenes donde
los capitulos emanan de las cenizas asi
como emanan los vagones de los trenes.

Y los pàjaros que atraviesan los crepùsculos por la
tarde.

Acompañados de esa soledad donde vibra nada màs
que el fuego de todas las cenizas.





Los Baules Dormidos






Hace muchos años vi en una rafaga.
-el sol era negro, abdominal-
En cada puerto dormìa una raìz diferente.
En cada ciudad apilabanse fardos y lupas.
Los enunciados colocaban sus peciolos
de igual manera que un pulso entre la realidad.
Descendìan de los veleros al musgo 
veredas con rasgos.
Las teorìas propulsaban un camino de ramas
disueltas en un nucleo.
La cientificidad recorrìa neuronas bajo un
culto de eter.
Los àrboles volvìan a ser galeones.
Las voragines diseminaban sutiles barbaries
en las dinastìas de los plasmas y en objetos de
espuma examinados por el verso ancestrales
cabelleras inundaban los hisopos.
Hace muchos años, los astros eran relojes
llenos de desembarcos. 
En un pàjaro con anclas
el universo se hacìa amarillo igual que el
neòn en la peninsula y la cultura del 
higo una vez alcanzado la ley y la 
civilizaciòn en un hilo.
En un crater.
En una gran grieta entre los arrecifes 
y el silencio con que un
un meridiano formaba la existencia
de una utopìa en un hemisferio.
En una transfiguraciòn.
En el reflejo del humo despuès del lenguaje 
convertido en idioma.
En lienzo de trigo cautivado por una corola.
Y su imagen de nervadura 
focalizada por lunas de mentones y sienes.
Agitandose -igual que la palabra- en los
trapecios de los baules dormidos.




















viernes, 25 de noviembre de 2016

Periodos de Zinc






Creo que es completado por un tejado 
donde se alojan los dragones.

Por el culto extraño de una tuberculosis
justamente en los pulmones.

Por una incompleta larva o un periodo 
de zinc.

Tal vez por una mejilla o el sudor de
una axila cuando el fìn del verano luce sus
venas de procelana; todas grotezcas.

O es la procesiòn de un pez en el aire
lleno de martillos.

De diminutas repercuciones de cartòn.

Las herramientas de una orgìa en la esfera
cuando la experiencia es una apariciòn.

Creo que es la composiciòn de un navìo.
El espejo que cae de una gota.
El acordeòn con gaitas en el bronce.

Incluso la hegemonia del pico sobre las
palabras que no pueden anunciarlo.

Que se acercan como en este instante
intentando la metasifica de una fonetica.

Creo que es esa fonètica sin un oasis.

Mi ignorancia para escribir de aquello que
se muestra secreto en todas las alcantarillas
del mundo.

La narraciòn de millones de tumores de
aire en el oxigeno.

La composiciòn del sueño cuando se
dobla en una imagen igual que un tallo.

El episodio del magma en un epicentro.

La llegada al perihelio de un lunar.

Creo que es un tatuaje.

Lleno de misteriosos rastrillajes debajo
del sol o la luna.











Candelabros





Las cosas toman el camino de la noche.
Algunas duermen nuevamente entre sus pensamientos.
El pensamiento a veces es una forma del sueño.
Y en èl de manera diferente se pronuncia.

El pensamiento a veces es una forma del sueño.
Es algo que crece en este instante entre las ramas.
En una soluciòn de papel en el agua.
En el himno del polen que ha cruzado el cielo.
En el objeto que de manera inmediata queda incluido
en la gravedad.
Es la apariencia del mar en una densiometrìa.

Las cosas toman la noche.
El primer resplandor en esa noche subitamente es
el de una estrella.
El de una primera conjugaciòn con el fuego.
Con la idiosicracia del bolido mimetizado en
la cola de un cometa.
En el lenguaje de un asteroide con frisos en la
estela de un cuaderno.
En la guìa cientìfica del margen en una paloma.
De un ala que se unirà a lo magnetico para
percibir nada màs que el equilibrio en la aurora
de imanes.

Las cosas que este atardecer tomaràn tu boca.
Que reconstruiràn las palabras que habitan en ella.
Y participaràn de la sal y el embrujo en uno 
de sus quistes.
En una de sus partes doradas con electrodos.
Con fintas de iones y emboscadas de abanicos con
siluetas de barro.
Con prismas llenos de alcantarillas y pètalos.
De unciones como el limite y la marcha del aura en
las lechuzas.

Las cosas que toman en este instante el camino
de la noche.

Para grabar en ella para siempre aquello que
fue develado por el dìa.

Y entre ese dìa y esa noche un univeso lleno
de puertas e intermitencias

todas llevan el nombre de los candelabros.







jueves, 24 de noviembre de 2016

El Otro Lado de los Alfileres






El centro de la corola anida en una imagen.
Asirse a èl vuelve a ser como un escrito en el instante
que emana de una profanaciòn. He vuelto a un
titulo de barro para intentar comprender ello.

Mientras tanto las agujas han crecido en el aceite.
Paralelamente los gorjeos buscan una luz en el 
cinismo y las auroras se ensartan a los
molinos y espantapajaros; los rascacielos leen
ahora entre neumàticos y citas de pàpiros
debido a ello.

Entre las crestas las sortijas que representaban un 
limbo han escoltado nuevamente la hojarasca. Parece
ser escoltada hacia el polen. Parece y no deja de
poseer un enigma como toda apariencia,.

El centro de una imagen que puede ser una metàfora.
Que es nuclear en sus penas y no deja de perpetuar 
la ùnica bolichera que navega en sus acidos.
Que limita con los artificios hasta crear forasteros.
Que inunda de periodicos aquello que balbucea.
Que extiende armònicas en sitios de arena
donde las escolleras emergen con sus
entrañas de alambres.

El centro donde los bolidos se preparan eternamente
a concebir el infinito que vive en los contrarios.
Que arroja una razòn distinta entre la piel de los
apriorismos.
Que se mentaliza en lo sobrenatural precisamente 
por que no es fantasmagorico.
Que llena de revelaciones una jabalina o un acto
de ensueño como el que es prioridad para la luna.
Pero para què continuar.

Ustedes que viven al otro lado de los alfileres lo saben.










miércoles, 23 de noviembre de 2016

La Subjetividad del Jaguar





El poema que hoy vive en el interior del agua.
Allì donde yerran las murallas e incertidumbres.
Allì donde la vida del sol se convierte en 
aspaviento.
La vida del sol con un gallinazo.
El gallinazo dedicado a las costumbres y habitos
en el fuego. El oceano en el atardecer buscando
el olivo.
El poema con cartas y viajes de pañuelos.
Citando a las sienes en su domicilio.
Buscando telescopios.
Recordando eventos de catalogos y gatillos.
Totalmente ajeno a las indumentarias, 
absolutamente lleno de arterias, buscando
inutilmente representatividad.
Dedicado a las orillas y las homeostasis en
una figura.
Con caracteres de humo y coordenadas casi
verosimiles.
El poema con inmensas antropologìas de
artificios.
Mimetizandose entre todas las cosas.
Recibiendo las efigies del agua y los 
caleidoscopios. El poema que sòlo puede
navegar si se incrusta. Que se deteriora y
camina rodeado de bicicletas.
Lleno de sueños o espiritualidad.
Recogiendo fenòmenos y caballos en un
peine.
Escolta en una cruz o el lugar ambar
del caliz. El poema en la subjetividad del
jaguar.
Fundamentalista y ciego desde un crater.
Con una flauta y un lipido.
Con una inexacta organizaciòn de los
reflejos.
El poema como el lugar al cual llegan los
nucleos.
Las abominaciones y las radiografìas.
Los rituales de un farol cuando se enciende
la noche.
Y las historias que se encienden en su luz
se transforman en peninsulas y habitantes.








martes, 22 de noviembre de 2016

Camino de las Selvas





Uno escribe de un dìa que puede ser una fiebre.
Un dìa con algunas marcas de arañas en el higado
y en los pliegues del estòmago. Con
datos de fibras y antorchas. Con escalofrìos y
porque no, con particularidades.

Cada quien escribe de las cosas que viven apiladas
o las ciencias del hambre en una vereda,
donde los puertos estàn compuestos de murcielagos
e hipotenusas.

Todo ser en el sueño concibe una llanura.
Una rama sumergida en el pecho con algunas operas.
Una radiaciòn donde se sobreentiende que si
nos exponemos mucho tiempo a ella
sucederan cosas en la piel como el acento del
mercurio. Como un trafico de acidos 
y cuellos que traeràn lejanos
estereotipos. Alguno de esos estereotipos
constituirà una alambrada.

Todo ser describe sus cines y los perimetros
respectivos de sus ojeras.
Sus ensenadas con galgos de barro, sobretodo con
galgos de barro que regresan de una pira
y creen en la lucidez como la identidad
de un himno que devora pelicanos.
Que es adolescente.
Que toma cenizas de una manzana.
Que detalla simulacros que derivan de los
aeroplanos.
Que duerme voceando eventos que explican 
la existencia de una mesa
màs allà de la luna y sus medianoches.

Uno escribe del dìa y ese dìa puede ser
una fiebre.

Camino irremediablemente de las selvas.








sábado, 19 de noviembre de 2016

El Vapor






Conoces el vapor. Es una chimenea pequeña.
Una especie de àngulo con notas sudorosas.
Con arpegios y lunares que especifican.
Con encrucijadas y brocales diseminados por
los daguerrotipos. Sabes del aire porque
ingresa al pulmòn y es matemàtico. Poligonal
como un viento de cera. Como el reflejo 
de una cadena que se reproduce en las 
rafagas del aire junto al escrùpulo o el pubis
de algùn pleistoceno. Tambièn conozco
el vapor. Sus silabas conciben millones
de dudas antes de desvanecerse. Sus dìas
calzan las primaveras donde los animales
venden coordenadas de humo en las
azoteas. Junto al rigor del sol y el polvo
en el verano. Junto a una raìz que tipifica
al menos alguna estadistica.

En ella vanamente tù y yo mordemos a los
perros.





La Direcciòn de las Lamparas





Si cada uno se dirigiera a una lampara.
A un brillo donde los acertijos se estrechan.
A un camino desplegado para que el sol duerma
en una carta y relojes de coral se sacudan.
Si nos involucraramos por la noche entre aquello
que toma una cigarra de manera magnetica.
Y entre los tropos es izada una ciudad.
Una mitologìa que separa el lenguaje de la vida.
Una mitologìa donde la naturaleza coloca el devenir 
en la niebla para pronunciar el nombre de alguna ceremonia.
De alguna xilografìa. De alguna acupuntura en una
hebra del pelo llena de idolos y sacerdotes.
Y en cada redada la luz vuelve a ser mental como
una estaciòn de linternas. De articulaciones
y màquinas que profundizan en la ciencia del
helio al desprenderse de un racimo.
Si en esos racimo fueran representadas las
caminatas de los himnos. El archipielago y la
el sueño de una orbita que finalmente llega
a los iris, con ferias y latitudes de sodio.
Y en las frecuencias de las escaleras un rìo.
Un botòn que pisa las edades de un fruto
solidificado por extrañas tendencias y la astrologìa 
que elige un lunar por la noche, una tierra 
sin adjetivos, enumerando la historia de
una voliciòn, de la ansiedad en las murallas
de una elipse, nos dice violentamente
que las uvas inclinan las cupulas de los 
edificios, los jardines alados de los pliegues
entre misterioso veleros perdiendose en 
las fogatas de la sangre.

No sin antes haber covertido en lampos
y yescas las venas.










El Mar Prehispanico





Un mar prehispanico. Colonial en alguna
de sus luces. Epistemològico al fragmentarse 
en oceanos.

Un mar que vuelve al sonido de una aguja.
A la playa con medanos o pensamientos que 
zarpan. 

En ellos las cabelleras de un hilo.
Los eclipses que anudan historias o perfiles
en los interiores de una marea.

Junto a las albuferas o el canto de los limites.
Junto a las escencias o los gritos que se detienen
en un lapso compuesto de melenas.
Entre ciudadanos que regresan a los rostros
igual que los huesos
llevando maquillajes o apariencias.
Espirales de carbòn oprimiendo el espìritu
de los objetos.

Un mar prehispànico durmiendo entre tejidos.
Comparando el futuro de la nieve entre 
hipnoticos roces con los relieves
y un espectral sueño de hambre en alguna
de sus siluetas.

Incendiado por forajidos o huertos
donde una cadena es impregnada de elasticos
o la noche es màs larga en alguna de esas
tendencias con sobrenombres 
o pseudonimos que
transforman en fogatas los contenidos
de la hierba.

Un mar con una silaba en el cuerpo.
Contrastando con los espejos que devuelve la 
tarde y entre sus vocaciones de espuma
el origen desgarrador y anonimo de
una cresta.

Donde duermen en silencio los vagones.





jueves, 17 de noviembre de 2016

Atolones de Yesca






Sobre aquellas estelas que denominan el mundo
del barro con crucifijos y cuchillos.

Con el nombre del sol incrustado en una yema
durante un dìa, en que el hemisferio pertenece en
apariencia a los contrastes.

En el pulmòn de una primavera que se llena
entre los nubarrones de opuestos.

En los jardines de hierro con menguantes
subtitulados.

En las contorsiones de los secretos que conducen
el vuelo de un ave en el aire. En sus diminutos enigmas
semejantes a un techo o un ovulo. A una sombra
donde aguarda un eclipse.

Què cosa màs extraña debe ser aguardar a un 
eclipse. A un meridiano. A un esquema donde las 
supersticiones de una cresta se queman entre
las raices.

En el nùmero coloquial de los techos regados
de telemetrìas.

En la luz inalambrica recogiendo el canto de
los osos. De las luces en el arnes y un guiòn de
plata, entre bocinas de salitres y llegadas 
a cronicas de bronce.

En los pergaminos a los cuales sòlo se adhiere
una palabra. En la fìsica del velo y su silencio lleno
de proporciones. En las cosas que datan de los
adioses y las edades con un timpano; hecho
menos revolucionario que una uva en la esquina
o los trapecios donde un color se descascara.

Bajo los tallos porque allì resplandecen algunas
idolatrìas y en los ocasos de la tierra porque en ellos
sòlo el agua se cohesiona a las cenizas del fuego.

En las iniciaciones donde el naipe lleva un
craneo hacia la luna.

En todo aquello donde escriben las miradas
de los pliegues. 

Con atolones de yesca y resina en sus manos.










miércoles, 16 de noviembre de 2016

Los Hilos del Diluvio






Recuerdo palabras que terminaban en una raìz.
Palabras abriendose como criaturas u organos.
Finos animales de brea semejantes a un preludio.

Palabras sedentarias cerca de un abismo, donde
los planetas regresan preguntando por sus arañas.
Por sus islas, por sus historias de polen desde
la identidad de un verbo; colocado esta vez en las
encias de profundos lagos; esos que nada tienen
que ver con las ruinas.

Son palabras con menguantes o perdigones.
Ciclicos cilindros tejiendo la voz de un reloj, el
sonido de una mejilla, el indicio del trigo con
referentes siderales a cronicas y leguas
en un amanecer donde algunas cosas
iguales a la lluvia poseen una marea.

Recuerdo palabras que son la realidad de un
ser por el alba, cuando las profecìas dejan un
martillo en la niebla. 

Liquidos sonidos inundando dormitorios.
Capacidades de leche en un sol dotado sòlo
de imanes.

Veo historias regadas por el bronce o 
una caracola que naufraga en las sienes
y palpita entre gimnasias de àrboles con una 
efigie.

Algùn grito, la corona de un àngulo sucio en
los nucleos de algo crepùscular, encerrado en la
vida, como una inmensidad que alcanza el 
silabeo o deletrea, junto a un amague extraño de
estelas que no son contemporaneas.

Recuerdo una palabra en el centro de una imagen
donde los contenidos descienden de las 
reencarnaciones hasta percibir una cascara.

Un molino cuya identidad determina un baul.
Una galera que oprime un manuscrito.

Rodeada de pensamientos que eligen sus 
hilos en un diluvio.






martes, 15 de noviembre de 2016

El Universo de los Siseos





Al final la ojera de un jardìn oprimida por una hoja.
La coherencia donde es plano el sujeto y se aborda
de manera inconquistable; casi vaporosa.

Al final las estrellas y los siseos
desde un instante misterioso que està posado en
el verbo como un tenedor.

Como si algunas cosas dejaran de suceder en el
mundo y otras sostuvieran sus epìlogos 
en los materiales o entre las estadisticas.

Como si la flor mostrara los pètalos, cuya ùnica
experiencia es desintegrarse en una foto.

En los senderos purpuras de las varices.

En las calles formadas por el vientre de manera
helicoidal.

En el rango y el sudor, en los eventos de las reliquias
que atajan una rada, donde el invierno alquila
a la niebla estaciones enteras de juguetes
y panteras.

Maniobras desconocidas que hablan del lago
y las corolas, de los fundamentos del pavimento en
una avenida, donde atardece tanto para el rigor
como para el destello de una boina
a la cual los murcielagos depilan
por la noche sus helices.

Y desde lo milenario una citara.
Un nucleo de antepasados de matiz rosado.
Un mundo de volcanes para tener el conocimiento
del lenguaje en el momento en que se entera
que ha sido convertido en palabra.

Y la poesìa parace suceder a 
ello.

Al final donde las circunferencias editan
memorias dentro de una bolichera; allì las
escamas de los peces finalmente nos dicen
que no podremos ser diagnosticados
pero existe una civilizaciòn moderna y neoliberal
debajo de las piedras a la cual podemos
morder si es el deseo de la luna.

Entre industriales velos que son epicentros
de uno y otro atavismo.
Entre sinteticas grasas que caminan a los polos
o se enquistan en huellas que reclinan
sobre el yeso, verbos como el resplandor
o la espuma que desnuda un rito de carbones.

Una constelaciòn de galeras que resiste
a extinguirse en el movimiento.

Y se aleja del oceano.









Manzanas Terrestres





En todo corazòn hay una casa que se eleva.
Un naipe hecho de màstiles.
Un tropo de carne que se pliega pero no es una
figura. Una igualdad de carbones o botes 
que separan el nihilismo del acido para que pueda
ser visto por el fuego.

Un marco poètico para que la arquitectura logre
algùn dìa llegar a las entrañas. Un marco
que cubre esas entrañas con colores rojos de 
astronautas y cìnicos albedrìos; estos ùltimos
pertenecen a los eufemismos.

En todo corazòn ya que es un diseño de esos
epistolarios con nosotros mismos, bajo un crepùsculo
de antilopes; sudorosos y por que no gregarios.
Oprimiendose casi siempre contra el polvo y las
radiografìas.

Entre àrboles rubios de polisemia.

Entre estilos de amapolas cubiertas de hielo
en los arcos.

Junto a un libro de rumiantes o una escritura
de tropicos. En las prendas amarillas de una
cigueña que tropieza con el ozono y las particulas
que semejantes a primicias llegan de las
algas a un ideario.

Cerca, muy cerca de manzanas terrestres con 
edificios de amoniaco. 

En amaneceres que edifican puestos de hordas
entre las santabarbaras o kilometros de hiel que
ensartan a sus sienes la existencia o una 
orilla limitando con los huesos.

En todo corazòn hay un astro que està por escribir.
Una noticia del amor en la distancia; el amor
sòlo es posible cuando las filarmònicas arañan la
distancia. El amor sòlo recorre la hierba si es
de plastico o llega a hegemonizarse. Si
se arrastra debajo de la carne igual que una
espina.

Si las nutrias tocan el helio por la noche o si
el mundo se extingue acampanado dentro de un
dirigible.

Si la posibilidad es el radio de una circunferencia
donde ahogamos las cosas o los sortilegios hunden 
sus almanaques de aceite.

En todo corazòn, como si formaran la capacidad de
un obelisco y las jabalinas adquirieran la fonètica
de la electricidad que corre en los cables a 
diestra y siniestra de los postes
y epitafios.

De los cilindros y las formas triangulares de las
cosas.

Escupiendo magicamente desde la aurora igual
que los objetos.












lunes, 14 de noviembre de 2016

Ejercicio de Anilina





Las ciudades pertenecen a una antorcha.
Al espìritu que lleva ejercicios de anilina.
A los resplandores donde la velocidad de la luz
horada por la tarde un cometa.
A un destello con narraciones de bengalas en
el horizonte. 

-mientras tanto la atmosfera sigue siendo
contracultural segùn la genètica-

A la tierra donde los helices han dejado una
secuencia de zinc. Una proyeccion semejante
a la que limita con el carbòn por la tarde,
entre escalones y àmbitos dorados que
tambièn podrìan ser entrañas.

En los limones de una casta desprendiendose
de una tijera.

O las arengas de una orgìa que constituye
una hoja.

Mientras el universo desprende una estrella
sin constelaciones y la figura del mar 
se hace ambar.

Las ciudades son como reencarnaciones.
Como los travesaños donde el amor irisa
sus opuestos en un roce. En las celulas que
despiertan muy temprano entre las 
nervaduras con un prologo detallado de la
clorofila.

Y entre las regiones industriales un preludio.
Un calendario de vapor en las anatomìas.
Un ciclo de galeones conservando un eclipse.
Un festìn psicosomàtico donde empieza el
misterio.

Donde tambièn empiezan las corolas.

La certidumbre de un futuro en el pelo y la
experiencia de un trapecio.

Sumergido en el eter donde se arrastra
a lo indòmito una linterna.

Absolutamente llena de lianas y fragmentos.





Los Barcos de Cenizas





Cada lenguaje posee una vida diferente, eso es obvio.
Una llegada a un conjunto de husares que jamàs termina de
esparcirse. Una brasa, una contusiòn. Un algo asi que es 
de membranas o tejidos sobre aquello que despierta.
Sobre aquello que crea cortinas o arañas en los ejes
o la vida repentina del musgo que deriva hacia
la tierra, entre escatologìas de verde sobre pliegues
o desembarcos.

Cada lenguaje es una composiciòn de madera.
Una idea de la luna en los hombres buscando una albufera.
Un solido que agoniza en una de los tantos conceptos de la
realidad que posee un prisma, enloqueciendo
entre pubertades de alambres en una alameda que
arrastra -quieralo o no- crudas estelas de
aluminio semejantes a la carne.

En los ritos salados de un unicornio.
En la poca fortuna de un caleidoscopio al mirar la lluvia.
Al organizar partes de ecos que celebran en la memoria, el
silencio con que algunos troncos se vuelven repentinos,
casos de mìnima individualidad, portes de resplandor
que sòlo atajan la miseria.

Una bruma, una llegada al sol por la noche.
Un encuentro con baules y maquinas por donde sirga la
oscuridad con sauces de tiza en el pecho, mientras ciudades
y relatos de arsenico llenos de bahìas, colocan minaretes
y pulsos de yodo en las pulmones.

Cada lenguaje o cada estrella sobre la tierra
cayendo en su reflejo, en una extraña arca, donde el
universo supone lentamente el oceano.

Y los barcos de cenizas que corren por sus olas.










sábado, 12 de noviembre de 2016

Poema




Todos los pàjaros poseen un àrbol.
Una forma aerea de alcanzar un gorjeo
o una cupula. Llena 
de lunares y lupas como aquellas que
la individualidad humedece
o llena de magnesio en un crepùsculo
sumergido en los automoviles.

Todos escriben de los automoviles
De los craneos llevados por cada uno 
a una extraña ciudadela. Todos 
los craneos son de cera. Tienen un
capitulo o un torneo de cascaras.
Adquieren un solido.

Atraviesan los dormitorios donde un 
menguante encuentra una silaba
desnuda y purpura como un himen.
Como una estructura de megaterios
que tocan el polen por la tarde
cuando el mundo se llena de epicentros.

Recorren los traficos como si estuvieran
hechos de cenizas. Levantan de esas cenizas
aquello que aùn puede convertirse
en fogata y luego derraman la brea con
la cual el tiempo creò una jarcia
en las fabricas que sobrevolaron. 
En los dìas hermafroditas del sol dentro
de un peine.

A veces caen a una piscina y luego 
se interrogan. A veces quedan enredados
en los alambres de los postes, en ocasiones
describen una escena en las sombra de
un periodico, en las faenas de un destierro,
de un exilio cuando la oraciòn es 
inundada por acupunturas, plagado ademàs
de caracoles e himno en las estrellas
de los periscopios.

Con franjas de hilos cruzaron los paisajes.
Se detuvieron aunque fuera inutil en el color
rojo de los astronutas.

Asi se comprobò un dìa a dia sin màstiles.

Donde la naturaleza de la playa era de 
barro.

Y no de arena.












El Viento Sobre la Corola






El viento sobre la corola de un latido que esta
mañana es dorado. El ciclo de lagunas de aire 
en el hemisferio. Ese mismo hemisferio hecho
de columnas y lagartos. Quizá de estandartes.

La parque estampando su nombre en una hoja.
El estambre que cae y se adhiere extrañamente
al tallo. El jardín por donde el cefiro camina
llevando un heliotropo. El sueño, allí la
hojarasca oprime una soledad hasta la llegada
de la nieve; es igual como en una metamorfosis
donde la realidad aguarda entre las plagas
o las mareas disputan los titulos para
reencarnarse o reconocerse.

Ciudadanos de espuma esparciendose entre
las serpentinas. Calendarios que toman una
aguja del diluvio. Distancias de acidos que
vuelven a recoger los paraguas de un circulo
donde algo semejante a un atardecer de sal
es voceado.

Paradojas y el huerto donde una edad de 
trompos levita. Entrañas donde el espacio
vuelve a encontrar sus limites en las entrañas
como si ello fuera un ocaso que llena sus 
instantes de peninsulas. Qué extraño debe ser
ello.

Que extraño volver al agua sin ser capacitado.
Conduciendo nada más que cosas inutiles 
como un prologo o un espinazo. Una casa de
agujas que enhebran una linea, un punto
que es tan forastero como la idea de un eslabón
en el aro antes de tocar la tierra.

Que extraña esta formación de pliegues.
Este lugar donde se irisan particulas. Grados
de algodón y helio, transitando dentro de
un planeta donde las espinas llegan a un verbo,
a una muralla, a un escrito donde algo lirico
en el amanecer separa al ser de todo aquello
que lo rodea.

Incluso de si mismo.







jueves, 10 de noviembre de 2016

Borealidad de lo Maritimo






Algunas objetos llevan en su interior una 
rada. Un mundo de armonias como aquellas que
oprimen los navios. Aquellos objetos
son boreales y maritimos.

A lo lejos el muelle presenta sus ojeras. Sus pelicanos
que esta vez son de trigo y colocan en sus oidos sonidos.
Lo hacen en un punto donde los sonidos tienen que cruzar
por un instante el cautiverio.
Luego se pierden entre la realidad. 
Alguien dira que el cautiverio y la realidad
son dones inasibles. Epifanias de
lenguas.

El cautiverio mientras tanto se convierte
um microfono. Otras veces se acerca a la naturaleza
de la plastilina, para adquirir otra forma.
Este no es el mundo de las formas debo decir, es solo
el deseo de una soledad que roza las corolas.

Algunos objetos nombran el silencio de las
cartulinas. La sal en el ciclo de un caracol tensado
por una boina. En la arena el viento foguea un lugar 
donde escribieron las antorchas y los 
almanaques.

Algunos. No todos. Y lo hacen inclinandose a
un arbol, a un simil donde nacen los tulipanes con
una concepcion purpura de los eclipses. Del
ladrido que muerde un periscopio o una
marea antes que un organo del mar
se llene de acrilico.

De linternas. De seres que se difuminan.
De cosas hialinas que se descascaran.
De naciones semejantes a las inquisiciones que lleva
en su mente una grieta.

Y los pedazos de aura 
acariciando los ineditos ciclos del hambre y
del mercurio.








La Palabra





La palabra puede colocar un àtomo.
Seguir a la espuma como lo hace el movimiento.
La palabra invade la piel igual que 
el verbo y despuès toma el sueño en ella
para desmoronarse. La palabra
es una superficie con legañas o un supuesto
de la luna cuando habita superficies.

La palabra cita a los zocalos de un animal
en los relieves, donde los àrboles han elegido 
una historia de selva o han desmayado en la
opiniòn o el nombre de una aurora
en que los pàjaros sobrevuelan
objetos como la mesa
o los utensilios; imagino que allì el vuelo
sigue siendo una supersticion para alcanzar
lo indòmito.

Llega al corazòn con una letra.
Llega al espìritu con acordeones debajo de
una celula y despuès luce sus
contrarios, sus cajas de abejas, sus lirios
de aceite como los que indicanse
luego del reflejo de una
armonìa o un velero donde los mundos
vuelven a la incognita o el proceso
del infinito en una medalla.

La palabra no es esa medalla.
Tampoco los tallos que intentan convertirse
en pètalos. Ni las nervaduras con un esbozo en
los mentones, luego que el diluvio empuja
condiciones del sueño hacia una cascara.
Debajo esa cascara hay otra hoja. 

La palabra describe a los vellocinos y los
puntos donde se exhibe la soledad del carbòn
buscando el horizonte en un plantigrado.
En una flor de zinc varada en alguna
forma del metal cuando se irisan
los polos y un crespòn de hule
zarpa hacia los humeros.

Lleva la experiencia de una bengala.
Recoge la iniciaciòn del destello cuando se
convierte en piano o se estrella
en un cardumen debajo de
un manantial frente a una peninsula.

La palabra es un lugar diario donde las
columnas son de aceite y la continuidad de las
palomas en un arco es densiometrìa 
o dinàstica manada de osos.

La palabra es un humero.
Un nucleo de tiza en los cabellos.
Piso de arena que circula en el granizo
de una entraña.

Nervio de jiròn o pez que llega a las algas
con una circunstancia.

Con un reloj de sed.

Con una constelaciòn de espuma habitando
nada màs que piràmides.







miércoles, 9 de noviembre de 2016

La Estrella de Lejìa






La piel ataja la brisa de una perspectiva
en los vagones de una emboscada.

El oceano crea reyes y suplicios como el
aceite en el panorama de un ardiente escrùpulo
llegando desde una corola marìtima.

Temporadas de hambres que sueñan una vereda
con proporciones de lirios mentados por una
azotea. Muros de carne que se precipitan en los
lagos.

Mortales pàjaros de vidrio escenifican una rueda
donde las latitudes se estrellan contra el
ùnico abecedario de la nervadura.

Reclutas de espuma en la ilusiòn; allì la marea
se diluye en la apariencia de una embajada
con ciclones tìpicos y amarillos.

Satèlites y hordas deambulando en el sino
de una membrana, donde el amor despertò con
una palabra crepùscular en una casa; fuera
de ella la realidad era grotezca.

Terrestres hilos donde la especulaciòn inhala
dragaminas de follaje, como si se tratara de un
universo lleno de legiones.

Terrestres sinos donde vagan los semidioses.

Serpìentes de vortices o estuarios donde un niño
golpea un seno con una estrella de lejìa.

Manadas de frìo desencandenando una orgìa
de yelmos infinitos en el lomo de una pantera.

Estelas que a partir del rìo y los vortices
arrojaron al pubis un movimientos iguales a 
las venas o los escalofrìos de una hegemonìa.

Seres llenos de iguanas en sus hombros.
Celestes antimeridianos para que viaje al 
acido algùn juguete.

Elipticas voces que hundieron la vida de los
planetarios en otros sistemas.

Entre la naturaleza del dìa con un resplandor
o una escencia.

Un instante antes de internarse entre emperdibles
y metafìsicas.

Donde sòlo el eco de una imagen puede tocar 
lo sagrado.













Transfiguraciones





Sè que hay territorios como los molinos.
Sè que sus existencias se transforman en ocasiones
en helices.
Sè que un fruto puede o no ser fantasmagòrico si
vive demasiado tiempo bajo la lluvia.
Sè tambièn que cada òrgano es una silla.
Y el clavel se cubre de espantapajaros cuando 
tiembla.
Conozco un recipiente milenario en cada 
fragmento. Medito en ello como si lo hiciera en
una estaciòn oculta.
Sè que hay dimensiones que auscultan el devenir 
sòlo en los pàjaros.
Que el sonido de la ropa es tambièn un traje.
Que las expresiones pueden o no llegar a las
contradicciones. Sobre todo si caminan entre la
poesìa.
Sè poco o nada de lo poètico.
La definirìa como un galgo o una saeta que lee por
la mañana un periodico.
Dirìa de ella que es una secuencia donde caben
grietas o simulacros.
A veces pienso que es una rotaciòn o un conjunto
de cabelleras, pero eso es poco probable.
Quizà es una regiòn que recorre y al hacerlo ondulase.
Quizà es la coyuntura de un obrero cuando pone
en los circulos de las bicicletas las catalinas.
Sè poco o nada de la poesìa asi que podrìa decir 
que es una estructura.
Una metropoli de puros nosocomios.
Una brùjula con vigesimas partes de agua.
Un litro de quimico escollo.
Un imàn que se mantiene al lado de una premisa 
y el ùnico limòn de la tierra que se humedece.

Sè que hay territorios llenos de lapices.
Melenas de madera gigantescas como los caballos
de troya.
Sè que el cilindro es una analogìa.
Que las interrogantes rondan trazos y nombres
no tan primitivos.
Que el lagarto es un factor idealista alimentado
por un plato.
Sè de la lengua en un caso de anatomicas 
caracterìsticas entre uno y otro acertijo.
Sè del mineral que roza los edificios del niquel.
De las performances que trasladan una hoja a los
planetarios.
De los mentones con figuras terrestres cercanas
o digeridas por un archipièlago.
Del radar o los peciolos llenos de barajas en una
caverna; lugar donde aquello que no puede
ser definido de lo poètico, nos alcanza con miles
de transfiguraciones.








martes, 8 de noviembre de 2016

El Escribir del Girasol





Es un domingo. Los àrboles crecieron de
nuevo en la extinciòn y los demonios prolongaron
su existencia en el parpado.

Al lado de la espuma, nuestra vida concediò 
una forma de ritual a las hojas y en consecuencia
los ferrocarriles errancaron una hoja del aire.

Hablamos del cosmos porque escribiamos de
los astros. Suspendimos por un segundo las parabolas
en un telefèrico ya que pensamos que asi 
alcanzarìamos las nuestras.

Vimos el oceano por pedazos y sòlo nos 
alcanzò para creer que eso no era todo, habìa en 
la brisa una bujìa de vapor sosteniendo lo 
contrario.

Es un domingo. Dìa perseguido por la corola 
o la inteligencia en cada uno de los dormitorios
sobre la tierra; confundida en los nùmeros
de las sortijas en el trigo.

Apogeos de sueño fueron derramados de
los troncos y en los baules de un gozne el idolo
rozò una libertad rodeada de espejismos.

La poesìa descubriò una botella debajo de
una liana donde protestaban los jabalìes y las
particulas de los rascacielos.

Monstruos de arena irradiaban en los bancales
sus pustulas y seres industriales ataban 
cartas de vidrio a las pintas de mercurio en sus
chimeneas.

Tràficos de barro en la tierra donde los 
botones se los mapas separaban una cortina del
aire y aniversarios de goma en los lutos de
los caracoles sembraban de antiguedad el
microcosmos.

Donde no terminaban de escribir de la luna pètalos
y girasoles.







Grietas de Sueños





Pertenece a un diario de plateas
donde el alfabeto cruza la tarde o algo
semejante a la espuma toma una expresiòn 
del trigo.

Toda espuma a esta hora es un coribante o
un rasgo sintètico.

Toda espuma semeja un acto de yeso 
transformandose en paraguas.

En nucleo donde el hombre se aleja de
la hierba y una melodìa inunda el hambre desde
iridios profeticos.

Pero no todo iridio es una profecìa, ni camina
por un valle de carne tomando alfileres. No todo
albedrìo es de hambre.

No todo iridio y en una ciudad de peines son
desgarrados los àrboles, con las premisas que
creen en los neologismos, cuando oprimen en
la nieve una palabra, un perihelio o un
reflejo atroz de una letra queda
convertida en silueta luego de un diluvio de 
cera.

Pero no todo diluvio es de cera. Y entonces 
algo camina hacia esas cabelleras
mimetizandose en el interior de esa cera
y un silencio alcanzado por
los maleficios vuelve a reencarnarse en una
herradura con metamorfosis de relojes
en el viento.

En adivinos que enlazan a su piel grietas
de sueños.





lunes, 7 de noviembre de 2016

Muelles de Polen







Quizá escribieron sobre los paises desde un sotano.
Tal vez adivinaron el lugar del cual procedía la tarde
con buhos de magnesio.

Quizá se incrustaron un peciolo a una peninsula.

Es posible que naciones de purpura hayan posado
una selva en sus palabras. Es posible que las palabras en
ellos se hayan disecado y entre postreros escalofríos
sus mundos empezaron a pertenecer a las melenas.

A los relojes, a los horizontes que escarban en una 
soledad que se extingue en el barro. En la flor que
se desprende de una imagen en una colina, donde
los pétalos son de vidrio representando una horda, 
un tejido magnetico. Un circuito elaborado por
las algas que cruzan rafagas entre horas que
pertenecen a los nubarrones.

-todos semejantes a las civilizaciones-

Quizá asomaron un mundo a las cenizas y desde
la realidad tomaban los eventos donde el eter
elegía misteriosos momentos para vivir. Tan 
misteriosos como el corazón en una rada y en 
las particulas del bronce, donde las palmeras
eligen sacudidas del sueño antes de pensar en
una corola.

Quizá caminaron por las circunstancias con
un parpado que imitaba las constelaciones y 
describían por ello metafisicas que viven sólo 
un instante entre la poesía.

Y oyeron en los velos con una armonía que rasga.
Con una estación de prismas que ascienden a
la tradicion de los colores.

Tal vez inundaron de polen los muelles, donde
existía una citara y el astro de carne que trazó
premisas marginales en una uva.

Y al inundar los muelles de polen construyeron 
alamedas y alambradas para que jamás fueran
representados los solsticios.

Ni los nosocomios de follaje, donde se alojan

microscopios y organismos con nombres 
pluricelulares.







Criaturas de Aluminio






La hoja terminò de cruzar el reflejo.
El pulsò se precipitò sobre cisnes que ataban
las esferas. Una mañana tuvo en los prismaticos
el origen del horizonte hundiendose en la
sangre. 

Despuès los minotauros llegaron para encontrar
una horda o una cacerìa en las ramas. Despuès 
llegò el atardecer con un espejo.
Con una serpentina llena de martillos.
Con una estaciòn donde lo empirico agitaba sus
helices hasta alcanzar una catedral o un
sacerdote.

Atlas de naipes convertidos en jabalinas.
Colisiones de ambar una ves tomado del
resplandor al mezclarse con el brillo.
Situaciones como las de un mar en la conciencia
del velero que se une dramatico.
Condiciones para el hidrògeno entre alhambras
de agujas, desvaneciendose a cada segundo en los
carbones. En el universo del zinc que es
tambièn una amapola o un iris cuando la realidad
cierra sus ojos.

Palabras que tienen relaciòn con las huellas de un
rinoceronte al enamorarse de los plasticos. 

Palabras que son inmanencias o ejes con
descenlaces grotezcos.

Grietas de piel dentro de una caravana donde se detiene
a memorizar el solsticio, el corazòn de un 
gitano.

Voliciones como aquellas que depìlan el silencio de
una estalactita o el dormitorio donde los megàfonos 
evaluan las hemisferios de un leproso.

La estructura de un barco al terminar el oceano.
La idiosincracia de un casco al estrellarse con la existencia
de los relojes.

Igual que la soledad de un minotauro arrastrando
criaturas de aluminio desde el alba.












Los Bosques del Desasimiento






Las industrias se aproximaron a un huerto.
El jardìn en el humero era una zona de papagayos.
El lirio que derramaba gigantes en aquel otoño
se desnudaba en una manta hiperbolica; resultò que
unìa jabalìes en alguno de sus caracoles.

De aquel caracol recuerdo las mejillas.
El uso linguistico de las paredes a medida que
cruzabanse los ferrocarriles y una armonìa que
se dilataba en los techos era desmembrada
en extrañas monarquìas.

De lo extraño la citara. La urna en el talisman junto 
a una mañana en que escribìan las cenizas y los
artefactos germinaban entre especies de animales
tensados en los tallos; de la monarquia
los panales.

Las industrias se aproximaron a un huerto.
Las densidades arrastraron un dìa de petroleo en
el pulmòn. 
Las estrellas rodaron hasta un amanecer en que
los pergaminos descubrieron un azar ebrio de 
colibries, de yardas con tanques de oxigeno
y maniobras heterogeneas en un bosque
de alfileres donde se inclinaban a
las puntas los crimenes.

Todavìa en los bosques el ala era un desasimiento.
Aun en las grutas las palabras formaban el
conocimiento de un diamante en la carne
suspendido por una aurora de hojalata y una epoca
de inutiles apògeos de auras
donde los minerales esmaltaban un
crepùsculo hecho de arcilla y 
barro.

Rachas de mercurio en el corazòn del diluvio.
Los demonios en una basta llena de amortiguadores.
Los yelmos en una propiedad de indomitos venenos.

Papeles a base de algodòn en una oraciòn en la cual
descansaban los cuchillos entre animales secos.

Papeles que vuelven hoy de las palabras de 
los astronautas luego de regresar de la luna.

De haber dormido bajo la sombra de sus àrboles

Y de no haber logrado traer uno solo.





















Tiene la Vida






Tiene la vida un modo esotèrico de caminar.

Una angustia que puede llegar a ser un concepto.
Un pendiente de espuma que a veces es plano.

Tiene un pedazo de corcho en las uñas y desde
el movimiento de sus bordes todas
las trayectorias se deslizan hacia una manzana,
ancestral e idealista.

Tiene un àrbol, una cabeza y una sediciòn.
Un astro de plasma que roza un vertedero.

Una sinagoga caminando en puntas de pie sobre
una rama. Adquiere la vida, premoniciones que
se alargan en los àngulos de los tejados, donde 
el polvo sigue aguardando a las avispas.

Adquiere la vida condiciones de tallos que se
despedazan, que nombran por la mañana el desden
y la luminosidad de un rìo cuando llega al oceano
y no descubre nada que ya haya sido atravesado 
por los sueños.

Tiene un dermatòlogo. Una latitud y una densidad
que convierte la razòn en una uva o un hipodromo.

Posee la vida una forma entusiasta de reconocerse.
De escribir trilladamente como lo hace la existencia
en el polvo.

Tiene la vida a falta de uno, cuatro gatos y todos
poseen en sus tìmpanos maravillosos cementerios.

Ademàs un pantalòn y una visagra.
Un monumento a las parodias y los eventos de las
filigranas.

Duerme en las ramas como cualquier fenòmeno
de enciclopedia, de sal en los camellos, de diminuta
adivinanza que a si misma se interroga.

Limita con los huesos y abreviaturas.
Mira el norte si es que se encuentra lleno de 
langostas y reflexiona en la proa de un acantilado
cuando vocea su grito y su viraje en el oceano.

Tiene la vida un acantilado que va llegando al mar
voceando su grito y su viraje.

Pero nadie sabe còmo.








domingo, 6 de noviembre de 2016

Los Diàlogos de los Pelicanos





Nos encontramos sobre la niebla. Es igual
que hallarse en el movimiento o en la capacidad de un
cefiro para constituir una orilla cercana a los
muelles, donde los pelicanos se sienten extrañados
ante la llegada de los diàlogos.

Pero acontece.

Y por màs que un diàlogo sea un conocimiento que camina
entre las palabras. Por màs que un diàlogo transporte
esquirlas o gnosis en sus devenires. Tù te encuentras sobre
la niebla al igual que esta mirada que llevo y que
ha descolgado una imagen intentando
llegar al silencio.

-una imagen es el principio del silencio-

Nos encontramos sobre la niebla.
Tambièn nos encontramos sobre el silencio.
Nuestros pasos han llenado de cicatrices la orilla.
Todas nos dijeron algo en ese momento y sabemos que diràn
otras cosas cuando nos alejemos de esta ribera, donde los 
pelicanos extrañados en los muelles,
no dejan de cerrar sus ojos ante la llegada de los diàlogos.

Debe tener un significado esa llegada.
Debe ser algo primordial y alternativo que ahora desconocemos.
Nosotros sòlo estamos en condiciones de hablar de cosas
como las piramides entre la piel. De cosas iguales
a las raices en los labios; en eso manifestamos
que nos parecemos a los àrboles.

Sòlo en eso.

Manifestamos que empezamos a diferenciarnos cuando
nos damos cuenta que esas raices estàn sumergidas
sobre la tierra.

Como si ella fuera otro oceano.

Nos encontràmos sobre la niebla. Descubrimos a los peciolos
antes que a la arena en ella. Percibimos la capacidad de
la orilla muy cercana a los muelles para oir
el descenlace de los pelicanos al escuchar los diàlogos.

Descenlace en el cual sòlo se encuentra un lirio.

Una metamorfosis.

Una direcciòn hacia los muelles para ser concientes de que jamàs
podremos ser pelicanos.

Y nunca -igual que ellos- oiremos los diàlogos.








viernes, 4 de noviembre de 2016

Las Bolicheras al Alcanzar la Relatividad





Los nombres vuelven a la hipnosis.
Las ballenas lo hacen a los cultivos de la
tierra.
Las circunvalaciones son marrones como 
las cenizas.
Un dragaminas se convierte en una superficie
y cada àrbol en una azotea es un
bosque.
Los intestinos llegan a un hemisferio porque
sus diàlogos tambièn son de azufre.

Brota un puerto con pelicanos de lava.
Germina entre manuscritos arrojados por
los menguantes y desembarcos.
Fue encendido por materiales escenciales a 
espaldas de los abecedarios. 
Brota y es nupcial como un matrimonio de
epistemes y alambradas.
De lenguas involucrandose en el sueño de
los lobos.

Los nombres intentan volver a un lugar pero
no hay como saberlo. Todo lo que se logra al
mirar en ellos es el sabor de una imagen. La
mirada donde la resurrecciòn se basa en
alamedas. En continuidades que florecen entre
la deriva; continuidades llevando fortalezas
de brea.

Los nombres vuelven a la hipnosis.

De esos nombres hay un modelo de gasas.
Un tratado de calle resuimiendo los origenes
de la flor que exiliaba un punto de invierno
entre los adoquines y lo hacìa con un sentido
vulnerable de las proporciones; ese sentido
pertennecìa a los exorcismos. A silenciosos
dromedarios con panales de vidrio en las
albuferas.

De esos nombres los muros son propiedades
de barajas, donde se acantonan los rumiantes 
entre melenas de neòn disputadas a las 
fogatas y a los abismales estudios
de columnas y astronomìas.

Entre bolicheras que alcanzan tarde o temprano
la relatividad.

Y vapores de mariposas monarcas.





Los Pliegues de los Circulos






La estrella sobre la arena.
Alguno de sus pliegues o alguno de sus circulos.
El tamaño de la marea volviendo al oceano entre
la resaca. Un simiente a lo lejos compuesto 
por occidentales bahìas. El caracter del 
hilo en el interior de un baul o los
craneos deslizandose entre 
un surco de amatistas.

La estrella sobre el desencanto o la llegada
a una alegorìa, donde ciertas cosas desencadenan el
brillo en las alas de una libelula; cosas semejantes
al corazòn, semejantes al hecho de la luna
que se arrastra en los hemistiquios de 
esta casa, donde tambièn destellan
caracoles y escalofrìos entre misteriosas
enfermedades con telas de arañas y tejidos.

Y ante ello la sucesiòn de los nucleos. El nùmero
de los ejemplos y los castillos en un medano. El tacto de lo 
verosimil agitandose en los muelles antes que las escamas
lleguen a un dado y las escrituras mencionen
a semidioses suspendidos en los
pendulos como claves de 
agua que inclinaban entre invisibles talismanes
sus supersticiones.

Ante ello, el equilibrio de los monasterios
en la morfologìa de una boina. El silencio con que
se aprende de los relieves cuando sòlo queda
el recorrido de un lobo por la tarde, lleno de
plastilinas de azucar.

El silencio de ese roce en la atmosfera.
La gravedad con que aquellas plastilinas regresan
a la tierra o el azuzar encendiendo el sueño en los limites.
En las corazas donde se agitan profecìas y botes
de hierba unidos por un alamar, por un eslabòn,
por el destierro especifico que existe en
un dije.

Uno que corona medallas desgarradoras en los
desiertos.








jueves, 3 de noviembre de 2016

Los Tallos Sobre los Carbones






La vereda apostada en esta mañana de niebla
en que el silencio destila o profana.

Tal vez esa vereda con un utensilio dorando el
destello en un prologo de sueño en los pavimentos.
Un prologo que alguna vez fue arrastrado por 
los circulos.

El viento sobre la escarcha con un contenido
de bronce, semejante al que llega del caos con un
paradero vacìo.

El transito del eter en las cuevas.
El trasladarse de la ceniza entre la yesca, cuando
algo en las sienes elabora extrañas brisas
como las hegemonìas.

Cuando la distancia deja de ser inundada por
las armonìas, intentando construir veleros en sus
origenes. En los limites de las iglesias y los
barcos.

Cuando las temporadas son de vapor y relatos
de helices extinguiendose entre los corceles
nos dicen que algo sigue pronunciandose en los
bosques. En los dorsos extranjeros de una
columna.

En los horoscopos y los atrios premunidos
de lances y memorias. En los tallos sobre los 
carbones.

Durante las performances aereas de los
albedrìos o el ser sobre una cupula de arroz
en el verano.

Cuando los ruidos despuntan como una
manada de escalas en los presentimientos y
manchas de poliedros recorren el viento
y las lianas.

En el dìa de esporas conjugadas por la belleza
a partir de una mandibula.

Mientras interiores de brea arrastran lamparas
entre los pleistocenos.










miércoles, 2 de noviembre de 2016

Invierno





Ha pasado el invierno.
El frìo ha sido una paradoja o una historia
de legañas en èl.

Las ojeras de un tigre pronunciaron a lo lejos el
sueño de un reloj que limitaba con los 
periscopios.

En los desiertos se irisan leprosarios de oxido
sobre tejidos de alcohol.

Los tulipanes arrojan a las campiñas brocales
que reconocìan intermitencias entre presagios de
luces purpuras.

El jabalì encontrò el sueño finalmente en los labios
igual que un niño.

Ha pasado el invierno y si atravieso estas calles
es porque tù me has llamado. Parece una cosa cautiva
y amarilla. Parece una melodìa por la cual un dòn
desciende hacia la sangre con millones de 
nervios.

En los cuchillos peregrinan el aliento de las grevas.
En las riberas hay nombres con prototipos de 
cebollas y acidos que suspendidos en los profugos, 
desnudan un perfume de devenir en las
linternas.

Sistemas de ozono en una botella de lirios.
Ciencias de agua en un amuleto donde los
anfiteatros columpias voces de espuma.
Antiguas son las edades donde los limites tantean el siseo
del cefiro en la copa. El siseo propio de cualidades e 
himnos desde constelaciones de barro.

Sì, ha pasado el invierno.
No ha sido un invierno con lluvias de aceite.
No ha tenido la capacidad lirica para escribir sobre la tierra
o describir lo milenario como un hermoso timpano
cultivado por la percusiòn en los oidos.
Tampoco ha sido la caminata donde nos encontrariamos
en un tronco de seda al cual algùno de nuestros corazònes
debiò quedar adherido. Debo concluir que el
corazòn que debiò adherirse a ese tronco
no nos pertenecìa.

Ha pasado el invierno pero mi sombra es un pàjaro
que se alimenta de reflejos entre los suburbios.

De escalas y objetos conicos que se liberan de
la tracendencia.

Entre los oraculos circuitos de mimesis giran hacia
la luna buscando un menguante.

Ha pasado el invierno y yo no soy ese oràculo.

Y mucho menos la mimesis que gira hacia la luna 
buscando menguantes.