sábado, 9 de abril de 2016

El Mapa de la Niebla





Toda persona tiene un mapa de la niebla.
Tambièn la tiene del humo para que de alguna 
manera sea cierto.
Tambièn de las calles y las esquinas.
Aprenden a vagar entre ellas entre sufijos y
pieles de nomades.
En ellas hay hogueras y puertos donde algunas
miscelaneas inspiran la respiraciòn del cuchillo.
La casa del alga llena de ladridos que vibran
entre proyecciones.

Todo ser tiene un mapa de la aurora y de los
recogimientos.
De la marcha en el agua del polen.
De las fabricas y las granizadas.
Todo ser que se llame endecasibabo o forma
de taburete, luciendo en uno de sus verdores la
noche que se ahoga en ensednadas ebrias de
ballenas.

Toda persona lleva un mapa del humo.
Debemos no saberlo para asi llegar a los mèdanos
a lo incipiente o el sabor de un grillo en la boca
cuando las tablas de lo transparente apenas
se humedecen.

Cada hombre o veredicto, cada ferrocarril o
sinagoga, cada escrutinio o fiebre que regresa a
los menguantes con escencias de prismaticos
devaluandose en los cirros.

Cada persona tiene un mapa de la niebla.
De los pronombres y las medias.

Tal mapa agacha su rostro.
Agolpa palabras en los ùnicos labios que posee.

Porque ese mapa no es de la realidad.
Tan solo es un mapa que llevamos porque es
de la niebla.

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