miércoles, 30 de septiembre de 2015

Los Circulos de los Molinos




Vivir de manera que nuestra llegada al àrbol
sea siempre una conclusiòn.
Incluir parabolas en el camino.
Llenar de hordas las branquias, las escamas, no
llegar tan lejos, no encontrar jamàs.
Encender una habitaciòn de manera ancestral.
Escribir distorsionadamente en los centros del agua.
Asumir que una marea llega siempre del fuego
empujada por las colinas.
Recordar un bosque alejado de solsticios y telescopios.
Recordar la luna como una extensiòn de los manantiales.
Reflexionar por la mañana en los peces, contar lagunas.
Llegar de manera silenciosa a un periodico como lo
hace la carne por la noche cuando lee.
Tensar lo inolvidable. Creer nuevamente en el verbo 
despuès que tantas noches apenas tocamos la palabra.
Ser un rumiante seco en la garganta
que labra compulsivamente en el dìa el sonido de los pasos.
Oprimir una tenaza.
Acariciar una rueca en una laguna creada por tijeras.
Llevar el condicional en la lengua donde imaginanse los
tropos en eternas labores de metàforas.
Transportarse al oceano.
Tensar lo inolvidable nuevamente.
Llenar de circulos un caballo o una matriz dorada.
Impregnarse de sal igual que los desiertos.
Conjurar el equilibrio desde un medano.
Ser un interprete de megafonos en las avenidas.
Desertar como lo hace en la piel un helice.
Evocar este alfabeto, por dentro siempre antediluviano.
Y terminar, terminar convirtiendo nuestra piel en aspas
para que sigan girando los molinos.







Incendiadas por Jinetes




Bien podrìa ser esta lampara. Este cuadro
de carbòn en la gorra. El subtitulo del periodico en
una raiz.

Esta linterna sobre un diario de cuarzo sobre
las cenizas.

Los cascos y pergaminos que limitan con los
moviles, con los limites y las fronteras.

La esfera creando tensiones sobre el aceite, 
trayendo ademàs un devenir de escencias culminando
la obra de la transparencia en el alabastro.

Bien podrìa leer el calendario de una morgue,
volver a oprimir mis huesos, las cartas a una sentina o lo
ideal disputando a la arena un titan, a la estela de barro un 
coloso.

Y hasta podrìa oir un himno en la madreselva
de los grillos, donde el espacio duerme entre
una mantis y el recorrido mortal de un huerto lo hace
en una pocima, en el vidrio postal de una casa,
en la camisa de bronce del helecho.

Incluso contratarìa palacios para esquinas de fuelles
donde el amuleto llega a una amapola metamorfoseado por
la conquista de un graffiti en el arco, donde los
escenarios son puros y simultaneos como 
una ballesta.

Incluso escribirìa a la iguana de mis antiguas erupciones.

De mi amor por edades de miscelaneas en los
molinos y caballos, donde las respuestas,
-absolutamente todas- eran siempre
incendiadas por jinetes.





Versiòn del Atomo





El atomo adquiere una versiòn de si mismo
en las celulas.

El atomo esta noche en que pensamos en nucleos
y plasmas de cera.

En la razòn irracional con que nos movemos por
la vida a veces.

En un  portico a cambio de nada en nuestras 
bahìas.

Son nuestras?

Hemos pensado porquè es posible que seamos tan
solo equivalencias, ahora que dormimos bajo
los juicios.

Bajo los barriletes de una marea, que de una u otra
manera, nos mantienen despiertos, tenemos nuevamente 
el devenir de lo inasible.

Realmente es inasible?

Asi tendrìamos la esperanza de llegar a lo contradictorio.
como si lo contradictorio fuera una esperanza.

Y ello no es riguroso ni escencial, es sòlo un demonio que
corre lleno de ira por una yema.

Es un adolescente simbolizado nada màs por una cota.

Junto a èl, el pan de un ùnico embrujo.

Una interpretaciòn descrubiendo un simulacro con el 
cual disecabamos una cueva.

Pero ahora el fenomeno del brillo se aisla, igual que en 
una provincia el brillo.

Igual que en una regiòn los puentes y un ala manteniendo
su intensidad en el aire como lo hacen los idolos.

Esos idolos que han cruzado el mar de rodillas.

Un atomo es una version de si mismo, aproximadamente
una fractura.

Una furtiva espeleologìa de osos que dejan de comunicarse,
el lecho entregado de forma proposicional a los nombres
del aire.

Nombres que -sin nada que pudiera objetarlo- bien podrìan
ser de las estrellas.



Poema




De vez en cuando nos encontramos en una linea.
El mar abajo de ella es creado por un pàjaro.
Luego nos quedamos entre las astillas para reconocernos.

Herraduras y signos que respiran entre las palabras,
complejamente el viento que vuelve a la esfera con o sin
asonadas; en estas los nombres deliberan sobre una maceta
y se esquinan las efigies de una mariposa.

Nombres blancos de hierba sepultados por una arruga,
la historia de una casa y el silencio de aquella linea donde 
alguna vez con rigor nos encontramos.

Pero no toda linea es silencio y tampoco despiertan como hoy
azulejos en una rama, existen las que adquieren la sutilidad
y el anapesto, las que crean la sobriedad en un extraño mundo
de fantasmas y espectros.

Pero bàsicamente el silencio es una linea y existen los faroles
como cuando atravesamos una encrucijada con estrellas maritimas
y persecuciones boreales, nociònes de aves y pifanos dentro 
de una huella, donde las bandadas vuelven al lumen,
a la liquida concepciòn de una gesta, de una poesìa
atada màs alla de la noche a los àrboles.

Gigantescos y siniestros como gargolas, donde nos reconocemos.





Hora de Agujas






Hora de las agujas, cuando los animales se 
extienden sobre un cuchillo y son misteriosas 
las vocaciones del agua llegando desde la anilina.

Hora de plasticos que brillantes conjugan un
verbo desde las ensenadas.

Consquista de un verano en el fulgor de los
grilletes.

Oraciones de un errante mundo en los huesos,
trozos de ruidos en el metal que siguen de noche a
las flautas, terrestres poemas de sangre en la
aurora.

Sobre la serpiente el veneno se abre cumpliendo
la obra de la luna; entre las conchas el abanico
ofrece su escencia de pleamar en sacrificio.

La conciencia llega a los màstiles y con ella
el fruto es empedrado como una volea. Siguen
a los elixires aquellos dinosaurios que crecieron
desde niños con nosotros. Vemos el alba
descenciendo de una hoja, entre palabras que
descifran el interior del pètalo atravesado 
por las dagas.

Hora de escolleras, de lo exacto en la piel 
para llegar al aire. Hora en que los conventos se
transforman en sienes y estas nos conmueven con
sus narraciones rojas, todas impolutas y prodigiosas
ante las asonadas de las piedras.

Allì  donde se encrespan los mundos sobre los minaretes.

Y se levantan elasticos nombres de habitantes entre
las corolas.




La Joroba del Dromedario




Hoy es una historia, el ciclo de los cabellos
en el peine.

La palabra del dromedario con una joroba
donde aguarda un jinete.

Bacilicas y cadmios, vaticinios de una noche
con el dolor, lamparas extranjeras de
espuma entre la poesìa, la flor en la sed, la
estrella en el agua, estancada igual que un
eco infinito de silencios, todos profundos 
como el animal o el aprendizaje.

Bacilicas donde desplegamos nuestros oidos
sobre las piedras.

Y contemplamos esa imagen del oido en los ojos.
La oimos como un canto en el verano lleno de
palacios de salitre.
Vemos particulas de sienes al lado de sus modulos.
Arrojamos una palabra a sus pelìcanos
llegados del norte.

Es la historia, dimos un giro en su alma, nos
golpeamos contra sus ansias un atardecer de 
sauces, nos inclinamos a sus hipotesis que
asignaban para ellas circulos de sangre.

Asi edificamos un cartel.
Un lugar donde los jardines se unirìan a las
apariencias.
Una estela por la cual nuestras manos se 
juntarìan a la nieve despuès de haber cruzado
los cabellos.

Bajo un manto casi exacto de crisoles.



martes, 29 de septiembre de 2015

Las Palabras de Sal





Algunas palabras se disuelven.
Otras se organizan en las axilas.
Algunas colocan esposas entre la oscuridad a la luna.
Estàn las que se multiplican y las que se arrojan
al mar para huir del sol guiadas no siempre
por la fisica.
Las que se llegan a los opuestos sin muelles.
Esas que citan nupcias sin gravedad.
Las que siguen condiciones objetivas de escamas.
Las que se orientan segùn la cola de los peces.
Algunas responden con incursiones a los simulacros
de la tierra.
Son reciprocas nuevamente bajo los eventos del
extasis.
Se llenan de intervenciones.
Llevan ambulancias de teclados verdes. 
Componen elevaciones de idiomas en los frisos
de los alfabetos.
Persiguen logisticas de bosques inundados de simios.
Componen epitafios para el instinto de una gaviota.
Derraman acertijos en el corazòn para 
escribir en la memoria del pulso algun cautiverio
ligado a la belleza.
Se encuentran las que no pueden hablar y muy poco
parece interesarles los rascacielos de la vida.
Algunas palabras se esparcen
Son derrotadas a ùltimo momento por la sensualidad
o los himnos que deja un encorvado puente de algas rojas.
Son tomadas por las paredes despuès de haber inhalado
el toxico aroma de lo que siempre es una despedida.
Las palabras son una adolescencia en la punta
del menguante, despidiendose.
Algunas palabras se esparcen.
Toman motines de las acupunturas.
Heredan el eco de las reflexiones.
Juegan entre los tisicos con la misma sabidurìa del 
hambre por la noche cuando desde una inutil magia arroja
los dados a los charcos.
Algunas palabras se deslizan.
Toman las murallas, descosen cuerpos, hilan entre
pabellones.
Otras en teorìa deberìan llegar al conocimiento.
Pero entre la espuma que deriva del mar 
llevan su insomnio perpetuamente en el salitre.
De esas palabras que no supieron llegar tocamos la vida.
De aquellas que se ahogan entre la sal, bebemos.







Lo que Sostiene la Vida





Ese mundo rodeado por el azul en una de sus legañas.
Esos informes del viento agazapado en una mejilla.
El cuarto creciente de una edad sin vida en un fruto.
La ninfa sobre una veleidad arcoiris.
Los colores de la soledad asombràndose ante el aire.
La tierra de las aspas y helices donde un diluvio dormía.
Ese horizonte de papeles contenidos por brocales de grasa.
Aquella intuición reinando en soplos como el coral o el
vidrio antes de llegar a una mesa.
La percepciòn de un reino amarillo inaudito.
Los parapetos, las casas antiguas donde el gorjeo parecía
sostener el carbòn con sus extrañas barbaries de verde.
Asi pareciera que nacieron y crecieron los bosques.
El canto del cebo en los enigmas.
La historia de un dragòn en los solidos.
La brisa de overoles para una ciudad de cruces, la lengua
con inercias e iluminaciones iguales a un ultimatum.
Esas uñas de la tierra rasgando nuestros pies de noche.
La desnudez del pecho en una casa de tijeras semejantes
a lo indómito y las flores de un juguete amarillo en los
codos.
La lluvia como un pedazo de tormenta e iridiscencias.
El plateado hierro en el anca de un eden suspendido en 
los huesos. La carne donde vivìa un mosaico.
Los pergaminos con que hoy las barricadas anuncian un
reloj de sol en las cortinas quemando los veredictos.
El pescador de ozono en uno de los cometas.
El relampagueo en tu corazòn justo en el instante que
lo separa del latido.
Y ninguno de los dos podemos decir que cosa en ese
momento sostiene la vida.







Poesìa





Tal vez conozcas de un mundo rectilineo
donde los cipreces se desplazan con el movimiento
de una costra en el cuerpo.

Y te has quedando observandolo mientras la 
fuerza de la rafaga del oeste crea un pliegue en tu rostro.

Quizà haya una noche donde las cosas se quedan
sumergidas y la concepciòn de la tierra nos deja solos
con la lluvia.

O quizà exista el nombre de una huella en el pavimento
que de noche desesperadamente busca su dueño.

Posible y probablemente hayas caminado hacia la
redenciòn que significa elaborar la carne, pretender
que tu ciudad se llene de armatostes y forajidos
de matiz celeste.

Y hayas asistido a esa masacre de la orilla llevada
a cabo por la mas violenta ola en el otoño.

Y hayas exigido una maquina, un pez de tul, una
oraciòn con santuarios donde la luna centelleaba en
tus ojos llena de verdades y simulacros.

Tal vez ya no tenemos cantos para detener el
rìo que ahoga todo pueblo.

Y te has quedado mirandolo hasta la llegada del
hemisferio descendiendo por la curva hasta el lugar
donde nuestras cenizas son un lecho.

Una pronunciaciòn de boinas junto a una luz salada
y oscura, ilumimada de noche por los jabalies.

Quizà una tea redima a los husares como
alguna vez lo hicimos con las bacilicas y catalinas.

Y la corriente sea de granizo asi como
el ave de electricidad.

De neutrones.

De nucleos de imanes que antes de pisar los hoyos,
se adhieren a ellos para devastarlos.











Las Siglas del Aire





Reconozco estas siglas en el aire, pertenecen
a un pàjaro.

Asumo tambièn que el vuelo en sus alas es de
un rigor semejante a la identidad de una constelaciòn.

Por ello pregunto a una estrella.

Lo hago porque dificilmente tendrè una respuesta.

Y nuestra estrella es zarza que se ocultò alguna vez
entre las cupulas de los pinos.

Allì donde renacen los gorjeos.

Donde se abre una culata.

Y se despeja el culto entre doctrinas de nieve
hacia un paìs lejano donde un espectro inventado en 
una madrugada la cera, aguarda.

Veo la rotaciòn de la plastilina.

Los satelites que podrìan detenernos y los bacilos
que identifican a un asteroide.

Y pienso en el hambre. En las tantas horas que
aùn me aguardan. En el cetro de arena que lleva en
sus palabra toda jabalina.

En una cabeza junto al solsticio, ondeando como
un volumen en el caudal del agua mientras sinuosas orillas
la esperan vestidas de longitudes y segmentos.

Reconozco ese borde incrustado en tu pecho.
Algunos diràn que se trata de un tipo de astrologìa.
Otros pasaran de largo y dejaran una especie
de palabra, tambièn se crearà una situaciòn donde
caeràn palabras de aquella jabalina y se multiplicaràn
en la punta de las agujas como lo hace una rosa.

Sè de estas siglas en el viento.
Trajeron las rafagas y la tormenta. Condenaron al universo
con un mensaje en la hierba.

Detuvieron sentencias arrancadas al mediodìa.
Describieron los huertos donde el aceite exigìa un castillo
al meridiano.

Pero eso era imposible.

Todos vagaban por inasibles lugares del universo.

Y estaban rotos.







Primer Significado



El primer significado es el nùmero.
A continuaciòn està el violeta.
Seguidamente una ciudad cuyas lluvias 
son escarlatas, un habitante compuesto de
contrarios, la vida de un residente como 
quien toma una hoja, las paganas condiciones 
de una silaba, la idolatrìa ante el sol o
un universo programado 
por los papeles, por el lumen o el significado 
de ese lumen entre la brisa
entre la espina, en las
corazonadas del alfiler
justo cuando las boinas se alcanzan.

El primer significado es un nùmero, pero
ten en cuenta que existe lo industrial
el quimico oleaje de una ribera
las plantaciones del higado muy cerca del
nogal, la indiferencia por las cosas azules de
la ingenuidad, las silabas 
-tambièn azules de lo moderno-
cuando eso tan moderno deja la altura de sus 
mejillas y empezando a rodar por el rango
de una platea, se transforma en un mensaje de
la cintura del arbol, junto a naipes que se
baten entre encrucijadas, junto a 
trascendencias y medidas de colores en el
pavimento.

Como una huella formada por los centinelas
donde los navìos extienden una pocima,
una carta de enredaderas, un lirio
de muchedumbres, un pensamiento sin mas
invierno que aquel encerrado en las fraguas 
del otoño, ebrio de lluvias pluricelulares
y organismos que errantes giran entre nosotros
bajo infinitos relojes que se queman entre las
albuminas.




La Conversion del Buho




De noche los cuerpos dicen adios al aire
y se agitan.
Luego cortan en dos un gigante y desaparecen.
Arañan a los colosos en alguna parte de la
nuca. Estilizan -de ser posible- su craneo.
Polinizan y ademas muerden un pedazo
de tallo donde vivìa un murcielago.
Forman un puente entre la muerte y las 
resurrecciones por lo tanto las cosas que crearon
alguna madrugada reviven, asi llegan
a una habitaciòn, a una rendija en los poros 
que no pudo ser atravesado por una caricia y 
otra que si pudo hacerlo.
De noche esos cuerpos tienen cultos en sus uñas 
ligados a las tizas.
Algunos de ellos se ahogan entre los lapices
y se asordan.
De noche estos cuerpos entre la silueta de las
mandarinas se oscurecen y crean.
Algunos se pierden entre la imaginaciòn y es
necesario que ello suceda para atravesar otra vida.
La otra vida en alguno de sus pulsos es una
fantasìa.
De noche voy a llegar hasta algo porque sòlo 
puedo viajar entre corolas y si tengo un nombre 
en mis manos he de convertirlo en grito.
Uno que logre introducirse en los huesos.
Uno que integre capitales a cicatrices de agua.
Uno de esos cuerpos describirà entre las sienes frecuencias
y tambièn las emanaciones. El otro sòlo tallarà.
De noche los cuerpos forman especimenes, atomos
de agua en las rodillas.
Mi comprensiòn de la horda dejarà de ser un 
ancla absoluta debido a ellos y se unirà a las manchas.
De noche -al unirse- ellos veràn si es cierto aquello de 
las primitivas conquistas en las cuevas.
Pasajeros que se hunden en el transito de los
caracoles y los ritos.
Transeuntes que respiran en la plaga de una horda
llegada de las referencias a las plagas, de noche
esos cuerpos tocaran un girasol y explicaràn
el oxigeno de manera amarilla, original como
los huertos desnudos o la casa cetrina donde
lo hialino fue devorado dos veces.
Yo seguirè entre las galerìas mirando como es
penetrada la lluvia por flautas de azogue.
Quizà haya llegado a la escollera y mi
respiraciòn serà màs intensa que aquella cifrada en
dìas de hipnosis junto a la sepia.
De noche los cuerpos dicen adios a los druidas y
rodean una bolichera.
Explican el nombre de los imanes y los linchamientos
en la carne.
Y en lo que respecta a mì -que casi soy un buho- he
de convertirme en lechuza.











Las Cenizas del Sueño en el Poema





Siempre es una especie de hilo.
De ciclo nocturno con el peso de las gargolas.
De citara que se desborda en el viento y las
edades de las linternas con barro.
Una celeste mascara de advientos, una edad
del sueño entre lo posible.
Y nos preguntàmos por la edad en sus hombros.
Por su forma que llega de la transparencia
o la carne separada por los cascos.
Por las caparazones formando un jardìn en
su boca, por esa capacidad de ser o no
un recogimiento antes de caer en los
precipicios. Quizà esa sea su altura, tal vez
el movimiento que este mediodìa se desplaza 
junto a cigarras y rituales que llevan un
pensamiento en la lengua. Tal vez sea 
su pulso, una especie de vibraciòn ante los
astros y los hemisferios infinitos.

Marchas eroticas de sueño.
Versiones de la identidad en una caparazòn
donde los colores incendian un astro,
una ciudad primordial, una estrella que teje
el oxido del aura en sus maxilares.

-desde allì una palabra y otra-

Siempre ha de ser, entre los rìos el sonido
del agua al estrellarse con los guijarros evalua
una percuciòn de puentes y maniquies, de
nombres que empiezan a maldecir o desertar,
de gatillos iguales a una iniciaciòn en el tallo 
y los brocales donde el sueño trota al lado
de una virgen y la orgìa de la yesca representa
un angulo de mar traido por una carabela, entre
los rìos los trapecios de esta estrofa que casi
como madreselva anuncia en ella los goznes
donde fantasear. Asi siempre los
unirà en silencio desde la maravilla.

Y una carabela que tambièn recoge el lampo
que incendian en su cuerpo cada amanecer los
navios, aparece.

Todo esto antes que lleguemos, y estas palabras
sòlo sean las cenizas de uno de sus sueños.







lunes, 28 de septiembre de 2015

El Ser del Invierno





Viviò bajo el àrbol.
Estaba compuesto de una sola rama y de una
diminuta figura de hierba.
Era un ser compuesto de hombre.
Era un ente bañado por manantiales
y cuevas empiricas. 
Nos preguntabamos què clase de frutos
creaba en amaneceres acompañado de blancos 
venenos.
Pasò inviernos enteros asomandose de manera
que pensabamos que podrìa tocar la vida
o en su defecto, una existencia con forma de
bàculos junto a la orilla màs distante, una
estela de congruencia entre los adobes
y encrucijadas.
Nosotros jamàs perfilamos una amapola para 
sus limites, tampoco dimos a su escencia
la efigie que derrama un puente desde su saliva
en los amaneceres.
Mucho menos tejimos un ancla para su sed
de coral con interiores de bolicheras.
Nosotros que tampoco dimos un pedazo de selva
o lo hialino tocarà el arpa de forma desesperada
luego de las ubres. Y. Nos
dedicamos a ver, a observar segùn ese
invierno donde parecìa tocar la vida.
Estaba compuesto de megaterios.
Era cetaceo como toda perversiòn.
Inundò los puentes de tendencias.
Hasta donde sè estaba hecho de edredones y de
pupilas. Hasta donde sè yo abro la noche igual que
una puerta y dejo pasar al viento. Ese viento que
es un dialogo. Una pobre fortaleza para la savia.
Un encuentro de serpentinas sòlo entre elixires.
Pero aquel, musitò bajo el àrbol la sexualidad 
de la obsidiana y paralelo a ello tensò
el estado gaseoso proveniente
de peines y grilletes. El, sòlo una red donde era
cruxificada una gota de carne, un asterisco con
forma de paseo o gurbiòn, de aleta o dorso
en las maquinas que los periodicos
regaban por doquier luego del verbar o lo lunar
en los sembrìos de la obsesiòn.
El que desprendìa una quiromancia de su frente.
Que se alimentaba de casas sobrenaturales en los menguantes.
Que llevaba la voluntad de las frisos y la nupcia en 
hojas de bajorrelieves y perseguìa a las fases
de los astros debajo de su cama
entre el hollin y el acido abandonado por las hormigas.
El que dibujaba la muerte en la ralea de los semidioses y esa
idolatrìa podìa ser un margen donde la estetica nos
detiene para contemplar un punto en su estela.
Y la seguimos hasta el final de su existencia en el oceano.
La seguimos porque es estela de alguien que se adentra 
hacia el mar despuès de haber abandonado un àrbol.
Luego que en nuestrso absolutos fuera 
condenado al invierno.





El Instante de una Visiòn






Lo vimos llegar acompañado de la naturaleza; el
dìa era un molino.

Lo oimos con las mismas palabras que el lenguaje 
cifra en la escritura, màs allà de la razòn.

El dìa. Nosotros habìamos atravesado la noche para
verlo. Cruzamos las estrellas hasta poder tocarlo, 
tuvimos que ver aquello que era para nosotros en las 
constelaciones y asi percibirlo en toda su inmensidad.

Y no. Nosotros no estamos ocultos en el fondo, 
permanecemos en una ciudad que por la tarde arranca
el sol a las coronas, escarbamos en ese lirismo con
el cual el violeta se pierde en un cometa,  junto al cometa
devoramos los tallos del rebaño, nos herimos hasta 
alcanzar la realidad de manera lejana.

Ello es lo que en su espìritu alcanza una herida en su 
camino al dolor.

Un dolor que sòlo por un instante -instante de su 
visiòn- es remoto.

Despuès de ello, todo nos pertenece.





Figuras de una Grieta





Sè que la historia puede ser una bengala, la
proporciòn de un violìn en el aire. Un pedazo 
de corazòn en el desplazamiento del himno.
El tejido de una evoluciòn de eter en la arena.
La conjunciòn del cristal seducido por extrañas fases
de animales, urdidos todos por una patio, donde
el sol despierta el mar entre castillos de grietas.

Y esta podrìa ser la imagen para encontrarla
en la parabola o en la iguana, este podrìa ser el
encuentro con la humareda donde el horizonte
de un espìritu es llevado a un atardecer
imaginado por el cuello de un aguila; tambièn el
descenlace con una marea que forma el peregrinar
de algùn tropo.

Nombres de casas y numeros donde lo arcano embiste
el numero de los antepasados en un arca, nombres
de silencios en los cuales se mecen los dirigibles
con torreones y extraños aquelarres en las
divisiones de los muros, dando paso a una ciudad de
verbos o neologismos; nos bastàrìa uno para
recorrer descubriendo esta noche, bastarìa este universo 
al final del beso del agua, donde tambièn otros elementos
se agitan con su craneo de manzana.

Sè eso, de manera informal y lluviosa lo sè.
De forma como emparejado a algùn astro o los fosiles.
A los sedimentos en uno de los hombros de dios donde el
pajaro vuelve a ser el vuelo del hambre en la hojarasca o el
brillo de lata se detiene en la muralla donde la niebla
logra que se empine un crotalo.

Sòlo lo sè, por la manera de dividirse o incrustarse en
el latido, por la forma en que respira u organiza los inviernos
en la marejada de los cuerpos.

Por ello puedo saber que èsta tan diminuta historia podrìa 
ser una bengala.

Y la grieta de su pared en la distancia sòlo uno de
sus dramaticos castillos.








Poema






A medianoche.
Al lado de una columna o una amapola
girando entre virreyes.

Extraño, como un jardìn de bolsas o estancias.
Atormentado por una divisiòn de plaquetas o
de polen.
Igual a un nombre de bronce en las esquinas
de un extraño pais que pronunciamos en la piel.
No en los labios.

A una hora imposible en el verbo, cuando las palabras
buscan las suyas entre los nombres y el universo vuelve 
a reconocer ese incendio de un baul junto al conocimiento
o la primera hendidura del agua.

A medianoche cuando las estrellas son confundidos
con los astros y no sabemos que brillo es exactamente
para nosotros. Es la ùnica manera de inundarlo todo.
De creer que un cometa es un àrbol.

Y el tallo que allì viviò, un jaguar.




domingo, 27 de septiembre de 2015

Ceremonia en el Alba




Era un alba.
Coincidió con la sensualidad en la hora
de las agujas y los tigres.
Contemplo la vida oriental de una hoja.
Vió en el semen del agua lo dinástico.
Vió la estación donde vuelves a imaginar, posar
un rostro.
Pensó como un talamo la historia del sueño
y de la espuma. Se junto a la catapulta.
Tuvo señales de helio.
Vivió concentrandose en la existencia azul
de una granja.
Imitó a los hangares. 
Elevó la estación del misterio un anochecer 
en las mandibulas.
Contuvo la estrella sobre la oralidad, el verbo
entre la tradición, el himno después de la humareda
descifrando algo de su vida entre nosotros.

Era el alba y poseía una cadena.
Un puerto, un jardín respondiendo al oxigeno.
Sembró en un inedito barco representando al aire.
Llamó a ese inedito barco con el nombre de navío.
Oyó por la noche el llamado de algo, justo cuando la 
brisa nos toma por nuestros humeros y la flor
es hermosa si se desangra.

Como una palabra en el desasimiento escribió
del irisarse, de la chimenea en los partos
de una alambrada, del pájaro de limón sobre
un espejismo.

Y esa alba fue al encuentro de la poesía abriendose
paso entre el aceite. 
Entre los decalogos de la fiebre en la hierba.
Ya en ese entonces volvía a meditar en la desfallecencia
del musgo en un trineo, en los pasos de un caballo
debajo del oceano.
Ya en ese entonces había abandonado de manera lineal
los buzones, el estilo
de una gema dejando ver su pubis.
Y las entrañas de esa ceremonia que es siempre sagrada
en ella.





sábado, 26 de septiembre de 2015

Entendimiento de un Telescopio





                                                                     
La constelaciòn vibra en una pantera.
Yo lo entiendo por una especie de sol que es 
un contenido, al igual que un depòsito.
Yo intento comprenderlo desde un paciente
marchito en la mesa, vulnerado todavìa por
alguno de los brazaletes, en el horario casi 
amarillo de los lumenes, de la toma del lirio
y de los telescopios, donde el azogue por lo
general es embalsamado.

Yo trato de entenderme, hasta la llegada de
un carbòn o los antiguos significados de la
memoria donde la armonìa existe a base de
telegramas y linternas, de sobrevivientes,
tanto entre lechos o espaciando universos
que inclinanse gravitacionales.

Yo comprendo y sè que cada vez es màs dificil 
equilibrar una gruta en la llama, pensar que
la existencia es mas que equidistancias o
este sentarme en una esquina creyendo que
el mundo serà esa semàntica que recopila
silencio tras silencio en la silueta de un poema.

Lo entiendo y no sè que tanto -digamos-
como la llegada de un pelicano o algùn mar
invisible que puede ser la luz o una huella
de vagones, un vagon que perseguimos
hasta la confirmaciòn de los rieles, del oboe,
de una citara o los gelidos apellidos entre
los morteros, cuando los àrboles beben de
la polvora, de las estampìdas del agua en
un caño y esas estalactitas, divididas por
la sepia en todo ministerio, en cada milenio
narrando la salud de los huertos, de boyas
y diques alterando una regiòn, nada màs que
una, sobre eso que llamamos insomnes 
vellocinos de la tierra.




El Reflejo del Pensamiento





Piensas en ese jardìn que caìa ante el oceano.
En la estrella que fuga con un pensamiento.
En la cavidad del erotismo con una linea amarilla
y nada es tan presente ahora como el reflejo de
ese pensamiento. Lo llamarèmos imagen.

Llegas al sol con una palabra silenciosa como la
muerte, lleno de escarpines y astros que dejaron
de trepar la aurora. Tomas esa aurora de la herradura.

Evaluas el universo, el pedazo de viento en tus
manos, la efigie del otoño en una de tus fantasìas
creadas en una costra de arroz sobre la mesa.
Reflexionas en los puentes sobre esa mesa.
Hay un fruto en uno de sus àngulos.

Sueñas la palabra arrojada sobre el ideario de
una cortina, donde a partir de las ruinas, los barcos
participaràn nuevamente de los vocablos y de 
los idiomas, sobre todo de aquellos rosados
como el pecho.

Piensas en la piel, es un mundo purpura donde
alguna vez hemos sentido de manera diurna en una
placa; abominaciòn de bozales donde se espantaban
los vidrios.

Como tù tambièn medito. Como tù vuelvo a tocar
todas las puertas de esta ciudad donde màs de un
nucleo se manifiesta o aparece como un relente 
entre bosques de objetos, entre superficies y
corales que ya tocan el vidrio de un pudor,
de un solsticio en las mangas de las paredes,
de un hemisferio dotado de llagas precipitandose
en una herida.

Piensas en ese jardìn, en el astro sumergido en
èl, luego de un diluvio universal. Tambièn
en los parapetos, en la incursiones de la sed. En
los monticulos.

Todos caminan a sus constelaciones. A los dìas
anteriores al sol. 

En un mundo donde -casi por inercia- se agitan 
las grevas.






Anecdotario de una Ciudad





La ciudad es amarilla. Es azul.
Alguna de sus paredes es una palabra.
De noche le canta a la respiraciòn.
Toma la unciòn muy cerca del deseo.
Llega a los cuadros con una sentina.
Evalua las enciclopedias de un canal que
detiene sus labios entre los estrabismos;
cualquier canal, sobre todo fonètico.
Llega a la nieve con paginas de erotismo.
Toma los cojines del viento y serpentea.
Descubre el origen y la tempestad.
La brizna en los ojos.
El mar en la habitaciòn con un reloj de
estandartes semejante a los elixires.
Como una antonomasia que descuelga un
pendiente de los azulejos, la ciudad
es un animal dotado de cabellos que aùn
se involucran, que sacuden los tornos donde 
duermen entre indicios aquello que era 
de papel entre horarios lunares, en 
los pronosticos de una laguna, en
la forma como llega a màs de 
un manantial sin darnos cuenta sus paredes, 
sinofrecernos mas allà de los planetas
una ventana, un valle de cines o una platea
donde el musgo relata cosas arcanas
dentro de lo inverosimil. La ciudad llega al 
reflejo euna palabra donde termina el de una
mosca. Y esa palabra lo sabe, lo conoce
y entonces lo describe al hombre que habita 
en ella. Para que no suceda lo mismo en los
espejos donde describe la luna y a veces la
vida aquel hombre.






El Interior del Prologo




Deshicimos un prologo.
El agua descendiò hasta una marea.
La brisa colocò un angel en el interior de la
niebla.
Nos dimos cuenta de la rafaga como un hecho anterior
a la corriente, donde se describìa un ser
con una flor inedita en un paraguas.
La flauta danzaba al son de un termino lejano
como una linea y en el halo de la yesca una medalla
desollaba el juicio.
Kilometros y anuncios de salitre en un velo
donde el exodo se convertìa en genesis.
Milimetros de anclas.
Miramiento de sal sobre la gramatica de un sol
azulado como el pelo.
El iris.
La iniciaciòn de algo lejano en los muelles cuando
el mar es una catapulta.

Se desvaneciò.
Cantò al oceano antes de llegar a la noche.
Esparciò los yelmos de conjugaciones y crines dorandose
entre los palacios.
Imagino aquello que sòlo estaba en alguna de sus fantasìas.
Durmiò un invierno entero en el acido para ser
conciente de ello, de las fabulas con que el amor llega de 
noche para colocar una encìa en el roble.
Una luna en el amor.
Una mecha sedienta de fuego en los corceles.
En los equilibrios. Tal vez en los meandros, donde tambièn
la canciòn de la espuma se oscurece
y recorre las flores de manera que el mar deja de ser
una brida, un pensamiento de loto. Un barniz
que es procesado en las postreras torres
de la tierra.

Se deshizo un prologo.
Como nosotros no escribìa del neologismo.
Aparentaba ser un caballo.
Se detenìa en las marionetas con una flor de 
acido en el pecho.
Hasta que el acido carcomiò la piel y encontrò
su corazòn.








viernes, 25 de septiembre de 2015

El Oceano Contemporaneo





El oceano es contemporaneo a los pàjaros.

Su tiempo es el pigmento de una mimesis.

El vuelo de esos pàjaros es a veces sòlo una pronunciaciòn.

El peso del lenguaje es el mismo ahora que su equilbrio
es dictado por el ala.

Ahora y sòlo ahora entiendo porque ambos son uno solo
en algùn parte del cielo.

Y pienso en este mundo que envuelve al otro.

Que gira al este y oeste de las dimensiones.

Observo esta casa de acero en el llano del agua junto al
extasis.

Este mundo que regresa de los labios con una palabra sòlo
para devolverla a los mismos.

Este mundo con esa ingenuidad de cera en los limites
de lo profundo.

En las casas de hierba creciendo como un aposento de aire en
la boca de un forastero.

Las casas en la arena compartidas sòlo por las rocas.

La tierra secreta en ellas como un enjambre donde es envuelta
una boca.

Pienso ya sin premoniciòn.

Totalmente oculto en el lenguaje.

En la noche violeta, significado de la fermentaciòn
del azul.

En este mundo que mira en la hojarasca lleno de periscopios
y navegaciones.

El oceano es contemporaneo a los pàjaros, eso fue
escrito al principio.

Y fue escrito porque tambièn lo era de los
equipajes.






El Diafragma de las Espoletas





Espero la intensidad entre estos ejes.
El agua sobre el uniforme de galeones.
El lunar con avenidas de acrilico y sodio.
El astronauta con su razonamiento dinastico.
Aguardo el ozono con su verdadera equidad.
El helio con su rostro de astromelia.
El equilibrio de un trapecista en las grutas.
El desconcierto de una aguja sobre la nieve.
El diafragma llegado de las espoletas.
Ansìo el barrio de estrellas con sus cabelleras
arrastradas por las serpentinas del barro.
Miro en los aquelarres como si lo continuo
siempre estuviera por llegar, cubierto de fiebres
y adoquines. Guardo lo cotidiano en un baul donde
allì se sesga el sonido del aire trayendo confines
no sè si remotos, pero sì, hechos de madera.
Espero el alfanje de este vilo en los coeficientes.
Los conjuntos de vidrio en las enredaderas
donde mas de una vez muriò arañando las paredes
un ave. Veo una palabra escrita en el conjuro.
El luto de la hierba en una apariciòn.
El desierto del follaje en un tez plateada como el
hambre, llamo al ùnico maleficio que conozco,
siempre sembrado sobre las ballestas del verbo
y sus mareas. Espero el antepasado de las runas,
el itinerario de la muerte al vivir, sus diarios
pronosticos entre los periodicos y abedules, sus
diarias proposiciònes entre la esquina de hierro
y aquella de oraciòn extasiandose hialina
entre los perihelios, donde anduvo descalza
en pos de una huella, de un edificio, de un rasgo
por el cual pudiera definirse ante el mundo
y dormir serenamente, mientras era llevada en la
corriente por una jabalina, sin creer que aquello
atravesado significaba su destino.






Las Palabras y las Piedras






Las palabras duermen.
Son como piedras antiguas que llegan
de lo remoto, siluetas de un sueño donde se
nos muestra una ciudad que jamàs hemos visto y
a la que quizà nunca llegaremos, pero que està en alguna
parte.

Cada una de esas piedras agita verbos para nosotros
segùn nuestros crepusculos y zodiacos, segun 
nuestras cadenas.

Cada cual tiene un himno que de noche nos espera.

A èl sòlo nos llevan tormentas y vortices.

A èl sòlo nos conducen las cofradìas y las gemas.
Los actos sobrenaturales del mar.
Las historias quiromanticas de un pelicano cuando
arroja lampos a un puerto.

Cada una con un lenguaje diferente ahora que el oceano
a travès de la ola devuelvelo a la orilla.

Cada una con un brillo tan extraño cuando el sol cae
frontalmente en ellas.

Pero las palabras duermen y tambièn hablan, son escasas
a esta hora, son puntiagudas,
llevan narraciones de osos en sus labios,
llevan restos de craneos,
acertijos y revelaciones con los cuales escribiò el hombre
alguna vez de santuarios, de los sudarios y la vida
de los animales.

Las piedras duermen junto a ellas.

Y en sueños, sòlo en sueños coincidimos con ellas
en una sola cosa: aquello de que estàn hechas
es de granito.





Dormidos En Sueños




El vuelo es un àrbol.
La pradera deja de existir.
Los guijarros regresan a su cautiverio
en los paises.
Una raìz devuelve al oceano su oido.
Escultural es el horizonte de un astro como
la forma de una ceràmica -por ejemplo-
o funebres escarlatas dirigiendose hacia las ceremonias.

Versos confundiendose en una oraciòn
embriagan una señal de musgo, sobre la hiedra una
sentencia recoge la despedida de una flauta y la
ofrece nuevamente a un animal, el crepùsculo desnuda
una forma en el tornasol que jamàs habìamos
visto.

La contemplaciòn toca los faroles.
El rigor gestiona alquimias de luces entre lo fantastico.
Puentes de cera se inclinan a estrellas de goma.
Aducen las frentes ideas de platino muy cerca
de sus sienes. Nace lo occidental en las
urnas.

Frisos como los que representa una estela cuando
regresa a travès de la marea al oceano, 
insinuan bolidos.

Enjambres como los que presagias sòlo en sueños 
caminan por el mundo en busca de limites y forasteros.

Las entrañas como ayer vuelven a alimentarse de nieve.

Entre los onomasticos, recordamos el de la hierba
y lo celebramos.

Entre los tulipanes brota aquel que llevaba una
cigarra en su tallo.

Y es entre su canto, donde dormimos nuevamente en
sueños.






Escritura del Mito




El evento del brillo descubre alguna parte
de la brisa.

Luego hay una particula con expediciones
diversas.

Un nombre es desarrollado por el culto y 
otro constituye fundamentos.

Matinales leones cruzan la escritura de un
mito.

Los paìses son divididos en un lugar que
sucesivamente es un enlace de huesos, asi
llegamos a la antropologìa.

Enciclopedias de tribus llegan de los barcos;
definitivamente modernas como una zona de
frutos y melodìas, incendiadas en los suburbios.

Marginales escenas, describen un martillo
entre los archipielagos; son mamìferos que 
piensan, dioses de espuma y temporadas.

Despertamos, el instante es un relieve
interrumpiendo un canal, una vegetaciòn, un
cometa durante un año latinoamericano de
la sangre.

Celulas de dorsos con plumajes brillantes 
como un casco de obreros -instrumento que
habitualmente es situado en el craneo- asumen
la lista de una zanja.

Denominaciones del hoy en las entrañas
con erupciones de logias. Contraposiciones
junto a residencias de yesca donde el metal 
es una ràfaga adicionando principios a los
barrancos.

El evento es del brillo, pero su flor es inmediata.
La rosa de un masòn sube a los navìos.

Es sinonimo de la ùltima palabra en un barco.

Vaga por el oceano, està llena de hombres.

Y en dìas como hoy va en busca del sentido.








La Noche





La noche adquiere una forma; tambièn
lo es su quietud.

Los pàjaros despiertan otro lenguaje
en el cielo. Tal lenguaje es un anhelo.

La linea se convierte en hemiciclo.
La hierba avanza entre la metamorfosis.

Aquello que ayer conocimos como patio
hoy es nada màs que una ceniza.

En los barcos sucede algo igual al azul
y la pergola, algo convencional.

Las estrellas se pliegan a los obeliscos
con voces de espejos y fantasmas.

Siniestros abedules, conforman el acrilico
de una antigua pradera.

Tallos de madera siguen a aquellos hechos
de anilina.

Sobre un telescopio, la crisalida cuenta la
historia del bosque.

En las ramas el pulgar es eriaceo e inunda
los ruidos de una amapola en las sienes.

La noche adquiere una forma y con ello
todas las cosas que la conforman lo hacen.

Pero sòlo una alcanzara su quietud.




De la Flor





De la flor desciende un ancla.
Un aposento como el que poseen los 
trigos. Una brisa de alabastro crispada de
carne.

Y la hierba es blanca. Blanco tambièn el
soliloquio del agua, la cabeza del prisma en
la arena. El horizonte de cabellos.

Hay alguien inclinandose a una cabeza
de cera, su cuerpo evoca la imagen de una
ojiva, de los dìas de olivo en el muelle, su 
cuerpo evoca un poema que inunda de 
agua dos habitaciones.

De la flor desciende un dìa.
Tiene la belleza de un triàngulo cuando
duerme en la orilla. Posee el rango de
un pergamino encerrado en un acuario,
desova el tiempo de las raices en una
ojera.

Hambrienta como el fuego que devora 
los carbones, silenciosa como un plasma 
que deforma los puñales, antigua igual 
que una oraciòn escinciendo un prasmatico
en la mirada de su lirismo.

De la flor, del dìa en los brazos.

De la nuca en la semilla o esa historia de
velamenes que guarda el polen, entre paredes
de adobe y purezas como el hierro sobre
cortinas de relentes.

Bajo un luz y los mechones que caen del lago
hacia un interior de cordilleras debajo de la 
tierra.

De este techo en el oido.
Cuando el sol incinera las particulas.
Cuando la energìa separa de la arena el cosmos
y en los papiros de los medanos, algo semejante a 
los relampagos se quema.


jueves, 24 de septiembre de 2015

Poema








Recorrer un punto. Tomarlo de una laguna
o la luz, ir a su velocidad o poseer aquella de
una iguana en una calle sedada por las selvas.

Respirar, recoger un paso entre la conmoción,
memorizar una idea en el vibrar, tomar la
luz de la memoria en una pagina de hambre.

Recoger nuestros monologos, oprimirlos de
manera que formen una citara o develar la
inteligencia entre lianas de espuma donde
se calzan otros arrecifes.

Tomar la escollera donde la bolichera ha 
puesto sus peces a secar hasta el siguiente día
y el sol es un castillo lejano distanciandose.

Ver cartas de espuma en un futuro donde las
crestas son semejantes al mineral del atomo
desprendiendose de una marea incandescente.

Llegar a las cupulas de forma panegirica o llegar
a ninguna de ellas, con esa figura que posee el
amanecer en el iridio del enigma buscando la 
sensualidad en los caballos.

Preguntar a esos caballos por la sensualidad y 
los adioses.

Internarnos en esa medida donde los molinos son
helices y observan los objetos de agua que
encarnan enigmaticas dinastías, internarnos en 
ellos como una linterna.

Recordar los faroles y el agua al arrancarles sus
pulmones.

Tomar el bronce que en las superficie del oceano
crea el único brillo.

En esos crepúsculos cuando estamos seguros que
que ese brillo es de cobre.


Recorrer una linea o simplemente dormir como
lo hace una iguana, en una página inedita de hambre.





El Sol Sobre la Hoja





El sol se ha cansado sobre la hoja; se ciñen al
aire otros movimientos.
Terminamos de escribir una palabra sobre
el agua; quizá se mantenga en la quietud o dará
algunos pasos; mantendra asi sus limites.
El universo está tensandose sobre el jaguar,
es uno lleno de escencias.
Los pájaros vuelven a ser acordonados.
Una voz es quebrada por el meridiano y 
las esferas nos dicen que ello es indispensable.
Necesario es el juguete que arrastrase
por la hierba junto a una poesía que es completa
ahora; sin ningún evangelio.
Los escrupulos caen del lado del horizonte con
la profunda apariencia de un analisis.
Un mito vuelve a ser sintesis en una de las uñas.
Los nervios convierten la anecdota en un paisaje,
en algo elemental como la lluvia.
La leche es enderezada por lo supremo de la
tierra en un viaje de andanadas.
Llegamos con notas sublimes de barro y llena
de pájaros, una habitación recoge una almohada.
Residencias de humo como las que eligen los
astros para encontrar el erotismo.
Pensamientos de cera a continuación e
industriales falanges donde el rostro es de zinc y
las auroras son amapolas, talismanes de sombra y añil
convirtiendose en mercurio.
El sol se ha cansado sobre la hoja pero sólo es una
mañana.
La silueta del árbol recien empieza a elevarse sobre
la tierra, la del hombre se arrastra en linea horizontal
sobre la superficie.
Nos preguntamos por su vertical.
Y preguntamos también por sus ejes y direcciones.
Por las cuestas y ventanas de follaje en ella.
Por los mensajes de trigo que de noche sueñan entre
los periscopios.
Por todo ello preguntamos, sin darnos cuenta que
el universo va creando paralelamente 
en el viento una región.
Donde llegan a su propia idolatria las formas.











Igual que Simios






Durante el día pertenecemos al aire.
Al jardín sobre la piel.
Al eco que llega de los telegramas.

Ese día es frío y nos miramos.
Nos decimos palabras que ya no reconocemos.
Creamos imagenes con pasadores diferentes.                
Ideamos una forma de atravesar esta piedra,
esta placenta, el telescopio que nos deja
ante un fondo desnudo de aire,
de observatorios robados a una fuga o un
conjunto de nudos.

Y describimos una fragata.
Una escuela de acueductos que viran.
Frecuentamos un birreme con la soledad que debe
pertenecer a una boina, quedamos extasiados ante el mar como
un reloj cuando descubre la idea del espacio
y toma conciencia que la del tiempo
no es absoluta.

Durante el día.
Durante la voluntad y las bolicheras.
Cuando llegamos del mar con una red en las manos.
Cuando descubrimos el ejemplo sin un nucleo
o la naturaleza en clara alusión a lo sobrenatural
nos narra una historia de druidas colgados
de las ramas.

Cuando la ciudad es un ritual en celo.
Y lleva copos de granizo en sus alas como las inmensas
marejadas de huesos que esconde la carne una mañana en
que somos situados de manera coloquial ante el verbo
y los pasamontañas, ante el agua y los tomacorrientes.

Mientras somos una constante edificación.
Cuando dejamos de ser edipicos pero las calles nos
muestran un seno de ambar,
una deformación de vilos, una abominación, toda cosa
que nos transforme en un jabali
o en clara alusión a la naturaleza, lo sobrenatural nos
narra una historia de magos colgados
de una rama.

Igual que simios.






miércoles, 23 de septiembre de 2015

Perteneciente o Relativo a las Escamas




Perteneciente o relativo a las escamas.

Interpretado en las areas donde se inician los
peces, cuando estos tocan al percibir el cielo,
la invenciòn de otra edad
donde el apogeo fija una almendra en los
frutos del azucar.

Perteneciente a una analogìa con los barcos
de manera que la silueta de una orgìa en las maderas
renace en nosotros como si lo hubieramos amado todo.

Y entre tratados portuarios con el oceano
que recoge las semillas, la denominaciòn del uniforme
junto al color, el desvarìo del hierro
cuando se manifiesta y en conjunto la brisa nos dice
que es un antepasado tambièn de la tormenta. Y entre
tratados portuarios nos desvanecemos.

A la ley o los lirios entre los mayordomos y esa 
existencia de la longitud y las constelaciones del este
con genericas impresiones de agua
y musculosos puentes donde
los silogismos graban
la brisa familiar de un paquidermo
de una extensiòn panlogistica
de una crisis
evaluada por fundamentos de ciudades
originadas por un tacto.

Por el fuselaje de la hidra.

Da igual ahora que todo viaja entre la sensibilidad.

Y entre los sentidos de una figura, nos perdemos.

Da igual un campeonato extraordinario de huellas
llenas de intervalos y majestuosos venenos.

Perteneciente a este tallo de fosforo.
A la administraciòn naturalista del siglo.
A la culturizaciòn de las fosas de los crateres,
de las evacuaciones, de las astrofisicas
liberadas por el peso de una colonia
o el friso meridional de la hierba.

Cuando iridiscentemente forma en lo
nocturno sus menguantes.






Los Porticos Infinitos




Era la lluvia quien recorrìa la multitud
con artefactos de alambre, midiendo la voracidad
de los templos, llena de garua y asfalto
Estaba sembrada de oceanos.

Y entre movimientos de tempanos, el oceano
pasaba a ser una noche y ebrio de astrologìas
en los hombros, tomaba el evento propio 
de aquellos que llegan al aire con una 
cabeza en sus manos.

-evento de lienzos y miscelaneas-

La lluvia; como una creaciòn antigua de un
hombre con la proyecciòn de una cabeza en las
manos.

Una que llegaba de la astrologìa.
De los renombres de plastico.
De los puertos en la arena donde desembarcan
seres de hollìn y plastilina.

Seres que se desvanecen en las facultades de
antiguas enredaderas y observan el bucle del agua, la
casa de la corona en los manantiales, donde se
agitan inundaciones y peces, donde el 
soliloquio del valle es un sonido entregado a aquel
de la gravedad y el pedazo -el ùnico pedazo- sobre la 
tierra de un cometa.

De un especimen que imagina la articulaciones.
Todas de cirios, todas por ejemplo de piletas, de enjambres,
de palcos en las efigies de una ilusiòn donde
el espacio es sòlo un manifiesto,
una pronunciaciòn toràxica hecha de costras entre las
almenas, incendiandose entre infinitos porticos.










Poema




Estàn los nombres del mar.
Estàn los nombres de la tierra.
Los primeros se encuentran en movimiento.

Se encuentran los del brillo y la energìa, 
los que atraviesan las palabras guiados por
el punto.

Los que llegan del eclipse acompañados
del caos y el tatuaje. Los que describen 
estelas de oboes y orgìas.

Estàn los nombres del sol.
Y escribimos sobre sus pasos en las venas y
lo aleatorio. Nos agitamos por una ciudad
entre lo hialino llena de sacrificios.

Calculamos el indice de las esporas.
El sonido del acero en los cadaveres.
Espejismo tras espejismo recorremos el 
oceano sin una residencia, habitando
sonidos que no son los nuestros.

Estàn los nombres del nombre.
El jabali como un gemelo del jaguar.
Los perimetros de la sal y el lenguaje.

Los originados por la luz de una linterna 
y los originados por los solsticios, donde los
hemisferios cuelgan al atardecer evidencias y 
pendulos.

Se encuentran los cronogramas del sur.
La procesiòn del eje en una estrella, una estrella
donde son alimentados los barcos.

Se hallan entre vertiginosos limbos de 
infrarrojas citas, aquellos periscopios de tallos
ultravioletas, donde emergen sòlo bolidos,
algùn pronostico del azul como la hierba y uno
que otro augurio.

Formas de cometas que desnudan el bronce,
maquinas de gravedad abiertas a los plasmas
del mundo.

Noticias de una rafaga leyendo en esos plasmas.

Inspiraciones de codigos entre el drama de
una aguja en los indices de una colonia.

Radiaciones de vertiginosos osos.

Estàn los nombres del mar y siempre estàn
en movimiento.




Nombres





Nombres de barcos que entre las goletas
reconocen el edificio y el trafico de las escaleras,
el sonido de una flauta en el sueño, el lenguaje
del sol errante del desierto.

Que tejen estelas para el vilo y el hemisferio, la
aguja y la barbarie, nombres de sueño, como los
que sostienen la realidad y su insomnio.

De filamentos y casas amarillas en las cenizas, 
de jardines donde la brisa inventò antes de
la imaginaciòn una ràfaga amarilla. 

Que describen y develan historias en el interior
de una lechuza, que sorprenden el agua con 
una historia de verdor secretamente inflada
por la memoria de la tierra.

Nombres de pàjaros que reconocen en su
trajìn lo invisible, que elevan paràdojas en cada
planeta formando mas que un opuesto, nombres
de erotismo en toda ciudad con ceremonias 
de platino en alguno de sus senos de cobre.

-latigos como el artificio, segùn una nube-

Que reconocen en el agua la historia de la 
tierra, nombres de efigies y de descenlaces,
hundiendose entre equinos sobre la espuma,
nombres que devorados por plantas son 
humedades y sonidos de crines entre 
sus humaredas

allì donde los caballos son de carbòn y sòlo
entre sus circulos resisten.









martes, 22 de septiembre de 2015

Selvas y Anclas





Tenemos la perspectiva del lecho
abierto al acuario del musgo entre velamenes
de hiedra creando absolutos papiros; tambièn una
cronica del diluvio en la bengala.
Una sinecdoque.
Una antonomasia sin ningun color en la punta
de su corola.

Desde esta casa a los hemisferios
sòlo se completa una esfera de lapices, una ventana
que mira el amanecer y dibuja la hisotoria de la luna sòlo con
un bajorrelieve en su aceite.

Graficamos un trineo -el labio es boreal si toca la 
estrella- pero ese trineo desciende sobre las escaleras
con un calendario de uvas y en alguno de mis sueños
la temporada es de sudarios.

Los navìos son escarlatas ahora.
Iguales a birremes que calan en las boyas, comparables
con un sonido ancestral que llega desde las mejillas
como un parpadeo; la orilla es de rafagas cuando
lo describe.

Las fragatas son escarlatas ahora.
Tambièn las sienes y mentones, incluso la celeridad que
atisba el corredor desde la claraboya, alguna chimenea.

Viven en los aposentos de una estructura de humo las efigies.
En la espuma calzada de la travesìa, junto a una mirada
que cae de la plastilina o por la frecuencia
de un brazalete entre siseos de crateres.

Y todo lo demàs es una comuniòn.

Con las selvas y las anclas.




Tambièn de Bovedas




Debe ser una habitaciòn.
Lo mismo que el agua o la calle del
lirismo, encerrada.
Identica a una noche que sueña en los
ojos, con un papel extraño como 
lo es la ironìa.
Luego un curso de sal en las uñas, con
un brillo semejante a la intensidad, a la esfera
donde el papel es despertado de noche por
un astro.
Y mientras ello sucede
piensas en un himno en los tallos,
un himno empirico, lleno de pàjaros y llanuras
extendiendose en una linea; semejante a ello
una definiciòn de la lluvia,
un descenlace en las puertas junto a un ofertorio,
donde la tierra se mece en las alas blancas 
del agua, de ese oceano donde la espuma
envuelve la cresta de los idearios
y las noches a bordo de la extinciòn, de esos
dìas que bajan por el punto a travès de un
molusco o los mensajes de un
equilibrio tendido en la orilla.
Debe ser una pupila.
Un mar hambriento.
Una hoja empotrada en los vicios.
Un àrbol ondeando o la nebulosa por la que dios
ha pasado segun una silueta y su forma,
segùn las lamparas y los cuchillos,
llena de pensamientos en la carne, afilada mientras
la brisa es una historia beoda de follajes
y papeles que respiran durante el
atardecer llena de vigìas.
Y tambièn de bovedas.








lunes, 21 de septiembre de 2015

Las Cabelleras del Relàmpago




Llegas a los cabellos del relampago.
A la silueta que encarnizadamente toma un
periscopio del bolido; llegas a la mitografìa del
helecho y eso sucede profundamente en tus
sueños.

Tomas aquella columna humedecida por una
pantera apenas tocado un astro, a la melodìa del
lumen entre pabellones de apariencia
mientras las superficies son de sal y la expresiòn 
del cometa describe iniciaciones de iguanas
al pie de los ferrocarriles.

Tocas la espuma del rascacielos.
Las ventanas del paredòn de conjuntos.
Sobrevuelas esa contingencia con que el agua no
crearà el hidrògeno. Te deslindas de toda
cabellera azul en los tropicos, llena de 
flamas y torreones. Abres el oceano con el
ùltimo de los eslabones.

Dejas a la doctrina colocar su silencio.
Del oceano conoces el invierno
ignorado en los baluartes.
Del invierno, esa estrella morada impresa en
las luces, en la constelaciòn morada de la uva, dando
origen a las extensiones
donde la soledad vuelve a reemplazar a los
puentes sin reinvindicar el sonido de
los tallos ni el de las
fogatas.

Ignoras la galaxia.
El planeta desnudo de una escama.
El presentimiento del racimo en un pliegue antes
de llevar en sus alas, la metamorfosis del vaticinio, la
hebilla y el humero que entre las lamparas sigue
devorando imagenes de sueño y 
agujas.

Todas llevadas de noche por el agua.





Cultos Boreales





Lecho de carne. Sobre la piel un templo
de numeros abandonados al sonido.
Angeles de vidrio sobre una palabra 
de nieve, descuelgan rituales de nieve
que preceden al invierno alcanzado por una 
gota de diluvio y galaxia.

Palacios de tactos con la oraciòn.
Vertiginosidad de un culto boreal en la orilla, 
donde el oceano diseca una bengala, soledad del
enjambre que nace entre los tornos de una
vereda de agujas, tensada por un tigre.

Versiones de la luna ante el encantamiento; versiones
de una mesa de relàmpagos y hoy es lunes como una
fiebre en las medallas y la variopinta agitaciòn del
limite en una botella, de un limite en la teorìa
del mar, deteniendose siempre en el placton
y toda fotosintesis que llena de alas el pavor de 
otros atomos; no los conoceremos.

Cintas de agua, pinzas de cobre en una frente, barcos
en cuyos relojes ensamblamos todavìa la vida del
faquir y el faraòn, la vida aùn de la existencia
en un halo lleno de lluvias; diluvios y -como no-
extensiones de corolas y resinas de polen, distribuidos
por el cosmos.

Canciones de bronce a la salida de la brisa, forasteras
escencias de lenguajas en los nucleos. culturas de 
despliegues asordando un culto a las liebres,
efercescencia de un paìs en el oido y
mientras boinas y latas
peinan las helices, un canto primordial de elasticos
son proyectados por el movimiento del poema
en la tormenta
en el diario del papel, donde son los àtomos de ese
papel quienes conjuran al verbo y es la carne de
ese verbo quien toma las apariciones de nieve.



sábado, 19 de septiembre de 2015

Inundados de Helices





Los pájaros abren una grieta en 
su vuelo, a través del mismo puedo 
ver el cielo. 

Los dioses son marginales
ahora, temblorosos como una cavidad de 
sangre y botellas en el puente. 

Describimos leprosarios,
una angustiso celeste lleno de enigmas, una
casa de colores azules, extasiada por una 
verde que llega en sueños.

Y elegí ese verde, tomé esa nebulosa
que desciende nocturna
elaborando un prisma, una dialectica
secreta y crepúscular
para aquel que desde el interior de mi
sombra dialoga diariamente con ese que soy
con ese que llevo. 

Elegí ese verde que como un pensamiento
no logra ser tocado y sólo nos queda ese culto personal
lleno de muelles y de playas, buscando aquello
que existe en los labios para navegar
pronunciado una y otra vez tan sólo en las raices.

Ebrio de monologos y soliloquios, lleno de
periscopios, de uñas de fiebre que tocan la tierra, la
tierra de molinos entre las escalas y los rascacielos, la 
tierra cubierta en toda su extensión de inmensos
papiros.

Y estos a la vez inundados de helices.




La Intensidad del Limòn en los Diques





El tema es acuatico.
Intimamente pontifices llegan del estuario
intentando ser absolutos.
Republicas de nieve en una carta.
Eventos como el sol consolidandose en una
avenida de mandibulas.
Extraordinarias brisas de martillos en 
un tenedor.
El ala de una herradura en el suelo, el vuelo de esa
misma herradura despuès.
Manifestaciones de membranas en una cuchara.
Historias secretas de obispos bajo entrañas magnificas.
La vida como una verde denominaciòn ocupada 
por los terminos.
Intensidad de un limòn en los diques
cuando una habitaciòn de agua responde a los principios
de la apariencia entre industrias purpuras
relativas a la desesperaciòn.
Intensidad de un puente y la doctrina cultural de un meridiano
siguiendo a los màstiles.
Y
ante todo ello la versiòn de un subversivo celeste,
la indiferencia de un calendario ante el tiempo
la radiaciòn y el verano cansado del violeta
respirando en el añil como lo hace un predicado, como si
lo hialino buscara su pulmòn, su tez de cera
junto al prisma
o el jardìn del eje
del craneo o el fenòmeno,
radicado en el relampago del oxigeno.
El tema es tambièn ecuestre.
piensa en los caballos llegando a los jinetes.
conoce lo extraño de una armonìa en los templos, sabe
del caos en ellos y despliega todo eso que
despuès de lo ecuestre
en el enigma de la pronunciaciòn es enunciado.

Pero eso pertenece al mundo.
Y esta aurora yo sòlo puedo tocar el universo.





Los Opalos que Cuelgan






Llega el dìa, ha colocado uno de
sus pies en la ojiva y el otro vuelve a 
la arcilla.
Muy cerca historias de barro se tejen.
La vida de los lirios vuelve a deformar el aire.
La brisa lo hace con la existencia de las 
cabelleras.
Cultos de sol llegan desde la mirada de la 
espuma.
Bandas de espuma tocan baladas en la cofradìa
de un aire seco.
Perspectivas de hiedra se encaminan hacia
los molinos, conjuntos de helices acarician un
tatuaje en la piel, el deseo forma un moluzco.
Vuelvo a hablar conmigo de manera que las 
palabras y la piel puedan tocar la tierra, llamo 
a los osos de forma abstracta y seguidamente 
tomo un papel del prologo,
un subtitulo.
Todo vuelve a ser extraño como los adoquines
de un subtitulo.
Todo vuelve a las calles matizado por un grito.
Las paredes se cierran ensimismadas y puras 
en su lenguaje: yo no lo comprendo,
yo sòlo lo escribo y es esa escritura una
interpretaciòn de la distancia.
Llega el dìa, hincha de plomo el sol, mancha
de veneno la cita con la acustica, sorprende a mi
nuca nuevamente desde sus zafiros.
Los opalos vuelven a colgar del cielo.
Los opalos llevan vestidos negros buscando un 
pubis, una meseta de convierte definitivamente en
soplo y como un archipielago en sueños, vuelve
a ser el deseo quien se abre paso en los corales
de la madrugada.
Atolones.
Teorìas originales de aletas
Llega el dìa con reresentantes marsupiales desnudos,
con cabezas de alambre y en un lejano puerto
llego a la miseria de la flor,
al analisis de una imagen tan poderosa como ella 
en las entrañas,
mientras lo mas desconocido vuelve a agitarse en
sus crestas
igual a un jaguar desconocido.







viernes, 18 de septiembre de 2015

La Palabra




Sòlo queda una palabra.
Una que sostiene el àrbol en un ojo.
Una que el viento imagina como un fosil o se
precipita sobre un reino de bozales y de peces desnudos.

Y he llegado a ella con la conclusiòn de esa
extraña ignorancia que como un enigma nos arrastra 
hasta la arena. Sòlo unos pasos màs y la orilla
nos mostrarà otro mundo.

Sòlo una.
Asciende por el viento como una andanada.
Sostiene las replicas y los soles convertidos en 
particulas. Inventa bajo la piel un episodio de
la apariencia, un evento que acaso recoge 
la direcciòn de los cabellos dentro
de un maleficio emplumado; quizà una
maldiciòn.

Variopinta, miscelanica, abominable y llena de horror
junto a los talones donde un pajaro llega de noche
para mostrarnos el alfiler de un hechizo
convertido en flecha.

-me pregunto cómo lo harà-

Sòlo una palabra.
Desordenada y pura.
Caminarà despuès de su llegada hasta la complacencia
del verbo, irradiarà en las albuferas la colecciòn entera de
un conjunto de hierba solidificado en la iridiscencia,
alterarà los vidrios del parque donde 
dos adolescentes aùn se alimentan de la nieve y los
dragones, modificarà el espacio donde 
alguna teorià de agua revelò
lo eterno.

Una palabra que este atardecer encontrò su eco en mi 
vida.

Pero yo no pude encontrar el mìo en la suya.





jueves, 17 de septiembre de 2015

Poema




Junto al poema hay una edad. Un nombre ciego.
Despuès hay un jiròn, un verso antiguo.
Una salida al sur por la plaza de medallas.
Y quizà los animales tengan una boina, quizà
hayan oido la tierra desde una escritura, donde
desaparece en el oido la sangre de los galgos.

Y bajo esa edad hay subtitulos, flores de mareas
que describen nubes de entrañas.

Una edad, brillos que dejan de matizar en ella la realidad para 
que otra suceda, el sol como una vena que llega febrilmente con
el tiempo, seduciendo una ventana, seduciendo el sol,
buscando el estadio mas propicio para tocar el agua
para sentir que este punto y no otro en el follaje
es la alquimia.

Coronas de limbos donde las estructuras desaparecen.
La teorìa a mansalva del oceano en un anuncio donde el
pensamiento vuelve errante al pensamiento de un barco, espumas
donde inundamos las ciudades extrañas que ooprimimos por
la noche, cuando el ciclo es un dorso de escalofrìo y
el rascacielo junto a èl, busca el tiempo, la nota
celeste de bruma que hay en un cuadro, la historia del
arrecife destruido por la luna.

Y detràs de aquella luna el alma, con un bozal ebrio 
de cuellos.





Y No al Contrario





El hombre ha sido envuelto por un instante.
Los sonidos caen de una curva de àrboles sin
definiciones.
Una boveda es instalada en los frutos de lo 
inimaginable.
Crecen cascaras de platino entre idilios de planetas.
Periodos de encias violetas se abren entre las hojas.
Manuscritos de tempestad en el sueño.
Indicios de contrabando en las nubes vuelven a
involucrarnos con las nociones del hemisferio.
Hemiciclos de luz aparecen y desaparecen como
tabernaculos.
Naves de polvo siguen a los barcos en su dinastìa.
Navìos de lenguas van detras del verbo como en 
la conciencia de un poema.
El horror llega con su dìa de escarabajo.
Ruidos universales de ojeras iluminan un rostro
de brea.
La historia del mar extiende relatos de agujas en
los pabellones.
Esferas de procesiones suben a los automoviles.
Una morgue vuelve con sus manos de vidente a
un sacrificio: son las lineas en ella que vuelven
al mismo.
Llegadas de sol como un brillo que reposando en 
la hierba tambièn es imaginario.
Estancias de plata en el musgo donde el espìritu
cita minerales.
Extensos lampos de piedra como aquello abandonado
por una estalactira en la gama de la gema.
La noche es tomada por la centella que es un relampago.
El vilo sobrepasa la hoja donde se hunden los
camellos.
Tù posees una melodìa con la cual atraviesas este
invierno.
Tù llevas el incienzo en los ojos.
Sòlo recuerdalo, sòlo vuelve a oprimirte en una figura
para que vivas.
Que sea el poema quien alcanze a la existencia.
Y no al contrario.






Visiòn del Maleficio




Yo era un invierno a mitad del oido entre la 
percusiòn.
Las frases se habìan hecho de piedra en uno
de los promontorios donde soñaban las bovedas
con el frìo.
Las bovedas penetraban ademàs frutos de arca
en las semanticas del hielo.
Las bovedas eran el sigilo con que una idea
ya se perfilaba, sea en la oracion, sea en las 
husares.
Los semiologos caminaban con una liendre en sus
manos.
Los archipielagos respondìan a un pensamiento.
El pensamiento traìa evocaciones de mancias hacia
un vidente que llegaba a la visiòn de otro craneo.
En un templo transfigurabase toda criatura y bengalas
de una herida entre los telescopios afirmabanlo.
Los halos despertaban a las profecìas.
Particulas de cedro dormìan en los angulos de 
una cabeza de limbo.
Las chimeneas traìan angeles de humareda
cifrados por los carbones.
Las estrellas recopilaban cenizas de cometas que
estallaban en lo lejano, para convertirlo en
otra estrella.
La imagen de la constelaciòn tan sòlo esperaba.
La imagen conocìa muy bien de los ciclos que muerden
las esferas en el sueño o la sinuosidad con que
un reflejo despierta en el reflejo con
citaras semejantes a la apariencia o la profundidad, con
nombres iguales a los que denominan una mantica al 
borde de un transeunte o los jardines donde
lo cristalino dice su nombre una vez
y el hombre vive de nuevo
tal sòlo para ir en su busqueda.
Yo era un invierno, una ciudad donde el maleficio no
encontrarìa el violìn ni la belleza que 
deja el horror despuès de antiguos latigos entre 
nuestros ancestros.
Y la mìa era una idea muy errante de los antepasados.
Y con ella caminaba solitario esta noche
hacia el granizo y la hierba.






A imagen y Semejanza






Me descuelgo del ala de la metamorfosis,
un vidente llega con una bolsa negra en sus sienes.

Què hay en la noche, que ambos vemos màs que 
el azul en la oscuridad. Què en la percepciòn donde la
atmosfera llega de la espuma con ardientes girasoles,
que -siendo cetrinos- recogen aùn fantasìa de lepras,
morgues como la tarde en los ojos de un niñó.

Faroles gravitan sobre ecuestres compromisos
con los equilibrios, son elementales como la fosforescencia
de un soplo que rectilineo se aleja.

Atomos de jardines en las grevas y este silencio que
desconocido coloca una sombra de hielo en los
azulejos, donde el invierno martillea diasporas y opuestos.

Rigor de una ventana en el miedo.
Panico de una estrella que al golpearse en el infinito, leyenda
es, que mira desde un pàjaro a mitad de la noche.

Ilusiòn de la noche entre la tempestad, respuesta a lo
insomne desde los elixires de una hojarasca donde el verdor
suma tamipen cantidades de hilo.

Solitarios himnos donde la poesìa vuelve a un leprosario
con esa inocencia de neumatico en sus bordes, con
esa marginalidad practicada por cu destino en 
los cuchillos y puentes.

Soberano templo del que hunde en una piedra uno 
de sus rostros y luego como una serpiente balbucea la
belleza del veneno incrustandolo en los hombros de
un hombre.

Donde el soplo de otro hombro a imagen y semejanza
encuentra.





miércoles, 16 de septiembre de 2015

Descripciòn de una Iguana





Rìos por donde viaja una pupila.
Parpados de sol moldeados por un tigre.
Intensidades de conchas junto a una abadìa.

Manantiales que cuentan la historia de una
iguana, la flor en el pecho de una ciudad, donde
los idolos se unen para crear botellas.

Recorridos de sueño como ceremonias
donde la sediciòn lleva esgrimas de un jinete;
proporciones de arena que se levantan; palabras
de inmenso onomàstico son ante las hiperboles donde
gime un santuario acompañado de un solo hombre
en toda la tierra.

Plateas de sol, juicios de sienes con una
melodìa de ramplas y cadenas que la multitud deja
vivir entre la numismatica, con trenes raidos por la sangre
y azulejos, por trenes entre la radiaciòn de la sed y el
vestigio del mar, donde los ritos de la arena
evidencian un plano de fiebres
de antiguas arquitecturas donde conviven las raices
con un oceano que en el fondo guarda las cenizas
de una humanidad descolgandose entre
errantes pergaminos.

Oceanos de estelas y ambiciòn, juguetes alados
siguiendo a los templos, la vida del relato, la vida de 
lo insòlito con frases y demandas de un ayer que
como este hoy sigue batiendose en lo indòmito
en una casa de reyes con cabezas de diamante
forcejeando con un gema de relente sino.

Rìos que despiadados vierten hacia una cadena
aquella rosa cubierta de veneno en sus estambres, allì
el oceano dejaba a la locura los torreanes y los 
ùnicos presentimientos de sueño sobre la tierra

una tierra que en el fondo de su espìritu serà
siempre aplastada por la imaginaciòn.