domingo, 17 de abril de 2016

Los Velereos que Giran en Las Bocas






La noche agitada en uno de sus cabellos por el mar.
El incendio en el mismo del cual cuelgan los ojos.
La llama a lo lejos que a veces es de plastilina
o de goma.

Las cartas. La violencia de las veredas por las cuales un
hemisferio de brea se aleja incluso de si mismo, entre 
puertas y carnes secandose en los pavimentos, llenas de
herraduras doradas como las sienes.

- las cartas, el tiempo en que vivì en ellas era totalmente
violeta y nunca logrè distinguirlo del purpura-

-el espacio, una horda de àrboles que duermen escribiendo
en los veleros de sus bocas-

Pero yo pienso en esta noche que es agitada.
En uno de sus cabellos en el mar que trae referencias a poligonos
y caligrafìas. Medito porque de este meditar a la
habitaciòn donde respiro hay una distancia llena de 
de soplos y manadas de tigres.

Ambos llegaron solos.
No son una consecuencia de la noche ni de las idolatìas posibles
que cuelgan de aquel incendio en los ojos. Tampoco de la memoria
donde la plastina es posiblemente una llama de goma.

Mucho menos de las cartas en este instante llenas de 
jabalinas o idearios semejantes a aquellos que se desvanecen en
humo 
Ambos solos. 
-algo en el lenguaje està retrocedineto para observar el
aceite, pero es imposible verlo-
Iguales a esta habitaciòn donde los àngulos
descifran los olivos igual que un platano
lo hace en el interior de una manada de tigres.

Mientras duermen.

Y su sueño no es como el de los àrboles.

Ellos duermen escribiendo en los veleros que giran en sus bocas.















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