El Ángel de Barro
La noche es otro cuerpo.
Los árboles descendieron de los bosques recogiendo la imaginación.
El sol se escondió debajo de la hierba.
El crepúsculo habito una jungla
llamada inocencia en los bordes de las cosas.
En sus siluetas un ángel de barro
trazo una sílaba.
La misma descendía del amor.
Fingiste ser un pliegue bordado por la
espuma en la orilla y fingi ser
la mirada que lo habitaba.
Un sentimiento te condujo a lo trágico.
Una sensación al lenguaje.
Con flancos y agujas rozamos una bóveda.
Una frecuencia.
Un soplo que enquisto en el oceano
mientras dormimos, una de sus anclas.
Más que poesía era esa retórica de la cual están compuestos los eventos.
Determinados hechos que no
pueden formar más que intemperie y uno que otro espejo.
De su imagen está brotando siempre un tigre.
Una mejilla con telegramas de polen.
Anuncios de sobresaltos.
Cartas de madera.
Entre la ira y su luz un pétalo.
Entre la comisura y las península de
una ventana un cuadrilátero.
Es decir una forma de brea con más de un ángulo y el sueño donde alguna vez
la nieve se derrite en el calor
de los labios.
Igual que el granizo.
Y después afirmare que en la playa es el lugar donde alcanzan el brillo todas nuestras dudas.
Transfigurandose en los misteriosos vilos de su misteriosa esperanza.