martes, 31 de marzo de 2015

Raices Emplumadas





Despierto en el hollìn de las paredes.
En el acto del mineral que es siempre el mismo.
En la coincidencia bañada de tabernaculos.
En la gnosis del ritual que sueña para siempre.
Junto a la electricidad de un video.
Entre solfeos de una carnicerìa.
En una pelìcula de vidrio colgada por las moscas.
En un sobre de eter en los prismas.
Sobre una hoja de agua y sediciòn.
En los dones de algunos telescopios.
En las variopintas analogìas de las mariposas.
En una estrella donde analizan 
las densiometrìas.
Sobre destellos de relámpagos.
Despierto en las extinciones y extorsiones.
Admirado por todo secuestro de hierro
en la forma de un alfiler.
Trasladado por ningùn vellocino.
En la cabeza de una palmera abierta por
la noche.
En el reflejo.
En el resplandor traido por la nieve.
En la espiga marròn del hipotalamo.
En el cuerpo abierto en dos del cocodrilo.
Sobre la trinidad que tambièn es arrebolada.
Bajo los lenguajes que empiezan en los codos
del libro.
En la inercia disputada por los musculos al
vacìo.
En las universidades de una duna.
En la angustia de los inquisidores con misticas
ventanas.
En los desfiladeros marrones del betun.
Despierto en las muestras de estuarios
y los escarpines de lodo.
En los pàjaros que pasean a traves de la piel
su lenta oligarquìa.
En universos de rieles nunca democratizados
por los vagones.
En los jadeos de las anclas.
A los patios del mausoleo con devenires 
de purpura, hacia los lances y las
respuestas de panoramas 
con temporadas irrespirables de aceite.
Donde todo despertar forma
raices emplumadas.




Poema





Poseo cierta estadistica.

Con ella he borrado mi corazòn de 
la posibilidad y he rodeado 
una  de sus formas,
sobretodo cuando se trata de 
caballos.

Los caballos suelen ser ecuestres
pero tambièn equinos.

Caminan a los gases y las 
digestiones.

Memorizan el ala de los huertos
y vacìan las casas de caracoles.

Dan de comer al pavimento en
dìas sagrados.

Obtienen cartas y salvoconductos
y acarician cimitarras tanto 
como oboes.

Se detienen a mirar el sol cuando
brota como un tranvìa en
el agua.

Poseo cierto aparato logistico.

Cierta especie de manantial
que encadena el reflejo de la luna
a su superficie.

Un cosmos que objetivamente 
llega temprano al criterio porque
define las cosas muy tarde.

Tambièn tengo enredaderas
por las que asciendo al mal segùn 
los colores del amanecer.

Segùn las evoluciones de la 
madera y los buitres.

Segùn los misterios de la 
cresta en la orilla.

Cuando observo y puedo
definir, que sòlo la siguiente ola
la devolvera a las entrañas
del oceano.






Teatro de Hienas





Has salido del poema circular a los significados.
A la vida de ese otro poema tensado por 
un azur. 
Has crecido en los ritos astrales como una
borealidad que muerde.
Con una conciencia en el agua que lleva la 
intensidad de la arena.
De la cirugìa.
De los pleamares y el auxilio de un lenguaje con
el analisis lunar de los reptiles.
Has llegado a ese analisis lunar con un meridiano
en los dientes.
Totalmente sujeto en la contradicciòn y la
dialectica de los megàfonos.
Has concentrado tus palabras donde la nieve 
descansa amarrada a los travesaños.
Has creìdo que la poetica llevaba salitre y luces
de obsidiana donde herimos lechuzas.
Desatamos a la rosa del granizo y al granizo
lo encaminamos a acupunturas
de azufre.
Expresamos que una puerta de naranja vive
en el agua con el remordimiento de
un sueño.
Desenterramos estados verbales del tiempo
en una cisterna y luego irradiò
la humedad al 
infinito silencio del presentimiento.
Del presagio con inmensas selvas de leche.
Procesiones de espigas aùn son nuestro canto 
entre los perdigones.
Nuestro canto de almenas y claraboyas que
ciñen el aura entre sus manifiestos.
Como enigmas y espigones bajamos a los
anfiteatros para ver el teatro de
las hienas.
Extendimos temporadas de nucas para que
se alimentaran de ellas.
Sugerimos entre la percepciòn las entrañas 
de una carnicerìa en el hielo.
E intentamos -vanamente- sujetar su carne
antes que llegue al agua.
Lugar donde agonizan todos los cisnes y los
movimientos.






lunes, 30 de marzo de 2015

Al Final del Eter





Entre los árboles.
En las invocaciones de la aguja y los
trazos de la miseria.
Junto a nombres de cigarras y cuadernos
de pirámides.
Entre las bases de los puentes y la elocuencia
de un dique suspendiendo debajo de la hierba toda
selva.
En la ingeniería del barro con la fantasía.
Junto a la inclinación y su experiencia del numen
destacando los territorios de fosiles.
Descifrando cayados que van detrás del polen y
ocupan los barrotes de los tallos con silencios y suicidios
de perros. 
Rodeados de gacetas y cantos de 
ferrocarriles.
Sumidos en busquedas de diferencias con las 
historias del mar y aquellas que anticipan la llegada
del sol a las fibras de la marea creando asi 
un medano.
Sobre la piel todo tacto ha sido iluminado por
otro recogimiento entre nosotros y dada la percepción
el corazón está de bruces entre los nombres 
polares del insomnio.
Pabellones de fosforecencia
con figuras donde el mundo crea tropeles de 
genocidios en cada garrocha y el punto llega a ser
el pulso dorado de una colina irrumpiendo en
el platino de las manos con extraños 
movimientos.
Todos hundiendo los colores de la gasa
en el eter.



La Existencia Convertida en Vida







La existencia que hoy despíerta.
La arqueología en un pedazo de iguana leyendo
una periodico en el follaje.
El sentido de una piedra en el amanecer.
El sentido de esa misma piedra por la noche.
Ese momento donde se convierte en objeto.
La tierra mas grande que ese 
momento,
llena de eglogas de acero en el corazón
para un espectro,
para un fantasma donde corren oprimidas
las edades de los filtros
y los paradigmas.
Esa existencia convertida en vida.
Vibrando en los vandalos y la fosforecencia.
Ofreciendo su adios a los raptos.
Esas colonias con otros nombres de albatroz
en las medallas.
Su existir como una comprensión sin edad
en las sienes y los moluscos
con liquidas flautas que transformamos en
barro.
Su existir nuevamente como una metamorfosis
llenas de enigmas.
La casa del terciopelos sin frutos.
Los elixires marítimos, ya inconquistables.
El infinito en la melena, a la salida de la flor cuando
los kilometros se deshacen.
Como un inventerado país de onsesión tal 
existencia.
Llena de comportamientos, polen, ramplas y
camisas rosadas.
De fusibles y alientos llenos de sepulcros.
La existencia llena de simulacros de cera.
Con salidas al sol entre una dislocadura en el
cuerpo.
Con un soplete en las manos.
Sus paramos de luz indispensables.
Sus reflexiones que elijen y quién sabe la quietud
de un edificio nadando en el agua
suspendido por crateres
y astrologicas misiones de peces.
La existencia con colecciones de hogueras
y léxicos donde raspamos una y otra 
vez las antinomias.





La Aurora del Antílope






Conocemos de nombres.
Algunos están entre las cosas.
Otros presentan sus palabras al mar.
Existen los que encadenan el universo. En esa
categoría podemos citar al espacio.
También los que duermen.
Los que citan su corazón en la arena.
Los que no cubren los árboles.
Aquellos que buscan una y otra vez en las sílabas.
Los que encuentran.
Los que desprecian o aman.
Los que no pueden acariciar pues sus manos están
hechas de espinas.
Los que sueñan con las lagrimas pues hace mucho
olvidaron el llanto y no saben cómo regresar a él.
Están los que conocen.
Los paganos.
Los que encuentran a cada segundo el deseo.
Los fríos o individuales como ningún acertijo.
Los que dejan de ser adivinos.
Aquellos que nos alejan de los eventos de la
nieve.
Donde se mueven las leyes y las reglas de la lluvia.
Conocemos de nombres por el descenlace con 
el alabastro.
Por los faroles que son o no inconmovibles.
Sabemos de ellos entre lo aureo o lo heuristico,
compatibles sólo con la identidad
de un terreno 
hipnotico y ancestral
como un ciervo en la sangre.
En un amanecer eterno de antílopes.



sábado, 28 de marzo de 2015

Interrogante





El reptil llegò con una de tus interrogantes,
junto a una asonada de pliegues, en medio de una
boca exenta de labios. 
Traìa repliegues 
donde nacen los serafines de noche 
entre los perdigones
de una cacerìa rosada
en un pecho; altos eran los manantiales 
de los senos en el pecho
ese dìa.

Y el reptil respirò los nombres verosimiles de una
academia, las callejuelas del amor desplegadas por el 
mar en un descenlace de nieve, donde el granizo
era amputado del frìo para siempre. Inmensas hierros
de heliotropos junto a la estalactita de una cadena,
inmerso el eslabòn que cruzaba tu cuello 
convirtiendolo en hoguera. El reptil era interrogante
que llegò con uno de tus nacimientos y tù
lo asististe en tu boca, esa boca llena de bòvedas
sin labios, donde las estaciones eran presagio
de un sol que partìa en dos la luna y luego
un diluvio iluminaba la eternidad de otros
astros, de otros papeles en el sueño,
donde los reptiles llegaban disfrazados de
interrogasntes, dirigiendose a la violencia purpura
de tus nacimientos.

Y siempre lo hiceron desde una pregunta.
çç




Una Flor y un Rìo




La flor es un rìo.
Tanto en la flor como el rìo todo està lleno de
asombro y curiosidad.
Y nosotros nos asombramos de que la curiosidad
sea una flor y un rio. Un señor de estaño.
Un seno de zinc.
Pero esa flor como el rìo
tienen una existencia ligada a los cometas y bengalas.
Existencia que uno u otro hombre transforma en climax.
En temple con eventos de alabastro donde
las palabras despiertan canteras
llenas de volcanes,
huertos de salitre.
Pero vuelvo a la flor. Es una rada.
Tiene misericordias de pasos al dejar de caminar por
el cemento.
Tiene una urna y una lampara que
tambièn es atardecer.
Un segmento donde la sensibilidad camina 
a una casa,
a un crisol con ademanes,
a un volumen rastreado por otro en un punto
cuajado por girasoles.
La flor como un cuerpo semejante a un rìo.
Un rìo donde las aguas desvanecen por la tarde
sus felinos.
Sus valles de adrenalina y oboes.
Donde son otros los planetas que cuentan a las cenizas
sus astrofisicas y aniversarios.




Todas Las Palabras





Ciudad.
Testamento de polvo.
Tus imagenes hoy son de un destello que el
vacìo alarga.
Un grito vuelve al craneo.
El horizonte describe la ubicuidad.
Los mundos son paralelos mas no por apariencia.
El manuscrito eleva sus cintas y se trafica con  los organos
de un muerto en la playa. Tù conocìas de ese comercio
desde la pureza de todas tus reencarnaciones. Tù
desnudaste una superficie donde la conmociòn
ignoraba las màquinas, el lunar de la fiebre y un huerto
de algarrobo como parafernalia de un pàjaro inmune
a si mismo, llevando semàforos o vidriosos 
personajes llenando los atolones
de paraderos.
Ciudad de escamas y bruces.
Variopintos minerales de hastìo llegan hasta tus saetas.
Alguna de tus jabalinas ha cruzado la tarde, lanzada desde 
quièn sabe dònde.
Ese es el ùnico conocimiento en que el curso del eter
y el trueno, reinan sobre las frases de esas sepulturas donde
interminable teje un reino de sueños una araña,
la historia de una hormiga sin plural,
ese detallar de una columna tocada por las traversas
de un nido, cuando el tiempo percibe que
un instante reverbera en una oraciòn y un papel de gas
todo aquello que a si mismas vuelven a inundarse.
Como lo hace el lenguaje en todas las palabras.





Albufera






Un poema. Su esbozo.
La suficiente capacidad de
las patillas en un ave para existir, el
calendario azul de las cigarras partiendo de
una cronología de barro donde brotan las 
cigueñas. La dinastía de sepia, hecha
de acuarelas y mutismos, semeja lo mismo 
que el grito de una linterna ahora
que el mundo intenta 
desvanecerse.

Observo el cuerpo por donde se
arrastran sus palabras. El día y los nombres
mutilados del deseo, el silencio obrado por la
inmensidad, la catapulta como teoría del 
escrito por donde el gas avanza. Veo
las pautas de atun por donde el
universo decidía el fuselaje
del perihelio, la cortina
donde la espina
lograba desmembrarse y bajo 
todo ello el celeste de un monasterio,
la casa donde la soledad crecía en el matrimonio
con las algas de un leopardo; gris como
una cupula en celo, una brasa,
un interior de alamos con la eternidad de
una uña
poseída por un hombre, llevado por la sal
hasta un recogimiento boreal 
de arrobos.

Donde las silabas volvían
al polen.

Y la albufera del poema al
aire.






Elegía







Alguien entra junto al animal, lo hace 
dotado de sienes.
Las luces son vertiénes de pálidas urnas.
Los anuncios vibran entre su marea de carne.
Lirios y astros sueñan entre lo que sucede con un
bosque de boinas antes de los acantilados.
Un color de fresa despierta en los estuarios con
una frase pagana: "El espíritu es sólo un eco"
Serpientes de musgo sobre indómitos colores 
naufragan en lo indómito. Bucles de barro
sostienen la medida de increíbles hechos
en una historia de huesos, lo que era del
corazón sigue al agua y lo que pertenece
al sueño adopta figuras de fantasía
por la noche mientras dormimos
y el amanecer es de savia,
de colores que por instante son vacíos,
lenguajes que crecen entre la inspiración 
con espirales. Con vórtices. Ciegas las entrañas
del limbo para crecer, enigmáticas las de la sangre
para descifrar en los fragores del planeador,
en los crepúsculos que destilan,
un nombre de escama en los hombros.
Alguien cruza el aire
ha juntado regiones de pubis en el 
aire para volver a siluetear los cabellos,
ha derramado el extasis ecuestre en lo
hiálino para despejar de claridad,
ha tomado las escamas de aquellos peces
que desnudamos junto a una flor.
Y se ha sentado en la soledad para respirar
en ellas.



viernes, 27 de marzo de 2015

Voceo de Trementina






El oceano desata un limbo desde su lecho cetrino.
Pedazos de selvas corren a una virgen y un sabueso
con espìritu de niebla, deja atras el vagòn,
el lunar donde se iluminan los pòstigos.
Crecen y rielan las casas fugaces de los archipielagos.
Sondean y vocean como tripulaciones que
se ensimisman llenas de ofidios 
en un antiguo encantamiento. 
Nacen las redes.
Los proceres siguen como ayer a la lluvia.
Los manuscritos deambulan entre matices de pus.
El ala negra del diamante es el opalo de
los primogenitos.
Los parrafos sobre lo divino esquivan el zafiro
y lo inasible, con grandes epifanìas de muertos que
llenan las plazas.
Mi patio -el del clavel- memoriza algùn lejano poema
que recitè en las sombras, 
los helechos tenìan y guardaban voces morenas
entonces como la trementina,
como el ajuar del cometa llevado por el relampago 
en primaveras de truenos.
En otoños cruzando la niebla llenos de relojes.
Yo no buscaba el mar ese dìa.
Yo sòlo era un acento predicado por la madreselva
de los acantilados y algùn
papiro que llegaba con su soledad a la noche.
Yo sòlo era un punto de nieve en 
la rafaga donde el lenguaje llegaba con su pubis
para celebrarse
violento y sereno a la vez como el latido
en un bosque, donde silenciosamente duermen aùn
los arquetipos.
Como asi tambièn los cachorros.



Poema






De entrada al mar hay una estructura metàlica.
Una garrocha estirada por los gallos y un poco màs allà 
el muelle cita aquellas cosas que no fueron grandiosas.
Emerge un espigòn.
Un hombre en èl despidièndose de otro con una cifra de barro
en las manos.
-las cenizas son de oro hoy en el suelo-
La mirada en ambos evoca semidioses.
De aquellos semidioses merecemos la  prehistoria de una calle
en la boca, la ciudad de los arcangeles y la tradiciòn
del preludio dirigiendo sus naves a 
ningùn destello.
Granizadas de druidas en esta noche de cedros y piruetas
entre la promiscuidad.
La tarea de una partitura lejana.
Los miembos de cal sobre el arroz de leche, donde
el trigo observa formas cadenciosas, la administraciòn de
los uniformes por un terreno industrial de 
libèlulas,
la litùrgìa abriendo acres de polvo sobre el terciopelo
y la enigmàtica arena de los bordes donde
dejamos el arnes y la sensibilidad de los 
menguantes para volver a la lucidez de los animales.
De entrada una estructura es un barco.
El màstil donde el pelicano muerde la intensidad 
del aire como si la conociera tanto como 
a su inteligencia, en la desnudes del
vacìo.
Y creo que si conociera un poco mas de esa vida
tambièn recorrerìa la intensidad
acompañado de una palmera,
de una intuiciòn
o de un fruto con el cual mi libertad pudiera
pronunciar aleros o pieles que enterramos.
Nombres de pavimentos que para 
siempre sumergimos.





Gimnasia del Polinomio





Realista registro de los sueños.
Una palabra tomada por otra en un aspa.
Un ser viajando con una persona en la boca.
Eufemismos con regiones de petroleo y corpulencias
donde el velo es terrestre y piensa en
este momento. Su pensamiento
es gimnastico.

La noche, esa misma noche graficando
una categorìa,
una longitud de aire,
una laguna en direcciòn al oido llena de cofias 
y perchas.

Cuencas y sacramentos con la antropologìa
de quien yerra en una casa,
autorizado por uno y otro lustro de arañas.
Y ese señor tan escritor de peces.
Ese señor tan gramofònico como la habilidad.
Militante de partidos climaticos
con tendencia al elixir y al climax, lo cual
es como un trance, aboliendo las cosas
en la apariencia de las aguas.

Temperaturas de maxilares en ese 
escritor de mentones,
donde cae ninguna hegemonìa
o una piedra escalonada en sus ràfagas
como una civilizaciòn de granito.

Por donde milenariamente
descendemos 
entre gimnasias de polinomios.



La Publicaciòn del Graznido






El verso dividido por el aceite.
El horizonte en èl, edificando cadmios.
La ornamenta y la reconstrucciòn.
La reconstrucciòn del sonido-verbo en
una caida donde los sauces se inclinan
tomando parpados de lagunas y peces.
Los telefèricos que sugerimos.
La telemetrìa de la cual son concientes 
sòlo las lechuzas. Las clepsidras y fantasìas.
La era del prisma con el vidrio amarillo
al final del verano.
La linguistica de una hormiga en las uñas.
El origen de la respiraciòn y los 
pergaminos.
El segmento del halcòn frente al aura.
Las palabras sumergidas en universos
de hipodromos en interiores de naranjas.
Los ligamentos de leche sobre el preterito.
Las extrañas publicaciones que hay en
el graznido.
El tamaño de la esquirla en la actividad 
de los conejos.
La inspiraciòn de los fosiles.
Las constelaciones de insurgencia mientras
un verdugo recuerda las cabezas.
Los funerales de los libros de camellos.
Las cicatrices de lo variopinto y la tierra
sin ciudades en sus martinetes.
Esa tradiciòn de solapas en la frescura
de una boina. El estadio del mar
en un espejo donde se demacraba una
cisterna, el respirar del polvo
luego de escalar un oso polar en la nube.
El pliegue de la conciencia tomando
un helecho de los termiteros.
La conjunciòn de los relojes.
Esa patologìa del puerto cuya principal
caracteristica es dividirse en muelles.
La genètica en todos los brillos.
La honda que se mece un instante en
los escasos mosquitos de los troncos.
La especial corazonada entre las
escaleras, cuando algo en lo alto nos
espera, lleno de sinagogas y escarlatas
madreselvas. Y sabemos que para
llegar a ello, es indispensable
la ontologìa de un desencanto.




El Corazòn de una Alambrada






Me he tendido ante el sol como esperando
las ediciones del pulso.

He oido sobre los conjuntos de lluvia que
resplandecen en el acido.

Hablè a los encantamientos mucho despuès
del ancla.

Habitè las estrellas muertas sobre el iris
con un puente en la imaginaciòn.

Oì en las catedrales desde los nùmeros que
son divididos por el aceite.

Perseguì a la sensibilidad en el miedo
de todas las saetas.

Apuntè a los gràficos con un sonido 
salado en la lengua.

Describì la percepciòn con eslabones
de barro en el craneo.

Despleguè a los rìos en una caverna
donde el miedo tambièn era una nuca.

Tramitè en las ciudades cùal serìa
el sonido de mi voz en las columnas.

Detallè una ventana con graffitis
donde brotaba el amanecer
arrastrando una ventana en su boca.

Fuì alcanzado por las estrellas que
toman un escarpìn del agua.

Una bota de aceite.

Una extraña enfermedad como
la respiraciòn y los violines que acaso
desnudanse sobre los promontorios como
una fecha, una conmociòn, un sequito
donde algo en nuestro interior
se alarga como una voz
romàntica de 
nihilismo.

Me he esparcido sobre la greva y las
plateas, donde el sonido es maratonico, casi
olimpico por la llegada del sueño.

Y los dìas.

Los dìas enquistando su corazòn de musgo
en una alambrada.





jueves, 26 de marzo de 2015

Los Mastodontes y el Agua




He allì un patibulo.
El ovulo formando crines.
El oceano de los mechones con una
pronunciaciòn de medusa.
La direcciòn del barro enlas valvulas junto
a espìritus de muselina.
La medialuna.
Un eclipse.
El encuentro con una razòn en el perihelio.
Las cartas del zodiaco en la representaciòn de
una herida.
El cansancio entre los guijarros donde el grito
era un sonido que se disecaba.
Nosotros buscabamos algo mas fuerte.
He allì un lugar donde 
los hombres no eran semejantes al agua.
Tampoco a las epifanìas de una
botella. Debìan su barbarie a lo intelegible
y el destello era una idea
sobrenatural que tocaba sus ojos como un astro.
Esa joroba.
-sin entretiempos-
Esa joroba donde brotaba un higado.
Un cigueñal, una amalgama, una laguna de energìa
poètica y fondo simultaneo
relativo a un evento.
Ese fardo como igualdad de equilateros
y vientres, sobre un problema terrestre.
El mar volviendo a provocar a los guijarros
en la orilla desde esa mecanografìa
-que- como una introducciòn a 
la nieve, bañaba todo espacio
de los personajes, con 
volcanes de uvas.
He allì lo constante.
El gènero transformado por una masacre.
Apuntando a la ley y la araña que habla con 
un habitante.
Sus construcciones sin horario encefàlico.
Su bombardeo en todas los caminos.
Este escribir como un agolparse tremulo
sobre si mismo,
destituido por el pànico y los comercios
relativos a la gravedad.
Adoctrinado por adoquines y màscaras de gas.
Susodicho dundamentalista del abdomen.
Formando sociedades secretas de liebres debajo
de la realidad.
Lleno de logias.
De mastodontes que si son arrojados al agua,
no podràn sobrevivir en ella.




Los Carbones Amarillos



Tu adolescencia de carbones amarillos.
Acompañada de faroles hambrientos.
El cuarzo en ella dorada por los 
patriarcas.
El ritmo de tu insomnio bendecido de
paredes: Esas que sòlo tu alma atravesaba.
Tu casa desde la cual inundabas el mundo.
Tu jardìn de serpientes, todas dormidas 
y despiertas en la inocencia.
Tu adolescencia con mitos lunares
-todos se alinean aùn en las piedras de tus ojos-
Los mandamientos de tu corazòn entre 
las mariposas.
Tus rocosos sucesos de plastilina.
Las rejas de tu patio que te ahogaban como el
cielo a las cumbres.
El universo de pistones en tus botines.
La historia de tus axilas con una oraciòn
elaborada por el vidrio.
Tu adolescencia de bandadas y sedimentos
llena de un pez y una gaviota.
Tus juicios sobre los lenguajes de chimeneas
entre la escritura galactica de tus
sienes.
Algùn muelle de raices hipnoticas en tu aliento.
La formaciòn de un astro en uno de 
tus medallones.
El arrobo colgando de tu cuello como un 
pedazo de carne.
Tu tragica caminata hacia las playas.
Tu botòn abrochando tu miedo para separarlo
del escrùpulo.
La psiquiatrìa de una plaga en tus costillas
que sòlo las mariposas confunden.
Tu adolescencia con portatropas de zafiros.
Llena de historias cervicales.
Tu alquimia conjurando rinocerontes por la 
noche.
Las branquias del sur llenando atardeceres de
rascacielos en tus helices.
Los prioratos de regueros brillantes como la
libertad que siempre desconocimos.
Tu adolescencia de faroles y vertigos, donde
nunca terminaràn las cosas.




Los Hombre y la Tierra




Todos los hombres que vivieron en ella
fueron dorados como un circulo.

Alguno caminò de la frente al nacar.
Otro llegò al elixir.

Hubo aquel que se distinguiò por llevar 
mitad de su rostro en las manos.

Confirmamos al que trasladò sus raices.

Al que levitò.

Aquel que te ofeciò un sacramento en 
el limbo.

El que esperò el amanecer y en el 
absoluto azul su ùnica respuesta.

Tal respuesta tenìa la apariencia de
un instante.

Uno con suelas de geometrìas donde
la estadistica era una balada.

El instante descendiendo por el corazòn
con un magnetico ladrido, añorado por
el lenguaje del perro en el interior de la
niebla.

Todos los hombres que vivieron aqui
fueron dorados y de madera.

Algunas de sus caminatas las recoge el
polvo y otras son encerradas en el nada
màs de la escritura.

Entre voluntades donde empieza el rigor
y el alma.

En esas caminatas el sendero surgìa como
una estela que migraba a la ira.

Algunas se abstuvieron de criar
mandragoras.

Otras se decidieron a hablar con los
hipopotamos.

Pero aquellos hombres que vivieron entre la
tierra, siguen despertando sobre los
diametros.

La mayorìa recibieron en tales diametros, 
confecciones y cabalgaduras.

Otros oyeron los siseos de lo nocturno
evolucionando a los lipidos.

Todos estos hombres creen que siguen
reinando sobre la tierra.

La realidad es que se oprimen sumergidos
en los lenguajes mas profundos de
la misma.




La Atroz Armonìa




El àrbol se acerca a otro.
Sobre la cortina de fuego, alguien duerme.
Pàjaros de lirismo, cortan el obsecado lirismo de
las nubes, los liquidos penetran el verbo arqueado cirro
de un sentimiento unido a los cadaveres.
Se muestran siluetas de caracolas.
El dìa es brutal, otro en los papeles y la tierra,
otro en el devenir y la hierba por donde alguna vez
vivieron los acantilados. Inmensas avenidas 
que mueren en un horizonte de trapecios.
Distancias que elevan los cirios. Son tambièn
otros los sentidos con los que el oceano quema
alguna de sus olas.
Los buques -enigmaticos- observan tribunales.
Mitad de sus cuerpos estàn inundados de
agua para equilibrarse; igual que el 
hombre en su mitad inundado
de sangre para llegar a
la atroz armonìa.
Palabras derramadas por el ser en 
un protozuario.
Pleamares sobre el yelmo donde el iris
presagia en el vuelo del ave
la secreta sospecha de un canto.
Las palmeras posan un espejo en cada celula
de los pavimentos donde lo legendario
es un grito de altamar lleno de
privilegios y serpientes.
Un arco toma la platea donde el 
ciclo raso del santuario bebe de un tropico 
como si fuera una trinchera.
Carreras de infinito bañadas de horror 
en la hiedra
donde una historia de torbellinos
vuelve al erotismo
y al peso del tronco que va abriendose
pacientemente a los idolos, como
a una humareda.






Los Ojos del Sauce






Los ojos del sauce despiertan con un lunar
de aceite en sus manos y entre silenciosas particulas
de metal, el universo cede a ello.

Membranas de barro emergen desde el sueño
hacia verosimiles latitudes de flautas, donde
el sonido brota como una alameda de
atomos.

Frases de incienzo para los entes que llegan
guiados por una boca, por una elegìa, por codigos
y realidades de nieve al final de la
expresiòn con la hierba.

Serpientes de vidrio sobre la epistola
de un dragòn devorando telescopios.

El lenguaje parece despertar, es cadencioso,
sedicioso en las alturas de cierta fosforecencia;
altura del oceano con una cigarra diremos.

La tierra empieza a provenir del nombre.
Las calles son soledades en èl con efigies.

Cualquiera ahora puede recoger un pedazo
de mar y convertirlo en oceano.

Cualquiera es el universo asombrado por 
la caminata de una lagartija en la media,
su paseo de remolino con tintes de 
tierra recogiendo los cabellos
de no sabemos quièn en la
arena.

Numeros de linternas naufragan entre
los pacientes.

Soledades y alientos de piedra 
hacen referencias a los halos y coeficientes.

La alusiòn al platino ahora parece suficiente 
para destruirlo, sin embargo 
como una parte de soledad
volvemos al paramo.

Formas de cuerpos y anilinas de agua
con el temor del instinto en sus helechos
ignoran el mal desde una raza de juguetes,
un mal de opalo en las jaulas
uno despidiendo en la lumbre las celulas
de un lenguaje por donde ha pasado el requiem.

Un requiem que lleva una rosa en sus
palabras llenas de lagartos.

Allì donde la piel no es nocturna ni la
inteligencia un morral de vidrio entre las 
herraduras.




Historia






Llego a un jardín con una historia 
de verde.

Con un rostro en una carta sin apogeos
con un tiempo de triángulos
llenos de palomas mensajeras.

Detrás de mis hombros no hay horizontes
ni casas.

El único árbol se encuentra  en el follaje de un
jardín y llego a él con una historia de verde.

Detrás de esta historia -debo decir- está el platino.

Su esqueleto posee los procesos del sueño y sin ninguna
clase de miramiento con la realidad, tales sueños
siempre van a descifrarnos.

Esta historia es también un sueño y recoge
las cosas.

Ha tomado las palabras del aire y lo
remoto del pelo.

Llego a un jardín con un dios que colgaba estrellas
formando galaxias para sobrevivir.

Un dios que elige los patios y pretiles donde
metamorfosea en hojarasca los objetos.

Esta historia posee también serpentinas
donde aguardan los buhos.

Una definición del mineral desde 
una espoleta.

Una gran bandada de garzas que anhelan
organizarse en la nieve.

Es gigante y pequeña como lo es todo momento.

Juega en el aire y esa es toda la lucidez de
sus rafagas.

Es verdad que el destino dejaba azulejos en ella
pero tal historia ya había intuido la verdad
y el destino.

Es concientemente un enigma, como el corazón
que nunca duerme.

Las mandibulas crecen en sus hombros como
otra infancia.

Otra paralela a las aletas donde 
podemos concebirnos.

Llegué a un jardín y mi pensamiento creía
que allí empezaba el mundo.

Sin embargo una historia pronunciò
lo siguiente: Aquí sólo continúa el universo.





miércoles, 25 de marzo de 2015

Las Flores Negras





Las flores negras pertenecen al cielo.
Ese cielo encerrado en sus daguerrotipos.
Con circulos de suicidas y crestas
de espuma veladas en las conchas
de niebla.

Atmosferas de universos gramàticos para 
las rodillas, grilletes de sal para una 
barra de jabòn brillando en el pelo.

Las flores son negras y sin alcanzar
el azabache de un cuerpo en su estaciòn matinal,
extienden el color azul del cuervo en 
el cielo, los ojos de diamante de 
una diatriba sumergida en una mochila
donde vibran contorsiones.

Los hombres pasan debajo de esas flores
llevando sus cuerpos de arena, dones
de ramas como extranjeros amarillos
preguntan por el alma en los
ejercicios del leopardo.

La lumbre de un espejismo
se cierne hoy que los castillos despliegan
en sus torres, el nacimiento
en espiral de un microscopio
en forma de diluvio y en los sauces
donde los juglares conmocionan, un grito
de balcones cae como un trueno.

Las flores son negras.

Tambièn son grises y ambidiestras.

Recorren las ceremonias de los aires
acompañadas de barbaros.

Conjuran apostoles sin logran
sintetizarlos.

Ofrecen una linea de agua, un gemelo.

Una perla invocada por la muselina
en bagajes de clara metafìsica 
donde los tallos regresan
luego de haber tocado
un tallo.

Uno oprimido por el violeta de una flor
enquistada màs allà.

Enquistada entre negros
patibulos.




Poema






A determinada hora, era otra realidad.
El sol tocaba el movimiento de las dagas.
Junto a ese sol, planetas de vidrios como las
esferas tomaban la mente de los
leopardos.

Las danzas seguìan a las cosas.

La granizada -inmovil- como las leyes que rigen
las diàsporas, reconocìan un corazòn de 
tierra. 

En las corazas otros ministerios
de plata recortaban sus ojos llenos
de manifiestos y antiguedades
como un coro. Misteriosos himnos
que tiene el guijarro al deslizarse en 
los cabellos, jugaban en los
acantilados.

Un color de plata se encontraba con su psicologìa.
Los planetas perpetraban actos como la estirpe
o el sentimiento en un aro de hierro.

Perseguìamos el jazmìn con 
el himno que recogìa el animal del estambre
y en ese conocimiento de sed
el pensamiento desnudaba el reloj
donde el alba describìa el temple
con el cual un monopolio 
creaba sus sienes
en el hierro.

Los siglos partìan como mensajeros.

A determinada hora, otra era la sensaciòn
de lo grotezco.

Y otra la poesìa entre los animales.






martes, 24 de marzo de 2015

El Universo en el Espejo






Que sea el lenguaje denominado por la lluvia.
Que los colores penetren la atrocidad del tiempo
cuando es dividido por el instante.
Que los relojes abran la carne como la realidad
abre el nombre.
Y que la demencia despierte semejante a los 
cofres, estilizandose mucho màs que un poema 
en la paradòjica hora de su texto.
Y la intensidad sea el mundo.
O el meandro al convertirse en orilla nos corte
la posibilidad de atravesar el oceano.
Que ese oceano sea el aguila.
El amanecer de la hipotesis junto a un tìtulo
en cuya efigie la silueta decide el poder de la
penumbra sobre la voluntad.
Que esa voluntad haya cruzado el polen.
No sòlo la oscuridad, tambièn el polen y en sus
giros de trigo, veletas y molinos nos muestren
el pudor de un poema encerrado en
el escrupulo, con los miramientos
y el tan solo desasimiento que ofrece la cultura
despuès de las raices.
Que yo deje de oir.
Que lo feudal estilize el aura del dedal.
Y las ruecas formen falanges en las emanaciones.
Que los intestinos surquen la niebla
sin necesidad de las gaitas.
Y la nieve llegue a la armonìa con 
la chimenea encerrada en una balsa.
Que la imaginaciòn sea producto de una maquina
que cose las sienes para unirlas a la realidad.
Y que la realidad celebre ello sin
ceremonias, sin tener que zarpar, ni izar camellos.
Que todo esto suceda
ahora que el universo duerme en un espejo.






Los Espirales del Cèfiro




Un sonido.
Una gran proporciòn de polen en espiral
en los cèfiros.
La corriente sumandose a otra para crear
un trueno.
El vesperal insomnio de lo que busca sus 
huesos entre los zafiros.
La historia del relàmpago conjurado por
un hombre en sus oràculos.
La ventana de carbòn que deja ver 
nada.
El gorjeo igual que el trino desnudandose
en el interior de la copa.
Grandes àrboles siguen a los escudos.
Trazos de animal desde los yelmos que otra
vez nos separan.
Digo un nombre que circula como una taza
de hollìn junto a la claraboya
donde me acerco al mundo para verte sin
titulos ni sinonimias.
Miro un gran arco de perlas que el diamante
conducirà a la carne.
Un esbozo de lo elemental sigue a la
escencia en la aurora.
Una luz.
En ella silenciosamente el canto del
helecho, la punta del corazòn 
trazando la memoria del
fulgor. No el brillo, es necesario vivir
en las veredas, tocar las puertas para ello,
llenar oficinas de ladridos.
Y la nave que perfila un tacto.
Una exegesis de la lluvia cuando tirita.
La canciòn del rìo siempre en la ira.
Una luz. 
Un cuerpo se ilumina por ello cubriendo
los angulos donde viven sus sombras.
Una criatura resplandece como si 
yo pudiera ver entre la apariencia.
Tal luz encierra un heliotropo.
Tal, se mimetizan en saetas
que riegan de silogismos el plano donde
descansa la fantasìa.
El legamo.
Ese principio de helecho en la nuca.
Ese madera de una casa donde abundan las
moscas y el piso tiene un color de 
carbòn como si fuera siempre a quemarse.
Ese principio tan separado del fìn
donde las corolas incendian
una testimonio de trigo circunvalado por
ninguna herencia
por ningun animal, ni tierra que sigue
crispandose entre tus oidos.
Igual que alguna remota palabra.
Para que tù vivas.








El Hemisferio del Racimo





Pensè en la conciencia con la intenciòn de
escribir un mensaje a las libelulas.
Describì ello desde una perspectiva que
irradiaba prismas y lenguas de barro.
Tomè la ciudad vulnerable en el sol
con solsticios de carne.
Grafiquè en mi interior colisiones de
entrañas sin que pudieran tocar la individualidad.
Pensè en un centro de gravedad
constituido de alfileres.
Respirè en el alamo seguro de
la melodìa de la espuma.
Conjuguè en los crotalos las disciplinas.
Reagrupè una ruta donde persecuciones
y sinos de oleajes, despertaban al
mundo con espigones reclutados por 
luces de mimbres.
Escribì en esa conciencia que la expresiòn
es una calle, desfigurada por la precisiòn de 
una cigarra cuando memoriza.
Allende al mar templè las cosas azules del
universo en la niebla.
Cosas y objetos azules como una avenida
o la azotea donde inmune la brisa
desnuda cosas semejantes a una plaga, un reloj
el sueño por la noche devolviendonos
a una pradera o una sombra
donde la oscuridad forma sus paràbolas.
Te llamè por el silencio de una fragua
cuando el mundo concibe dioses de escarnio
bajo la lluvia.
Dije tu nombre con esa misma soledad que
pronuncia los suyos la locura.
Detràs de las pupilas oprimì los filamentos
del anda ataviados de desfiladeros.
Propuse una historia que anexara un dìa en
el punto donde una avispa agoniza.
Desprovisto de limites fuì seducido por 
la naturaleza despuès de estrellarse contra el
hemisferio del racimo.
Tuve en mi conciencia, la manifestacion
de una caverna elaborando sus heridas.
Heridas que son lampos.
Que sòlo la nieve empala mientras dormimos.
Y los sauces y las mandragoras florecen.





lunes, 23 de marzo de 2015

Un Río







El río tiene un murcielago y una historia de
gelatina donde desaparece.
Sobre él hay un puente desde el cual me 
detengo a observarlo.
Son pocos minutos, a veces algunos segundos.
Esa es toda mi relación con el río.
Pero hay en este río muertes de plastilina
que yo he dejado crecer como la imagen de una
jabalina en el aire.
Hay en ese río no sólo el caudal que algún día
arrastrará esta ciudad consigo.
No suelo preguntar nada cuando atravieso ese
puente para ver al río a no ser por el apogeo
de los portaviones y las plastilinas.
No suelo preguntar nada, porque llegar a él 
es desde ya una pregunta demasiado poderosa.
El río lo sabe.
Obviamente no sé su respuesta.
Yo miro diariamente un río con la cotidaneidad
de quien no espera.
Miro sus herraduras.
A veces acaricio sus mandibulas.
Alimento a esas piedras que duermen en 
la orilla.
Si veo el sol reflejarse en su superficie es un 
accidente dela naturaleza me digo y prosigo mi 
camino.
No es un camino común el mío, lo digo por lo
que lleva como evocación, una de esas cosas es el
sentido.
La interpretación y los musgos podría ser otro
sentido pero ello podría darse después de la
reminiscencia.
El río tiene un murcielago.
No es lo mismo que decir que hay en él una
madreselva o nos exponemos a cada momento en
esa realidad donde apenas podemos sostenernos.
Yo sé que nunca veré todas las cabezas de
las cuales está compuesto este río.
Sé que jamás expondra sus laberintos a no ser
como un jadeo que se incorpora desesperadamente 
de si mismo.
Yo he comprobado durante muchos años ello, por
más que esa comprobación no sirva de nada.
Tampoco tendría que servir de algo.
Por lo demás el río me observa.
Tanto como yo lo observo.
Tal vez porque nunca podremos alcanzarnos.





La Figura de Aire





Aùn ahora, en las ùltimas cartas del mundo.
Sobre algùn lugar del empedrado o la aguja
que atraviesa una gota, sobre el sembrìo de 
vidrios o la inmensidad de alguien sobre la
forma del tiempo, encerrado en una figura
de aire.

Aùn, sobre el poema que forma su aguila,
despuès de todo lo que dijimos o tocamos,
ensimismados en un tren de tallos como 
el que vuelves a tomar esta noche, eso sì
con muelles y plasticos diferentes, con
espacios y calles que no te pertenecen, 
donde el mundo abre la tierra como el
genesis la historia.

Y tù ves, los animales de vidrio que quedan
estampados en las lianas, tù ves el rìo, el
parpado que empieza a troquelar el fìn, el
sonido de una herida abriendose paso desde
el fondo de la tierra entre las semillas y las
cenizas de la tierra.

Aùn sobre los girasoles y los poemas que
elegimos para ese camino de sal, donde 
todas las palabras quedaron reducidas a la
sed y fue tan extraño equilibrarse en ello,
fue tan lleno de enigmas y tan misterioso 
ese universo donde aùn lanzamos desde un
puente un papel en los labios, uno lleno de
àrboles y un ùnico pensamiento, uno que
determinara lo inconquistable como otro dìa.









La Realidad sin Nùmeros






Ascendieron de la violencia a los palacios
con una estrella encarnizada en el pecho y se
orientaron a las torres, donde
los dragones no escribìan.

Despuntaron hacia el oceano entre coloquios
impresos por una marea
en cuya voluntad la locura era mas grande
que los tìtulos de una estrella
encerrados en patriarcas que hunden el oceano
en los limbos.

Disecaron los triangulos y las 
expresiones.

Oprimieron eventos donde podemos respirar
con un dìa seco en las uñas
desesperados por que el silencio es un secreto
derramado en las cavernas.

Un secreto que abre en dos la gema.
Que extirpa culturales nombres de la plastilina.
Que pseudonomiza hasta la parte seràfica de los atomos
camino de lluvias y animales.

Camino de rosaledas.
De antiguos pronombres y la seca cruz
en el cielo trae los intestino de una forma inocente 
en el aire, como si se tratara del acero
y la inspiraciòn, agitando allì un tramo,
un vagòn, el escolio que
convierte en nùmero
la realidad
y las historias se convierten en nombres
en seres que pasan a tu lado a
veces sin reconocerse.

Para que diga alguien entonces: "Eso tambièn
es la vida"



domingo, 22 de marzo de 2015

Poema




Desde hace unos dìas
camino muy cerca del mundo.
Tales dìas recorren desde hace tiempo
las plazas.
Las nubes se han convertido en cebras
desde entonces.
Los historiadores ascienden
como disciplinadas arboledas a los oboes
en ellos.
Desde hace mucho, el universo
escribe entre los plantigrados
con liberales trazos de cronopios
iguales a la existencia.
Arcangeles y senos semicirculares
de brea en al atisbar.
Diasporas y objetos que
se actualizan ante un candil de brocha.
Treboles amarillos y circulares
tropicos del infinito,
por los cuales vibra un planeta
se vuelven condiciòn para los navegantes, 
para los mochilas de aceite en sus 
garras.
Soledades sin ofertorios son inmediatas 
ahora.
Liquidos adjetivos bajo el sol son pronunciaciones
de leyendas sobre los equilateros.
Entre las mancuernas y la pueril abstracciòn
del mirador brota una mandibula.
El ave vuelve a dejar atràs sus alas.
Cavidades como el templo recogen los espectros
del oxido y sigilozamente desembarcan
en las oraciones las piedras.
Desde hace unos dìas
camino muy cerca de la tierra.
Pero es realmente todo lo contrario.




Encuentro con la Aurora




La noche en aquel mensaje en las piedras.
Yo no tenìa la poesìa ni la versatilidad para llegar
a ese encantamiento
desde el cual una particula de aire
despertaba una mariposa de hierro, un limòn
construido por los peces, una escama donde las cenizas
eran tambièn un reducto donde
la poesìa se imitaba a sì misma, llena de clepsidras
y cabelleras que en el fondo eran andanadas
persiguiendo las voces de una
dimensiòn incompleta,
inconquistable,
ligera al tratarse de liquidos,
practica desde el vuelo de ninguna bandada.
Pero tù eras la yesca
dormì en tu carne sabiendo que algun dìa
amanecerìa convertido en carbòn. Tuve en mis 
manos la tarea de completar el universo con
tu pubis.
Ese universo que agitabas como un ritual
de nieve o una corazonada.
Ese universo iluminado por las maldiciones
y los maleficios.
Por las frivolidades y los lechos
donde espumosas dicotomìas daban paso a
los reptiles entre las frondas de la
selva.
Al igual que sòlo una parte de nosotros,
nada màs que sus escamas tenìan por destino
el encuentro con la aurora.



El Espìritu del Helio





No hemos sido desscritos segùn el lenguaje.
Desde la expresiòn y los bàculos que imploran
su dinastìa en la hierba.
Llegamos a la percepciòn rodeados de enigmas.
En cada cita con los espejismos
contemplamos los huesos.
Recreamos poncianas sin màs lengua en el 
espìritu que aquello llamado desasimiento, recreamos 
ese mismo ser unido por las piedras, entre lianas de musgo.
Hablamos de serpientes y desnudos.
Trajìmos un dìa de calor junto a otro de animales
que conjugaban.
Despertamos en no todo aquello que podìa
ser tensado.
Soñamos el universo de las gabardinas ceñido
al del minarete.
Cruzamos el olivo con un reloj en el pecho de 
mandragoras.
Organizamos el golpe del hado en aquel que
conmemoraba la llegada de los truenos.
Tocamos el granizo desde los baules.
Escribimos del verano en la anguila.
Especulamos sobre el verbo al dormir en una 
bahìa.
Tocamos el centro de gravedad de un atardecer
inspirado por faroles.
Nos desangramos en la piel sin llegar a las
venas.
Recogimos todos los nudos del mar.
Dibujamos una herida que fuera convencional.
Un puente segùn las historias de una bandada, de 
un ciclo en el agua o la leyenda
de una catalina
deshilachandose en un amanecer
de molinos.
Recorrimos exorcismos como en una insurgencia
y buscamos en el poema ese oceano
vestido de prismas y
sargazos.
Postrados en el cuento originado
por la primavera del milimetro.
Posados en el canto hexagonal del oxigeno
nos emparentamos a la codiciosa enfermedad de
los bucles y aquellas estalactitas
que duermen o se agotan en
las grutas
semejante a un hecho como una melodìa
de ozono.
Uno, sòlo uno.
Que encierre todo lo que queda de nuestro
espìritu en el helio.





La Fantasìa del Imàn




Cuando entre si mismas las formulas devienen
sobre otras azules.
Cuando caminamos de la luna a la rosa 
con la fantasìa del imàn que
se ahoga en el agua.
Y los caballos recopilan los sonidos 
tumbados en las cadenas entre monstruos
con nombres de poesìa.
Mientras las calles se levantan con un universo
cobrizo desde las escaleras y ello se hace
aledaño.
Y desde los montes, en un cuello de estela
desciende el aluminio, con sendos paìses
de amatistas.
Y eres adherido a un cristal, casi como
quien sueña un lago y sueñas en tu encuentro
con los manantiales.
Cuando el horizonte de los àrboles
apunta a lo lejos, con la brillante idiosincracia
del esmalte o la fervorosa identidad de 
los peciolos.
Mientras los sauces anuncian entre su poesìa
aquella que el hombre guarda como
un epitafio del lirio y hay cosas
extrañas
encaminandose a una costa,
a una hoguera de raices y multitudinarios 
claveles
son la eventualidad de un castillo
al evolucionar a un oso.
Mientras la fisica de los dìas anuncian
la cohesiòn en los pasos, la formaciòn del aire
en las batistas, el arcangel sobre el mito
del dinosaurio.
Sobre ese mito.
Junto a ese dinosaurio.
Donde empiezan las cosas.




El Papel en la Brisa





Era un anochecer de elàsticos.
De algo exacto sin recurrir a una profecìa.
Una enciclopedia de respiraciones que
eran inundadas.
Un menguante oscuro de papel que vagaba 
por la brisa.
La errante andanada de un corazòn en 
un cipres de barro.
Una forma limitrofe donde las liebres
desprendìan polìgonos,
bozales semejantes a una flor que desciende
por las entrañas, irradiando
un aluz elemental
como aquella escindida en el relàmpago.
Era un castillo delineas en el interior
de toda ceremonia, formando 
astillas en los liquidos
que fortalecen una pupila
en los andenes de la garua,
Era una pared de vidrio.
Una muchacha que volvìa del mar sin 
una boca.
Un cuadro de enjambre donde nos 
preparàbamos para los erotismos.
Un planeta de cuatro paredes sin gravedad.
Un pasadizo donde mercurio recorre linderos
que conducen a una pausa en una civilizaciòn de gas
como el sol en los puentes.
Y en una sentencia se salvas sin gorilas.





Capacidad Geomètrica






Entiendo la razòn de algunas cosas.
El camino de la falange sin dejar una estela.
El jardìn de druidas donde todo peso era de conmociòn.
Comprendo el verano de los jirones.
El ciclo boreal como un subterfugio de la luna.
Los palcos submarinos de las avenidas.
La historia de un herviboro en una selva de agua.
He accedido al conocimiento de las 
pergolas en el corazòn de las gargolas.
Escribì del accidente en un cadaver.
De los gritos del gallo en la hora de todo 
funeral en el mundo.
De la mujer vestida de obsidiana en vez de 
negro: Ella procederà siempre de los topacios.
Pulseando miramientos atravesè un verano,
ello no era el encuentro de un arquetipo
para seguir a la flor, era sòlo una
capacidad geomètrica
pues siempre se vive midiendo el alma
en el espacio.
Triàngulos y suicidas formando un parpado.
El astro era de fuego en la corriente del rìo.
La civilizaciòn donde tal astro resplandecìa,
era magnetica.
La habitaciòn donde los iones crecen son
lugares invadidos por las langostas de noche.
Sobre la hierba...Sòlo el otoño sigue
saqueandose a sì mismo.



sábado, 21 de marzo de 2015

Matinal Como un Rìo





No estoy compuesto de hidrògeno.
Teoricamente ello deberìa ser una de mis
sintesis, una de las moscas con las cuales
destruyo mi mesa o el navìo despedazado 
por una suburbana enciclopedia,
marginal comoel
plàstico.

Tampoco por completo de aire.
De nùmeros donde el temple empieza a
vivir, de ciudades de extrañeza con
mediodìas y unguentos.

Estoy hecho mucho menos de unguentos
y ciclicos portatropas de aceite, donde el
oceano estrella sus equilibrios
sus enunciados fotomètricos del espacio
y piràmides contra la luz
de enunciados mas objetivos que 
la pus o la fiebre.

Y en este verano que acaba al fìn entre
las muselinas.
En este verano dotado de porcelanas
y fuerzas de diamante
aquello de lo que no estoy compuesto 
se abre a un sereno confìn de gema,
a una ceniza en el estuario ahogada por
el brillo de muchas imagenes que
contrastan: El horizonte golpeando la 
resaca es una de ellas.

No estoy hecho de tallos.
Lo reitero: Soy inservible para muchas cosas
que nos se traten de diàlogos conmigo mismo
Mi ùnica naturaleza es el sudor y los rastrillajes.
Algunas poses inutiles a diario.
El cotidiano desmembrar de lo que observo
es toda mi eufonìa.
En ocasiones logro deducir un todo uniendo
muchas partes.
A veces me introduzco en un planeta de metal
como lo hacen los iones..

Yo estoy compuesto de mensajes.
Alguno logra desplegarse mas que otro.
Estoy dotado de conciencias debajo de la flor.
De hilos donde son encerrados los nombres
y luces de madera, escarchandose 
en movimientos de carbones
logran pronunciarlos.

Eso es todo.

Lo demàs serà siempre matinal como
un rìo.



Poema




Viviò en el sìmbolo.
A èl llegò por una playa desierta
o el puerto donde son ahogados todavìa
los hombres.

Durmiò en las enredaderas como un
racimo de uva y aguardò a los labradores
un invierno en que igual a ellos abriò la tierra.
Aquel tuvo que labrar -sin embargo- entre
la transparencia.

Buscò en los alamos, su sed era
igual a esos castillos o
especificamente
semejante a la que mora hasta el 
violeta
en una habitaciòn, en un prado
donde la sospecha de que en cada piedra 
vive encerrada la arena, es confirmada
si raspamos en ella.

Describiò el mineral.
Cantò al artropodo.
Ilumino el fonema con esa oscuridad que 
ofrece el tiempo en la palabra
siempre y cuando, mantengamos el color
del hilo de aquellas galerìas
por las cuales atravesamos
cruzamos
con un otoño de vidrio en los brazos
pues es una de las cosas que asombrosamente
se vuelven transparentes en su camino
con una edad inasible que 
tiembla en nosotros.

Buscò en los puentes ningùn apogeo.
Caminò al granizo para saber quien era.
Destruyò las plagas hasta la llegada de los caracoles.
Acentuò el color del bozal en los labios de un
dragòn que cultivaba espinas,
Escalò en un ojo rojo con la capacidad de un botòn,
de un silencio antiguo como el pulso en 
el canto.

Semejante a un nocturno que asciende a
las verdaderas estalactitas de
las sienes.







Los Cadaveres de los Girasoles




Es por la vida . Se encuentra
entre nùmeros que viven
sobre girasoles y cadaveres.

Entre griales. Sobre recursos que
no siempre van a ser literarios
y yerran entre la luz
como los primeros
cometas.

Es por la vida. Yo no sè si necesitamos
la muerte para vivir, pero a veces ocurre que
llega vestida de nieve inundando todos 
los pabellones.

Es por esa vida.
Detenida furiosamente por los 
cautiveros.

Floreciendo sobre los cadaveres y la nieve.
presentando cuadros de vacìo, una elìpse.
Sobre el nombre del animal reconociendose 
entre otros, igual que este texto,
yuxtaponiendo determinados
nombres en las oraciones
para encontrarlos
en las mismas
de manera diferente.

Y lo asumo.
Sè que en tanto lo asuma
dejarà de ser existencial para mostrarse
como carne viva detràs de las abejas
o de todo aquello que pueda
ser reducido a una
galaxia,
a una heterodoxia,
a un lejano leprosario de suicidas
donde la muerte en ellos
no tiene que esperarnos.

Significativas banderas de moscas
en la lengua que encuentran su vacìo.

El pleamar de la nube y los gusanos.

La casta de los girasoles que 
inmersos en los jardines
toman los primeros sintomas de
una insomne primavera
en los huesos
con agujeros de titanio
reñidos a una fragata o el fìn
que desde ellas reconocemos como 
muelles
silenciosamente.

Desde esa distancia de un navìo que
se borra.


viernes, 20 de marzo de 2015

La Tierra sin Premoniciones




La belleza es un anuncio.
Una formas de compaginaciones donde los 
rìos se separan.
El màs legendario ir hacia la noche donde
los follajes son acuarios.

Està llena de manchas rojas semejantes
a una lectura.
Concibe universos como el tiempo de alguno
de sus palcos definiendo la enfermedad
de lo clinico junto a lo
invisible.
La rotaciòn del matìz la acompaña.
El espacio del verano es un indice botànico
de religiòn en ella.
Una pronunciaciòn de branquias y canguros
dorsales.
Una sensaciòn de feretro cuando apagamos 
la luz y desenterramos la lampara
de alguna avenida.

-la nuca sigue perteneciendo a los craneos-

La belleza es un significado abierto para
las salivas.
El paladar raquitico de eufonìas.
La violencia del lenguaje al caminar.
El pasado de una colmena desaparece en
sus axilas
igual que una crispaciòn dotada de metales.
Un castillo de nylon.
Una mirada de gasolina.
La forma policromàtica que poseemos
como vertebrados, para viajar siendo instrumentos.

la navegaciòn de un cuento de cera es somnolienta
en ella
igual a la efemerides de un analisis
de una canciòn polìtica.

La belleza es la estaciòn dogmatica que llega 
de manera individual a los que arrojan jabalinas
a todas las vocaciones.

El ambiente màs lucido de crueldad en 
la palabra.

Esa tierra parda sin premoniciones.

Donde se reflejan a si mismos
los espejos.




Mi Capacidad Para los Ciclopes





Mi capacidad para los ciclopes tiene una
sola entraña. Extasiada por las venas busca un
equilibrio. Intuida por el paramo va hacia 
las circunvalaciones.

Es referencia de las murallas donde una 
estalàctita luce un viento mamìfero de onomatopeya,
el singular del hueso, la funciòn arcana de los 
animales.

Sus lunas son centrìfugas, sus libros magneticos.
Una carta de zinc en sus bosques persigue a su 
imaginaciòn cuando es inconciente 
pre-històrico.

Es un mensaje de trapecios sin oidos.
Los juramentos del cernicalo con una respiraciòn
de exodos...un despuès...

Esa muchacha de pies en el minutero.

Mi reflexiòn casi sempiterna en ella, la 
expresiòn que llevo como un diluvio donde la 
silaba ya no proviene de los calendarios y 
es una alarma.

Mi capacidad para la inflexiòn y el genitivo,
la consecuencia marìtima de ello.

Ese tallado enciclopedico del panorama
donde lo moderno cumple su cita semiindustrial
y se detiene.

Algo semejante a la visiòn de un espectaculo
en el oido traido por la acustica del helio 
y las cabelleras del craneo incendiandose.

O màs aùn la hipòtesis del helio, mientras las
cebras vuelven a la sincronìa con el leon
y los jaguares.

Mis funciones fisionomètricas y la teorìa
del aspaviento junto a la arena, cuando
mis sienes se desnudan en los tallos 
de la marea.

Esa, mi capacidad para lo heteroclìtico.
Para tocar de aqui a los lenguajes
sòlo lo analogo y la arquitectura de sus leyes
donde se despedaza extraordinariamente
la representaciòn de una hiena inaudita.

Asi, vuelvo al moluzco en el tropico
a la casampiterna de una piscina entre los
caracoles.

Cuando los bozales provienen de los 
eslabones.

Y mi capacidad para los ciclopes abandona 
su entraña y parpadea solitariamente
buscando la luz en los nùmeros blancos de 
los meandros.






jueves, 19 de marzo de 2015

Estadio entre las Figuras





Hasta aqui llegaste para ver la 
relatividad del cuchillo.

El pino de aguilas con su dinastìa
de nieve en los hombros.

El talento del don volvìa a una flor
urbana.

Descascarandose en monografìas
de polvo.

Resplandores que no brotaban de
los pechos.

Tenìas una amapola desnudada 
por una daga.

Tenìas una flor inmensa y perceptiva
como un mundo.

Donde a las dimensiones continuaban
los exodos y las lluvias que siempre
fueron de arqueologìas.

Pabellones descomunales como las 
cintas del paramo.

Reos como la sensualidad
y la albumina en cuyas escaleras los
alfabetos traìan frases de biologos.

Catàlogos de latitud y fosforescencia 
en amaneceres cuando
los opuestos acarician un sauce.

Periodicos de greva que un pantano
derrama sobre las camisas.

Austero el pièlago con recorrido de
taxi y adulterio
de porcelana en una matriz.

Nombres poligamos aprehendiendo
del equinoccio una tabla, un 
candil.

Una lampara de hegemonia aùn
asciende a las coordenadas
cebandose en un apendice
de nueces o un lago
de fiebre.

Sin poder incursionar en el instante 
de extasis en todas las figuras.






Momento





Todos ungidos por tranvìas.
Por el sonido de los saltamontes en la
madreselvas. 
Por la inmundicia de 
los grandes almenares tocados
por el sol. 
Por la percusiòn del caracol en la 
hierba, una que se quiebra sin necesidad
de megafonos, alimentando las columnas
de sòlo la especulaciòn.
Y el birreme en cuya sed un gaviero y 
una goleta dormìan.
Y te sorprendes
de esta silla con olor a ropa,
de la misera en el lado del ambar,
del prolipopileno en las historias de goma.
Te sorprendes de esa mùsica
golpeando los claveles
con la ira de una morgue, amplificando
el tinte de su mente
en la solitaria
tes de los muertos y 
la ley de una estampa, encarnada
en los ladrillos por las 
cabelleras.
Te sorprendes del 
poco significado en la interpretaciòn
de un colmillo
presionando la realidad de algo remoto
como un ciempies o el unguento
de plata, brillando como
un reloj en el torso amputado
de una linterna.
Laminas donde las estelas
despiertan de la vertebra del aluminio
done ya voces como el eco
estamparon sus ciernes.
Su penumbra de cautiverios
donde toda luz del infinito despejaba
de sì mismo a este momento.
Para devolverlo a la
imagen.



La Forma de la Gravedad






Hay piedras semejantes a un ovulo
tanto como a una extensiòn.

Se encuentran a mitad del oceano o
al principio de una pradera.

Estàn en el corazòn del alfabeto
formando particulas de poesìa.

Hay piedras y algunas son escritos
del lado de la costumbre.

Solsticios en coma. Navìos de 
abstracciòn.

Esa piedra se diseca entre orugas
y elixires naturales iguales a un
segmento.

La piedra  como un crucigrama 
de aspas y espectadores.

De cirujanos y materialistas 
nucleares.

Es una carta relativa a los jueces
y la vanguardia de un marxismo
lleno de locomotoras.

La piedra es un laboratorio 
americano de textos con nupcias
sagradas de madera.

Tridentes de alba y velo con 
sentencia helenistica en los talones.

La piedra como un fundamento al
conjugarse.

La dialectica balada del perdigon.

No siempre un estado liquido, por
lo general otro drama.

Tampoco una protesta en vilo, màs
bien un dejo socialista, errante en
sucursales de fraguas y 
antropologìas de juguete.

Es mecanografìa con la densidad
de un aerostato.

El acontecimiento y su viceversa
de grandes cuellos.

La ritualidad enamorandose de 
evidencias.

La piedra como otra revoluciòn
econòmica de pez.

Una performance de soles cobrizos
entre la medida y hasta cierto punto
es tambièn otra piedra; una
instrumental como el verano.

La piedra ofrecida a la cirugìa pero
no como otro sacrificio.

Toxica con muy poco amor.

Arte lleno de lenguas que lame 
una roca.

Desconcertado por la forma de
su gravedad.







La Inflexiòn del Tallo





Subo a la casa donde las estampidas
eran de vidrio en el corazòn
y tales estampidas nos
conducìan a las ceremonias.

Sagrado el universo que aquì creabame
como si lograra ser un poema, un poema en
alguno de sus higados absoluto. Solitario.

-La distancia ha puesto un horizonte en
sus cordeles, donde la silueta de un
cipres semejaba una efigie-

Asciendo a esa casa de perspectivas 
azules por la noche, buscando el tinte del
diamante como si ello fuera todo. Una casa. 
Una casa del aguila con millones de inflexiones.

Camino a mis horoscopos.
Al encuentro con la verdad y la mentira.
Asciendo a las gacelas con ojos de oboe, de
barajas e hidrocarburos.

Al petroleo sobre la carne
disputando una piedra a los helechos.

A la locura mas subliminal de
nascientes estadios como el rigor
o la ley.

A la oraciòn de las gasas en su busqueda
de los arrecifes 
(jamàs diferente al nuestro)
A la diferencia de un jardìn si era
comparado con otro.

A esa comparaciòn a la cual llegaba
cuando se rendìa un pètalo.

Y olvidaba el tallo.



Constelaciones





El silencio es pequeños. los  hombres
se estremecen en èl.


A continuaciòn, los insectos dejan el agua hasta 
llegar a una hoja.

Es una forma de lenguaje, sentencia la noche.

Una dicotomìa se abre en ese silencio mientras 
brota el ruido.

El silencio es ahora inasible con esa
capacidad de percusiòn. 

Algùna estrella pierde su capacidad entre 
las otras.

El hombre mira.

Entre otras cosas descubre que la poesìa
ya habìa llegado antes.

Asi la poesìa -màs que el- logra explicar 
estas cosas.

Saltar a los violines con ella.

Desertar y naufragar segùn el horizonte de 
las constelaciones.

Hay muchas esta noche. Innumerables
igual que el silencio y el ruido.

Pero ahora los ùltimos de esparcen por
el mundo.

Y es hora de abandonar este lugar 
donde el bozal era un latigo.

Separar asi la estrella de las constelaciones.

Conjurarla hasta que llegue a 
nosotros.






miércoles, 18 de marzo de 2015

La Memoria del Arbol





Para el àrbol una memoria.
Una narraciòn de perlas sin edades.
Una continuidad de esmeraldas como quien roza
una espina en la hora de la digestiòn y el metabolismo
de un rojo-purpura, rosado como la gelatina.
Para ese mismo àrbol lo viscoso y lo que
entreteje en el salmo, el desprendimiento de encias
junto a deuteronomios o  las señales del gènesis
son una metàfora alusiva a la lluvia
o la metempsicosis.
Melodìas de azabache buscando el ladrido
del pulmòn, mientras el universo verdea estilizado 
por los nombres misticos de la naturaleza.
Nombres de enciclopedias agonizantes mientras
el dìa cobija el porvenir en un pedazo de hacha,
para ello los siglos cubiertos de petalos
e insondables mastines en los
cabellos que esperan a las gargolas. 
Para ellos el sentimiento en el grito de una cadena
inventada por un solo nictalope.
Ese que baja de las agujas ahora.
Con una de sus entrañas en las venas.



Cardumenes de Buitres





Què es aquello que resplandece
mientras intuimos pàjaros blancos de hierba
y el mundo surge como un calor
de insondables medialunas
postrando en sus frìas cavernas
un alunizaje.

Què, aquello màs allà del papel
junto a la edad glaciar
del jaguar y el manuscrito del sueño
en el antimonio, con inmensos
cardumenes de buitres.

Què clase de impaciencia es la que
visto a diario y reclamo para esa soledad
de astronomìas y ruidos como el fuego
despuès de haber disuelto las
conchas.

Cùal es ese todo prehistòrico.
La calle de miramientos y el botìn en el
oceano, saqueado por la profundidad del mismo
durante inviernos en que todo es despedazado 
pòr la belleza.

En dònde el ìdolo. La casa de las preguntas
entre la hierba o el libro que despierta para
mirar nuestro rostro reflejado en el
suyo, intentanco saber quièn era.

Què aquello que despega del humo
blandiendo en sus humaredas porticos de 
ceniza, invadiendo mareas en la resaca
como si tuvieramos que compartir a 
cada momento nuestra vida con
sus incursiones.

Cùal es el libro de la resurrecciòn.
Y cùal -nos seguimos preguntando en
la espuma- Aquel que decapita?




Descripciòn Natural del Lampo





A veces poseo un paso que se parezca a la hierba,
eso no es un himno a decir de la naturaleza.
Es el màs exacto de los eclipses.

Lapices de bengala con exhalos de lluvia, mientras
es paralela la superficie de la noche con una sola
colina, llena de menguantes y bandadas.

El sol, aquel que se inventaba en los cofres
vuelve a los espejos del dìa
ensanchado por una pupila de cometas y 
ofidios.

Dioses, sòlo uno respira aùn en la espuma
dividido por el respiro que agita el corazòn de
la bruma; el espiral, el exhalo que en ocasiones
forman los camellos y yo aquì, atado y
adyacente a ese universo cervical donde
la naturaleza que habla de la hierba
nos dice ahora, que es una violencia
de rojo, mostrando el muelle de
un magnetismo,
el poderoso
reglaje del estuario
encerrando mundos inolvidables
e inconquistables de salitre
donde aùn 
sigue siendo un enigma
que claudiquen los alamos
que lleven soldaduras de follaje
y que sòlo desde ti y algo desde mì logre
comprenderlo.

Antes de que llegue la noche.




Poesìa del Eter





Piensas en la roca junto a los mandamientos.
Sales al oceano, rodeado de profecìas.
Escarbas en tu amanecer, como si lo profano
fuera el ùnico lunar de oro en el
tulipan; las linternas son rojas.

Procesado por los navìos en un embarque
de lluvia, imaginas los saurios de
las espoletas, el destello a la sombra de toda
granada, activada en el desvan de los
overoles.

Trajinas por los travesaños, igual a esa
pasarela cubriendo los soplos de crotalos 
y la espuma de cavidades que despuntan
hacia la ola; es una inmensa cavidad
llamada torbellino.

Inmerso en los presagios que
destila la lluvia en la humedad, transformas
un arrebol en ponciana, el vortice en cemento,
la escritura en mochila y si resta alguna direcciòn
en el tornasol, es debido a un arrobo
que ara por la tierra
su sentido de exegesis en la interpretaciòn
de las semillas.

Como todo oriente y soplo
tomas las margenes del intersticio,
la adversa paloma del juicio compuesta de
muchos rostros y organos. 

Desde la multiplicidad,
desde ese genero donde comprender la poesìa
es abandonar la unidad de los
treboles, sigues a las
palomas, a la manifestaciòn del trapecio 
entre los vidrios, a las pronunciaciones que traen
los elementos.

Vestidos en el eter de arboles y heridas.



Conciencia Poètica





Todos han despertado.
El cañó. El repliegue. La forma del niño
transformado en bestia. La constelaciòn donde
el aliento es el deseo de un habito, de un 
siames caminando por las cordilleras,
entrechocando siempre con la 
nieve, ejercitandose en los
colores de un semàforo.
Grabados y cabellos uniendose en los
àngulos, dividen el oceano desde la experiencia,
separando a la vez la existencia.
Templos de tierra donde el cefiro evalua
otra vez los cartones son alaridos comunes a
los simios.
Sonidos extraños como la perversidad
ascienden a un horizonte de ramas
donde el pàjaro presiente y disemina.
Sensibilidad de papiros encerrados en la arena
acompañados de los guijarros
se elevan hasta crear un puerto.
Y ante esto, la conciencia sigue caminando segùn
el lirismo y la poesìa.
Una conciencia guiada por imagenes.
Por escalas y dones de azufre invadiendo cada
aurora de soplos.
La noche cae derramada por el granizo.
Un aspa muerde colinas con una corriente hialina
de brisa que partiò desde sus aspas.
Los tropeles son historiografìa del pelo.
Inmensos coreografos de entrañas sueltan el
lenguaje de un pelicano en el pensamiento.
Uno que entrega a la idea por bocanadas.
Por enigmas cuyo fondos de rosaledas
nos conducen hasta toda astrologìa.
Todo ha despertado. La fila de
dromedarios prepara un otoño.
La frente se prepara ante la llegada de 
las sienes. El torpor ha conquistado
sus heridas.

Otro universo de dolor -igual como a la
conciencide del poema- ahora lo espera.