sábado, 28 de febrero de 2015

La Intensidad de los Nombres






Todo nombre posee un rascacielo.
Un edificio, un epicentro y un hipodromo
que no siempre da origen a un jinete.

Tambièn posee un filo en el corazòn y
el recuerdo de un sol inasible
atravesando las siluetas con el temple
de un juguete.

Es una puesta de sol con olor a peces e
infinitas tierras copulando en el celeste con
la misma fuerza de la aurora.

Todo nombre es marfil de aceite.
Ofrece a los clanes, constelaciones de tijeras.
Es el simulacro que conmemora la excursiòn a 
los sabuesos.
El àrbol principe de los labios con una palabra
de ave en los rectangulos.
Es una puerta que se abre dando paso a un caballo
arrastrando sus raices.
Un pendiente de uvas con cimbalos y prados.
Una ceremonia conmemorando la generosa
ilusiòn de las figuras.

Todo nombre se posee a si mismo
pero antes en su forastero ante su luz
con una tradiciòn de amapolas.
Camina en el sur con alas de cobre buscando
icaros.
Presiona heraldos con ruidos de musculos antes
de rozar la luna.
Es una selva inmolando todo rango en los bosques.
Una iglesia con sumas de verdugos y victimas
paseando por las galerìas de la noche.
Un periòdico lleno de zocalos y una
maniobra en el torpor
de los frutos
exiliados en un mundo de ranas, donde vagan los
senos.
Es una antorcha y la bacìlica, donde el ladrido 
de los perros es de sal como un
presbitero de nieve
en las agujas del polen.
Es esa misma antorcha soplando entre los 
escarabajos un jardìn de ciclopes.
Una labor de madera en los manantiales.
Un jardìn que miro desde los espigones, encerrados
en el oceano por una escama
trayendo a veces un dije legendario como un idolo.
Una escama que ocasionalmente es una cigarra podrida.
Allì los parques se juntan con el temple de lo
boreal en el pecho y los precipicios del amor en el latido.

Todo nombre es un pliegue.
Un yelmo durmiendo entre los principes.
El grito del poema entre grutas transparentes
donde sòlo la soledad de la intensidad edifica una playa.




viernes, 27 de febrero de 2015

Las Primaveras de las Moscas






Habla del mar.
De la serpiente de nieve traida por tu alma.
De los brazaletes en las crestas de las sienes
donde sòlo los mentones nos inundan.
De las fortalezas esculpiendo en la frente de
los bronces y las edades liricas
como la voz de lo sobrehumano.
Bajo lo profetico y quizà bajo el maleficio
cuando el infinito une piedras debajo del agua 
como un niño
y la sed de un animal
conforma visiones amarillas entre gemelos
y puas, entre nociones que febrero deja como una nociòn
de sepultura y estambre que sòlo el espìritu
transforma en habitaciones 
donde dos monstruos desnudan y anidan pedazos
de mar en una trenza de vidrio
tomada por la carne del erotismo.
Bolidos de coral en una uña
algo legendario como los birremes sedimentandose
en la boca y los escapularios de la lengua
cuando parece que el todo
terminarà en un dìa de
calor en
los ojos de los gatos
en los nùmeros azules de los ojos de los gatos
en las superficies arcanas de las orejas de los gatos
tan pequeñas siempre, tan pequeñas
e inmunes sòlo a las primaveras de las moscas.



Conocimiento del Espejismo






Conozco el espejismo por este callejón en
los árboles.
Por esta racionalidad con que los árboles 
han traido palabras universales de cuentos amarillos.
Por el vuelo en el amanecer de las idolatrías.
-Creo en ellas en la medida que lo divino las desnuda-
Creo en ellas igual que en las profecías agitadas por los
gatos en las colinas.
Como los husares que absorven los coros de la tierra.
En el espejismo con una gravedad que es de numen.
Por su tristeza que no logra ser envuelta por la miscelanea.
Conozco el espejismo en la medida que una hoja
desciende a la palabra y describe la asonada de un ser en la metáfora
de un ser en los valles prohibidos de la oración
y el verbo
en los cuales las grandes campañas de los habitantes 
empiezan un viaje extraño y silencioso como desnudarse.
El espejismo de inmensos lagartos en los asteroides.
Sus mensajes de granito inmolados en la melodías 
de los navíos.
El espejismo conozco de los huesos cuando se juntan
con la carne y caminan silenciosamente por un
camino construido por la hierba.
Sé del espejismo por los deuteronomios que hay en la distancia.
Por los lirios de ambar entre lo sucedaneo.
Por sus cartas y poemas borrandose en los látigos.
Sé de él, por sus poemas llegando a la soledad con paredes 
de astromelias.
Con su imaginación atada a las bacilicas y a los perros
de sal que conmueven sólo los conventos.
Esa imaginación dibujando frecuencias de mandarinas 
y gallos.
Percibo el espejismo hasta un punto donde el rincón es
la savia, donde la salida del sol en el amanecer pertenece
-para comprenderlo- a la numerología.
Sé de él por esa ciudad de reptiles en mi pecho.
Por los nombres que pueden ser descoloridos o no.
Nombres que se agitan como el sol en más de una rampla.
Conozco el espejismo por la lentitud de la amapola
al convertirse en veneno.
Por las gestas de sus extrañas metamorfosis.
Por sus corzos manufacturados en la identidad de extraños
castigos en la iridiscencia.

Conozco el espejismo por todo aquello que logro escribir 
de él.

Pero sé más de su existencia, por todo lo que desconozco.





jueves, 26 de febrero de 2015

Las Playas Irreconocibles




He cortado la palabra en el zinc para que tuvieras
una luna de pavimento.

Para que tu sudor pudiera contar las migajas de las
pequeñas alturas y oscilar segùn el desenfreno y las 
lluvias de nubes y silicatos ofrecidos por una ballena del cielo.

Me he dedicado a enumerar aspavientos
en las playas irreconocibles.

En las primeras formaciones del pensamiento 
vì la atrocidad antes que la belleza.

Tambièn el sendero y la estela de la higuera.

Tambièn el canto de los musgos con ecos de
xilografìas.

Tuve que educarme junto a la plazuela del sabio
dequeismo, confesando en cada una de sus agujas las
historias que arrastran las mirras y los puentes.

Te he escrito segùn los zodiacos y el seno de brea
que llevabas como un angel cuando el mundo se escondìa.

Te he perseguido hasta que mi persecusiòn no tuvo màs
mirada que la del presagio.

Extendì mis manos para que te entretuvieras leyendo
las lineas que hay en ellas.

-eso era inutil porque tù lees el destino en los tejidos-

Tù lees el destino en los caracoles.

En las conchas blancas invisibles de los nenufares.

En el colom del humero disputando un zapato a un orfebre.

He tenido que vivir y he tenido que despedazarme
para llegar a esa funciòn, que adquiere entre las educaciones
una boca.

He cortado tus ojos segùn el mito y la palabra del lenguaje
porque sòlo asi borra abedules.

Los llevo en mis manos.

Tù has hecho lo mismo con los mìos.

Pero lo ùnico que se extiende en tus manos, son herraduras
y ostras.











miércoles, 25 de febrero de 2015

Destino






Camina a la transparencia de este kilometro
hundido en las sienes.
En estas venas negras de los acueductos donde
los gases emigran como acuarelas
desde la imaginaciòn a un caliz desgraciado.

Por ello ven, adquiere el abdomen donde se unen
reveses con nombres de paleoliticos, con nombres
de ciclos y proboscidos, veteranos como los que
llevan los sonidos de una cigarra por la noche en
la alameda.

Escrìbele a la teorìa, hablale del arnes, tapiza el
arpòn con cuentos de delfines, escribe entre la 
narraciòn aldo diferente a los cuentos y helechos,
sobre todo los ùltimos. Fueron capaces de florecer
muy cerca de la orilla, sòlo para agonizar en ella.

Y entonces escribamos. Apòstoles de la sal en la
oscuridad escarbemos el poniente del aufre en los
labios, en los contenidos de polvo en las uñas. 

Demos por sentado la lògica de los mustelidos
junto a un origen herviboro
y demos tambièn por sentado el crimen de la madera
transformada en una daga por las aguas 
en algo que no podremos jamàs arrancar
del oceano.

Y dejemos que siga llegando a la orilla con las
olas.

Y su destino siga siendo nuestro pecho.






Contrarios





Miro el verso, no sè hasta què parte del poema
ha llegado, pero tal verso es conciente
de esa luna tocando los
manantiales que 
su pecho o 
latido deja atras, mientras las anguilas 
propalaban
un hereje canto de las aguilas.

Lo observo. No es el producto de una expediciòn
a la multitud o la presentaciòn en sociedad
de una nube.

Tampoco es el enlace de la ubicuidad
en una pàgina.

Ni el candelabro ondeando en las galerìas que
no se convertiràn en cavernas.

No es el fruto delicioso para los alamares.
Ni el estreno de una carnicerìa de seda en el alba.

Es màs bien una procedencia.
Otra caligrafìa.
Un califa ortodoxo.
Todo lo que no se puede decir del follaje cuando
somos dominados por el sueño y
los redobles citan a la
soledad con un
piano màs
extraordinario que la gaita
abriendo el corazòn sin pudores.

No es la rapsodia de la chimenea, ni los barcos
que en sus hombros llevan cintas de perros
o perlas que estiman la cadencia 
del mal en una axiologìa 
llena de dormitorios
donde el fruto 
despega unido al cefiro con el mismo arte
que en la soledad activa el miedo.

El encantamiento.

Las raices donde los dialogos renacen en
un fosforescente verso hecho de 
crines.

De zinc.

Opuesto totalmente al que empezò a describir
este texto.









Poema






Lo que hayas hecho con la espina dejalo
en la realidad. Una carta, un paìs, un dìa
de columnas, todo aquello que desde la
creaciòn haya pensado en las islas y las
fraguas que a la deriva hirieron una lumbre,
un gesto, una noticia de carne divididas
por un manantial de insomnes destellos 
en el cual un pàjaro se hizo semejante por
un momento al brillo. Todo. Una serenata,
un bozal, un informe de continentes que 
ensimismabanse ,en un coro de espoletas,
de grillos anunciandole a los astros que
un planeta muy lejano aprendìa a separarse.

Aquello donde hayas reflejado alguno de
tus barcos, esos que sòlo eran guiados por
tu sangre, frente a los advientos y adioses
esos llevando algas boreales en la frente
del camello, cuando el espiritu decìa a la
divinidad que la rosaleda no sòlo era una
flor, era tambièn un aire rosacruz tocado
por una balada que llegaba de perdigones
y citas azuladas donde los estuarios, nos
motivaban a adentrarnos un poco mas en
lo que habìa dejado el sol y el hombre de
los salitres.

Lo que hayas hecho en el interior de la rosa,
la subjetividad con que te hayas alimentado
de sus puentes, la casa de conchas abierta
por un epitafio de liricas hienas que subìan 
desde tu corazòn al oceano buscando una
ola. Sola una. Llevandola entonces a la tierra.

Hasta dejarla sobre ella, incomparablemente
ciega.

Fugaz e incomparablemente ciega.


martes, 24 de febrero de 2015

Canto





Todas las expresiones a bordo.
Todos los titanes.
Los conjuntos de luz y velocidad.
La identidad de la gravedad y el 
planteamiento
azul del exterminio.
Todo bombardeo civil de un jardìn en 
las cumbres
y los minerales psicològicos
modernos
ligados especificamente
a una maniobra poètica con 
las esquirlas
y el verso
del clan
supurando entre la mistica
de un dìa abastecido por valvulas y
logicas
por presencias
anatòmicas
de silencio y sol.
Todas las expresiones de 
los colosos
sin la originalidad del crimen y 
la trinidad
del soldado o la torre
donde lo invisible fragua aùn 
dragones
y cirujanos que llenan
la nieve de
una especie de hojarasca
y entonces
vemos botar otras particulas
como un matìz dialèctico de atomos
cuando oficìan una historia
en las celulas
que nada màs podemos intuir
tal como intuimos ahora 
que el nocturno de la madrugada
se apaga
y son ya los pàjaros
absolutos
del amanecer los que 
cantan.





Los Arboles




Los àrboles piensan en la originalidad.

Se vuelven cuadros donde danzan las gravitaciones.

Aspectos que mastican las quejas y los patriarcados.

Los àrboles situan terrenalmente junto a los hombres 
toda la radioactividad que poseen, para no ser conjugados
por termòmetros.

Son amazònicos y tambièn septentrionales.

Demagògos ante la llegada de una serpiente.

Decorativos y omniscientes como los bozales.

Verdes partidarios de las nubes.

Objetos colgando de lo decoroso.

Destacamentos de matrices que imprimen su espìritu
en los bosques.

Los àrboles son grupos sociales sin necesidad de 
democracias.

Se matriculan y educan afirmando espiritismos.

Viven cerca del topacio y los sacramentos que se agitan
en los zafiros.

Concentran su verticalidad en tipos de letras que 
jamàs se imprimen.

Los àrboles son fracciones y ruidos de rigurosos
movimientos
y extraordinarias frecuencias en el interior de 
los tigres.

Disputan caballos a las sociedades ocultas.

Disputan cabelleras cada amanecer a la osa mayor
y menor.

Son maxilares de un universo que desconocemos y eso
significa probablemente un alveolo.

Tienen aspectos hereditarios de ramas y cierta xilografìa
de madera en ella que debemos sumar a lo
que no comprendemos.

Los àrboles sin embargo emanan civilizaciones de 
papiros que no pueden dejar su existencia.

Y esa -silenciosa- es desgraciadamente toda
su cultura.






Rachmaninov: Pianoconcerto no.2 op.18 - Anna Fedorova - Complete Live Co...

lunes, 23 de febrero de 2015

Desarrollo del Corazón







Yo he crecido junto a mi corazón y sé más que 
nadie que en él habita un cuervo.

A cosas como esas se llegan cuando hacemos el
recuento de nuestra personalidad.

Cuando logramos -siquiera- decapitarla un poco.

Cuando sabemos, que si no estamos decididos a 
degollarla es muy probable que la noche y el agua,
que los libros y los archipielagos, dejen de tener
sentido.

Yo sé de mi corazón más que toda la poesía que
he escrito porque finalmente es poesía.

Y esa poesía no sabe nada de mi corazón.

Habla de día y noche y espera en el verano 
-casi desesperada la llegada del otoño- es lo único
en que se parece a mí.

Hablando de mí. Yo soy un ser que tiene temporadas
y ciclos. Que duerme extinguiendose entre asteriscos.
Que estrecha solitario la llegada de un cadaver.
Eso me diferencia de mi corazón. Mi corazón es
un espíritu que lo agita, que hace renacer en él
las cosas que siguen a un caracol y una casa,
a un lenguaje que debe ser imposible para
vivir un poco menos, para soñar un poco
más.


He crecido junto a mi corazón.
Acariciamos colmillos y compartimos la sensación
de una espina en el ancla, eso puedo repetirlo
hasta el infinito.

Pero en escencia en mi corazón habita un cuervo.

Un cuervo es un ser de ningún desenlace.

De pocos huesos y minimas mejillas.

Un cuervo es una hilación.

Una categoría de pus.

Una pared de brea en el principio del 
caos y diversas serenatas.

Diversos travesaños.

Yo he crecido junto a mi corazón con la única
intención de quitarle un poco de su vida.

Y lo único a lo cual sigo llegando es al misterio.





Las Escalas de Goma






Nada puedo hacer para que te encuentres
con los sonidos.

No logro quitarle al patio de escamas sus antiguos
aceros y tripodes.

Me miran -los sonidos- desde un lugar situado entre la
lumbre y lo hacen con ironía.

Observan cada uno de mis pasos, cuando
ambos sabemos que ninguno ha de convertirse en
una huella.

Y yo miro en la clase de pétalos surgidos
en tanta insurgencia.

En esa rebeldía de la hoz y cebra recopiladas
por la nebulosa de un día donde
se juntan los himnos.

Pero, dónde están las coplas?

Las estrategias sin dios, las estadisticas de ningun 
asteroide sobre los alfileres del presente?

En qué nave subyacente, he crecido hasta
deformarme como lo hace la imagen de toda cosa
bañada por el sol en la distancia.

Ah la distancia. Tanto hemos escupido a la
cercanía y seguimos haciendolo como si ello fuera
todo nuestros orgasmo.

Y es inutil.

Tanto hemos caminado sobre el purpura con 
estaciones que la memoria disemina 
como vaticinios de elasticos boreales. 
De porcelanas.

De escalas sin pegamento,
En el interior de las evanescencias con algo
en la inspiración que termina siendo
una cota muy baja...En los
alambres subterraneos
de la tierra.




Elegìa






Puedo ver un dìa.
Un dìa sin titulo. 
Aferrado a los faroles
y a la imaginaciòn de una flauta en
las corrientes donde el sonido
escarcha el sueño
de la brisa.

Es un dìa y escribe de manera proporcional
a un cadaver
a un acento
a las batistas que aùn traen
el eco de una rompiente y el panorama de
un navìo que en la distancia
parece una aguja
una estatua de sal pero sòlo un instante;
luego serà devorado por los
cirros.

Dìa de bacìlicas y monaguillos
de tropeles en las crestas y naciones que
embrujan corceles y uñas en las cabelleras
de las olas y como si algo màs en el
silencio nos invitara a grandes
milagros con el hallazgo
desnudamos los
tropos de
esa inteligencia que toca los oceanos
antes de convertirse en
sentidos.

Y la sensibilidad pueda tocarlas.

Diario oceano. Trasatlantico de venenos 
para la realidad, respiraciòn de agua que apenas
dura un dìa ahora que pensamos,
que resignamos la fantasìa
al azogue
y presionamos algo de nosotros
en los andenes de lo
remoto
donde màs de una curvatura florece...

Donde màs de un poliedro

O la pura gramatica de un espeleologo
despertando palabras de
un camello
en el momento en que se despide
de la arena.

Pero no puede cruzar el oceano.




Actividad Planetaria






El planeta ha pasado por este corazòn, deja un hilo.
Sobre su sombra seres extasiados comparten una jaula.
Dioses como el espejo y los cabellos en èl, alunizan.
Dioses semejantes a un hemisferio de mandamientos.
A un invierno de otoños sobre alambradas verdes.
El planeta cruza su adviento y narra otras raices.
Otras palabras con el aguila y el azur piramidales.
Ambientadas por nombres de ojivas y artropodos.
Lleva geometrìas de auras y atardeceres siniestros
donde lo maligno resigna virajes, quizà astrologicos.
El planeta camina en la ilusiòn y entre su fantasìa
ordenes de musgo y muelles dan luz a un reporte
a una casa de reptiles con la nuca en el agua
floreciendo como una idea tranquila por la noche.
Origina meandros y tambièn deltas que suponen
una herencia sumergida por febriles dromedarios
enumerando voces por la noche, contiguas al iris
y las proporciones del sueño sobre los sentidos.
El planeta es un gallinazo local, un nombre racimo
un sobreviviente que irradia temporadas de roces
todas entre jabalinas y lances, dan forma al rìo,
a las orillas donde se amansan las temporadas,
los estrepitos y los sumergibles tal vez divinos,
militantes de magia, activistas de violines y helios.
Sobre su sombra hay fantamas que nos reconocen
historias que se reencarnan sobre flautas antiguas
donde un antepasado resucita huesos en el dìa
con nombres inmemoriales en todos los paises.
Y todo pais en su espìritu es una hipotesis.
Un guardìan arcano del iris y la fosforescencia.
Una noche que aprendiò a suponer y otra que
encendio en los maleficios de los archipielagos,
un candil con el que respirar formas de obuses,
fuera la ùnica ventana de espinas, con la cual el
sueño, desertara entre cartas de yesca; ardiendo.








domingo, 22 de febrero de 2015

Canto





Esto que dobla una hoja.
Aquello que es del oceano y la oraciòn
en un papel, cortado en dos sòlo
por un tigre. La historia de lo
vil y la estrella. Los brillos 
pseudònimos de la estalactita.
La superficie marròn del drenaje 
y junto a ello, metàlico el bàculo de 
la inmensidad: Sabìa a rastreo, sabìa a
una casa esporàdica con temporadas
de caracoles y sensibilidad donde la
conjugaciòn separaba el tiempo verbal de
la carne o el frìo de aquellas pètalos donde 
los tallos, son soñados por una constituciòn en
plazos de yelmos con nombres marìtimos
y marineros con funerales de
equilibrios: Diferentes y extraños 
segùn la caida de los màstiles, en
ellos pusimos la gasa y los 
primates, la flor y la 
nube descolorida
en la espuma
y la coraza donde la promesa 
del amor era sòlo un vagòn en la boca,
esperando a cada momento el ajuar,
los rieles, la flor retocada por la
veleidad, el evento de fuego
separando uno de la 
creaciòn
hasta que aquello que llamamos ser
en cada una de nuestras vida se
confundìa con un grito de los dioses.

Para brotar hacia la vida.



Pronto Amanecerà





Pronto amanecerà.

Hipotèticamente la luz del dìa no espero
hasta la llegada de la noche para desaparecer.

En teorìa y practica se hizo amanecer.

Ello no fue inevitable. Sòlo sucediò.

En teorìa y digestiòn fue un sinsabor donde
me aliniè como un espectro a mi sombra.

Mi sombra lleva en sus manos 
un funicular y en alguno de los muelles
de su saliva, una cìtara.

Digestiòn y saliva; porlo tanto digestivo 
y telescopico.

Una mueca opaca de tapìz.

Un aposento sin anagramas.

El juicio de un acrostico al soñar
nueces de agua exactamente en los advientos.

El màstil con funerales y faenas de radios
alcanzando la tarde al inmolandose en aquelarres
y vortices que la poètica abandona en una
piastra de madera.

Amanecì y no soy continuo.

Ni devenir ni rada.

Ni referente a astro alguno que cruza la
noche, pues este amanecer està nublado.

Y cierta inocencia como la inspiraciòn 
se esconde detràs de ello.

Sin dejarse tocar.





Las Tradiciones Azules





Los torreones se alistan entre tradiciones azules.
Van de una mantis a las crispaciones del eje.
Se maravillan en luces por costumbre amarillas.
Dan por descontado sus citas con la nieve.
Reportan submarinos generalmente con alas.
Cimbrean sus abdomenes igual que una espada.
Decoran sus puñales con mariposas y liebres.
Desertan de los jardines formando sus tallos.
Abren derivas junto al muerdago y los insomnios.
Revelan estadios entre dios y las colinas.
Acarician a los druidas entre proposiciònes.
Resuelven constantes con nociones de circulos.
Asumen entre las gaviotas llegadas de pelicanos.
Buscan orificios de universo entre los planetarios.
Observan en el gas neòn los vilos del abecedario.
Desprenden actitudes entre la sal y el azogue.
Buscan dragones en las yemas de los artificios.
Comparten con el sol su preocupaciòn por la tierra.
Desnudan a los grillos en la llegada de las cigarras.
-cada uno no canta de manera semejante-
Los torreones son circulos y a veces cuadrados.
Llevan emperdibles y a veces llevan tijeras.
Herramientas de largos jirones son sus hipodromos.
Herramientas como la espuma o los cartilagos.
Iguales a una iguana en el atardecer cuando vibra.
Y ese vibrar nos conduce al fin del universo.







sábado, 21 de febrero de 2015

El Eufemismo en los Tropos






Caminamos hacia uno de los tropos.
Un eufemismo vive en èl

Cuentan los rigores el rito de uno de sus talismanes
sobre el petroleo.

Narra la aventura el paseo de una conmociòn
y la marcha de una cadencia ignorada
en el marco de las 
eufonìas.

Colocadas cada una de modo que pueda
soñar en ella un gallinazo.

Un galpòn, una acuarela que lo escinde todo
pero guarda en las cartas
noticias para un corazòn partido por los
azulejos, enamorado de los crisantemos o las
fiebres paganas que conmemoran hoy en 
nuestros nervios, una estrucutura
del alba. Una sinfonìa
de la resaca.

Trepamos por uno de los tropos.
No somos linguistas, ni estamos de acuerdo con
las tablas periodicas o la numeraciòn cronològica del
gallo en relaciòn al tiempo.
No somos relativamente hablando la especie en desmayo
ni las oberturas donde cimbrean los pàjaros
el nombre insòlito de este marzo por la
tarde, trayendo overoles y cientìficos,
conjurando voces de naranja y
papagayo en los truenos,
siendo lo màs sobrenatural que se puede
ser en el tropo...

Antes que el lenguaje llegue.




Noches que son Como Paises sobre la tierra






Hay noches que son países sobre la tierra.

Noches como el tacto o la tierra.

Nocturnos en ellas labran sus días como
extrañas decoraciones de la realidad.

Una que asciende sobre los
candelabros del viento.

Una que sostienese 
sobre llamaradas que son aún
una liga
el pétalo de una daga
el nihilismo o la flor que suaviza en el
pensamiento la tortura de haber caminado de 
noche sin haber tocado epistemes
voces de frío en ellas
nos devuelven a las desembocaduras de los
truenos.

Hay noches que tienen que respirar un poco más
para que vivamos.

Nocturnos en ello como una marejada de 
aceite bañan nuestras mejillas.

Hunden nuestros parpados.

Noches que son psicometrías.

Llenas de antropofágos que
lucen su pez en la mano.

Su pez y mandril.

Y las huellsa detras de ellos es siempre veterana
dialéctica...

Ortodoxa.







La Supremacia del Cuervo






Con una altiplanicie.
Una inmensidad y un gesto.
Con la busqueda hormonal de lo amargo.
Con la supremacia del cuervo.
Con la mueca del cronopio y la vereda.
El funeral antiguo y personal de
una foca en la raya.
Con el pulso.
Con la tierra en un sentimiento de coronas
que las metamorfosis desdicen.
La edad de las fibras junto al trigo.
El paseo del ancla por un diminuto recipiente
y junto a ello, revelaciones de algas, el crater
que la escuela organiza dentro de una
piràmide de fuego.
El centro -todo centro-de agua y fosforo recogiendo
esquimales.
La edificaciòn ardiente de la piel
entre bandadas de latigos.
Con una historia de membranas donde
un bautizmo mece un cuerpo
en el magma y
los palacios que descienden por escaleras
transformados en perdigones.
En las cosas que tienden hacia el mar y la
soledad y se encierran teleologicamente,
reciprocamente
en una honda fugaz de dios crudo
llevando luces hacia un
fondo de amatistas y jardines de musgo
donde sòlo los elixires pueden
cada amanecer 
soñar con la peregrinaciòn.

En una altiplanicie. Tomada
por el gong de un archipielago
mientras los atomos suben eternamente
hacia los cometas, con un rìo de
asombro en las sienes.








Heliotropo





Algunas de estas ciudades son libres.
Otras llegan hasta las mitologìas.
Existen las que llenan de bacìlicas
el mundo: son pavimentos todas.

Como yacimientos de iones entre 
la veleidad, compaginan piedras 
secretas hasta crear lo solido. Lo que
apenas decimos, lo que interroga
simultaneamente desde un alfiler.

Caminan a las plazas estas ciudades
provienen de fantàsticas plateas en el ocio.
De tal ocio podrìamos decir que no puede
compararse a las piernas o las manos
y que ambas siempre son alimentadas
por los higados.

Si estas ciudades volvieran desde el
puercoespìn lo entenderìa, apenas sè
que son antepasados. Que llevan
croquis y seminarios, que caminan al
fulgor de los relàmpagos con otros 
colmillos. Y todo esto porque esas 
cuidades yerran con el aire y este
borrase a cada instante en nosotros.

No conocemos mucho de esas ciudades. 
La parte que donde se comunica a travès
de civilizaciones es indefinible, no conocèmos 
su parte del mar del cual fueron 
arrancadas, tampoco su costumbres
de futuro en el pelo, con todo ese
conocimiento de una ciudad - aùn con
ese- no llegamos tan lejos.

Tienen calles, veredas y zocalos
vagan por el azul en forma inmediata
y si contornease algo en el lapìz, es 
una oraciòn que devienen en ellas
en epifanìa.

Presentan de noche meridianos.
Despiertan al ser antes que al ente.
Por momentos detallan crucigramas al 
pelo y con cierta predisposiciòn al
atardecer, descifran alquimias.

Son naipes devorados por brillos 
de saltamontes, alcantarillas que 
refriegan su corazòn en el azar, 
sarmientos posibles entre los
predicados.

Llevan barcos de platino en sus 
frentes, navìos con esquemas de 
adulterio en una hoja gris, esparcidas
por lineas de ultramar y escamas
regresando a la sombra con la
sensualidad de un invierno 
de aceite en los tallos.

Son ciudades gnoseologicas de
buques de aluminio,
donde una saeta entrega a 
un marinero su atardecer de craneo
su intimidad de parietal con
toda sacudida en la belleza
esa belleza que a veces -sòlo en
oraciones-
alcanza el heliotropo.






Convertido en Palabra





Una carta. La historia
del liquen en estaciones de cipreses
en ella, la formaciòn del acto entre 
reconditas primaveras de libèlulas y
forasteros. El cigueñal en 
la boca.

Occidentales voces que el infinito
crea en un abecedario de limites y neologismos.
El planetario fugaz de un santuario asciende
a eventos de cielos y plagas
donde la crispaciòn de una noche era
adjetivo de todas formas en
la era del objeto.

Como quien conduce a la luna esa
lexicografìa de extraños amuletos que 
abandonan la carne entre
piràmides de aceite y 
propiedades fonèticas de un hilo
buscando una visiòn
un tanteo psicodèlico con
la civilizaciòn o el apogeo del
cual se desprenden estremeciendose
dos alas, una libèlula
a veces.

Como un jardìn quizà.
Con aquello que trasciende en los labios
para reconocer en silencio.

Todo aquello que desde el interior
se une al hemisferio
convertido
en palabra.






viernes, 20 de febrero de 2015

Poema






Está claro que la vida no es la misma
en cada ser. Es un asunto que puede explicar
la multiplicidad o los eventos de un astro
cuando se muestra entre la diferencia en
el infinito.

También es claro que el momento no 
es definible en tanto es algo que no tiene
caracter ni luces ni traspies ni fuselajes
de los cuales tomamos el verano con
sus aerosoles y veteranos acidos.

Yo no sé si escribiré todo aquello que
espero porque no sé qué cosa aguardo de 
las cosas ni de mí mismo. Hay pocas cosas que
sé, -el botón de agua se está secando sobre
la piedra por ejemplo- eso es desoladoramente
verosimil. Dramaticamente amarillo.

Hay pocas cosas que sé, pocas, que se puede
afirmar según la regulación animal y el orden
remoto de los meteoros, pero dada esa
corazonada el pensamiento puede exigirle
al rigor -sólo al rigor- inviernos como la uva
promontorios como la sinagoga o el preludio
de una gripe amarilla este viernes, llena
de semáforos y estadisticas de 
traslaciones con algun o 
pocas arañas en mi 
ser.

Es seguro que el mar arrastrá los mismos
pasos que la imaginación si buscamos en él
la capacidad de su memoria para narrar sus
historias, citemos el diluvio por ejemplo.

Diríamos, uno biblico.

Uno lleno de acertijos. De pentatetucos.

De contracaratulas y atlas donde intenta el verso
llegar a algo moderno como la sombra de un gitano.

-la sombra de un gitano es siempre moderna-

No es vanguardista, ojo, por ello es moderna.

No lleva anagogías ni parafrasis.

No necesita del oceano para apagar su inspiración.

Sólo necesita un poco de fuego para amarrar sus manos.

Y el árbol mas profundo de la noche, las dirija
al aguila.











Color






Era sòlo la verdad que llegaba
acompañada de una raqueta entre sus
milenios. Era un cielo de golf.

Tenìa una amapola en el pecho y 
en el cuerpo inviernos de tulipanes
transgredìan hasta convertir
en girasol, el universo.

Era la edad de los màstiles con una
cigarra concebida en el aliento por
una criatura adoctrinada por los
dromedarios.

La caida a travès del pèndulo para
llegar al reloj, el candelabro vacìo donde
las casas oscilaban hasta percibir un
cartilago enmudecido por visiones
de inmensas y grotezcas tinieblas.

Era el paso, uno mas grande que otro,
goteando del lenguaje, conduciendolo
a esas cartas donde los pretiles son
atrios de cosmogonìas heridas por
el sueño y en esa especie de actitud
manejada por la herida, una longitud
de los pàjaros acompañandola.

Nosotros la tenìamos por cierta tanto
como irracional o lunàtica en el iris
del tanteo y del artròpodo.

Nosotros barriamos su cabeza a diario
de los puentes y los husares.

Funerales de otoños construidos por
las citaras volvìan a ella con una cadencia
ya antes inmolada o sacrificada por los
alambres, entre vacìas fragatas.

Funerales como el brillo del sol en una
alambrada donde sòlo la brisa adhiere
su pecho para abrir sus venas.

Y es tan silencioso como invisible
que ninguno de nosotros puede 
ver el color de su sangre.







jueves, 19 de febrero de 2015

Llegada del Oceano




Con la llegada del oceano
empezamos a digerir moluzcos.
Sobre el acuario un ojo de seda
focalizaba la genètica de un universo
escrito alguna vez por veleros y conchas
por hipocampos y ciudadelas de liquida gamuza
en los labios de las algas.

Aguilas y piedras sobre asteriscos
de arena, elevaban pentàgonos de citadino ajuar,
con hienas y ciclos de nieve llegando donde la imaginaciòn
empala a los cisnes, de manera que el sol puede rendir culto
eternamente a la carne que resta en ellos. Carne llena
de travesaños y a veces de retòricas.

Con la llegada del oceano, el verbo llega al cinismo para crear una
metàfora -a veces una sutil forma de superficie- desde ella el lenguaje
deambula en la orilla, evocando alimentos blanquecinos que vagan
en la espuma y la marea, alimentos que rotan entre peces de
plata, elaborando cada amanacer las primeras dianas de
la fantasìa.

Versos de oceano sobre el talante de una hegemonìa
hecha de manantiales en movimiento por animales
sagrados, sobre ellos liquidas inmensidades,
la historia boreal de un hombre en la
orilla del rizo, de una balaustrada
donde tal hombre pasa 
desapercibido para
que este universo en los estuarios empieze.

Y eso tan legendario en èl -para vibrar- terminè.


Los Arboles como Anàlisis







Algunas veces los árboles son paises.
Otras van de alma en alma como en un analisis.
Llegan a la noche y se instruyen en el espíritu, junto 
a una oración enumerando las supersticiones
que integran los bosques desde
una andanada de 
marrones coordenadas en las
gacelas.

Después no deja de existir un niño que en sus 
ojos haya olvidado el poder
el regreso amarillo a las helices y la vida
de uno de nosotros, sugiere por ello un requiem
un libro donde la coincidencia empieza a despejar
una tarde, en cuyas esferas se desvanece para ser
iluminada por los circulos.


Las palabras se acortan entonces.
Duerme debajo de la tierra sumergida una planta.
Son reemplazados discipulos y privilegios.
El mar escarchase.
Dibujamos la soledad del ión en una raíz.

Después tensamos palabras a traves del oido.
Decapitamos insomnios según los cadaveres.
Frotamos fortalezas.
Enarboladas por el ritmo de una poesía las formas
del agua descubren en el lenguaje la del
corazón y los amuletos.

Inundando alambradas vuelven a la sensualidad
donde eramos como un sequito.

Un estertor de anclas.

Una semicuerpo tocado por la veste o el nombre
helicoidal que damos a los trances.

A los cerebros abiertos.

A las neuronas desde ellos que vagan por el
mundo sin disecarse.





Boceto del Lenguaje





Hoy ví caminar un lenguaje. No estaba lleno
de rituales tal como los mitos escribían.

Tocaba acentos y misticas, pero no era suficiente.

Compuesto de asonadas y virgenes caminaba a 
las células.

Hoy ví pasar el lenguaje y era melodía que iba
a los monjes y los sacerdotes.

Escribía de palacios y sociales templos, donde 
la vanguardia digería su temple.

Además de caballos, tenía coeficientes.

Junto a sus palmeras de carne, bocetaba un
astro.

Esquirlas de bruma pensaban en él y sus formas.

Era un lenguaje de sino, hiel y culatazos, de ruletas,
poncianas y jardínes con los brujos.

Buscaba la nieve, pero vivía ensimismado y hasta
una noche de intensidad llegaba con sus ojeras, 
sus días de primate y pavimento, sus logaritmos de 
espinas y birremes, junto a psiquiatricas langostas.

Valle de céfiros como auroras de predicado, cuando
el mediodía oprimese contra cintas de perdigones 
que cosifican martilleos y entre tú y yo los objetos 
son entes que miran el mercurio pasar.

Tallos con escenificaciones antiguas de poesía y
redención, de fabulas y tortuosos hallazgos donde
brota un palacio invocando en la falange una entraña
un ritmo de tabus y platino, una leyenda de marcos
y sensibilidad, cuando la nuestra vuelve a un salmo
hecho de sal y efigies.

Hoy ví al lenguaje, era ortodoxo como la piel al
intentar tocarse.

Amarillo como la distancia cuando se transforma
en escrupulo.

Y tal escrupulo en las palabras vuelven a un
centauro.




Historia de Soles y Buitres a tu Lado




Dormìas en la daga, elemental y pura como
un barco.

Yo te tomè de esas islas cuando tu infancia 
vestía de pubis y cortezas.

Yo ye tomé desde la contemplación que 
deja el universo ebrio de halcones.

Tú vivías en una calle de soles y buitres.

Veíamos los primeros ojos del mundo como
una revelación.

Tomábamos la imagen de lo cautivo porque
alguna noche tu memoria nos lo devolvería
como remordimiento.

Ignorabamos las flautas que desde la locura
algún amanecer formaban cabellos.

Ignorábamos las luces que en el interior de la
penumbra re-creaban las sombras.

Tenías pleamares y ojos.

Poseías la única historia donde un becerro
cerraba una puerta.

Fuiste concebida por esa trama que devolvía
a las cigarras sus botines.

Te descascararon las psicologías y bocetos, en
un mundo frente al mar
donde los acantilados fueron tu único oráculo.

Fuiste iniciada en un universo de caracoles por
las serpentinas.

Te traían los magos, desde un planeta reciente 
como la uva.

Escribiste en los prados, según la continuidad 
del buque y las escarapelas.

Desde las estatuas, semejabas un destino que 
ofrecía otro latido a las saetas.

Dormías en la daga como lo hace un concepto.

Frotaste el desierto. Concebiste el dón como un
animal de muelles, conquistado sólo por la rosa.

En amaneceres donde los planetas eran nada
más que eslabones.


miércoles, 18 de febrero de 2015

Un Sentido de la Belleza






Todo estaba dormido.
Tù tenìas una puerta, en la cual vagaba el
jazmìn, con los eslabones de otro 
tiempo, disecados por los
telescopios.

Acàso yo, bajo los ramas
interrogaba al crepùsculo por el verso
que robaba a la noche su silueta 
de promiscuidad.

Acàso no me fue ajeno el olor de un prostibulo
empujado por la brisa y el silencioso grito
de una ramera, caminando en el 
amanecer, con un pensamiento
contiguo a la flor y a veces
contiguo a la arena.

Acàso dejè de alimentarme
para que mis huesos mostraran esa
elegancia que sabe de calcio
de historias de magnesio
de latitudes de cobre.


Todo se hallaba dormido.
En los jardìnes los puntos olvidaban el
rigor lunar y ambidiexttro que nos
tocaba empujar por la escritura.

Una escritura que jamàs fue mas
fuerte que la vida.

Pero hizo lo indispensable para 
parecerla.

Una escritura que en una de sus
dimensiones decìa: "Estacines indefinibles
llegan con la belleza"

Y nosotros nos ligamos a la muerte por
ello. 

Porque no buscamos morir un poco màs
en ella, pero lo hacemos.







Poema




Eran urbanos.
Por cada craneo tenìan un dios diferente.
Se inmolaban en cada aeropuerto.
Escribìan a la trascendencia, pero ello es todo lo
que habita en una constelaciòn, mientras
sus estrellas se derriten.

Consultaban a los 
tigres.

Hacian cola desde muy temprano para llenar 
los policlinicos.

Se sumaban al sol como forasteros del fuego
para que la llama no los convirtiera en
cenizas.

-cosa inutil-

Escribìan poemas a los cipreses.
Lenta y extrañamente lo hacìan. 
Recordaban en cada paso algùn nervio llegado
de la antonomasia y despejaban el oriente
de sal que en cada ballena los
aguardaba con un
heteronimo; con ese
pseudònimo que se convierte en aparejo
de las propias palabras cuando suenan
cuando rompen el espacio
cuando algo tan pequeño como el tiempo
no puede tomar su lugar
y lo ùnico que les ofrece es un devenir hecho
de cofres.

De inviernos gamados como la letra.

Donde el lenguaje se convierte en maleficio.

Para abrir sus ojos.





martes, 17 de febrero de 2015

Percepciòn de la Hormiga




El dìa lentamente se extiende.
Hay horas de presiciòn en èl y hay raices cuadradas.
Muecas y gestos.
Importancias de luz y barro suspendidas como si se
tratara de platanos suspendidos de una 
palmera.
Se extiende como una cabaña en el pètalo.
Lleno de arañas de primaveras de tallos.
Totalmente incansdescente y mineral.
Temible como un coloso de agua que salta por 
las agujas. Como una rotaciòn de mitones en el
satèlite del parque a donde llegan silenciosamente los
cromosomas, llenando el amanecer de oidos
y secuencias.

El dìa extiendese
como un lenguaje de caucho en un cine,
en el tropel, en la musicalizaciòn
del batel antes de unirse al 
ritmo, junto a un alba de 
liebres yu arpones
ebrias de celentereos y flujos
en la hierba, en la coherencia que deja el
invierno en el mar como la definiciòn de un santuario
de un espectro, de una salva que
hunde minerales pocimas,
inviernos de goma en lo cautivo del zinc en
el hierro o en las señales
de nuestras sienes
adulteradas alguna vez en la orilla,
en los reales rituales de espuma
en los laboratorios de una acequia llena 
de puertas.

Decolora la intensidad de una espoleta y convierte
el significado en astro, justo en el
momento en que impulsamos
un vertigo
una ciudad definitiva en el trecho
un tremante indefinible en el tacto de la hormiga.

Ese donde a veces nacen y no mueren
las palabras.



 





Impersonalidad I




Es martes como un canto.
La rosa es genètica igual a los parques.
Igual a las piràmides y los esguinces.
Se debilita en el volumen y los roces
del artropodo.
Es martes de màstiles y poesìas continentales.
Mediterraneas como la voluntad de las gasas.
Un blindaje de dados llega con su lucida actividad 
de sobrenatural miseria.
Parece rejuvenecer con la noche de las
analogìas en un copo.
Parece que tuviera entre la redenciòn
una reencarnaciòn como
de velos entre la magia.
Como la vida al reencarnarse en la sangre.
Es martes y no es demasiado pedir,
yo soy imperfecto y dada esa exactitud con
lo vago de mi propia gnoseologìa, es 
hora de huir a los periodicos con una
nota de aceite y escafandra,
Pero...
Leo a diario libros de geografìa 
y encuentro semantologìas en todos los 
naipes. En los cantaros.
En todos los cerebros.
Y leo.
Libros como la circunferencia bañan los cantos
y educan los reinos -de esa lectura- donde se pudren otras
playas.
Casos de destellos y diàsporas rodean esas 
constelaciones desprendiendose de lo sinuoso.
Es martes vertebrado y esceptico, residencia
de ideales equilibrios entre figuras de 
incendio.
Santuarios de lampos donde la yesca es
inventario psicologico. Responsable dios que
que se involucra con las cenizas y somete 
la intuiciòn, la formaciòn de minerales
tan modernos que son capaces de
retornar en silencio a una 
profecìa.
A un decalogo donde yacen en devenir los presagios.
Donde crecen verosimilmente los muertos.





Impersonalidad





Digamos que el horizonte es sòlo prosa
y eso nos pertenece a todos.
Que en la corriente existen equivalencias
y auras, numeros proprocionales a las cosas.
Que entre la luz y los objetos hay una
sombra para confirmar la naturaleza de otra
luz, otro brillo.
Que existen diarìas poeticas con las cuales
llegamos a una mano y la extensiòn
del sol es vacìa junto al pelicano donde llora
un primate.

Y en el verano lo ardiente suple todo lo
subterraneo que la hojarasca lleva en sus labios
como un caracter mìnimo del mar o la luna.
Quizà de un simio.

Que la noche es una historia, por donde la 
linea pasa trayendo un coro, un cementerio, una 
brùjula que une su legado de escamas y los
meandros, donde siempre queda un hombre
atrapado en los bancales de otra espeleogìa,
una que trae la nieve.

Que definimos los ojos sin una suerte de flexiòn
o los colores inundan un sortilegio, un dìa de
escamas con los planetas mientras un halcòn
de oro abandona el agua, con una serpiente
en la mirada.

Que un dìa el sueño, no tendrà las mismas
agujas donde aparearse con una misiòn y los
acantilados reconoceràn supersticiosamente
aquello que en el uno, conjura los huertos
inmemoriales de lo diverso, igual a un patio
donde los funerales tensan los idilios de
las grandes extensiones.

Ambas: Lo uno y lo diverso, siempre bajo el
infinito.








lunes, 16 de febrero de 2015

Escritorio de un Dinosaurio





El dìa es antiguo.
Igual a un adjetivo o la cualidad.
A la temperatura del verano en el timpano.
A un elixir fonètico. Tiene millones de hectareas
y milimetros cubicos. Lleva lexicografìas
en sus habitaciones con manchas de
titanio.

El petroleo en sus idografìas
y sus compuestos quimicos en el habla, significa
otra de sus caracteristicas.

El caliz en su fermentaciòn y el nectar en
lo sibilino en el, lo asemejan a 
los sacerdotes.

Es receptivo a la lluvia o el talento
que tienen algunos seres para moverse
en el agua, hablo de las medusas.

Separa las cosas entre la inmesidad.

Proyecta veranos igual que un suicida.

Cita a los pinos entre los monasterios.

Objetivamente corta palabras mientras se
convierten en nùmeros.

Agita paciencias de aranas en los àngulos
de la tierra sumergida.

Tensa fantasmas de aceite en las quillas.

Llena botes fantasmagoricos.

El dìa es antiguo como un blues por màs
que lleve sòlo una fogata.

Y en la ribera nos muestre funerables de
diribibles.

Lugar donde escribe todo dinosaurio.






A diferencia del Calor







A diferencia del calor, soy le ùnico ser que
piensa en el frìo. 

Que escribe con o sin existencialismo.

Y tiene que reflexionar en la sed y la distancia
en los dados o el impulso del cobre
en el acero
mientra se anuda a èl con datos implicitos
de sueño.

Es curioso que deba resucitar a cada momento
como un higo en esa imagen
y me sorprenda casi de nada a no ser de
un maleficio, donde los titanes
imprimen aùn 
castas de colosos robados a la hierba
en aquella.

Podemos comprobarlo por
citas de dinastìas que van a la deriva
el cielo.

Dinastìas que cruzan plegando y 
desplegando sus alas...digamos.

Dinastìas de tritones y balsas que 
ocultan birremes.

Solitarias hormigas cruzan el pecho
de una despedida o un pedazo
de cromo cuando
ello sucede.

Solitarias hormigas que dan paso a
las luciernagas por mas que
no esperes la 
noche.

Hay un lugar en el crepusculo que
imitan los angeles.

Un lugar que debe encontrar el
resplandor a travès de 
ellas.





Versión Veterinaria de un Libro







El libro es un árbol.
La capacidad que posee para reflejar lo 
antiguo, no siempre proviene de la palabra.
Tiene instrucciones al final de la tierra.
El libro es un oceano.
Una linterna.
Una forma de escribir en las calles que no
es lo mismo que escribir o estar en las calles.
Es un ser extasiado.
El libro es una aparición que no necesariamente
es creada en el alba.
Sólo es desenterrada por ella.
Suele cubrirse de formas temblorosas
y sus escencias, pueden ser
formas elementales como el limbo.
Pienso en esas formas elementales que
proceden en aquel libro, de los limbos.
En la historia de astilla en su cuerpo.
En la errante saga de sus axiomas. 
El libro es un veterinario por ejemplo.
Una forma de sacudirse.
Un palacio de imprecisión y cultos a 
los talones.
Está hecho para que algunos de los dos
pueda oir en las cosas.
Su existencia tiene sentido si está en 
el simulacro exacto del objeto 
cuando respira en el interior
del agua.
Eso lo logran sólo los peces.
El libro es un pez sin escamas.
Un silencioso demiurgo
de silbatos y poses.
Verdugo de regimenes de palabras.
Inquisidor mas de una vez
de logias y cofradias en
ellas.
El libro es un pubis cortado por 
el árbol.
Un tipo de mestruación.
Un colapso.
Un sintoma.
Una pulsión. 
El abracadabra de una chaveta en
las cosas.
Antes que el elixir lo transforme
en objeto.





Primera Superficie del Nombre





Tu nombre està en el patio.
Ha descendido del sol con otros cataclismos.
Si hablara del agua, yo deberìa escribir diluvios.

Pero no es asi. Y en ese nombre llegado del agua
o del sol, desearìa elegir otras cosas de las cuales 
podrìa llegar tu nombre, cosas semejantes
a una gnosis
-tal vez-
algo màs 
profundo que diluvio o cataclismo.

Hubiera sido tan simple elegir un sinònimo.
Pero esa hipotètica busqueda me llevò
a una palabra que es semejante
una palabra que vive en el caracter del
sinònimo, pero que no pudo
ser hallada ni escrita.

Tu nombre està en el patio.
No pudo evolucionar.
No encontrò un sentido de la metamorfosis
del lenguaje.

Por momentos alcanzò otra dimensiòn 
y esa sensibilidad que corta el universo lo 
hizo transgredir y oscilar
formar leyendas por
retazos.

Legendarios manuscritos enseñàndonos
su naturaleza de artefacto: De la cual
està tambièn hecho tu nombre.

Pero tu nombre es un poema.
Llegò vestido de amarillo por la arena.
Dominò en apariencia la espuma de las radas.
Diseminò en ellas los pigmentos insomnes
de una anatomìa
arrastrada por la nieve de una 
serpiente en la resaca, en el instante
donde los pliegues de una
idolatrìa son
bolidos.

Y los del nombre, una
resaca.




Los Animales y los Himnos





Algunos animales viven como un himno.
Otros llevan fosas en las palabras.
Estàn los que forman 
veredictos y desnudan un àrbol
hasta que la vida
convierte en revelaciòn alguno de 
ellos: Asi nace un pàjaro.

Existen los que viven entre la armonìa.
A estos hay que sumarles cosas como los 
oboes y flautas. La conjunciòn de todo
esto hace que adquieran 
un color amarillo
como de una sinagoga o de platano.

Señales de biutres que naufragan
hacia otros tiempos y
otras colonias
mediterraneos
como un templo o la cruz
que asciende en una estatua
estilizada por la noche por aguilas y
exodos.

Hay animales que nacen como un himno
pero no viven igual a èl.
Hipotèticos como una translaciòn, liricos 
como un setiembre poco lucido
ante los morros y los planetarios.

Llenos de rituales junto a dioses
que no son los nuestros.

Junto a dioses, que sin embargo,
amamos.




Poema







Quizá un poema.
Con los ejemplos de una noche en el agua.
Estructural.
Proposicional como una ventana.
Llamando a las cebras totalmente falto
de ozono y oxigeno.
Solitario como una historia de cancer.
Radiográfico, estereofónico.
Misterico a la hora de alcanzar las estrellas.
Religioso a base de cristales.
Transparente en la medida que la inspiración
se lo permite.
Amarrando cada minutoo y en cada centimetro 
los pasadores de sus zapatos.
Reconociendo entre los cascabeles
el sonido que le pertenece.
Un poema. A cuestas. Monetario.
Docil como la plasticidad
o un sitio pluscuamperfecto en la brisa.
Calendario sistemático que no podemos ver 
en los relojes. 
Candelabro densiométrico de una aguja por
donde escapa el lirismo mientras
los volcanes despiertan.
Relación sobrenatural con los bozales.
Despertar a medias entre la racionalidad de
una cigarra.
Mentón del desprecio en si mismo y esa nave
de ira sobre los peces, en
sus escamas; idolo de grasa que sube por 
montones lleno de abreviaturas y trances.
Platea automática sin cisne.
Rugoso sudor nautico y solitario que nace
de una anguila
y elabora himnos a los campanarios, ahora
que le estrella duerme
en las corrientes de su holocausto.
Un astro que toca excesivamente sus rodillas.
Lo necesario de parte del coral.
La medalla sucia y esqueletica vibrando entre
lo duradero como una
extraña sintesis.
Un poema: Carta de amor al demonio.
Noticia de dios entre el fuego.
Asaltando inutil y milenariamente las
raices.




sábado, 14 de febrero de 2015

Sobre la Idea y lo Real





Quisiera pensar en el pàjaro mientra es
iluminado. Poder imaginar el yelmo que cubre
su cuerpo. Quisiera poder tener màs cartas
que no sean la de la vida y el destino 
para ofrecerlas a su vuelo. Escarbar un poco
màs -de ser posible- en la escarcha, hasta 
llegar a la tinta. Me gustarìa igualar a
la naturaleza cuando toca los objetos
en presencia de la mente y la idea cree en
ese momento, que sòlo ella posee el
derecho de crear en ellos.

Tal cosa no es asi.

Y mientras una constelaciòn empieza a 
devorarse a sì misma, percibo que ello no
es sòlo por el hambre de algunas supernovas
o el silencio de otros hemisferios boreales
donde la existencia empuja el sentido
de sus venas hacia un mundo donde
lo real es tomado como unica estela para 
vivir.

Lo real es una melodìa procedente de los
vidrios.

Una que no hemos conquistado.





El Caminar del Espejo





El espejo camina.
Como cada atardecer deja un muerto.
Muestra en èl cada pelo, cada simpleza,
el tornasol o la cavidad inmunizada por el tiempo
los veranos en que la mirada llega de otro
resplandor para dejar sentado
que su visión se pierde
en otro mundo. 

El espejo camina
su sudor es la arteria baja de un eufemismo
coloquial y
herviboro como lo que brota en el aire
con su espacio siniestro de anclas o birremes
dorados como una bicicleta
uniendo sus catalinas desesperadamente
en el viento.

Yo pienso en ese espejo que camina. 
Parece bien que ello suceda, parece que es
indispensable tal acontecer en mi existencia
lo cual me dice que hay lo necesario
tambièn deja su craneo en mis 
labios, para que pueda vivir
sumergirme un poco màs
enterrarme todo lo que
pueda en ese 
horizonte tan pequeño que diseño
cuando estoy dormido.

Nunca cuando estoy despierto.

Y pienso que lo ùltimo debe ser asi.
Que los cabellos y los caballos se unen pero sòlo 
foneticamente. Puedo tomar de los cabellos
a alguien con una caricia, alguien
cuyo amor se un polinomio
por ejemplo y traiga
practicas de 
geografìa en las orillas de todos los 
continentes.

Mientras soy capaz de medir la distancia
que me separa del horizonte.

Y tambièn cuando no soy capaz.





Entre los Nombres





No saber cùal de los nombres es el tuyo.
Pensar en la imaginaciòn con el velo que la
fantasìa recoge, con mentones profundos en las
algas o el silencio que dios recorre. El hecho torpe
de un ùnico confin que seduce o marcha en la niebla
con proposiciones de amor como las que aluden en un
barco a la poesìa de los elefantes boreales.

Pensar en la imaginaciòn, vivir en ella.
Ir tras los mastiles con la coherencia de la pus
en una herida o vivir al lado del oceano acompañado
de una serpiente -siempre de una, sòlo una- mostrandonos
el resplandor de la efigie, el lejano pensamiento
en ella de la duda, la sospechosa ingenuidad
que hoy desentierran los àrboles y la noche,
la noche desangrada de arcangeles
o un monolitico temblor como el
nervio, alejado de la realidad 
y encerrado en el nombre.

Pero no conozco tu nombre.
He vivido y observado los grillos.
El lugar atletico del escorpiòn bajo la luna.
El vicio del astronauta en notas
crepusculares de vestigios
semejantes a las nubes 
vertiginosas con
relampagos de 
fiebre.

Todos. Absolutamente 
todos, lanzando su magia a tu frente.



Poema





Probablemente llegaremos.
Dejaremos de buscar a alguien en la mosca
o el lago.
El tallo dejarà su pànico entre los moluscos
igual a una ideologìa secreta en
la arena que sumergimos
hasta un principio
de piel y carne: Un principio de zinc.

Titularemos el estuario.
Pondremos sobre èl un nombre de 
especimen que corta el
silencio con una 
noche 
encerrada en el pelo por las cavernas
de los poros.

Estudiaremos el origen del sonido
y lo fantastico.
Recogerèmos elefantes de castillos
sintèticos.
Azularemos el confìn, la saeta en èl
desintegrando el hierro
de sus nebulosas; creìmos que tal
azularse provenìa de 
los treboles o la trinidad que por la
noche vestimos de hierro o
carne, de poesìa o lampara, de gris 
o estadio de purpura 
numeroso
igual a una campaña de iguanas
en la selva.

Buscando palmeras en vez de àrboles.




viernes, 13 de febrero de 2015

Llegada a la Noche






Llegaba a la noche con este cuaderno.
Llegaba a ella con el significado de un puerto
en las manos.
Con la corazonada y la sospecha que un ave
dormìa en la brisa.
Llegaba ante esa brisa -que sin saber porquè-
se convertìa en rafaga. Pero ello era
otra cosa.

Dividìa la estrofa de un poema en escamas 
y peces.
Caminaba en el pavimento escribiendo la
historia del sueño y en ello, replanteaba la vida
del liròn, la silueta de la higuera, los mensajes
de hidrògeno de una ciudad no me
eran ajenos.
Yo llevaba esa descomunal radiografìa en una
forma de ancla
y competìa con el velo, si pronunciaba 
dialècticas.

A veces, aquella noche se extendìa màs allà
de las hojas, por lo que no cabìa una 
palabra y tampoco la uniòn con otra significando
el verso, que resistìa coloquial
al monòlogo y el tiempo
de un suicidio
llenando de fuertes amarillos un eje.

Historias, unas màs grandes que otras despuès
que el horizonte y la rada
orientaban una liebre, hasta el musitar el tallo
del acero, la carta del estambre y ese 
sitio de barro donde las estrellas
comprenden que en ese
punto ninguna puede
agitarse.

Y dan la vuelta por la noche.

Oscurecidas por el cielo.



Ceremonia




Es temprano.

Los astros se escriben unos a otros.
El lenguaje exhibe un poema que debiera ser
conocido, pero nos es misterioso.
Las preguntas se interrogan por el cauce de
un dìa en medio de la noche.
Los pàjaros llegan al jardìn buscando en ellos
algo semejante a sus alas.
La distancia es producto de una ventana que
a la vez es prerrogativa de los muelles.
El mundo -que podemos imitar- trasciende
entre òpalos.
La obsidiana se humedece en los ojos, para
coonocer una lagrima.
Los cuarzos se elevan, de alguna manera con
ello acceden a la contemplaciòn.
Los sauces son en la piedra otro
movimiento.
El carbòn es un hexametro y un halcòn.
El ùltimo crea un puerto en la hierba.
Los dioses inspiran retazos de alianzas
inconfundibles, dentro del crepùsculo.
Es muy raro que la objetividad
recuerde una hidra en el limbo, como
raro que el universo descuelgue un 
enigma màs grande, en la medida
que su craneo se transforma en
una mesa,

Es temprano, la brisa es una metamorfosis.
El espìritu camina como una mayeutica.
Lo que es venerado, descansa como
un plano de cemento en los
suelos.

Y aquello que no, vuelve silenciosamente
a una ceremonia.





La Subjetividad del Pètalo




Este punto en derredor.
El olor a laurel y jazmìn junto a la escarcha
emplazada por la memoria, màs allà
los cisnes de una època tardìa
con los dinosaurios.
Tus suelas ese dìa juntaban los
cascos de los caballos y
nuevamente -màs arriba- ese pùnto en
derredor y declive, esa 
historia en èl
de un àtomo que desciframos a 
diario por noticias y
señales al filo de la historia
y aquello que en su movimiento la
hace legendaria.

Esa subjetividad del pètalo.
La melodìa de trigo y azucar en sus 
sus cenzias.
El barro compuesto de heridas.
Esa inspiraciòn donde el imaginar
descendìa a los nichos compuestos por
el elefante y el trebol marìtimo.

Ese reguero junto al rascacielos.
El molino del aspa.
La chimenea de escamas persiguiendo 
a las linternas.
El libro secreto del periodico lleno
de simulacros...

Esa mañana. Esa canciòn negra en
su olivo y los segundos
para los cuales
el ritmo
va hacia la inflexiòn y 
el tapìz que nada màs el
sol quiebra...El agua hasta un conjunto
de nomades y graznidos,
primitivos
como los que posa el resplandor en 
la mesa
bajo una caricia de aguilas y 
ballestas.

Este punto en derredor que sòlo 
la nada en el espiritu del punto quiebra.

El Patio de Helio






Esta palabra pertenece al àrbol.
A uno de los patios que viven en el helio.
Al jardin del sino.

Recapitula en el teorema de las gruas.
Circula en el pie de la escama.
Ordena las casas del viento donde ayer
lo cotidiano era una flor que dibujaba
apostoles y sacerdotes.

Caminos como el aceite la animaron
a tomar los techos; otros encendieron la historia
de sus marcos, en una atmosfera como
la que narra la sensualidad, cuando
desprende una melodìa,
una flauta.

Una semejante a un oboe.

Esta palabra es del vidrio. 
En ella las dinastìas de los rumiantes se
separan hasta encontrar un mamifero dormido
en las tinieblas. Tenìa los puertos en
sus ojos, puertos que por un instante
convierten todo en
dorado...

Porque eso tan dorado existe.

Esta palabra es de la lluvia.
Los temblores en ella guardan los prefijos.
Los movimientos, las mandibulas.

El eco de una vanguardia gira sobre sì
despiadada y repentinamente
cuando ello sucede.

Hablo de la vanguardia que està en 
los cabellos.

Que separa lo ancestral de esta calle cuando
ello no deberìa suceder.

Pero cuando pasa..

Esta palabra deja de pertenecer a ella.






Versiòn del Mar







Nada nos puede dar una versiòn del mar, tan
fuerte o poderosa como la que es formada por
nosotros mismos. Nada puede tener los mismos 
caracoles. Las mismas olas o esa respiraciòn
ante èl oceano, a cada instante extendida
hasta perdurar en el olvido de
nuestra memoria.

Nada nos ofrecerà una armadura.
Caerèmos por sedes celestes donde los 
adivinos anunciaron un pedazo de papel en tu cara,
durante la ascenciòn de ese rostro hacia una
cabalgadura de helio, donde el
sentido de un amanecer
rota entre sonidos
de alambre, que dejamos en 
los escalas de una boina. De un suelo 
tocado por el tropel de aquello que suele 
decirse inspiraciòn muy lejos del ancla, en los 
instantes en que versiònes del oceano
se convierten en todo lo que 
podemos ofrecer a nuestra
vida.

Pero eso que vemos como una crispaciòn
no es nuestra vida.

Nuestra versiòn del oceano es mas solitaria.
Un poco màs poderosa.




jueves, 12 de febrero de 2015

Opuestos






Junto con la soledad hay un estuario
-lleno de algas- luego, la albufera y la
descomposiciòn, el aire podrido
de un caracol llegando con la  ràfaga.
(tal ràfaga proviende de las olas)
Sobre la orilla han estallado millones
de veces, pero ninguna ha mostrado
un perfume o un centimetro de medusas

Vuelvo a la ràfaga -un instante- antes
de seguir, construyendo. Me trae el
perfume podrido del caracol, por la 
cual debo asumir que està muerto. No 
siempre es asi, hay hombres que llevan
heridas por toda su existencia.

Y ello no es una ceremonia del dolor
ni una expediciòn de otra estètica a la
vida.

Es nada màs una forma de la existencia
buscando su espìritu a travès de la 
la muerte.

Una forma de existencia que la alcanza.




Devenir





Cuando despertaste poseìas un libro.
Luego fuiste esparcido y seguidamente pensaste
en los frutos, como lo hace un forastero.

Eras un vagabundo, pero en el interior de
la nieve, pronunciabas.

Desde ese tiempo hasta hoy, fueron
creados los termometros.

Los submarinos y termometros, las funciones
teatrales de una carta.

La espeleologìa y las sienes, dibujaban el
sentido comun por la noche.

La estructura del sol hizo del oceano
otro heliotropo.

Los plasticos se convirtieron en satèlites.

Las lunas se hicieron antropòfagas.

Las fragatas describieron una foto por la cual
la imaginaciòn se dedicarìa a morir.

La muerte se dice, es la aproximaciòn de
un murciàlago. La ciudadela donde
se agita la providencia.

La muerte es un ion con nociones de nuez
y angeologìa.

La muerte es el plan del oso frente a la cruz.
La teorìa del dado.
La episteme de la diadema en una herradura.

Al abandonar el sueño llevabas un libro.
Te objetaban los cometas por ello, fuiste puesto
al lado del azar  de y lo que brota, emergiste
con fuste de zinc y epitafios que ensortijan
en los minerales un lìmite, una armonìa
la crispaciòn de un màstodonte 
junto a las fabricas en
la cual giraban las chimeneas.

Entonces supiste nuevamente que estabas
en el devenir y no en la geometrìa.





Referencias desde un Estadìo






Veo el oceano y mi primera conclusiòn es que no
he aprendido del agua. Hay un cuchillo en mis manos
con el cual limpio y desnudo de nieve la arena. Hay
un gentilicio que por màs humano que parezca debe
su naturaleza a otra propiedad: De un gabinete;creo
casi estoy convencido.

Veo el oceano y pienso en mis manìas. En los 
diagnosticos que debe tener la naturaleza de mì, en
el cauce del amanecer semejante a un libro de
minerales, donde lo que leemos trae sòlo 
clasificaciones de estalactitas, conjuntos de agua
hechos por las piedras. Diviso los nombres del 
equilibrio -uno de arañas- y en ello las confecciones
textiles del grillo y del gallinazo. La posiciòn de
las placas tectònicas en relaciòn al sol. Descubro 
en cada teatro la eminencia de un ser que vuelve
a las olas, sin necesidad de una esquina. Imprimo
en un nucleo, desde el cual el caballo piensa en
su casa, la cavidad del ombligo.

Describo una calle, una con eventos de instinto
y metabolismo, como los que hunden una hoja o
cautivan los secretos que existen en una planicie,
cuando deja de ser digerida. Mientras un paso
como la flor se transforma en planeta y todos
los nichos en su espìritu...

Vuelven a ser inconquistables.




El Trapezoide y lo Trapezoidal





Mi lealtad para el perro.
Tambièn para el sino y el obelisco.
A las citas de una noche con el azul de
su monotonìa. A las dicotomìas y los monoplazas.
Al ladrido, a los ladrillos que coexisten en èl.
A las plumas de los ofidios. A las circunferencias
y los procedimientos legales. Mi lealtad al burro.
Al lenguaje de peruanismos en la idiosincracia.
Ese lenguaje sin identidad paseandose por
la hierba y los centimetros cubicos. Mi
lealtad para lo que no puede estar
compuesto de gigantes.
A la estructura quimica de los silencios.
A la flexibilidad.
En y durante todas las historias de la fotografìa.
Mi lealtad a los analisis de todas las herraduras.
Al sol en la arena como un juguete.
Mi lealtad nuevamente a los 
analisis y los precipicios.
A los idealismos y 
los trenes.
A los cipreses. 
A los crucigramas y la miscelanea polìtica.
A mi congruencia.
Mi lealtad a los màstiles.
A la diarìa procesiòn del conocimiento.
Mi lealtad a las zancadillas y al pelo.
A los lugares donde no puede edificarse el espacio.
A los trapezoides y lo trapezoidal.
A cada forma de monasterio o agua.
Mi lealtad a la versiòn junguiana del psicoanalisis.
(despuès de todas las piedras y los electrodos)
Mi lealtad a lo prehistòrico con grandes abedules de ceniza.
A mi equipaje de guijarros.
A mis libros de sufismo que llegaron no exentos de
snobismo ni aceite.
Mi lealtad a la propaganda celeste del fuego.
(todo fuego es amarillo)
A los cartilagos de los gatos.
A la capacidad que no puede deformarse en ellos.
Mi lealtad siempre a estar solo.
Casi siempre solitario. Muy a 
pesar que no sepa jamàs 
què significa ello.






miércoles, 11 de febrero de 2015

Castillos Inefables





Hasta donde llega la nieve, la destrucciòn 
o los fiordos alejados de los perdigones. El
culto al oceano y la niebla, los parrafos del
sueño, mientras conjuga una marea en el
lenguaje del mar, donde los tornasoles 
terminan de construir su percepciòn para 
convertirse en girasoles. Las cosas brillando
tendenciosamente a otro prado ahora, a 
otros bosques, donde el abecedario es de pubis
para crear mamiferos.

Pero, vuelvo a mirar el invierno. Las cosas
han cruzado la noche como un fruto. Su
sensibilidad es de fuselajes y acromiones. Su
resplandor es de pàramo y biologìam acariciando
microondas y saetas en èstas guiadas por
conmociones de bengalas: Pasajes indios
donde las estaciones, impregnan de brisa los
cuervos y los pinos cuentan esa historia -ya
casi leyenda- al amor, a los dados que hay 
en los pètalos, a las circunferencias dotadas
de iglues y la selva llegando a nosotros
con sus precipicios hacia el cielo de verde
vacìo

Y mientras la espesura coloca enjambres 
entre las corolas, una atmosfera de volcan
castillos inefables.





Reseña de un Acantilado





El siglo se ha cansado en alguno de tus jardìnes.
Sobre la postrera mueca de tu rostro
habìa un giro de uniformidad. La 
historia de un clan ortodoxo
con la realidad. Allì se derramaba la gente.

Y miro a lo lejos el morro.
El planetario que durante nuestra adolescencia 
fue una medialuna, aùn continua allì como
un demonio transparente y real a la vez.
Su espìritu sigue cultivando cosas profundas,
màgicas mitografìas.

Partes de tierra que desconocìamos 
-los andenes- han  crecido en sus faldas; casas y 
torres con la vida de otros hombres. Tù mirabas
esas faldas donde la creaciòn escondìa 
otros hombres que este verso sòlo 
podrìa convertir en nombres. 

Tù los mirabas y el
sol del atardecer tomaba formas de acertijo en
tu rostro, con una intensidad que no provenìa
de este mundo y a lo lejos, buscaba
perpetuarse.

Me pregunto -no sè si tù- Què habrà sido
de esa intensidad que en lo eterno
pretendìa inmolarse.

Paralelamente el siglo es una raiz.
Creciò sobre la hierba que alguna vez pisamos
y se convirtiò en una extraña forma del tiempo, igual que
todas las cosas en este acantilado.

Las que conocimos tuvieron nuestro destino.
Todas se arrojaron al amor como nosotros a los abismos.

Sòlo nosotros hemos regresado.
Amparados por diluvios y trenes. 
Sometidos por los latigos que besan las playas
al desnudarlas.

Mimeticamente como el sol cuando
duerme en la superficie del oceano.

Intentando vanamente que el devenir en 
èl no logre destruir nuestra memoria.