jueves, 30 de abril de 2015

Hermenèutica de un Buho





Percibo una vida.
De acuerdo a lo incandescente, tal vida se 
encuentra en la silueta del fosforo, bajo un tiempo donde
los elementos ovillan una flauta en los colores
de la energìa.

Un tiempo de pergolas es.
Tomado de la ilusiòn y lo fantàstico, entre faenas
que llegan del granizo, de la palabra en el mar
antes de transformarse en significado, en 
esa noche donde todo lo
celeste del hemisferio es un
vertiginoso azul que corta
la mirada.

Percibo tambièn el trajinar de la soledad
en el aire.
Los vicios completos de la muerte en una morgue.
Las gaviotas graficando el acentro que tenemos
de una tendencia.
La denominaciòn de la costa aùn prohibida.
La memoria consumando su propio presagio en
una boveda de alegorìas.

Y en la sensibilidad de aquello que hay en el aire, brota
la hermeneutica que yerra acompañando a un buho.
La poesìa con color de azufre,
El tiempo de travesaños diseñado por las estalactitas.
Y en esa sensibilidad aquello que el reptil
horada en el verso.
La manzana descansando en el fuego.
El sitio de brea y el infinito.
El imperio de los màstiles lleno de naves contemporaneas
y burdeles, sobre clanes de pièlagos que se 
organizan y los pàjaros al verlos
los llaman eclosiones, enjambres
candelabros donde aguarda la divinidad el crepusculo
de sus sueños.







Nocturnos de Galeones





Puedo tomar el brazo de una iguana
cuando los manantiales no recuerden su edad
o recrudezcan en el platino los cipreses.

Llegar a lo ideal con un sol de otoño en la boca
y suponer que puede construirse como una
palabra hermafrodita en los labios.

Incluir mi corazòn en la madreselva
donde un dibujo de mirra anhelaba la escarcha
y las silabas eran direcciones de gametos.

Liberarme del sol cuando escribe entre aparejos
mortales y ciegos como  nocturnos de galeones
que apagan entre visiones sus corolas.

Elegir las entrañas entre cachorros
donde se perfila ignota la escencia de un pubis
libre y absoluto entre otoños de minaretes.

Desprenderme del oceano lleno de latigos
y ceremonias sexuales anidando en los ecos
donde se transforma el sol en gemelo.

Puedo tocar el aire de una iguana
respirando en voz queda como un acertijo 
en la oscura playa de los enigmas.

Dirigirme a una orilla de nenufares
donde las primeras cosas tiemblan como pulsos
o la conciencia eleva la razòn hasta el idilio.

Comprender sin involucrarme un atardecer
en la hierba, sobrecogido por extraños eventos
donde el mar-por ejemplo- es rehen de una piedra.

Comprender hasta el rito la escalada de añiles
que acaricia una humedad llena de suicidas y amplios
monitores de carne rodeados de escafandras.

Desvanecerme entre ellos como una uva.
Ser incandescente -si se puede- como un àtomo.
Puedo tomar el brazo de una iguana sin que
acabe todo. 

Asi es como despiertan nocturnos de 
galeones.









Poema





Deberìa haber escrito un poema.
Un poema que dijera màs cosas de lo que
las palabras pueden decirnos.
Uno que encontrara en el recogimiento 
el tacto amarillo con que la trascendencia 
recoge las tizas y los daguerrotipos.
Uno lleno de hierro en el corazòn.
Ofreciendo a los àrboles la esperanza de
convertirse en màstiles sobre los barcos un dìa.
Un poema que fuera capaz de arrancar toda
su vida de un sòlo jiròn y anexarla a una pluma.
Uno con sombras de polen y arroz.
Con ciudades de trigo, no exento de civilizaciones,
reptiles y moscas.
Un poema que en cada presagio escondido en
sus palabras, se hubiera dedicado a sugerir
y conceptuar, a deliberar y abstraer
a organizar cosas como la personalidad entre
notas de musgo invadidas por el frìo.
Lleno de trompetas.
Capaz de llevar una resurrecciòn en cada objeto.
Un poema que estuviese sembrado de opuestos
y dragones.
Una poesìa en èl que meditara en todos los
contenidos de la llama,
entre verosimiles parpados de truenos.
Un poema que pudiera colgar de las raices tanto
como del barro, lleno de
simplificaciones y opalos en sus tejidos.
Lleno de mercenarios en el punto y el calibre,
que haya escrito del ser en las canteras,
que se haya encontrado con dios en sus humeros.
Un poema de genealogìas de perro,
con voces densiometricas de trasatlanticos.
Que pueda por la noche ofrecer cetros de aluminio
a los titanes.
Que comparta sus estelas nada màs con el oceano.
Y estas nos marquen el rumbo que ha tomado.
Ajeno siempre, desconocido.






Titulos Para la Hierba





Superficies de escamas abandonadas por los
peces mensajes son de un mundo, donde
los galeones empujaban la noche llena de vertigos
y luces en lo alto dejadas por los astros. Luces que
forman constelaciones.

Y en ello un hemisferio, la gravedad 
suspendiendose en el infinito, asi como las corrientes de
los aires sostienen el inmenso pico del pelicano
o toda mirada cientifica que ante la eternidad se viste
de astrofisica para el sentido comùn de un
paramo cientifico, nomade como 
un elefante. Angurriento 
igual que plesiosaurio.

Y en esas superficies donde alguna escencia
de mi vida es devorada por el destino, pregunto 
por la hoja de seda en la gruta, por el girasol 
de piedra en la caverna, por algùn sol
de humo. Pregunto y la nieve del tejado 
intenta responder con sus copulas 
de otoño, acicalado por una distancia, donde
los violines reconocen en el canto del oboe
las tradiciones de una langosta.

Superficies donde los navìos son a veces
el ancla del vuelo de los pàjaros.
Superficies donde la costa es ignota para 
que pueda reencarnarse.
Semejante a un historia de amor que en 
principio parece no ser nuestra.

Y vaga casi indiferente al otro lado del mundo
acariciando la hierba.





miércoles, 29 de abril de 2015

Poema





Detràs del aire esa brisa que guiò alguna vez a la rafaga.
El campanario de cobre bendecido por la muselina.
El friò donde se agolpaban formas de jinetes, espacios 
como el sol y alguna conversaciòn en un lecho de
durmientes, atravesadas por los rieles. 

Y en esa reseña biogràfica de un mundo horizontal
con la linea, en esos titulos de madera
colocados de manera que el agua saciara su sed
o las estructuras del aura nos dijeran
en què parte del universo los hombres son aùn
de plastilina, como un eco gelatinoso y celeste de un pez
atado al mar por el agua.

Antiguos castillos nombrados por los yelmos en una
borda. Fraguas de indomitas luces que alguna noche
recogimos del mineral, puestos de grevas como
la reencarnaciòn o la ciudad en cuyos objetos
empieza tambièn el oràculo.

Ese al que se acercan las lamparas ahora.

Intentando que el mensaje de ese oraculo, no sea
tomado por el sueño.








Enciclica de Hidrògeno




La poesìa camina por una clavicula.
Luego se dirige al mar porque piensa en
los planes de la idolatrìa; el dìa es un sol que
parece un vestigio.

Y todo se hace tan arcano
Todo conduce a una sensaciòn milenaria
que hasta nos volvemos antiguos por un instante,
casi ancestrales al sentir y razonar,
de idear segùn los lenguajes de la piedra 
y los musculos,
de lo ruin y sagrado en la carne del aspa
donde los griales ascienden a los cisnes escarbando
en los neumaticos,
en los compuestos quimicos
de un verso, con hipotesis que llegan del hidrògeno
y las fases del otoño en una enciclica
de vidrio.

Conjuntos de sed ahora que cruzo una hoja.
Equilibrios de la edad que posa sus cuentos en una
vieja armonìa con las ceremonias
donde la libelula es insomne
en los planetarios, alli se humedece la nada
alli este otoño donde las moscas quedan adheridas en
una pared de agua para siempre, donde los
caballos identifican el paisaje
de hierro entre los 
sobrenombres
y homonimos o las grutas donde el neologismo
analiza la escencia de un poema que 
llega caminando por una
clavicula, renacen entre las iniciaciones.

Igual, casi exactamente igual que los misterios.






Historia de Humo





Veo al pajaro con su cola de humo.
No es el mismo pàjaro de ayer asi que me pregunto.
En què trayecto del vuelo se transformò en llama.
Las abejas me responden.
Pero las abejas son un universo al pie de las colmenas.
Un hecho con bordes de polen y filigranas.
A veces una constituciòn escarlata.
Un fosforescente violeta.
Es un hecho, asi que pregunto - ya no a las abejas- por un
simbolo en el aire donde se sostiene tal pàjaro.

Miro al pàjaro con una chimenea en su lomo.
En otros tiempos mi locura hubiera pensado en èl, llena de 
rascacielos.
En otros tiempos mi amor por las superficies habrìa creado
la plasticidad y el diluvio, el nombre del corazòn
en la hierba, la reflexiòn mamifera
donde el viento traza los 
obuses de una 
melodìa, en ella la hierba al alcanzar el tallo lo
cifra.

Y paralelamente el oceano se divide.
No es el mismo oceano que recorrì en el amanecer.
Es uno lleno de algas, extraño como la goleta en la cual 
llegan e irradian los cisnes
su primavera de placton y langostas.

Pajaros muy profundamente de escarcha
que despiertan sobrenaturales a la lengua
y hunden continentes en el archipielago
donde empiezan a crecer
voceando legendarios puertos,
lumenes androginos y veletas
de fantasmas.

Un insomnio de dios lleno de espectros.

Una cabeza de playa donde se reencarnan en 
las dunas las alambradas.

Un espigòn donde vibran aùn los horoscopos
para cada ser en la tierra.



martes, 28 de abril de 2015

Poema




Debe haber pasado un dìa.
Los àrboles se sientan en los desfiladeros
para escribir de sus escamas.
El  mar està desnudando una casa de sal
muy cerca de su orilla. Hay alfiles que caminan
con ese mar hacia lo primitivo.
Se siente un vacìo donde el poder a flanquear
el derecho, es un presionar de la arena,
una pulsiòn del medano.
Despiertan lamparas de ningùn aniversario.
La porcelana ciega de un grito.
Las aves se abstienen del cielo.
Las humaredas se inclinan ante un viento
que llega de los bosques, pero no siempre de ellos.
Mi humanidad de sabueso sube a los claveles
donde sòlo el cuarzo es quien percibe.
En la boca, sucias flores de diamante toman
una batista.
Sucesos de vidrio iguales a un escrùpulo
en la bahìa, son fragmentados por dormitorios
de granito.
La tierra se despedaza en un universo 
donde las brasas beben de los jardines, sòlo
el punto ardiente de la voluntad.
Debe haber sido un dìa.
Lo sè porque he contemplado millones de
noches desde que sucediò.
Soy conciente de esa vida ignorada por los
acantilados porque vivì en ella.
Conciente de la memoria dimensionada por 
los cabellos.
De la linea de azahar en las cartas
donde los mensajes siguen agitando sus
maleficios.
Para que sòlo la espuma que se queda en 
la resaca resistiendo al sol, lo crea.





Estaciòn de Alabastro





En ocasiones logro creerlo y pienso en
un poema como el lenguaje lo hace.
Miro incluso la ventana por donde pasan
las mariposas llevando cruces violetas.
Esa ventana en algun tiempo, compuesta
de amapolas y alianzas con los grillos.
Esa ventana que empalaba y engullìa como
un gran romance en las calles.
Que disputaba a los asesinos un giro que
sòlo ofrece la clarividencia.
Que reflexionaba en lo legendario como una
estela entre estaciones de alabastro.
Y leìa en el otoño, con màs violencia que
crines entre remordimientos.
Y es entonces, que duermo en las plazas
confiado de una estrofa sin torres.
Totalmente seguro de que no es aquì donde
se descarrilaràn las agujas.
De que no serà ahora, el dònde de las 
procesiones reproduciendose a sì mismas.
En ocasiones miro en los azulejos la fuente
boreal de toda escollera.
La misma que practicaba en los prados con
una fuente de àtomos poèticos.
La que de alguna forma, es arrastrada por
la brisa desde anclas transparentes.
Milenarias como un acertijo en los ojos.
Arcanas como la maldiciòn de un talisman 
en la mirada.





Ebria de Adioses





La bandada que roza una colina
El vuelo del aguila entre ellas y bajo
una silueta de ambar, la naturaleza empieza
a formar sus propios idolos; un conjunto de entrañas
nuevamente se perfila en el gris del diamante 
ascendiendo con otros overoles, llenos de
cicatrices en los nombres y religiosas
heridas en sus pronunciaciones.

Historias de gacelas en las fauces del leòn
menguando como una sìlaba.

Crònicas de bestias que no hemos visto y nos
llegan en este nocturno igual que una fabula
o una rapsodia que podemos leer
ebria de adioses.

Los husares en la piel vuelven a formar
arreboles.

Los escenarios detienen entre el vilo, 
toda sensacion de la ira y los iones.

La noche nuevamente como un tremante
se desboca junto a los escalpelos.

Silencio del eco que yerra eterno entre
una selva, mientras la piel tensa un latido
en la transfiguraciòn de una celula
y la intensidad de sus cenizas.

La bandada que toca una colina.
El arte del ciempies junto a una balaustrada
de harina, el color del volcan
cuando la adolescencia descubre la primera
grieta en èl. Los adornos a los que recurres para
que literariamente ello parezca un clan,
alguna parabola,
un dije que llevamos como una ironìa 
pero que no es mas que un profundo secreto, una
perfecta muerte con nosotros mismos.

Asi deberìa ser, me digo mientras mi imaginaciòn
evoluciona a la sensibilidad.

Muy contrariamente a lo que piensa el 
poema.

Y en las dos ùltimas cosas, al igual como en la
figura de una bandada que roza una colina.

Sigo preguntando porquè.

sábado, 25 de abril de 2015

Lenguajes Secretos





Un lenguaje.
Una tierra donde los bosques encontrarìan sus parpados.
El eco verosimil, el jardìn en la garganta con
una superficie de buzos
donde la existencia se despide de la razòn con un tono
filosofico de purpura llamado tarde, allì
las atmosferas pintan abominables dibujos de
huesos.
A la vez el tiempo uniendose al conocimiento de las morgues,
los leprosarios contando las estaciones desde 
una fragata.

Un lenguaje con todos los perihelios de la lluvia.
Desatando espantapajaros que disciernen en las maderas
como metaforas de zafiro en la conciencia
de una bandada.
De los muerdagos.
De la construcciòn o la hipotesis de quien roza
los astros desde una cabellera y la fotografìa 
a mansalva de una bala que regresa
al tambor del revolver.
Y junto a ese lenguaje el primer desengaño.
El olivo abierto de los tordos.
La inocencia con voces de resacas.
El punto de sangre sobre el eslabon, el ministerio de
la nutria jugando en el yelmo del sobreviviente
entre conjuntos de industrìas
evolucionando hacia el hierro.

Dìas de ilusiòn donde el horizonte arrastra
los puertos hacia maquinas de cera,
dìas de fantasìa como los reinos encerrados
en el corazòn del jaguar
y la mitologìa de una primavera azulada
en sus ruinas.

Un lenguaje. Dorandose en las sienes
de una revoluciòn.
Implacable en los tejados de las cosmogonìas
donde el recogimiento susurra
en el limbo, donde los vocablos duermen en el 
latido de una campana,
donde los crucifijos no crean la necesidad ni el
himno para descubrir una incursiòn
de rieles en el verano.

Desesperadamente silencioso entre su duda.





viernes, 24 de abril de 2015

Escrito





El dìa de una mantis con cierta intensidad
en su pecho.
El jeroglifico desnudo en la sal.
La insinuaciòn de la cual parte el agua hacia
puertos de imaginaciòn con la niebla.
El mensaje del rosal entre luctuosos
dìas de madera
con animales meridionales selvaticos.

Listones de aprobio en un segmento.

La inercia del cemento al ser convertido en
desprecio. El zodiaco de papel cruzando las huellas
de otros faroles, sobre sensaciones que reinan
en los pasillos, entre nostalgicos frutos
de herraduras, de silenciosas fragancias llenas 
de paleontologìas.

Una balada de puerto estancada en los tenedores.
La luna cubriendo la desvanecencia en los objetos del
prado. Una gema donde los arrecifes alrededor de 
la bruma, insinuaban una forma de sueño y de ser un tanto
el lenguaje que anhelabamos para los cristales
cuando llueve y la estatura del mar
se involucra nuevamente con los puertos
donde palidamente alude un hombre a sus cartas 
dirigidas a lo primitivo.

Escritas en una caverna ciega de murcielagos.




Poema





En el interior de los paises hay un mapa.
Un ciclico templo de garrochas confundièndose
en un manantial de jabalinas, donde los
arpones yerran. Tambièn hay una historia de
piedras, de enlaces con las serpientes,
enredandose en los acantilados con las voces
secretas de las madreselvas. Hasta un ideario
y las cronicas donde juegan los moluscos
con un tinte de jarcias, saqueadas en el invierno
por lo màs cotidiano que puede ser el granizo
o las referencias contemporaneas al màstil
al nombre petrolero de las vainas
o su conjunto quimico de elementos que unense
silenciosamente para crear el tallo
o la perspectiva de la hoja, cuando luego de ser
creaciòn, recibe una mirada.

Tambièn hay cometas, que debajo de los paises
trazan sus cortinas y oraciones que pasan como
una sentencia a travès del vaticinio o los maleficios
y dado que en una dimensiòn formase todo esto
nos preguntamos por aquella que empieza a 
separarse entre estelas y resacas parecidas al
hambre o un retrato del mal en los contenedores.

Nos preguntamos por esa dimensiòn que ahora
llena de seres y objetos recicla un poema en celo
entre bestias marrones de zinc o el plateado
sueño donde ya no nos movemos.

Esa dimensiòn que se aleja pacientemente
entre la realidad.







Altorrelieve de la Infancia




Un altorrelieve sostiendo la inspiraciòn
de un hombre ante la posibilidad del mar bajo
la luna. El tallado de madera aquì y allà
como una insinuaciòn que evoca el pasado 
de la concha o el dìa que era maritimo
en los rostros de los marineros, con
esa borealidad propia de ritmos paganos
y de piedras, -un aire del sur- dirìamos,
si nos acercamos a la silueta de una bolichera.

El prisma luciendo en las maderas
su ideal forma de superficie, arrancando
un respiro de dios a la belleza o el pristino 
resplandor, con el cual el verano con su luz
envolvìa maniquies, preparandolos para el
otoño o màs allà; el invierno con sus
tejidos de frìo entre las conchas y 
las caracolas y los mapas, escribìa.

Cartas de aceite llegàndo a esa casa
en la orilla que habitamos con toda la suspicacia
de la inocencia en las madreselvas o apilando jinetes
en el hemisferio que no eran nada màs que cirros
o nubarrones; frutos de tornasoles. Què otra
cosa podìa hacer en el cielo el elixir?

La precisiòn de la ola en la arena.
-cada una en su destrucciòn era exacta-
Los buques digeridos por el horizonte donde aùn
-lo sè- se baten monstruos y dragones.
Torres de humo rosado serpenteando
en el infinito como angelicales flexiones
de una despedida de quimeras.
-aùn en esa despedida, quemàndose en
su fuego-
Y escolleras donde el miedo a algo mas 
hermoso que el mar, nos suspendìa en un
momento que parecìa ser terrestre. Pero no.
Simplemente no lo era.






jueves, 23 de abril de 2015

El Meridiano del Helio





Es temprano. El mundo que conociste se ha
vuelto secreto en sus primeras cosas.
La flor que se abre, parece haberlo hecho nunca.
Las alas del ave al extenderse crean
un prodigio que desconocía.
Los elementos flotan nuevamente entre las
escencias, pronunciando un nombre.
Las escamas se unen al pez.
Las plumas forman nuevamente un ala.
Algunos hombre no saben que la eternidad es
sólo uno de los origenes del eter, donde
la poesía escribe lo innombrable para cifrarlo.
La ciudad se mueve entre automoviles que
desconocía. El aire escribe en sus hechos
con eventos de misteriosa morfología creando
un acuario; en él un tropo de abedul, la cisterna
de una ráfaga. Es temprano y los hombres llegan
a la arena para sus clases de astrología
como extraños ornitorrincos que pueblan las
selvas. El animal despierta entre los nombres con
aquel que llega del oceano; uno que aprendió
por si mismos de las agujas y del aire, que se
corrompió en el numen hasta caer en la existencia
lleno de luz y posibilidad, lleno de rayos y grietas
en sus rocas, sosteniendo a cada instante el amen
de las gaviotas en cada atardecer huyendo con
sus símbolos, hasta un meridiano de flautas y
de oboes. Un meridiano pronunciado sólo
por el helio.



El Oceano que Besa una Langosta





Duerme el heliotropo.
Su canto parece sideral.
Parece; pero no como una apariencia o la
dedicación de una metáfora a todo
vinculo con la actualidad y los
recogimientos.
Su canto es de cera como una reproducción
de plastilina en las venas,
como un retorno a los menguantes donde
lo invisible baña un solsticio y las construcciones
aparecen de manera opuesta a un heroe
que rociamos
de idolos, conjugando la nieve 
con la aurora en la brea.
Pero su canto no deja de parecer sideral.
-eso es tan subjetivo como el mar que besa una langosta-
Resurrecciones.
Alguna de las nuestras escribe en el interior
del elixir, donde una gama arrastra
el vapor de una sudestada
en este ardiente
verano
de nociones amarillas como el
prado y el amanecer
donde nuestros eventos descubren en el 
siglo de los alfileres
alguno que sigue a las coordenadas de la liebre
en una yugular de lechuzas.
Vientos de rosadas caligrafías en el desprecio.
Corrientes en ellos como la ira ilusionando
un pez en la carne.
Vientos de robles
con edades de ceremonias en las raices,
la placenta del hexagono en un buzo, la mancha
del hedor detrás de los paises con
mundos informales semejantes a llanuras
y la perecepción de que algo ajeno 
como los tropicos vuelve a 
lo nuestro con adioses 
en el pelo
en los paraisos de la nuca
en los silencios de ese craneo abandonado
por el pensamiento en el agua.
Para que pueda crear
un oceano.







miércoles, 22 de abril de 2015

Sobre Dos Supernovas





Larga la tierra que inunda esmeraldas de soles.
El enigma de un vaso oculto en un cadaver de platino.
El mundo inundado por una introducciòn de reptiles.
Extraña en la balada de una serpiente, cuando mira
el horizonte.
Silencioso el castigo de los espejismos donde el amor
no puede rozarnos.
Y los campanarios sumidos en las tijeras de una mantis
parecen celebrarlo,
con castigos y botellas de cobre insertandose en un
paisaje de morteros ideales.
Ajeno el universo y en lo que a nosotros concierne, la
conjetura amarilla del otoño; esa que vaga
por los parques y hasta el rey amarillo junto al alfil
quebràndose como una marioneta camino
hacia los manantiales.
Misterioso como un mustelido del norte que puebla
las algas ebrios de revelaciones.
O los portes de una exègesis, en las que mitad de un
edificio salta al mundo de los fòsiles
con su posible encuentro con los dragones.
Extenso el pentagrama donde el diluvio narra su 
musica para un portatropas.
Mitico el gas sarin del heliotropo.
La conjugaciòn temida de las tinieblas desprendiendo
sus naipes del arrobo.
Verosimil como los parpados de una cimitarra en el
desvelo del helio.
Mantico el sudor de una espuela en la crin de un
cosmonauta que mira el cielo desde un sueño improbable,
uno -quizà- linguistico como inmensa literatura de sol
que se quema seguro de una supernova.
Semejante a la vida, camino de esa
otra supernova:llamada muerte.








Telegrafìa del Cristal





Por aquellos libros con metamorfosis de
dimensiones de aceite.
Por el drama y los objetos del aire
movilizando el sueño y la conciencia en una
rafaga.
Por los plantigrados que duermen
en los plasmas.
En lecciones magistrales de barro
pertenecientes a las semblanzas y las 
dudas.
Entre historias de nieve y serpientes
nadando en el lodo
-todas legendarias-
y la primera puerta que atraviesas 
para recoger tu humero.
Por los huesos de la conquista y aquellos
que son inconquistables.
En las acciones intelegibles de la luz
en el cuarzo, cuando los relampagos
son escandinavos.
En la telegrafìa del cristal
oprimido de noche por la madera.
En los elementos esmeraldas del cipres
y los radiotelescopios de los peces
en la arena cuando mueren.
Por el calado del agua en las superficies
marinas.
Por la zoologìa de los trenes y sus overoles.
Por cada atmosfera en el sino y la
astrofisica que nunca compartiremos por
la luna.
Por todo vicio literario, prematuro en el
requiem, oracular siempre en las cosas.
En los animales de la hebra
y las primaveras helicoidales del gramòfono.
Mientras otras razas de astros se 
extienden en los cielos
llenos de invisibles faraones.
En la rueca que se desliza como una 
serpiente en el desierto con la esperanza de
llegar a un navìo.
Entre la perpendicular de los saurios
o la enigmatica cruz doblada
por la perspectiva.
En los dones de las citaras y los resplandores
sobre una cultura de murcielagos.
Cuando fulgores submarinos purpurean
y las constelaciones dilatan laberintos de granizo
en sus oboes.
Por las preguntas que pasan debajo del azul.
O el piano que da existencia a un pàjaro,
buscando lo siguiente: encontrarse o
desprenderse de su forma.





Poema





Un tiempo.
Està en las cenizas y en las cabelleras.
Bajo un universo de centellas que renacen 
como el mar en la orilla, una y otra vez
como olas.
Sobre una tradiciòn de veleros y poesìa
encallada. 
En una media luz de ballenas y lejanos
escenarios donde las crines
se elevan hacia una 
gama de reptiles
dorados por
los ecos.
Un tiempo de superficies amaestradas 
amarillas,
deshilachàndose en mundos que tienen
àngeles como
apariencias; sinòpticas
formaciones de algas oscureciendose
como trasatlanticos entre
lo lejano.
Bordes y filos recogiendo los huesos de
la piel en las cavernas.
Chimeneas de lenguas entre melodìas 
de adioses y pavimentos blancos
como un ancla de
arcilla en la
adolescencia de los minerales.
Un tiempo con
tropos de espuma 
que encerraron en las agujas el dios
evanescente de los parques
con un lenguaje de griales buscando un
aguila en los diques
o los molinos donde el verso reconocìa
el primer instinto de 
sus aspavientos.
Con maquinas de colores para los carbones.
Con industrias de cera
donde la plastilina inclinaba sus
arcanos derroteros
de placenta.
Un tiempo con lodo del martillo; 
silueteado verbo de la enfermedad
como una matrìz en las uvas
y hasta en el hierro al disecarse; un tiempo
de metal como el
acero.



martes, 21 de abril de 2015

Los Ritos de la Palabra





La lampara vacìa de un pliegue, urdiendo
manìas de escamas en los sabotajes de la orilla, el
corazòn en la mano como toda la 
sensibilidad que deja un pàjaro en el movimiento,
la humedad del cèfiro
y a la par, los sauces desmembrando 
un helecho en la memoria, con el poder de
una viciosa imagen.

Abedules de arena sobre sacerdotes
que inspirados por el sol derrotaban un arco,
un cuadrado encendido -un instante- por la curva 
al doblar la linea, un circulo que nacìa en la miseria
de un tallo, sangrando en la
inflexiòn de las aletas.

Fragatas que ofrecìan el sacrificio del esplendor
al espejismo de una sonata en el pelo,
la cabellera de sudor subiendo por los andrajos
del aura y junto a ello, una pàgina
de camellos donde el universo anudaba un oceano
de cosas: sòlo los ritos de la palabra eran
nuestros.

Desiertos como el prado ansiado de una colina
en el cual la intensidad desnudaba
el eje sucio de una platea, cuya gravedad
tocaba el cielo con el espìritu 
de un meandro y la ignota mirada del espigòn
dormida en los craneos de la tierra.

Sal de precipicios para los vagones.
Frecuencias de antarticas bengalas con su
historia de tigre en los acantilados
donde nacen pero no terminan las historias.
Hoy vengo con una elegìa de cobre 
tomada de los dìas, de los atardeceres casi
hialinos, de la medida y la longitud boreal donde
el eter crea la noche, aguardando 
tragicamente un mortal, sòlo
la llegada de siempre un mortal dìa.


Los Cirros en los Jabalìes







A veces creo que el mar es un sueño encerrado 
en una boveda. Un brillo mortal en èl asciende
como un planear o un zigzagueo de cruces en
el viento: un pentagrama  de crestas que sigue 
la vida sobre otros esquemas; entre
extrañas ràfagas.

A veces sigo una historia a traves de la intuiciòn;
una performance en el aire de esas cosas
que jamàs se manchan de sepia.

Naipes y formas de raices que se alargan
sobre atmosferas que recorren una caverna o
la luz, que es un alfange proyectàndose
entre evoluciònes que descansan una sobre
otra.

Y camino sobre esos nombres
que inmortalizan en la espuma de los cirros
a los jabalìes
y me digo que ello puede ser perpetuo 
como una nebulosa o la estrella
donde las fabulas cultivan un
secreto amarillo.

Y sigo mi camino intentando que
mi mirada no se aleje de ello.





lunes, 20 de abril de 2015

Despertarse





Despertarse y observar el sol.
Mirarlo con indiferencia, esa indiferencia con
la que hemos caminado este otoño y preguntarnos 
por la razòn de ello.
Construir un àrbol.
Recoger un pensamiento.
Penetrar el aire.
Caminar con una jabalina o una herradura.
-es lo mismo-
Intentar escribir aquello que en lo màs profundo
deseamos pero que siempre es imposible.
Pronunciar lo inefable.
Ver en el ave el anuncio de un puerto o un que
sè yo conjurando islas.
Sentir como el sonido se tensa en todas las cosas
de la naturaleza y en nosotros sòlo el tensar de la sangre,
el equilibrio mortal de las venas.
Reencarnarse siempre en los nervios.
Buscar algo en el viento que nos pueda emocionar
como cuando nos alimentabamos de platanos
en el sur de las hojas y todo era
ardiente como el fìn del universo o una manifestaciòn
de libèlulas destruyendo pretiles.
Ascender por una colina de bronce
Sentir que ello no es tan ajeno como este remordimiento
donde el pulso se acelera al evocar un patio,
un jardìn herido por el sol que ya 
no nos acompañaran.
Tener el latido listo.
El pulmòn.
La sucia vejez de las uñas.
Nuestra visiòn de los dados en nuestra sombra
formando ciudades que la hormiga descubrirà de noche.
Por que ella encontrarà allì
el sentido de una profecìa,
para este extraño corazòn.





Este Presentimiento





Este presentimiento.
Esa raìz en el oceano de los leopardos.
La casa de selva desnaveciendose en la tarde
mientras la biografìa de una ribera observa.
Este tremante
con lenguajes que hoy separan al astro del
azul sostiendolo en el fondo, pero
sòlo un instante. 
Esta herradura, como una señal de que
hasta ayer vibraron en nuestros caminos objetos
que nunca se cansaron de golpear la tierra.
Ese patio.
El jardìn de legañas en èl suspendido
en algùn sueño por sacudidas y relojes, por
clepsidras o un acto tempranero del temple sobre
la melodìa de una huraña cigarra.
Este preludio con orejas.
Con edificios en el secreto de los semaforos.
De los parpadeos. De las goletas que pasan con un
pulso de nieve de modo que en el verano sea
menester recordar el espìritu del frìo.
El palomar de tela y la ciudadela del espantaparos
colandose por un filtro de barro en
el atrio, donde un territorio de
cimenes azules nos espera.
Esta orilla sin ningun archipielago.
Llena de persas.
Dormida en el nihilismo que ofrece una laguna
cuando brotan de ella petalos como 
la sed y nosotros despertamos 
en ella
con generaciones que caminan del genesis
hasta el mostruo de coral bañado de armiño y soledad
como nuestros verbos de ceniza
y hollin, quemados una y otra
vez por el fuego de los
perros.





Descripciòn del Cielo





Camina la hoja.
El celeste ha teñido los cielos de un 
color semejante al bronce.
Los pàjaros anudaron transparentes reyertas
de brisas, mientras los cefiros huyen entre 
formas de clarividencia donde el
hemisferio duerme.

Camina y medita la hoja ebria de 
quiromancia.

Y despiertan junto a ese celeste, imagenes de
platino recordandonos
colores de redenciòn en un universo de
gemas y ferrocarriles.

Dimensiones matizadas por nombres particulares
de brea, disputan al sueño el rastro 
del faro; el arrobamiento del sol
jugando en el umbral es una
lanza.

Brotan en las penumbras de un ejercicio
arrancado a la piel por lo cotidiano,
una manera rapaz y gris de
encontrarnos con los 
yelmos; cuadros
elipticos de anestesia para los que atraviesan
las puertas desnudando el rango del
plasma entre los altavoces
de una aplicaciòn silvestre de alfiles.

Otros hombres sobre las piedras
invierten el curso del lumen
en la marea de la belleza,
escaramuzas de autènticas memorias
describen jardines y refinerias
en el hemisferio.

Camina la hoja.
Es celeste.
El demonio la arrancò de un racimo
del paraiso.





domingo, 19 de abril de 2015

Levitar de los Buitres





Instante de hombros.
De hierros que a veces son metropolitanos.
De colonias como todas las que 
viven entre subterfugios.
Absolutamente salino y terrestre.
Homogenealmente rapsoda entre nuestras 
sienes.
Indredulo como el interior de una nuez
sobre lo hermafrodito.
Uno con centelleos de maquinas sobre
un iòn.
Semejante a una platea que irrumpe en las 
tijeras.
A una canciòn que hiere las galaxias.
Instante de imprecisiòn sumado a la arena; una
particula donde vive la nociòn del candil,
de una onomatopeya; particula de flores sagradas
con vestibulos de plastilina
y quizà un acorde,
uno de yelmos
y carreteras de liquidos forasteros
como un velo rectilineo, de variaciòn cosmopolita
y construido con muy pocos grados
de temperatura debajo del sol 
o de la nieve.
Instante de morrales
donde yacen bahìas invisibles flanqueadas
de peninsulas.
Coherencia de plantigrados
que duermen en estampidas de flautas.
Instante de prensa
con overoles de castillos fugaces
como el agua.
Nubes cruciales en el sentido post-moderno
del significado.
Donde levitan, donde
sòlo levitan los buitres.







Poema





La ciudad duerme, igual que la madera 
en el àrbol o el brillo en la piedra bajo este 
nocturno solar que es de gema y recorridos de
zafiro abrièndose paso entre bandadas de 
murcièlagos.
Veo el tiempo del lampo entre los overoles
que cuelgan de travesaños con sus puntos raidos
y alguna historia de pavimento en los bolsillos;historia
que tambièn es de cera.
Pienso en las cartas de los barcos a lo lejos
que tocaron una puerta. Medito en los seres que
habitan cada purgatorio de brea y recorro
desde la razòn el universo arrancado
a las sienes, con ecos y candiles 
que llevaron a mas de uno por la penumbra o
por la oscuridad, miro a la muchacha de aceite en
su cita con los demonios, al hombre con su 
ùnico naipe en la mano y el espìritu
del destino a su lado sin jamàs
mostrar su rostro. Veo el empedrado por 
donde nunca volverà a pasar el maleficio de un
otoño gamado de perlas en las frentes.
-de cada una descendiò un cuadrado-
Veo la cuesta por donde los huesos estàn
encerrados en el eje mortal de 
una cosmogonìa donde
escriben de noche los sudarios y hablan
de cosas como la noche, de veredas semejantes
a los idilios donde la tragedia es un
paramo distante, lejano en sus
constelaciones, tratando de
abrirse paso con otras
a traves de las 
galaxias.


sábado, 18 de abril de 2015

Continentes buscando una Ciudad





Los oceanos recorren los continentes buscando
una ciudad. 
El dialogo empuja sus palabras al hombre.
Aquellas que conocemos vuelven a moverse 
entre lo que nos es cotidiano.
Hay otras que intentan inventarse en otro mundo.
Los oceanos recorren los continentes y buscan 
tambièn un hombre.
Uno que estè en silencio caminando sobre una plaga de
langostas o un escrito en el aire de leviatanes.
Uno que continuè en su pecho el dibujo
dejado a mitad por una serpiente.
Los pergaminos -trashumantes- declinan su fondo
en uno de los manantiales de los papiros.
Es sorda la selva que ayer nos hablaba diciendonos
cosas como: "La inmensidad no muere detras
de la pantera.
Brotan los plesiosaurios como un lirio que esperabas
detràs de los ladrillos.
Zanjas de ilusiòn se mezclan a las de la fantasìa.
Bordes como una brisa de marginales que todavìa
puede tocarte.
Y pensando en esos oceanos que recorren los
continentes buscando una ciudad.
Tù cierras los ojos.
Esperando que no suceda.





Residencias de Hielo





Verso de resurrecciòn que caminabas
hacia una hondonada de cervicales.
Que intuìas la frase quiromantica de
una sentencia separada de noche por
la astrologìa.
Alejado de dinastìas pero inundando
de gramofonos los palacios, el tumor
errante de las escaleras y arrecifes.
Poesìa de ensenadas que viste en la
brea el atisbo de ninguna maravilla.
Melodìa antigua de las asonadas 
donde vibraban los heraldos.
Escollera que sigue a los àngulos
en el basalto arcano del trineo.
Presentimiento razonable de una
herencia para las herraduras.
Poema biografico de aire trayendo
las grevas de toda rafaga.
Espontanea espuma que regresas
hoy de los cirros mas que de las olas.
Cuadrigero contemporaneo de 
bronces e hipotesis.
Infinito de agua donde los marineros 
se involucraban entre submarinos.
Corzos de hipnoticos trasatlanticos.
Alquimia de otros puntos para
encontrar estrellas.
Centrifugos puertos de escamas en
los gallos.
Residencias de hielo entre la 
oscuridad.
Donde tal hielo al deshacerse 
deja encontrar al mito el agua.





Canto






Nuestro el oceano que derramaba un
latido en una de sus ojeras.
El día con extensiones de rehenes y 
velamenes dorados.
Los planetas y en torno a ello los satelites
que aún giran.
El verso gelatinoso y el mundo que oyes
en los elasticos de la hierba.
Nuestro el mar con posiciones de anclas
unidas por leopardos.
El indomito jaguar de los oropeles.
El criterio maravilloso de la orgìa en
los tropeles del acido.
La canción inaudita de melodicas tierras
donde empezaba un rascacielo.
Las alquimias de esas aves dentro de un
fulgor devorandose a si mismas.
La salida del sol en una cintura dorada 
como el vertigo.
El agua que descifraba los planos y el alud 
fusiforme de una mandibula.
Nuestra la parte donde tal agua invadía
los dados.
La imagen rosada de la sexualidad en
la hoja.
La figura del eslabón y muy cerca de
sus ovulos el numen aproximandose 
a sus acidos.
Y redescubriendo candiles en la arena
con ello.




La Destrucción Azul






No te he escuchado hablar de los cometas.
Tampoco te oi decir una palabra sobre las cenizas.
Te escribí según el rigor de los solsticios.
Miré el vertigo de tus meridianos
y me desprendí de tu insomnio como lo hace el brillo
del abdomen de una luciernaga.
No escuche el nombre de las piedras en tu corazón.
Miré en cada  galaxia con el temple que la memoria
habita; temple que por lo general jamás le es dado 
a una vida.
Y escribí de los juramentos en la escarcha cuando 
la promesa del olvido es un canto, posible
y ojeroso como las cartas de la tierra.
Yo no he visto a la razón pasar por tu casa con una
ola de vidrio.
Tampoco observé al poema desatar sus ondas 
de plastico como lo hace la bruma en inviernos de 
savia y plastilina en un bosque.
Bosque donde pensamos que una bandera
es enarbolada por cigarras.
Bosque donde los termiteros crean otra nube
de papel, otro hemisferio de cartilagos cuya
presencia alude a savias y elixires de musgo.
No te ví confesar al amor un poema que fuera 
como el viento, lleno de soledad y molinos 
que empiezan a ser raidos y con ello
algo como una destrucción...
Una destrucción azul empieza.



viernes, 17 de abril de 2015

Poema






Pregunto por el poema que se deshizo.
Que se fermentò en el agua, cuando no era su tiempo.
El que llegò a la frente con un pensamiento.
El que tenìa rostro de leche.
El que manchò la orilla de legañas.
El poema decidido a cerrar las puertas de la vida.
Ese poema amplificando dentro de si mismo las cenizas
de un dialogo con los carbones.
Pregunto por ese poema sin titulos que no respiraba hacia
afuera, ni hacia dentro. 
Por cada una de sus silabas jadeando
en un circo inocente.
Ese poema con literatura de barro.
Con estilistica de paraguas y souvenir, mirando en 
las veredas la tensiòn de un objeto dormido
sobre otro.
Veo en su interior el mensaje errante del molino.
La jabalina de trigo.
El plano en su espìritu de estatua buscando una isla.
Su historia debajo de las palabras donde era citado un
mundo esoterico.
Pregunto por el poema que lleva canguros y pètalos.
Esbozos de crines, solitarias concepciones
con una sombra.
Mundos de altavoces y giratorios silencios 
abrazados por las puas de un rìo.
Por las puas ahora que tal poema
se acerca a la orilla de ese rìo, para beber del agua.






jueves, 16 de abril de 2015

La Aguja de Carne






Un semidios en la aguja de carne
representando las esquinas de un ciervo inaudito
donde despiertan los reglajes.

La gruta de un lunar impostado, 
donde juegan las ciudades al vasallaje con 
cabalgatas de langostas.

Singulares de nieve sobre el porte 
del granizo, mientras seguimos a los muertos en
un seno rosado de arena.

Dunas y hemiciclos de plasticidad
cuya escencia declina el lado opuesto del alba
entre tribunas de sol y lagartos.

Homogeneos lirios de plastico
sobreviven en la dialèctica marina del helio
desprendiendo citaras o paraguas.

La distancia es una diferencia 
ahora que los jenizaros descifran entre pupilas
el ideario fugaz de los crotalos.

La astromelia es vana, como 
una costa desnudàndose en los equipajes de 
lucidas escolleras de hilo.

Y el astro que trascendente
memoriza los silencios del barro en una sien
llena de morteros y bacìlicas.

Allì formas de sueño y tez
son hipnoticas figuras de espigones y lamparas
donde nace una cresta.

Una cresta maritima e indiferente
temblorosa en la silueta de cada palabra, por los
idolos desconocidos en ella.

Un semidios de carne en el acto
y junto a èl, un fuselaje de helices androgino
entre secretos pactos con el arte.












Reflejo






De todas formas el sonido en el violeta.
Tu casa de vidrio en el pubis y el horizonte
de lata hervido por los pàjaros.
La luz descascarada en el centro del nacar y los
elixires resistiendo entre caligrafìas, donde 
el glaciar disputa a los volcanes la fonètica
de un espìritu ,varado en las bengalas,
en el lumen de las encrucijadas, 
donde tambièn las gacelas de thomson
llegan con su cabeza de dragòn alimentadas 
por venenos.

Y de todas formas el soplo cruzando
la hierba del celeste, en noches donde la divinidad
estira la mano entre los astronautas y estos 
suspendidos en hemisfericos bordes
comprometen su historia con
una ceremonia sagrada
en el verbo, llenando la tierra de 
cavernas emplumadas.

O en todo caso la piedra donde el musgo
busca ser caracterizado por el adjetivo o el
màs apropiado oceano para alejarnos con
nuestros dinosaurios al cretaceo
-lugar donde el magma llevaba en su corazòn
el espìritu de lo que hoy vemos como piedras-
Y hasta esa crònica donde los espejos
comulgan con una superficie de cobre
devorada por el sol y los primeros ditirambos
nos anuncian pàginas donde los terminos
separan el lenguaje de la vida sin poder 
conmovernos.

Y nosotros escribimos nuevamente: De todas
formas el sonido en el violeta. Ese que nos
lleva hacia los insondables caminos
del lenguaje y todas las manifestaciones 
en sus reflejos; sea mastil, emperdible, oraciòn
o dirigible empotrando su corazòn en todas
las cabelleras del universo.




miércoles, 15 de abril de 2015

Poetica





Destaco la historia estilistica de lo
legendario, cuando un ritual en los menhires
la convierte en lenguaje.
Y distancia o disminuye la intensidad 
de su mirada en las cosas.
-una mirada cromaticamente medular-
Y luego.
Los cuartos menguantes junto a los 
protozuarios. El poema de una libèlula
cuando se despedaza y el verbo levitar la
acompaña.
Irrumpo en esa historia de mercurio, de 
cielos sin ideologìas ni ciudadelas
-pero lleno de transmigraciones- el fosil que 
mestrua, el lado ribonucleico del ala
desvanecièndose sin originalidad en una hiena.
El planeta mìstico de la profundidad.
El buho de un tour con abejas y danzas atòmicas.
Las caracteristicas de esta casa repentinamente.
Sus libros de maderas con medioevos. 
Destaco en este sistema de lamparas
con hexagonos virreynales
el espìritu sumergido en la intepretaciòn 
pero no en el plural de los pàjaros, cuando 
todo llega de la noche
con sacerdotes titulados de arena
guiados por los cirros.
Todo esto -tan pequeño- y mucho màs
destaco.
Hoy que el sentido de la altiplaniecie
es tambièn una frontera.
Una especie de vuelo, recogiendose en las
estacas de las alambradas.





Dios Entre los Cuadrilateros







A nosotros nos parece que dios 
también anduvo por los cuadrilateros.
Que escribió entre madejas y sostuvo
perspectivas como la visión del oceano
en los andamiajes. Que el hecho de
vivir debajo dela tierra no significó
que fuera subterráneo. Y hemos
decidido bajo esas condiciones
observar los relojes que llevaba
en una de sus muñecas y contar 
-un tanto ajenos- los circulos del
tiempo en aquellos; además, ninguno 
dará la hora tal como nosotros las
conocemos. Y sabemos, que tal dios
era xilógrafo, mordía las maderas
de los árboles cada anochecer,
escribía como un nictalope en los
agujeros de los candelabros, transcribía
relatos de gacelas, frases como las
de la naturaleza en el momento en
que se une a los grilletes o jarcias 
ebrias de eslabones, impregnando 
ese frenesí de violeta.
Y a pesar que no tenemos poemas 
para ese dios.
Sabemos que es él quien llegará a 
su poesía.
Para ello el latido del aroma en los
latidos, podría ser necesario. Suficiente
como las estrellas que irumpen en el
cielo y arrancan esta mirada para
siempre de su realidad.
Una que no tiene apariencias.
Sin mucha versatilidad digamos.
Una que también anduvo como dios
entre los cuadrilateros, semejante a 
él, -en infinitos tiempos- en que era 
xilógrafo.






martes, 14 de abril de 2015

Escritura del Preludio






Aquel que pertenece al aire.
El de la exégesis y los patibulos.
De una especie de maratón en la brisa
con tratados de helicopteros.
Aquel de huellas y citas con las hiperboles.
Entre los alfileres que cantan y los cartilagos
en los ofidios.
Aquel de ceremonias.
Aquel con propiedades ortograficas de sabuesos.
Que lleva denominaciones de astros, como si fueran 
secretas quiromancias.
Que es reflexivo.
Amazónico como los minerales.
Que posee capitales materialistas de anclas.
Aquel que es también aquello y desarrolla zonas
de dialécticas para los guijarros.
Aquel del aspaviento, vehiculo varado en el
parietal.
Sucesión por linea arcana, del ensueño.
Que colecciona inmensos fetos de realidad y
denomina al calculo entre prologos. Lleno de vestales
y aduanas, de cintas amarradas inconstitucionalmente a la
bruma.
Aquel de los puentes y amatistas.
Luciendo industriales quistes siempre.
Que pregunta por la temperatura de hoy y también por
la de los temporales.
Aquel de los relieves y los seres ingravidos.
De las tramas y los griales.
Aquel de los límites habitados por los rehenes.
Ese de las citas con el farol y las masacres en las 
balaustradas.
De las migraciones y la escala en una peninsula
en los alfiles del ocaso.
El de una legión.
De la relativa independencia entre los caracoles
y los sarmatas.
El de los climax y resonancias.
El que repliegase entre las mandibulas.
Aquel que dibuja los paralelos de los trenes.
Aquel de leones majestuosos entre el presentimiento.
Lugar donde sólo puede ser citado el preludio.



La Caida del Dìa





El dìa cae.
Idèntico a una reproducciòn o una
escalera de cascos. Exacto en los tejidos
de un hilo, donde raspa y acuña el polvo, la mitad
de una ceniza.

El dìa cae. Tiene sortijas y plagas de
ilusiòn como toda fantasmagorìa, posee
casas y barcos hundidos en el aire, aumenta el
sonido en los significados de dios y aquellos
que opuestos en un angulo del oceano,
crecen como elementales figuras
de otro fuego.

Lleno de metaforas y tobillos
sube al nacimiento de cada botella. Absoluto
en los mensajes que van del sentimiento a la duda y 
la comparaciòn de una rama con la madreselva
dentro de la mirada de un aguila, persigue 
atroces ojos de celulas en al
aura.

-tambièn en direcciones de heliotropos-

El dìa cae lleno de gruas.

Con dedos de batracios y peces de pus en
sus coloquios, abstractos como el 
amanecer de un paraguas o el
inicio de la tempestad en
el gemido de colosales
puertas de hierro en
el vidrio.

El dìa cae como un hialino oligarca.
Lleno de sienes y alimentado por lo que no
esperamos.
Accidental y sinuoso como lo personal 
cuando gira entre los adjetivos.
Antropomorfico desde la carne de una bestia
en los hospicios romanticos 
de sus pavimentos.
Gelatinoso como el oxigeno.
Radiante desde ningùn holograma.

El dìa cae igual que un puerto de diluvios.
Mitogràfico.
Lleno de dirigibles y tomas de nieve
en las dagas.
Como un escarpin que vuelve a enumerar
en su minima historia 
la edad de plastilinas y daguerrotipos.

Cae,
como quien desnuda swasticas entre los
terciopelos.








domingo, 12 de abril de 2015

La Caza de la Libelula





Yo habìa subido por la hoja.
Dentro de ella la visiòn inconquistable.
El oceano sin criaturas en el corazòn y simios
en sus entrañas.
El otoño magnetico rotando entre monopolios
de arrecifes.
Ese otoño de sentinas, cuadrado como la longitud
del pergamino al mirar el ocaso. Arrebol de perdigones
era, sitial de musgo entre el papiro
anunciando lo irrevocable 
o el primer ruido del tren 
que irradia el hierro màs que los paraguas.
Y yo habìa subido por un tallo, porque era la
ùnica manera de llegar a la hoja,
de contarle cosas verosìmiles
como la madera
o una mediodìa lleno de piramides.
De repente ya no existìan las nucas, pero yo
debìa subir para dar caza a las libelulas
a esos exodos, semejantes a los que lleva un delfin en sus
escamas, justo en la hora que el oceano clama
por un trueno hasta conjugarlo con el
espìritu de sus estampidas.
-todo esto bajo una biblica coyuntura de naipes-
Una hoja.
En ella podemos grabar manifiestos como
el agua, sienes como aquellas que alcanzan los heraldos.
En ella escribiremos que los pajaros a veces
son los senos de la lluvia.
En ella el tarot. La ruleta.
El contorno de la piedra en la silueta de un caminante
completando su mundo con un guijarro; lugar donde
generalmente los volcanes han extinguido
algunos de sus
fuegos
para convertirlos en piedra.






El Animal y los Fosiles




El animal Es El Mismo.
Abandono la ciudad Un día de Neones y nieve.
Se sorprendio de lo Igual individuo
Que todos, lo but Hizo from La apariencia.
Aprendio en la soledad y Hacen los umbrales Como lo
Las cosas que no VEMOS.
Llevaba en el SUS raices Una Tradicion.
Un manto de goma Cubría SUS Hombros.
Lo reconocimos Por banderas Qué esconden
Los Árboles.
Nos enteramos de su vida por el pañuelo
Que llevaba Debajo de la lengua.
-no era el pañuelo Que lo obligaba a proferir
sonidos-
Era Aquel Que ESTABA amarrado un SUS raices
Como lo està Amarrada la tierra a las Suyas.
El animal es El Mismo, camina por la noche ¿
Lleno de nudos. 
En Alguna ocasión intentamos desenredar Aquellos.
Y inutil FUE.
Lo Que presagiamos, sucederìa, SE DIO.
Desde Entonces vagamos Por El Universo but
ya no Como animales.
Ahora lo hacemos Como Fósiles.




Navìo




Era el navìo.
La hora seca de la trama se imponìa como un juguete
cuya sombra daba vida a la tempestad.
"Yo vivo en esa aurora donde el crepùsculo
baña su antiguedad" -decìas- 
"Yo vivo en los margenes donde las ciudades
desarrollan sus trances" -contabas-
Y en las aguas donde se sostenìa aquel navìo
la historia mutilaba los nombres del lenguaje 
con los cuales llegabas,
con los cuales reconocìas los objetos, el 
desembarco, los frutos de las heridas como un 
ambiente por el que tus circulos
reiteraban que el paso
del tiempo podìa 
reducirse a un manantial, a un continente
sin capitales, ni nombres de oidos, ofreciendo a
la noche el siseo de los timpanos, 
las brùjulas de un sonido
empujado màs allà de tus pasos, mas allà
del filo donde se edifica por si mismo algùn sueño
y escribe una primavera a los animales
de què palabras estàn hechas los
navìos.
De aquellas que confirman alguna u otra cosa.
Y aquellas que ya no responden.





Armonía





La armonía es necesaria en un país de desiertos.
Junto a una arboleda de patios y el uso hiperbólico
de los zafiros,
voceando llamas que de noche buscan sus jinetes.
La armonía es una constitución de manglares.
Un equinoccio con leyes de activistas amarillos semejantes
a glaciares.
Es el lenguaje con que asciende la marioneta de selva al
juicio.
Una dimensión de cofres junto a los bancales.
Una dimensión como la que grita sensibilidad antes que
viento u horada las fosas celestes donde 
la naturaleza da a existencia a los sedimentos.
La lucidez es capilar antes de llegar al pensamiento.
El atardecer donde las chimeneas se hunden como 
un dado en los fuselajes,
en la fogata de los husares y los mandamientos,
en el ministerio donde los patriarcas estigmatizan el día
de silenciosos proceres sin craneo.
No es un perro, pero suele ladrar como los jabalies.
Desnuda cebras en meridianos atroces, donde 
la lampara es nada más que aceite detras
de los meandros.
Una armonía es un pulmón.
Una flor sin higado.
La caminata automática hacia una traducción de 
carriles.
El día antonomasico, buscando la sintesis de
la sangre.
La armonía es el mundo que vive poco o mucho.
Y en ese vivir poco o mucho, tu corazón 
a veces la acompaña
lleno de  plastilina 
ebrio de alfileres que se deforman.
Porque la armonía es un equilibrio en el interior de
una aguja que no vive demasiado.









sábado, 11 de abril de 2015

El Don del Precipicio





Tengo una casa.
No siempre tiene paredes.
Tampoco se acerca a las cenizas y las 
toma con un sentido semejante al que sostiene
la arena. No puede ser aquel con que tomamos un 
precipicio, cuando ello sucede, sabemos que el unico dòn
de un precipicio es ofrecernos su vacìo.
Y a èl caemos.

Una casa, con talento quimerico para despertar.
Con un don -no como el de un precipicio- para reconocer
que la corriente que se cuela entre los edificios
no proviene de la hierba o de ese espejo
donde las figuras sòlo se reflejan
sin alcanzar jamàs
la realidad.

La gente en esa casa con o sin apellidos.
Tomando los astros como si fueran asteriscos que hunden
los petalos en las ensenadas
o muestran los adioses como un tacto improbable
donde se reclinan cosas semejante a un
peso. Algo que enrola y elabora 
un punto donde lo infinito
debe ser profano
para volver a encontrarnos.

Y nosotros, sòlo repitamos las palabras.



Poema





Como una noche hundièndose en la religiòn
de un  bosque, con incendios de boinas.
Con una ciudad donde esas boinas llevan el
fruto que es policromo, como los elixires y el
recorrido de una flauta, por idilicas antologìas
de trapos.
En los diàlogos de lo terrestre en un anda
y una procesiòn de curvas en los helechos.
Igual a un àrbol sin cometas en las venas.
Igual a un eco que es milenario por conducir
pronunciaciones y ejes en la razòn
de una colina.
Semejante a un amanecer con un ùnico
azul en todos los talones.
En el inventario de los rotaciones cuando
las piedras se conviertan en pequeños lunares
sumàndose a los tropos.
En este ovillar del lenguaje en esa trascendencia
con traslaciones de crimenes.
En la imagen temporal de un regimen, con
un invierno que apuntala la nieve y reconoce 
en el vestigio el ùnico hilo sobrenatural
donde muta la palabra.
Como un sudor que es de vidrio para tocar
campanas y una plaza de pelicanos como
si se tratara de un espigòn
donde los dedales juegan con la lluvia.
En una carta de la vida al diluvio o lo opuesto
nos habla de un puente donde se detienen las cosas.
Como un azul -nuevamente un azul- cortado
por el viento que trae rafagas de barro.
Que conduce brisas que no siempre
son hialinas.
Para asi comprender lo diafano.




jueves, 9 de abril de 2015

Expresión Transcultural






La sensación de esta piedra en el vacío.
Su expresión cultural acercandose al craneo
donde las aletas disecan el torpor con el mundo.
La humedad de una península llegando con el olor de
los barcos a un puerto.
La estrella fugaz, abriendose paso en el cielo,
acompañada de resacas y multitudes
de nervaduras,
como las que jamás naufragan en el corazón cada
noche.

-allá en el hemisferio, otros son los secretos, otros
los lugares donde naufraga el corazón-

El ala de un primogénito abriendose paso en los
acantilados con una aguja vacía, construyendo su estuario
en las uñas.

El paso del mineral entre las escolleras, doblando 
el aleteo de una daga en la brisa. 

Esa sensación del horizonte cuando todos los
objetos del universo, se reducen a esa vida que las
separa de la mía.

Esa expresion de dibujos antiguos reconstruyendo
una selva, una torre donde el maleficio
aún horada el espacio de lluvia que llevamos.
Ese que podría -podría- ser tal vez
profético.

Los contenidos del sol, todos morenos
como un angel desatando nudos en las astrologías.

Cartas boreales destruyendo panegíricos.
La edad del baul encerrado en el arco.
El mirador donde lo remoto es un arpa al sumergirse
en los cirros.
La melodía del resplandor entregada a esas luces
que como verduguillos abrían los brazos acompañados
de inocencia y jabalinas. De teatros anfibios
narrando el drama debajo de los mares.
Dramas de temple y entrañas como los que deja
un ministerio entre
naciones de mendrugos.

Resplandores semejantes al opalo en una tarde
sorprendida sólo por la silueta del crepúsculo
en un valle de rituales donde
ciertas ceremonias ven el levitar del hecho.

Entre historias de manifiestos y pronunciaciones.








La Transformación del Agua





Es extraña la lampara que se forma frente a
una cigarra. Extraño el verso por donde
tiene que cruzar. Misterioso como
las regiones del amor donde yerran los pliegues.
Es enigmatico el limbo mientras lo acaricia 
el eter. Antiguo como los neumáticos del
prisma, en la hora donde lo exacto 
es la armonía del viento que llega para
ver un arcoiris de sangre
uniendo bolidos en el magnesio. 

Rigores de plata donde un universo de 
diamante, evoca los fantasmas con cuerpos
de acero, reflejando a la luna.

Rigores que centelleaban entre brisas 
de cobre, donde dormían los caballos
con un nucleo de lumen en sus entrañas.

Es extraño el candil por donde los buhos
semejan por un instante la apariencia
del gorjeo en la copa de los cipreses.

Es sobrenatural el pensamiento que 
camina por la noche sin presagiar la llegada
de ferrocarriles y telefericos de agua.

Donde tales aguas silenciosamente
se transforman.








miércoles, 8 de abril de 2015

Primavera de Bronce




A cierta hora me habrìa encontrado
con el corazòn.
Luego hubiera recorrido el mar sin
una hazaña.
Hubiera tendido relojes intentando 
ser etereo.
Sembrarìa el pensamiento en el
tedio y llegando a 
la conclusiòn de que sòlo los colores
hablan, me hubiera tendido
sobre el humo que dejan las estrellas
cuando el mundo
las alcanza.
Seguidamente escribirìa a los barcos
- a todos los que hay en el mundo-
Y describiendo las proas
-para ver que tan ciertas eran las 
palabras-
mi vocaciòn por sus màstiles se 
hubiera hecho mistica.
Carnivora.
Hubiera cultivado herviboros en
mi casa.
Hubiera aprendido de los recibos 
de luz y los cortes de agua.
A cierta hora cuando lo que hacemos
termina siendo lo que somos 
y todos los caminos al revindicar los
cometas, dejan esa vida que 
llevamos en el agua, llenos de bozales
y nupcias misteriosas como
llevan los crotos.
Asi, tener una imagen serìa
el calificativo para todo acto en el 
mundo; la casa esotèrica y
volcànica para los lugares del 
acero.
Una casa con velòdromos y 
raices que empujan el sol a una
caverna, llenas de fuerzas amarillas
como los sacrificios.
De energìas como el relàmpago 
en las manos
cuando una silaba se extingue
en la corola del àrbol
tallando primaveras de bronce
en su polen
infinitamente.






Las Palabras Cifrando Temporadas




El cisne ha despertado.
Deja atràs la nieve y camina en pos del 
trigo.
-las referencias a ello provienen de las
madreselvas-
Por eso, las oraciones son descritas, por 
los precipicios y volumenes.
Ha despertado y las cosas en esta casa 
vuelven a ser sintèticas.
La mosca lleva su ingenio por el aire.
El talento pertenece ahora a una muralla,
mostrandome centenares de mundos.
El cisne y el caos vibran como una
armonìa que mece su cuerpo.
Y yo he creado un animal lleno de dones
al pie de esta habitaciòn, para que
tome aquel cisne.
Para que piense en la geografìa y en los
datos humanos de la nieve.
Yo he calculado segùn las estelas y las
mareas conmigo mismo, segùn la claridad
del artròpodo.
De su humanidad en el cuello.
De su sobriedad con que actua en los
brazos del azogue.
Y hablando de soledad.
Hablando de cosas ligadas a los vuelos
y los temples, siento que nuevamente llegarè
a una silueta del fìn; que caminarè
por los tejados y llevarè por 
dedicaciòn, el sonido que nunca deja
un atleta. Tambièn serà mi dedicaciòn 
la busqueda de otravida 
-que no sea gramàtica- 
superada a cada segundo por los eventos
de la ontologìa, encaramada
siempre, entre carbones o rascacielos
donde se estrellan los pàjaros.

El cisne despierta y esa es una hoguera.
Una ruina que toca el basalto.
Un arpegio que sepulta lo legendario que 
hay en el zinc cuando sus temporadas son 
doradas y los sueños que cifran 
sus palabras, violetas.




martes, 7 de abril de 2015

El Número de la Pared




Tomar un nombre tiene un significado.
Una presencia con determinaciones celestes
en el oido, es otro. 
Una faena de brillos y durmientes sensibles
a los travesaños, es uno más.
El otoño que es largo como la longitud del
jabalí, también llega al significado.
Gramático ese jabalí, que asciende a los treboles
con un consejo poderoso de telas entre los
pelicanos, devorando 
la niebla; alquimista de luz como
las filosóficas estrellas de la infancia
con meandros y dinámicas incomparables,
descubriendose en la zoología del cuadrado entre
la nieve.
Analitico el muro
-por ello más que significativo-
El número agricola de la pared.
La cosa física del juramento en la biología
cuando los sufijos se deslizan incorporeos por
valles medievales y lo hacen junto
a un jardín, al eter primitivo 
que tensa movimientos de
vacío en el cuerpo y
llena de encefalos y medusas todo aquello
que emana inclasificable en un estío,
de manadas dormidas en la albufera, donde
ascendemos a la melodía
de un sultan, 
quemando glandulas; portatropas
donde escriben las hienas de
uno y otro nombre.
Uno ajeno a todos aquellos significados que intentamos
concebir en este poema.
Los que seguramente viajan ahora entre 
otra lucidez a su locura.




El Sentido de la Garza





Aparece el dìa con su soledad.
Trajo el compas del advenimiento en cada
uno de sus pasos.
Llenò de harapos de carne la niebla.
Colocò los huesos debajo de los musculos
para entender que existìa.
Enumero las liebres.
Reflexionò en los contenidos, pero no
a la manera de un reflejo ni la lucidez, lo hizo
con algunas grutas en el pelo
que venìan del mar. Tambièn llevaba
una caverna.
En las paredes de aquella caverna escribiò 
quienes somos.
Surgiò de la nada como a veces de la nada
surge otra mirada. 
Viviò todo el verano pendiente de ella y creyò
que bastarìa para alcanzar el otoño.
El otoño -sin embargo- tiene otras demostraciones.
Pasa de las fibras a un hogar. Pasa del aguila 
a las dimensiones. De los rinocerontes
a las boyas.
El otoño -debo decir- lleva otras pretensiones
en su cuerpo, misterioso animal que pasea
sus criaturas por la noche,
enigmàtico paìs de desencanto
entre liebres y machos, sondeando catapultas
con las cuales un hombre es lanzado.
Pero escribìmos del dìa.
Las mismas catapultas con las que son arrojadas
el papel y la cruxificiòn, arrojan ese dìa, su sentido
de la garza que extiende papeles de diamante
segùn las interpretaciones.
Yo lo vì, es cierto.
Tal dìa llevaba una mandibula y en sus manos,
un diccionario.
Un tono rubrico de enciclopedias abandonando
dibujos en los galpones,
desde allì durante la època de los leviatanes
hablaba a los simios.
Aparece el dìa y pienso que ningùn  pedazo de
su celeste llegara a la noche.
Pero a pesar de ello, es un dìa
lleno de tripulaciones,
de barcos que son impensables y a duras
penas mantienen un cometa en
sus oceanos.
Igual que el insomnio -a duras penas- se
mantiene en los delirios.




Numismatica de Sol




El lirio pasa por una feromona.
Los anfitriones muerden el libreto de 
las pasarelas, hay grandes
llamaradas de andamiajes, por donde
los nichos vuelven a los funerales.
Espìritus de girasoles, rumor
de tiendas que despiertan, el mar del
graznido, ovulos de raices
ofreciendo un mundo donde se repiten
las cosas, entre abismos 
fluorescentes.
Vibra el paso de los anuncios.
El tacto de los colores entre las escoltas,
las colonias abrigan puertas
de lògica en sus absorciones, pròlogos
de ventanas y pàjaros
en una muchedumbre de clepsidras
donde la ley ofrece al rapsoda el limite
del derecho. Golpeamos uñas.
Gladiadores de yesca, entre vigilias de
estrepito, frotan la sangre de las
lamparas, baladas con simulacros de 
dioses y de simios,
definen la caracteristica del juicio en
la poesìa.
Increibles elevaciones de neumaticos
sacrifican numismàticas de sol
en un ayuntamiento donde leñadores
muerden el panorama de una temporada 
en los atrios, aqui la noche
cruza reciclando en el lampo
arcanas orquideas
de pànico en el velo dramatico del aire.
Ese que tuvo que mostrar la transparencia
enseñando asi la mortal escencia
de las cosas.






Telescopio






A cierta hora de la noche una libèlula.
Su espacio no es fìsico asi que es irreproducible.
Si es irreproducible quiere decir que puede ser
una imagen.
Es ya determinada hora y pienso en esa libèlula.
Sus calles son sagradas, pero no se construyeron
a base de rituales para llegar e ello.
En ese sentido y muchos otros yo me engañaba.
Y asi como me engaño en muchos otros
dirè que todo lo que me rodea es plastico, lleno
de aceite a y a determinadas horas lo compone
tambièn el barro y la porcelana.
A cierta hora, cuando el espìritu se bate con lo
que se deforma y hay en lo indeterminado
un brillo que puede provenir de las arterias 
tanto como de las cenizas.
Un brillo marsupial.
Mamifero como los primeros elementos.
Ebrio de nutrias.
Lleno de hogueras como en los mortales
resplandores que nos dejaron en la memoria
las inquisiciones.
El latido de los brujos.
El panegìrico en la conciencia de una metàfora
bajando por el ritmo con
una lucidez de mariposa o estrabismo de luces
que piensa en lo ideal, debajo
de los terciopelos, cuando algo màs allà
de la tierra se anuncia; algo como
el fedespalto. El silicio,
las elegìas de los burros.
Una libelula. Como las del hombre, sus horas
estàn contadas sobre la tierra
y eso determina la oraciòn con que
sigo a las celulas 
cuando abordan un dirigible.
Y aquello que quiebra el espacio que me
separa de ellas, es el de
un telescopio.







El Sueño Verdadero






Tomè tus acertijos como una fuente hoy.
Dormìas, es decir despertabas de la vigilia.
Tomè tus supersticiones, el sentido de tus
amuletos mientras el mal los interpretaba
y sonidos como los objetos y las cosas
se reproducìan en tu carne.

Tomè tus cadenas hoy.
El espacio sitiado de tus eslabones.
Todo esto paralelamente a las traducciones 
que las algas de una parte de tu cuerpo
sobre la arena edificaban.

"La realidad no es siempre el espacio por
donde todo pasa" 

Eso se leìa en tu frente.

Pero dormìas. Es decir despertabas de
todos tus mundos de la vigilia.

Yo estaba despierto.

Y simplemente no podìa alcanzarte.




lunes, 6 de abril de 2015

Continuidad







La piedra nuevamente al incrustarse.
El vuelo del polen a travès de una historia
de bronce. Los papiros y algas donde el 
sueño llena los dìas de algas y puertos 
en cuyos horarios, se filtran habitaciones
de lampos, leyendas de estrellas en la
persecuciòn, flores nativas de vidrio y 
màs allà la inteligencia del aura con una
abstracciòn de cometas. La noche que 
sugiere una melodìa, un contraste de 
insomnios o fulgientes cartas de 
fragatas o silabas de mares. 
Dìas lanzando escoltas de ceniza
en las escenas de una vena, las 
procesiones de escarpines entre la
soledad y ese bulto dorado en los
ojos, sin saber desde ellos què decir 
a la soledad y a la melena. Sin saber 
que decir a esas historias donde
los craneos se sujetan entre idolos
de porcelana, tomando lo que resta
de lucidez de la continuidad de la
tierra.




Poesìa




Tal vez el repliegue.
La mascara y lo oblicuo.
El espejismo y la dinastìa del viento
en una brisa dorada en lo invisible.
Y quizà en esos lenguajes
de vestales y manchas, los ecos
llegan a los procesos de los meandros,
a la evoluciòn en las citaras
a la composiciòn de los planetas
donde las efemerides
llegan a la 
instrucciòn mas procelosa de 
la lluvia
donde todo antecedente
nos remite al disturbio
a una revuelta de 
dios en las palabras.
Quizà ese despliegue
porque es atòmico y sideral despuès
de los alamos
disecandose en crispaciones
de raptos o 
llegadas a la trascendencia
con una escadandra, con un arte
de sol lleno de soldados
en una luna de aceite.
Quizà un poco màs de ese grillo.
Inconciente y fraguado por liricos esbozos
donde las escalas rebasan a los
contenidos y son polvorientas
las llegadas al oceano
y todos nuestros pasos en la 
orilla que devienen.



Hemisferio





El sueño que se tiene sobre la unidad.
El fuego que se siente como una cosmogonìa.
Los hechos del agua y el psicoanalisis.
La gota de academica modernidad sobre
el techo. El azufre, el indicio del poema en
una interpretaciòn que llega de las calles.
La exegesis de la hebra y las cosas puntuales
en los anuncios del vestigio, las sepulturas
amarillas del bozal, las cartas un dia 
domindo ebrio de niebla, cuando los objetos
ceden a los bolidos, a una base de opalos,
a los planetas llenos de girasoles en el
corazòn de una amapola encerrados.
El sueño que se escribe en las paredes.
El exodo de las sienes con un lenguaje de
piedras. El adios de nube en el pesar
completo de la gravedad ante las 
constelaciones. Deajandola allà, colgadas
en lo màs distante del hemisferio.