sábado, 30 de abril de 2016

Los Limites de los Racimos






Escribìa sobre una paradoja y el diario
de un atleta entre la cosmogonìa.

Pensaba en los nombres del halito
cuando soñaba y entre sueños se dedicaba
a emigrar, igual que las bandadas o los peces.

Pensaba en los fuselajes y los contenidos del
invierno en grado superlativo.
En las peninsulas y las estrellas que forman 
los mares cuando encuentran sus precipicios.
Pensò en los idolos.

Guardaba una bahìa para cada corona en las
orilla donde dormìan las ballenas.

Pensò que cada galaxia era un cometa, una barbarie
o un legendario papel en este abril de puros animales,
llenos de condados.

Pasò del dìa a la cadena y ya en la cadena no fue 
dificil suponer el calendario de la luna.

Creyò fervientemente en el calendario de los 
helicopteros debajo de la tierra. Tomò los crespones
de los lagos. Los manantiales que empezaron 
a caer del oxido.

Mirò los mentones irradiados de esgrima en los
pavimentos y forzò una imagen de escamas en la bruma.

Antiguo y marròn como un neumatico, respiro hasta
que de la sal brotara un equinoccio o los cuerpos
fueran habitados por las moscas.

Intentò desnudar un farol desde las sirtes un dìa
de liquenes y diversas anatomìas.

Ubico a los teatros en los bulbos y en los limites
a los racimos.

Despuès de la noche caminò por el granizo como
lo hace una manada y recordò que los fenomenos de la
liebre en la pradera son astrofisicos.

Tomò el coral de los abrevaderos donde los
sistemas colocaron sus escaleras algun dìa.

Y entonces sucediò.

Entonces las cabelleras llenaron aquellas escaleras
de heliotropos. 






Poema






A cierta distancia de la arena hay un mundo.

A cierta distancia de los hombres que pescan y de
los seres que enlazan palabras que forman diàlogos en
el aire, se encuentra otro.

Luego hay una composiciòn creada por los veleros en
el horizonte cuyo mensaje no logramos interpretar.

Incluso se halla aquella que proviene de los navìos que
fueron varados. Soñando sobre sus anclas un marinero
duerme.

Tambièn hay barcos inmensos que son en este instante
como lo remoto. Iguales a las primeras luces que
instala en el hemisferio el infinito. No sabemos porquè.

Lo que podemos afirmar es que a este paso en la arena
le continua y le antecede otro y sucede lo mismo con el
respiro.

Podemos afirmar tambièn que hay palabras en silencio
y asi debe ser, no hay otra manera de encontrar sus
sonidos.

Sobre esas palabras diremos que algunas son como
un fuego secreto que en algùn lugar de la llama encuentran
su oscilaciòn.

-escribo sobre ello desde una profunda ignorancia-

Tal ignorancia deberìa ser capaz de llevarme a otras
cosas, pero no sucede ello. Sigo presenciando su realidad
desde el lenguaje.

Lo que podemos afirmar es que hay una soledad que no
nos lleva al naufragio, todo lo contrario, el caracter del
naufragio es la condiciòn de su existencia. 

Vientos de anilina. Cefiros que por la tarde ascienden 
a parajes de sortijas y aceitunas.

A cierta distancia hay un mundo.

Lo que se puede afirmar del mismo, es que hay un hombre 
con un pulmòn en sus manos y esa es toda mi reminiscencia.








Marejadas de Platino






El hombre toma el camino de la luna.
Ayer -en el ocaso- tomò el camino que era
de la gruta.
Tenìa el peso de un omnìvoro. Habìa ademàs algo
colgando de sus sienes, era una idea.
Por lo demàs, lograban verse pliegues 
de presagios, marejadas de
platino.

Lo observè desde un plano por el cual a veces se
escriben ciertas cosas. Lo observè con ese pensamiento
que se adhiere a ellas como si fuesen relampagos
que apenas logran detenerse
un instante.

-ese mismo instante en que cruzan-

El hombre tomò el camino de la luna y todo parecìa
determinado.

Y determinado o no ese instante impulsa cierta logica,
la misma es acomedida, peina los cabellos igual que un 
peine, lleva instalazas y por la noche habla de minotauros.

Determinado o no, la tierra estampa en las
hojas sus raices y el equilibrio que reconoce en los
troncos pertenece a la sabidurìa de esas hormigas 
que trazan lineas en ellos.

Por donde se apilan -voraces- sòlo los picos de los 
pàjaros.





viernes, 29 de abril de 2016

Antes que en Ola






Las imagenes despiertan.
Estàn compuestas de crotalos.
En alguno de sus sonidos el tiempo derrama
una cuchara y un rasgueo de
mandibulas
juega con la primera serpiente que cae
desde la continuidad de un 
estadio de cobre en 
las sentinas.

La hierba es continua hoy.
Su devenir es extraño, ahora que algunos
galeones trazaron en ella
representaciones de auroras, todas 
maritimas
y boreles como un pàjaro.

Construyen los hombres continentes
de acero, en ellos el mar incursiona con
volumenes de jabalies.

Desde el peso del espiral surge un grillo
con una coraza compuesta de
mandiles
agitandose en el corazòn de una estrella
que es roja.

Cartilagos entre
branquias y aletas donde un destello
se inunda de andenes
tropezando con 
nubes ideales en vertigos
de astronomìas.

Elementos de bronce entre las 
sacudidas de la espuma
con prolongaciones de acido
basadas en las esquirlas
bajo veranos que 
escalan en los
sueños.

Incandescentes olivos determinando
el patio donde una mirada
oprime baules de 
arena 
en los cuales un oceano de trigo 
desemboca.

Razones como el viento en una nave
de primitivas hordas
deteniendo el gesto en una palabra
purpura en una hoja
donde las superficies abren melenas
y corrientes terrestres.

Entre esas corrientes hace su apariciòn
un oceano.

Y se convierte en lenguaje.

Antes que en ola.






Gimnasia de la Hojarasca





El otoño tan antiguo como una mancuerna.
El prologo de su sed se forma en los latigos.
La estaciòn donde un pulso enumera distancias
escribe un nombre en las aletas del barro.
La casa encerrada en el callejòn que la brisa
no toma como camino esta mañana.
El amuleto de batistas.
El oleaje cargado de humo por donde giran las
veletas buscando periscopios.
El dragaminas.
El tacto en la orilla y la palabra rota.
La urna en el escalofrìo llena de cenizas de 
pàjaros.
El significado del sol en el insomnio ante la luna.
La parte donde el agua se convierte en arena para
que puedan cruzar los camellos y nos recuerden que 
estàn hechos de jorobas.
Ese sol de nuevo en los pliegues de la playa jugando
con los nùmeros.
Con ese silencio donde yerra el quizà, el tal vez y el
enrarecido brillo de los cismas entre crudas hojarascas.
Los hemisferios donde las plagas finalmente se
secan. El latido de un nucleo donde los yelmos
dibujan en sus brillo el lenguaje secreto de la sal 
para que logre llegar a una boca.
Los epitafios de la soledad en los imanes.
Los transeuntes con un vigor poco usual en esas 
mañanas en que la realidad finalmente ha sido herida
y se dirige desesperada a las esquinas para beber
la sangre de los plesiosaurios.
Esa realidad hecha de pulsiones, de tendencias
de flores en los travesaños por donde cuelga una hoja
con sus rosadas entrañas de espejismos.
Este otoño poco amarillo en sus conversaciones.
Inclinado a la fonètica e indicios. Tropezando
en cada uno de sus pasos. Imitando a los cerros
si se trata de formar cavernas, atravesandolas,
caminando en su interior, acariciando en
la oscuridad de esas cavernas lo que tarde o
temprano serà su ùnico equipaje.
Este otoño tan antiguo como una mancuerna.
Vagando eternamente entre la gimnasia
de la hojarasca, tal como lo
hace el infinito.











La Raìz






La raíz tiene un cuerpo.
Por ella baja el mineral con una azotea.
Por ella el pájaro de sol que escribe con un vientre
y un escarabajo que se ciñe al pulso de 
silenciosas palomas entre
las venas.

Por ella la oración del tigre percibiendo un amuleto.
La melodía que cae como la sal de las esporas.
El ejemplo de una sortija devorando el cristal que 
devana en las palmeras
con capitales de hipódromos.

Además tiene un día, un semanario fugaz en sus 
relojes que arrastra procesiones e idearios donde las sortijas
recogen tambores de un prisma
seguramente constituido 
de botellas.

La raíz tiene un día que asila una noche de todas las
encerradas en el horizonte.

Y también tiene un marco donde las saetas toman
el origen de los patios entre sudores,
alli se inclinan a los otoños, las algas, los procesos
y las galerías donde un astro
recoge los hombros de un pabellón muy
temprano, antes que el mundo
se convierta en un proceso
umbilical en los
estomagos.

Lleva identidades de caracoles sobre la tierra.
Ha visto los inviernos y los lustros sobre las llamaradas.
Observó en el barro el sonido de los bocetos con 
corolas de desvanecimiento. 

La raìz tiene un cuerpo.

Que en este misterioso momento abandona.




Entre Otros Animales






Alguna forma de vivir pertenece a los gatos.
Otra a los àrboles que agachan sus cabezas para
oir las palabras que caminan sobre la tierra.
Una màs nos recuerda todo aquello que debemos
alguna noche interceptar, con la esperanza de 
oir sus sonidos, tal como lo hacen esos àrboles.
Despuès estàn los flancos con sus bovedas y las
improntas de los sacerdotes junto a una flor de 
plomo.

-dicen que algunos pètalos de esa flor transforman
lucidamente todo lo que oyen-

Alguna forma de vivir nos recuerdan que hay
existencias cuyo significado se encuentra sòlo
en las azoteas.

Algunas cosas, llevando o no circunferencias 
en sus cabellos, teniendo o no un dìa viernes por
delante, llenas de cascos e hiperbolicos sueños
que datan de eras en que todo estaba hecho de 
polvo, nos recuerdan que hay otras que vagan 
sobre la tierra.

Y lo hacen al borde de otros animales.




jueves, 28 de abril de 2016

El Jardín que Recorre la Vida






El jardín se encuentra en una moneda.
Es errante como un vilo o un invierno en los
muelles, donde comparte una
historia con las agujas
y los nombres voraces del pelo.

En sus flores hay un oido oprimido en
su pelo, por animales que existen en los bordes,
donde las palabras limitan consigo mismas
hasta el encuentro con un fosil, éste las
devuelve a la yesca y lo 
milenario.

Pero qué hay en la yesca y lo milenrio para 
que el jardín se acerque a un fosil.

Qué hay en los bordes para que el jardín
camine a ellos con la esperanza de
encontrar sus fronteras.

Qué hay.

El jardín podría ser un travesaño colgado
de un verbo citado por los polos
o también una llegada a la orilla cuyas
espumas son lexicograficas; el jardín creo
que encuentra en esas espumas
sus sombras y en las lexicografías
sus escombros.

Lo cual no tiene nada de extraño.
Todos al igual que ese jardín encontramos
nuestras ruinas y nuestra botánica.

Todos en algún momento recorremos
el significado de todas nuestras huellas.






La Luz Dorada de las Sienes





La luna es una huella de luz dorada en las sienes.
Por su parte los astros liberan un ruido dibujado
por el sonido en sus orbitas.
Se encadenan a los cabellos, historias de un viento y
una brisa que son como epilogos.
Entre las bengalas sueñan los peces.
Sobre los cuchillos ondean las vainas y los tallos
transitan las sendas por los cuales vuelven a la noche
las lagunas.
Balsas de algodòn en el aire cubren de nieve las
escamas de una cigarra en los muros.
Puertos como la arena y la sed posan un cometa 
en un patio inclinado a los angulos
formados por la piel de 
un otoño.
Son otros los àrboles que forman en las ramas el
pliegue del ave en sus alas. Son otros los mundos que
laten en la hojarasca cubriendo la hierba.
El espacio empieza a desplazar movimientos de eter
y en cada racimo se desvanece una mirada.
Piramides como el cefiro o lo hialino.
Piramides donde la tarde se sostiene con un altar de
estambres arrancados a las bujìas del polen.
Son otros los àrboles.
Otros los obeliscos que caen sobre la mesa destruyendola.
Y lejanos los seres que empiezan a llegar desde
la transparencia buscando alimentarse de la madera.
Y la luna, la luna es una huella de luz dorada en las 
sienes.










miércoles, 27 de abril de 2016

Las Arenas de los Rostros






Sin la hoja, la intensidad no se encontrarìa
con el barro y es posible que los empotrados que
existen en los manuscritos, no sirvan de nada
un mediodìa de galeras ante los sonidos 
de un lenguaje, golpeado en el 
pavimento de los mares.

Tambièn es posible que las cabañas hayan
encontrado una garrocha y en ese 
encuentro de similes y fosforescencias
lo oculto haya arrojado los dados 
sobre sus deidades
y antorchas.

Pero la noche cruza un plano con sus espiritus
de rojo, liberados por las sienes
en esos extraños periplos donde se junta 
una manzana a una baraja
entre los latigos de los olmos.

Sin la hoja. Sin el termino que rota hacia
los plesiosaurios, con un pulso elemental como
el que hay en el interior de una roca
bajo un hemisferio que es
de granito.

O en todo caso este parque que conserva sus 
palmeras, busca el axioma que presenta una frente
en el pelo, compuesto por husares
y espeleologìas en sus filos, buscando ningun porvenir
entre las espinas de los bosques.

Sin esas hojas.
Sin los espacios que inclinan el cemento a los
cometas y las bengalas que se estrechan demasiado
a una boina, al origen de dos seres que 
presentan en sus radas, las enciclicas que el 
viento
llena de bicicletas y anilinas.

Bajo ese mundo
donde a diario escriben algunos atolones de los 
pozos, como si fueran inmensos dibujos
de la tierra y lo encarnizado
sea la apariencia que mueve el oleaje de un
pulmòn junto al acero.

O en la sal de esas longitudes de carbòn
donde el enigma de una habitaciòn respira casi con
desesperaciòn en las arenas de los muros.

Buscando su rostro.







El Viaje de la Palabra






El olivo menciona al oceano en una de sus calles
donde nace otra memoria.

El brillo estrella en las focas una ola de arena y 
aquellas que son de barro, se golpean contra uno
de los sueños del verbo.

Las calles vuelven humedas a la ciudad despuès 
de haber caminado hacia la orilla.

-llevaban a los hombres en sus hombros-

El dìa es tan particular como esas ùltimas 
cenizas de un àrbol, despuès de atravesar una 
hoguera. El viento ahora se apodera de ellas.

Luces de papel llevan iones.

Lo que era transparente hablaba de una 
palabra silueteada por su espìritu, aunque era
imposible definirla.

Volvìas a tus cabellos y te sumergìas en el
agua, igual que un submarino.

Volvìas a las imagenes encerradas en el tronco
junto a un bosque y la tierra donde habìa echado
sus raices. Ambos alguna vez sintieron el
recorrido de la sangre, antes de alimentarse 
de ella.

Intentaste separar esa sangre de la tierra, esa
sangre del tronco.

Pero igual que ayer.

Sòlo encontraste uno de los viajes de la palabra.




Las Sienes de los Heliotropos





Sobre los numeros que tocan una gruta.
Sobre las palabras que evocan puntos de sal 
entre los relojes.
En las lagunas de los eslabones con clases
de agua donde se fermentan la branquias de los peces.
Entre la posibilidad y la noche arrojada a las escenas de
sangrientos prismas varados en las calles.
En esa misma posibilidad arrastrandose 
entre morteros y cigueñas.
En las flautas carnivoras.
Cuando la voz regresa como un antepasado a formar
los grises relieves de las parabolas.
Tan grises, semejantes a la oscuridad de los cefiros
o el cuello de lo hialino.
Entre los cansancios que llenamos de arpones.
Mientras el vapor penetra los salitres para que en 
un tiempo que la memoria se detenga en los muelles,
pueda elevar esa imagen. 
En las sienes del heliotropo encerrado en una cuchara
o el postrero aliento de la luz en una habitaciòn, 
donde son de platino los caminos de la geometrìa que
basada en los puentes, recorre el pavimento
a punto de caer sobre el rìo. Entre seres
que miran el rìo que corre debajo como si fuera
el propio soplo de sus vidas y sòlo esperan caer con 
el mismo a sus corrientes.
En las cartas del amor que son trazadas con un 
pedazo de la luna mientras historias de hambre corren
entre los acertijos.
Entre los horizontes, mientras el sol propala muros
donde terminos como el trigo empiezan
a enterrar la descendencia de un espigòn aleteando
entre las escolleras.
En el pelicano que lo acompaña lleno de cristales
en las figuras de sus alas.
En la incandescencia a punto de migrar a un verbo.
Y la imagen del lenguaje que lo representa
por ùltima vez desde una antorcha.

En el instante donde parte al fuego.



Versiòn del Oceano







Hay una versiòn del oceano que pertenece a los ficus.
Un prototipo del agua donde viven los ascensores.
Una historia del periodico lleno de enseres entre los 
los que resalta una boina y la hoja donde el sueño empieza
su viaje a la espuma. Tambièn estàn los parpados.
Los caminos que recorren los telegrafos para llegar a los
oidos.

Seguidamente hay una colecciòn de artropodos por los
cuales camina el aluminio.
Una medida del precipicio que termina en la arena con
una luna donde vagan los calendarios, arteros y puros.
Una conclusiòn del yo con meridianos en cada uno de sus
organos. Tambièn se encuentran las estalactitas.
Tambièn los fuelles y los inodoros. 

Luego una constelaciòn hialina entre cada membrana.
Un rìo de aceite con clanes de astros primitivos y ademàs
el silencio que medita en horarios donde el viento incluye
en sus primeras plagas una superficie de dromedarios.
Sobre ellas huyen de la arena los leones.

Hay una versiòn del oceano que està llena de barcos.
Donde destacan las proas y los caminos hacia el sur con
un candil en las manos y esa soledad ebria de agujeros
en las cuales anida una mantis y el universo religioso
desplegandose violentamente de sus alas cuando se 
arroja al vuelo.

El orden de lo pagano en una cuchara. El filtro del humo.
La caida del reloj en un amanecer donde el invierno rota
hacia una mejilla, con un lenguaje de trigo que no forma
parte de ninguna botella, ni espera el aliento de un cometa
en las nervaduras o el instante austero del perdigòn
y el culatazo.

Sobre esa versiòn las hojas que comemos y algùn mineral
hecho de seda en los parques donde no hallamos jamàs a 
los magos ni las vertientes de las brujulas cazadas por las
mariposas. 

Y tambièn esa otra versiòn, donde caminamos a esos
parques para verlos.













Los Cielos de Agujas







La noche era una garganta, incrustada entre cielos de agujas.
El àrbol, una cita de costras con rafagas de niños.
A los himnos encerrados en el barro se sumaban los del granito
en una pira.
Boreales estrellas disecaban constituciones y leyes de arena
en las hojas del platano.

Era una noche llena de hemisferios como lenguas en una casa
con millones de llaves estremeciendose.
Al sonido de las corolas en algùn rincòn del jardìn se alzaba el
del polen. A los de la percusiòn de un telescopio, sumabase el de
una tijera, llena de raices y extranjeros oboes incendiandose
detràs de las cortinas.

Los troncos esconden un tigre en un àngulo de marfil en el patio,
donde los rìos muerden una vela y en un lance de equinoccios la
historia a medio camino del verbo es un manantial fermentandose
en el ombligo de las paredes.

Lamparas de carne ascienden por un subterfugio en el riel
que atraviesa la sala y la llena de conquistas inutiles de vagones y
melenas que cuelgan desde las ventanas.

El lenguaje habla de una palabra de sed, conjugada por un
diàlogo en el pubis de los crateres. Los tuneles escarban en una 
rueda que en sus orillas forma paises y estampidas de un higo
cubierto por las alas.

Por las alas de què me pregunto...

La noche es una garganta, incrustada entre cielos de agujas.

Por uno de ellos, alguien escribe que es completa la vida si lleva
en sus hombros un conjunto de pliegues devorados por las selvas.

Y por uno de ellos la liebre confunde al animal con los nombres
de un rìo o de un estandarte.

La noche.
Que busca tridentes en una edad llena de azucar.
Que inhala memorias de entrañas despuès de haber recorrido lo
ferviente.
Que es ardiente segùn el pronostico de las palomas cuando recorren
el mentòn de fiebre de una lechuza.

Y el mismo es amarillo, como las escamas en el rostro del tiempo.





martes, 26 de abril de 2016

Poema







El rostro es silencioso como un pajaro de hierba y el
mar es oscuro como una piramide a lo lejos que sangra.

Los barcos se enfrentan entre ellos por capitulos y 
un compendio de luz es envuelto por la silueta de
una sinagoga.

Las casas duermen en las orillas de una hoja y a la
pregunta por el sol y la luna, responden.

El presagio es un continente de leche, pero es 
tambièn un preludio desatando los nudos de las 
cabelleras.

Antiguas riberas de carne junto a un pensamiento.
Lejanos hemisferios donde las formas de las nubes
descienden a una ventana.

La base de un àrbol duerme en una pelicula de fiebre
dirigiendose al imsomnio.

Jardines de vigilia presionan el limbo de las cosas
y lo haràn hasta la llegada del invierno.

Para ese entonces el espìritu de este otoño, habrà
encontrado su mensaje entre la niebla.



Desde los Cascos





Una ceniza es arrastrada por la lluvia.

Lleva en sus manos un reloj de cera que antes
viviò entre las locomotoras.

Una ceniza y ademàs el puente donde el regreso
a la aurora implica atravesar una linea llena
de camellos.

Es tambièn una linea llena de semaforos.

Brisas de grasa untando las ojeras de porcelana
mientras un alfil de cobre brota desde los cascos.

Una brisa ligada a las nervaduras y los coloquios 
de los troncos en un bosque.

Un mundo donde se estrechan los perihelios y 
son un asunto fortuito de la tarde, entre candiles 
alimentados por sinteticos hedores.

Esta clasificaciòn de los naipes.
De las huellas y las percepciones que reposan.
De la intuiciòn tomando el peso de una eufonìa en
el instante de separar un verbo de 
lo trasparente o las cosas meridionales que 
se citan con ojos de sangre en lo invisible.

Esta iniciaciòn aqui a una lògica de carabinas.
Esta iniciaciòn con farallones construidos por siluetas.
Por nombres que arrancan de sus oidos las mascaras.
Por espejos que conmueven segùn el orden de
la ciencia en los espacios de una logistica
tomada por una orgìa de bronce.
Este pelo.
Sus constituciones.

El evento de los perdigones en los zocalos.
Este momento dado por instantes.
Ese silencio de un dìa donde se disipan los eufemismos
y damos por sentado un siglo de encias 
en el trigo.

Este espejo.

Esta brisa de grasa untando ojeras de porcelana
mientras un alfil de cobre empieza a brotar desde los 
cascos.















El Ser de los Gladiolos





Algùn paso y todos los adjetivos del vacìo en un torso.

Las noticias del caos en un alicate rojo donde las
membranas son de bronce y corren detràs de las ruinas.

Las rutas tomadas por el fosforo junto a una vereda
donde los atomos lucen sus colores de circo o feria.
Los telefonos.

El ser sobre los pasos de una inspiraciòn en los
mensajes del gladiolo.

Ese mismo igual que los gladiolos.

Ese mismo ser en un campamento hecho de niquel.

Las reliquias de un juramento iguales a una 
promesa de carne donde llegan a la inmensidad los
descenlaces. 

Descenlaces donde extrañas monarquìas tejen su 
canciòn de humo. Extraños techos de aluminio 
buscando efigies.

Descenlaces que poseen espigones para los miocardios
y hogueras de coral para los acromiones.

Descenlaces para cada refugio en nuestras vidas.

Abiertos a las melodìas de un sueño donde todo
lo que podemos dar por anunciado son helices y copas
en alguna longitud de la escarcha.

Separandose del clavo y la tijera inutilmente.
Construyendo latigos para las fotosintesis.

Algùn paso. Escribo alguno porque todos llegaràn
a la mesa. El mencionado es el que caminarà con
los que me pertenecen a una esquina.

Y recorrera los microfonos como si ello fuera todo.








Las Grietas de la Imaginaciòn






El amor es celeste entre aquello que dibuja 
la luna y en un parpado de agua busca sus grietas
la imaginaciòn.

El pensamiento ancla sus pisos en una colonia
de hule donde los papiros se reencarnan.

El universo cubre de bronce los tejidos de un cipres
hasta ahora respirando en una palabra.

Rafagas de oxigeno buscan las cenizas de los camellos 
entre los mentones.

El solsticio humedece los carbones que giran en las
astas de un transbordador de helio.

De helio tambièn las tumbas de hidrògeno que 
sangran.

De helio los simulacros y las incursiones.

En algunas veredas que son de platino, el mar
se desgarra junto a un elefante de banderas amarillas
donde escribe un rehen.

Son volatiles como en una fantastica hora que asciende
a las piedras, todo aquello que deslizan por sus faldas
los morros.

Los jardines liberan una hoja estusiasmada con lo
verosìmil que vaga por las tardes, semejante a una 
estimaciòn o la lucidez de los circulos.

Las morgues empiezan a escribir con la transparencia 
que queda de los muertos. El pendiente en ellas en
sus cuellos es de plastico.

Nos aproximamos a un cuento donde las raices
impregnan en sus overoles tatuajes semejantes a las 
auroras del horizonte o los cabellos, dotados de algas
sobre las profundidades.

Boreal es el significado de los peces varados 
por la marea, ignorados por los rascacielos en los
creaneos de los jinetes.

El amor es celeste sobre aquello que dibuja la luna
porque en un parpado de grietas se està buscando la
imaginaciòn.

Igual a ciertos hombres que piensan que sòlo en el 
desierto se encuentra la arena.






lunes, 25 de abril de 2016

Las Raices de los Peciolos






Alguna vez aquì viviò el humo.
Un buho y una interrogante que era
aprisionada en el atardecer por las tijeras.

Allì la inteligencia se dedicaba a comprobar
los saltos de una mantis en las piedras donde eran
azules las cigarras.

Alguna vez en todo un cuerpo la condiciòn del agua
es un pàjaro, cimentado entre cosas volatiles en un fuego
como los objetos y los puertos que forma el polen en el vientre
de una araña.

Y en ese mundo de culturas junto a astros que palpitan
igual que las sienes, los paisajes sumergìan una estrella empujada
por ciclos en las playas, humedeciendo entre
colores de gaviotas que conducen martillos adheridos a
a sus cuerpos o linternas con vocabularios que
en ocasiones creaban sus reflejos, a las
calles.

Alguna vez acariciè el suelo para recordar el libreto de
una isla ligada màs a los objetos que a las palabras dictadas en
un eco por las avispas.

Eran momentos allegados a los portatropas.
Instantes de plasma revelados por los mastiles, mientras
descendìan por los navìos con aparejos de solidos.

Y en ese mundo de estuarios en el verbo. De pabellones
migrando hacia el trigo. De mimesis y crestas. En ese mundo
algunos objetos construyeron un cristal en la arena, donde
los resplandores eran de acidos y longitudes amarillas
cercanas a una flor de veneno.

En ese mundo bajo el aire con parlamentos de follaje.
En ese universo que dejaba entre los astros sus peciolos.
Allì viviò un cristal de humo.

Y lo hizo entre raices de peciolos que olvidaron traer los 
astronautas cuando regresaron de la luna.














La Imagen de la Penumbra





Tengo una imagen de la penumbra. En ella
una sombra mece su efigie. La piràmide, como un
sol oculto en las raices de un encantamiento que
busca las estrellas, cultiva en la madera
el paso secreto de la lluvia y de los sacerdotes.

Barcos de hielo a traves de una pared mojada
donde duermen aceitunas. Flotas de minerales entre
heliotropos dirigidos por una cigueña, aletean en
el rumbo de una penìnsula, construyendo un
puerto de escarcha o nombres que extrañamente
forman paradojas en sus violetas. Nombres 
purpuras para lograr responder a nuestra sangre.

Los simios recogen cadaveres de las lianas
y en un sonido arcano de selva, los manantiales dejan
ver la tela de una araña entre sedimentos de
fosforo, junto a las escalas de las bujìas.

Dìas de estrabismos y supersticiosos limones en
la cera de una megàfono, atomizandose en el craneo y
los elixires de las praderas, por donde descienden
hacia un valle de epitafios o sinonimias, los reptiles.

Dìas como el sol o la espuma, inundados por crateres.
Dìas semejantes al silo del volcan entre paginas de goma.
Dìas iguales a la experiencia del corcel en una carta, donde
proporciones de seda extienden los atajos de una vereda
o las calles subversivas que llevan los soplos, hasta
un color gris en el oceano propio del candil o el antiguo
canto de las olas en los farallones.
Dìas que desde el tiempo en que el mar formaba
un juguete màs allà de la orilla, desataban sus diluvios.
Dìas que llevan el nombre de los verdugos en los solsticios
de cada astro. 
-verdugos boreales en el caso de los buhos-
Dìas casi como un espejismo en la ralea del halo
incendiando falanges de carne en los desiertos que cavan
en los pulmones buscando brocales una y otra vez
los horizontes.
Dìas.

Una imagen de la penumbra, en ella un sol de maìz en 
las helices de un crudo iridio alimentado lo ecuestre
o el himno de una cosa fugaz igual a un respiro de escamas
debajo de carbones.

Donde la noche se suspende nada màs que en un reloj.
Intentando arrancar el pulso al tiempo.












Alguna Noche





Alguna noche representa el oido.
Alguna representa una cigueña y un
conjunto de paisajes, formando sus 
visiones.

El sol en los neumaticos evangeliza
sus costras para llegar a una boveda.

Laminas  de arena escarban en las 
estelas un presente de humo.

Un acertijo en el mar que a veces 
idealizamos y conducimos
por una habitaciòn de 
arquitecturas cubiertas por tulipanes,
se ilumina.

En esa noche de saetas y murcielagos.
De documentos e ideogramas sin astros.

En esa noche se animan a caminar por
los acantilados las formas que poseemos
de mirar una fiebre, mostrando sus
animales bajo una armonìa de oxigeno
cubierta por hogueras.

Rosados herviboros en esa noche donde
los jardines guardan los ojos de una
ventana y los tejidos son nervios plateados
semejantes a una semilla sembrada en los
codos de los tallos por las raices
del helio.

Asi surge un grito de la tierra.
Asi son devorados los aceites que limitan
con la tierra.

Es un grito extraño lleno de barcos que
reflejan en los lomos de los pelicanos
las raices de sus puertas.

Un grito que proviene de la mitografìa
cuando toma las esponjas de un navìo.

Gritos como un hisopo construido por
lamparas de metal y sonidos de
violines
por inviernos de otoño relacionados 
a las urnas.

Gritos que descienden de la gimnasia
y el petroleo.

Y entre negras cordilleras de sangre
empiezan a construir un àrbol.





domingo, 24 de abril de 2016

Emanaciones







La noche se prepara para tocar las hojas.
Las orgías se enamoran y en una botón de platano
surge el verbo.

En una brisa de hierba son apilados
restos de cocodrilos y destellos de humo por
las cuales emerge una paloma.

Equilibrios de verde en una manzana
mientras los vertigos juegan. Instancias de luz
sin minerales en el cuerpo.

Me he sentado ante el reloj que cultivaba los naipes
y en esas lucidas desesperaciones que ofrecen
a la luna sus origenes.
Me he sentado ante las ojeras de las calles
desarrolladas por los topacios. De repente
sin darme cuenta he tenido aletas.
De repente el vidrio incrustado en mis manos
no evolucionó a los planetas y los crateres 
mordieron un racimo.
Hasta fuí un ladrido traido por los menguantes
o un elixir lleno de mandibulas.

Extraños elixires traidos por los meridianos en
el horario de los corchos.

Extraños periodicos.

Algunas praderas empiezan a caber en el
muro donde los satélites representan algo
semejante a las constelaciones y 
emanan.

La noche se prepara igual que un vilo para tocar
las hojas. Los árboles manifiestan que en ellas no existe
una palabra y tampoco una pluma que en su
explicación de las calles
nos dotara de casualidades y pelos.

Esta noche que es de fogatas.
De escuadras al fondo del mar y en sus superficies un grito
que es de cera.

De disciplinas y rendimientos al borde de un ala, donde 
las naranjas son enviadas por un pais de crateres.

Donde relampagos y cultos a las primaveras del hollín
emanan.










La Habitaciòn de las Quimeras





Quizà era la vida de una carta manchada de 
idolos que nombraban cartesianos las selvas o
tal vez la luna. Y era esa luna o el calendario 
de sus sistemas que recordamos lleno de esporas 
situados en remotos tatuajes.

Incluso el sonido de una guitarra, empezando a
desaparecer de la lluvia, arrancada de la misma por 
una lampara.

Tal vez el movimiento de una sombra en los
indicios de un tornasol iluminado por una orilla
de caracoles.

Tal vez lo hialino en la casa de una moneda
totalmente forastera entre sus abismos.

Incluso la ventana de los ferrocarriles por donde
regresamos con un vagòn en las manos.

Y entonces la vida de una avenida nos recuerda
la brisa alojada en los jardines, con una especie
de habitaciòn adherida a las quimeras.

Y en nuestras supersticiones una palabra.
Una duradera como el mar y aquello que es 
desfigurado. Una que recuerde su sentido en los
eventos del trueno alcanzado por las llamas.
Una cuyo absoluto està cifrado por lo fantasmagorico
y los àrboles medievales que cruzaron el trigo.

Quizà la brujula que se extiende sobre caballos
llena de adrenalina y expediciones a un lago donde
la adolescencia ensillaba solamente pinos.

Quizà la hojalata donde un ladrido elabora
antiguos grasas, en ellas vocifera una luz de plastilina
dormida entre elefantes.

Y desde aquel quizà una avenida donde eran
esquirlados los troncos y las selvas se disecaban entre
tumultos de estacas y solidas expediciones a los
margenes.

O acaso el peso del corazòn en un gorjeo.
Epistemologico como las grandes redadas que viajan
por las palomas con una embestida de azogue en
sus plumas.

Quizà el ritual entre manadas de flautas
donde por fìn se originan los misterios.







Poema





El norte pasa por la punto rodeado de cadenas.
Escaleras y milicias suben a los huertos, con
un inmenso estallido de espumas en sus crestas.

Los violines suenan como en un tiempo detràs 
de las cavernas, donde escuchaban los oboes
el grito de un tulipan sagrado entre las piedras.

Versos de agua vagando en los tridentes de una
luna, conquistada por artropodos y vellocinos, dìas
de relojes que llenan de desembarcos el eter.

Nosotros preguntamos por el lugar del platino
y caminamos a un violeta parietal y sanguineo
semejantes a los cortes de la hierba coronados
de cuchillos.

Miramos el viento con una aguja decorada en las
manos por extrañas criaturas llegadas del oxigeno.
Vilos antediluvianos como una efigie de ambar
vuelven a caer de los higos.

El norte pasa con una canciòn. Nos detenemos
en una suerte de astro bañado de encrucijadas y
en los mitos de un violìn, brotando de los grillos.

Dimensiones de sol para los barcos crucificados.
Relentes de lluvia entre las cortinas y oxidos
encallados en un universo de orugas naranjas.

Terrestres vacìos donde el sol es una tortuga
bañada de cuerpos que llegan de las costras.
Bahìas ebrias de ensenadas e incandescencias.

Fondos plateados para aquello que aterriza
sorprendido por una cueva donde respiran sotanos
con apariencias de un alce bañado por gomas.

El norte pasa y en sus otros polos, una alegorìa
que descubra los manuscritos que celebran galgos
en una estela embriagada de saetas.

Donde la espuma y las carnes de las orillas
despiertan.












sábado, 23 de abril de 2016

La Escritura de los Tempanos






Reconozco este pez en la boca.
La gasa igual a una conjugaciòn donde
un martillo descifraba el mastil de una 
palabra inundada por los naipes.

Este pez que se ahoga en la lengua, pero que
aùn observa los dioses encerrados en los 
tulipanes, motivo por el cual
azul es el lecho donde habitan las campanas.

Si lo observo con mas atenciòn podrìa conocer su
nombre. Incluso la textura de la piel con que 
estan hechas las palabras que lo forman
Incluso podrìa ver en esa piel alguna
sacudida.

Es un pez que lleva alarmas.
Que llena de almirantes sus ojos orientales.
Que antes de llegar a lo cotidiano busca 
una aceituna en su boca
para sentirse desconcertado
como el humo en la chimenea de un edificio
o la arena en las axilas de los equinoccios.

Que camina en lo oculto de su pecho donde el latido
habita oprimido por las luces de sus tejidos.
Este pez de reductos que hacen reglaje
a los granizos.

Que a veces sigue el camino de sus venas para
solamente encontrar el de una boca.

Que no puede determinar el peso de la cultura
en las cosas y sòlo lo hace con aquellas siluetas 
del heliotropo en 
una edad que termina en los cuchillos.

Esa arena que tuvo que ser empujada para
que llegara a la boca.

Con reglas de ficus en sus andanadas y en sus
voces el origen herviboro de un verbo.

Este pez con su peso botanico, encaminado hacia
una veleta de madera, donde los apendices parecen
detener el curso de los tremantes.

Al igual que los ferrocarriles, detienen
el movimiento de un devenir en una calle llena de 
girasoles, donde detràs de sus sombras 
-en sus luces dormidas- 
vuelven a escribir los 
tèmpanos.





Lo ùnico que se Edifica






Lo ùnico que se construye es un latigo.
Lo ùnico que es edificado.

Una forma de inquisiciòn apareandose con la
espuma por la noche, cuando los torpores 
iluminan los misterios.

Pabellones que empiezan a alimentarse de 
musgos. Citas con un destello perfilandose en la 
suma y resta de las cupulas, como un relampago.

Estructuras de un vertigo soñado en los puentes
y las alegorìas. Trajes de lluvia para las pulmones.

Tembloroso el animal que sube a las estrellas
con un sarten y un halo.

Tembloroso como un pendiente en los hombros
donde los zoologicos estrenan sus morteros
y nupcias, alli el conocimiento vuelve a los
contenidos del polo con un pedazo de carbòn.

Supersticiones para recordar el lugar donde
leiamos en el tacto, con las tantas cadenas creadas
por los pozos. Espejismos para poder vivir en 
ellos.

Barbaries para este presente donde tomamos del
espacio nada màs que constelaciones que antes de 
mostrar su figura, vagaban por el universo 
sobrenaturales.

Cisnes y objetos cayendo desde el pelo hacia
un jardìn de clorofila.  Nosotros debajo de esos 
parpados, llenos de microfonos.

Cavando en un sol de tinta. En un trineo que
es escoltado por el riesgo o una caida en el interior
del lenguaje.

Y de las infinitas silabas en las estelas que
dejan los bozales.

Camino de una boca.





Los Caballos Amarillos





Debe ser antiguo como un limite.
Debe ser como un polo sumido en la escarcha
o un himno de lechuza convertido en paradoja. La
ola acaso que no encuentra su lugar en la playa
y regresa al oceano a traves de la
marea.

Debe ser todo esto y màs para siempre
regresar a ello.

Debe ser un niño remoto en las aspas
de un cartilago, donde los objetos adquieren los
movimientos de la inocencia.

Un cabellera del parpado mientras te instruyes.

Semejante a un himen cubriendo las superficies
de los pàjaros y un sentido volatil en la piel que hoy
forma escamas en sus manos y acantilados en sus
mitones.

Lleno de emanaciones y mesetas. Pensando
en el silencio como la ubicuidad de ese crepùsculo
sumando instantes andròginos a sus 
peciolos.

A traves de los talismanes y zocalos donde
se rasga un dormitorio un velos. Un velo
hecho de dìas ligados como un eje o lo terrible
envuelto por el cuarzo.

Lenguajes de hierro en un eco
donde las estampidas posan sus guitarras.

Miscelaneas  de abortos y ferias para las nucas
donde fuimos un animal desgarrando
una puerta de sal en la lluvia.

Encaminandonos hacia aquello que esta cifrado 
en las salivas del eter.

Y en los caracoles de los caballos amarillos.











Nervaduras






El lirio tiene una gota.
La escama se aproxima al guante con
un nervio. El poema toca la vida de un saltamontes
en el ruido de una colina llena de
abecedarios. En el cosmos de
una nervadura.

Las casas vuelan al verbo entre conjuntos de
deseo, incrustandose en los projimos. Se esbozan
prologos como la garua.

Se elevan cosas iguales a los dirigibles.
Construimos otro metabolismo para esas combustiones.
Tocamos el olivo hasta sentir su peso.
Recogemos un altamar en
los relieves.

Objetos inconquistables como un exorcismo
reparten culatas al lenguaje.

Un periodo de estrellas inundan los
espirales de una torre que alguna ve fue un faro.

Liquenes donde las supersticiònes descienden
morenas de un castillo de gitanos. En sus cartas
vuelve a tensarse un mundo amarillo
de vagones y azabaches.

Regiones de relojes que abandonamos al canto,
luego de haber colocado un sonido en las
cenizas de la naturaleza.

Cavernas de espuma en el agua
donde una ventana fue calzada en las crestas.

Manantiales que seguiràn siempre a los crateres.
Jardines llenos de repertorios como en una
confesiòn donde las calles
asocian su relatividad a las escoltas que yerran
por el mundo.

Un mundo que podrìa ser fantastico.

Pero en vez de ello se dirige a cabelleras de 
sangre.

De la cual alguna noche bebieron los demonios.










viernes, 22 de abril de 2016

El Llamado de los Seres





Silencios que una vez agitados por el fosforo, 
caminaron hacia el lampo llevando husares y mariposas.

Escamas recogiendo microfonos de una manada donde
sangraban los relojes. Tiempo era en que los sepulcros 
posaban sus siluetas sobre los manantiales y las huellas
del brillo eran ancladas en los ojos de un murcielago.

Vida que se entrelaza hoy al papiro.
Aliento en ella con escrituras de trigo en las ràfagas.
Paises de olivo que trascendieron hacia su sueño, plantando
semillas de bocinas en las celulas.

Manuscritos de agua en una uña.
Silabas semejantes al crepùsculo ahora que todo se detiene
y los tornasoles evolucionan al misterio.

Girasoles de arcilla en las colinas donde los astros
dejan caer sus megaterios con un punto de docil campana,
de criatura dormida entre los astilleros.

Diluvios de sal para aquel ser que esparce entre los
colores de los relampagos los fosfatos de un trueno.

Lienzos descritos por el centauro que cubrìa
lleno de antepasados una puerta.

Donde otros seres desde lo màs profundo de la
noche, nos llamaban.




Las Iguanas Celestes






Te he visto como un ser poètico
que aprendiò a separar el ser de lo poètico
y devino por ello en una solitaria ontologia, llena
de àrboles desnudos. En ese tiempo
-recuerdo- todas las iguanas en el universo eran verdes.

Te oì entre numeros desconocidos y nùmeros que 
bajo las sombras de las efigies se convertirìan mas tarde
en lo hermètico.

Como un ser contemplaste las figuras que rodean el universo.
Como uno poètico entregaste a la poesìa esas formas.

Dice la realidad que llegado a ese momento toda
creaciòn podrìa ser desfigurada.

Escribe la realidad que los puertos 
estàn hechos -muy profundamente- de hojarasca y evaluan
los sueños si es que llegan de los verbos.

Tambièn se dice que los alfabetos boreales que existen
en los pètalos, poseen tejidos de arañas y evolucionan
entre los talones.

Manifiesta la realidad su entendimiento en relaciòn a 
ese ser que por la tarde y por la noche relativiza 
todo entre la poesìa: aquel entendimiento concluye que la
vida de ese ser es una calle de cristales y eclipses.

Te he visto como un ser extrañamente poètico que
vive un instante entre los cocodrilos, un ser de fronteras
y limites, de patios que encallan.

Equilibrado una y otra vez por hordas de àrboles
para reconocerse.

Te he visto como un ser poètico escribiendo màs de
una palabra. La que puede vivir apenas un instante en 
el tiempo dotado de las palmeras desnudas y manifestando
que en un tiempo de la creaciòn todas las iguanas
en el universo eran verdes.

No celestes. Como las que se arrastran por la playa
ahora.




Tal vez





Tal vez si encontramos un baul en
la hora de las sienes.
Y escribimos de paises dormidos en
la boca de los galgos.
Quizà si borramos las lineas negras 
de una cebra por mas que no
se pueda. Por màs que ello sea 
imposible.

Probablemente si recorremos indicios
y es muy temprano para tocar un
puente en cuyas puertas las ceremonias
aludìan a los grillos y se derramaban
las carnes.

Y los elixires se comportaban de 
manera verbal en una elegìa
donde profanabamos las llaves peinadas
por ciclos de trapecios.

Y la brisa caminaba hecha de pisadas.
De flores que desembarcan 
nuevamente en el sudor.

Quizà si tomamos una mochila de
la rafaga, llena de contenidos 
sinteticos y baules decorando
las curvas de una manzana.

Tal vez si escribimos. Si colocamos 
un barco en la cabeza y nos
encerramos hasta el proximo 
verano entre escarlatas idus
buscando plasmas para los obreros.

Y recorremos el pez en esa parte
que despierta a los limbos junto al
respiro de una guitarra. En ese 
momento que es propicio para
abandonar lunas mecanicas
en la intensidad del pecho.

Quizà si dejamos las hojas y nos
dedicamos a la busqueda de bulbos
en las azoteas junto a inscripciones
y frascos llevando una membrana
piloteada por martillos.

Tal vez si nos dedicamos a romper
en ese martillo, la espuma de una
goleta que encontramos dormida
y semidorada en la nieve.

Para asi no interrumpir todos
objetos que nos rodean.

Sin incursionar finalmente 
en ninguno de sus sueños.





La Vida del Arbol





La vida es del àrbol.
De la rama en los hombros de un equino.
Semejante a la espuma o el peso colorado de
algo ferviente entre los 
elementos.

La vida que se inclina a las definiciones.
-por supuesto de alaridos.-
De pesadillas de sol en un realismo
elegido por molèculas.

De especies aguardando una criatura
en los parques, una que posea conjuntos
y volumenes y desde sus anilinas pueda flanquear
todo aquello que interpreta el metabolismo
de una hoja.

Oraciones al lado de los sedimentos donde
empieza una palabra, llena de mareas fidedignas
y crateres ascendiendo a la espuma ante la llegada
de un escrito.

Llena de efemerides y evidencias respondiendo
a los ojos de un cuchillo, mientras duermen en los
paises de aire los violetas.

La vida es del cipres.
De la pergola en el habla.
De los perfiles muy cerca delas catedrales donde
los hombres mantienen en su mirada, miles
de obuses.

Que tambièn camina en la metropoli ahogada
por la cera.

Que proviene del lenguaje atado a un travesaño
cuyo polen  examina las siluetas de 
misteriosos panales.

Es de una cavidad.
De un suelo de plastico lleno de tradiciones
y reflectores situados en los estuarios
de una mesa.

Donde toda existencia al posarse en ella.

Dimensiona una y otra vez la humareda
que cuelga de una bacilica

en los mundos que duermen solitarios en
las orejas de los rìos.






jueves, 21 de abril de 2016

Poema






Tenìas un puente quemado por la libertad.
Un agujero de nieve por donde se arrastraban
suelos de silicona. Las estrellas eran voces
gelatinosas.

Eras un mundo que pertenecìa a las aletas
y una vez definido el universo, te tocò vivir entre
mundos cristalizados por los peces.

Uno de esos mundos soltò literas en sus equinoccios.
Otro recogìa los enjambres. Habìa ademàs una 
alcantarilla por la cual ascendìan a la realidad los 
reflejos.

Poseìas cabellos. Casas de proteinas en ellos
te protejìan de las grutas estrellandose contra las
bolicheras.

Te vì en el vapor de aquellas bolicheras. Te vì
escribiendo en una yesca de amapolas, semidormida
como una emanaciòn y las cosas que se elevan.

Tenìas un puerto y un mundo en el cual se
incendiaron las bocinas y los techos. Caminaste
a una historia con el manifiesto de una gaviota
y vilos, atadas a la noche con una polea.

Sentìas los prismas de un distante manantial 
en el cual los patios presionan los jardines.

Guardabas algo en tus ojos y todo lo demàs estaba
incluido en los valles donde algunos vocablos
descifran las banderas.

Dotada de una linea y un cuerpo agitado por 
salvas de neòn en el sueño, donde los gorriones
de una saeta te aguardaban ruidosos.

Siempre ruidosos y oscuros, como si llevaras 
un legado.


Versiòn de un Suburbio







El mar forma los dormitorios.
El mar que ya habìamos visto en el 
color de los cometas y la balada que enjuaga
sus sortijas junto a un màstil.

Construcciones que rasgan con sus siluetas
las orillas de un continente en el hemisferio.
Una regiòn del fosforo.

Alabastros como diamantes en los sentidos
de la liebre percibiendo las quimeras.

Habitaciones que no seràn para siempre.
El olvido y la memoria como un evento que transfigura
entre caminos de sirtes.

Metamorfosis iguales a la lluvia que cayendo al
suelo alcanza al barro. Notas de ese barro 
llevados en los picos de las aves.

Luces de congresos donde las espinas
son barajas irremediables, que buscan un solsticio
conquistado por los naipes.

-tambièn luces de ensueño en los parlamentos-

Estelas que tocan esos naipes.
Que entre semillas y cauchos colocan la direcciòn
de un abrevadero, huyendo del amanecer 
hacia las dagas.

Estilisticas que doran las particulas de las sombras
junto a un horror que inspira otros nombres.

Violetas encrespandose en la polvora de los latigos
y verdugos bajo la hojarasca de niquel.

Flotas de gurbiones y veleros encendiendo
el pavimento del pañuelo con una fogata de acido.
Con una antorcha que lleva encerrados en su
yesca, cefiros. 

Extraños movimientos de una casa rodeada de
aparatos, de juicios industriales derramados por
los tejidos de la misma.

Cuerpos en lontananzas que figuran dentro de
una expediciòn a los tapires y los circulos de lana.

Manuscritos con una sensibilidad de tahur ante un
semaforo, con esquinas que besan lo cotidiano llenas
de forenses alientos.

Destellos de artropodos creciendo en una bandera
junto a los coloquios de los buhos. Mamiferos de sal
en los medanos donde reposa un alicate.

O una armonìa de hierro eternamente separando los
zocalos de las trayectorias.

Y la idolatrìa de los ozonos, al llegar al aceite. 















La Verdad en los Pulmones







Los astros crean un soplo.
El mineral es ferviente como un cosmos
que acentua lo transparente entre reliquias de
estambres y juicios como el polen.

La feromona cubre de pulmones el universo,
ferroviaro y animal como las ruinas.

El verbo escribe un nombre sobre las islas que
separan los cabellos. Hay una flota de asteroides
crispandose.

El tiempo nace en las hojas semejante a
una mujer llena de lagunas.

El espacio vuelve a la proyección con un dialogo
de artesanos sinteticos.

Plumas de estibadores. El idilio de un torpor
en las industrias.

Barcos de lustrabotas se encrespan en el torso
donde reinan nada más que los impulsos de
los caracoles.

Leyendas de kerosene en el fluor con un patio
de madera que duerme o sueña.

Casas semejantes a aquello que degollado
por el color de los epilogos.

Marchas de apendices en ese sol que muerde
silencioso, tempanos de porcelana.

Esos mismos empanos describiendo las palabras 
de un forastero en los dientes.

Sintesis y llegadas a las esquinas de un
jinete elaborado por avispas.

Colecciones de cordilleras alojadas por un
trino. La pecera en el vidrio.

Los astros crean un soplo. Todos escribiremos
en èl para saber si es verdadero.

Por màs que lo verdadero -al menos esta tarde-
se encuentre alojado en los pulmones.




miércoles, 20 de abril de 2016

Lo Unico que se Humedece






Caminas con un arrebol ya que es lo ùnico
que se humedece.

Tu deseo es llegar a ese barco que parte 
a diario de los siglos y enfrenta demonios
en sus alambradas. Tal barco en algun 
lugar existe. Lo hace ademàs con un lunar
poètico.

Tu deseo es el conocimiento que parte con
la brisa y toma la direcciòn de las reliquias.

Uno de los goznes ha particularizado ese
suspenso que proviene de los tenedores. La
tarde -dicho sea de paso- es prosopopeyica
y superlativa.

Caminas con un tornasol y las manchas que
posee todo procolabismo en la sangre. Tambièn
debes recordar que la sangre es despòtica, 
es tirana y creo que neocultural en sus orgìas.

Pareciera que puede tomarnos. Que puede
alcanzarnos justo en el momento donde el eje
que mueve la tierra busca antediluvianas
panteras.

Pero ninguna pantera lo es. Ellas viven
entre neoliberalismos y semirrelieves muy
modernos.

Ellas cantan a los decimales entre los 
ejemplos que llegan transformados en 
ontologìas por los codos.

Ellas son la extraña sabidurìa de los
picahielos en las barbas.

Deja que se fermenten en los planos de
las futuras ciudades, deja que se pudran.

Caminas en estadios y procesos. Entre
oboes destruyendo en el esgrima los aulos.
Tù sabes que todo es irreconocible. Tu
habitaciòn por ejemplo es dirigida y
decidida en todos sus actos por los animales.

Pero uno de tus deseos se asemeja al niquel
que sueña en los bulbos y los pasaportes que 
envìa un reloj a las praderas.

Otro es para las montañas que teñiràn un 
dìa las montañas de rojo.

Pero tù. Tù lo unico que debes hacer es llegar
a una casa.

Eso sì. 

Acompañado de un arrebol porque es lo
unico que se humedece.







Debajo del Agua





Existe un televisor debajo del agua.
Un verso que es metropolitano y recorre las
bacilicas. Ese verso recoge ademàs en
cada mundo un telefono.

Tù diràs que los telefonos no son màs que
iguanas voladoars.

Que sus sonidos son vidrios electricos.

Tù compararas el sol de los patios que 
queman, con otro que tomamos tambièn
cada dìa, con una grieta contemporanea
en el pulso.

Ello sucede cuando los mercados se llenan
de mandibulas.

Cuando la proximidad a las linternas se
transforma en opalo y prolipopileno.

Ello acontece cuando las sienes de los
hombres son aludes de hierba.

Asi las culturas pueden deformarse 
como el sonido de un grito en el aire.

Hay un televisor que es una taxonomìa 
de los puentes. Uno que empezò a invadir
las orillas sin necesidad de la sepia y
propulsò una arcana combustiòn en las
pieles, justo en el momento en que los
sistemas pueden ser dorados.

Pasos de agua en estos televisores.
Mecanismos de sol presentados a los
minerales, bajo camisetas que se borran
en los enigmas.

Huellas con una copa azul y celeste, con
muchos astros en su interior buscando 
encontrar sus limites.

Como una horda pudriendose entre 
referentes de galgos, siempre entre
mecanografìas.

Existe en las cornisas donde se abandonan
los cabellos. Descuelga el champu que
aletea en cada golondrina. Es extasiado
por un temblor de chompas.

Irradìa metros para las horas en que
el frenesì destruya las conchas.

Respecto a lo ùltimo 

-no estamos seguros-

Ese frenesì llevarà remolinos.

Y uno de ellos tocarà lo sagrado.













Evocaciones





La estrella tiene el peso de un piano.
De un pàjaro que lleva martillos. Junto a
ello es citado un galgo por los calendarios.

Màs alla una cronica de pensamientos
tallados por la lluvia en los bronces.

Pronosticos de flora en los lapices que 
labran evocaciones.

Espacios donde la realidad toma un cuerpo.
Uno desde siempre adherido a los cabellos.

Automoviles de plata zarpando a las plagas 
y con ellos el idioma de una albufera que
hoy es indescifrable.

Leguas entre las arenas donde una playa
de agujas inspira otro devenir a los leones.

Leguas sobre universos que respiran un
aire seco y violeta.

Tierras de incendios donde caminan de
madrugada los cipreses.

La interrrogante meciendose en el interior
de un cuchillo.

Nùmeros que aluden a guaridas de frutos
y elixires.

Evocaciones que juntamos entre lineas
de niquel en un torno.

Tal vez como un destello en los sembrìos 
de una mariposa, conjugada en su corazòn
por el reflejo de una uva.

La estrella que al llegar a la tierra fue 
asimilada por un sudor.

Las hordas llenas de travesaños que sueñan
entre primitivos neones.

El color de la hiena en el rostro del sargazo,
con una alameda que edifica por instantes el
oceano.

Un oceano que siempre es desconocido.

Y ademas esta rodeado esta noche de 

sabuesos.






Las Danzas de las Helices





Las olas arratran en sus crestas puentes de
trigo. Estelas provenientes de la tierra se unen
para convertirse en manadas. Alguna de 
ellas crean los navìos. 

Lingotes de plastico juegan en la arena
entre insomnios y piras. Llevan el equilbrio de
una marea de sal en sus lomos.

Formaciones de escarcha entre las dunas
donde descansan las plagas y el respiro de los
dromedarios.

Medallas de columpios discurren sobre una
fonetica de simios atraidos por los màstiles.

El tiempo ahora es como una carta celeste
en un prado, donde se inclina una mochila.

Danzas de un sol en el plastico 

Estrellas en la hipnosis del relieve, tomadas
por flores de continuidad. Estrellas que florecen
entre los manteles de una mesa inhospita.

Lapices con dueños verosimiles de aire.
Felinarios con grandes operativos de eter
Circulos que cierran el mar definitivamente.

Las olas arrastran puentes en sus crestas.
Algunas estàn hechas de polen asi que no 
llegaran a la orilla.

Otras reclaman las colinas de una duna
ya que llevan viajes proverbiales que regresan
de la arena. 

Multitudes ahora en las colonias de yodo
donde una y otra vez el circulo de las helices
dan fìn a las eras del molino.

A los puentes de trigo.

Donde los hombres empiezan a formarse
entre las danzas de las helices.








Las Brùjulas que Giran







Mi deseo era escribir de una mujer que tuviera un hilo
de vidrio en sus celulas.

Que hubiera descubierto en su pelo una forma
de metafisica con la cual se puede viajar por las boinas.
Anhelaba que nunca mostrarà el nombre de su
metafisica ni sus mesas de agua, pero igualmente anhelaba.
Mi deseo era verla en el interior del oxigeno
con una linterna de psicodelias convocando a los
himnos de las azucenas.

Mi deseo era un limòn conquistado por el hielo.

Anhelaba que ella sumergiera las cortinas como 
algunas cosas de la naturaleza lo hacen en sus lapsos.
Asi, creo que que el diluvio serìa un lapso.
Y ella lo tomarìa desde esa forma con que terminan 
los objetos. Es decir arrojandolo al mundo semejante 
a como lo hace el oceano.

-por otra partesè que hay seres en la arena cuyo destino 
destino es esperar un diluvio.

Anhelaba ver sus pasos suspendidos en las ramas de un 
àrbol. Un àrbol mesopotamico digamos.
Querìa observar la forma en que saltaba de àrbol a àrbol
ya que en los parques de nuestra ciudad no existen lianas
ni telefericos. A lo sumo lo ùnico que hay en ellas, son
periscopios.

Cùal es el sentido me preguntaba y ella tambièn se lo
preguntaba, de un periscopio en las ramas.

-no es el sentido que proviene del amor, el amor es
otra cabaña-

Mi deseo era cuantico.
Particular en una mesa de plantigrados donde
el bronce justifica los teatros.
Cervical en la miscelanea de sus poleas.
Derivado del fuego y las colinas donde los astros
tejen en los adobes, rodillas y
espeleologos.

El deseo en ella llevaba eucaliptos e hidrogenos 
como los que suceden en un parpado o el ejercicio de la membrana
escenificada por un cetro de colonias en las manos.

Querìa ver una mujer en la experiencia del alheli
semidormido en el lomo de un jabalì. Querìa ver en 
aquella mujer el evento de esa palabra
donde se reconocen señales de una tijera. Me acerquè 
a ella buscando el nombre de la sal y los laboratorios.

Oì en su boca el sonido de las desembocaduras en los ecos
mientras retomaban la caminata a un gorro.

Comprendì que el mar era una manifestaciòn de aquello que
en si mismo se agita desgarrado.

Dormì toda una tarde pensando que ese sueño me 
llevarìa a los suyos. Pensè que de esa manera
podrìa comprender los mìos.

Pero eso fue inutil.

Al final, intento seguir escribiendo de una mujer que vive
en las ramas.

Entre interiores de extrañas metafisicas que viajan 
entre las boinas.

Acompañada de brùjulas que giran.








El Calor en Las Cigarras






Una de las imagenes pregunta por el àrbol.
Una que llego de los pezones con una selva de leche.
Una de ellas como si se tratara de un antropofago
o un lugar constituido por quimicas.
Que existe por pedazos y ofrece la existencia a la cera en
las estelas de un molino, abierto por coreografìas.
Por sumas elementales de nieve en un sistema de osos en
las orillas de una lengua.

Yo pienso en esos sistemas de osos, en la piel que fue
cristalizada por la noche, hasta llegar a un azul 
de castillos, de perdigones que caminan hacia el viento
con rafagas de pinos y ecuestres seres que cabalgan
tocando el aire en sus herraduras por un instante.

Una de las imagenes, pero no es una que llega de las ferias
ni los relojes que un circo delimita en los perimetros de un
deseo, tampoco el recuerdo de las cupulas en una
historia astral e itinerante de porcelanas dividiendose en los
colores del mundo tomados por una astrofisica
hasta convertirse en hojarasca.

No es esa imagen que nos señala colores del cefiro entre
sus estadios ni presiona las bocanadas de aceite en un lunar
de madera ubicado al norte del pelo lleno de sortijas
y blandas sacudidas de cofres.

No es tampoco el espacio donde las torres reconocen el
lado transparente de su mitografìa y el hambre es palida como
una estela de niño en el oceano, recordando los paramos
de esa inocencia que colgamos de los sauces.

Una de las imagenes. No es la de un baul sobre la
sensualidad de un planeta que se derrite en el sol escondido
en las piedras por la noche.

De las cuales toma el calor una cigarra.







martes, 19 de abril de 2016

El Presente del Cadmio






Eso que despliègase irracional.
El futuro del jardìn en el ala de una avispa.
El desprendimiento del trueno en las ojivas de un
termòmetro cuando las insignias parecen mejillas de una
temporada olvidada en los cometas.

Aquello que trae notas de huertos.
De mejillas que se ausentan de los pabellones una vez
llegado un astro, conducido por las tinieblas al sueño,
en una soledad distribuida por las alforjas hacia lo lejano.

La caligrafìa moral y asimetrica del cuerpo en una
avenida de higos, donde facilmente los automoviles desplazan
el lirio de un coeficiente adherido a la grasa.

Eso que es de nieve hasta llegar al conocimiento de
una noche, en que somos llamados por los subtitulos desde una
hoja cabalistica.

El roble creciendo en el cuello. La semilla
con ese presente de cadmio junto a otoños que alimentan
un grano de azucar, con el latido de un barco o las serpentinas
de las plumas en las alas de las cigueñas.

Eso donde podemos confirmar que la hierba
es atroz en los manantiales donde son liberados los cisnes
con presentes maravillosos en sus abominaciones.

Lo que trae una tarde de crispaciòn en los velos.
En las industrias de las sienes y de las pupilas, bajo recorridos
que hoy muestran un higado encerrado en una colmena
y otro venerado en el interior de un hormiguero.

Ese convencimiento de que los palacios derivan de los
bucles y las orquideas de una semejanza entre las encìas y
los girasoles. 


Eso que despliegase irracional, pero que bajo la noche
es absoluto.

Y lleva pliegues de arena.






En una de las Piedras





En una de las piedras el jardìn suele
acercarse al misterio. Por ello vive entre las
campanas y la lluvia.

Duerme segùn el movimiento de los corales y
los velemanes que existen en una piscina.

En una de las piedras -porque hay otra que al
irisarse- estrella sus casas entre las cavernas.

A veces pensamos, que el hecho de irisarse no
tiene porque suceder.

El hecho de estrellarse contra las cavernas
tampoco.

En una de las piedras, donde pensaremos en 
una adolescencia llena de microfonos, donde
los sonidos crean sus tumultos.

Sus espacios junto a una bocina o la taxonomìa 
del latido, en una habitaciòn de hierbas, de ramas
que caen de los siglos como vagones, oprimidas
por la cal en los oxidos.

Entonces serà el momento donde juntaremos
las escaleras a las catalinas de las bicicletas y
daremos otro eslabòn al movimiento de los
circulos. Un eslabòn que desfigura el hierro de
las mismas.

En una de esas piedras no escribirèmos del
paraiso, pero diremos que es una especie de
jardìn tocado por las hordas.

Por las maquinas anfibias agitando sus colores.
Entre matices y pigmentos de sobrenaturales
rigores.

En una -digamos- donde buscamos un peciolo,
un accidente en las estrellas que un dragòn 
deja en la niebla.

Para que la bruma -que es descalza- las confunda
con sus sandalias.

Y en una estrella que es de acuario, se las
coloquen.





Tendrìa una Colina






Yo tendrìa una colina.
Tambièn el mecanismo de un invierno en el agua
cuando el helio se disfraza de grua.
Tendrìa un mitòn.
Incluso una cascara donde la perspectiva alcanza
la tensiòn de un fenòmeno dedicado al lenguaje
entre superficies heladas y el cultivo del guano en las
escolleras. Donde el mar a veces en sus olas trae 
sòlo alambradas.

Este martes de gaviotas que se sumergen como duendes
entre las heridas, anhelando nada màs que un eje en ellas, donde
hacia la tempestad cabalgan las ferias y onomàsticos.

Una multitud por la cual dejara los abismos quietos 
en sus profundidades. Una lejanìa en la que dormirìa igual
como lo hacen los demonios en las cosas. Yo tendrìa
un papiro por democracia y en ella incluir vagones ideologicos
y pensativos igual a lo que puede o no ser conjeturado
y clasificado
para el imperio de la liebre.

Tambièn tendrìa una aleta para parecerme a los peces
y transitar largas calles de coloquios. Si ello sucediera tal vez
podrìa vivir igual que un paradojico manifiesto o un aneroide.
Igual que las nervaduras quizà.

Tambièn poseerìa un idioma màs que español para sentarme.
Tomarìa el elixir o la flota de una consigna que suena a cristal.
Asumirìa que las imagenes de las personas por la tarde en un parque
dejaron hace siglos de ser aquello que borra todo lo existente
en el pecho. 

-algunas de ellas fabrican en este momento
una reliquia-

Yo tendrìa una colina y un minimo de presagio.
De asignaturas en el oido y en las enciclopedias del timpano
incendiandose entre simetricos maleficios.
Entre analisis que llegan muy temprano a la hierba y escriben
de las espoletas como si fueran un nombre
que sigue a los ojos
mediante contenidos de hambre purpura.

Yo podrìa tener una colina.
Es decir la escena de un jabalì en sus faldas estarìa
quieta y los cetaceos a su lado arrojarìan los dados junto a una
cisterna, de la cual nacen los pliegues.

Pero no es asi.
Ni siquiera creo que la lluvia es algo romàntico.

Me parece sòlo un dramatico otoño deseando en
la soledad de la hierba.






Devorada en su Luz






De aquì al papel hay un violento margen.
Un planetario de ranas que se estremece en las colas.
Un nombre en la intuiciòn de un sueño vulnerable.
Tambièn hay un violìn encerrado en las corolas.

Calaberas de sed siguen a lo siniestro, con una
historia en la frente que casi siempre es de animales.
De hipopotamos y leyes atrapadas en el verde.

Lamparas donde las resurrecciònes inundan idolos
entre frases tempranas y amarillas como los coliseos,
en los cuales dejan las locomotoras sus andanadas.

Frisos en los que los tejados devoran amapolas
con la oraciòn contigua que da un vilo a los acidos
y una carta de efervescencia entre hegemonìas
compuestas de monitores.

El niquel y la flor creciendo de puntillas, en una 
cascara de barro que cayò de las constelaciones, junto
a un vientre que en el pulso, edificaba figuras
marrones.

Palacios de sufijos para aquellos que muerden bajo
la hiedra, junto a canteras de polvo y travesaños
donde escriben de la espuma las realidades.

De aqui al papel hay un suburbio. Por èl caminas
de noche como lo incandescente y como lo ardiente, el
mar que veneras en la distancia es de yesca que
desciende buscando los filos.

Filos que congregan pequeñas voragines de silabas.
Voceos que pacientemente rasgan las carnes. Roces
en cuyos impactos se nos devuelve la idea de
una luna desnudada por cursos y por flancos prohibidos
por la sal en los menguantes.

De aquì al papel hay un suburbio. En èl lentamente 
irracionales voces. Lagos y escarchas que recogen sus
domingos. Canales de piedra por donde se arrastran
las bengalas, devoradas en su luz por monitores.











lunes, 18 de abril de 2016

Alguna Noche





Alguna noche encontraremos una mecha varada por
un acertijo. Un gesto celeste que es del alba sin cadenas.
Una muestra de idilios en las ramas compuestos por los
eclipses.

Sobre ellos una efigie de runas escribirà sobre la tierra.
Dirà que era un bosque evocado por la naturaleza. Dirà
que en tiempos de zinc descubrìa cosas pluricelulares.

Cosas pluricelulares son un hipodromo por ejemplo.
Las herraduras del agua camino de los solsticios. Los
menguantes con figuras hialinas mientras los cefiros
inundan en el ocaso la tierra.

Y en esa noche de microorganismos y polvo, algo
como la inmensidad empezarà a dar sentido a las algas
Serà mientras asaltan hasta impregnarse en las quillas 
de los botes.

Yo recordarè un pleamar. Una marea como testigo
de un amor desesperado y frìo como algunas palomas
en tiempos donde el espacio era mas que una brùjula
y los sonidos de los alguaciles la espora de los vilos.

Redondas estelas entre la cubierta de los hilos
donde el deseo deterioraba las frases de una columna
desfigurando los animales rosados de los puentes.

Abecedarios de estambres abiertos por el polen
en una figura de llamas conquistadas por una avenida
donde los muertos y los pàjaros eran crucificados.

Conceptos del sol en el agua de una piscina, donde los
paraguas jugaban entre notas de antimonios, oprimidas
por articificios de dimensiones con cabelleras de sal
en las entrañas.

Dìas semejantes a los continentes y las peninsulas 
que el niquel construìa en los tejados, mientras aquellos
sobrevivientes de escamas contenìan una aleta en
el exhalo, junto a barcos que se esparcirìan.

Y violentos màstiles en ellos que tejerìan con la carne
sus palabras.