lunes, 29 de febrero de 2016

Los Ciclos Lacrimógenos






La hoja teñida de puntos infinitos como
el papel.

Maniobras silueteando desde un empirico
con melodías inmediatas, llenas de silencios como
los suburbios, llenas de espíritu como el hamb re.

-asi es como recuerdo las bacilicas-

Recreos de un aguila en el pelo
cubierta además por limones que inspiran
el conocimiento de un ciclo lacrimogeno.

Fabulas de homogeneos universos.
Recogiendose desde las veletas del sonido
entre pliegues que eran el horizonte.

Canteras de soplos entre el azogue
donde los sueños dibujan sus propias agujas.

Elementos de grises atmosferas para los paises
donde los estandartes iluminan a veces el torpor
y las cenizas.

Violetas palmetas en el alma.
Historias de truenos en la idolatría, con un
relampago arando en los parques semejantes de
la hierba.

Orientaciones de tejidos en una duna
imitandose entre hechos que desarrollaron un 
lingote de precipicio en la piel.

Linternas que cubren de helices
las bancas de un parque sumergido.

Límites de un sol en los craneos
cuando las mariposas
ondean en los tridentes del halo.

Limites manufacturados por los huesos
de una efigie
durmiendo en los veranos de los eclipses.

Colonías de un oceano entre astrologías
que encuentran sus constelaciones en los precipicios.

Ardientes memorias de racimo siempre.

Cuyos instantes vuelven a ser siempre 
el origen de una pregunta en las figuras.







La Mirada de los Hombres y Viceversa





No serà como sucede en esta hoja.
Tampoco serà igual a lo que acontece
en aquella donde se decidiò afiliar al amor
a un mamifero. 

Se decidiò lo contrario.

No puede ser igual a los ejemplos de la poesìa
cuando duerme y el espìritu muestra cosas celestes 
por el mundo. Los cornucopios que aterrizan en la gravedad, 
digamos.

Lamparas de evanescencia donde euclidianos los gatos
escriben los preludios de una efigie, tomada por el mar
cuando es un torno y las casas dejan oraciones de yeso.

Entonces.
Entonces no pertenecemos a los exilios de aquella lampara
ni su saqueo de la luz ni de la hierba, cuando 
nos encontramos solos y tenemos referencias a un astro
donde se escribe que sòlo ese hecho es cierto
y no hay mas relieves que 
aquellos dirigidos entre la porcelana a los puntos 
semidorados de las arcas

No es como este relicario donde se objetan cometas y el
siglo despuès posa su marcha de revelaciones
junto a una iguana y en el coral,
se eligen recipientes de vidrio, nombres de parentezcos
en el horario de las crines,
con pedazos y superficies lunares donde sabrà dios el peso
del oxigeno. Sabrà dios digo. Porque ademàs es 
invisible.

Tampoco es precisamente el oceano, divulgado por una
montaña y tampoco el muelle de crisolita, lacerados
por bacilicas de curvas que se
diseminan
o encuentran las medialunas de un ojo en la piel lleno
de genesis como los poros o historias secretas desnudandose
en una ventana de rejas por donde ya cruzaron
los lustros, los pròlogos,
las edades de una casa donde se inspiran secretos arreboles.

Diluvios con equipajes y secuencias de papel
semejantes a un equipaje de notas dimensionales en la
memoria, donde son creadas una maqueta diferente para cada astro.

Para cada astro devorando la mirada de los hombres y viceversa.








Iniciaciòn de un Barco






Los barcos son monologos de hiel.
Sus barcos resplandecen entre semioticas
de racimos, de plasticos que inundan de
petroleo sus venas. 

Industriales paises en la esquirla de una
raìz, desprendiendose de una mañana donde
los dioses bajan de la madrugada, rodeados
de estrellas en sus palabras.

Denominaciones de expresos
en una ortodoxa danza donde un cipres
encuentra el sueño en un paraguas.

Peregrinas visiones de espejos.
De relojes con una figura de barcos que 
todavìa nos inspiran entre historias de dianas y
compromisos en un vertice donde la mariposa
elabora una postura de la brisa
junto al pètalo y la armonìa,
junto a la ser y los violetas que terminan
de noche con el mundo.

Los barcos tambièn son uvas.
Llenan de emperdibles el ozono de las noches.

Y entonces. Detràs de ellos el sobre la 
nocturnidad, entre sueños de albumina nacen
otros fiordos.

Acariciando entre la mirada de los dinosaurios

el pubis de la brisa.










domingo, 28 de febrero de 2016

Los Ojos de los Peces





Tras la descripciòn desciende un farol.
Luego un zoologico toma la lluvia de las
flores en los vagones y el agua riela entre horizontes
esos extraños tornasoles de la vida.

Algùn planear del girasol
es arrastrado por la metamorfosis
en el polen. Emergen los bucles.

Faces de nieve en la hiel.
El higo como follaje de un constelado veneno.
La astrologìa del arca en un bergatìn. Los nùmeros que
encienden en el interior de los bucles los
techos de una amapola cuando cosas 
y formas se dirigen a la realidad
con la intensidad del hombre
y la coraza.

Y tras la intensidad, el barro. La morfologìa
de un dìa coloquial en los sueños y los significados de
algunas palabras atadas por la conciencia a un
relato, a las narraciones sobre un caracol lleno de heraldos
o construcciones que llegan de un vaporoso sudor
donde anhelamos los rìos, donde las cadenas 
se sientan para ser reemplazadas, donde 
los bolidos caminan y su andar apunta a las saetas
a los amuletos que brotan entre la carne del 
verbo, empujando una puerta siempre
un reflejo de una serpiente varada en los àrboles
y los primeros tropos del pavimento buscandose ya
entre las medulas.

Y luego un telèfono. El arriate circunvalando algo
lunar, una llegada del rìo, un monasterio lleno de paises
con huertos prehistoricos donde emergen anònimas
espinas.

Todas intentando formar esferas entre los ojos de
los peces.









Constituciòn del Dìa






El dìa ha pasado.

No sè si esto o aquello debiò acontecer
en el mismo para incrustar su nombre en los
peciolos.

No sè si las estrellas se hicieron escenicas,
teatrales como los vaticinios dorados de
los preludios.

Incluso pensamos en el oceano, como un
extraño yacimiento que no tiene un fìn
para sus olas. Nosotros lo veìamos.

Lo vemos en este dìa que pasa y llega sin
horizontes, sòlo como la muestra de un ciclo 
ornamental -casi de papel- en el tacto o esa
sensualidad cuyo erotismo decide la
sombra de la luz como un maravilloso desastre.

Liquidas lapas.

Coronas que a la vez son limites y selvas.

El hemisfereio cuyo estallido se da en el sueño 
igual a una soplo de la vida en una existencia que
se inclina a una flauta o la poesìa y el invierno
es de coral. 

Martilleo en los ejes de una cocina de aceite
desprendiendose por la tarde de los augurios del
pàjaro, de los cantos a ultramar de una lechuza
cuando recoge los peines entre la saliva y las
apariencias son de espuma o de vidrio,
de gema o helipuerto
dotado de tapires y barones, de circunstancias
semejantes a un botòn o un 
territorio
de morgues, cada uno con la intensidad de 
un leprosario en el rostro.

El dìa ha pasado.

Lo ha hecho con sus trenes. Con sus agujas.
Con esas bocinas que detienen lo nocturno
y el hedor de alguna ciclovìa, donde 
no dejan de morir iguanas
y lagartos.







A Cierta Hora








A cierta hora hay un pàjaro.
Una historia del ser habita en su interior,
ademas, una hoja muy particular en los arreboles que
acompañan a una araña, es creada.

A determinada hora todas las cosas significan
un megaterio.

Lo que es prohibido està colgado por los
paneles de todas las calles.

Ascienden las leyes acompañadas de
implicitos verdugos de carne.

El sol se transforma en un
compuesto quimico, sobre el lomo de los perros.

La piel de los hombres toma la naturaleza
del sebo y de la gelatina.

Vuelvese ritual ese horizonte que vuelvese 
por un instante, exacto.

La materia ensortija pedazos de agua.

Se esparcen anuencias como jarcias, todas de
barro descartando un idolo en cada una
de sus secuencias; el idolo es de 
arena.

A determinada hora, un reptil màs actual 
tiene gestos que no se cristalizan, que atan un
chorro de agua en las mangueras
antes de alcanzar un nido, un movil, una respuesta
en el orden de los simulacros.

Cuando las cosas estàn hechas de tiza
y los diàlogos de sol
cubiertas de andanadas microscopicas de 
azogue en el pelo.

Por ellas caminamos.

Como si lo hicieramos a traves de los espejos.










sábado, 27 de febrero de 2016

La Bolsa Negra







La bolsa atraviesa la puerta que està abierta.
-los adolescentes son mas 
idolatras que las aves,
asi que busco 
en sus figuras-

-los adolescentes son puros pensamientos,
una libertad que yo conocì alguna vez
pero que hoy alcanzo sòlo
en sueños-

La bolsa que atraviesa la puerta es negra. 
Supongo que ello es docil para el
viento. Supongo tambièn que esta sensaciòn
de hambre en mi estòmago me harìa verla 
desde otra concepciòn. No fuè asi.

Tampoco lo serà.

La bolsa que atraviesa esta puerta era
semideforme. Construyò una escena que 
durò sòlo un instante. Me permitiò quedarme
incrustado para siempre en ello, durante
ese instante.

Què cosa habrìa llevado esa bolsa antes que 
los hombres la arrojaran al vacìo.

Porquè fuè dejada esta puerta de mi casa 
abierta?

La bolsa era negra. No sè de dònde era.
Son las ùnicas dos cosas que puedo afirmar
de su existencia.

Y si la puerta està abierta a esta hora es 
simplemente porque el universo de mi casa
està habitado por fantasmas.








Los Circulos al Redondearse





El sol se ha ido. Huele a leprosario que
es innumerable. A cabellera que es
un pensamiento del arte en el poema. A empresa
de peninsula en algun punto de esas 
caravanas, donde empieza el
sonido. Barcos al pie de 
la espuma.

Fascinantes oceanos redondeados
por los circulos de un planeta
buscando la clarividencia
de un amuleto aùn insomne en 
el lampo
donde los juguetes se convierten
en hiedra.

El sol. Su rendimiento es el paraje de 
una ley donde giran las particulas e
iguales a los halos
vibran como estandartes de flores
y meridianos
azulando de fuego sus cortezas.

Ramplas de febrero como una escama
en el pecho. Metabolismo de
pulsos a travès de la llama
donde el forma su presente el ascua
llena de crateres
y cartas de fosforo, junto a simulacros
de manticas.

El sol y la tarde se han ido. Los
puntos llenan de marchas el viento, la
brisa es coloquial desde el instante 
en que se aleja convertida en papel
hacia siniestros latigos
de arena.

Extraños preludios de buitre en una 
cuesta encarnizada.

Derramamientos de ruinas. Tormentos
que vuelven de una hipnosis entre
sus cubiertas donde el alfange
de un labio es la misma y sigue
colocando palabras de vidrio en un mundo
donde duermen y sueñan las corolas.

El sol.

Y esas llamas que algùn dìa devoraràn 
la tierra.











viernes, 26 de febrero de 2016

Poema






Sólo un verano. Una caverna
en la cruz herida por un rayo de luz.
Entonces las maderas vuelven a 
las crestas de lo luminoso.

Asumase un pliegue en la nube
-ya anudado a otros-
donde giran los tornasoles.

Ajeno el reloj de un predicado en
un universo de espirales bellezas, de 
dimensiones y apartados postales de 
esteticas,

Asomase el uniforme de máscaras
y nace el hilo de piel encerrado
entre apariencias hermeticas.

Extraño y partiendo hacia la rada 
donde veteranos moluzcos abren las 
conchas de una estrella de mar
llena de plenilunios.

Uniformado el mito que desnuda la
seda en teoreticos paises de sirgadores
formadas por extrañas dianas de 
nucleos.

Voces de helices en el cartón
junto a venenos en las puntas de los
alicates.

Nombres de herraduras semejantes 
a un analisis que llega de las escolleras.

Un analisis que no trata de ti ni de mí.

Que ha olvidado entre las piedras 
de los puertos aquello que llamamos 
hombre.







La Otra Rosa






El nombre de la flor en el rostro y sobre
ella un tatuaje. La ciudad de la esquirla en el
ghetto y sobre las celulas, organos de hierro como
cayendo de los arrecifes. Un poco màs allà un 
edificio. El mismo fue construido sobre
miles de hormigueros.

Plasticos juglares de espuma que se sedimentan.
Boinas de semidioses que empurpuranse.
Lamparas donde sòlo el brillo del fuego puede 
pronunciar ancestralidad.

Selvas de maniaticas escalinatas por donde el
paso vuelve a los truenos por las grietas de algo 
semejante al sueño. Selvas por donde el acero
enhebra un dìa igual a la voluntad en las hojas. En
los papiros que hoy celebran la idiosincracia
o la identidad de una pantera como quien escupe
de manera celeste en una estela.
En el ir.

Hojarasca de hiel en el musgo.
Bastiones de cera en una de las ultimas funciones del
mar en un anfiteatro. 

Construcciones atìpicas antes de un lustro donde
se embarran los proscenios con sendas cordilleras de
desvanecencia.

Poros a travès de los cuales cae un vapososo helio
encerrado en la temperatura del sudor.

Giros de las uñas convirtiendose en hipodromos.

En felinarios azules que cuelgan.

De un infinito paìs colgado de 
otra rosa.











jueves, 25 de febrero de 2016

La Estrella en la Frente





Estrictos cuerpos de carbòn y plastilina.
Rigurosos ante la tempestad de la mirada.
Casi disciplinados como un higo.

Idolos al pie de los zocalos mientras los espacios
se humedecen.

Colonìas de barro donde empieza una lìnea de
piedra para un rumiante y luego el canto se dirige
a un mamifero.

La carne de una brisa es desfigurada por una daga.
La lectricidad llega al final del agua con una balsa de
hierro y se mantiene en ella con todas las fuerzas con
que alguna vez nos atamos a las superficies.

Extraño inquilino en esas aguas.
Rubores de disciplinas y siliconas de un cuerpo
donde los oboes descansan igual que una
noche en los numeros de una carta.

Periodos formados por nombres.
Por el fruto de una nervadura en un eclipse, cuando
las cosas llegan del mar disgregandose.

Partes de cielos en los latigos donde nace una replica.
Hacia donde caminan los moluzcos con una
antigua piedra de cosos. Hacìa ellos las clepsidras 
llevando algo extraño.

Algo como el hecho o a nieve
que acaso sean explicitos entre la versatilidad
de los cartilagos, exponiendo un aire de simpleza y
oceano.

Inndaciones de anonimos tigres donde el amor
se eleva igual que un nombre astral en las planicies de
un cuerpo, con una estrella incrustada en la frente
del mismo.

No sabemos porquè...

Lo ùnico cierto es que serà ella quien asista a la
formaciòn del primer pensamiento en aquel hombre.





Una Superficie del Mundo





La palabra encierra por un momento al
espacio. Luego lo hace con sus silabas. En estas
se halla el tiempo y las obsidiana mostrando alguna
de sus cartas en los promontorios. Las alas son
aún nictalopes en cada uno de los huesos.

Gestos anonimos de un grito enseñando su
rostro en la oscuridad. Planeadores que se estrellan
contra los árboles. El grito allí pertenece al tronco
y los fuselajes. Aguardo el del hombre en las
palmeras de una tijera. Sus sonidos entre
la orilla cuando gritan buscando todo aquello 
que amaron.

Regiones de bicicletas para que las ruecas despierten
silenciosas como la brillantes de un escrúpulo. Lo extraño 
es que una bicicleta no es un escrúpulo. Mucho menos
un fulgor con el cual pudieran emerger 
hacia dimensiones donde las catalinas aprendieron a formar
un circulo en las llantas. Los hombres sólo las llenaron
de oxido.

Regiones de bicicletas formando limites.
Troncos de las cuales los ojos arrancan abstracciones.
Sentidos de un pensamiento que se aleja entre el movimiento
de la luz en un ancla. En un reino de bozales.

Donde la arquitectura del mundo se convierte en una hoja
precipitandose sobre las estelas de las madreselvas.






Los Muros que Escarban





Hay un ave. La misma imprime una hoja en sus cabellos.
Creo en ello sin esa inocencia durante tiempos de melenas
o historias que besan la tierra por primera vez con sus salivas
conduciendo en éstas, leyendas de organismos, según los
papiros y el interior de cofres antediluvianos. 


Creo en ello. Muy cerca al ave está lo que voy a escribir; también
hay un puerto. El puerto lo componen aún los muros.

- basta escarbar los muros para encontrar cosas ligadas 
a esta estrofa-


Hay. En este instante nada se parece al ave porque está
compuesto de ladrillos y por que no de yacimientos. De 
trompetas que devanan en la electricidad, historias oscuras
de chispas. Alguna alimentó al hombre.

Hay. Yo también debería escarbar en ese hay acompañado 
de elementos y calles que vislumbran ciudades desde un redil y
las jabalinas de metal brillando en una alambrada de grilletes.

Helechos de aire. La bolsa que es arrastrada por el viento.
El camino hacia la estela cuando el sopo describía mediterraneo
las faces de la luna entre los peces. Los kilometros de un
acertijo. Los cabellos de una taza rota por un gato.

Un violín escarcha con su sonido sacrificios a lo lejos.

El numero en la frente de una pantera construye el ala
de su metafísica y entre idilios emergeraán las sienes para
colocar una selva. Debo decir que una pantera es de por
sí una metafisica. Policroma y primaveral como los patios.

Apariencias de ubres entre las copas. El sedimento roto
de una escama donde los días se apuraban en recorrer un 
termometro después de la fiebre y los antepasados.

Esos que leen el genesis a la altura de la boca.





miércoles, 24 de febrero de 2016

Yesca







Habìamos descendido por una medalla. Tenìa
un helice y un flanco destinado a convertirse en pubis 
antes de ser alcanzados por la brisa o los despliegues del
roce en una torre.

Por un eslabòn que flanqueaba bozales en los
corredores de un tigre, amarillo hoy que el verano
se acerca a su destierro en el otoño.

Ese es el sentido del destierro: enseñarnos el
resplandor de las cosas. Asi volverà a suceder en 
este otoño. Asi volverà a suceder en cada àrbol.


Caminabamos como descubriendonos. Afirmandonos
en cada paso. Dejando nuestro nombre en cada una de 
las huellas.

Habìamos caminado entre los girasoles. Està bien, sè
que en cada una de sus celulas vibran extraños tatuajes y
es tambièn cierto; entre sus tallos se elevan revoluciones
de batistas y pliegues iguales a talismanes arrancando
un gurbiòn de trigo al vientre de una mariposa.
Todo eso es claro.

Lo que es incomprensible àun es el origen de esta
palabra ahora que se aleja entre la plaga una libelula.

Lo que es misterioso es la silueta del enigma
-lleno de contradicciones- preparando la llegada de una
primavera en cada mirada. En casa ojo.

Incluso de aquel que por la noche descubre entre la 
inmensidad de la yesca a los iris.








El Universo Individual






Recuerdo un timpano cerca del juguete. El dìa
al lado del espejo como un galeòn bañado por los
arquetipos y quimeras. Recuerdo la uña en 
la conciencia de una figura que descendìa por
las enredaderas. Sabìamos de ellas porque 
existiamos allì desde niños.

Recuerdo el àngel entre las urnas de la noche: su
definiciòn de la luz entre las sombras, la llegada a un
neologismo o el maravilloso y secreto canto de una silaba.

Las cosas eran diafanas en èl, como una aurora de
epifanìas. Como un jardìn de revelaciones.

Evoco tambièn haber caminado por una percusiòn.

Bajo la silueta de un audìfono que traìa un ser
semejante a un planeta o aquellos semidioses
que transportan un himen en sus estelas de grasas.

Veo el estremecimiento. Cualquiera dirà que todo
estremecimiento es una especie de mañana que se decide
a escribir en esos palacios que son amarillos y tempranos
en la cabeza de un hombre y de otro interior, ajeno
a las sacudidas de un huerto donde emerge con
su luna rosada un astronauta. Alguien dirà.

Recuerdo una palabra. Luego otra. Caminaban
de forma profètica entre un lenguaje que no tenìa por
què ser maravilloso. Pero que -entre otras cosas- edificaba
las propias silabas de sus maleficios. Lo cual no es
una maldiciòn.

Es sòlo la estela de un astro que en vez de caer a la
tierra.

Se alza al universo, desde ella.






martes, 23 de febrero de 2016

Equilibrio y Distancia en las Figuras






La piedra es un meridiano.
Junto a ella estàn las luces y los extranjeros.

Algùn vuelo se levanta de los oceanos
conduciendo a la atmosfera retratos de espuma.

Los niños vuelven a la explanada donde
el verano diseca sus salivas.

Las pupilas vuelven al parpado y cerca del
eter es formada una glorieta.

Los dìas de este horizonte se escarchan
igual que un contenido.       

Los pàjaros ignoran el azufre desde esta terraza 
y el amanecer es impregnado de flecos. De inmensas
historias traidas a este instante por numismàticas.

Vemos azulejos partiendo hacia una molècula
o un apostolado que surge en el paradero de una
flor intentando construir paràbolas.

Oìmos desde esa sensibilidad que luce sus himnos
de manera primitiva y rumiante.

Oìmos en esta plaza encerrada por el sol el
sonido de un tapir en medio de los elixires.

Llenos de margenes, avanzamos a una casa
elevada entre los pudores.

Pormontorios de valles se alzan sobre un prisma
y en uno de los batiscafos de la arena, nacen
los cipreses.

Lecciones de agua en el aire y la orilla con
imagenes de dormitorios de cuervos.

La piedra en un perihelio. Nos sentamos junto a
ella sin ningùn horizonte en los ojos.

Cabelleras iguales a la noche buscan un hombro
devorado por la radioactividad.

Fuselajes y paginas de arena inundan de tijeras 
y codigos los rìos.

Metales y megàfonos rastreados por una cuchara
en un mundo de sòlo precipicios de luz.

Un mundo con equilibrios marginales de madera.

Donde se busca a si mismo el equilibrio.

Y entonces se crea la distancia.










Memoria de la Poesìa





Aquì vuelven a llegar cosas pequeñas.

El aire es empujado por un barco de humo.
El cristal se detiene en una de las hojas siendo
invisible. La gravedad vuelve a relativizarse 
entre la poesìa. 

Los mundos a donde se eleva, seràn siempre 
los que desconocemos.

La nuestra es sòlo una poesìa atada a la tierra.

Pero serà realmente poesìa?

En tanto vivamos en esa duda ella serà 
terrestre como las aspas y los molinos.

Como los esqueletos que deja la carne
en la memoria una mañana  para volver 
por el atardecer a los mismos.

Aquì vuelven a llegar cosas pequeñas.

Diminutas como ese sonido que conquistamos
en el labio y algun lenguaje lo convirtiò en 
palabra. En ramo de sueño o identidad
que desciende de los brillos con 
alguna especie de sol,
de gema que es devorada por fabulosos
diamantes.

Todo ello sucediò y sucede en el lenguaje
cuando nos alejamos.

Y silenciosamente la poesìa en èl
nos olvida.







El Gameto Lila




Sin embargo las formas se arrastran y luego pertenecen 
al poema. El mismo sacude una muralla donde nunca 
pensariamos que sucedería. Luego crecen los agujeros 
para que allí duerma un barco.

Yo no puedo responder por el barco. Puedo pensarlo, lo
cual no es originalidad alguna. La originalidad se
encuentra al final del pensamiento. Cuando las formas 
llegan en silencio. Y la imaginación toma algunos
bordes del pensamiento para volver a los pasos,
a la paciencia con que tejemos una huella. La nuestra
sólo a veces oye un hilo. La nuestra muere debajo de 
los árboles buscando latitudes y nidos en la naturaleza.
Yo respondo sólo por las bicicletas que carcomen
por la noche los circulos dejados por las catalinas.
Esa -en lo personal- parece una obra absurda y 
sobrehumana. Asi es.

Entonces nos encontramos con la definición de las anclas
en nuestros oidos. El pétalo que lleva la flor es magnetico 
y detiene no sólo feromonas y polen, también lo hace
con las alas de bronce de una abeja. Yo nunca vi un
ala de bronce.

Dictado de lumbres y masas junto a la escritura de un
obrero, donde las sociedades detienen las civilizaciones
en un gesto de hambre, donde se citan extrañamente
las evoluciones, las circunferencias, el gameto lila
en el corazón de la saliva.Sin embargo el día escribe,
palido como la silueta de una efigie en los parques
cuando los frutos dejan de madurar junto a una
pantera.

Y la pantera cuando llegamos al parque por la noche
nos pide una palabra.

Para abrir el corazón de los frutos.

Para que al menos una de sus atomos despierten.





La Vida Azul de la Magia






Una vida azul, pariente del enves del hidrogeno.

-con màs propiedad diremos que se trata de
su sombra-

Sus mundos han aparecido en este invierno y son
diàlogos. Interpretaciones de arena cuando los
desiertos quedan anudados en el viento
y las guitarras entre la vida azul de la magia.

Mañanas cuta memoria se acerca a los cines.
-seguramente eso es la llgada al olvido.
Traqueteo de la foca que sangra entre lo inmune.
Eclipses que tambièn son de cera en este espacio
del cual recogemos idilios de bozales y obsidianas.

Jardines de nudos donde queda atada la 
electricidad y los baules son sedados por una mecha
de color celeste semejante a las tendencia.

Selvas de verde profundidad para este telescopio.

Una vida que podrìa ser azul, con esos comportamientos 
llegando despuès de las apariencias y las avenidas donde el tramite
de los taxis es ecuestre y por instantes, acuatico.

Juguetes maritimos en las algas de una vera donde los
dioses aùn queman exclamaciones y huellas sexuales en la
razòn de sus mitografìas.

Nucleos de flancos en una historia de febrero ardiente,
disecando los higos en algun espacio que limita con las 
sienes y la estatura de un latido ahora que reencarnamos
cada una de nuestras siluetas en un mastil sin silabas.

En la conciencia que pasa en los paraguas de arroz y las
orbitas que no son de los planetas, pero nos conmovemos al
pensar en ello.

Y al estrecharlo como si fuera nuevamente nuestro ùnico
mundo. Comprendemos mucho mas de que ese mundo
existe.

Y arroja diariamente las esferas  a la vida azul de la carne.









El Enrolar del Ozono






La imagen pertenece a una botella donde
los pàjaros esta noche llevan en cada pluma
una liebre...Por algùn instante pienso que llegan
del misterio debido a ello. Son platedas las bovedas.

La imagen es esotèrica segun la versiòn de la
hojarasca en el interior de los huesos.

Proviene del musgo algunos dìas y en otros proviene
de la humedad. De las crestas que un gallo pone a remojar
en las proas, entre luminosos violines de grillos.

Pluvial como una azotea y una membrana.
Dispuesta a penetrar en una gruta con la misma
intenciòn con que penetra un reloj o un canto de arcilla.
Decidida a ser la voluntad o la carne en un peciolo.
Entre las nervaduras.

Llena de utensilios, de herraduras una tarde de parlantes
con augurios dorados, perdiendose en las torres.

La imagen se inclina a una mesa, donde los objetos de
hierro, preparan su sentido. Rodeada de seres y 
maquinas descubre en las lonjas el ultimo piano
de la lluvia. Se descubre ademàs que la ola es reciproca.

La imagen luce completa su uva y ellos significa
llegar a los limites.

A un plano medieval de esferas.

Al parpadeo de la nuca.

Una mañana en que el universo entero enrola pajaros
entre el ozono.









lunes, 22 de febrero de 2016

Despuès de una Mosca





Pensamos en un atardecer acostumbrado al cielo
desde una especie de condena, obviando asi el tema
de un proceso inmerso en el crepùsculo.

Preguntamos por los peldaños. Por los instantes que 
parecen llegar de una galaxia, del infinito y no lo hacen
acompañadas del oceano.

Nos sentaremos en uno de esos parques donde 
volvemos a sentir como niños cuando vivimos en la 
piel aquella sutileza y seremos recorridos nuevamente
por los ejes. Basicamente por aquel que sostiene la
tierra. Nos preguntaremos si es el mismo que suspende
el universo.

Nos enamoraremos de una mosca -otra vez- y estarà bien.
Recuerda que al final de nuestro romance con una mosca,
tù y yo fuimos encontrados por el amor.

Recuerda tambièn que a partir de ese dìa, los nuestros
adquirieron el color del higado.

Compartirèmos nuevamente los relojes para reconocer
que vimos de manera diferente el tiempo. El tiempo por lo
general engaña al espacio, lugar a donde toda existencia
es derivada.

Podremos contarles a los hombres de donde provienen
todos los ladridos por la noche. La fisica de sus sonidos
nos diràn en donde se encuentran.

Pensaremos en las figuras del mar con una vacìo.

Ya no habràn encantamientos ni contemplaciones.

Sòlo una erupciòn en los crateres de cada poro.

Donde el sudor imagina la niebla.

Antes que ascienda a los cielos transformandose
en imanes.








El Pez que Asciende






Algunos nombres representan un origen.
Otras logran pronunciar los enigmas que hay en 
un prismatico, acompañado de jinetes. Tales
enigmas dejan ver una plancha adherida a un 
plasma y las mesas -dividiendose- huyen como 
lexicos de un manantial donde surgen los verbos
como lazos de zocalos tocando las celulas
y los proverbios de remotas bolicheras.

-el pez asciende al salmo simultaneamente-

En el viento se fermentan paises con sufijos. 
La mañana es de oxigeno que ahoga sus entrañas.
La mañana con la particularidad de un ave
que roza su frente en el violeta para desprender
su aliento hasta el de los perdigones. Un esquema
se une a los idolos donde los cristales enumeran
los dìas de un calendario ajustado en la pared
por un àrbol o un diario de axilas camino
de los opalos.

Sì, algunos nombres representan el oido. 
Otros huyen de las formulas con una estrella de
color marron en la piel y una aceituna en la boca.
Las clepsidras toman un caracol de las escaleras, de
las lluvias de aceite donde seguramente surgirà
un manantial que en principio es sòlo del oido.

Algunos nombres que son un tatuaje.
Algunas brisas que llegan empujadas por los tulipanes
y las grutas. Meteoros que incluso olvidan el
sueño hasta desfigurar una palabra.

Una tras otra.

Hasta encontrar el misterio.






Junto a una Lechuza





A travès de la sudestada que une mandibulas a 
una sombra de oro en el platino. En el jadeo de los 
purpuras en los cordeles.

En la historia del mandil creado por la saliva
y su amarillo nihilismo.

En el ambar cuando llega de un preambulo.

Butacas de nieve en el final de la tierra.
Colinas en un profundo sesgo mientras la noche
convierte la armonìa en lecho. En lince
que en la aurora percibe un tapir, lleno de
prismas y follajes en sus uñas.

Gesto del rastro en la explanada de
un portaaviones. Un diluvio recogiendo sus
dìas de agua y madera, su escarcha a travès de 
la flor, anunciando la versatilidad de la sangre
para moverse entre las venas.

Y a travès del pulso en el cristal las ulceras 
de los hombres. Las visceras llenas de catapultas
y esqueltos. Alguna estrella encerrada en sus
huesos llena de capitolios.

A travès. Entonces las cenizas.
La memoria del filo en una granizada.
El papel del verso en los muelles cuando somos
domados por la fiebre encerrada en las palabras
y esta programa festines como la
ceremonia de una jabalina -digamos- o la
orgìa en los ecos.

Escaladas de plumas junto a un buitre.

Todos los horizontes -hoy- acortando su
distancia. 

El reloj en los tallos lleva una 
tijera de yeso y la continuidad pliega una esfera
a los almanaques de los bergatines.

Filtros donde duermen particulas.

Terrestres cartas de barro donde la nebulosa
actùa de manera misteriosa en las cenizas
de los hemisferios. 

Mirando 
los objetos boreales que son
desconocidos.

Junto a una lechuza.

Y sin saber porquè.









sábado, 20 de febrero de 2016

Poema







La palabra cae por el color rojo de una avenida.
Sus heridas son como limites por donde alguna vez
pasaron las sienes. El amanecer se dilata en un
palco rubio. Lo demàs pertenece al silencio.

Pensamientos. Alguno de ellos incrustàndose en el helio.
Hacia mucho tiempo que la atmòsfera trazò allì la
historia de un diamante, colocado de manera que
un tallo se reencarnara en la vida, igual a una luz reciproca
en el movimiento. Entre lo simultaneo. Balsas de iones
devorando aquello cuando la escena termina.

Redes de iguanas en una ideologìa de pus
en una fabrica, donde los obreros se humedecen junto
al oxido de una replica y la huella de un atajo al colapso
o la fiebre.

Larvas de focas en un contenido de nucas que
deambulan entre pabellones donde articulaba la brisa 
el orden de los cefiros entre la realidad. Eso
es lo que vi por primera vez en la palabra.


La palabra cae. Junto a ella la uña donde una oraciòn
desprende cañas de porcelana y muselinas, dando origen
a la explicaciòn, a un pulmòn que en el estuario marca
el instante del respiro para un obelisco, para la existencia
de una goleta y el reloj que se batìa entre
ejercicios de cadencias y  rutas de plastico que son
reliquias del tiempo en el desierto.

Un tiempo diseminado entre colores rojos de plastico.






viernes, 19 de febrero de 2016

Anfiteatros Extraños





Una estructura de palomas.
Callejones de niebla y en un talisman la caida
de la llamarada, atravesada
por un pàjaro de barro.

Circunferencias al final de la noche junto a 
un ovulo. Dìas boreales escribiendo de un inmenso cometa.
Su pulso era allegado al de una diana.

Barajas de porcelana entonces encerradas en un cefiro.

Tropos de caucho entre la plastilina. El neumàtico 
junto al banco de claveles adquiriendo la forma de una
diminuta albufera. Yo sè -sin embargo- de algo
en esa naturaleza siempre tan distante.

Esferas de cuchillos y para la rotaciòn esa gravedad
de humo, anhelando el confìn en una plaza. En una agitarse
de invisibles espejos en una ventana donde los tejidos
llevaban un poco de agua, un antiguo caracol y un alfil
en sus hilos de extraños anfiteatros.

Supremacias de oxigeno en la hora donde
las cosas delimitan el himno en la hierba, dorado
por la sombra de los pètalos.

Isocronìa de cabellos.
Plural de una noche entre los dromedarios
estructurados por iones y avutardas hasta el diario
de los fuselajes.

Ciudades y puas, donde lo maravilloso presagiò
un citara prodigiosa, en la silueta donde se bañaban
en el acido los clerigos, acompañados del resplandor
de metàlicos sofismas.

Rìos sobre una amanecer de rastrillajes tocados por
el aluminio. Herraduras con un pie entre los quistes y 
tumores: solidos cardumenes tomando una vida propia
en este cuerpo.

Hasta la llegada de los aros.

O ese enigmatico panorama donde incrustamos las uñas
una vez màs en los peciolos del hambre.





Epistemologìa de una Mosca






Ni una palabra.
Ni su fìn en las andanadas de una figura
encerrada entre espinas de alambradas 
y pseudonimos. Por un segundo esto
parece tocar las preguntas que son
milenarias. De alguna manera u otra
las conozco.

Urnas del pez en dimensiones que tocan
la epistemologìa de una mosca
entre zocalos de leche.

Ladra el sol entre mascaras de sus apariencias
regadas por la realidad, con la ciencia
de un tejido que invoca la flor
desde los marsupiales.

Flotas de barcos de hielo. Un universo 
desconocido con un planeta tomado como rehen
por una de sus sienes.

Ni una sola, todas tomaron el camino de la
belleza bajo una idilica trayectoria de nervios
en un pozo de madera.

Juncos donde algùn amanecer fue evaluado el
àmbito de una calavera, sucia y amarilla en sus
lenguajes.

Cartas de antepasados que se extinguen en
una bacilica donde el color de los truenos inmola
en uno de sus sacrificios, ordenes de sonidos.

Ni una palabra que adquiriera el don
de sumergirse y nos mostrara el camino a las 
colonias, entre galeones que limitaban al
sur con sus equilibrios.

Al norte con sus escencias; todas tenìan
descelaces de granizo y cofradìas de sesgo en
boca de sus selvas.

En los labios de las lamparas. No lo sè.

Lo ùnico claro es que en el interior del poema
brillan como diamantes los desastres.







La Luz que se Deforma







Entiendo el fulgor. El fondo en la camisa de
la unidad. El cretaceo si llego a la punta
de una caverna; aquì, abordo un muro lleno
de cinematografos y revelaciones
donde se multiplican
los mamiferos.

-dìas para estos ùltimos de transfiguraciones-

Trato de ser conciente como el hilo o al menos 
poseer esa lucidez semejante a una palabra que 
agoniza en las esquirlas de las orillas.

Palabras de ojeras en las silabas como si
los objetos hubieran tomado los kilometros del
corazòn en el momento de su frenesì.

Comprendo las avenidas donde el meridiano
descascara un balòn. Un migrar de pelicanos que se
dirigen a ciudades de remolinos en el
pecho.

Concentraciones de utiles para las patas de
aquellos pelicanos llenos de iluminaciones como la 
duda.

Migraciones en las cuales hay una solo cirio que
levita entre las cartas donde una pira se marchita.

Amaneceres constituyendo las frases de los
esquimales en un dormitorio 
de hielo.

Temperaturas que hoy transitan por la espuma
y toman la psicodelia de los clanes bajo un atardecer
en que las llaman convocan sòlo mastiles y navìos.

Y lo hacen en una greva de ebano.

En una transfigurada luz que se deforma.






La Bocinas de los Automòviles





Esta mañana -en que el viento camina-
trae la evocaciòn de lejanos ecos donde
una de las brisas trae el movimento de 
los ecos de las bocinas de los automoviles.

Esta mañana en que hay pàjaros en el
corazòn iguales a una serpiente y el nihilismo
del horizonte es perpetuo entre menguantes.

Extraño menguantes dando forma a los solsticios.

Nombre de yeso en alguna de las bolicheras donde
un espìritu de eter culmina en este instante
con aquel que proviene de las catalinas. Dando origen
a un columpio, a un cine de vidrios, a una argolla
en las sombras. Nombres de catalinas escribimos.

Las mismas se encuentran en el circulo de las bicicletas.

Zoologìas con las cuales se inventa uno sombra.

Nombres de insignias en el papel y la intensidad de
lo ardiente. Nombres que situan su vida entre
educaciones que definen acertijos en una
alborada de tortugas. Entre marcos logisticos de 
urnas y periodicos.

Esta mañana en que todo aquello que ignoro
avanza entre las galerìas de los circulos
con un joven satelite, reflejando en sus crines
los idilios.

Esta especie de oxigeno en el aire con
universales cantidades de arrojo y estrellas que
toman el pulso de las inflexiones. Barcos
a vapor en uno de los hombros....Aves
que posaban una moneda en cada ojo
del ave agonizante de la arena.

Reencarnaciones que dejamos para el voceo.
Voces inutiles desde las que añadimos a una piramide
y una pantera devorando los àrboles impulsando
otra voces, para que la dìa suceda.

Y el viento que empuja la cortinas trae ecos
de las bocinas de los automoviles.









jueves, 18 de febrero de 2016

Lo que Heredamos





El cuaderno en la mesa trae un parpadeo.
El nombre a travès de sus batistas lo presiente y enumera.
Antiguos los ojos del mar que ascienden por
una marea.

El sueño abre una hoja disputada por sus entrañas
al cuerpo.
Algo se abre paso entre jirones de niebla hasta alcanzar
el enigma.
Los pajaros avanzan debajo de las calaminas
donde los legados duermen confundidos con las encrucijadas.

Palabras de extraños trazados en los soliloquios.
Especies de cadmio traidas por un poema donde el oceano
significaba un abalorio.
Puertos de maquinas con extrañezas de limòn.
Lineas en las palabras cuyas fotas yerran como acertijos.
Sinonimos de hambre recorriendo los trenes en cuclillas.
Manchas de adioses una mañana en que los
atomos son manchas de fuego que liberan
sus apostolados.

Nùmeros de tijeras con relojes mimeticos.
Llamaradas de frisos con fragmentos de lenguas.
Capitulos de hierba escribiendo en el interior de un capitulo
donde las palabras ocultan a los sonidos de las mismas
en el silencio de las formas lunares.

Ensenadas descritas por caleidoscopios.
Nùmeros de valles al final del proscenio, donde la noche
sepulta una medalla.

Caballos iguales al origen.
Manadas de oxigeno y desde la razòn un diluvio
de artropodos.

Cometas desde aquel que arrasaba de niño las agujas
y telepodromos.

Caballos transformandose en figuras al final de
la realidad.

Edificando de esa manera, lo ùnico que bajo el sol
heredamos.










miércoles, 17 de febrero de 2016

Las Bovedas del Eter






Aquì las palmeras tienen una boveda 
llegando desde el oceano con un himno dorado
como el que poseen los tigres entre sus mandibulas.

Es un himno ademàs que posee movimiento.
Que describe las puertas.
Parece el eter.

Màs allà la puerta es de selva virgen, dotada
de periscopios y parpados que abandonanse a una silueta.
Creen que asi se forma un pubis. Tambièn lo creo.

Màs allà universos desprendiendose. El aliento de
sus bocas es de petroleo. Un filtro degollando una de sus
venas completa el eufemismo.

Palabras de aire y de papel surcan monasterios de
lenguajes enumerando aniversarios de colores
en sus oboes. Sueñan -estàn soñando que asi se
es una citara- un patio de algodòn en las cartas
de maìz donde vivimos.

Palcos de ofidios en una publicaciòn de oxigeno
en el aire. Cortinas cerrando las cortinas de
una torre.

Las ventanas en esas torres parecìan magnificas.
No es asi.

Aquì las palmeras tienen una boveda.

Y alguien ha devorado el puente donde
volvìanse de manera purpura a las calles.

Alguien que quizà es un mamifero.
Alguien que envuelve una tijera con metamorfosis
donde elevan los trayectos las diasporas.

Y objetos como los intestinos en ellas
recrean la vida de sus cartilagos en cada una
de sus teatros de porcelana

libres y crepusculares como la memoria.










Poema





La edad del florecimiento en tus cabellos
guardaba la línea que temprano los equinoccios
dejaron junto a una luz emplumada.

Pensamientos de aire en una avenida.
Cantos de sortijas que enredabanse en la nieve.
Molinos a través de esa luz incomparable en los truenos,
alguien la persiguió por los circulos, uno de esos circulos
era la noche anudando extraños martillos
al verbo.

Frases de cometas inventados por las cúpulas de
una brisa. La semiluna donde el pavor y el instinto
dejaban un telegrama de lluvia para que llegaras,
para que algo en tus tijeras nos reconozca y la
piel fuera como ese verso empujado al acantilado
con vaticinios marítimos.

La edad que no alcanzó el pensamiento desde
las aguas amarillas. Que contemplò el frío con desconcierto
y soportó los desiertos de hollìn en las silabas.

Esas silabas hundiendose en un regazo.

Juntando manantiales por la noche hasta crear
un mar.

Y desde secretas colinas arrojarlo a los oceanos.







El Rostro Morado de la Luz






Escribiendo sobre una particula
junto al rostro morado de la luz.

Escribiendo de un mar con telescopios
y eslabones.

En los ojos amarillos del hoplita
o el magnesio sin lograr cubrir otros himnos
de la tierra. En lo gravitacional o el 
ademàn.

Manifestando lo que segùn la criatura
anida para ella entre fondos de escarcha
y marionetas de carne. 

Este parque sòlo lo intuye.
Este paredòn no lo afirma.
Ese conjunto de muros que dan paso al
pabellòn, tampoco. Hay figuras electricas
pero son un peso circunstancial o 
simultaneo, pero estas
evitan suspenderse en los lapices.

Escribiendo con una tiza de pantera
en un collar de helices.

Manufacturado basicamente por los ecos
o las nebulosas ante las arpas conducidas por 
un cisne a la niebla.

Asi diremos que ese canto es secreto.

Ninguno de nosotros lo seguirà entre lo 
màs remoto de aquella.






martes, 16 de febrero de 2016

Escencialidad Sobre Aluminios




Martes sin escencialidad.
Martes gelatinoso en verbo y eje.

De sueño y calor en algunas de sus temperaturas.
De termometros y rìos empujando navìos
desde sus algas.

De lengua y burro en el ayuno.

De coherencias que caminan al final de una
casa con litros de ballenas.

Martes de dinosaurios escribiendo en una linea
donde un bajo relieve llega a una idiosincracia
convirtiendola en citara de un
rostro. 

Corzo de antepasados en un aniversario de 
liquidos.

Conmociòn al final del estuario
donde una brisa verde inunda las orillas y los
lugares donde la linea precede luminosa
a los testamentos.

Versiòn entonces de ningùn prodigio.

Lluvia romantica
del eter entre circunsiciones de brea.

Policromo canto de buses buscando el acido
en el asfalto.

La flor tallada por una nuca en los acentos de
la tarde llena de cupulas alimentadas por
una boveda.

Por una frontera de aves.
Por un limite donde empezamos a sellar
un triangulo en los horizontes.

En ese triangulo desfiguranse los picos
de un pelicano ahora.

Luego de haber oido esta historia.

Cuyo aliento es un martes sin escencialidad
apoyandose entre nombres de aluminio.







lunes, 15 de febrero de 2016

Impulso





Al final del ocaso hay un termino.
Parece una piedra que no siempre es elemental.
Un espejo de granito que busca entre los presagios
la brisa de lo sagrado. Al final hay una cigarra.

Sus plagas devastan por la noche las locomotoras.
Sus venas se transforman en ferrocarriles y viajan 
a travès de la ilusiòn y los portes marinos del hierro, de
los alfabetos donde el cisne arrastra una melodìa
entrando el mar, justo en el instante de crear una bandada de
arrecifes y marcando las estrellas que debajo de
las lagunas dan origen a las constelaciones
pronuncian que aquello es su alimento.

Nosotros estamos seguros que debajo las lagunas
estàn las galaxias. Las del horizonte son su reflejo.

Pero hemos dicho que tambièn es su alimento
porque generalmente recogen las noticias de la harina
De un reino que regresa al aceite luego de haber sido cultivado
por las rocas. Por las estrofas de carne que nos llegan de los
genocidios de la imaginaciòn, de los crimenes que 
este atardecer espolonean un sentido estricto
de la espuma.

De un vapor que deja su aliento aqui como un termino.

No, como aquel verdadero.

El que impulsa en el oceano a su corazòn.







Preludios en el Interior de una Palabra





Una palabra anuncia una oraciòn.
Una sentencia al lado de los botes por donde
la distancia es de celajes. De diamantes en el polvo que 
evocan meditarraneas silabas... De cenizas. En alguna de ellas
el lenguaje contiene en los ojos una hiedra
hecha de iris. Ello quiere decir que la naturaleza 
vuelve a buscar un reflejo.

Ecos y teatros de sol al borde de
una hoja, de un cuerpo en el aire, de una
ciudadelas en el pecho. Ecos transfigurados en la piel
de un cometa lleno de grietas y cavidades antiguas
en sus cefiros y en aquellos puntos donde 
la distancia se acortaba para llegar
a nuestra mirada.

Tenìa el nombre de arreboles.

Hoy inundan el atardecer semejantes a una crepùsculo, no
es lo mismo que escribir o llevar arreboles en el parpadeo.

No es lo mismo que llegar a la arena con un caracol
de grasa en pecho. Eran tiempos donde las santabarbaras 
emigraban entre logias de extrañeza y ademàs el
lirio impregnado en los muros levitaba en 
algunas habitaciones de cabellos, porque era sintètico.
Tan solo un pronostico. Un poro donde la eternidad
arrastraba en la mesa del galeòn sus pupilas.

Cartas de vidrio donde las palabras siguen anunciando
aquello.

Cartas que alguna vez bebieron el agua de los manantiales.
Mundos donde la gravedad estableciò el camino de una vocal
en las piedras, en los monolitos que inundaban dormitorios
o patios donde las grevas eran el ùnico conocimiento
que traìa versos antiguos de los andenes
o las orillas, de los muelles o las 
albuferas, de los idilios que
empezaban a rondar de forma marina el grito que
recortaba el de las aves entre las corrientes del viento.

Como ayer o como hoy.

Ese grito era del hombre.










Las Brùjulas de los Centelleos






El camino se extiende junto a una goleta
donde el viento posa gitanos de canela.

Marineros que en su viaje a la lluvia
mostraron nupcias fosforescentes. Gavieros
en una piramide compuesta de mirlos.

El ritual como un pensamiento que alarga
la pronunciaciòn de las cartas y las manchas en
el rostro.

Enumeraciones de inviernos en la nuca,
bajo un festival de regiones, donde dilucidan los
violines sobre el ritmo de una gasa.

-hecho que sucede bajo cierta temporada-

Entradas a la tormenta y el azar. Caravanas
de ecos blandiendo notas de arquitecturas de miel
en esos lineas que a cada instante unen los
puertos. 

Junto a tal camino una historia entre la 
realidad, medida por los hechos de una reliquia
hundiendose en los centelleos.

Flotas de gaviotas como quien incendia el 
sol. Frecuencias de talamos en ese parpadeo que
el tallo incendia debajo de las sienes.

Comparables eventos de lana entre
atmosferas, donde los huesos se columpian
o estrenan un piloto de bovedas, un eje
desplegandose en los opuestos.

-extraño el devenir de una palabra ahora-

Allì se ejercita una vida con la piel 
y una consideraciòn de las algas antes que se
derrumben las ilustraciones. Sobre ellas el piano con
su viaje escarlata a la plastilina, trae
referencias de otras nervaduras.

Monjes de espumas. 
Solidarios como una estrella de marciales escamas
donde la brisa desprende un pensamiento. Una
brujula entre los centelleos.

Donde la brisa ha de alargarlo màs 
-tal pensamiento ahora que es un rìo-
como un juguete de madera
entre aniversarios de infancias.

El camino...Sobre sus puertos
la psicodelia del musgo, lleva la apariencia
de un episodio con el universo,
lleno de lenguajes como aquel que recorta
el infinito en palabras tan extrañas 
como el limite.

Y la escencia en ella buscando
las palidas omoplatos
en sus raices.























sábado, 13 de febrero de 2016

La Tradición del Unicornio







Al principio el caballo dibujò notas amarillas
entre sus ajuares y casas con pabellones que eran
empujadas a los desiertos por velocimetros.

-vimos una plataforma de papel en las cigarras-

Al principio toda edad de piel viraba entre 
los plasmas, donde aceros que se disecaban 
florecian entre pètalos excepticos.

-era la edad de los tallos en los cabellos-

Inocencias como el fuego ascendìan a las
turbinas del candil meridional y simètrico. Islas
de grasa y adobe. Penìnsulas de un hilo.

-un hilo lleno de perihelios dinasticos-

Y caminando, tocamos en la soledad esa calles donde los
hormigueros interrogan sobre la clase de destello
en el parpadeo.

-en los minaretes de las sienes-

Maniobrando en lagunas donde la idea se estremecìa
agitamos una de ellas en la palabra.

Ademas vimos un oido sumarse al centelleo de
un girasol cuando transformase en crustaceo y dispusimos
casas en el pubis de un submarino antes que cayera la 
lluvia del verano.

-no recuerdo como pero ingresamos al mar-

Romances etereos donde las civilizaciones
encuentran su ruido y su legado con diminutas
promociones de leyendas de anilinas.

-todas provienen de la tradición del unicornio-

Idilios de esta casa al esternòn y la propiedad de
la medula una noche en que los horizontes son una direcciòn
con caracteristicas de relatividad de nieve.

Al principio nos posamos sobre la quiromancia de un sol
que leìa las cartas debajo de lagunas, bajo
cacerìas de nupcias e iguanas.

Alejados casi de todo menos de un poema, que al sur,
muy al sur, devoraba un cocodrilo.






La Mitad de un Higo





Somos informados por los hechos recientes en
el interior de una palabra: Son estrabicos; llevan
en los mentones sensaciones de venus.

Ademàs nos capacitaron para ver en ellos como
la conciencia del verbo lo hace -lo cual es muy
extraño- y hasta cierto punto, desmedido.

Nos dieron a elegir entre la luz y la mirada que
encienden entre los vidrios, cosas como un
animal.

Nos colocaron en la llamarada donde la hoja
se mimetiza en una aurora boreal del cuaderno
para desnudar una palabra. 

Luces violetas semejantes a la ira
de un hilo cuando las hormigas fomentan
en sus tallos narraciones de jazmines, luciendo sus
primeras corazas. Hermosas como la logica
del yelmo.

Extraños tambièn son los
jazmines ahora. El peso del mar pudo
determinar en ellos algunas morfologìas. pero
un jazmin es dialògico tarde a tarde, anagògico desde un
arrebol a la nocturnidad. Sitiado enigmaticamente
en sus petalos por los zoologos.

-no tenemos ninguna radiografia al respecto, ninguna
densiometrìa-

Pero un jazmìn es una astrologìa.

Los jazmines-creemos son crudos-pero ese no
el color de la carne cuando vibra. Es totalmente diferente
pues en las venas hay ciertas formas de mercurio.

De azogue colonial. De brisa en la pergola
donde convive el arrebol; magnetico y prohibido como
el humo.

Los jazmines -creemos- son una casa de nieve
con una especie de legado, una hormiga con 
forma de telaraña en el pecho. Las sienes con
un poco de crotalos en alguno de sus poros.

A todo esto, debemos decir, que los poros son volvanes.
Que el ingenio no proviene de la duda pero
en cierto modo danza en algun equilibrio.
A todo esto en las cerillas, hay una cabeza dormida
como todo hominido en las alambradas.

Informados de cosas que
usualmente no nos interesan. Creemos ferviertemente
que con ellas no se llega a ningùn lado. Quizà
a la mitad del puente, momento en el cual
sacamos el higo de un bolsillo para alimentarnos.

Lo ùltimo es en apariencia una verdad.

Y el ùnico ladrido que conozco de un perro lo sabe.

Mitad de ese higo se dirige a su estòmago.












Poema





Tensada una lamina. El aluminio en ella
como los paraderos de cobre. Los silogismos
de coral y los vaivenes.

Las espumas digieren a esta hora sus cristales.
Una rosa patina.
La ciudades un monto de mercurios
despidiendose de las caparazones y los huesos.

Describimos lo obvio en una cartulina.
La menciòn del abalorio en un adios camina entre
sus bozales. Entre marchas de suburbios, volvemos a oir.

Marginal el prisma por el cual una campana aletea
dando forma en su exhalo al gimnasta, escribiendo de amor
a una silueta.

Cubiertas de grasa al final del deseo, llevando
peninsulas que hurdieron entre las escaleras
noticias de ceniza y plastico.

Nuevamente el sol, otra vez los equilateros que
duermen bajo fantasìas de espectros
con siniestras fases de la tierra observadas desde la luna
bajo un amanecer de regueros.

Equilibrado el rastro.
Precoz en la sed de una colonia mediterranea
como un suspiro que enredandose
en el agua, anuncia cuales seràn las palabras
este atardecer de una mancia.

Hiperbolicos mantos en esas mancias.

Dilatandose secretamente a cada pubis que llegan.

Siempre un instante despuès de que un aguila
haya arrancado del mismo un meteoro.






viernes, 12 de febrero de 2016

Llegada al Ancla





Llegamos a un ancla.
En ella una cruz habia sido regada
entre psicodelias. Habìa tambien un papel
que parecìa un equilibrio.

Preguntè en ella por las habitaciones, que
iguales a una escolta, erigìan las palabras de
algo terrestre en sus tallos. En las bancas de humo
donde un astro aparece. En la brisa con
su traje de madera.

Criaturas de lamparas en el agua.
Cuellos bajo el vidrio en una semblanza
donde el follaje de los patios se vuelve hermetico,
igual que una hoguera al crisparse. En su
sinuosidad capturada por las sombras.

Lirios que inclinanse antes de que una visiòn
despliegue sus alas. Lirios que dan la impresiòn
de algo que inicia su corazòn en el verbo.

-un verbo tanto helado como ardiente-

Un ancla. En ella crearon los adioses la existencia
y subitamente desde el pino aparecieron entre versiones
de agua otros juguetes, bajo un verano que estrellaba
sus reliquias.

Nictalopes que cruzan el dìa.

Nictalopes que llegan al mar acompañados de
sus regueros, de las posibilidades
de desarrollo siempre ecuestre de una linea.

Pero ver el desarrollo de una linea es
inaccesible.

-ello sòlo es contemplado-

Y antes de que atravesemos el mar son
devorados.







jueves, 11 de febrero de 2016

Cartomancia de un Rìo






Hoy hemos preguntado por los estadios de 
un rìo. De un manantial. De un  arrecife de anilina
porque tambièn es posible.

Hoy preguntamos por poligonos de alce, por la
sabidurìa del pez en el desierto y los brillos de fosforo
que ante la noche forman sus esqueletos.

Hemos preguntado tambièn por un tridente, por su forma
que no es precisamente un triangulo, ni mucho menos
la trinidad donde complementanse de nieve los aparejos.

Por ello he vivido en una liana. En un dibujo que la memoria
arranca pacientemente de una medalla, donde los brillos
dejan de ser semejantes a los àrboles y viven en conjunto
con ellos.

Hoy pregunto por los rìos. Por los adjetivos del mismo
que no me hacen sino un poco menos que los caracoles y 
los alabastros. Por ello al dibujar un plantigrado vuelvo
a explicarme una leyenda de los manantiales, de la anilina
si se puede y como no, de los dones de los arrecifes.

Y en esa interrogante que paralelamente escarba una tez
pregunto por todas mis cuerdas vocales al unisono
por los estadìos de un rìo, por los colores de sol
antes de convertirse en teorema. El rìo 
me responde con sus cartas.

Con sus preguntas que viven paralelamente entre
constelaciones de oxidos.

De una pregunta no hay mucha distancia a la piel
asi que preguntè por la carne. Por su verbo que no es sino
un ser asilado en los pàjaros. El rìo para existir debe
ser presagiado por el vuelo de las aves; originariamente
lo cantaron los aires y los coreografos de la hierba.
Basicamente es un maleficio de ese vuelo.
Igual que toda belleza.

Hoy me he preguntado. Mañana cuando terminè de
pensar en el rìo, la pregunta empezarà a ser cultivada en
el aire.

Entonces me doy cuenta que todo serà diferente.

Asi puedo empezar a digerir desde ya, peninsulas con
sistemas digestivos exactos.

Y todos los infinitos planos que los osos hormigueros 
dejaron en ellas.








Los Buitres Purpuras





La ciudad vuelve a brillar en los pozos. La era de
los mandamientos luce entre figuras purpuras
sus buitres.

Aquellos que erigieron cartones, vuelven
de un instante entre sedientos hidrògenos.

Es fantastico el trineo que asciende de un segundo
con la escarlarta sobra de una avispa.

Los pàjaros conviertense en kilometros.
El hollìn vuelve al peso de una marejada.

Historias de fortines son iluminados por
hogueras irracionales y entre las causas, se
liberan escencias de idilios.

Cada uno posee ahora un mimetismo de azucar. 
Se alimentan amatistas de agujas.

Crudos silencios de carne descubiertos por
la oraciòn en un santuario y la sentencia extraña
del zòcalo.

Brìos de soledad extienden la creaciòn de un silencio
que es transformado en acacia, en opalo, en mundo que 
deja de parecerse a la lumbre o el aguila.

La ciudad vuelve a perderse en un brillo. Hecho
por el cual va a diferir ciegamente de las sombras.

Trepamos los barriles para encontrarnos con
el vacìo. Nos topamos con una escritura hecha de
ceniza verde en los bosques.

Ahora es cuando nos toca mirar entre la
hiedra.

Donde toda hoja se convierte en jinete.









miércoles, 10 de febrero de 2016

Los Carbones en los Tabernaculos







Buscas el silencio que siempre es la hoja
y su anidar con partes de sueño. Buscas el
apareamientos en los ficus.

Caminas ante todo debajo de los submarinos
donde un jardìn coloca velos a la tibieza y acidos
a los telescopios.

Anhelas ese teorema de asfalto detràs de las
piràmides, donde toda escritura es un sol rojo,
inundado de palmeras y lenguajes rosados.

Te oprimes a los teoremas donde un oceano
es de encrucijadas y llevan como estamdartes
aquello que describe entre la nieve los objetos.

Tomas el borde de un roce de los matices y su
auditorio de azufre. Sus pelìcanos de azogue una vez
que tomaron los celajes de un puerto. Tomas
la vida del adoquìn con una herradura gelatinosa.

Buscas un principe en ese silencio, desgastandose
entre gestos de rodillas y exoticas bocinas descascarando
la laca de una mesa que se podìa ver desde las 
ventanas.

Miras la ruta de lo verosimil en una goleta
explorando teatralmente los pulmones de un extraño
universo en ellos. Sigues calamares. Hundes una 
garrocha  con fuentes de aire, sin aguardar pronosticos
ni paleoliticos de cera.

Caminas en los riscos del marfil, apodado por idoneos
frutos de hiedras, dormidos en las plantas que colorean de
verde los acantilados.

Buscas ese silencio que es siempre una escotilla, un
periscopio por un segundo atardeciendo. La novedad de
ningùn pètalo en los oidos, aquella que es exacta en 
los cabellos para mostrar los exilios.

Como precisos finales de carbones en los tabernaculos.




Los Higos Amarillos






Un cuadro de arena de arena musita sobre
la espuma algùn color de angel.

Campanarios y dormitorios revientan en un 
rìo de estro.

Designamos las crestas desde una estrella 
que divide sus alas.

Buscamos estàmpidas desde un manantial de
fiebre llamado a ser columna.

Separamos los techos del aire intentando ver
que hay màs allà.

Nos extrañamos ante un rìo que bebe de las 
lamparas de un cuerpo desnudo en la tierra.

Molinos de profundidad arañan un cuerpo
de cabeza roja.

Las llamaradas en un cuello despiden alambradas
de jardìnes violetas.

La escafandra vuela hacia el horizonte con un
horizonte de higos amarillos.

Siluetas y buques se empujan entre ellos luego
de haber sido apilados en una ensenada.

El amor que era un simio es recortado por una
flor naranja.

Patios de glevas y ligas se ausentan entre los 
juguetes y dispersase un nido.

Grietas de fango confundidas con el trigo
edifican un tunel.

Los sonidos se dirigen a los sonidos de las mas
extrañas armonìas.

Presagios de girasoles embetunan las ciudades
donde se oculta un rito.

Paseos de verde en los retratos de una colina
despertada por el hollìn.

Despertadas por colinas que ya antes fueron
arrebatadas a las sienes.

Un amanecer de molinos y collares amarillos.




Solsticio de un Rumiante






Hace no mucho vì un animal en la hierba.
Se oprimìa contra el follaje.
Llenaba de atun alguna de sus palabras.
Las mismas tenìan la forma de una bolsa.

La palabra no necesita de atun eso es
evidente. De por si es astrologia 
de peces desplazandose en las ramas de 
los espigones.

Pero hace no tanto vi un animal procedente
de la imaginaciòn.

-en complicidad con la imaginaciòn-

Era a la vez uno creado por la lucidez y los
espigones.
Formado por madejas de plata, tejìa.

Inducido por armonìas sin nombres, cultivaba
a la deriva equinoccios. Es decir nombres
de astros cuya sombra anhela el canto de
solsticios.

De los rumiantes. De las habitaciones
donde yerran los puntos cardinales de la 
tierra con misticos àrboles. Con embajadores
en un alfiler, enhebrando una cruz en los 
mentones.

Hace no mucho entre folletos explicando
las causas o la vida de una existencia 
columpiandose en una saeta.

Yo pensaba que era una silueta con
un entendimiento lleno de barcos.

De seres que tocan la hierba de una idea
en ellas.

Como si esa hierba fuera un solo 
pensamiento.










Imagenes






Tendràs un lugar. Hasta donde he oido
es tambièn una tableta con diarios de zoologicos
entre sus sacudidas.

Convenceràs a los molinos de que abandonen
la tierra y busquen el oceano.

Pensaras que lo radiante es una forma de animal
que yace entre pliegues.

Irremediablemente pensaràs en las palabras
y las compararas con jardines domesticos, donde
algo es iluminado con la terrible inspiraciòn 
del fuego en tus alas.

Dormiràs antes de una teorìa en las imagenes.

Serà un lugar lleno de graficos inundados
de episodios. De dialogos que escribìan en la
inmensidad de las flores. Sobre ello los objetos
son fervientes si se trata tempestadas.

Llamaràs a los eventos y programaras su
espìritu debajo de los cisnes. Con proclamas donde
las cosas empiezan dentro de un cometa.

Contemplaràs los ojos de los suburbios en
los senos de sus adioses.

Veràs la realidad como quien acontece entre partes
y maniobra en ellas hasta verlas disecarse en el todo.

Desataràs los barcos que hay en los cielos de 
aquella realidad que entre pronombres de abotona.

Dirpersaràs los nùmeros boreales de esos
tronos que proceden civilmente de los monos.

Contaràs los cuchillo de las mesas.

Todo esto haràs.

-incluso rozaràs las superficies-

Y lo haràs entre tornasoles de salitre entre 
conchas de oceano escondidas.






martes, 9 de febrero de 2016

Culturalidad de una Noche





De todas las noches hay una que devora.
Se sienta en lo que han dejado de los papeles los 
caballos. Y encuentra en el rigor rituales de zinc.

Una que devora y nos hace escribir que en cada 
avenida se estinguen los fanales.

El destello violeta de un circulo.

Tomo de la noche aquella honda dormida durante 
siglos en las ventanas. Desde ello se concentra en otros
aludes y es carnivora.

Todas llevan ademàs de plastilinas, periodicos.

Todas son entre pronosticos aquello que limita con
los maleficios.

A veces yo pienso en la magia por ello.

No todas las noches he escrito,
Las que llegan a nuestros mentones con un climax
de bronce, son diferentes. Estas noches son inauditas
como el arrebol o el pelo del caballo.

No todas, lo cual significa que en casa ola hay una rada.
Quiere decir tambièn que en cada musculo pisado 
por sus huellas hay una profunda danza anterior a los
capitulos. A los moluzcos que arrancamos a las galeriìas
de brea donde cierran sus parpados los tallos.

De todas las noches, pero bàsicamente de aquella que llega
con un rendimiento azul.

Aquella que es guiada entre imagenes por hombres
y semidioses.










Las Puertas de las Profecìas





Las puertas de abren.
Una que es irreal busca un perimetro.
Aquella que escribìa en el pavimento se 
acercò a un simulacro de los hombres.

Un ambiente de cera volteaba sus instintos
hacia los menguantes. Ambientes de cera ya programados
buscaban la lealtad en lo oculto.

Anfiteatros llenos de lamparas buscaban la nieve.

Decìan que para conocer la nieve hay que mover
tan sòlo una hoja. Presentar al amor como una fuga de
petroleo en el ocaso. Pero otras cosas llegaban del amor.
Tipos de flamencos venerados por extrañas distancias.

Y para conocer hemos vivido en esa puerta que se
abre. Que despierta a los mundos. Que devela las cosas 
de metal tal y como deben ser develadas. No conocemos
còmo.

Virajes a mediados de los liquidos
donde las espinas pertenecen de forma gravida a
los elementos.

Prodigios que empiezan a formarse
en la yesca del pabilo. Respiraciones de equipajes
que llevan los resplandores. En uno se encuentra la etiqueta
que huye de la luz en el menguante.

Dìas como la proa de una llama en los cirros.

La puerta se abre. Al cruzarla volverè a la lucidez
si asi lo decide.

Asi que la dejo semiabierta.

Los pelicanos en el interior de ella cavilan intentando
llegar a un descenlace.

El mismo habla de una puerta y un hombre.

Sobre el primero cayò una maldiciòn al no cruzar la
puerta.

Sobre el segundo institivamente en su sombra
a buscar su tallo un jardìn compuesto de profecìas.






Poema




Los barcos se llenan de pàjaros.

De nacar el sol que los acaricia en una de
sus prendas.

Tan extraños como un movimiento de
seda, ahora que la tarde empieza a ser
cubierta de mercurio.

La tarde y sus orillas. El ser que en ellas
imagina o despide. Que encuentra travesaños.

Que se desliza u oprime en la circunferencia de un
àrbol. De un barco que se llena de pàjaros.

- es el ùnico en la playa-

Asi llega a la mirada aquel ser.
Con sòlo un esbozo en los ojos. 

Trinos bajo la sed de un pabellòn encantado.
Gorjeos en la copa donde algo iridiscente posa uno
de sus pliegos hasta que alcanze el sueño en las cupulas.

Esas cupulas que sin nin duda seràn devastadas 
por los cometas.

Y tù màs que yo serà quien aasista a ese
acto.