martes, 29 de octubre de 2019

Las Apenas Sílabas







En la arena se desvanece la imagen de un cuchillo.
La resaca al volver al océano lo hace colmada de espuma
en su boca. Entre la espuma se filtra una palabra.
Idearios ahora. Alabardas de incógnitas bujías que
acentuamos. Sólo el texto conoce el porqué.

La playa y un hombre son cómplices de esa imagen.
Ambos eran abstractos al llegar a la arena.
-fueron adiestrados unos segundos-
Seguidamente esa imagen los hizo sólidos.
¿Fué lo poético en esa imagen lo que logró ello?
De ser así...Qué era lo poético?
Dios no estará involucrado en todo esto?

En la arena se desvanece un cuchillo.
No es lo mismo que pronunciar una daga.
Que recoger un escalpelo de las manos de una cebra.
Que vivir a la par de un dromedario que se alimenta
de pianos por la noche y en la aurora
devuelve su corazón a las canteras.

A esas manadas de abalorios donde la distancia
ha puesto un cereal.
Una historia de planos y cartones que muerden.
Que llevan ojeras y presienten el ladrido
en el barro. El ser convertido en estatua cuando
voltea la mirada en el desierto.

Luces. Una para que puedas alimentarte.
La otra es para que acaricies las sombras de la noche.
En ambos casos una suerte de esgrima
ha de supurar. En ambos casos hay un cráter
donde un arpa llega con apenas sílabas
de un canto que oprimen los relojes.

-el que oímos no es igual al verdadero-

Y el mismo pertenece al tiempo.












sábado, 26 de octubre de 2019

De Acuerdo al Desasimiento





De acuerdo al desasimiento.
A las nubes amarillas que poseen la trayectoria de un
anhelo convertido en carbòn o silueta.
Segùn las reencarnaciones y encantamientos.
En esa coyuntura donde el trigo pertenece a uno
de los cuellos de dios.

Desde aquellas imàgenes que en desbande acentùan el aliento
en un poema y muestran su desvelo. La cita con el 
mar. La relación con los pájaros algunas veces nocturnos
disputando un gorriòn al velo. A las cuencas
imaginarias. Iridiscentes.
Muy cerca de una orilla. Una que crece sólo entre
árboles.

Segùn lo genuino que duerme en
las catedrales del viento. Frente a un vaticinio 
de agua. Lleno de aposentos o raìces que buscan collares
de polen. En una habitaciòn donde
millones de cebras se preguntan còmo es que sobreviviràn
en un espacio tan reducido. Còmo lo haràn sus descendientes.
Claro no es lo mismo vivir en el àfrica.

Entre lo inasible.
En el pudor con el cual el pensamiento observa la realidad.
En sus escrùpulos que màs que un ladrido
muerden una media 
en un espiral.

En las estelas donde un brillo se recoge para siempre
devolvièndose al mar.

Con la certeza de que en la pròxima ola
tal brillo serà otro.

Y nosotros.

Sòlo nosotros en un extraño infinito encontraremos
su nombre.





miércoles, 23 de octubre de 2019

Sobre las Primeras Palabras






Creo que era en el tiempo de las primeras palabras.
Cada una de ellas se elevaba desde las cenizas.
El universo era un ritual de fuego.
Una misteriosa cúpula.
Una encerrada en las entrañas de tu cuerpo.

El viento recopilaba.
Las corrientes en él exhalaban crónicas y parentescos invisibles
en sus céfiros.
Sin conocer el sonido de tu nombre entre la pronunciación 
dormías. El sonido lo oías en sueños.

Creo que era un tiempo de primeras palabras.
El amor era una mitología con racimos de arena en su pecho.
Yo bebía desde hace siglos en ellos.
Desde antes que el corazón y el espíritu fueran colocados
en esta forma.

Los ríos formaban serpientes en su curso.
En realidad eran meandros.
La mirada crea sus propias supersticiones para vivir.
Eso es algo ajeno a nosotros.
La mirada crea una estética totalmente desconocida para nosotros.
Sin embargo es la condición para que la nuestra exista.
Y viceversa.

El tiempo de las primeras palabras.
De los ramas de los árboles desde las cuales se desprendían.
Del movimiento de un velero en la superficie del mar
pero con pelícanos que se confundían en las crestas de espuma
de las olas. En realidad eran sus cómplices.

En realidad el deseo anida en un piano como la esperanza
vibra en esas redenciones que de noche elaboran
solsticios azules. Húsares que llevan una mandarina en la
boca y rozan el idilio de un crepúsculo al
encender sus estandartes milenarios.
Llenos de antepasados como un misterioso cuchillo que
abre la tierra.

Primeras palabras sostenemos en un paraje que describe
la luz y al hacerlo recorre un himno para
mantener en silencio ese periplo del lenguaje por los labios.

Y esas palabras son como un beso.

Un furioso beso que nos lleva a veces a la lucidez.

Pero la mayoría de esas veces nos conduce a la locura.











lunes, 21 de octubre de 2019

Poestética








Claro. Ella es un pubis pero no necesariamente.
Tampoco necesariamente se determina así la naturaleza de nada.
La vida nos vuelve a reconocer en un halo.
En el lampo donde los dinosaurios son procolábicos.
Llevan comunidades extrañas y aposentos recíprocos
en sus mandíbulas.
Recipientes de cromo aislándose en sus sienes.
Fueron hervíboros un día.

Y por supuesto se encuentran los cimientos.
La estética de un día cultural sobretodo. Térmico. Dormido 
en el destello de un fluorescente en la mañana.
Cuando los caminos de los hombre se separan.
Cuando de núcleos y tempestades volvemos a la barbarie
del pan y los acertijos en todo rostro de los hombres.
En toda palabra.

También las constelaciones.
Extasiadas por un evento de alcohol.
Por una estela submarina que en el encantamiento
contempla el destino de los simulacros y las
cosas que aprendemos a escribir
-muy torpemente-
cuando nos queda nada.

Oh miramiento que te tardas en decir.
Oh corola con tirabuzones en las catalinas de las bicicletas
que parecen reflejos y toman la continuidad.
Toman el devenir si es una leyenda donde el amor
confina sus abalorios.
Y un naipe mágicamente se seca.

Aguardando la humedad del otoño.









Ascenso de Abraham







Cierto esbozo se asemeja a un cisne.
Es un poco temprano para decirlo. 
Mucho más temprano para intentar escribirlo. Pero
cierto esbozo se asemeja a un cisne. Sobretodo
en el instante que lo roza.

Ambos. El prefijo y yo evocamos una desembocadura.
Un relato del sol en el océano.
Una narración en la cual el filo vuelve a los cuchillos
abandonados por los ángeles.

Cierto esbozo. 
Pero para ti y para mí es la luna quien participa.
Una chapa de lata quien se desarrolla.
Quien toma de los cabello al agua.
Quien evita la superficie y llega a la profundidad
del vacío. Es decir aquello que se encuentra adelante de 
cada paso casi en toda realidad.

Los carbones sugieren.
El viento es un conjunto de escarcha con estandartes
invisibles. En la orilla la estela 
deja de ser un simulacro y muerde los collares.

El céfiro agita los ángulos de una concha.
El ámbar en él vuelve a ser una experiencia.
Un mundo que vuelve de la sal instruido
por los arquetipos.
Por mi inconsciente. Tan vulnerable entre la
realidad al intentar convertir en señales sus sueños.

Pero eso acontece en el día.
Durante la noche mi espíritu buscará los muelles
de sus sueños otra vez.

Uno de esos muelles es un país lejano.

En el mismo Abraham en estos momentos vuelve a 
ascender a una colina.


sábado, 19 de octubre de 2019

Contemplación Cardinal




Los ojos son como esa traslación que no tuvimos.
El pelícano en la superficie de la arena tomaba las sienes de 
un ser ese día. 

Era una mañana. La particularidad de esa mañana
no era la lluvia ni el sol. Eran los reflejos.

Los precios despiertan igual que un hombre del agua.
Los sacrificios eligen los comercios en
este brillo de plátano.

La coherencia no es un estado que me lleve a las cosas.
La lucidez no es otro estado que me guíe a las cosas.

Sólo tengo un paraíso del barro colisionando consigo mismo
mientras las hienas escriben un nombre en el desierto.
Uno semejante al maleficio. Uno con apariencia 
de acero

Los niveles del tiempo se reencarnan en las dunas.
Algo de sacrificio y menta despide un dado
de los adjetivos.

Los acertijos son de un jaguar ahora.
El mismo lleva historias de sucias mandarinas.

Indómitos muelles que se aíslan
en un génesis de agua.

Elevando su espíritu a los suburbios de los pájaros.




El Negro Vuelo





Todo esto es aéreo.
La sal en el vidrio. El horizonte con un único
velo. El polen en las alas del pájaro.

Sonidos y bucles se orientan hacia otro despertar.
El prodigio extiende sus sílabas en un retrato de amapola.
La lluvia se desplaza en la brisa.
Hoy es leve. Su diámetro cabe en cualquier céfiro.
Te rozo. Alguna puerta en ti desprende lo
hialino. Su botín de carbón.
Sus entrañas de cera.

Navíos con olor a papel zarpan de la piel buscando una boca.
Centinelas de humo cortan en hemisferio. Evento que 
vive apenas un instante. Seguidamente el hemisferio
vuelve a unirse. 

La horda -a la cual pertenezco- lee periódicos y escupe
sobre un pan en una esquina de amatista.
En otra escoltas de bozales danzan.
Todas las palabras en ellos - si las hay- son industriales.
Se componen de violines en ocasiones.
De axilas de trigo.
Obviamente de excrementos.

Todo es aéreo.
La oda para el collar.
El verbo un poco humano que parece sagrado esta aurora.
Aurora de decibeles. Planteamiento que el coral
pone en latido. Insinuación que te recoges
mientras emanan unidos a los gallinazos
en las cúpulas de una catedral

Un negro vuelo.







jueves, 17 de octubre de 2019

Como si Escribieras






Como si escribieras de algo oculto en la noche.
De ese otro mundo sumergido entre alabardas y vórtices.
En el polen donde el espiral ha rozado tu rostro
para así descubrir la sensación de la piel.

Ese otro universo de reflejos que continúan su camino
en el espejo, tomando un destino diferente al de cada
ser sobre la tierra. De todo ser que incrusta su imagen
en ellos. 

Como si escribiera de eso que el misterio abandona antes 
de ascender a un rito.
Como si estuviera hecho de collares y eslabones
despiertos en ese otro mundo. Aquel de la soledad absoluta.
En uno de los nombres que pronuncias en tal soledad
absoluta.

Y.
Las palabras rotan en una industrial figura.
El núcleo de una pirámide recorre los ángulos de la arena.
Allí el viento levanta los granos de un arpegio
escoltado por lo sobrenatural en una científica hebra.
Robada por el amor a una episteme.
Arrancada a los bozales y el ladrido tempranero
de una gota.
De una hoja.
De un sedimento que une tus sienes a los navíos.

Entre boreales circuncisiones formadas por 
otros sistemas.






martes, 15 de octubre de 2019

El Destino no Tomado o la Dimensión Paralela





El espacio ahora conduce tu cuerpo.
-lo debemos al movimiento-
El espacio es una forma del tiempo irreconocible.
Una que apenas es un vórtice.
Un espiral.

Todo filosofo -prosigamos- lleva un poeta 
en su espíritu pero no todo poeta lleva un filosofo.
Esa es la sentencia que llevan las palabras en
esta mañana por las calles.
Con ellas escupen en todas las paredes.

El amor es una botella encerrada en la orilla
con algunos demonios.
Cada uno es una metáfora diferente.

Cada una adquiere meteoros.
Diferentes bengalas con las que seguramente
podrá rozar una hoja. Un hemistiquio.
Una parábola que antes de decir
tu nombre acontecía.

Yo no lo dije por temor a que su forma 
inundara uno de mis sueños.

Yo lo pronuncie en el interior de mi boca, para
que así tuviera más relación con mis órganos.
Pero ello no sucedió.

Lo que sucedió fue una historia en los acantilados.
Una que dos seres forjaron hasta convertirse
en fantasmas.

Una que ahora busco entre esa naturaleza.

Tales seres convertidos en mágicos fantasmas
continuaron esa historia allí donde
la dejamos.  

Su destino es totalmente distinto al que
tomamos.









Las Serpientes Invisibles





Como es extraño el día.
Ninguno de nosotros ha creído en él.
El enigma desciende con un relámpago
cruzando una de sus mejillas.
En la otra el pétalo es 
de sangre. Las venas por donde 
corre levitan entre
lo esotérico.

Ya que es extraño el día en él vila el presagio.
Es semi-estentoreo.
Prologa un exordio en los himnos
que arrastran diluvios.
Prologa un ave.
Llama a aquello que no es exactamente
el día ni la noche.
Hace siglos separó los continentes de
los océanos en la luna.
Nosotros eramos niños entonces.
Nuestros juegos eran de cartón y agua
para poder verlo.

Miro uno de mis sueños
lo hago para precisar aquellas escoltas que
derivan hacia
un mundo cubierto de espinas.
Uno sagrado.
La hiena que críe en mi jardín ahora
posee una mandíbula.

Es misterioso el día.
Posee un alga y un minotauro.
El alga la tomó de la orilla del mar.
El minotauro pertenece al lumen más 
helénico que pudo existir.

Uno que le canto a las serpientes invisibles.

No a esas que se hallan frente a mí
llenando los restaurantes y cines.

Aquellas emplumadas.







lunes, 14 de octubre de 2019

Debió Ser





Debió tener otro nombre.
No aquel que lleva como titulo.
La mayoría de los títulos son por lo general 
un prologo. Una tierra de incertidumbre. Un animalito
donde se humedecen y secan las cosas.
Todas aquellas que no conocemos y a veces
también las que conocemos.

Tal vez en ese buscar otro nombre
debió enfrentarse a sus límites y bóvedas.
-sé que agitan las bóvedas cuando van en bicicleta-
No a aquellas que pueblan los horizontes y parques.
Cada parque es un navío de sal.
Una manzana que es disputada por una horda
a las sienes.
Un paraíso siempre y cuando sea de polen.
Y todo horizonte es la niebla que se detiene hasta
formar con el tiempo sus escamas.
Un torneo de cartón en estas.
Un relieve de arcilla en esa plenitud de vidrio
o clorofila.

Debió.
-por supuesto que sí-
Otro nombre sin dudarlo poseer.
Uno donde la escritura fuera meridional como un ejercicio.
Como un molino que describe gamado el principio
de los corazones.
Su inédito mundo donde se inician las entrañas.
El ramar purpura.
La sedición y el planear subversivo de un
ladrido en un parpado.

Debió ser.No una iguana de sal que
oprime los astros en el crepúsculo.

No el abalorio que escapa del eclipse para
beber en las venas de los círculos. 

Esos que yerran en el diluvio.

Uno desvaneciéndose en el sueño de nuestra silueta.







Coyuntura Seminómade






El océano a determinada hora con una moneda 
en la boca.
Encerrado en la performance que todos a diario
diluimos para luego beber.
-no todos-
Una donde juegan leones y cachorros.

Escuadrones de amapolas en las calles liberan sus
coreografías.  En cada uno de sus pétalos
hay un ave roja. En teoría debería ser un hallazgo
de la ironía. Pero sólo es el roce de una extraña
desesperación.

Algunos dicen que ello camina ligado al hermetismo.
Que hay una ciudad.
Un hombre que arrastra espejismos.

El océano que es lo mismo que el mar sin antelaciones
pronuncia un nombre encerrado en la niebla.
Entre él y el pensamiento hay más de un acertijo.
Más de un violín que se convierte en travesaño.

Coyuntura seminómade 
de un lenguaje que a veces proviene del sueño.
De aquello que es una dimensión que une y separa la
realidad de ese sueño.
Un puente diminuto.
Casi invisible.

No lo vemos.

No lo vemos porque creemos que no es un 
pensamiento.

Pero cuando los dinosaurios nos vuelven a mirar
en los ojos.

Volvemos a convencernos de que lo es.












sábado, 12 de octubre de 2019

Esbozo de un Himno




Es el esbozo de un himno el que desciende por la aurora.
Lleva analogías y coplas que escriben del iris.
Conciertan en adagios.
Dosifican aquello que es histriónico en las ciudades.
Una mejilla izquierda por ejemplo.
Mi elástico catolicismo.
Sin huellas digamos.

Yo al respecto he contabilizado las ocasiones en que 
descubrí una hoja y deserté al mismo tiempo de ella.
Preparé incluso una logística para siempre recordarlo.
Así brotaron los muelles.
En todos los tallos que veía en los navíos de esos
muelles brotaron.

De paso surgió la evocación.
La evocación -que es mi evocación- era una efigie.
Una efigicidad compuesta de navíos.
De la palidez de un niño.
Del giro que da un adolescente cuando arrastra para
luego elevar una amapola en vez de un cometa
en el infinito.

En realidad es en una parte del hemisferio.

Sucede durante el crepúsculo.

Y un celaje de sangre detendrá su vuelo.








El Corazón de las Quimeras






Te sitúas en un lugar donde el lenguaje es de papel.
Sólo así podrían alcanzarte estas palabras.
No son poéticas debo decirlo.
Tampoco líricas.
Recorren mediterráneas y esféricas el sonido de los
dados. La coherencia de los astros.
La reencarnación que en algunas ocasiones toman 
los objetos de la mística.
Esa es la poesía que conozco.
La unto de mantequilla cuando llega la tarde y algunos
panes caminan hasta esta mesa.
Hasta este alfabeto de sal ignorado incluso por si mismo.
Lleno de conchas y sílabas destruidas por los
cantos de los animales en los zoológicos.

Y mira.
Los carbones que cuelgan de las ramas de los árboles
son semejantes a todo lo que tú decías.
Uno de los patios que recorrimos guardan algunas
hebras de tu pelo. Por supuesto he intentado
robarlas. Por supuesto fui herido
por las astrologías.

Luces alternativas de linternas que se humedecen
en tus oídos. Relámpagos que conducen minotauros a la
luna. Al lado oscuro por supuesto. Hermético
y marrón como los puentes o esas utopías que oprimen
sus nihilismos hasta rozar un canto de amor
encerrado en las botellas. Velado en los bucles.
Con idiosincrasia de polen vestida de trigo.
Semi-dorsal.
Dicción de naufrago en las sienes de un sueño que mas
que sueño relata el relieve donde gira un
preludio.
Donde el presagio es un ámbito gemelo para todas las
costas que descubren el corazón de las
quimeras.

Y después las arrojan a esos ámbitos.

Donde se agitan para luego parpadear en todo aquello
que proviene de nuestras supersticiones.

De nuestros acertijos infinitos.



Evolución de la Lluvia





En el final de la lluvia con algunos horóscopos.
Tan cerca de esa luz que desprende el silencio en
un collar de humo incrustado en la superficie del mar.
Atiborrada de sienes iluminadas por
una cresta.
Por un océano de carne donde los antílopes
y dinosaurios esperan.

Es el final de la lluvia, aquella que no nos trajo un diluvio.
Que recogió melancolías de los bosques azules.
Que miro en tus ojos con un retrato de aluminio
descubierto por una paradoja.
Por un relato del génesis en el horizonte.
En el horizonte -claro- después de los carbones y tus pupilas
marrones. Dormidas en un profundo celaje.

Es el final de la lluvia que probablemente es el pasado
del diluvio. 

Claro evolucionó hasta convertirse en diluvio.

Creció al igual que las sociedades y los hombres.

Y algún día al destruirse lo hará también con 
nosotros.






viernes, 11 de octubre de 2019

Apariencia de la Ironía




El pétalo es como un antiguo sonido esta mañana.
Uno con cierta devoción.
Los pájaros ya ladran. Lo hacen con determinada
ojeriza. La lluvia es un crepúsculo.
No logro precisar que tipo.
Supongo que esa es toda su escatología.
Su prólogo.
Esa identidad que hace de las cosas una pirámide
y muchas dimensiones de cebras.
Incalculables a veces.
Ductilmente en la verdad desde la hipotesis
que una corola muerde.

El cuerpo que habita lo poético es un ser.
Uno lleno de enigmas.
Con siete catapultas en la boca.
Reiterado en el sur por un frenético hilo.
Uno funcional
Elevado por los callejones y sumido en uno que
otro cuadrante. Un cuadrante púbico.
Talámico.

Hace frío?
Un canto de llovizna y leche es anterior a mí.
Un brillo religioso traza el aluminio 
de una raíz en el sueño.
Todo esto puede ser llamado hipotenusa.
Agnosticidad de infinito cúmulo.
Estilización de trópico exhalado
por el rocío.

Escupo a los opuestos.
A las teorías dialécticas de la hierba.
A la ceniza del barro con hálito de elefante en 
una bicicleta.

La alquimia bosteza.
Helada y circulas como la herida en la superficie
de un cuchillo.

Así empieza a emanar de la superficie de tal
cuchillo el porqué.

Y es completamente diferente.

En nada se parece a la ironía.





jueves, 10 de octubre de 2019

Tradición





Por la mañana el río ha tomado un rostro.
Bueno, para decirlo con más exactitud la mirada que
hay en el mismo.
En esa mirada el movimiento -si es constante- pertenece
sólo a los ojos.
Ellos son los que concentranse en las direcciones del espacio.
Ya que el espacio es una superficie y toda superficie
es parte externa de un cuerpo hablamos de limites.
De ángulos.

Por la mañana vuelvo a tomar una manzana.
Ello es como un extraño capítulo.
Un episodio que me aleja por instantes de aquello que soy.
-¿qué es lo que soy?-
Y si empiezo a definir aquello que soy puedo decir que
soy una manzana que heredé del paraíso.
Una que algunos días de mi existencia me recuerda
una historia. Una alegoría en la cual un hombre y una
mujer se alimentan. Tienen sexo diariamente.
Se fermentan.
Comen pan. Defecan y tratan de no dejar
pedazos de excremento en el esfínter.
-como todos tratamos-
Van las bacílicas o devoran la saliva de los otros.
Se sientan en el filo de un cuchillo 
como sólo pueden hacerlo dos seres que aman.
Todo va bien.
Todo va bien -digo- hasta que llegue
-seguramente será así-
una serpiente.
Ellos sin ninguna duda serán por ello bíblicos.
Se halla en todas las hegemonías del anhelo.
Esta es particularmente cristiana.
Igual que en un blbuceo.

Por la mañana.
Edificado por un rol o una cabellera de frío.
Cumpliendo con ese rol en una vereda donde los anuncios
se filtran y los espejismos coinciden con
el vacío.
De un vacío abstracto hablo.
De uno con vocación amarilla.
Inseguro en todas las trayectorias donde parpadea
una colonia de yeso.
Absolutamente ambidiestro como el humo o el 
jadeo de los rehenes en una navío
de linfa.

Hablo de un rehén que fue atado a los mástiles
para poder oír a las sirenas.

Pero ello a diferencia de la manzana.

Pertenece a otra tradición.










miércoles, 9 de octubre de 2019

Encuentro con una Galleta de Sal




Aquí se halla el mar.
Mi yo aparece en esta mañana contrito frente a él.
Mi yo meridional. 
Procolábico.
Mediterraneo como el
objeto que hoy derrama su esfericidad.
Eso es lo único concreto.
Lo es al menos para mí.

No sé qué habrá en esta mañana relacionado
a lo concreto fuera de mí.
No he hablado con otro ser en esta ciudad.
No asistí a ceremonia alguna.
Toda ceremonia semeja una saliva circular.
Alguien con el que te encuentras a diario.
Un sudor señores mas que relativo.
Que se alimenta de una sola lechuza.
Creo que así empieza el diluvio.

Aquí.
En este no-lirismo.
En esta fuerza que construyó las edades
de las mitologías.
En las chimeneas aladas de un cinismo
o el juramento de un preludio
en el pico de una raíz.
En ese espacio con límites de cachorros
que muerden cipreses
de porcelana.

Aquí se halla el mar.
Es mayor o en menor medida espíritual.
Religioso como una tostada de carbón.
O el ritual de un espectro
que agoniza.
Que miente o dice la verdad con exactitud.
Con un mágico desprecio ante ello.
Uno que se alimenta de naipes
por la tarde y atraviesa el polen luego
de habitar un sufijo.
Una escala.
Un procedimiento de barro que pronostica
el rigor de un violín en el trigo.
O una manada de eslabones
que silban.

El mar.
Ese compuesto siempre liquido.
Semi-sólido a veces.
Desde allí todo es un absoluto enigma.
Desde allí las hordas del misterio
llaman a nuestro pensamiento para lograr ser
descifradas mas que a nuestra vida.
Si se quiere la vida es un diminuto ámbito
estético. Hasta casi un rigor
o un núcleo.

Un núcleo visceralmente peciolo.

Un nada más encuentro con una galleta de sal
en el crepúsculo.


lunes, 7 de octubre de 2019

Cuando Uno Desciende





He descendido por la palabra convertido en una sien.
Midiendo siempre la distancia entre mi frente y mi nuca.
Mirando el aleteo de mi gato antes de fundirse con el viento.
-a dónde irá su aleteo-
En qué escritura se detendrá para transfigurar.
-no sé si a una palabra-
He descendido hacia mi mismo porque ningún pájaro es azul
bajo la noche. Todos poseen la negra oscuridad de su sombra.
No hay ningún dios. Demonio alguno en ello.
Es nada más la intensidad de una pirámide
con sus raíces en el cielo.

Un hígado vuelve a crecer en el día. 
Un pulmón mira su gemelo.
Para otro día quizá exista una explicación para ello
o simplemente no será dada.
Por lo tanto dejo de fijar astronomía alguna en
mi piel. Todos los vicios ya me conocen.

Los animales duermen en un pétalo.
Pero tal pétalo es el conocimiento de un crepúsculo antes de
conmoverse o ser extasiado.
Tal pétalo es la convicción de que la aurora es gris, tan semejante
a cierto momento en el crepúsculo en que no
existen bandadas.
Un momento idéntico a la más profunda ruina.

Y el hombre que es adverbial lo sabe.
Tal hombre adverbial y compuesto de equinoccios sabe de
ese momento de profunda ruina.

Allí donde muestra su corazón la más desesperada
belleza.







La Bóveda de Aire





Un planeta acaba de colocarse en una bóveda
de aire dejada por una urna.
No sé porque, más en el misterio, hoy sólo 
hay una herida.

El cadáver del búho gira aún en la superficie
de una culata recitando un insomne poema.
Uno que es una visión.

La brisa esta mañana posee un adjetivo.
El poliedro de carne roza el verbo en el lugar donde
se detiene la arena formando así la orilla.
En el mismo se deslizan mandíbulas.
Diarios de supersticiones. Catedrales de 
espejismos.

El silencio roe los adjetivos de un lejano diluvio.
-es una inmensa ola que algún día cubrirá las ciudades-
Es una constelación de otro génesis.

En tal perímetro la historia expía su vacío de duende.
Su historia individual como un evento 
de sepia donde lo ancestral 
se bate y colisiona.

Quizá tenga alguna relación con aquello llamado
poética.
Quizá un drama sea la calle donde el carbón es elástico
y el silencio es una ecuánime institución
de equinos.
Equinos que se alimentan de hierba.
Que preparan desayunos a base de carbón.
Epistolares y magníficos
como una primavera invicta.
O el ion de barro en un horizonte de magnesio.

Un planeta se posa.
Lo ha hecho en una bóveda de aire dejada por una urna.

Y como el aire es transparente.

Las cebras antes de devorarlo.

Muerden todo aquello que nos escupe invisible
desde ello.


viernes, 4 de octubre de 2019

Noche Eterna de Cirios y Rumiantes




Este decantamiento sin flores de agua.
Esta ilusión sin análisis científicos.
Mi elixir onomatopéyico.
Mi casi torpor sin gimnasias personales en el barro.
El barro poniente. Semicrepuscular cuando
se trata de heridas. Indice de una que otra atalaya.
Afilado en el roce. Sospechoso
en todas sus palabras.
Conduciendo significados miméticos.
Pose -que más da- de inútil
animalito.

Con maromas y arciprestes inundando el polen.
Incierto e inverosímil como una proyección
o una llegada a las órbitas que fueren.
No tan performance ni cachorro.
No tan elemento.

Esa inercia que manifiestan los sólidos desde
su estética sobrenatural.
Esa poética de acrílico en la mandíbula de una hiena
al morder el aire.

Tu descripción. Mi descripción de la sal en el verano.
Allende un leprosario. La impresión subliminal
de una colonia. El hecho contrito.
El que espejea.
Aquel que pergamina.
Este decantamiento tan a la ligera.
Sin margenes ni leyes de hormigueros en las
bóvedas de sus ruinas.

Aquellas ruinas que horadan en la realidad pero 
no como lo hace el pensamiento.

Bajo la noche eterna de cirios y rumiantes.




La Superficie del Agua




Hay una hoja que existe entre el mar y tú.
Acaso no invita a trasladar?
Las penínsulas descubren la intuición por ello.
Esa sensibilidad que recorre la noche más allá del humo.
Contemporánea y ruin como peciolo.

Existe metafísica.
Tal hoja existe metafísica.
Gramática de coral es.
Luna de percepción en un canto de leña.
En una raíz de bronce donde lo más profundo de la tierra
elige la brújula que le pertenece. La copla de nieve
si es ligera. La memoria cuando desanda
antropomórfica.

Levita.
Emana de los certámenes.
De las convicciones que pueden o no marcar un nombre
en el cráneo de un tigre. En sus ojos de bronce.
En su saliva alquímica.

Hay una hoja y estoy representando mi borde.
Este original arrepentimiento en un tallo convencido de
la nada. De un vacío. De la tempestad en él.
De los sentidos y de algo gnostico
que a duras penas sostiene
mi silueta de cachorro en la superficie del agua.

Sí. Ya lo sé.

Sólo dios pudo suspenderse en ella.









jueves, 3 de octubre de 2019

Después del Roce lo Creado






Esta noche proviene del centro de una hoja.
De un puerto donde los navíos tienen una
palabra diferente en su pubis.

Un verbo lleno de enigmas incrustado en sus labios
pronuncia el nombre de una profecía.

El protocolo de una mandarina llega a la percepción
lo cual eventualmente es el arribo a otra lucidez.

El mar coloca sus historias donde debe.
Lo observamos con ese lenguaje que duerme entre
la saliva como si fuera nuestro único antepasado.
En un fruto de leche
una antinomia.
En una boina un parque de carbón descubre en
cual de todos ha de ser rozado el diamante.

Después del roce lo creado.
Después de la inteligencia el devenir y la sílaba
con que naufragamos.

El viento es una esfera.
Quizá lo haya leído en las superficies de la cebra.
No lo sé.
El único fruto que conozco es mi ignorancia.
Y ese viento que es una esfera es también
cíclico.

Una cebra diría que ello es poco probable.
Por lo general hay lineas negras y blancas
en la superficie de mi cuerpo, afirmaría.
De otra manera no está conformada mi piel.

Y cada uno en esta tierra.
Cada uno con el peso de su corazón se apostaria
bajo la sombra que conforman las ramas de
un árbol.

Se apostaría debajo de esas ramas

Sólo para descubrir en que se diferencian del 
mismo.











martes, 1 de octubre de 2019

El Hemisferio Habitado




Qué hemisferios habitas.
Qué estrellas te concedieron esa capacidad para
desvanecerte o llegar a la fiebre.
Quién eres tú que deambulas con la verdad en
tu boca, pero la escupes como si 
se proviniera de un hocico.

-Oh Cómo aprender del ladrido en sus formas-

Muéstrame tu camino a través de la arena
con una mandíbula.
Tus crepúsculos en la orilla cuando sólo la sangre
de los celajes puede tocarnos.
Cuando sólo tenemos derecho a contemplar sus
venas y vamos de andanada dorada
en andanada dorada porque no hay nada más 
para nosotros.

En ese canto de ermitaños que son iluminados 
por los destellos de la noche. Junto a una
bóveda de sepia.

Muy cerca de un atávico sol en el trigo de nuestros
lunares. En el ópalo de una carta
sin redenciones ni crucifijos tomados de la leche.
Con una unción temeraria.
Con una urna en la cual levitan murallas
y estallidos. Copias de liebres
y solsticioes
ignorados por el desarrollo de un pubis entre
la niebla.
En esos cascos de penumbra que la naturaleza
deslizó entre la profundidad de la gris apariencia,
pues desde ella nacerían los cúmulos.

Las bandadas verticales.
El aniversario de los dinosaurios que esta auora
narran el curso de un deuteronomio.

Uno que se encuentra en las encías de un guepardo.

Pudriéndose como el brillo de la luz
en las cosas.







El Naufragio del Vilo






Una silueta ha caminado por la lluvia.
Su nombre como es de suponer tiene un globo.
En la orilla hay un solo dirigible.
Por lo pronto todo puede o no ser dialéctico.
Un devenir hecho de poliedros.

Los árboles y el universo compuestos
de ejes toman el ala de un bosque. Un bosque
sexual. Por instantes antropomórfico.

Dios que es inconmovible regresa al sur con un
peciolo de bronce en su saliva.
Con una represalia.

Dios tiene una araña en su boca, pero conversa
con ella. Se ponen de acuerdo y juegan a las
cartas. Por supuesto es extraño.

De izares es el mundo, ambidiestro en el agua.
Somero y detallado en el filo del cuchillo. 
Entre navegantes de océanos sobre agujas y epidemias 
de ámbar volvemos a los margenes. Acompañados 
de idolatrías. Aqui no existen los
heraldos.

Enhiesto el mar y febricente en él las sienes.
Mitológico en el jadeo.
En aras atroces de lo subversivo escupimos
en el jardín del cual emana el diluvio
su elefante purpura.

Nociones de un horizonte donde 
lo desconocido dejó atrás el enigma para dar
paso al misterio.

Pero el misterio no es sino otra reencarnación.
Una nube aséptica.
Una extensión de alcohol para aquellos epitafios
dedicados a alimentar la espuma con 
certámenes iridiscentes.

En uno de ellos aquello que conocemos
como vilo.

Es el que naufraga.