lunes, 31 de octubre de 2016

El Agitar del Espacio






Determinado por un baul o unas calles 
donde se ensortijan las lechuzas entre rieles de limòn
y lagunas.

Determinado por factores de rumiantes que llegan
de las bolicheras y hacen del ozono un preludio 
de hojarasca. De enigmaticos molinos.

Cuando los planetas han dejado de conquistar lo
inasible y las tripulaciones del vilo duermen
como melenas o performances de agua.

Y las estrellas reparten voces de cisnes y muelles
en las prosodias, enumerando silabas que
se incendian por la tarde entre paracaidas; en el 
pètalo de una iridiscencia que resulta de todo ello 
incrustado en una selva de ojos.

En los estadios agitados por un tornasol o la brisa que
muerde llena de leones.

En los objetos basicos de la marioneta disecandose
en un perfil donde el atlas de una estalactita
es perpetuamente esquivo y las coronas de una medialuna
irradìan botines y destellos de garrochas.

En el equilibrio de la ira cuando toca un atomo.

Con funcionamientos semejantes a los de un prismatico
entre esguinces y nebulosas.

En la soledad de los perimetros cuando pertenecen
al aceite.

Mientras la astrologìa recorre la vida de un caracol
en las uñas del viento.

En los pàpiros buscandose entre minaretes.
En esos crepùsculares trotes de placton en la orilla
cuando es cubierta por las hojas.

En los bordes de un almacen pudriendose en los mitos.

Contrastable o no con aquello que llega de las cosas
oprimidas por sus propias siluetas.

En las piramides que escriben sobre los elixires
y los origenes del albedrìo en el sueño.

En ese albedrìo que llega del sueño con los
ultimos relojes.

Donde sucede que en lugar del tiempo quien
agita su corazòn es el espacio.






Las Cenizas de los Pàjaros





Recuerda el sentido de la noche que se asorda.
La mejilla sobre una goleta. El entarimado cuya
mirada presionaba el sur de alguna manera; nunca
tan especifica.

Recuerda la lluvia, la epopeya.
El amor como una palanca que llega todavìa
para divisarnos igual que lejanas glorietas donde
empieza el humo.

Ten en cuenta el vapor. Tambièn rondò nuestros
dìas con millones de siluetas; recien es tiempo de 
encontrar sus nombres

Imagina el universo sin planes ni lamparas.
Sin linternas ni semidioses que hablen del invierno. 
Escribe de la razòn si llega de parte de la uva, deja
de formar un circulo para saber en què se
convierte; no lo harà en cualquier cosa.
Yo creo que posiblemente se convertirà en un
centauro.

Recuerda la cofradìa suspendida en el mar.
El oceano de liebres conjuntamente en un nocturno
donde la belleza evocarà que el corazòn no
atravesò los lingotes.

Observa el camello en el desierto con su ùnico
silgismo.

Contempla el sueño de manera que pueda alcanzar
la realidad sin tener que despertar. Contempla el aire y la
brisa con un copo que resplandece debajo de una
tijera, en la hora de los vidrios y las 
grises quimicas donde giran los abortos.
Los lunares, el pimiento o el algodòn.
Las conciencias dotadas de pinzas.

Ten presente el reloj de madera en la hierba
desenterrando el carbòn, ten presente ese acto
porque ello deletrea sinopticamente el alfabeto
del tiempo, en un torpor triangular y 
pubico que no nos pertenece.

Recuerda la osamenta. El viraje de los huesos sagrados.
El trovador en los naipes de la fonetica una
noche con muchos relieves dirigiendose a una cupula.
Pon otra sombra sobre los arcipestres.

Recuerda el violìn trepando por las sienes.
Sobre todo por las sienes llena de instantes y coherencias
suicidas.

Mira la ola; el aire desde ella seguramente es tragico
como un relato de espinas o una hoja dramatica
de la cera.

Recuerda la clorofila en tu boca.

Yo intentarè hacer lo mismo con las cenizas de los
pàjaros.







sábado, 29 de octubre de 2016

El Tamaño de la Duda





Seguramente he visto el oceano.
Y lo he visto confundido entre grandes sinonimias
de nucleos cautivados por un ancla y un testimonio de
sargazos.

Indudablemente fue en la infancia. Epoca en que los
apogeos siguen a los lustros y entre cosas simples como
una gota de agua naufragaba.

Entre planteamientos disimiles como los elasticos,
bajo un rendimiento que era inasible entre las lamparas 
con una canciòn de himenes.

Pero no solamente he visto el oceano.
Tambièn he observado el caracter de las cupulas en un
tejido. Los adjetivos del agua cuando alcanzan 
un objeto y en el lugar escencial de una oraciòn se
convierte en sujeto. Asi dirìa; El agua amarilla.
El agua proselitista. El agua hirviendo en
el hemisferio; esto en el caso de colocar en vez de
un adjetivo, un verbo.

Es seguro que he visto un oceano.
Que mi opiniòn me ha llevado por los origenes de la
seda y las contradicciones. Que he recorrido el lomo de
los cisnes antes de ser desfigurados. Que he tocado
la estaciòn y el espìritu de una lonja de carne
en el mercado.

Indudable o etereo. Subsiguiente o propio.
Lleno de pericias y menguantes que acontecen un segundo
antes de los perdigones. De las habitaciones de yodo
en que son formadas iguanas escepticas oprimiendo
religiones de ofertorios, pronosticos iguales a
la astrologìa o el eclipse del barro
en las cenizas de un uña.

Y tambièn puede ser que haya visto la brisa.
El opalo atigrado de los sacramentos. Los violines
cuando atraviesan radas convirtiendose en transfiguraciones.
Seguramente nervaduras o plateas que van al aseo.
Documentaciones de arcilla y propociones
edificadas por albas de enjambres
donde los edificios unen sus armònicas.

Edificios desde los cuales las bandadas de un puerto
lucen su vidrio màs lejano.

Su zoologico de arena por el cual sòlo aflora un
reflejo.

Igual que un peine o el tamaño de los duda.










Abstracciòn Poètica de las Ideas





Las ideas forman grandes paisajes en el lunar
del polen, donde ciertos himnos brotan o se reducen.

Algunas caparazones que dan luz a las cartas,
encuentran la razòn en un intermedio de pàjaros.

La dedicaciòn por un cultivo de lampos vuelve
al fuego, despues de disecar el criterio de un astro.

Al dìa siguiente del mar esperan las frondas,
las historias ungidas por el ranking y los jinetes
entre algunos claroscuros donde el sonido
del vilo es siempre una corola.

Los expresos en el crepùsculo lo saben.

Ellos anotan y atan a los bozales becerros como 
el sol de yesca y entre monotonìas que despiertan de
los cefiros, un cuadrupedo con nombres elementales
de acido vuelve a las civilizaciones. Al desarrollo
de la espuma en las cresta. A la llegada de
las venas en otras generaciones.

Las ideas alargan sus mitografìas. Llevan dragaminas
y fuentes de acuario en los logaritmos de
una cisterna por donde el significado del apocalipsis
hace referencia a un universo de opalos
al mediodìa; todos con sus respectivos bozales.

Las ideas comprenden el sacrificio de la celula.
El dìa intermitente del lapso y de la jabalina, el compromiso
con sòlo este instante en que las palabras sobre las
maderas parecen encontrar una legua
que en su cientificidad
apunta a los perimetros de un rayo, a las nociones de
una aguja que toca las lamparas de noche
o esa simpleza que es inmediata
cuando percibe erotismos, lirismos de corcho y de
broce. Piezas boreales de amatistas.

Llegan al infinito pero no se eternizan
-eso es bàsico-
Llegan a los lirios preludiando algo invicto. 
Un gerundio, una estaciòn de libelulas que sigue al
sueño por la noche, cuando un gato atraviesa los
parpados y algo como el tiempo abandona el 
lugar del reloj formando una taza de azucena.

Las ideas complementan el frìo siempre cuando
este compuesto de aceite y no haya nada en el filo del
oceano que obligue a una apariencia a respondernos.

De hecho la apariencia camina con cortes de alhambras
entre los sujetos. Lanza artisticas primicias que sòlo 
en los desiertos de los velos alcanzan a la idolatrìa.

De hecho la apariencia abotona a toda criatura cuando 
duerme y algo en los perihelios funciona como una
estrategia de animales que ven en la mimesis
una ùnica naturaleza.

Las ideas buscan en esa ùnica naturaleza compuesta
de amaneceres.

Las ideas escriben de la mimesis como si lo hicieran
de tortugas y reptiles.










viernes, 28 de octubre de 2016

Astrologìa Incandescente






Quien se detiene sobre la aguja es la luna y alguna
junta de celestes tautologìas.

Lo hace entre grandes opuestos y faunas decimales.
Entre inmensas cortinas de humo que dejan ver
coribantes en el agua o escenas de espuma 
que centellean.

Quien se detiene es la espiga de la dialectica
sobre la rareza de los episodios.

De allì al iris parece que hay una corola.
Hasta una forma de tragedia con un secreto
entretejido por enigmaticos semaforos de polvo.

Hasta las estrellas tienen un pañuelo blanco de
alfileres, apostado ante el sol junto a cronicas de
anfiteatros.

Tambièn se encuentran los epicentros y las hiperboles.
El lirio de las barracudas y el ejemplo de la tierra
circunvalada por los maleficios.

Archidiocesis de metal en la palanca de un dìa herviboro
fosilizado en los pètalos.

Selvas de contenidos hermeticos sobre una
peninsula, gestada por los truenos entre astrològicas
incandescencias.

Dagas de nieve a la vez que itinerarios de pustulas
en el enves de una esfera, llevando gerundios y poliedros
hacia los cirros. Llevando tuneles y cascaras.

Lògicos erotismos de girasoles en un dirigible
asumiendo la ruta del golgota en cada uno de los
tornasoles.

Y en esos tornasoles una cabaña. Un lenguaje que atraviesa
las articulaciones donde el oxido manifiesta propiedades
azules de mancias y liquidas escencias de
santabarbaras.

Quien es convocada es la luz, la antigua cadena donde
el sueño era silueteado hasta la presencia de
un acuario o una enciclopedia de incognitas que arrojaban
hisopos.

Sus ciclones de mercurio son enigmas de puras 
estadisticas y el sujeto tacito de lo omniciente
es una hermosa campana teñida de rojo al ser devorada 
por los manicomios.

Entre engranajes e inscripciones de higos aquella luz
sujeta algunos de sus abalorios, roto por las crispaciones del sol
en infinitos cardumenes.

Quien es convocada es la luz, pero tambièn es conjurada.
Hasta la llegada de un invisible lunar en los opuestos.

Semejante - màs o menos- a todo aquello que
es escrito una mañana como hoy de la vida.















Destello de Carbòn





El alba oscurece un centro de papel.
Historias de trigo sacuden el uranio en los troncos de 
la tierra. Mejillas como el sol al parpadear en
un liceo de gatos se agitan.

Destellos de carbòn sobre la identidad ahora
que la mañana luce -en apariencia- completa,
entre intervenciones e ideas de mercurio.

Extraño el plasma de un dado en la nieve
arrojado por los osos cuando elevan una melodìa de
esgrima, ensortijada en una ventana de eslabones.
Tambièn ensortijada en una grieta de lava.

Los seres miran al sol con sus legañas.
Estas han sido proporcionadas por los ecos.
Por una via-lactea sin pulmòn en las ruinas,
en los travesaños mas
cercanos a las grutas, donde el espacio
escribe de fotosintesis y lamparas
que derraman su luz sobre una mesa de
cronicas.

El alba oscurece un centro de papel pero existe una
linterna. Una caracola que se desvanece en el frìo
de la pàgina; allì las columnas del oceano arrancan
estelas a un atardecer de jabalies
en el pecho.

Alguno de nosotros le darà el nombre de poema 
a esa estela.

Alguno terminarà de escribir dejarà entrever 
que asi se deshizo la poesìa en sus imagenes.

Antes de tocar la tierra.






jueves, 27 de octubre de 2016

Poema






Los pàjaros se alojan en una carta.
Por intuiciòn no seràn los primeros. Por intuiciòn
alguna de sus alas serà celeste, igual como las que lleva
un cometa. Semejante a las que duermen 
en las melenas, de un dìa sinoptico y quieto-

En tal ala habrà un castillo verde y en la otra
una estaciòn de ferrocarriles soñando el diluvio.
Algunos epifanìas pensaràn en el apocalipsis, pero 
no es lo mismo.

Habràn tambièn balsas de arena. Ambientes de coral
como aquellos que se encuentran entre acuarios una 
noche donde los objetos alcanzan finalmente el
lenguaje, las formaciones del agua, el albedrìo de 
las imagenes en un trazo de azucar.

Los pàjaros se alojan en una carta.
No es todo lo que ha tenido que suceder para que
se enciendan rendimientos como lo original y lo amarillo.
Tampoco es lo que determina el silencio con que
los equipajes se arrastran por un terreno lleno
de menguantes y astrologìas.

Se han dado tambièn cosas como la luz en esas cartas.
Manifiestos desde las arañas y los cumulos.
Objetos que emergen de sus palabras para unirse
al vuelo de los pàjaros. Se han dado verbos y silabas
que vuelven misteriosas de los alfabetos llenas
de extraños neologismos y formas.

Pero todo neologismo es una forma.
Un barco de contenidos y nucleos. Un rìo lleno
de crateres y la soledad del vidrio que recoge un
hipopotamo en las escamas de una iguana.

Los pàjaros se alojan en una carta.
Pero si se hubieran alojado en el agua dirìase otra cosa
de las palabras que llegan al crepùsculo en aquella.

Y entonces esa carta se llenarìa de tornasoles.

Llena de candelabros amarillos que siguen a los astros.

De candelabros amarillos que despiertan a los peces.








Solsticio de Sueño





Cada ilusiòn pertenece a un atomo. Cada hoja es
un lenguaje antediluviano de raices
incursionando en los tejidos de un hemisferio
donde las catapultas desnudan el hambre de 
un solsticio.

El dìa se ha sumergido paralelamente entre los 
sortilegios. Creo que cada quien sobre la tierra anhela
uno que pueda ver trepar por las raices del universo.
Ello a modo personal es menos que un titulo.

Cada iòn es una celula.
Pero ello no es todo. Sòlo es parte de un
absoluto que camina detras de una que otra 
trascendencia, ceñida entre auroras
bordeadas por membranas de plastico y vientos 
de cera.

El universo atraviesa esos vientos de cera.
El universo recoge mañanas de plastilina en que la
brisa es un antecedente del prado y en los manuscritos
sòlo una silaba es quien recoge de los prologos
zodiacos grotescos.

Cada ilusiòn es un àtomo. Sòlo una palabra.
Sòlo una especie de espìritu 
entre la naturaleza porque asi escribiò el verbo
desde lejanos tiempos en que las
cabelleras
colocaban azulejos en los goznes y todo aquello 
que pronuncia el verbo alcanza la realidad
de los higos, igual que una manzana una mañana
de pregones.

Primaveras de capitulos y veranos que invernan.
Solsticios de muelles que anuncian las aletas en los
picos de una gaviota. Ejes transformandose en palacios
donde un minuto cercano a la niebla toca puertas
que hablan de intermedios y de espirales de 
niebla en las torres.

De vertigos.

De conjuntos antiguos como el hambre de un
solsticio.

Antes de transformarse en sueño.









martes, 25 de octubre de 2016

El Opalo y la Mèdula







Ha pasado algùn tiempo desde los crespones y las
incrustaciones. Los sacrificios eligieron sus circulos entre 
las alcantarillas y el sentido de la brea humedeciò 
pelicanos de humo.

Entre el estadìo y la cota, seres de ramplas
llegaron a la objetividad con una mandibula y àrboles
semejantes a los sargazos lo hiceron con una
cèlula de oceano.

Ha pasado el tiempo desde todos los perihelios.
Los espectros llegaron a la orilla para mostrar su latido.
Los vaticinios alcanzaron el torpor de una mandibula
entre los profugos y en un nido de horizontes
se hizo una sola la distancia.

Espejos de aire entre los cartilagos.
Espejos como el sitio de una aleta en los frutos
donde la imagen del candelabro desvanece la de un ofertorio.

Personajes de matiz rojo en las urnas de un prodigioso 
y universal fragmento de espuma, donde el concepto posa en el
barranco cosas extrañas como las numismàticas o los
tejidos irrumpiendo en una boca, llena de
luces y telarañas.

El opalo rasga la medula.
El opalo vuelve a  la sediciòn entre nocturnos setos donde
el veneno coloca el ambar entre los pètalos
hasta la llegada de un proximo invierno. El opalo que es rango
al final de lo que no se escribe, de aquello que se olvida
en el lampo de la memoria, hasta la edad de las
reencarnaciones.

Han pasado lustros, siglos desde que miro en los epicentros
los racimos de un àrbol que cruza la calle
lleno de transfiguraciones.

Fermentandose silenciosamente.

Igual que todas las cosas.








lunes, 24 de octubre de 2016

Las Cenizas del Eter





Creo que era el duodecimo clavel.
El septimo episodio del dado sobre la luna.
El cristal donde los pronombres
describen las agujas de los epitafios.
Creo que era la ultima invenciòn del halo
en los estereotipos. El sofisma del hilo una vez
inventadas las alegorìas. Me parece que se
sostenìan oraciones como el amor cuando regresa
de los pàjaros y hay cubiertas de juguetes en
un ambiente de sifilis y leprosos.

Creo que se trataba de la intensidad, de una idea
que desgarra por la noche su interior de corcho
hasta rozar lo indòmito o la filarmònica de un
plano que camina en los peciolos.

Igual que dramàticas ceras recorriendo el ayuno
o igual que inmediatos paises ebrios de
pergaminos cientificos, por los cuales sobresalen
visiones de cascaras, acompañadas de
barbaries celestes como las que van
perfilandose desde la infancia como una manada
de hogueras irradiendo botones de leche,
dunas o semirelieves de carne
como la pulsiòn o la sinagoga de agua en los angulos 
de los huesos.

Creo que era aquello que debe de desvanecerse
para encontrar su brillo. La hojarasca arrrojada por
la sed a los intervalos, el conocimiento de la lluvia
alrededor de las plazas, donde millones de motivos
se irisan alejandose de aquello que roza los tropicos
y las causas antiguas que duermen en las grietas,
en los ciclos magneticos de las penumbras. En los
solsticios que hablan consigo mismo una
vez que dejan de pronunciarse los
sonidos de otras palabras y un sol abstracto como
un nucleo, desnuda una razòn llena de imanes.

Me parece que trata de un tiempo ideal.
De la realidad a travès del àrbol y las semillas.
De ese silencio que conjura en los parlantes y profetiza
la espuma en los megàfonos con secretas particularidades
de brea y ozono. Con mensajes sobrenaturales de vidrio
y espolones. 

Creo que era el duodecimo clavel. La opiniòn del iris
con flores de cobalto. El magnesio en el rostro y una vez
llegada la mañana el volcan cimbreando nuevamente 
en el humo.

Llevando en su espìritu las cenizas regadas por el
eter.








sábado, 22 de octubre de 2016

El Lazo Antediluviano






Nadie lo sabe. Las cosas llegan al color de
la nebulosa antes de describir el matiz del eter
en una palabra. 

Todos desconocemos. Todo se derrama en
una luz de plastilina colocada de manera subita
en las paràbolas de un heliotropo.

-algunos sostienen que son paràbolas azules-

Las ciudades que conozco tienen metàforas
como la identidad dentro del sueño y ello es una
inmensa peninsula compuesta de
faroles.

Y luego hay un paisaje. 
Un ejemplo de aceitunas en las dimensiones
de una calle donde el pubis duerme
en los interiores de una luz; en las antorchas 
son imitados el fuego de los carruajes.

Los amuletos giran en las cabañas. 
Pero los amuletos han arrastrado un pico o una botella.
Los amuletos son encrucijadas o grilletes.
Estampas de un pelicano llegando al atardecer de la niebla
en que las constituciones son elevadas por 
los ciudadanos al grado de cota o
desnivel. De relieve o de
fogata.

Todo se ignora. Pero los relojes son dinastìas
que recorren un vaso lleno de medulas entre los
telescopios y en los objetos variopintos
lunares alcanzan
los astros esparcidos en los navìos de los
perdigones.

Y en aquellos adoquines donde la mañana
ofrece una estaciòn de sepia, 
los manantiales son opalos donde se desnuda
el reflejo de la primera constelaciòn en el oceano.

Una que amarra lazos.

Y todos se agitan antediluvianos.











viernes, 21 de octubre de 2016

Bozales de Polen






El lenguaje se recrea en un cuerpo.
Las silabas y los menguantes anhelan una luz
en una bahìa. Los preludios obran en una
medialuna de plasticas hegemonpias.

Ciudadelas de brea escriben entre vocabularios
de espigones y el alfabeto es dorado; como un 
versatil ejemplo de sus letras
empinandose a la estrella dormida en la palmera.

-el viento remueve las superficies de las hojas
para hallarla-

Yo miro el fondo de este atardecer que posee algo
de tragico en sus labios.

Lapices y corolas. Cadaveres azules formando los
hemisferios; los profugos son de coral y vidrio 
enumerando los rieles de una boca.

Cartas y andanadas entre los itinerarios ensartan 
sus vestigios a un paisaje de brùjulas.

Se recorre la flauta que en sus sonidos originaba 
un sueño; el trecho es de arpas; la luna debajo
de la luz es sòlo una utopìa.

Circos y ferias en el izamiento de un ala. 
Caravanas de serpientes en una omnisciente imagen
de espuma; allì se agita un desierto en el mar
como un misterioso enigma. Son cosas
de ojivas y amuletos. De perimetros
como la sed o un relato de purpura en
las encìas.

El lenguaje se recrea en un cuerpo.
Pero el lenguaje tambièn es un organo.
La primavera de un pulmòn.

El lenguaje es tambièn la sombra del nervio.

Dirigiendose en una orilla hacia bozales
de polen.












jueves, 20 de octubre de 2016

Emanaciones






Algunos objetos caminan sobre las hojas.
Es probable que existan historias
donde aquellos objetos levitan hacia
las ramas para caminar sobre una hoja.
No sè sus nombres.
No conozco los conjuntos que vagan como
ùnicos artropodos sobre la niebla
y las ceremonias.
No conozco todas las paràdojas que
componen su universo.

Pero a mì me parece que ello pertenece a un mundo
cuyas cosas proceden de las emanaciones.

De un dìa gris en las entrañas donde
los periscopios suceden a una mandibula negra.
Què verbos emanarà una mandibula negra?
Què narraciones de vapor ahora que puedo hablar
entre semirrelieves y alamedas.

Y observa, todo semirrelieve es una casta que
ha poseido durante siglos a una campana
donde se sujeta la hierba
o un hilo de carbòn cuyas bolicheras 
llegan solitarias a una primavera
irradiando de cometas pleistocenos.

Algunos objetos caminan sobre las hojas.
Y no es que el peso de los astros determinen la 
existencia en ellos. Tampoco es la linea del
horizonte despertando temprano percibida por
una corola de nieve. No es el matiz del bozal
sobre un crepusculo de leche y ballenas
donde la composiciòn del hemistiquio
regresa ligero a una criatura.
A una tesitura de lava.

Es sòlo una crispaciòn.
Un aleteo en la silueta de aquellos objetos.
Una membrana y el periodico amarillo de una foca.
El culto en el hambre por los peces.
El silencio con que construye el
aire el territorio de las
branquias.

Es sòlo el telefèrico que llega a la runa.

Igual que la vida que llevo a este poema.








miércoles, 19 de octubre de 2016

Bengalas






Cualquier cabellera es esta; el uso continuo de
la desesperaciòn borra algo inasible; la idea
del tallo quizà formandose entre las
entrañas, donde los sistemas escriben entre
pieles de yodo y a veces entre 
constelaciones.

Atmosferas en ellas como la noche
o la quietud de este barco anclado en las uñas
mientras la ilusiòn de una estrella crea lo boreal en
un compartimiento de barro, extraviado
entre epilogos y 
narraciònes de epònimos
con inmensas situaciones hiperbòlicas.

Costras de carbòn en una marisma.
Medanos con los que alguna vez la luna situò sus
astros en alguno de los principios
dados a la luz igual que un ofertorio o una ciencia
de piràmides
estilizada por hipnoticos minaretes.

Colosos de polen en alguna de las agujas
rodeadas de cometas segùn el movimiento de un
baul y las cofradìas.

Ritos y engranajes bajo un sol de enredaderas
donde los periscopios aùn representan un molino,
algo legendario en la hojarasca o el magnesio
doblado por las circunferencias en el
interior de un dorado marsupial
roido por las mesas.

Concientes planos de oxido.
Prolongaciones actuales de incognitas entre
los rascacielos donde la impronta del sueño recoge 
un zoologico y las notas de un hemiciclo
desnudan entre las urnas
a un naufrago.

Borceguìes como algunos objetos; de plastico.
Secretos de uva o naranja ascendiendo a un proverbio.
Sentencias iguales a la luz que forma lo posible; es
decir el brillo hoy iluminarà algunas cosas
para separarse del destello.

Y el destello harà lo mismo.

Hasta convertirse en bengala.















martes, 18 de octubre de 2016

Puerto





Allà hay un puerto.
Sobre èl los dìas cruzan con el hambre
de una ciruela o el sur degollado por las legañas
de un buho.

Pensamientos como el agua cruzan el oceano; uno
de ellos se convierte en ola. Otro transforma el lenguaje
hasta llegar al sueño o la mirada de un eclipse
o un dado, arrojado por los tejidos
a una cadena de aire; asida a misteriosas gravedades
por la tarde, cuando cada uno de los troncos en los bosques
posa un anuncio diferente en sus
estalactitas.

-algo como lo transparente mueve ello-

Allà un puerto. Sobre èl los cilindros y mancias.
Despuès los cadaveres de oxigeno en las gotas, los
rìos y manantiales donde el sobrecogimiento abraza un
reminiscente hilo, ascendiendo a una maniobra
de acido, recopilando entre fervientes 
lunares los enigmas en las puertas del hidrògeno.

Tramas celestes desde la ansiedad o el pelo.
Alboradas donde se suspende el caracter de una semilla
desplazandose entre la identidad con un
himno rosado.

En aquel puerto los brazaletes.
Las clepsidras de una tarde donde los buzos 
encuentran piscinas en el mar
y la duraciòn del atajo
al desasimiento toca en la palabra un desgraciado
o hermoso manantial compuesto de extrañas linternas.

El puerto.
El puerto y en sus barcos el gorjeo de una bacilica.
En sus navìos el eco que conforma o preludia, que presagia
entre las escaleras, que determina que la inspiraciòn trata de
relaciones con la locura o la lucidez
cuando derrama su corazòn sobre una estela
de cuatro paredes
donde se apilan entre flautas millones de hormigas.

Allà. 
Allà donde hay un puerto pero tambièn una legaña.
Un jiròn lleno de escudos impulsados por una corola.
Un patio donde los escritos se llenan de 
alambradas antes de sostener el
misterio.

Y creer en èl como una sombra.





sábado, 15 de octubre de 2016

Aurora de Trigo






Aquello que se sitúa entre las palabras donde
un extraño oceano humedece sus espejos con una burbuja 
y una corola de polen se transforma.

Aquello rodeado de coliseos abrazados por
el universo de una grieta roja.

En la orilla los caracoles que vuelven a trazar 
un molino con soles de carne
incrustandose en invisibles travesaños.

En los ángulos de los papiros un tejido de radas
se multiplica aguardando la llegada del trigo.

Los himnos son violetas ahora.

Los conjuntos se despiertan purpuras agonizando
sobre un estuario de lodo.

Pájaros con extrañas cadenas en sus manantiales
construyendo un ajuar de silabas para la
sangre.

Dormitorios con oficios lunares edifican
el lunar de un soplo abrazando al amor entre 
constelaciones; todas son de escamas.

Melenas entre el vidrio y el ladrido de un aura
iluminada por astillas, junto a un viento de
bronce que llega de las alamedas.

Sobre un jardín el parpado recolecta primaveras
de estambres, despertando girasoles velados entre las
nervaduras. Poseen el tamaño de un atomo.
Hablan entre las celulas con platanos incandescentes.

Entre edades de cigarras los amuletos vuelven a 
la magia con una manzana.

Un limón recoge una nube de los alaridos.
Un limón se estrella contra una columna hecha de
tallos desnudos como el eter.

Allí las sombras de la física nos devuelven a las
cosas.

Y todas han abandonado este atardecer sus

siluetas.















Los Sotanos de Vidrio






Puertos de arena. Màquinas sobre el zinc 
con generaciones de cenizas. Dìas en 
ellos donde la consistencia 
vuelve a lo aleatorio, con un
sonido que se distorsiona desde
un extraño grabado.

Velos como la cascara
o la oraciòn de una serpentina en los bucles
de una misteriosa manada.

Sobre el ayer, sobre el parpado, el riel
y el prolegomeno, el indicio de coral arriado 
por los galgos en un sotano de vidrio.

Quirofanos de azul en un vertigo donde
las mariposas cruzan la tarde con un tejido de
espuma, enigmaticamente dorado.

Mancias sobre el purpura de un reloj sagrado
en los brocales, sumandose a los velocimetros y
agujas en los pensamientos.

Vida sobre la que se lleva en cada ideario
un farol iridiscente en la boca, respondiendo a
diario las mismas preguntas. Soñando a
diario sobre los mismos horizontes.

Puertos de arena por los que se desliza un
cometa iluminando la silueta de un jabalì entre 
los espectros.

Conocimiento del oceano que encierra en una
pàgina, un universo de monasterios y clepsidras,
cada una atada de manera diferente a las
raices de la tierra.

Ordenes de sol entre las sacristìas donde
los nictalopes irradian estrofas a la vez que 
serpentean entre delicados obuses.

Regiones donde el paradero deletrea
el sueño de la imaginaciòn en una quimera
donde una extraña rosa despierta sus espinas.

Y otra màs extraña aùn la ofrece al sacrificio
de la belleza.










La Primera Palabra en un Demonio






Segùn los reflejos, al final del agua hay una noche
que debe su existencia al equilibrio. 

-las quimeras en las prolongaciones de las 
estrellas lo saben-

Despuès se halla el voceo, los denominadores comunes 
del hambre esbozando un unicornio. La escalera y la ola
abotonando sus crestas -aùn asi- desvaneciendose
en la espuma.

En los puertos el navìo subitamente se incendìa y
muy cerca -en aquello denominado por los màstiles- un 
aparejo lleno de bolicheras es inundado por los
acertijos.

El mundo vuelve a ser sòlo una araña
cauterizando una herida en su pubis de opalo.

Las metamorfosis regresan de los manantiales
con una cabeza de derby.

Ellos -los que observan- escriben cerca de la playa
oprimidos por los himenes y las avenidas donde
la intemperie acopla a la lluvia
un manifiesto.

Circulos de escamas recorren otro color de la noche
y en los hemisferios que acarician los tambores, los
arcos son de vidrio reencarnandose entre 
flautas o iguanas.

Las runas son indòmitas, ahora que un eje
se desprende inexplicable en la primera palabra
de un demonio.

Los alfileres vuelven a tomar un mitòn de alguna
hoja donde la sombra dilata el sueño de una profecìa.

Los prefacios descansan entre los astros llevando
extraños contenidos.

Los perdigones devoran sarmientos.

Lo que es del espìritu se incrusta en los àrboles
pero lo que es del trigo lo hace en el eter de una laguna
donde son las paràdojas
quienes buscan los paraguas.

Segùn los reflejos al final del agua hay una noche.

Que no sòlo regresa intentando alcanzar el equilibrio.

Regresa tambièn anhelando el fulgor que hay en el
caos.






















jueves, 13 de octubre de 2016

Imagenes Naturales





Como los dìas que llevan relojes en sus
siluetas en un mundo inabarcable y frìo donde
fragua la realidad un crater, un hermetismo.

O como el lenguaje del oceano sitiado por  
letras de cascos, durante una primavera de
datiles.

En las mitografìas de porcelana durmiendo
entre antilopes.

Igual a una constelaciòn que apaga los
parpados de los cometas, mientras una estaciòn
de escrupulos persigue a los menguantes.

En las manadas de vidrio encerradas en
la forma de una botella o la araña que desciende
de un daguerrotipo con un circulo en la boca.

En las sienes del petroleo detràs de un
dinosaurio suspendido entre rascacielos de leche.

En esos mismos rascacielos donde la apariencia
se concentra en un presente de barro.

Entre heterodoxias de inspiraciòn o la inocencia
màs allà de un contenido de savia. En las 
selvas con las cuales recorremos los bosques
hasta hallar una nervadura esfèrica.

En las versiones sagradas del silencio en la 
orilla; versiones donde se manifiesta el oceano
y sus organismos; en las escoltas de placton
muy cerca de las escolleras; siempre
buscando candelabros en la mirada.

Durante un verano indòmito de plomo
con cuchillos de arena en las palabras.

En las frecuencias del sol y algunos de sus
simulacros vestidos de carne.

En las naracciones del bronce, una vez que el
purpura de una ceremonias en el cielo
enciende sus bengalas.

En los castillos que prometemos a un cofre
cuando el diluvio està hecho de tornasoles y sòlo
un exotico dirigible en su carne.

En ese cofre sobre las alcantarillas y sotanos
de una ciudad siempre escarlata en sus 
branquias.

En las veredas donde la lucidez cede a los volcanes.

En los hexagonos encerrados en las cosas.

Cuando el mundo que entreteje en ellos deja de 
sembrar efigies desde los semidioses.

Para volver a encontrar rodeada de àrboles
a la naturaleza.





Nocturno del Hilo






Era un barco sobre los testimonios de una 
gruta, describiendo un poema durante el invierno.
Graficando los rieles de una metàfora.

Era tambièn la posibilidad del reloj con un
crepùsculo de racimos, donde los pelicanos mostraban
sus circulos en las andanadas de sus vuelos.

Una mañana de craneos sobre las cerillas.
Un peciolo donde el hisopo quedaba adherido a
un espejo de goma; era tambièn mi destino sobre las
redes del pavimento un amanecer en que los
tambores son acariciados por los hilos.

Era el silencio con que esta soledad se asemeja
a un desierto, pero no lo es.

La vida de un manantial cuya existencia
sòlo adquiere sentido entre la mas profunda sed en 
el latido. Esa extraña sed que al ser saciada se
vuelve aùn màs lejana.

-esa es una de las partes del ser que es paradòjica-

La vida del cosmos en algo sideral como las 
escopetas y los anillos hacia los cuales las orbitas
se inclinan una madrugada de raices.

Es esa madrugada de raices.
De pensamientos devolvièndonos en ellas, aquellos
espejismos de los cuales estamos hechos.

Son mis espejismos, llenos de plusvalias,
demagògicos.

Espejismos que derivan hacia una cadena, hacia
una poesìa reencarnandose entre grilletes
de hierbas, llenos de citaras y descolosales hiperboles
anunciando los tordos.

Es esta nupcia de un animal entrenado por los
nùmeros. La expediciòn de las sueños entre las boinas
sumergidas por las catedrales. La oraciòn 
con cabelleras respirando el helio de una morgue
o el suelo descascarado de los leprosarios.

Era un himno que no aspiraba a todas las letras
del abecedario, pero estaba decidido a encasillar sus
astillas en los alfileres de algùn pleistoceno.

Era ese himno que recogìa veteranos arciprestres
de celestes griales en los cordones de las avenidas
tejidos por albatros de eter.

El destello sobre un territorio de agua donde descendìan
hacia la espuma eclipses de molinos.

Es esa misteriosa luz dentro de mi pecho.

Alimentandose infinitamente de ellos.

















La Dialèctica en el Verbo








La noche llega acompañada de un rostro.
La luz sobre el àrbol identifica el plano de un 
cuervo; un arco en sus alas despliega el
reflejo del humo.

Sobre toda superficie algo semejante a lo verosimil
descuelga una lampara.

Entre las linternas un discurso de nieve mantiene
las hojas y sabuesos en el interior de un sacrificio
adherido a los huesos.

La mente naufraga entre acantilados donde
era purpura el matrimonio de los hilos.

Las escamas recorren la anilina de sauces
emparentados con lo ciclico.

Aquellos que son rehenes de las bocinas
agonizan entre lucidas embajadas de frìo.

Serpientes de brea en las alcantarillas
de un invierno sepultado por talismanes.

Manchas de aerodromos y tormentas de helices
donde los molinos despiertan sus espejos.

La noche llega acompañada de un arpa.
De un tridente.
De un conjunto de radares con invisibles cataclismos
y enigmas semejantes al relieve de una maquina
rosada.

La existencia es de cascaras en ella y dormitorios
donde las lianas defienden una melena
de naipes.

Ciclos como la diversidad en el higo.
Muestras de horizontes que tejen una caravana
de lechuzas oprimiendo un astro.

Lenguas negras de plastico en uno de los
balcones, anuncian los paises de una alborada.

Emergen los archipielagos con una esquirla
en los parpados o algo continuo
que llega de la elasticidad.

Y hoy -desesperadamente- llama
diversidad a un velo.

Al espìritu de la dialectica desplegandose en 
sus verbos.







miércoles, 12 de octubre de 2016

El Ovalar de los Acidos






El otro lado de la hierba es un peso.
El pez con el cual me cruzè esta mañana
aùn conserva el sueño, donde ondea una luna
de polietileno.

El equilibrio duerme en la voragine y sus 
contrarios desatan enigmas. 

Entre los tallos se mimetiza un espigòn
contemporaneo, enrojecido por un
pelicano de platano.

Quizà en ese equilibrio hay un argumento
creado por el amor entre diluvios
de iridiscencias
y quiza ese equilibrio se recoja en alguno
de sus manantiales devoradas por elipses.
Devoradas por circunvalaciones.

Teorèmas de lampos en una bacìlica
donde se condensan hidrògenos.

Prismas y heliotropos sacudiendo en una casta
el torpor microscòpico donde saetas y cartones
invaden esquinas.

La vida integrada por cultos de ceniza vuelve
a sus màs misteriosos origenes.

Tradiciones entre piràmides con el sonido
de las palabras en un labio, llenando de exodos
sus cartulinas.

Almanaques desvaneciendose en una psicodelia
de panales nativos, dorandose entre
destellos infrarrojos.

Escalas en un zocalo elaborando
pròlogos de fotosintesis para las hordas.

El otro lado de la hierba es un peso.
El pez sigue a una luna llena de prismaticos.

En los jardìnes se ovalan los acidos.

Serà asi hasta la proxima primavera.

Es decir hasta que las siluetas de los sabuesos
en los parques sean alcanzados por
millones de cadaveres.

Regados por el aceite.









martes, 11 de octubre de 2016

Los Galeones al Separarse de la Luna






La existencia toma un pendiente.
Una pantera enamorada de la lluvia y las hordas
empieza a formar sus bengalas.
Entre los aparejos la apariciòn de un epilogo.
Citaras de aire despejan un universo de veleros
en los borceguìes y 
lumenes
como la fantasìa de un elixir incendian un caño.

Calles de adobe y solares entre la identidad
de lo inasible. Preguntas como el sol y el cuerpo
en un organo hecho de bozales,
de horizonte sobrenatural o quiromàntico
en el alfabeto del eter,
en el lenguaje donde una piscina escribe
del salitre,
de los hemiciclos y atlas derivados de
una palabra.

Notas para que la lluvia forme una pustula.
Presagios donde el invierno toma un craneo de
las superficies en las cuales se alimentaban
las gaviotas de cables, de 
espesuras con
miradores en una vaina, en una 
nervadura cuya silueta 
desprendìa hacia los molinos sòlo
un exhalo. Y el molino convirtiendolo en
tigre. En tigre que prensa estadios
y balnearios
construidos por melaminas y proas.

Auroras donde el naufragio ascendìa entre
escarpines o nucleos de lucidez
entrenados por un documental de hiedra
en los acidos
mientras objetos hermeticos como los
paises discernìan
sobre cosas futuras semejantes a un
manuscrito
de agua en las cadenas.

En las criaturas del asfalto.
En los vellocinos encerrados en las ruedas.

Donde los galeones se separaban de la 
luna irremediablemente.







Antes del Pensamiento





El dìa se encuentra en los faroles.
En los manantiales donde empiezan de 
alguna manera los vortices.
En las vertiginosas paredes de los aulos.
En el estilo -en apariencia- sin nada que anudar 
a sus acantilados, donde hoy se abrazan
a la noche las siluetas de un idioma 
edificado por juguetes. Emerge
una serpiente con matices
azules en las sienes. Emerge el sol
de un latigo entre los precipicios.

Brota la corola de 
un alfeizar dorado por las 
cenizas de una grua.

Entre las raices de los geografìas
los antropologos cubren de espuma las melenas
y en un zòcalo compuesto de hierba,
una hormiga ha estrechado el silencio de los coliseos
sembrados por las constelaciones;alguna ha
pronunciado un nombre.

Episodios de abalorios en las costras
de una historia cuyos perimetros abrazan las
mareas. Narraciones de sol en la penumbra
donde antes de la pensamiento
se deslizò el espìritu de alguna poesìa
iluminandolo.

El dìa se encuentra en las cigarras.
En el universo de los vilos en una membrana.
En las astrologìas que tocan el pubis de
un racimo insinuando una estaciòn de silabas
en algùn navìo, en alguna bolichera
donde algo en cada ser toca
en el amanecer un astro.

Una bujìa.

Un espacio que llega desde el infinito para
convertir aquello que es tocado en peninsula,
en bahìa, en dormitorio.

En dìa que se encuentra en los faroles.

Aguardando la llegada de los manantiales, en
los cuales sòlo se encuentran los vortices.









lunes, 10 de octubre de 2016

La Existencia de una Libèlula





Hoy no hay muchas libelulas.
El lugar donde dormìa se parece ahora a
una marea. 
La noche se llena de pàjaros y añiles.
Yo empiezo a creer que en algùn lugar se
encuentra la tierra.
Entre los abedules brotan las corazas.

Yo empiezo a creer en un lugar donde 
las avispas conceden un tejido al lenguaje. 
Una melena dorada igual a un vagòn cuando
descienden los rayos del sol sobre el
mismo.

Un sinòptico rumbo de telarañas es 
poseido por las crestas y santabarbaras; en
ellos se eriza un farol hasta alcanzar las 
venas entre los nubarrones; no seràn
aquellas que vacilantes y frìas parecen
nada màs que sucios reflejos de un
suburbio. Tampoco las que esgrimen 
los sauces.

Hoy no hay muchas libelulas. Lo cual
significa que entre las pocas que hay 
navegaràn agujas.

Entre la astrologìa emergen porcelanas
que entre las flautas divisan extrañamente
algun extravìo, algun oido, un paciente que deja
en el destello las raices de una caminata
llena de candelabros.

Hoy y la existencia de libelulas.
Hoy y el invierno para los reflejos.
Para los panoramas contemporaneos de una
cabellera.
Para el humero donde descansa una escencia
hasta la llegada de una proxima idea.

Segùn el pensamiento: veterana y mecànica
como el relieve de sus tatuajes.

Y las silabas dormidas en el sueño de sus
alegorìas.










Poema




Las imagenes forman un hilo.
Un pedazo de nieve llega a la primavera con
su astrologìa de lagartos.

Calles y avenidas irreconocibles despìertan
en los relieves de la madera.

Las cabelleras vuelven a recorrrer el mundo
deslizando las sombras de sus abecedarios.
El àrbol ha sido incrustado en los neumàticos
de un automovil.

Luces de sueños devoran la tierra llena de
artificios. Organismos de zinc y voleas semejan 
una època del agua en que el pensamiento es un rìo.

Una casa en la arena es el jardìn donde el sauce
reencarna su primer otoño.

Diarios postales de una uva
en el silencio que duermen entre un peldaño
y el petroleo.

Oraciones en el ristre.
O una particula por la cual atraviesan los forasteros
ese momento tan individual del acento en la
efigie. Del instante en la hoja dormido 
como un bucle.

Nombres e historias de libèlulas.
Tardes soleadas que desenvainan un opalo en los
tornasoles.
Formas de indices devorandose entre palabras
llegadas de resurrecciones.

Partes de tierra en una estela de helechos
dormidos en una narraciòn de brujulas y vientos
incandescentes.

Universos que sòlo aguardan el hambre en 
las fogatas.

Igual como encuentra el hambre la llama
en el fuego.






Algunas Palabras






Algunas palabras viven entre nosotros.
Conducen cascaras y vigas. Legañas y travesaños.
Inviernos de pelicanos desprendiendose de 
una marea. Me pregunto cómo evolucionaron
en esa marea. Cómo lograron desprenderse
de ella. Ello parece asunto de tejidos y
epiteleos. De avenidas en las cuales
para cada sombra existe una extraña revolución
hecha de escamas. Pregunto nuevamente
Cómo es posible que una revolucion esté hecha
de escamas. Eso es algo esta tarde sin corolas
ni respuestas. Asi debe ser.

Algunas palabras avanzan entre las aletas como 
una mañana de cenizas que intenta llegar a los árboles.
Estuve a punto de reconocerla sentado en un
bosque del hidrógeno; tal mañana llevaba además 
un mandamiento en sus labios. Estuve -lo reitero- a
punto de reconocerla. Pero no pude.

Algunas. Un teatro comunicandose con las ojeras
descubre en las regiones de esas palabras los adagios 
donde el enigma es un suburbio
exhortado por los pliegues.

Un teatro con revelaciones que llega a ser medida
inexacta de heliotropos, uniendose a un jardín inundado
de teléfonos y marchitos telescopios.

Algunas palabras viven entre nosotros.
Existen aquellas que giran entre otros movimientos.
Ello pareciera algo que está unido a los idilios y
lo tragico. Y toda palabras no dispone mucho
tiempo de la luz para que su lucidez
se despliegue sobre aquella naturaleza que posee el idilio.

Ni en las interrogantes que en cada una de sus 
primaveras eleva lo trágico.





sábado, 8 de octubre de 2016

La Religiòn de los Dados






En cùal de las direcciones este mediodìa
en que los helechos acechan con un maravilloso
crucifijo en el pelo a los astros.

En cùal de las incrustaciones, donde el amor
es una cantera ideal donde agonizan las uvas hasta
la llegada de una primavera.

En què idilio con forma de cometa en una calle
que toma escencias de un baul
con la intenciòn de llevar al equilibrio 
una sombra
ensimismanda en sus bicicletas y bozales.

-todas las palabras llevan incrustados en su
espìritu bozales-

Todas descienden del cobre.

Y todos recogemos una reencarnaciòn y cuando no,
el pliegue del ala como un indòmito carbòn
que se desarrollò durante milenios en 
ellas.

En cùal de las idolatrìas o las ballestas que
juegan con el soplo junto a un ovulo que peina
seres amarillos en la arena.

Porquè esos seres amarillos deletrean y enumeran
en los pifanos, la suerte de la lechuza y el equino
con supuestas silabas hundidas en las motocicletas
por un rinoceronte.

En què clase de escrùpulo vivo, con indicios de 
yodo y especulaciones donde la distancia es sòlo
un referente -quiza- de lo hiàlino.

Pero què es eso hialìno ahora que el rasgueo
sube por una temporada de bronce en las heridas.
Què es eso entre las metàforas inundado
por el barro.

Pero todo barro es sòlo una forma de la 
transparencia.

Y no hay celula en ese barro que desnude los
faroles hasta acariciar una medula, llena de inmensas
linternas.

De inmensos prolegòmenos situados en una època
colonial y mediterranea llena de hienas.

Donde sòlo la poesìa arroja una y otra vez
sus dados.







El Universo Irremediable





El invierno se desplazaba sobre la idea.
Mañanas de ejes continuaban la obra de la
noche en un punto saboteado por los pàjaros.
El punto era tambièn alguna intermitencia.
Un brazo de tomas reciprocas. Una aventura
de la naturaleza cuando asciende por sus reflejos.

Yo pensè en un dìa de cera en las almenas
disipado por las crestas de una rafaga, errante en
el hemisferio.

Y pensè en aquellos àngulos de los muros
donde el sol no llega. Pensè en los coloquios.
En los manantiales, en los diàlogos frente a 
una silueta esbozada por los esquimales
frente a un oso.

Pensè en el universo con todos sus àrboles.
Con todas sus miserias. Con las cartas de agua
a travès de los alcoholes y el patrimonio de runas
arrancado a las raices. A la carne, al conjunto de
escolleras que termina de formar la piel
cuando espera durante siglos ante el mar.

El invierno se desplazaba sobre una idea.
Sobre un retrato lleno de palidos sarmientos
y hambrientos sauces.

Con una nota de gorjeo en alguna de sus liberaciones.
Con un filo rojo recorriendo las entrañas.
Con una experiencia que sòlo las venas esparcen
al recorrer fantasticos limones.

Dìas de escamas entre profugas aletas.
Dìas con escenarios contraproducentes como los
de un higo cuando se pudre o un meridiano
en el craneo de un alfil amarillo
devorado por la inocencia.

Yo podìa ver esa inocencia destruyendo los tallos.
Llenaba de avalanchas las esporas por las
cuales llegaban a los limites las 
profecìas.

Es decir, si los limites son alcanzados por las
esporas surge una especie de profecìa.

Una primavera sin un talisman.

Sin un peciolo.

Y a los hombres
 -con toda su hambre que es moderna-
sòlo les queda ir fijando un universo que 
irremediablemente serà de 
poesìa en el mismo.








jueves, 6 de octubre de 2016

El Devenir del Oxigeno






Si se llega a un àrbol.
Si llegase a la lògica de un àrbol con un paracaidas
y los lenguajes se detienen en la boca de los
jaguares.

Si todo alcanza a ser proposicional o arquetipico
debajo de las sienes y las historias naturales.

Si las estrellas dejan de emanar constelaciones
en las ceremonias del cosmos, mientras esparcese el 
granizo entre la fantasìa de una ruleta.

Si las afirmaciones son una bandada de vidrio
colgando de las torres.

Y en la coherencia se unen artropodos con
un invierno de mimesis atado por el fuego; seguidamente
las astrologìas llegan a la edad de los
sabuesos poseidas por flancos, para ver si
alguna figura determinando la antropologìa es cierta.

Si se llega a un àrbol.
Si hay mitologìas tomadas de una escafandra por
las nubes.
Si de repente las aguilas raspan un zocalo hasta 
esa poesìa donde una especie de horizonte debajo de la 
tierra reencarna sus huesos.
Sus tomacorrientes.
Sus proposiciones sin encantamiento.
El jardìn a pesar de si mismo en una galera de circos.
De una disciplina llena de fiebres donde
los girasoles abandonan los tatuajes.

Si llegase a un àrbol.
Si se llega al perimetro o se unen en una plaqueta 
listas de industrìas. De extrañas economìas sin
hexametros ni periodicos que a la larga
recrean plataformas de mercurio en la constituciòn
de una barca. De un glosario.
De un indicio o una galerìa
donde las caminatas que empezaron en el oceano
no culminan en la tierra.

Y quedan incrustadas en una especie
de levitaciòn gaseosa.

Llena de devenires de oxigeno.








Entre lo Inasible





El instante es de las generaciones. 
De los dragaminas.
Presuntamente de los obeliscos en un anagrama.

Dioses de madera sueñan entre los acertijos
y las galaxias son violetas despuès de 
la llegada de un mortero.

Dioses como aquellos que huyen de los astros
despuès de las dagas.

La trascendencia dibuja un mitòn en el lenguaje.
Gimnastas de espuma estilizan ahora dromedarios.
El sol es ferviente como la incandescencia. 

Entre elixires y pulsos de linfa, nace un oceano
con historias de crateres en un pedazo de agua
donde los reflejos alcanzan sus revelaciones.

Marchas de galeones en una tarde de legañas.
Pisadas de primaveras con historias de volcanes
en el interior de un hisopo.

Reencarnaciones y titulos llevados por las aldeas
hasta la nativa ciencia de un epiteleo en las veredas.

El instante es de las generaciones, pero tambièn
hay una bolichera en los prologos del aire
donde se agita un adagio.

Tambièn hay un equilibrio llenos de solsticios
y escalofrìos que vagan entre las
lluvias que dejan las siluetas.

Tambièn. Como si algo màs tuviera que sumarse
a las narraciones del dìa, una vez que se llega a 
los neumaticos.

Al florecimiento.

Al desdecimiento.

A las sentencias que yerran entre lo inasible.





miércoles, 5 de octubre de 2016

La Pronunciaciòn en las Distancias






Recuerdo las mareas como valles rojos 
inundando las distancias, iguales a pronunciaciones 
hechas de musgo y vertigos llenos de fasciculos 
con equilibrios de lianas.

Las recuerdo inundando àmbitos donde la cultura
presiona un estambre entre ojos de albumina y 
los peciolos durmiendo sobre ojivas de papel
llenas de axilas y estandartes de goma, forman
un daguerrotipo.

Las observo sobre aquello denominado por lo 
alternativo, en una luz furiosa que destinaba
sus parpados en las constelaciones del hambre
y los prefijos.

Recuerdo las placas. Los colores de lo remoto
segùn la experiencia de una nota cortando los bucles
una tarde en que la ciencia renace con un hilo
de vidrio en sus craneos y galeras
ebrias de rojas monarquìas; las hay azules pero
es algo que llega semejante a enigmas e
incursiones en los espejos de la noche.

Tengo en la memoria las sienes de un ritual hecho
de nombres, lleno de catapultas con dìas determinados
por depositos y condiciones de oxido.

Universos apilados entre hangares de agua
sobresaliendo de un tono con relieves volatiles, donde
lo inasibles despierta a los camellos para
que inicien su travesìa en los vapores
del desierto.

Marcas de espumas. Dìas de mandibulas que 
tiñen de parpados las herraduras celestes de un ancla.

Espigones al fin de una alambrada donde 
las semillas del polen recorren extraños equipajes
de arpas.

Ciclos a travès de una espoleta uniendo
entre las crestas el inicio de los circulos en una bicicleta 
ascendiendo por caravanas de trigo.

Recuerdo las mareas.

Porque todas son valles rojos que inundan de 
pronunciaciones las distancias.







martes, 4 de octubre de 2016

Los Vilos y las Evoluciones





Un invierno conduce las tendencias en
los troncos de los àrboles; se lee en sus silabas.

Los vilos eligen palabras para las evoluciones.
Algunos brillos resucitan en las cascaras.
Las garrochas llegan del oceano llenas de dinosaurios.

Entre el pensamiento hay gruas y espejos por 
donde caminan las sienes.

El meridiano es de carne todavìa.
De un celeste con bovedas originales. De un lunar
con participios de escarcha.

Principios de liebres en una batista.
El eter sobre la bahìa donde es màs insomne el mundo
que forma los pielagos o los despedaza.

Trazos de humo en una langosta que une sus pliegues
antes de atravesar un alfabeto.

Escamas sobre el sol que empieza su performance
en la distancia, lleno de higos y crucigramas
amarillos. En una de sus cortinas la 
belleza pertenece a los ideogramas de una lechuza.

Una extraña urna se coloca esta mañana 
en las crestas.
Orgìas de estambres cruzan estadisticas y circuitos
de polen.
Un exodo crea su orbita ante el escarlata; nacen 
circulos que llegaràn al final del dìa ovalados.

Voces culturales de sinonimia fijan la nieve en una
rada de arcilla; todo vuelve a la perplejidad
o el desencanto por ello.

Prefijos y sudarios toman la nieve de
la nervadura y la desesperada 
mafia del peciolo.

Alfileres como el oceano y la rueca derivando
cotas hacia escalas de hierba; allì llegan a 
las naciones estampas de rumiantes.

Un invierno conduce las tendencias. Pero
no es sòlo el viraje de los frutos hacia un sotano
lleno de brisas rosadas.

No es sòlo el multiplo o la media hora de
una esquina. No es el inicio de una espina en 
una pergola donde se agitan invictas las
heridas.

Es sòlo un invierno. Uno lleno de alambradas.
De archipielagos.
De corolas que atraviesan la brea con un humedo
molino en las mejillas.

Y un color indomito y violeta entre los parpados.

Fruto de la palabra buscando medanos en las
superficies de una mesa.

Llena de abejas y corolas.



















Hemisferio de Imanes






El bosque duerme en una cresta.
El mundo vuelve a ser dorado como las brùjulas
y diagonales.
Cartas de sueños abrazan una eliptica.
Los hombres en la arena buscan los cristales
de los astros.
Estaciones de vidrio en un calìz
persiguiendo corzos de porcelana.
Hemisferios de yodo borrandose entre los 
edificios; cada uno lleva una peninsula diferente.
Longitudes de arena sobre mèdanos invertebrados.
Mamìferos que a travès de la luz rozan la escencia
de un trineo.
La vida dilatandose en la existencia para 
ser alcanzada -tarde o temprano- por la muerte.

Se desmembran huellas de antilopes en el punto
donde es acariciado un tropico.
Se desmembran terrestres inocencias de primitivas
ciudades, donde el otoño se perfilaba entre
clanes.
Lazos de iridio en una fotografìa ofreciendo
iguanas de petroleo.
Herraduras de pàjaros contrastando entre monumentos
a las lianas.
Estructuras de limbos un atardecer en que
los kilometros del sur son dorados.
Huertos donde los velos sòlo despiertan a los
jabalies y el hidrògeno no puede continuar
la obra de la cera en la arena.
La obra de la cera en 
la espuma.
En los pliegues parecidos a los iones.
Ebrio de flancos y ciclicas revelaciones.
Tomadas del oceano por una
estampida.
Una que no es azul ni infinita.

Y sueña, sueña en un crepùsculo de astas,
bajo un hemisferio de imanes.















lunes, 3 de octubre de 2016

A Mitad de los Limites








Y los vientos conduciendo hechos de papel.
Por lo tanto, habìan seres que escribìan en ellos.
Por lo tanto otras palabras orbitanto la nieve
y los acantilados.

Seres como el sol y la hierba dejando ver 
el mar en un copo. Seres semejantes al sueño o los 
tallos.

Colocados de manera que la sepia regara
todas las palabras que se agitaban sobre sus
superficies. Colocados asi para que sòlo una boina
por la tarde pudiera tomarlas o quizà
un espìritu hecho de naves como la 
posibilidad o una estrella llena de sujetos como los
que se mueven en los parques en una hora
de latigos y obreros.

Y las superficies en esa sepia eran limbos donde
se encontraban lo gaseoso con las helices y los molinos
cambiando de rumbo mientras se dirigìan a
la orilla; demostraban millones de sirtes ahogandose
entre la misma.

Màs allà de la realidad los màstiles hundìan
ese desierto.
Las flores de las enredaderas.
El paquete de iones que es decomisado entre las
nucas. 
Las embajadas de los vellocinos en una proa.


Los vientos llenos de papel y ensenadas.
De escolleras a un punto del mar completado por
la escencia de un tronco -segùn lo indòmito- y los valles
rosados por los cuales esgrime una luciernaga su dìa,
con expediciones amarillas a las sienes.

Los vientos que estaban hechos de papel y se separan
para formar el humo.
Las estrellas en sus rafagas apostadas en los astros.
Los nombres idealistas en uno de sus minaretes con un 
soplo de acido, mientras las esferas cabalgan hacia
manuscritos de asfalto.

De craneos, de sedimentos y bloques
llenos de incrustaciones y en una uva
donde duerme escarlata en el trigo, la constelaciòn
que no pertenece a un poema.
Que pertenece a las flores de un peine.
A las maquinas donde una sombra forma por
la noche un higo.

Ballenas de oxido que atraviesan las palabras
en un mediodìa de sueños y cosas marginales como
el salitre.

Cabelleras de sol a travès de una aguja donde
las piràmides muestran el sueño de la piel a las maderas.

Y los vientos hechos de papel a mitad de los limites.

Sumergiendose en inviernos de trasatlanticos.





sábado, 1 de octubre de 2016

Poema






Aquellos nombres del aire.
Aquellos nombres dormidos en el rostro del
aire. La vida sobre ellos ahora que es invierno
y por ley las formas de la cera
en las palabras retornan a lo sobrenatural.
Lo sobrenatural tambièn dicese del misterio.

Nombres con un
horizonte cada vez màs cercano a una imagen.
Esa misma imagen en una visiòn
del mar sin idolatrìas, es decir sin una palabra. La
sombra de la misma convertida en pliegue
o abalorio junto a una reminiscencia.
El borde de los conjuntos.
El girasol de piedra.

Lamparas de nieve incrustadas en los tallos
como en una estaciòn de ferrocarriles
llevando ligas de cobre. El universo donde la 
supersticiòn fue predestinada a un dìa
en que los pròlogos descansan
al lado de los epìlogos
sobre un objeto extraño y sagrado en el interior 
de una amapola.

Pero todo objeto es sagrado antes de llegar 
a una amapola.

Tambièn extraño.

Y formando circulos, atraviesa los cantos
desfigurados de la tierra.