sábado, 15 de agosto de 2020

La Inmensidad del Naipe

 



Creo que el silencio puede ser épico.

Que algunas de sus cotas son simultáneas o ávidas.

Inundadas por negros terciopelos.

Que debajo de cada noche de neón existe una mañana

de crucifijos.

De bosques que llevan prismáticos y sienes

como si tratarase de marinos o relámpagos de nieve en 

un rostro.

También creo en esa obra de la luz donde el brillo

cruza la realidad con una especie de metáfora en su boca.

-por más que parezca el asunto dejó por ello de ser poético-

Con una forma de definición llena de hélices

y espantapájaros.

Con un extraño mundo - si se quiere - de lechuzas que crecen

y alcanzarán un día no sé que inmensidad de naipes.

De neologismos.

Oprimiendo siempre una sentina de hollín en

la silueta que deja una xilografía o el acto de la sed

con reductos de algas y serpientes.

Y yo pienso en ello.

Con la percusión de un violín que humedece sus fibras 

hasta llegar al verbo o la carne.

Yo vivo en ello con esa consistencia

que hace de los objetos lo más vulnerable en el mundo.

Es así cuando son guiados por las palabras.

Toda palabras es un prófugo. También un rehén.

Existe en la posibilidad igual que los cometas.

Narra orillas donde la naturaleza es de acrílico 

y las figuras dormidas en ella

convocan fractales como si algo semejante al principio

sucediera.

Pero no.

Al igual que en este poema.

Es una herida la que se abre mostrándote el final.

Y el poema lo celebra.

Porque en ese instante se separa de los hombres.






viernes, 14 de agosto de 2020

El Triángulo de Polen

 



Hay una forma de habitación.

De lenguaje que se introduce en el principio de la hierba.

Existen elevaciones históricas de collares.

Exhortaciones en la profundidad de una mañana en que

eres el único prodigio y llevas una cebra en tu boca.

Un león invisible roza tu piel empero crees que es la brisa.

No te preocupes la belleza mientras más hermosa de manera

mas enorme nos traiciona.

Y nunca lo sabemos.

Longitudes de gravedad que transportan puñales.

Asociaciones de aire en los sonidos que oprimidos por 

las palabras no encuentran así las suyas.

En qué ciudad son hallazgos?

En qué vórtice donde semejantes a mánticas y espejos devuelven

a las sienes de una hormiga un crepúsculo.

Animalitos de brea en las mejillas

seguidos de neumáticos.

Una serenidad que filtra un yacimiento dorado

o una lírica penumbra en el cuello.

En el espejismo que seguidamente sin saber porque se

transforma en ángel insomne.

Espíritus que la inocencia desnuda en un trance mientras

la mirada envuelve una constelación que cala

en todo vellocino la ira de una pupila.

La condición del mar mientras resiste en el agua.

La naturaleza de la ola que cifra en cada una de sus crestas

un alfabeto diferente.

Propulsado por seres con cabezas de toros 

iluminados por laberintos.

Sólo por laberintos.

En uno de sus laberintos ellos saben bien que un 

triángulo de polen

es lo único que los espera.





jueves, 13 de agosto de 2020

El Rasgo Apenas

 




Siempre he observado la noche.

De alguna forma es semejante a la oscuridad.

Las imágenes danzan en ella sin aguardar la llegada

a la metáfora. 

Lo poético es un rasgo apenas.

Una bengala que humedece el silencio en que arcanos

y péndulos se materializan.

Todo es irreal.

Todo es real como un minarete o sinónimo que se tensa.

Los objetos aluden a aquello que no tiene tacto.

Y los pájaros saben que la pisada es una especie de barbarie

de la cual son salvados por las alas.

Eso puede ser muy subjetivo. No sé que piensan 

al respecto los pájaros.

El viento es nuevamente una reencarnación.

El primer diluvio que conocí despertó de tu pubis.

Los dioses resisten en una orilla donde los navíos sostienen

lo imposible. La llegada a la brisa es un fleco

y las improntas de un ángulo

crean una paraguas con crónicas de acrílico.

La antorcha en la nieve borra la seguridad de una montaña.

La cresta es un movimiento cuyo devenir embarra

de espuma el espectro de un universo

que refleja en nuestra mirada

determinada consistencia

una cierta consistencia propia de veleros y carne.

De un patio donde la piel elige sus fantasmas.

De una vereda donde de todos los pasos que nos acompañaron

tomamos sólo aquellos que vieron con nosotros

aquello que sostenía la realidad.

Y no era el rostro que ves.

El objeto que ves.

La superficie que ya sea la humedad o el calor devastan.















martes, 11 de agosto de 2020

Las Alambradas de Aluminio

 


Creo en un futuro de estelas en el presente de una nuca.

En el flanco sobre la desidia importunando a los prólogos

y creo en esa abstracción recorriendo el celaje.

Semejante al poema que nunca es alcanzado.

Recuerdo la impronta sobre lo dorado y sobre el jardín

un pájaro en su graznido alude al polen.

Yo vivía en una cascara entonces y a no ser por los dragones

los recipientes decidían sobre la hermenéutica

adherida a un soplo.

Las mitologías estaban compuestas de hígados.

También de pulmones.

En las corolas de los cráteres el destino arrojaba sus dados

a una cuchara de mantequilla.

Ensenadas de crestas para un relieve que despertaba

de un juicio mientras dios era

posible como el angulo de una mandarina que besa la fiebre.

Comportamientos entre la luz y el recodo donde

los nombres aprendieron que rasgar el velo de la vida

no es sino rasgar el de la muerte.

La incandescencia pasaba con un caracol dormido en la boca

y en la superficie de una serpiente los dirigibles

presenciaban el latido de lo que no puede verse.

Claro. Todo esto no pertenecía a la oscuridad.

Tampoco a las sombras.

Pero en su mágica penumbra despertaban

como hipotenusas elevando un arco en los ojos de un niño.

Y entre las silabas de un teatro griego un galgo es 

presionado por alambradas de aluminio.

Probablemente así.

Sólo quizá de esa manera sea devorado por la transparencia.

Tú y yo rodeados de espectros.

Diezmados por cachorros lo sabemos.







lunes, 10 de agosto de 2020

Estereotipos Culturales

 



Después de la palabra una lechuza.

Un recipiente crepuscularmente disciplinado.

Un gesto preliminar adherido a una franja.

Un palacio o un nómade.

El reguero en el que son sometidas las anclas

y son limadas por lo invisible hasta convertirse

en cotas o perímetros.

En estadio y molécula por la que 

la inercia coloca la gravedad entre las cosas.

Claro, hay eventos anti-gravitacionales.

El vuelo por ejemplo.

Cualquier estereotipo.

El indicio -cualquier indicio- cultural de la brea.

Y observa, una linea en el rostro puede dejar

que salga de nuestra piel un satélite.

De nuestro cráneo posiblemente un astro.

De nuestras manos un invierno que -como este-

pavimenta los idus.

Eso tan ebrio de leyes que es base de casi todos

los horóscopos. 

De inusualmente los tatuajes.

Goteo del zigzag en una copa dormida

en que electricidades y esporas escenifican

el culto a los relieves.

Esa llegada a un jardín donde se baten nuestros

antepasados con una jarra de falsos profetas

inundada de anilina.

De cartón o juramentos de plástico

sometidos por la caspa.

Por un vaticinio de multitudes

que reciben el horizonte de una noche.

Y sólo la mirada en lo más profundo sabe que en

ese horizonte jadean infinitas

las cenizas.

Y que cierta imagen oprimida en ellas

alude a una mañana.

Incandescente -como el sudor de toda religión- en las

copas de los árboles.

Mientras un brillo oculto en ellas digiere.

Y otro regresando a su enigma

empieza.



















Creación de la Píel

 




Aquello es posible.

El mar sobre la orilla arrastrado por un retazo

de polen.

El soplo que vuelve a los racimos

Mi álgebra pura por si acaso.

Enhiesto en la pira de un mito que cede pero nada

más en sueños.

O la idea de que la libertad es celeste igual que

toda renuncia es una provocación.

Una estética con dirigibles que llegan de lejos

como marejadas o trópicos.

Igual que andenes o lúmenes que incandescentes

giran al parpado de una silueta.

Y en las crestas algo inasible desciende

entre silabas propuestas por carbones 

diezmadas o

desfigurados por el pubis de un diluvio.


De pronto el celaje

revienta en un aluminio purpura y en toda ocasión

una huella devora orillas de arpas

e ineditas cucharas

ven el movimiento en los asteriscos en un átomo

el viceversa de una cruz  que responde a la aurora

con fronteras de barro

con una pálida cita arrancada al cuello

de eso tan doméstico como la luna.


Recodo que desgarra un manantial

en las sienes.

Prólogos de una marejada

en los hilos donde bate un tridente su

flora estomacal o dionisiaca.

Su bronquial estrabismo donde anhelan

los peces un sitio de escamas.


Uno para esos prófugos que debajo del mar.


Que debajo del mar anhelaron la piel

en la superficie de los peces.


Pero no lograron crearla.
















El Lenguaje de las Cosas

 



Todas las cosas desprenden palabras esta mañana.

Hasta antes de ella sólo habíamos oído aquellas que pertenecen

a los hombres.

Todo -en consecuencia- es distinto.

Ya nada es natural.

Y si natural es lo contrario de aquello que hoy se da?

Si son las cosas quienes tenían el derecho al sonido del lenguaje

y no los hombres?

Cómo saberlo?

El hecho de que los objetos se encuentren en este instante

atravesando el silencio sólo es eso.

Y una de las preguntas es:

Qué sucederá cuando sus palabras colisionen con las de los

hombres?




sábado, 8 de agosto de 2020

Cuántica de Plastilina

 




Esta es la memoria.

No es un plástico que oprime un borrador

ni el naipe que cita a un dios que habla de si mismo

como un reflejo celeste o un ignorado alfabeto.

Eso se llama narcicismo.

También posee ya tecnicismos más modernos.

Al final todo es intelectual como un pedazo de oso.

O un luminoso veneno.


No es la afirmación 

con la dialéctica de una pantera que elige

el relieve de una flauta.


No es el remanso al final de una herida donde se oye 

un gemido que emana de la hierba.

O las superficies donde el enigma es un rayo.

Una barbarie que humedece por la noche latitudes y anclas.

O prototipos de sienes en una burbuja.


Prosas de ladinos estandartes donde

un génesis elabora sobre cuánticas de plastilina

la teoría de una manzana.


Crónica de un horóscopo que en uno de sus minaretes

detiene el flujo de los maleficios.

Algo como la raíz en el aire desfigurada por un corazón

amarillo.

O ese imán que proviene de los suburbios con un puente

de escarcha en sus labios. 

Desfigurado por la fiebre de la realidad

o ese torpor que ahoga el espejismo de todo solido en

la distancia.


Más no en su cercania.

De esa tarea se encargan las venas.


Guiadas por fieles oráculos de sangre que

desconocemos.










Los Hombres que Habitaban los Cuchillos

 




Son estos hombres los mismos que habitaron el interior

de un cuchillo?


Son los que despertaron en la orilla descubriendo que el

mar no había sido un sueño?


Son los universos de los que provienen caballos sin alas?


Luces de iris en un perímetro donde el invierno se transforma

en libélula o araña.

Diarios de piel que asemejándose a un acertijo colmaron de

veleros la ira.

Un punto más allá habitaba la sed. 

Vivía rezagada en un los nidos de un árbol marino.

De una sentina boreal.


Es este el lenguaje de esos seres que encontraron sus monólogos

en las células del granizo?

Los que se hicieron semejantes a la mirada del alba

cuando las constelaciones aún tensan

sus figuras en el infinito.

Todo ello para qué?

El devenir continuará la obra del vacío.


En los pétalos del caos un jaguar

imitará el filo del acantilado lleno de agujas y gestos

propios de la ruina y la miseria.


Esa que como un roce imperceptible

te engaña.


Casi te traiciona.


Y te hace decir que todo.


Absolutamente todo es quizá poético.












miércoles, 5 de agosto de 2020

Paisaje Contemporaneo






Ese silencio en el cual las estrellas descubren
su soledad. El paisaje de sal que era casi un pseudónimo.
El pacto con una amapola.
El verano en el roce de toda superstición.
Y el hambre.
El hambre con su máscara de vidrio en el lomo de una
cebra.
Por supuesto que no es ninguna absurda vanguardia
ni contemporánea treta.

Con exactitud las improntas tejen sus dioses en una mañana
en que los apogeos persiguen esgrimas y son ecuestres
los latidos de la transparencia.
Todo aún es cristiano.

Los paraguas siguen a las cucharas como si se tratara de
dioses y hay un hélice que destaca en sus círculos
las contorsiones de la sangre
en las venas.

Los hombres miran y otros trazan agujeros
en recipientes de niebla.

Los huesos dispersos se unen nuevamente pero sin
permiso de la carne. La carne continúa su historia
en otros albedríos.

Algo contrito y sucedáneo evalúa la naturaleza
del diluvio en las sienes
y mientras ellos sucede una jungla descubre el sesgo
de un jardín entre sus cenizas.
Despierta el fuego con un arcano en su saliva.
O la pantera examina el detalle de la oscuridad 
durante el sueño.
El detalle o la característica. Da lo mismo.
Su nombre por ahora es el de la penumbra.

La modernidad parece segura en una
espora de vinilo y bandadas de acrílico exhortan
el vicio de una palabra en un
reguero.

Es demasiado pronto para decir que es marginal.

Es demasiado pronto a pesar que lo sea.

Y por mas que los muertos estén colgados de las anclas
que arrojaron los navíos en el hemisferio.

Antes de descubrir que ese es el único infinito
que queda.












Los Virreyes Invisibles





Hoy estoy en el jardín.
Hay menciones al ave que se convirtió en arpa.
Hay referencias a un universo donde los paralelos indican
que el agua proviene del lenguaje allende a una
serpiente y que el viento
es la extensión sagrada de algo que lleva la apariencia de un
polinomio.

La hierba es verde.
Los aves que cayeron de los nidos se convirtieron en huesos
o xilografías.
El hombre que observaba aquello llegó a más de una conclusión.
Pero no hubieron estatuas ni pirámides que lo 
atestiguaran.

Volvimos a ser concebidos con ese poco de utopía
que hay en todo nihilismo después de la aurora.
Luego de una cabeza de tigre.

Hoy me encuentro en el jardín.
Resulta que el jabalí descubrió la filosofía un poco tarde.
Resulta que los gnósticos no pueden abrir sus alas
y esa imagen es exagerada como un
destello que proviene del azúcar o una sílaba arrojada por una
carta de limón en la espuma. 

Territorio -claro está- de margenes y veleros.

De virreyes invisibles.

Naufragando en sus propios reflejos.