jueves, 31 de diciembre de 2015

La Sexualidad del Pez




Conozco un poco de este sueño.
La sexualidad del pez en la arena es de mercurio.
La imagen que coloca primero el mundo en sus raices gelatinosas
es de ceniza.

Sè de esa vida de exorcismos pero no en absoluto.
-hay una flor que quema la arena-
Del volumen del desasimiento ahora que la espuma
acaricia esa roca. De una forma de tea. De una conjetura de velas
reencarnandose en una ojera donde los timpanos
capean una palabra. Donde una embestida
retira las encias de los prismas.

Recreanse brillos en la casa donde otros equilibrios
rasgaron los sentidos buscando un verbo. Una motocicleta
igual al mundo que no fuera diferente. Que siga pareciendose
en todos sus fantasmas y velos a este. Una plaza 
relativa al ozono en los dientes que desplegara otras ruecas.
Una luna inmediata en el cuerpo.

Y entonces el sueño.
Un caso en el tiempo donde las lluvias se levantan al
final de un herradura con el significado de un golpe rosado
en los muelles.

En los molinos donde las helices provienen de los
astilleros y no de las hogueras de maiz.

De una muralla de carne en el peciolo.
De una existencia que damos a los trenes con periodos
de astronomìas violaceas.

Imaginadas por muchas palabras en una sola.







El Limòn de Trigo






Reflexiono en la criatura ahora que es de
luz.
Un limòn de trigo entre los arreboles, se
aglutina.
Una enciclopedia de negro donde inmolase
una mantis, perpetuase.

Reflexiono en las cosas que se abandonan 
entre sus adentros.
En la tarea del neòn un dìa de otoño.
En la cinematografìa del pulso en los veranos
cuando arietes de pìel presionan imperceptibles
estribillos de remotos cuadrigueros.

Me dirijo a los heliotropos donde se reincorpora
una tendencia gaseosa. Nada màs que gaseosa.

-no sabemos si el adjetivo para una tendencia es
suficiente-

Descenlaces como la brisa en la ojera.
Estridencias iguales a un soplo donde desemboca
una proa.

Manchas de archipielagos llamando a los galgos.
Folios de radiactivos meridianos golpeando las
aristas de un fruto mientras dormimos.

La medula ahora es semejante a una gota y brota
entre husares.

Medito en la espalda de este dìa. En la forma
amarilla de un astro rojo con cuclillas en una
de sus puntas.

Reflexiono en el lienzo que es un siseo.
En el brazeo de la arena con un ojo de lluvia. En
las saetas que instruyen una ciudad acaso verosimil
en las agujas de un hueso.

En mi propensiòn a llegar tarde siempre a ese
encuentro con la vida.

En el manifiesto celeste para inventar. En el pez que
olvida sus branquias para relatar.

En las patillas de lo invisible tensandose cuando deja
de observar gasfiteros.

Y aquello que denominamos aliento se desprende de
las almenas.

Se despende de los ecos de un gitano.












Los Tejidos de los Eslabones




El rastro de una galaxia creado por 
escarlatas galeones.

El lenguaje del trasatlantico en la
hierba.

El romance entre una curva y el pensamiento
lunar en el secreto de la hojarasca.

Los rascacielos adheridos a una uva.

La praxis del viento en una cabellera y sobre la 
corriente, la imagen de una torre programada por un rìo.

La naturaleza del hangar en un grito.

La escala aerea del tejido formada por las ruinas.

Los proyectiles descendiendo desde lo exotico hacia
una plataforma.

Las figuras de sol recreandose en una academia
de barro.

El manantial donde se agitan los monasterios de una
filosofìa sembrada por las ramas en la brisa.

El ciclo de una multitud de corolas en el aire y sobre
las avenidas los recursos literarios que pertenecen tambièn
a la sangre.

Las cicatrices del polipo y su sueño de dejar lo invertebrado.

Lo invertebrado y los mamiferos.

La noche del velero.

La sintesis de una flauta en el rostro.

Antes de que cada pìramide en el mundo cierre los tejidos
de los eslabones.




miércoles, 30 de diciembre de 2015

La Crìa Sudorosa





Los castillos cruzan una lanza.
Luego derivan hacia el final de los tallos.
Luces de gasas en una herida de fluor. Pajaros iridiscentes
residentes en una ventana que cubre aùn la infancia
donde un rio canta entre bolicheras cuyas
banderas son hondas.

Concentraciones de magnesio en los ritmos de
una bandada.

El sonido de una ola en un fuselaje de espejos, donde la
energìa formaba el ocaso y los jardìnes de petroleo descascarados
sòlo por el fuego, aullaban.

Cabellos de plesiosaurios ahora que el requiem labra en
la escritura, un àrbol moreno igual que un fruto
ardiendo entre los paraderos, con moluscos que ceden de
noche a los plasticos, con antenas y mordeduras como
las que dejan en los barcos los muelles.

Coplas de limbos adoradoras de sienes. En uno de ellas
vive gitana una tarde: diàlogo de dos cisnes sobre una 
crìa sudorosa.

Vapores de algodòn suspendiendo un lapso.
Un manantial de sol para que aquello que bebamos sea siempre
ardiente. El sonido del lenguaje trae el peso de una lejana calle
sin màs teorìa ni firmamento que algo astrologico
arrancado por los buhos a 
un ritual.

Seres de agua. Espacios de ligas uniendo eslabones.
El tropico de una estrella sedada en el tempano o su hemisferio
reducido a lo ecuestre por las constelaciones.

Oraciòn tras oraciòn en el cayado.
Lirio solidificado en un diario de herviboros.
En un bosque que llena de diluvios las pupilas de un niño que
lleva un seno en sus manos.

Asi como una idolatrìa de extraños pensamientos en su craneo.











Mitografìa Fosforescente





El fuego es una palabra.
Luego las pupilas, el secreto del mar. El frìo
de un pensamiento donde el sol enrojece.
La maquina nihilista donde un toro
abstrae.

La llama se agita dentro del ascua. De un corazòn 
que imita al sueño en sus reencarnaciones. De la extensiòn 
en un eje solitario, sacrificado en la leyenda de una
piedra.

Durmientes de crotalos y tendencias sobre el encaje
de una sien de crisolita.

Dìas que traen respuestas de los equinoccios. Preambulos
de seda en una escafandra donde las mañanas se repiten 
igual que un reflejo.

Relatos siempre amarillos a traves de las estrellas. Formas
de diamantes en la marea de una lampara cubierta
de oscilaciones. El fosil y un jinete en el 
jade.

Anònimos himnos donde un jadeo queda hipnotizado.
Excepcionales amuletos de telas rodeadas de abanicos y de
un prisma donde la luz aletea suavemente entre la magia.

Mansiones. Ataudes de hierba en las cartas donde la
soledad vuelve a formar un espectro,
una casa de sed en los pigmentos.

Constelaciones de fogatas con una alborada de deseo. La noche
desvaneciendose en el polen de la flor. El mito
fosforescente junto al agua.

Brillos tras esa extinciòn.
Estridencias de pupilas donde el aliento llega a un arrecife
dormido en la hojarasca.

Bocinas de sueños. Laminas
de cocinas y ministerios sobre un hilo, donde los perdigones
al disecarse, muestran una humeda fabula que
parpadea.

Que mira las mañanas del oxigeno.

Ascender siempre extrañamente a los hipodromos 
del hidrogeno.








martes, 29 de diciembre de 2015

El Sudor de los Reptiles





La astrologìa toma un flanco.

Se adaptan a las frecuencias los himnos de
un prologo, las coherencias del mito en la hierba.

Mi casa vuelve a ser subversiva en todas sus heridas
y lo siento como si nuevamente fuera el hidrogeno
quien las acompañara en sus relatos.

Brotan similes en los opuestos.

Llegamos a un astro como si fuera real.

Nuestros sentidos vuelven a los
objetos con esa espacialidad donde dejamos que suceda.

Los pelìcanos acontecen en una muestra de alfombras.

Las calles son de leche o sobre una inquisiciòn que verdea,
el follaje logra estropear un rincòn de si mismo.

Paraderos de espectrales desesperaciones en los 
lampos.

Narraciones de suburbios enquistando jardines 
en su proa igual que en el deseo un marginal.

Un marginal extraño, periodico o diario como los canales
o el sudor de los reptiles.

Expediciones de agua para volver a descender de una
ojiva.

Del pesimismo de un escolio.

De los cultos donde empieza un habitante. Y vivir, vivir en
su soledad es tan extraño como una colina.

Como una maniobra termica.

Como un magnetico adivino en las ollas.

Valles de osamentas.
Inutiles gelatinas en la piel para los que no se equivocaron.

Y para aquellos que lo hicieron sòlo este oso.

Este absurdo oso de terciopelo en el cuerpo.





Peninsulas Irracionales






Los relojes como una intensidad que el tiempo
degollò en una de las puertas. Aquella que viviò como una
radiografìa de agua junto a los escalpelos.

La vida de las inundaciones y las residencias, tomadas
por un baul de algùn pontificado y la energìa
del caos respirando en una balada acariciada por los
latrocinios.

Las estaciones donde el jardìn paseaba su desnudez como
un màstil que migraba entre tinieblas. El eje
de las supersticiones debajo de una lengua. El vapor del
mercurio en la sangre. El fantasma emanando en la orilla 
de un pubis. La transfiguraciòn y la abominable herencia de 
los alfabetos en un paramo de soledad para los iones.

Las llamas de un puerto en un abecedario donde las 
siluetas empapaban de adioses sus clepsidras. El vacìo como
un atomo forastero que recorrìa los interiores de la noche
con una psicologìa de racimo; herencia de extraños yelmos
sobre peninsulas irracionales.

El lenguaje y en èl las particulas de un universo cuyo
erotismo era una mañana dotada de cultivos de bronce donde
las semblanzas y alusiones al mar dosificaban su fuerza
hasta la llegada de los hombres.

El vagòn.
El magnetico vagòn donde recogimos una mandarina con la
esperanza de un cartilago en los ojos seducido por los nubarrones; esa
serìa otra herencia se dice, una historia donde todas las
luciernagas del mundo caben en una cruxificiòn en el
pecho. 

Y yo.

Yo serìa algo asi como la postrera parte en esta dimensiòn
donde la imaginaciòn estampa sus arrecifes.

A mì me toca recoger sus limites.














La Duda de Petroleo




Aquello que reconociera un fiordo.
El sonido lejano de una isla en un campanario.
El carbòn llegando por la tarde con sus
parpados de espuma
manchando de leones los tejidos construidos 
por las cucharas.

La sensualidad de una conmociòn
en una tijera, donde las marchas continuaban su
camino a los edificios. El pliegue de una bandera en
un crisol ardiente con una duda de petroleo.

Eso tan incognoscible.
Contemporaneo como la razòn o el diluvio de un
cristal negro esparcido por las propuestas de los 
paraderos. Alamedas tras revelaciones
donde las membranas vuelven
al cautiverio de un margen dotado de liquenes
y marginales.

Y ese poema compuesto por un solo verbo.
La posiciòn y engranaje de un sacrificio en las siluetas,
en los palacios tomados por los hormigueros. La destrucciòn de
una casa organizada por los girasoles y tatuajes de modo
que ello tomara el significado de un cuerpo.

Uno que adquiriera la fuerza suficiente para tomar
una palabra de la noche.











lunes, 28 de diciembre de 2015

La Gruta en el Oleaje






Entendemos de dìas que son como bozales.

De horarios en los caracoles que abrazan las metamorfosis.

De gramofonos de polen en el cuello.

De bajorrelieves acusticos y post-industriales.

De alfileres que nos extasìan por los jardines que forman
en la carne con sus acupunturas.

Nos deslumbran las panteras de arroz en una linea donde los
patriarcas vuelven a las tradiciones.

A las piletas de musgo en el pecho. A las iniciaciones del
mar en las leyes oscuras de una ola.

Comprendemos las circunferencias antes que el fruto haya
madurado en las ondas y abrazamos los elixires hasta el instante
en que se derraman en el universo como linfa.

Entendemos del sol sobre una gruta en el oleaje de las ramas
cuando el verano entra en conjunciòn con la espuma de los àrboles
y en cada cresta millones de estrellas vuelven a la inspiraciòn
desde un oceano hecho de madera.

Imitamos las residencias de un prisma en las tautologìas.

Subimos a la emociòn con un tema de capsulas, de nucleos que
inclinanse entre gamas donde sueñan los nidos y los yemas.

Como pseudonimos de nosotros mismos nos sentamos en
la orilla para dividirnos y ofrecer a nuestros labios, la imagen de
una obra emparentada con algunos edificios en los rostros. 

Una obra que habla de palabras que llevan esquirlas en los
labios.

He allì la hermosura de un poema que pertenece a esos rostro.

Una que tambièn logra asistir a movimientos de amatistas
y ocasionalmente alabastros.

Al surgimiento de los extravìos en una campana donde la
carne estrecha un nido construido por el sudor variopinto de
una escala.

Ello sucede cuando los pàjaros nos llaman a una hora que
no pertenece a los rituales.

Lo hacen en un tiempo que pertenece a los birremes.

Eso lo conocen hasta el hambre la silueta de los minaretes.

Hasta el hambre que yerra debajo de las catalinas.

Hasta esa sed de sal que nos golpea cuando miramos el horizonte.

Y los caracoles juntan peciolos para dejar de abrazar metamorfosis.







Hominidos Marrones





No es como creo.

Tampoco la linea es de aceite mientras las
escamas florecen este domingo por la tarde en 
los huesos.

No es incluso como la primavera en un evento donde
el ciclo derrama sus puertas de bronce en una
adolescencia plagada de linces.

Tampoco es la criatura donde el animal
se dobla subversivo hacia un planeta de guitarras 
sacudido por las torres.

No es la efervescencia de un girasol entre
los transeuntes arrojando mandarinas rojas desde
su pelo.

Ni el entrenamiento de una bocanada en los aludes
donde ya antes se inmolaron los trenes.

No es el hemisferio de los vagones a donde van 
a soldar sus tenedores los ciclopes.

Ni es el sonar enredado entre las chimeneas con
cretaceos sexuales en el pecho.

Mucho menos el recreo del agua en una estatua donde
los almirantes son de vidrio en cada overol.

No es el sentido de una concha que arrastra hacia la marea
la plastilina de una mirada.

No es el lustro de centurias antropomorficas en algun
punto de las cerraduras.

No los opuestos oprimidos por una carta de yeso que 
leen las libelulas en cada puerto.

No es el maxilar de una supernova ni el sudor de los
origines entre lo vaporoso.

Ni la brisa donde los patriarcas cazaban amuletos 
acompañados de hojarascas.

No es el mundo donde cada estrella es un navìo que
cifra en cada aleta una adolescencia de caballos desesperados.

Es sòlo este momento.

De hominidos marrones evolucionando sin memoria.





domingo, 27 de diciembre de 2015

El Ser de una Lagrima






Una lagrima recoge una vara. Es lacrimògena 
y escencial. He compartido con ella la historia de mi vida
esta mañana. Historia que en este momento pertenece
a la existencia. A los clanes del ser en una botella.
Alli se comparan visiones con clepsidras.

La lagrima recoge tambièn un cayado.
Toma su ser de si misma.
La silueta de la brisa en mis pulmones en cuyo interior
las celulas juegan a los dados. 
(apenas asisto al juego)
Las ruletas de azucar y polen mezclados con los juguetes
son ignorados por lo inmediato.
Las ceremonias del pergamino son en apariencia un punto
lucido como el que incendia esta llama. Esta yesca que casi
sin intensidad fue siempre de humo
y cadaveres.

Veo en los actos de esa lagrima algo incomprensible.
Veo un papel en ella que no deberìa pertenecerce.
Todos sabemos que una llama vive en los ojos.
Que ese es todo el sentido de su vida.
Que proviene de la tristeza o la emociòn.
De las manifestaciones grises y verdes como la luna.
De lo manifiestamente claro como para llegar a sufrir y hasta
morir por ello.

No es el caso.
Es una lagrima que recoge una vara.
Es una lagrima escencial y lacrimogena como lo que jamàs
llegarà a ser completo.

Es una lagrima que recoge tambièn un cayado.
Una lagrima que ha asistido -involuntariamente- a los primeros
actos de mi vida esta mañana.

Actos que en un momento pertenecieron a mi espìritu.
Y luego culminaron su camino en la existencia.
Desde la absoluta nada.






Los Animales de una Puerta






Todos los animales que has dibujado se encuentran 
sobre la puerta. Cada uno ni tan distinto ni semejante del otro.
Cada cual con sus adjetivos y cualidades, tambièn con su rezo
y su custodia.

Son univocos como la melodìa que logra tensarse y aquella 
que no.

Representan a los infiernos cuando se colocan en las alas
de las gaviotas.

Representan a las flautas mientras escupen sobre la hierba.

Hablan en sus conversaciones del indice sentado sobre la
nieve untada de mantequilla.

Recogen lo apodictico. Mantienen entre la hierba a lo hirsuto
y la economia trascendental de una escalera.

Respiran con el coloquio trazado por un asta cuando es
arrancada de su lugar por un requiem, por un tropo. Por una diastole
generalmente ensimismada en un mundo que no nos interesa.

Todos los animales se encuentran sobre tu puerta. Dibujarlos fue
darles esa consistencia que necesitan para vivir estampados en la madera.

Graficarlos fue todo el poniente que en el lenguaje acontecerìa 
mientras tù te golpebas entre la ira.

-para entonces ya sabìas lo que no era una tendencia-

Darles un relieve fue todo el amanecer que respiran los soles 
cuando el cielo deja de ser una episteme, un neologismo creado por la
cresta en una ola y en el cual el idioma -para suerte nuestra-
es inundado.

Pero no te preocupes. Los animales que estàn en tu puerta
no viviràn siempre en ella.

Ese fenomeno no tiene nada de eterno.

Cuando tù te vayas, se iràn contigo.





La Ola es un Jazmìn por lo Tanto





La ola es un jazmin por lo tanto.
Serpientes y ballenas entre los telescopios como
en un ayer lleno de quimeras donde màs de un punto 
tomaba las algas de un rostro en la marea.

Tù le diste un nombre a esa marea.

Barcos y galeones espectadores de un ciclo
para cada grito sobre la tierra.

Menguantes y fibras con semidioses arrastando sus
ojos en los balcones con una espalda
llena de adolescencia en sus cumbres y en sus papiros
un letargo alado como el horizonte. Monòtomo y policromo 
como la vereda donde otros labios saltaron
a las cenizas, a los abecedarios encerrados en tu nombre.

Y recuerdo ahora tu cuerpo. En cada una de sus uñas
habìamos colocado una estaca para asirlo a la realidad. Eso
nunca fue suficiente. Suficiente acaso eran los bolidos de
un universo cuadrado como el aire donde la intensidad
tocaba una boveda. Suficiente y necesaria acaso
la axila roja del techo en un àngulo donde
la memoria de un tarantula empezaba
a confundirse con la nuestra.

Las plagas tambièn empezaron a grabar tu historia en sus
oxidos y ejes.

Los leviathanes despertaron para oirla, nada màs que para 
ello, pues el sentido de los leviathanes desaparece entre todas 
las cosas de la tierra.

Pura y religiosa como los murcielagos.

Ambivalente y ambidiestra en el pulso.

Enredadera de flujo en algo ecuestre como el cisne que
muere en la saliva de una boca.

La ola es un jazmìn y por lo tanto, serpientes y ballenas
encarnan telescopios.

Dejemos que las cenizas ignoradas por nuestras sombras
las sigan devorado en cada glandula de la memoria.


sábado, 26 de diciembre de 2015

Fragmento





Hoy he llegado a este fragmento.
Sobre èl no dejan de reconocerse escalas y resurreciones.
Adioses de sensualidad como una hipnosis.
Sobre èl, ese erotismo de una habitaciòn raida, donde se aglutinan
gobiernos de soledad roja hecha de alguien.

Pero alguien està en el espejo.
Dirìa que llega de la armonìa, pero la armonìa es un ser
extraño lleno de peces que descienden emplumados
por una galleta.

Y ninguna linea està a punto de separarse de si misma, por
lo tanto ningùn descenlace habrà en ella que
tatue un poema en la garganta
con esos alfabetos de avispa que calan el viento
desde su propio recogimiento. Desde 
un alud infinito que la brisa vadea
e imprime en un travesaño 
donde el olor a termitas
absorve la imagen de una bicicleta a lo lejos, construida
con cuadros de rinocerontes.

Hoy he llegado a este fragmento.

Nada me es tan propio como indiferente mientras busco el
reglaje de la hierba a los medanos de la arena.

Nada mientras oriento mi corazòn hacia los grillos
encerrados en un overol y casi percibidos por la espuma.

Y junto a ello una forma de seno amarillo donde alguien
encerrado en mi espìritu escribe.

Todo, absolutamente todo en èl, lo desconozco.






La Aguja





La aguja duerme.
Es la constituciòn de algo que sueña o se desplaza.
Es una vena de nieve.

Sobre las entrañas de un hombre una concha
ha reproducido su ajuar.  Sobre las entrañas de otro
la definiciòn del ancla vuelve a ser una clasificaciòn, una
interpretaciòn del aguila cuando lleva una especie
de planear. No es exactamente ello.

Los precipicios se derraman ahora.
Y se derraman aquellos que tuvieron esa posibilidad.
Sobre un velo nocturno pìenso en aquellos que no llegaron a ella
y fueron enterrados por un frasco, por una raìz, asi
bajo el fondo de una tierra raspan una piedra
para de ese polvo alimentarse.

Cofres de aceite en los dedos como una muñeca o
un rascacielos de plastilina en los dientes.

Bacilos junto al unguento despedido por las maderas en
el rasgueo o el punteo marino de una guitarra regada
por el sonido en los estuarios.

Escolleras para recorrer las citaras veladas por
los simbolos.

La aguja duerme.
Yo hubiera despertado en mi corazòn con un evento, con
una maniobra que hubiera dado al espacio
un objeto con la palabra semejante a un barco.

Al sentido inequivoco de aquello cifrado en esta
aguja abriendose paso en la silueta de una grieta en su sueño, en
la cual dormìa.

Y desde el cual, en este momento  -ya despierta- se aleja
buscando la realidad.













Tropeles de Arañas






Puedo ver el agua.
Cierto nùmero que duerme en sus nucleos.
La cinta o el vaivèn luciendo las primeras estrellas
del poniente, arremolinadas entre vagas
constelaciones.

Tambièn observo el sol con su ùnico azulejo. El
diario de esta mañana en la boca, la serpiente con una
brizna acorazada en la imagen. Me es tan familiar
el pasado de una reliquia, el aroma convicto de una fiebre,
las olas que agitanse desde un lenguaje marino que 
no muere en una langosta.

Hasta el himno llegando con
una marea. Recuerdo a los àrboles entre la redenciòn, a los
navìos encallados en el roce de una piedra, a las balaustradas que
unìanse para empujar un brillo como de aluminio
o escarcha, embetunado por
plesiosaurios o esferas.

Veo el desarrollo.
La cruz sobre el ombligo y el aire de vientre que exhalaba
y desprendìa el mal desde una flauta llena
de bovedas. Sòlo una de ellas regresaba al ritual de la selva.

Oprimo el tallo. La vida tallada en alguno de los dialogos.
Esa conversiòn de purpura que nos angustiò al descubrir un puerto,
una muralla ebria de gaviotas, la historia en el cuarzo
con marchas de galeones, encerrados en 
otro erotismo.

Veo el dìa, el hombre que vuelve a dormir o es que acaso
sòlo es un recurso del sueño para existir entre la indiferencia.

O es que las paginas son ciegas metamorfosis que detienen
ceremonias y sacrificios.

Entre tropeles de arañas.






Cabalgata






Ya es tarde.
La hoja dejò el escrito de un misterio.
Las palabras han sido enterradas en la tierra
pero no para florecer.
Algunos tallos forman la arena.

Se divulgan castillos de ceniza en las colas de las aves,
acantonadas en la experiencia de modo profètico.
Por supuesto todo ello significa un tatuaje.

Barbaries rosadas en el horizonte toman un asteroide
de los borceguìes; es casi una constelaciòn roja, acentuada por
el aliento de un monasterio en cada perdigòn de la vida.

Felinarios de bronce en una uva, recogen el canto de
un niño devorando el pavimento.

Tareas escarlatas de clanes llegan al roce de
las idiosincracìas.

Pretiles y razuradoras en un edificio, telarañas iguales a 
la brisa y en el cuello de los resptiles un collar
de agua inclina uno de sus astros.

Soledades de baldosas
y zocalos donde intentamos grabar una piràmide o tomar
un relieve que desnudara lo inaudito del coral, el fruto donde
empiezan a cabalgar los automoviles.

Y nosotros

-tan desnudos como ellos en esta ciudad-

Volvemos a confundirlos con caballos.






jueves, 24 de diciembre de 2015

Bàsico Poeta





Bàsico poeta.
Elemental como una gruta en
la sangre.
Lenguaje de una tarde entre las
escaleras. Nociòn e impedimento donde
nace un yelmo. Escafandra de oxigeno
entre inmemoriales submarinos.

Parte de corazòn con un sujeto.
Nieve que cae de una insignia deformandose.
Participio del uso y el renglon entre los cataclismos.
Dòn fretenètico del artico aproximandose a un prologo.

Apostrofe. Dequeismo. Delirante fase de la ira 
entre los estrabismos. Proceso del pubis en un ajuar
con espìritu helicoidal de trance.

Basico poeta de vacìo. Escencial en la alambrada
y lo ecuestre, estaciòn de heliotropos en una cantera. 
Platea de jabòn donde esperan circunferencias y espumas.

Planteamiento antiguo y mitologico de una marea.
Tallo ordotoxo entre la ambiguedad.
Esfera ciclica y aùn la penumbra en la paràdoja.

Desde ti son empujados los horrores y silencios.
Desde ti podemos conjurar los mares y los
precipicios a los ejes del acantilado, mientras lleva
su periplo en uno de tus nucleos, aquello que como
un silencioso cretaceo respira un todavìa, un aùn,
un despuès.

Bàsico. Jardìn hiperbolico ardiente.
Veneraciòn gelatinosa de plastilina que corre
entre los trenes.
Procolabismo de generaciòn en generaciòn.
Llegada de nupcias entre los sacerdotes.

Completando de enigmas las rotas constelaciones
que completan las tinieblas.











Y el Sol es una Garganta





Con este amanecer que en apariencia es un volcan
y dibuja en cada uno de sus ojos, un tigre.

Con esa propensiòn -desconsolada y pura- de los abalorios,
en una sombra cuya intensidad aùn se mimetiza en los
espejos.

Con una memoria que regresa amarilla a un cadaver.

A aquello que conmemoramos entre los mechones. A 
los hilos invisibles que unen las cabalgatas de los jinetes
en el aire. Al razonamiento del àrbol mientras logra unir
un rostro al del lustro.

Con este amanecer en los latigos, cuando el azul gira al
jardìn prosopopeyico, como una hebra fosforescente de
aluminio.

Con ese jardìn que emana una bolsa de grasa, con ordenes
antiguas de lenguajes encerrados en una botella.

A la oraciòn que cae de la luna sòlo para observar un 
caracol.

A los idiomas y los acueductos de los gimnastas en un
patio junto a un arpa.

Al color del hipotalamo en una fabula.

Con esas estrellas alejadas de la naturaleza por la noche
de sus ideogramas.

Con las miscelaneas de un tropico desnudado por el rigor
de un estuario en el cual las bolicheras interceptan y responden.

Cuando la distancia decapita una aguja en el interior
de una ballesta, cuyas revueltas pertenecen al sueño.

En los himnos que dejan sobre la piel los moluscos
y artropodos.

Cuando las palabras caen gravidas, compuestas por
linces donde la tensiòn de un contorno brota

hacia un sol que es una garganta,
una estela de fòsiles.

Donde los elementos empiezan.







Cautiverio





Un animal sigue a otro en una diagonal.
Hacen esto dìa y noche para no ser liberados.
Asi llegan al equilibrio.
Asi llegan a una mancha de agua en la muralla.
Al papel que se agita junto a un grito.

Un poco màs allà, las iglesias siguen en esta mañana
a las cùpulas.
Poseen una mitografìa de vagòn en los dientes.
Instruyen vertigos cuya duraciòn es la vida de un onomastico,
de un sonar en la arena.
Resucitan los ojos de la madera a pesar del oleaje
en contra de los ministerios.
Llaman a los hombres desde una historia enigmatica.

Pero dos animales se siguen.
Han pensado en los volumenes. Han dormido un
espacio al lado de si mismos.

-justo cuando podìan alcanzarse-

Sòlo asi es posible la continuidad de este cautiverio.

Esta forma de fotografìa en el anden.
Este corolario fusiforme.

Y pienso en ello
-cada vez màs- 
lleno de jeroglificos.

Yo medito en aquellos animales que se distancian
pero desde un solo cuerpo.

Uno que la ilusiòn del movimiento separa.







miércoles, 23 de diciembre de 2015

Evocaciòn





Evocamos las cosas que se encuentran entre la
realidad. Evocamos que hay hombres que no necesitan 
de sus sombras. Que hay sombras que no llevan hombres.
Buscamos la espuma que florece en uno de ellos.

Recordamos lo inmediato como un pàjaro que rasga
las alturas porque ese es su destino. Para sus alas
no existe otro. Idealizamos los conjuntos, tocamos la
psicologìa de las quimeras. Vemos una noche 
con metamorfosis de violìn. Intentamos ser
como el aceite, epistemologicos.

Pensamos en ello con esa objetividad que quizà 
posee un buho. Con esa coherencia que lleva por la
abstracciòn una sintesis. Con el misterio que en 
el fondo de la noche significa una metàfora.

Evocamos los cielos porque a veces son lo mas gris 
que veremos una tarde, no habrà oscuridad màs profunda
para el corazòn. No habrà lirismo mas antiguo como el que
oprime una aguja con el silencio de una imagen que
jamàs encuentran los ojos. 

Toda imagen es ademàs siempre un sonido.

Recordamos los seres que yerran entre la realidad. Sus
nombres que esta mañana pueden ser profundos como
la tierra o todo aquello que en los jardines nos ofrece un
ser vivo, como una oraciòn que diremos por primera vez
ante un maravilloso ejercicio en la hierba. Serà uno
gamado como las hipotesis.

Recordamos. Nos toca mentar los soles que duermen
sobre el albedrìo. Nuestra voluntad que a veces llena de
escalofrìos todo lo que le rodea. La distancia como otro
secreto que los pelicanos muerden con sus picos gigantes.

Gigantes.

Y cuando el sol del crepùsculo los toca, luminosos.








La Libelula del Hado





Una libelula tiene un corazòn junto al hado.
Puedes creerlo segùn la noche o la caida de los naipes.
Inclusive desde el espectro que nos separa.

Radiantes peces profeticos en los alambres
recortan el origen silencioso de las mandarinas, puertos
como la escalera o la carta. Goznes como aquello que
en la carne inclinan un sacrificio. Una medida
del sol entre aquello que la luna doma en el extasis como
lo misterioso o la escala de algo increible.

Luego, elegiràs tus hechos para subir a una colina.
Recordaràs los simbolos que dejan que creamos en la transparencia
para que no hallemos sus rostros. Luego, viviràs en una 
especie de navìo, que es una piedra. Una cima de coral
un velodromo donde los inviernos pasan con una 
escaramuza en las sienes. Inviernos siempre rascandose.
Arrancandose las costras, comiendo sus legañas.

Una libelula. El trajìn del dado. Para entonces
pienso que las cosas existiran cautivas en cualquier ala y los
parajes seràn dueños de una ilusiòn semejante a que llevan
los cadaveres en su memoria cuando arrastran el
recuerdo de la vida.

Pero tù dormiràs.

Y en tu sueño, alguno de tus presentimientos te dirà que aquello
era nada màs que otra forma de inteligencia.

Barriendo los crateres.











El Significado en una Flor






Construimos un cometa.
Una raíz.
Un diametro donde la linea interioriza un pudor.
Una historia de magma que no llegò a 
los lagartos.

Lo vemos en cada ballenero
agolpandose silenciosamente como una garrocha
a la fisica del aire,  tomando el azar de un templo, la sal
del himno, lo cetrino igual a un forastero que yerra
en el ozono.

Construimos un cometa porque de alguna manera
se transforma en filamento y en el espìritu de sus sedimentos
lleva una memoria.

Una memoria sin longitud.
Edificada por panales de agua.
Tomando jaurìas del oceano.
Notas de plastilina de los cabezales.

Un cometa de trechos.
Develado por la trascendencia en los huertos
donde nuestra llegada sòlo significarà
preguntar a cada flor por la hora.

Sòlo para concluir que el significado del tiempo en
la naturaleza no es el mismo que
arrastramos.






martes, 22 de diciembre de 2015

Las Palabras del Invierno




Quisiera aprender del crepùsculo.
Quisiera aprender del crepùsculo, yo que no soy
hialino y apenas poseo una mesa azul como el vidrio.
En el interior de ella duerme un mercado.
A veces una intemperie.

Desearìa que mis botas con que se inclina el agua de mis
pies sobre las premoniciones, no pensaran en castillos.
En preludios como los que encierran en su
belleza las falanges.
Quisiera recordar todos los pavimentos del mundo porquè
sòlo uno de ellos se convierte en dormitorio o en alguien gutural
como el arnes en el interior de una flauta.

Deberìa recoger esta caminata de alguna manera
que pudiera ser escrita y su asfalto fuera el imposible acto del
jazmin cuando amanece; el ùnico acto. Ese que se
entrega lleno de kilometros a la naturaleza.

Quisiera cerrar los ojos como un eco.
Preguntar a una foca de donde proviene lo docil.
Percibir lo inmanente o preferir en ocasiones el delirio
de una cuchara sobre un prologo de manifestaciones
que contemplan talvez un monòlogo.

Preguntar a la cultura porque lo que no puede descubrirse
se ciñe a veces debajo de la arena.

Escarbar -si llego a la arena- debajo de la misma buscando
encontrar una pregunta.

Una que de noche me devuelva a la nieve.

Y a las misteriosas palabras del invierno ocultas en ella.






Los Aviones y la Cera





Eres un cometa hasta la llegada de una cresta.
Igual que la brisa nunca nos concentramos entre los
azulejos y cosas iguales al pensamiento se abrieron
paso entre la duda, formando su inteligencia.

Inteligencia de lechuzas que miraron galeones partir.
Inteligencia de un himno -uno sòlo- estirando un poco
màs su huella para llegar a la playa. El asunto es que
no era de plastilina y apenas recordaba la elasticidad.

Tambièn una bengala y quizà me diràs que fuiste 
preparada para la carne y los subtitulos. Que los aviones
robaron ese aire de cera que guardabas en algunas de 
tus urnas. Por supuesto eras cristiana y en ellas no se
encontraban las cenizas de tus antepasados.

Tan sòlo dormìan sus huesos.







Las Veredas de las Cuidades





Te he escrito con la finalidad de que esto que miramos 
siempre sea la hierba y nunca intente recogerse a si misma.

Entre la conciencia del mar y del caballo. Entre la soledad
y los sueldos que son ambidiestros en una curva.

En los candelabros de las casas que a veces cruzan las nuestras.

He escrito lleno de animales con la esperanza de que uno de
ellos guarde en sus genes los gritos de los dinosaurios.

He pensado de modo que alguna de mis celulas sea todavìa
el pulso de un fuselaje por la noche.

En los interiores de los crateres y las guaridas donde los
simulacros de la yesca esperan.

Totalmente sitiado por mi mismo, dormido en mis sienes
como si estuviera despierto.

Te he escrito porque es la ùnica forma de que el sueño
encuentre sus volcanes.

Mirando la continuidad o los pergaminos del devenir, azulado
como los carbones en los ojos de un ladrido.

Antes que la piedra se convierta en gesto o en placa.
Antes que los oidos lleguen a la convalescencia rodeados de
urnas como los vacìos.

Entre las ruinas que dan paso al caos donde se bate el
origen del instinto con un monòlogo que grita inteligencia.

Te he escrito desde la armonìa lo cual es un llamado de
la inspiraciòn cuando recoge zapatos.

Totalmente adecuada en ese momento, a las veredas de las
ciudades que atraviesa.








Devenir de una Espina







Hoy no llegarè a la espina.

El agua tiene un corte en sus fibras que es el mismo
de alguna idiosincracia en el celo. El movimiento
de los baules es un invierno hermetico.

Alguna palabra como el flanco toma la resurrecciòn y los
vellocinos. Otra igual a la escritura desnuda los cielos
donde un craneo de madera estiliza su silencio. La soledad
de una historia de limites. La formaciòn de una pared
ebria de tatuajes en uno de sus microscopios.

Hoy no llegarè.
Hubiera bastado un nombre de la realidad para ello.
Uno que como concepto dejara la fantasìa en los arenales donde
màs tarde cumplirian su cita los nimbos con los ejes. Uno 
que tomara la pestaña actual de la piedra. Que no
ignorara los dìas del polen como lo hace
el calor. Uno lleno de engranajes desnudando una conciencia
de agua en las uñas
cuando la poesìa lo ùnico que toma de los minerales
es un extraño cometa. Un tajo de carne e iluminaciòn. Un preludio
de gotas para las ancas.

Y en ese hoy al cual no llegarè revisaremos las escarchas.
El sentido de un radio en el cosmos.
La tribulaciòn de un estadio venereo en las hojas.

Y diremos alud.
Escribiremos diciembre diverso y variopinto antes que las 
estrellas intenten derramarse, antes que el sueño impregne el
estìo de cosas antiguas como los violines en un hiato de hierba,
en un significado de islas.

Volveremos a las peninsulas.
A los prismas.

Al hemisferio que es una libelula y se transforma en presente.

Acompañado de una esquina a la cual hoy no 
llegaremos.

Sòlo por haberlo conjurado.










lunes, 21 de diciembre de 2015

Poema





Interpretò los elementos del agua. La vida de la
fosforescencia entre la belleza. Diò el significado a la
intuiciòn despuès del
lenguaje en una casa de flores inundadas por
panteras. 

Persiguiò de mancias mancias en una casa de
gatos. Despuès de ello arrancò al obus
uno de sus caracoles. Uno igual al racimo o las fragatas
que anuncian los postreros helechos en el mar
bajo un nocturno de peninsulas. Encontrò el sur de los
escarabajos.

Hasta ese instante los dìas buscaban remolinos 
convertidos en tropeles y algo semejante al 
viento, escalaba en lo hialino donde
la transparencia dejaba de tejer 
banderas; era su lirismo.

Nosotros lo conocimos por ese drama que sigue a los
liquidos despuès de una espera. Lo aguardamos en cada
garganta, dijimos su nombre en cada eslabòn como
alguna vez lo hizo la tierra.

Nosotros escupimos en nuestros ojos para recordar
las uñas.

Buscò en las mareas el navìo conquistado por el tridente.
La jerarquìa de una constelaciòn convertida en patriarca en sus ojos
por las noches, cuando los trenes invaden el musgo de los
silencios y una distancia como de pez acantonado
crea las siglas de un mundo dividido por 
cotas y escalas.

Mediante las cotas se alzò a los hemisferios.

Mediante las escalas escalò en la trascendencia del viento.








El Rìo Esparciendose





El rìo como un parpado esparciendose.
Igual a una conjugaciòn de silabas antes de
encontrar una estampida en el coloquio al cual
son arrojadas por los hombres.
Como una avenida que duerme para soñar
entre mamiferos y telescopios.
Enteramente una lejanìa igual a los drenajes sobre
el roce del brazeo que desconocemos. El rìo que 
es incomparablemente trueno. Sosegadamente 
estrella o aluminio que corta los papeles.
Que es una emanaciòn de ceremonias
despidiendo una citara de la tierra
antes que constituyanse en diluvio. El rio esoterico
del pleamar y la marea.

Como una barca de bajorrelieves en una 
formaciòn de edipos, cuando la arena duerme en
el pelo como una cuchara y los eclipses redondean el
infinito con iones de electricidad cuyo oraculo
pertenece a las maderas.

Igual a un corriente que completa la espuma
y el raciocinio de la araña
entre clanes de demagogias puras como el alba.

Igual a un exorcismo que las aceitunas toman de
una estrella con una nota astral de relojes.

El rìo que se parece a todas las cosas pero limita con
los objetos en la hora de su intima duda para aprender 
a desaparecer.

El rìo de los procedimientos y las hecatombes.

Donde la historia llega conjurada por el corazòn del agua
y los senos de la lluvia.










domingo, 20 de diciembre de 2015

Estàs en la Estrella




Estàs en la estrella. Encerrada en su sonido
hasta las alturas del limite apasionado del mundo,
donde renace una galaxia.

Posicionada de manera boreal como un arquetipo
entre las sabanas que forman bengalas.

Duradera, igual a los tropicos soñados por uno
de tus hombros en un sexo de limones
y acertijos.

Estàs en el granizo, como un vals articulado por
los goznes donde llamea una vanguardia, digerida a 
cada momento por el frìo.

Sepultada por los candelabros de un sol que
se dirige silencioso a una via-lactea.

Un sol dialectico de rosas azules.

Dialògico como un atardecer de periodicos entre
los menguantes y las salvas de un pubis
llamado a convertirse en rigor.

En una sien de arroz.

En el sentimiento de un tigre cuadrado.

En la sensualidad con que el amor descuelga un verano
en que las flores convierten la direcciòn de sus
pètalos en algo sagrado como el tacto

como el helio mientras descompone a traves del
fuego la lluvia.

Pareces el ideal de un arrebol marginal. El lugar donde
en vez de patios crecen los perros con un ladrido
que los ejes grafican hasta una estampida
de verbos

alguno de esos verbos tantea en la espuma las helices
que llevas en las manos para reconocer la marea.

La marea paralelamente es un rostro.

La cervical de un animal que aprisiona un fantasma
al cerrar sus ojos entre los coloquios.

Entre la tragica belleza de un apriorismo que sòlo
sumergido en civilizaciones de cemento,

intenta formar su experiencia.








Antepasados de Iris






El àrbol detiene su respiraciòn hasta tocar la del pàjaro.
Las ramas lo hacen para oir el pulso de las hormigas
que en hilera se dirigen a un nido.

Plagas de màstiles y azucar tiñen el hemisferio.
Se pudre en el barro la hojarasca, de la misma emerge 
un ala purpura.

Violeta el sol que se estremece en los cartilagos.
Con su paso de bosque tembloroso como el sueño, donde 
se aglutina un verde escarlata.

Muelles y ventanas donde el conocimiento se une a una
pupila formando la visiòn de un rascacielos.

Estuarios donde imagenes de carbòn secreto, impregnan de lluvia
aquello que aparecìa como un ancla en el otoño.

Dimensiones que deben disecarse al pie de una casa donde
el manantial muerde la ribera con un extraño erotismo.

El àrbol detiene su respiraciòn hasta alcanzar la del pàjaro.

Locomotoras y entrañas se recuestan sobre una campana.
Las iglesias se elevan nuevamente sobre una cuesta
de veleros. Todos llevan las cenizas de un barco
en los ojos de los hombres.

Y todo hombre en aquellos veleros, arrastra un increible
antepasado de iris en la mirada que forman sus pupilas.













El Turbante Amarillo






Transportamos agujas hacia una efigie.
Apilamos abejas en un confìn de sebo.
Junto a la piedra donde recopilaba pergaminos una nutria.
Lo hacemos inmortalizando la arena donde absolutas palabras
han de crearse. 
Escribiendo a los promontorios como en el amanecer
lo hacen los buhos sobre un tallo.

Encontràndonos con los primeros cipreces del agua.
Con la trascendencia de la mosca que elige una runa.
Con los arenales donde juega la tarde con el color canela de
las dunas. Sobre ella vive un adolescente.
Tiene un turbante amarillo que cubre su cabellera dorada.
Es hermoso entre millones de tornasoles.

Llevamos consignas semejantes a aquellas que se desnudan
en la niebla. Que recogen espectros y el vuelo de lo
siniestro descrito sobre polipos de fantasìa. Llevamos
los pliegues de un crepusculo que se tranforma en atrio cuando
ello se manifiesta.

Antiguos. Oyendo a los halitos que son iluminados por los
espectros de las cosas, recogiendo titanes que escriben en las
mandibulas del aire,  junto a una herradura traida por los
niños de un espejo. Muy cerca de un templo donde
anida el pez y la gaviota busca desesperadamente el oceano.

Un oceano fijo en las unciones y las feromonas androginas
de las enredaderas.

Un oceano que toma del pecho las cosas que pertenecen a los
lagartos.

Y muy de vez en cuando aquello que se bate en el corazòn como
un latido.











Los Màstiles del Corazòn






Se encuentra en un invierno de sargazos.
Extraño y primordial como ese invierno que
inunda una llave de peciolos o el ideal de 
una boveda.

Representado por espirales
desciende por el dìa, ebrio de fanaticas identidades
como el texto o una exhalaciòn que a partir del
oceano, sacrifica una aleta, un estuario de algodòn en
ella donde sueña el trigo.

Se halla en el analisis.
Disputando un contorno a la nieve cuando es azulada
y su sendero de papel en el oido transfigura a 
una estrella.

Canciòn de barro llegando de los archipielagos.
Sinopsis de una balada compuesta por el plural de una
cigarra. Entre comportamientos de franjas y amuletos,
colocandonos una y otra vez entre la magia de la zozobra.

Presentimiento del mar en el cuaderno.
Alheli de una bolichera donde sumerge un barrote
su iracundo calendario, su dìa con el astro o el jinete lleno
de alamares y escafandras, como las que ciñen a sus
constelaciones una copa.

Se halla en posesiòn de los idolos.

Y sòlo los màstiles que rasgan su corazòn lo saben.









sábado, 19 de diciembre de 2015

Poema





El àrbol es propio.
Escencial como una duda.
Mistico entre prolegòmenos de arterìas.

Tambièn es elemental. Se agita tratando
de ùbicar de què lugar llega el
viento. El pubis de la brisa.

Habla de contrabandos segùn los papiros
que arrastran en sus alas, meridianos.

Convoca mercenarios en el poniente de la
espuma.

Secreto y extraño como un pecho que enumera
las llegadas, las aperturas hacia un fiordo, 
los proyectos de una casa sumergida
en una vela.

Violeta como un ser en el poema cruzando lineas
de hermeneutica. Celebrando el preludio que 
enciende el fuego de una aurora.

El àrbol es estela.
Emanaciòn de sal y arroz.
Girasol de obsidiana en el petroleo de una avenida.
Trance de una puerta que posa sin sus oligarcas.
Digestiòn de un ciego en la arena, junto a los palacios rotos
de la rafaga o entre rieles que se mimetizan.

El àrbol tambièn es ciego.
Lleva el olor de las campanas en sus rodillas.
Acelera de noche al percibir el mercurio entre sus residencias.
Inunda dialogos de bronce.

Aparte de ello.

Sòlo tù y yo sabemos que sòlo algo tan descomunal como la realidad 
fue capaz de crearlo.










Existe un Nombre





Existe el nombre de una palabra.
No es la misma que busca en la marea los
significados prohibidos.

Tampoco es la habitaciòn donde empieza el
pulmòn o el respiro.

No es la casa de animales perdiendose en un
reloj de amapolas.

No el atardecer a quemarropa ni el juicio de una
calle sobrevolando el mundo desde las alas de las
mariposas.

Existe un nombre y no es un papagayo. Ni el origen
donde los limites colocan sus verbos, de manera inedita y
fugaz como sucede en un capitulo.

Todos los adjetivos poseen una naturaleza en èl hasta
que el tiempo vuelve a humedecerse.

Todos los campanarios se transforman en cùpulas en èl
si la voluntad de una melodìa lo decide.

Un nombre que es ajeno y propio.
Lleno de diccionarios y escenas. Antiguo como un
ojo entre su iridiscencia.

Es un nombre. Guarda el presente de una pua en sus
suicidas.

Se dedica por la noche a escribir en su espìritu, adjetivos
propios de las algas.

Despierta regueros tanto como tornasoles.

Existe una palabra y para alguno de nosotros sòlo es el
origen del mal en las dinastìas del barro.

Donde se ahogan en el fosforo los peces.







jueves, 17 de diciembre de 2015

Poema






Al final del pasadizo se encuentra el poema.
Atraviesa la noche y forma su cola cuando acaba 
el mismo.
Piensa en los muros de manera transparente.
Cala en las sienes del murcielago.

Ha disputado celajes al abismo de manera coloquial
y conducido la astrologìa del diàlogo.
Ha desertado en los colores de los prismas.
Ha arrancado besos a sus labios desde la soledad,
igual que los amantes.
Acariciò las conchas del aire en el nacar.
Fructificò en las cadenas, se multiplicò en los eslabones.

Irracional como alguna carta, caminò hacia la jerarquìa
de un velero, consumido por las astas.

Antiguo como un feretro de magma a la deriva, soplò
en los mitones donde el sol es presente como una galera,
llena de cuadrigueros y puentes considerados bajo 
los relampagos de una curvatura, de un izaminento,
de una estalactita.

Al final està el poema.
Llenò de escarabajos las urnas.
En su saliva vagaron hasta encontrar los mentones
un caballo, la piel del jinete, la urbe del agua.
En sus pàginas de hallan los origenes de un muelle
donde se consumen las corbetas.

Real o imaginario como el destello de los dìas
cuando abandonan los cabellos transformandose en
ceremonias, cubriendo asi de liturgias una chompa,
un alhelì, una estela violeta que sigue molinos
desde el tiempo en que fueron creados los hombres
recorrìan el universo en la conciencia del verbo.

Justo antes de que formaran las primeras palabras
las helices.













miércoles, 16 de diciembre de 2015

Circulo





La estrella està hoy hecha de lamparas.
Seguidamente està compuesta de siglos.

Despuès hay una casa donde el
lirio cae como en un salmo
por los descenlaces.

Luego decimos que desde aquella estrella hay otro
interior -para ese momento la casa en la arena
es de plasma- Y el instante donde todo acontece es un
lugar ungido por catapultas.

Constituyense extrañas señales; una es la de
un craneo de azul de plastilina. Està edificado
por crines y elementos que provienen
de una fabula ojerosa. En èl aglutinamos nuevamente
los bueyes.

Otra caracteristica de esa estrella es la nieve que 
posee semejante a un craneo.

-aquì debemos intuir la forma-

Intuir el extranjero matìz de un pueblo en las melenas,
cuando los sonidos en ellas son de nucleos
que pasean entre las garrochas sus leones.

La estrella es de azufre.
Tiene una puerta de madera como la lluvia.
Posee enfebrecimientos.

Es ralea de colores que buscan por la noche una 
parabola o un eslabòn màs que haya cruzado
la rueda.

Ralea que haya sido capaz al menos de ofrecer a un
hombre la ideal del circulo.

Y entre los espectros y sus telescopios, ese hombre 
haya creado en ella.








Significados de Cometas




Vivir en los cometas significa tener un plan 
a diario, pensar en una mosca diferente. Significa
ser irregular y antiguo, llevar a cada instante una
sinalefa a la boca, un espacio donde la electricidad
despliega su cuerpo junto a una alborada de carbones.

Tambièn significa llevar un animal.
Ser profundo como una cabeza. Derretir y saber derretirse
entre vapores. Vivir en los cometas es una intersecciòn,
un elixir de sombras que en el amanecer abre sus puertas.
Significa tambièn llevar el diario sexual de la luna.

Es un rìo. Un estadìo de agua en el papel, una proliferaciòn
de anclas cuando se saludan, un perimetro de polen donde
la lucidez encuentra que hacer con su demencia y entre ambas,
construyen màs de un oido, màs de un ambar; otro purpura.

Vivir en un cometa es leer de manera sobrenatural. Caminar
solidamente en espejismos, oir en las supersticiones, sentarse
junto al musgo en un plano de auroras donde los ejes de los
navìos se devoran y sobreentendemos que hay barcos de 
carne atravesando el amanecer con sus virreyes, buscando
alimentarse.

Vivir en un cometa es una escalada. Un diario reflejo dejado 
por la sensualidad de una flor en el acantilado, en ese instante,
sòlo en ese instante donde el mundo como un arco de sal
vuelve a florecer en la imaginaciòn.

Y en esa inspiraciòn, se hace abstracto.








Composiciòn de una Liebre





Al final del mar, habìa una liebre, tenìa 
dos parpados.

La encontrè vestida de agua y segùn el 
movimiento, oscilaba hacia las criaturas o
los riscos de la espuma.

Desde ese final del mar, buscaba girasoles.

Trazaba huellas de arcoiris. Imitaba a las
piedras.

Detenìa el pensamiento en cada avenida, en
cada lampara.

Colindaba interdiarìa con la melodìa, 
ordenaba sus secretos. Rampeaba en los 
conos.

Fue sindicada por las luces entre ejemplos de
mamiferos y radiadores. Fue declarada por
la sintesis, boceto de una fiebre al caer de las
hojas.

Tenìa un oboe amarillo que llegò a oxidarse, una
bocanada en uno de sus timpanos; escribe aquella
liebre por la noche, sobre torres con eventos
de aminoacidos.

Al final del mar hay una liebre.
Es quimica segùn sus pronunciaciones.
Lineal desde alguna de sus profecìas. Ciclica como
un paisaje de acido que baja por la madrugada
de lo intacto.

Logrando asi tocar la noche.










martes, 15 de diciembre de 2015

Romance




El muchacho toma una rama.
La muchacha lo observa escribiendo de èl
la primera imagen en una pàgina.

Pero el muchacho es gelatinoso y verde.
Lleva productos manufacturados por los prados.
Resquicios y ademàs un alma que escribe 
-por lo general- en el desvelo, a diferencia de ella
que -debemos decir- proviene
del petroleo.

El muchacho es verde-rojo. Una piedra. 
Un mordizco. Un puente por donde cruza la albumina
y en ocasiones aquello que serìa el alabastro
conmueve a ambos debajo de las
libèlulas.

El muchacho toma una rama por lo tanto ella es
infraestructural. Pedagogica en sus entrenamientos con 
los himnos. Poètica de una sintaxis con reglajes
de via-lacteas y asteroides.

Ella lleva un tren. 
Una casaca hecha en el interior de una sinagoga. 
Una alarma y una boina para respirar en el tanto deletreo
y en las diàsporas donde empiezan los himnos.

El sostiene aùn la rama.
Ella profundamente es un dragòn. Uno basicamente lleno
de paràdojas y escaramuzas en este momento; momento
desde el cual logra graficar una segunda imagen
de aquel muchacho.

De esa manera para ellos continua el universo.

Y para nosotros que asistimos a su extraño romance
se termina.







Flautas de Sol





Cuando llegò al poema, aquello que debiò
ser escrito en la linea se transformò en pàjaro.

El verso ascendìa desde sus profundidades
convirtiendo todo aquello que tocaba en madreselva.

Los silencios emigraban hacia flautas de sol.

Los campanarios esperaban la llegada de los buitres 
en el atardecer antes de deslizar el grito de sus campanas.

Las ramas despertaban en su brillo, una noche secreta.

Cuando llegò los testigos habìan guardado verdugos 
en sus corazones, para poder asi atravesar el mar.

Màs de una estela daba cuenta del oceano.

Màs de una recordaba los galeones que vivieron
en un verso.

Y escribiò que cada una de sus palabras eran producto
de las iguanas y los dados.

Escribiò que cada una de sus estalactitas descifraban
cosas milenarias desde el alba. Un reloj por ejemplo 
en la muñeca de un hombre.

Y sintiò a los àrboles.
Girò a la mueca de la santabarbara.

Ecribiò nuevamente en una pronunciaciòn descifrada
por una mancia, bajo una contienda de nucleos.

Cuando llegò todo aquello que iba a ser escrito se 
desvaneciò.

Y èl y todos sus pensamientos.

Fueron devueltos a las sombras.





Casa de Lampos




La casa es de lampos.
Uno tras otro dejaron su huella en los
àngulos. Hoy una araña lee en
ellos.

Y su teleraña asi como su telegrafìa
es otoñal. Llave ademas en sus tejidos,
el cuerpo de una cigarra embalsamado.

Este tejido proviene de otro tiempo, 
de otras formas.

Yescas que en esta primavera
recogen una iguana del caracol. Poemas de
sal en una hacienda de plasma, disecandose
entre equilibrios de ascuas donde sòlo 
la fiebre o la sed 
dan paso al camino, a la estela en el agua,
al sur inedito de una gaviota.

Pinturas de ecos en ese sur digital.
Pinturas de caballos sobre una reliquia y en la
marea la melodìa de un acto, la simulaciòn de
un espejo llevando historias de liturgias, de 
bellezas a codos, de lumenes
semejantes a una legaña, a una flor
en el timpano, a una muralla de arroz desde la
cual los tigres se elevan para alcanzar 
las alas de un pelicano.

De una turba de harina en los màstiles de
los dirigibles que pasan.








lunes, 14 de diciembre de 2015

Faroles




Todo es idèntico aquì.
El aire.
La construcciòn del jaguar.
El oido de la hierba o del jardìn.
La historia del barro mientras no es sediento.

Castillos y oleajes de tierra en los 
carbones. Parpadeos que atraviesan por
millones los iris.

La respuesta del sueño a un acertijo en llamas.

Todo es azul. Dirìa que casi reminiscente.

Celeste como el hidrògeno de la vida de una 
caravana. De un lenguaje por si mismo y ante si 
mismo ante el mar. Ante el sueño y las casas
de las remotas conjugaciones boreales entre
los paquidermos.

Lirios de soledad por donde empieza la
espuma.

El brillo recogiendo una edad de piletas para aquellos
que tenìan aletas y se arrastraban por la tierra
hasta llegar a un manantial.

En ese manantial la brisa es un capitulo.

Una melodia que llega de las siglas con una fibra
de molino en los ojos.

Y acompañada por el cuerpo de un hombre
se sienta en la arena.

Para llegado el anochecer, ser participe de ese momento
donde las helices de aquel molino se convierten
en faroles.

Y la oscuridad del oceano pueda encontrar la orilla.





Trote de la Bujìa y del Torno






Con la llegada del amanecer la escama se tiño de venas
y el pabellòn de zocalos.

En una de las plaquetas el mar habìa colocado 
un peine.

Entre los promontorios se derretìan acuarios. Veleros
que ya antes habìan suspendido un reflejo. Extrañas
palomas preñaban sus cultos de rascacielos.

Los estuarios basabanse en vidrios y retahilas para vivir.
La existencia era una caracola paciente dentro del ficus.
El cristal respiraba como un movimiento antiguo proveniente
de los idearios.
La espuma era un jiròn extrayendo la abominaciòn de todo
artificio. El lenguaje, sòlo una casa donde el coral
se desplazaba, atroz como un presagio donde escarchabase un
diluvio.

Nos dividìamos como las piedras pero a traves de los siglos.

Esperabamos el oceano de manera amarilla como las
hojas en el otoño.

Sujetabamos una lechuza en los àngulos.

Las langostas sufrìan nuevamente entre los cabellos.

El hechizo, era emplumado y angosto como las peliculas.

Trotes de bujias y tornos como en un perdigòn. Fabricas
de adoquines en una salva electrica, escenciada por mandibulas.

Plataformas de realidad. Cada una atravesando el dìa con un
pedazo de nosotros. Cada una elaborando procesos diferentes 
para nuestro ser en el espacio y el tiempo.

Asi, aquello que esta mañana era nuestro craneo.

En este momento lo es de un pelicano avanzando entre el
cielo.















domingo, 13 de diciembre de 2015

Poema





Habìa escrito en una estela de la brisa.
Junto a una marea donde el bàculo quedaba
incrustado. Tenìa un rostro en el pavimento
y un evento como el resplandor del horizonte
cuando existe un parpadeo y las aspas de los molinos
se levantan en el interior de las dagas.

Dìas de juicios como de entrañas.
Palabras que asolan el mar ahora que una luz
se abre paso entre peces. Feretros de caracoles
en un puerto, tensados sobre el brillo las primeras
cadenas hechas de aire, de motocicletas y
lamparas por las cuales se arrastra un ofertorio.

Lineas de llaves y piedras como en un arnes ideològico.
Plantaciones de espuma sobre la ilusiòn de una medula
escalada por una agitaciòn, donde los nombres 
colocan en las uñas las silabas de sus
catalinas.

Dìas y lineas donde encontrar esa soledad que da a los
nombres el encuentro con un siguiente neologismo. La lluvia
con una mañana llena de venenos en que las criaturas son
consagradas a una parimavera como las escamas
o el reloj donde el escalofrìo consume hasta la
llegada del verano un conjunto de encias o un escrito que
ya sin basarse en los ejemplos, camina por las escaleras
con su ùnico pleonasmo.

Aquel que en el amanecer origina una curva.









sábado, 12 de diciembre de 2015

Y por cada una Descendìan los Simios






La puerta que se levanta del horizonte
no es la misma que ayer empujaba el crepùsculo.

Ni es semejante la escala al tridente en una
secuela de hechos que llegan del mar acompañados
de la imaginaciòn.

Tampoco es el rostro que cerraba sus ojos buscando
el sueño, ese que dirigiste un amanecer de velas,
guiado por extraños manantiales.          

La luz es la tierra y de alguna manera el grito sideral
de una escollera en las sienes, cuando las mismas vuelven
a respirar distancias de sepias. Brillos entre colinas
de griales.

La puerta que se levanta no es el utero. Pero està el equilibrio
de un àrbol donde un mago recoge el pubis de la niebla
entre negras alas de inmensidad.

Umbrales. Alguno se desvanece en el recogimiento
de una uva. camino de los heliotropos y una punta verde como
la tez donde duermes, estampa su sello de oligarquìa
azulada y ferrea como un nicho.

Plateas de cadaveres y en una semblanza el origen.
La percepciòn en esquina plagada de dormitorios y casas.
De aluminios y bronces, llevando luminosas grevas
en sus bocas.

Y por cada una de ellas descendìan los simios.







viernes, 11 de diciembre de 2015

Carbones Originales





El desierto es de granizo. Gimnasias azules
y nucleos despiertan desde èl. Blancos puertos de agua.
Girasoles al lado de la piedra.

Relampagos de sangre en los faroles.
Cartas de sueño en las clepsidras, donde la arena se bate
con el vacìo al formar el tiempo.

Señales de espinas y espuma en la boca. Muy cerca
del verbo, donde tambièn amanece.

Aposentos donde la hiedra despierta cortando el ala 
de una cigarra. 

El rodar del tiempo y nuevamente la silueta que es de
plastico. El rìo sobre el adobe. La melodìa del aro sobre una
pared instruida por los flancos, junto a piramides y opalos
que llevan maquinas febriles de ensueño.

El rodar de la continuidad en un espejo. La bolsa libre de
un sotano en las curvas. El dìa coloquial. 

La mano o el acento de una inocencia convertida en pliegue
por el abismo.

Flotas de unciòn. Templos donde el hecho y el azahar
llegan hasta mitologicas metamorfosis.

Archipielagos y el santuario donde los trenes yerran entre
contradicciones, desprendiendose del sol y una hoja.

Peninsulas con el apellido de una raìz llegando de noche
de las selvas.

Desesperadamente.

Entre carbones originales.






Una Palabra





Una palabra en el corazòn como si estuviera hecha
de vidrio. Una que semejara una estaca despuès de los
fiordos y los peces amarillos de los subtitulos, una noche
donde no existen abreviaturas y el color de la piel en
los rascacielos es que el atraviesa una hoja, el que
determina el latido de una liebre.

Una palabra mas allà del ser. Conjurada por idolos
que son serpentinas de barro y se estrellan contra animales
y jueces en un oido marròn, donde las entrañas posan 
su ritmo inmemorial de sortijas y preludios. Una llena
de concentraciones como la idea.

Una que haya sido mutilada en los expresos. Que haya 
dormido en los parques con esa sed que sigue a los hombres
despuès de haber atravesado el sol acompañados de
una viga. Una que haya conquistado los relojes de una
casa habitada por sedimentos que nocturnamente
dirigen vaticinios.

Una palabra donde el astro es una apariciòn.
Donde las lamparas siguen al pensamiento debajo de una
pupila y en las mejillas, una hitoria de parpados ilumina
las ciudades devastadas por los misterios.

Una palabra que lleva en su espìritu la oraciòn de un piano
tejida por la escama, mientras reptiles y voces de astromelias
escarchan el sonido de la abominaciòn entre los arrecifes donde
el lirio. ensarta pacientemente al alabastro, la condiciòn del
polen en el fuego.

Una palabra con direcciones de piastra.
Enamorada de volcanes y husares. Compuesta de liquenes
semejantes a los que incendìan una proa o un ancla
con genuflexiones de ceniza iguales a las que se
elevan en el aire acompañando a una llama.

Una palabra llena de botines y escaramuzas.
De secuestros e hialinas proporciones.
De naciones como el pubis en una marcha de poleas.
De dinastias incomparables desde un eje.

Y donde el sentido de las mismas lo primero que buscan
al llegar es el vertigo.











jueves, 10 de diciembre de 2015

El Verbo de la Aguja




La brisa se convertìa en hoja.
La estela era hueso que volvìa a fermentarse.
La llamarada descubrìa en la carne el paseo
de un pretil en el sueño. Algunas cosas se
dividian entre los hechos. Algùn matìz
del fuego se dirigia a un astro.

La luna respondiò a los sauces dejando un 
brillo en sus superficies. Las aves resplandecìan
en el vuelo, como pàginas de mimesis que
se transformaban en contenidos de manera fugaz e imprecisa
como lo hace el lenguaje en el verbo. La libelula
llenaba las frondas de metamorfosis.

El verbo disipaba una aguja.
El verbo tambièn era una aguja.
Lanzaba dirigibles a un puerto.

Corregìa el mar el lenguaje de las constelaciones 
que muerden los muelles para convertirlos
nuevamente en mareas.

La rafaga se convirtìa en una flor.
La era de un mito recordaba la sed de un arca
entre las feromonas de los antepasados.

Incursiones y calles. La circunstancia del ser
en un pecho. El pelo soldado a tu craneo me recordaba
de noche una caricia.

Nocturnos donde la soledad reconoce en su espìritu
un jardìn invadido de estuarios. 

Allì la tierra granjea con la arena un recuerdo del mar.

Una fantasìa que es azul y se convierte en ola.







miércoles, 9 de diciembre de 2015

Poema





Provenìa de los trances.
De alguna forma de aquelarres en el sueño.
De algun espejismo donde nace una corola.

Fraguas de circulos. En uno de ellos la ilusiòn.
En otros el estuario en el pecho recogiendo cosas azules
como las ballenas. Incluso el himen. La bocanada de
papiro bajo los manuscritos de un temple
cosido entre las avenidas.

Llegò de alguna estrella en el humo. De las ruecas.
Conservò las constelaciones del zocalo antes que
un pàjaro las hundiera en el vuelo. Durmiò en la flor que
el atardecer sedaba en el carbòn. Cerrò los ojos
de manera fugaz ante una gema.

Busco en los himnos.
Alguno desprendiò el eco de la palabra antes de lo
milenario.
Otro sostuvo la raiz que ofrece un segmento la historia
de un paìs mientras anhela.
Uno màs se emparento a las dislocaduras y los roces.

Trajo una herida. Llevaba en sus manos el petroleo.
Hundìa cabellos mientras el sol propalabra efigies como la
continuidad y el devenir. Prismas como el santuario o
el matiz de un fragmento derivado de las objetos
destruidos por la palabra.

Provenìa de esa palabra.

De una manada que incendiaba molinos en el aire.

De una luz subversiba quemando fanales perpetuamente
en los techos.

Donde sòlo la humareda de lo que conviertese en ceniza
se reclina.








martes, 8 de diciembre de 2015

El Lenguaje que Desata la Primavera





Conozco por la exactitud algùn valle.
Un circulo y el conocimiento de una rada cuando
incendian su mundo.
Podrìa hablar a veces de lo sideral. 
Incluso podrìa moverme entre las herraduras de
lo astral, si es que algo asi fuese posible.

Escribirìa del pensamiento de la aguja al atravesar la carne.
De la piel cuando imita a un iman.
Busco en el cuerpo del papel aquello alado, ajeno
a la intuiciòn y los puentes y sin embargo tan unido a ello.

Conozco esa sensaciòn que no me hace vacìo, pero 
llena mi corazòn de antorchas que ignoro y desconozco
de horizontes que jamàs abren sus puertas
de musculos que nunca muestran su rostro.

Veo en los manantiales esa soledad que sòlo el pièlago
penetra. La trascendencia con su mandil de
adobe en una balaustrada, donde el fuego ofrece a la noche
su craneo a cambio de un pensamiento.

Creo en esa revelaciòn que llega del estambre
evocando noticias de fosforo. El diario de los ojos
sobre los objetos. La superficie de lo atroz en cada una de
las imagenes que caminan por las calles igual a nosotros. Creo
en ese universo no porque pueda ser autentico, sino porque
es una extensiòn de esa mariposa que muere en
el solsticio como algo real -si es que es real-
en este misterioso lenguaje que desata 
la primavera.

Conozco por la exactitud esa primavera.

Lo sè, porque siempre he asistido a los vidrios.
Lo sè, porque me he preparado para la llegada de los muelles.

Y entre ellos el corazòn ha contemplado el progreso
de los plasmas.





domingo, 6 de diciembre de 2015

Las Ramas Rojas





Un arco.
La lechuza en el punto donde se arquea.
La distancia atràs buscando algun ritual basado 
en la lucidez. La distancia donde se inmolan
o vuelven a inmolarse los huesos de un pàjaro; rojo
como el sentido de las ramas. A todo esto debemos
considerar que pocas ramas son rojas. Ello
pertenece a otro equilibrio.

Luego hay violines.
Entrecejos.
Una prolongaciòn de verde.
En ella se extiende un tipo de arqueologìa. Una con
cabellos por ejemplo. Una con verdugos de polen y estalactitas.
Una que ciñe veranos y primaveras para que los mamiferos
encuentren sus dequeismos y estelas, sus
procesos de hierros y turbantes, sus
sentencias junto a otras
heridas.

Un arco. 
La botella de piel que duerme sobre la mesa
proviene de nuestros antepasados. Posee un reloj en cada uno
de sus puentes. Los mismos son de carne y anteceden a los
mitos. A los lenguajes. Incluso a las santabarbaras
donde pasean de noche los rinocerontes su
identica historia de selva.

Y sin embargo hay una especie de requiem sobre la luz que
ilumina todo esto. Una especie de adioses que nos deja extrañados.
Casi solitarios como un ambar que ciñese a las expediciones
cuando en busca de piscinas de lava, recorre la ciudad
de los husares y los monasterios. De los mundos
encarnados en resplandores de iones
o moleculas que inclinan sus plagas
y el topacio de sus barbaries
escritas en el silencio
de los estrabismos por sus dragones.

Dragones que esculpen diariamente peliculas de carbòn
en los periodicos.

Y en la genuflexiòn de sus ancas.