viernes, 30 de abril de 2010

Los Bosques de la Imaginaciòn

Los Bosques de la Imaginaciòn



En cada àrbol la rama es velero, una ciudad
de ventanas raìdos por invisibles tercetos,
estos imitan escuadras de tinieblas.

La lìrica es atroz y juega en las cùpulas
con una nave de sangre formada sin ciencia
en el barro fantàstico de las auroras.

Tejen bàcilos su cabellera de advientos
sus adioses de radas lejos del estuario
donde el ser anduvo buscando al hombre.

Existencas de ocasos dan letanìas y lumbres
de cavernas con el sòl despertando un dìa
bailando en la maldiciòn de la noche.

Pero la noche es pura como un eje entrenado
educado por sistoles cuajadas en la brea
de un otoño ocultando su crimen al invierno.

En cada àrbol los bosques ensamblan mediocres
especulaciones de agua balanceadas por iris
de luces y tronos ebrios de academias.

Luciernagas enfermas son devoradas por retos
descubriendo el insomnio debajo de una puerta
un ciclo de polillas desde el hado llega a ellas.

Los tropicos unen sus alas desgraciadas, temores
y funerales inician la edificaciòn del espejo
y dos momjes perversos inclinan sus auras.

Alarmas de gritos y posturas de ciegos, detallan
la espuma hambrienta del dedo. Un hombro ahora
es condenado junto al imperio de la memoria.

Y memorizan los nombres el dìa y su mirada,
aquel que no vacilò en el incesto de la palabra
en el eter dorado de su mortal imperio.

En todo àrbol, el desasimiento deja su poema
su cementerio pudriendose en la flor, ni cortes
ni lineas de sal hay cuando todo se abandona.

Y estamos solos con semàforos y làgrimas
que prefieren caer hacia adentro. Ya no
es una historia la que llevan las venas.

Y ese dolor tan profundo. Menguante ardiente
donde se sientan a soñar gritos de sacerdotes
la liturgia sòlo cae desde la imaginaciòn a la sepia.


Guillermo Isaac Paredes Mattos

Los Bosques de la Imaginaciòn

lunes, 26 de abril de 2010

Banquete

Banquete


Me sumo a la belleza.

En sus craneos mis manos
interceptan como ayer la abstracciòn.

Mi alma apenas era un cometa.

El punto central de una esfera cuando es abordada
por la inteligencia.

Tanto universo para mi ser poètico.

Para el perverso àrbol de su logos.

Para la màs severa episteme.

Y no hay nada que pueda desdecirlo.

Mi intenciòn es sòlo el placer del lenguaje.

Algo màs humano.

Pero busco otro idioma. Un mundo
que sostenga mis muertes gramàticas.

ese sueño que profiera la palabra màs profunda
sin jamàs llegar a ella.

Esa representaciòn del cristal y la cruz.

Esos patriarcas de sangre diciendonos
que hay bajo la noche otro conocimiento.

Y este poema tarde o temprano con todo
su significado serà arratrado hacia la podredumbre.

Pero presiento que al suceder una de sus palabras
serà sepultada sin haber leìdo en sus velas.

Asi es y no de otra forma, como lo esperaba belleza.

Entre tù yo sòlo acudiràn sobresaltos.

La matemàtica de cierta sacudida.

Una calle rosacruz si quieres.

Pero esta noche vivamos en otras veredas.

Miremonos desde lejos, para poder hablarnos.


Guillermo Isaac Paredes Mattos.

Versatilidad del Tiempo

Versatilidad del Tiempo


Dìa tras dìa el grito fuè esotèrico.

Lo tuve en mi boca como une herida divina,
un sobresalto ardiente dirigido sòlo por la carne
y arrastrado a la piel.

Y yo tuve esas cosas que transforman el oceano
en una prenda.

Y al mirar mis hemisferios, todos eran crudos.

Encontrè mi destino al dejar de pensarlo.

Me ignorè entre palacios que forma la arena
cuando vibra esquizofrenica.

Segùn mis calculos mentales
el gatillo es un dios representado por mi corazòn
cuando no queda nada.

Reclamè a mi fìsica
una y otra vez por el polen de la gravedad.

Soñè primaveras colgadas de manicomios.


Dìa tras dìa
la carne abandona personajes
en la voluntad de otro pulso.

Y esto es fuerte, extraño y poderoso
para aniquilar adjetivos.

Sobre todo si son conjugados en una letrina.

No tuve tiempo para devorar serpientes.

Tampoco para indagar en jardines
que regresan a huertos para olvidar
su primer nombre.

Vivì en el insulto
el universo se horrorizò al descubrirme poeta,
contemporaneo del fuego
cerrando el tiempo a imperios de ceniza.

Y ante el tiempo lo ùnico que queda es admirarlo.

Sòlo su espìritu lleva en si la versatilidad
de convertirse en pasado presente y futuro.

Y ello se da en un instante.


Guillermo Isaac paredes Mattos.

Gladiador y Poeta

Gladiador y poeta



Puedes dedicarte como gladiador o poeta
a recitar como lo hace el acero dentro
de un pàjaro.

Ser iluminado por escuadras de hierro
o tensar circunferencias que ansiaban
ese rito
abandonado por un tambor
en las piedras.

Doblegar alguna nota
por demas pùbica
elevando un lugar hacia el sueño
pues era mitomano igual al cuadrado
con experiencia de golpe
y posiciòn de cumbre
sin legado.


Deberìas escudriñar una vez
en aquello simulado por actos y situaciones
de niebla y ya que andaba cruzando relojes
y perversidades
el universo guardo
la geometrìa
de todas, absolutamente todas
mis pisadas.

Deberìa evocar que el universo empieza en
el violìn de mis labios y que llevo una boca para llamarlo
cuando la noche entre sus colores lo arrastra
soy un color porque no me queda otra cosa
un denuesto amado por el conflicto
y lo indòmito.

Que cante una rosa pero que su canto
sea imparable.

Palacios de persecuciòn nuevamente, ingravidos
como la soledad de una ciudad
comparandose con extraños elementos
viaje en ellos como poeta
quise ser el pobre artista que llevaba
una ansiedad de madera.

Un cartel de mafias.

Y por mas que quise la noche me hizo
misterioso gladiador
alimentàndose del corazòn
de un poeta.




Guillermo.

La Flor Svastica

Al cerrar los ojos
a la palabra y lo que hay en ella...




He vivido demasiado en la palabra. Hoy no sè salir de ella.
Yo creo que la palabra es una especie de infierno
seduciendonos, en un principio
con luminosas espinas,
biblicamente las llamamos paraiso.


Tantas dìas, tantas noches, mi corazòn y su espìritu
fueron arrojados allì para que resistieran,
para que hallaran su volumen,
ese aire de peces llamado consistencia,
esa entraña hecha de lunas.

Y jamàs en ella fuì rebelde, jamàs pude
caminar en sus hilos de acuerdo a la precipitaciòn,
eso sì, escribì como si el mundo muriera lentamente.

Y el mundo como el universo mueren con paciencia.

Mi estancia allì no la debo al milagro,
la divinidad en mi pecho fue un trozo pronunciado
por extraños ignorantes, fuì uno de ellos
el principe de la màs fatal sabidurìa,
indòmito a veces,
increible como el barro que penetra la ceniza,
el fuego lo llama violaciòn.

He vivido tantas veces en la palabra. Siempre estuve solo ante ella
no es nada nuevo pronunciarlo para
poder escribirlo, no sè si mi debes es sellarlo en esta hoja.

En esta hoja deberìan vivir y morir otras cosas.
Al igual que yo nadie jamàs sabrà su nombre.


Guillermo Isaac Mattos.


Diciembre del 2008.

sábado, 24 de abril de 2010

Deseo e Inmensidad

El deseo y la Inmensidad



dedicado a Paola Garay


No hay inmensidad por màs secreta que sea
buscando lìmites de oxigeno y gnosticas auras.

Y yo conozco el dìa gnostico de mis cabellos.

Conozco el lugar del corazòn en medio
de la lluvia, etiquetado por niños y rocìos.

Lleno de morgues como la apariencia.

No existe el deseo, sus avenidas llenan
un margen, un policia de verde en las làmparas
buscando en lo màs ardiente su poesìa.

No hay inmensidad, somos muy pocos
y a travès de las agujas no vibra el desierto.

Somos como un oropel, un pezòn mordido por el aire,
mi imaginaciòn me lleva a uno en la infancia.

No logramos escribir si en medio de la luz
que miramos, se ahoga una sombra.

Pero dejala en su canto ahora que la nieve
forma santiarios, sacrificios
donde paredes nihilistas
ofrecen su anarquìa.

Su paredon de barro. Su pupila de homicida.

Y

Yo tengo miedo a los barcos, porque
atraviesan el oceano.

Soy presa del pànico en cada paso de la noche.

Tanto azul en el cielo no es sòlo poetica.

Yo tengo miedo a vivir, de eso estoy seguro
como de una aurora tensada por los astros
aquellos que se aferran aùn al universo.

Tengo miedo, es el principio de una sabidurìa
que -como siempre- no conoce nada.

Y -valga la providencia de esta redundancia-
tengo un miedo profètico
como ahora.

Cuando entre dos seres termina para empezar
otro poema.




Guillermo Isaac paredes Mattos.

jueves, 22 de abril de 2010

La Rosa del Destino

La rosa del Destino



En el andrógino cielo donde se suspenden los barcos
junto al auroral sortilegio de lo que amanece
en su purgatorio de alas vencidas por la nieve.

En amarillas avaricias donde cae un juramento
y la lealtad es de agua y luminoso el sacrificio
abre praderas de enjambres junto al deseo y el polen.

En el trecho de un confín tomado por el ansia
y el hilo del fulgor rozando trementinas
angeles de lluvia y coral junto al sueño.

Como un eco de renuncias que ocultan su sueño
asi en el follaje del nuestro hay uno secreto
esperando el camino que de su inasible verdor.

Allí fervientes ebrios son climax de ráfagas
y une el caballo su herejía de espuma
e idolatran los dedos una estela de pétalo.

Pero la corriente y el corazón son quien labran
en tierras de astros sin ningun evangelio
adivinando cada noche de donde llegan las pisadas.

En el androgino cielo soy el azul dos veces
por que allí esta hablando el destino
la rosa de fuego ardiendo en sus cenizas.

Y es ajeno el horizonte y la silueta de un ídolo
se pierde en fantásticas mañanas del verbo
irisando hasta el amor o el dolor una palabra.

Invisibles redentores de arenas y piedras
despierta el agua de la savia, temblorosa
en el légado de un pájaro en la corteza.

Lenguaje de un himno entre profundas hojas
cada una buscando un nuevo pergamino
una especie de rada y su violenta escollera.

Su resina en la nube, su pulcritud de barro
he reido en la linfa de un claro meridiano
sopesándome como un átomo sin pubertades.

Toma este labio perdido entre la niebla
domador de sonidos, pertrecho de ningun farol
mira su forma batièndose entre heraldos.

Y en su cartel de grial que no sea reminiscencia
encuentra lo que contemplò en la rosa
y ve más lejos de donde él ha llegado.



Guillermo Isaac Paredes Mattos

Historia del Sueño

Historia del Sueño


Yo puedo predicarme.
Ir de la noche a la aurora como si fuera nada
y luego dormir en un parpado de espuma como la vigilia.

Y puedo presentarme al idilio que busca la treta del desmayo
en un pubis como el arco donde sin estilos
los equinoccios juntan mis labios.

Yo puedo presentirme,
encontrarme con la magia
mientras una región es fugaz como la idea,
como un paso atrás en el insomnio ese
que a la realidad nos devuelve.

Sé que cada imaginación se intriga como un eco
cuando maquina instrucciones para regresar al sonido,
a ese pacto de liras y venenos con el trueno.
Yo puedo encontrarme,
rodear de suicidas calles de lunas
donde caen en el aire prófugos de pétalos y ríos
asaltando hemisferios que miran eternidades
amenazadas por equilibrios.
Y puedo ignorar los carbones donde viaja la mentira y el pecado.
¿En qué lecho de espinas el pensamiento las vigila
y en qué lugar de barro como el amor
despliega puentes de átomo y sigilo?
Yo puedo seducirme,
hasta un invierno de granizo parecido a la lava,
mantener un adiós con leyenda de cuarzo,
involucrar reliquias en batallas sin ningún sentido
y luego deletrear un hilo de mis naves.
Yo puedo recordarme,
emprender movimientos de ojeras
libar escrutinios que huyen desde mi cabeza
y que en la tentación de liberarme
enfrentan locos murciélagos.
Hasta que una noche construyen en el hollín mis labios
la proeza igualada sólo por barros y salivas
maldiciendo el platino de una edad
poseída por historias de sueño.

Los Gritos Anònimos

Los Gritos Anònimos



En un segmento de aire que cita calendarios.

Donde la calle une aires a corrientes y nacen como ayer
los elementos.

Una escencia de luz, una apuesta a la baraja del as muy temprano,
cuando el hombre empieza el dìa luego de haberse ocultado
de la noche y aunque los juegos de naipes
devoran frutos de azar
crean misteriosas escuadras
semejantes a nosotros.

Soberbias de escorpiònes tan ocultas en la miseria
de decir y dejar de hacerlo con las cosas.

Tal vez el lenguaje no debiò sembrar palabras.


Cuando los reinos no arrastran palacios y la manìa por
elaborar una fàbrica nos convierte en el grillo
del techo que recoge dirigibles solitario.

Y quièn podrìa oponerse a ese acto y por màs que todo acto
lleve un brillo que pueda sostenerlo.

Este brillo no siempre se llama pensamiento.

Los mìos retozan como astros.

Nunca hallarè el pensamiento que los suspende
en las ràfagas.

Asi que literario y literario voy entre sacudidas
y pulsos.

Nunca pueden desprenderse como un fòsil
cuando son descubiertas, simplemente elaboran,
presionan un fusil, confrontan misiones de
escabrozo y espeluznante sosiego
con el adjetivo.

Pero no soy sòlo una apuesta a los cirros.

Ni la niebla que cerca el pino de esta casa robada
por la hierba.

Todo lo hace porque el follaje guarda el secreto
de todo descenlace.

Y de ese todo que tensa como una visiòn en
su mirada.

Para lograr soñarlo.



Guillermo Isaac Paredes Mattos





Guillermo.

Edipo

Edipo


Yo sè que escribiste una palabra pensando que era la ùltima.

Que el lenguaje podrìa asi escapar de la vida, tanto
como de la existencia.

Pero no sabìas, que hay vidas como pàjaros que caminan a
ninguna parte. Y nada puede hacer la palabra ante ello.

Esa es su màgia.

Intentaste cruzar la conciencia un amanecer en que
el ser era nada màs un predicado.

Algo fonètico.

Si vas a escribir, hazlo hasta que semànticamente profundo
no te quede màs que una apariencia
para caminar por una calle.

Tienes mi ejemplo.

Cada amanecer una daga podrìa florecer
silenciosamente en mi pecho.

Eso tambièn se llama belleza.




Guillermo Isaac Paredes Mattos.

A ver Quièn fue el payaso.....

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miércoles, 21 de abril de 2010

Canciòn de Mar

Canción de Mar



Yo tengo una canción para el mar y está hecha de fuego,
de caricias que sólo son presentimientos, de barcos
que se convierten en presagios.
Mis navíos sólo llevan plagas entre sus voces
aquí hasta este corazón que me da el soplo se ahoga.
El universo que amó la vida, es el que he condenado
y subversivo en el ala del cometa giro en el yelmo como brillo,
en la conquista mas cara del cielo, en el anhelo que ofrece
su soledad a la tierra. Luego el horizonte, las ciudades de un pacto
con el agua y el devenir de esta fragua donde cae, donde un reino
ilumina manantiales de sombras, celestes tinieblas como el viento
o el cefiro que clama porque la tempestad nace con una gota de lluvia.
Yo tengo un rocío para mi soledad de campanas
y yerro en la aurora buscando calles vacías, árboles
donde cuelgan los caballos su mirada de sangre,
su balcón de luna, su juglar de astro, hay cielos que se van
pero en mis venas he conservado los míos
y mis brújulas suceden en páginas de colores
derramándose en mareas, en alas de sirenas
en tripulántes de esferas perdonando racimos
esperas como la corteza de un árbol o la veleidad
de una muralla rota por la estrella.
Amor tú que impregnas de vanidad cada cielo
tú que derramas tus lágrimas dentro de mis venas
para que no pueda escuchar los himnos de tu dolor,
acercate esta noche a mis labios
mi cuerpo esta tendido en la orilla esperando una marea,
porque yo tengo una canción para el mar
y esta hecha de fuego.




Guillermo Isaac Paredes Mattos.

viernes, 16 de abril de 2010

Episteme de Dios

La Episteme de Dios




Dios camina ebrio.

Lo sè por lenguajes en noches de alcoholes
mientras el mar dice cùpulas
em lugar de escenarios.

Dios era dios, eso dirìa la tradiciòn de alguien
que jamàs miro dentro de nosotros
ni dentro de sì.

Pero hoy es cristiano.

Pero mas hombre que dios es mi instinto
la razòn de aquella irracionalidad bordada al borde
del filo, donde la araña teje su entraña
y el infinito crea su espìritu.

Pero algo en mì acaba todo,
lo que ayer era verdad hoy ni siquiera es mentira
lo que es un pensamiento
puede ser sòlo la trampa màs lucida de la locura.

Para poder moverme,
no necesito la maldiciòn de estar vivo.

Necesito caminar,
de vez en cuando mirar una episteme
y ascender como lo harìa la intuiciòn
debajo de ella misma.

No conozco el universo
he visto partes de èl, eso es todo.

A mì aquello llamada eternidad
es un peso que concibo de lejos.

Prefiero la distancia para ver las cosas
incluso para verme a mì mismo.

Ese quizà sea mi momento llamada amor.

Una pasiòn que se humedece en el calor,
una violencia sin simbolos.

De un sìmbolo se puede hablar tanto
como de un snobismo
de una bohemia
claras actuaciones de una brùjula
y cierta decadencia
eso es poesìa,
de una modernidad que intenta tejer
sobre mì
espuelas transparentes.

Pero yo les digo, antes que ellas
En mi pecho las he clavado todas.




Guillermo Isaac Paredes Mattos

Hector y Andròmaca

Hector y andròmaca







Sè paciente.


Todo aquello que no convierte en ceniza su religiòn

se apaga en el barro.



En la periòdica redenciòn de algun sueño

y su heterònimo,

por alegorìa idealidad.



No te angusties. Lanzate nostàlgico al tiempo

para que sea fabricante de

tropos màsculinos. No olvides lo femenino

al hacerlo. La manera de unirlos serà tu

màgica barbarie

y tendràn - tù y lo femenino-

que alcanzarlos solos.



Es curiosa mi impotencia de no salir de

lo individual para llegar a lo general.



A veces el amor logra que uno evolucione al lado

del otro, por lo general el amor

vive enredado en otras

cosas.



Pero aquì lo màsculino y femenino

libran su palabra y tambièn su botella, si los observas

arrojan vidrios al mar

como si no pasara nada,

si vas tras de ellos, los seguiràs hasta

encontrarlos casi recluidos en una habitaciòn

con la complicidad del hotelero.



Por ello al atravesar un hotel, siento raras cosas

generalmente la de aque allì se agita en secreto

un prostibulo.



El proxeneta que obliga a lo masculino y femenino

a morir allì se llama realidad.



No espero en este capìtulo que mi escrito sepa

llevarlos al suicidio.



Eso lo hace uno que otro loco.



Y no necesariamente poeta.





Pero tù se paciente.

No te alimentes de pubis o semen, no hables

sòlo de ello. A veces es lo que màs facilmente

se olvida. Y si lo haces, asume el riesgo de buscar en su forma

el grito de otra semàntica.



Esta es la manera màs simple de decirlo.



Aquì no hay nada de misterio ni espectoraciòn,

nada de gripes o mamiferos de estela marsupial,

sus sinònimos no resisten en la vida

una cresta.



Este es un antiguo individuo, con el cual dos se ahogan

en su propia violencia, la màs romàntica -en sentido tràgico-

buscando su antorcha, su jabalina de nieve masculina

y centenario cetro

donde una linea cubre dioses,

extasiado y sonàmbulo en la feminidad

de todos sus seres.







Guillermo Isaac Mattos.



Lima...algun amanecer de febreo del 2009

El Gladiador y el Poeta

El Gladiador y el Poeta






Puedes dedicarte como gladiador o poeta
a recitar como lo hace el acero dentro
de un pàjaro.

Ser iluminado por escuadras de hierro
o tensar circunferencias que ansiaban
ese rito
abandonado por un tambor
en las piedras.

Doblegar alguna nota
por demas pùbica
elevando un lugar hacia el sueño
pues era mitomano igual al cuadrado
con experiencia de golpe
y posiciòn de cumbre
sin legado.


Deberìas escudriñar una vez
en aquello simulado por actos y situaciones
de niebla y ya que andaba cruzando relojes
y perversidades
el universo guardo
la geometrìa
de todas, absolutamente todas
mis pisadas.

Deberìa evocar que el universo empieza en
el violìn de mis labios y que llevo una boca para llamarlo
cuando la noche entre sus colores lo arrastra
soy un color porque no me queda otra cosa
un denuesto amado por el conflicto
y lo indòmito.

Que cante una rosa pero que su canto
sea imparable.

Palacios de persecuciòn nuevamente, ingravidos
como la soledad de una ciudad
comparandose con extraños elementos
viaje en ellos como poeta
quise ser el pobre artista que llevaba
una ansiedad de madera.

Un cartel de mafias.

Y por mas que quise la noche me hizo
misterioso gladiador
alimentandose del corazòn
de un poeta.




Guillermo Isaac Paredes Mattos

El Lugar esotèrico

El Lugar Esotèrico


Es humano de noche saber que sentimos.

Que es posible escribir y doblar una hoja.

Y que viviremos, segùn dioses, en los lenguajes del àrbol.

Y esa forma irà màs allà de nosotros, como lo hizo

alguna vez la existencia, aquella que profundamente avisora.



Es humano presagiar, recibir a aquellos que en los ojos

llevan una maldiciòn, dejarlos dormir en nuestro lecho y de noche

arrancar de su mirada esa belleza.


Es tan simple.

Vivir concibiendo impulsos a cada momento, hacer del momento

verdad e hipocrecia, caer infinitamente desde una torre

a otra.


Y quisiera -siquiera- mirar desde lejos aquellos lenguajes

que aguardan por nosotros.


Para ese mirar es necesario màs de una vida.

Con una no vamos a encontrarlos.


Es tan solo escribir.

Un poco irracional, mudarme de mi mesa a la cama.


Mis actos son tan mìnimos y pequeños, no implican a nada,

se desplazan, buscando -en este instante- en el punto

un ala sumergida.


Ese punto y el ala pueden ser afirmadas. Demàs

està decir que vivo convencido de ello.


Ademàs se agitan como casi siempre,

en este mi lugar.


El lugar esotèrico.




Guillermo Isaac Paredes Mattos.

jueves, 15 de abril de 2010

El Ciclo de la Esfera

El Ciclo de la esfera


La lluvia es azul y lleva mortales existencias
vilos como el ruido o una carábela, mánticas de
luz para aquellos que no van más allá de su soplo.

La tierra es un barco que navega en dimensiones
de todas, la realidad aguarda la noche
dormida como un árbol sumergida en los pájaros.

Es un mundo de nieve, menos que un àngel caido
un inocente que va hacia la arena vestido de espuma
levitando voces de agua heridas por cometas.

La lluvia es un duende págano, mira cortezas
huyendo en sedimentos igual que lo profundo
y a veces, sólo a veces posa allí su secreto.

Quieres la rosa, yo sólo doy los pétalos
ella es profunda y celosa en mi pretensión
y labra verbos cerca de la metafísica.

La lluvia es confín,arrastrase entre luciernagas
camina entre osos poseidos por las copas
intuyendo el soplo que viene de algun dentro.

Mira piélago sigo yendo entre lo insomne
y aureo entre los soplos he aprendido a dar tregua
pero no a quitarle a mi vida su violencia.

Pactos de inviernos cortando el misterio
espadas que tensan otra vez la muerte en sus alas
voces que errantes no encontraron su destino.

Yo voy en estéticas que hieren sólo su legado
y entierro a los muertos en cada latido
para llevar seplucros girando en mi espíritu.

Santuarios de yelmos que hilan bandadas
desmayos que surgen igual que inspiraciones
el vertigo es un niño sin voz de adolescencia.

Porque ese esta detienese en cada ráfaga
pues la ráfaga es sable que huye del limbo
y el limbo es el canto de una danza con los filos.

La lluvia es azul y deja un minarete
labios de un profeta que desprende pitónisas
cerca de una luz invisible, vestida de carne.



Guillermo Isaac Paredes Mattos.

El beso de los muertos

Poesía

Bebo en la aurora el beso de los muertos,
la serpentina de espuma sobre la superficie,
cimbreando como el ala rota de una espada.

Entonces, eran míos los minaretes
y quebraban centinelas de nieve en la copa,
donde se alzó alguna vez el resplandor,
ese lampo que necesito de un rocío
o la brasa de una amenaza para vivir.

Bebo la noche de la cual me he separado,
el profeta en sus labios convirtiendo
cada palabra en una pitonisa.

En una melodía que hacia la distancia
dirige sus desiertos
y brama en el exilio de un juguete
azulado por una montaña,
por un amanecer de cristales,
cada uno recogiendo sueños de antorchas
y precipicios devorados por el amor,
ese genio de lumbre levantando incienzos,
emergiendo arenas,
estuarios que inundan el haz del anhelo
y en laberintos de terciopelo lo confunden,
este es el lugar, el tiempo y la mirada,
de ti en la espuma no creas al que espera,
muerde el ojo de un guardían
y abre en la soledad cualquier sepulcro,
hay de aquellos que miran aún el granizo,
hay de aquellos que cogen leyendas de piedras
y escolleras donde fue un guerrero el mar,
y ahora la silueta recuerda que se hizo milenaria
en un sueño.

Pero hoy, fibra apenas de un gigante espera la caricia
que es tormenta,
que vaga en la lejanía mientras su furía
despierta en las entrañas
de aquel que contempla sólo un deseo,
el voluptuoso morir de un hombre,
que descubre entre la piedra y el mar
el maravilloso beso de los muertos.



Guillermo Isaac Paredes Mattos


Lima, 2004

En el Inicio

En el inicio



En el inicio de la especulaciòn hubo un rìo.

A su lado los tremantes eran desconocidos, casi
un ala de dios en la arena.

Cuando el mar y su cirugìa la recogen.

En ese tiempo miraba.

Miraba los crisoles anunciando templos de madera
en las venas, un sol artistico confundido
en los nombres de apolo.

Pero esa especulaciòn asumìa llamas, pedazos
de filos porque quien mira tarde o temprano
cae entre los sepulcros hecho hado,
pedazo de mito, etiqueta de aura.

Y dije mi nombre para sepultar la armonìa, la escencia
del metabolismo y el cobre.

Leguè a esa herencia, donde la pubertad abre
un vientre completo, adorado por la insinuaciòn
que la inteligencia acribilla en el barro
teñida de intelencia.

Quièn creerìa en ese pudor tecnologìa.

En esa fàbrica de niños subterraneos.

Niños infames, cubiertos por erizos
y flotas de electricidad.

Vacilantes en el horario de quien yerra
en las manos con una negra ventana.

Pero en el inicio de la especulaciòn hubo un rìo.

Un snobismo llenando su mente de objetos.

Tan sòlo llenandola.

Yo sè que todo conocimiento debe ir al suicidio
igual que el hombre para conocerse.

Existen suicidios de petalos.

De pistilos.

Suicidios como el ser en la palabra del hombre.

Un inicio, siempre un inicio de seres espìrituales
abofeteados por la penumbra.



Guillermo Isaac paredes mattos.

Teriopelo Subterraneo

Terciopelo Subterraneo


Es posible que suba o descienda de la arena al mismo instante.

Es semejante al caminar bajo el misterio, con una sola mano, llevando ideas de ancianos y trapecitas.

Como un encantamiento cediendo ligero a discursos que el agua
simula entre furias de espejos.

Es como un ballet de calles, todas ortopèdicas, en sus ojos
guía al fuego la ira de una llave.

Por ello soy artificioso, real o imaginario, según las convenciones y el relato de mi amor amarillo.

De mi narración conscupicente, subdita y villana del sol y los laberintos.

Señor de la nausea y el estrepito, del vomito en la magia, aún mas doloroso es el mito del dolor, en el espíritu de la magia.

La idolatría de este hombre disparando a� la lluvia, el estreno del granizo como jamás fue siempre.

Yo busco transgresión, pues allí hablan semanticas de peso
luminoso, podemos compararlo si se quiere al infierno.

No hay necesidad de ser visionario ni desierto, es sólo una soledad con calle de titeres.

Con simpleza de marioneta y yugo, con sed y hambre de lineas empujadas por la providencia.

Es posible que me haya interpretado, por cierta deuda del mal con las estrellas.

Esa es mi gravitación en torno de mí mismo, narcicista y ojerosa, fetichista como un pelo.

Mi oración maniatica, mi juramento al terciopelo.

Más aún si llega de craneos subterraneos.



Guillermo.

Terciopelo Subterraneo

Terciopelo Subterraneo


Ese fuì, no tuve que escribir para deshacerme de mi vida.
No tuve que traicionarme, para ello està el latido y èste llenò
de juguetes y pàjaros la vida, eso que llaman poetica, aquello
tan ardiente que daba miedo acariciar la agonìa
entre sus propios halos.


En cuanto al velo, lo fuì separando de los àrboles
de todo aquello que la naturaleza convertìa
en agua.


Nunca conocì un hombre que abriera una palabra por su
propio maleficio, un oràculo que pudiera sostenerse
en su demacrada mirada y antes de pendular un poema
hay que reir sobremanera
de modo que el universo se llame antonomasia.


Ya sabes sòlo conocemos el fìn.
No alcanzamos jamàs el principio.


Asi mis pequeños burgueses por mas poeta que parezca
hay que alimentarse tambièn de excremento.

Como lo hace la màs exacta puta, esa llamada sociedad.

Y ahora cierro los ojos, para que la mirada allì
encuentre en la oscuridad sus objetos.

Pero bàsicamente con la unica certeza que recorrè su espìritu.
Iluminado por el vertigo de su luminoso corazòn.



Guillermo Isaac Paredes Mattos.

El tridente entre la Marejada

El Tridente Entre la Marejada


Elevo aires vacios, como una ventana cayendo del sueño
una noche de necios, sostenidos por la niebla. Soy el hastío
de un redentor mirando su treta, con el ojo vacío
de un juglar inasible, rendido como el sol o el amor
en esa nieve de campañas, otrora manantiales de iras.

Beso la espadaña de un río aprendíz de salvas
una estela subversiva cobijando estas cadenas
que las entrañas dieron como herencia a mi sangre.

Mi oración persigue la humedad de su propia carabela
y entre astrales corren mis dedos anunciando minas,
grutas donde brilla el desamparo y retiene la pupila
su mar de espadas, ese beso de puñal que vibra en
toda espuma. Me separo, me uno, respiro el cansancio
mientras inspirase un relámpago a través de piedras,
de siluetas que catapultan el ambar a corzos invencibles
rutas de lirios enfrentandose en el templo,
de una cadencia impregnada de naves
hurtando extraños desatinos, huertos de barro
que trazan su pupila, en la conciencia de una pluma
que forma la marea.

En la cítara de cristales, de jade y crisolita
anuncia la pitonisa su cielo y despliega el cefiro
un color de llaves que abren cada dedo
en fulminantes campañas de idolos,
heraldos de músicas antiguas cual papeles
anidando la vida de un pájaro que tensa su corazón
en otras helices, que reclama vidrios y cúpulas
que ensombrece el sol de un meridiano de agujas
laberintos que reciben desde la pasión al viento.

Elevo calles que fueron amadas por murcielagos,
el canto de una luciernaga dentro de su brillo
cuando la silueta de su luz recorre la tregua
que un confín dio a los hombres.

Pero no puedo tenerte corazón en ese credo
tu corres por colinas, tù cedes sólo ante las cumbres
tú mueres entre águilas.


Guillermo Isaac Paredes Mattos

miércoles, 14 de abril de 2010

El Resplandor Zaino

El Resplandor Zaino
Contemplar, es sòlo habitar encantamientos.




Resplandores brotado del agua con desprecio.

Guìando mordazas de sangre, criaturas allì sumergiendo
su dorada poesìa.

Aquella capitulando sòlo ante la orilla.

Ante el oceano.


Resplandores que no fueron escritos por la necesidad
que vieron en la enseñanza un cirio elemental.

Y aprendieron sobre sobre su estirpe.

Con misterios o sin ellos, llegaron a sus gondolas
incluso un pezòn de aceite despertò a su paso
igual que el aura.

Dentro de ellos, un nuevo resplandor a merced del vidrio
enseñandole al veneno la detallada procesiòn de su cicuta.

Zaino, dormido por meridianos de instinto
allì donde los tìmpanos son heraldos y como la luna queman.

Asi poesìa, mi corazòn caminò muy temprano a las colinas,
fuì cìnico ante intemperies.

Me posicione ante ese lenguaje bendecido por el maleficio.

Esa es la ùnica maldiciòn que dejè a mis manos
como un azote.

- el ìnico que queda de ese viaje-

Maldiciòn con arquetìpica sinòpsis en su techo.

Y el el pulso de mi resplandor zaino en su lengua.




Guillermo Isaac Paredes Mattos

lunes, 12 de abril de 2010

Indicios

Indicios



Se cita a la locura, sòlo para citarla.Jamàs
se escribe de ella.

Escribir de ella es deàmbular solamente.

Su nombre es repetido por el hombre sin raza literaria
ni juegos con la sinecdoque pero ambientada
en paralogismos.

Eso es lògico, no hay nada lùcido aquì
para demostrarlo.

Por ejemplo, yo lleguè a la sabidurìa
por el encuentro con el agua
en ella los vientres eran iluminados
por etiquetas de àcido.

Y se sufre para caminar un poco màs
que el higado.

Un higado esquizofrenico, antropomorfico.

Esto ùltimo lo digo para separar esa pobre
palabra.

El hombre es sinònimo de antropos cuando
piensa en cadaveres.

El sufijo vuelve a la hegemonà de la magia
y las interrogantes que degeneran
palmo a palmo
en esta ceja.

Miserable pues nunca separarà mi yo de
la niebla.

Horrendamente lùdica para disecar a los otros.

Violenta y tierna, a veces hipòcrita
como el rocìo en las yemas de los dedos.

En el fondo con poses para todas las circunstancias.

Sin separar jamàs el hecho de los hechos.

Y yo perdì el tiempo escribiendo para esos burgueses.

Eso es tan decadente como sellar una noche
de miseria en la piel.

Como lo dije, jamàs se cita a la locura.

Sòlo corazòn puede hacerlo, decir todos sus nombres.

Catapultarlos, como atrozes columnas, divertirme
en su enfermedad como lo hace una ola
en la orilla.

Cuando ya no es importante devastar la orilla
que toca.

Ni los fenòmenos de yesca
sepultados por la sìlaba menos natural
de mi agònica persecuciòn.

Y para vivir -en lo personal-
sòlo hay tripas de sonàmbulos
sòlo naves de enfermedad en
nuestro insomnio.

Allì donde objetivamente un craneo
vuelve al deseo.





Guillermo Isaac Paredes Mattos

sábado, 10 de abril de 2010

La espera

La espera secreta

Segùn la orilla no esperamos demasiado. Un dìa, enfrentaremos el momento justo en que las olas se conviertan en los ùnicos complices de nuestro espìritu...Pero no sueñes, ni aùn ello podrà ofrecernos un pedazo de tregua.


Guillermo.

Ascenciòn del Mercurio

El lugar Violaceo







Yo vivì entre los muertos, porque sus miradas eran azules.

Y azul el cielo que los humedecìa, oscuro el templo y los

vellocinos cuyo desasosiego los iluminaban.



Nadie como yo conoce màs las penumbra y oido

a sacerdotes de inocencia entre las sombras, esa pureza

recorre serpientes de agua para tensar la inspiraciòn

que nace de dioses inmortales como las hordas.



No nacì para caminar entre la perpetuidad

ni vivì para arrastrar sonidos carnivoros de carne.



Esta es la derrota que es exacta para convencerme,

que detieneme en baladas que juegan con

la estrella roja de la tarde, la ebrìa, la equilibrada

por mordazas. No nacì para cubrir mi yo

de absolutos, todo lo que queda para

mi espìritu

es un sueño revolucionario

que cruze de noche el aliento que lleguè con

los silos mas avezados, los que amenazan de

bandadas incluso a la locura.



Allì donde aprende el destino.





Guillermo isaac paredes mattos

Los Ejes Primordiales

Los Ejes Primordiales





Como la noche fuimos arrastrados.

Nuestro espìritu descolgàbase del ojo de dios
y esa poesìa buscaba inspiraciòn
desde nuestra mirada.


Nos acompañò el sonido de la sensibilidad
en el aire.

La tierra formada
en la superficie por la creaciòn
los templos donde el desvarìo elevò
su grito hasta el imperio de la supersticiòn
y contemplar asi su reino.

Semejante a la existencia
ese lugar de tembloroso pulso nos asediò
desde la aurora y ancestros
de pàjaros ofrecìan el sacrificio del vuelo
a los mas altos con ello.

Una de nuestras sombras fuè ese pàjaro.

Arrojada detras el cuerpo para que
jamàs sospecharamos de ella,
para nunca estar preparados ante su llegada.

Alguno la recibiò con una espina en las manos.

Otros la llevaban incrustada en el pecho.

Es todo lo que pueden ofrecer a su propia vida
algunos hombres.

Repetimos lo que otros en una primavera
y sellamos nuestras palabras con
letras de granito.

Nos acercamos a lo hosco, duro
a esa clàsica noche
cerebral y mediterranea como
la hegemonìa de un àngel
perdido en una torre.

Un àngel meditabundo.

Elevàndose al mar cada noche
desde otro pensamiento.

Ese fue el trato con sus ejes primordiales.

Esa fuè la cuchara.

Y esa criatura rotò soberanamente
en su eje.

Catapultado por lo divino, pues sòlo
tocando su fuego se llega a los hombres
y tambièn se los olvida.

Bañado por transparentes dirigibles
de entrañas
sobre el hemisferio.

Para que alguien al rozar su mirada
en las fauces del cielo.

Jamàs pudieran hallarlos.



Guillermo Isaac Paredes Mattos.

viernes, 9 de abril de 2010

Diario Metafìsico

Diario Metafìsico



Este pedazo de mi casa.

Fuè construìdo para ser devorada por el fuego.
Desertò del silbido y del llamado del tatuaje un amanecer
que no atravesò la noche.

Caminò al lado de la proporciòn es cierto.
Sumò objetividad tras objetividad.
Se alimentò de esa silueta que el lecho deja a veces
con mùsica de oboes
penetrando el musgo.

Como territorio de ambiguedad jardìnera
extendiò la humedad hacia transplantes de escolleras
capitulando en balones hacia la nada,
allì cuando sumas de vacìo crean murallas
hacia abajo,
tambièn hacia arriba. El costado de ellas
es el mejor ejemplo.


Esta casa. Su diario metafìsico
evoca hoy los asesinos que cruzaron sus paredes
los homicidas que regresaron del atomo
para cumplir con la edad del apogeo.

Y hacer que mi suspiro
recorra los derrumbes
de una regiòn con espectrales demonios.

Todos con el habito de la llama
en el fuego.

Y el habito de sus màgicos epiteleos
alimentados por el mundo.


Guillermo.

Lenguaje para los que muerden

Lenguaje para los que muerden




A veces respondo.
La noche es continuidad de paso verde.
un alfìl de aire para los que tejen una sombra
la caida del lenguaje que muerde
un peòn de azufre al final de
una làgrima.

Ocasionalmente.

Para esos que lìmitan el mundo en una metàfora
Para los que nunca se impresionan mas que con ventanas
y adentro una sesiòn de escorpiones implora
la mejilla o el parpado que peregrinò con dios a la vocal
a sustantividades y ejemplos
que doran su alma en devenires simplemente
vacìos.

Esta es la postraciòn del mìo.

Y aùn puedo mostrarlo.
Insinuar el epìteto mas frìo de su decadencia
replicar entre naves aquello sin boca ni desembocadura.

El tiempo tanto como el espacio es el diario metafìsico
de estas iniciales convertidas en verso,
la proeza de un pobre titan
alzando a la nube la idiota conquista de su pelo.

Y mirando ese palido esplendor
sè que no voy a quedarme.

Que èstos muñecos no viviràn mucho dentro
de ese ser lleno de tripas y trapos.

La capitulaciòn de la sensibilidad entre mis ruinas
-nunca lo dije- no serà el camino donde leerà
mi estela.

Eso es sòlo para los que muerden.

Es decir aleja la consonante de esa palabra
y encontraràs uno de mis pesos.



Guillermo Isaac paredes Mattos

jueves, 8 de abril de 2010

El Arbol del desierto

El Arbol del Desierto



Soy un hombre que busco el desierto.

Y escribiò en èl.


Para escrbir en su piel fue necesario una hoja
de arena, cayendo sutilmente como una profecìa.

Y el desiesrto està lleno de ellas.


Soy un hombre que escribìo en el desierto.


Que mirò a la palabra como un ser desgraciado
pues luego de nacer, morìa en el espacio,
ninguna llegò a mi corazòn.

Imagino que el espacio es un editor de campanas
todas anunciando el regreso de un libro que deja
en la orilla el ejemplo visionario
donde lucidez y demencia
presencian la botella de luz
inundada por los ecos.

Yo sòlo soñè su sonido.

Oficialmente, la busqueda de su extraña
percusiòn.

Yo soy un desierto.
He mirado en èl con la sabidurìa que se borra
entre la nada, con la travesìa que humedece
el grito de un ser unido a otro
para formar constelaciones
de soledad
anuncios como el olvido
destrezas de infancia como los megàfonos.


Mis manos buscan su superficie con
la fìsica desolaciòn del desgraciado
con ese estadio mortal de abandono
con proezas de cables oprimiendo el universo
desde griales que sòlo son pendulos.

Y esas manos saben muy bien que en
aquellas superficies cuando llega la lluvia
un arbol de sed despierta buscando saciar
su sed de locura.

Esa es sòlo mìstica abnominaciòn señores.

Porque sòlo a un àrbol se le ocurrirìa
crecer y buscar su alma
en el desierto.



Guillermo Isaac Paredes Mattos.

Estètica de un sentimiento

Estetica de un sentimiento

Un sentimiento me acompaña
suele ser de venganza o remordimiento
según la marea,
generalmente es indómito
como aquello que circula dentro de
las venas.

También es extraño, eso lo acerca
a lo maravilloso y lo maravilloso
es cierto alfil descendiendo de una nebulosa
intentando comparar desde la tierra
sus constelaciones.


Lleno de principios, nunca se detiene
en los árboles,
mucho menos en mí, a pesar de - en apariencia- buscar
algo o alguien.

Un sentimiento no me pertenece.
Es una criatura en mi cuerpo,
una especie de diluvio y demonio
buscando asesinar las cosas.

Me detengo un instante para recordarme que
vivir sólo tiene sentido si asesinamos las cosas.

Es una infancia, jugando temeraria
entre riesgos, trapecios cantando a la locura
del espíritu,
a cualquier objeto cayendo hacia la sensibilidad
con noesis de pómulos ardientes.

Un sentimiento nunca será mío.

Me perteneció en una época en que las cabelleras
arrastraban su poesía en mi boca,
una época en que mi rostro era de aceite
en que propinaba estelas
y manifestaciones
como si todo estuviera poseído por
lo divino.

Y en el fuego de su corazón llevaran
el nombre de la magia.


Guillermo Isaac Paredes Mattos.

Infamia ante el Oràculo

Infamia ante el Oraculo


A nosotros los espirituales deberian despertarnos
con latigos.

Saber que la experiencia a nuestro lado dura demasiado
poco, casi nada.

A nosotros, deberìan amarnos con odio, lejanìa
y violencia.

Asi la indiferencia, podrìa transformarse en un poder
casi igual al sentimiento.

Tambièn comprendernos sin culpas, inocencias
y castigos, aùn reimos en todas las miserias.

Los altares tienen el significado de un mal alimento,
de un pesado metabolismo.

Existe en ellos una indigestion de carnero, cuando no
de borrego, ademàs enfebrecido.

Entre nosotros nadie deberìa respìrar, si quieres seguir
un camino, aprende a construir y destruir tus pulmones.

A nosotros los espirituales, desde la enfermedad han
de comprendernos, nunca llevamos auxilios para nadie.

Jamás compramos una rosa, nunca volvemos sobre lineas
muertas, tampoco estamos detras del inicio.

Amamos el sonido ensordecedor del infierno, el agua
maldita de las inflexiones.

La libelula del estanque y una que otra formalidad
paseando su veneno por la sed.

También acariciamos sepulcros y no porque en ella perciban la muerte
los muertos, en realidad esa es su vida.

No tenemos ofertas, nos alejamos de los mercenarios
y los que venden su opiniòn entre ojeras.

Ese intelectualismo es poesìa de magnificos redentores
de democracias y teogonìas.

En el fondo se arrepienten de la fè para regresar a ella,
no conocen otro circulo.

A nosotros lo espirituales, antes que alguien nos cerque
desde la muerte habremos asesinado.

Y entre criminales de inmensidad, la eternidad serà una
manzana omnicieste tragando barro y arena.


Guillermo Isaac Paredes Mattos

El Ala Ciega

El Ala Ciega




El ala Ciega

Dònde empieza la tierra sagrada o dònde
acaba la profana...

Wordsworth



La lìnea porque golpea de noche un niño.

La vida pues suele ser prematura.

El ser porque entre bordes crece
y forasteros de nieve lo acompañan.

Ese tiempo del escrito y del remordimiento.

La venganza y su territorio de auras.

El tornasol detras del mortero.

El sino porque jamàs persiguiò un banquete.

Los monitores de la escarcha insinuando portentos.

El deseo sumergido en el agua.

La brisa que jamàs doblarà un àrbol.

La nupcia de la inspiraciòn con la idea creando
un pensamiento.

Los iluminados con falta de espinas.

Entre cenizas de alcohol y oxigeno mi educaciòn
ante el ahora decapitada.

Una abominaciòn con bofetada de multiplos.

El recreo sin patios del velo extranjero.

Ese poco mañana del ensimismamiento.

La virginidad de la quimera devorada por la fantasia.

Esta alfombra sin cuello de una avenida.

El santuario del funeral.

Los sacerdotes del cuerpo y

el ala porque al volar

es ciega.



Guillermo isaac paredes mattos

Brillos Nicroromànticos

Luces Nicroromanticas



Donde las brújulas encienden su avenida de pájaros,
en cada uno de los acordes donde vierte la llamarada
su adios de encanto poseido por galaxias.

Mientras huyes remoto en las alas del abismo
y un placer dorado raspa las estrellas
el simulacro del amor, las fuentes de todo plenilunio.


Cuando el hemisferio es una escena de velos
y emprende la pasión su cita con el sueño
el que lleva marcas de barro en su pecho.

Donde el hombre va perdiendo lento su ciclo
y descifran minotauros los sabios laberintos
los que emprenden hacia el cielo sus equinoccios.

Cuando ya nada nos separa pero el instante es un eco
de yugulares retornos por cualquier sutileza
mira, esta noche también es otro puñal.

Es estrepito de una mariposa en el polen
el acuatico decir del átomo en la lira
cuando algo como un alma recuerda citaras.

Movimientos de espadas que inventan músicas
para que sus palabras no viajen solas por la noche,
sigo siendo un rebelde ebrio en la inocencia.

Un monólogo que no se puede encontrar
la pira donde ya no existe ningun sacrificio
mas no cedo y el día cae en mis dedos como un juguete.

Como un dios sin alma y sin ninguna creaciòn
perdido en la memoria de sus pergaminos
aquellos que no evolucionaron hasta el pétalo.

Donde las brújulas dicen palabras cual veleros
y mi corazón cree en las hojas como un condenado
un alba rota en el pañuelo, un brillo en la lágrima.

En ese hado tripulante de ardientes aviaciones
cuando las entrañas brotan manantiales de celos
donde liba y danza la soledad en su orgía.

En el instante donde queda el iris ante el sueño
desangrado como un eco arrancado del sonido
por una corriente fugaz ignorada por el viento.


Guillermo.

La Nave encarnizada

La Nave Encarnizada


La palabra se abre.
De acuerdo a ello pienso que el universo es diferente.

Que sus huellas forman esa inspiraciòn espantada
por el brillo
con el cual todo lenguaje la corona.

En estas evidencias de metal.

En los astrolabios de mi religiòn gamada
ante la aurora, contemplo
telescopios que
sobriamente envenenan
los ancestros y descendientes
de su vibrar, su grito epistolar
entre anaqueles
y laminas, llenando alientos
de vidriosos escolios,
donde el aura convierte breas en martires
como un ciclo de violines nocturnos
anhelando una flauta.

Y en esas armònicas demacradas.

En ese sonido manifestando su derecho
a la piedra
un estilo sin retorno se abre.

Simultaneamente en las calles
los niños corren dogmàticos
detras de las estrellas.

Los miro.

No queda mas examen cuando la cresta
descuelga mis manos.

No queda màs disturbios
cuando el ser de la palabra
abre sus entrañas.

Y a donde quiera que vaya
el poema es el trance
de una nave encarnizada.


Guillermo Isaac Mattos.

El Labio del Minotauro

El Labio del minotauro





Sucede antes del mar y de cualquier presencia.
Inevitable como esta circunstancia
de àrboles y un purpura que desciende
hasta un sistema de noches
y constelaciones
quemandose en el arrojo.

Sucede y es verdad que nosotros miramos
algo en el dìa de lìricas y truenos
en la balanza de un beso
parecido al minotauro.

Dìa de luces y pergaminos
allà donde una medalla nos aguarda.

Cuantas veces sobre los equinoccios
dibujaron las galaxias
esa dimensiòn sin mas lucidez
que la espina en la llama
buscando el dolor
del fuego.

Y quisiera a veces detenerme
entablar un dialogo con seres
que visten de rayos
cuando nada los toca
cuando el desierto en ellos es ciudad
de modernas entrañas
recogiendo chimeneas y civilizaciones.

Por ello no me importa decirlo,
contemplar es siempre habitar encantamientos
manejar dirigibles
destruir bicicletas,
este mundo es de calles que extinguen centimentros
en una linea,
orbitada por peces o cardumenes
de idolatrìas
bastardas
como un niño dorado.

O la sed de un desierto.


Isaac Mattos

miércoles, 7 de abril de 2010

Frenos de Lluvia

Frenos de Lluvia




El que quiera frotar una làmpara que aprenda a atravesar
su desierto.




Ensenadas de promiscuidad.

Sufrimos de asteroides y planetarios celestes
dirigen sus azules.

Destinos de purezas ensortijan traiciones
y làtigos de escalofrìos
desvalijan almenas
educadas, tornando eternamente hacia el hilo
ahora que el hemisferio es
una atalaya.

Hiere el huracan su luna
su lectura intelectual del secreto,
hiere la expresiòn su ojeriza.

Apriorismos de verbo suben a la nube
y agil el dìa muerde su escayola.

Deliberadas colinas son evidencias de rasgos
y huertos fronterizos
conducen el estrèpito
a sus fantàsticos trances.

Milagrosos talìsmanes elaboran vaticinios
donde identidades de embrujo
barajan alucinaciones.

Dactilares suspensos son ramas del halo
impesionantes alturas crean un cosaco
desbaratando el presagio de horarios lacrimògenos
y lacrimògenos el sol y sus naipes
lacrimògeno la furia y las serpientes
el circuito del veneno mas dorado.

Riendas de larvas decapitan histriònes.

Impactos de arenas australes corrigen mi pulso
con gritos de cuervo.

Con bandadas con etiqueta enfrìanse el dòn
la maldiciòn hacia el vidrio
el un ser de lluvia recorriendo mi craneo
inmortalmente en sus frenos.





Guillermo Isaac Paredes Mattos

Frenos de L

Falange Dequeista

Epistolario Dequeista



Es un cìrculo y no un cuadrado.




Originalmente era una palabra.

Una palabra vive en el corazòn de toda pàgina, aguardando otra.

Por lo tanto su paciencia debe ser magistral,
su esperanza -si la tiene- a prueba de todo.

No emigra ni sutiliza,
no tiene porque vivir entre a realidad, pero ello
no significa desconocerla.

Para encontrarla su espìritu, debe ignorarla totalmente.

Es como relatar un poema sin ningun apogeo,
lejos de la època.

En los lìmites de una falange dequeista.



Originalmente una palabra,
luminosa al despreciar
y descubrir que sus figuras son sòlo descenlaces
y su visiòn arqueològica del poema
se llena de raices,
forma sus sìlabas acompañada
de toda maldiciòn y con ambas acaricia
y roza la tierra.

Esto ùltimo conlleva dos hechos totalmente diferentes,
opuestos como esa paràdoja de noche al
contemplar el cielo.

Entonces nos preguntamos còmo es posible
que se sostengan los astros.

Còmo estamos solos ante ellos y nada màs guìados
torpemente por la mirada.

Y buscamos una explicaciòn unidos a naves supersticiosas
a campos de vidrio
estelando la concentraciòn de un ejemplo
de un anhelo gamado ante la lluvia
en una canciòn de
diluvios.

Original y caminando en la naturaleza
se ensortijan galaxias
de modo que los seres que despiertan
llamados lenguajes
nunca vuelvan a decir lo que alguna vez
pronunciaron.

Su llegada a nuestra vida es una venganza
dejar el alma que nos pertenece
sobre su fisico cuerpo
la nuestra.


Y sin darnos cuenta el otro mundo del lenguaje
se derrama sobre
nosotros.





Guillermo Isaac mattos.

sábado, 3 de abril de 2010

El Fìn de los Unicornios

El Fìn de los Unicornios


Todo hombre es un oráculo para otro.
Sófocles.





Una luz, un huerto, eso es todo, el ópalo
de una aguja en mis dedos y la noche
como un animal abrazada al desierto. Recuerdo,
vasto era nominar un retazo
amainar en los ojos el prrimer brilloauroral
sepultados hoy
en mi memoria, como un dios amado, ése,
que hoy descubro
nunca supo esperarnos.

Rondas todavìa el enhebro
mareas de rojo, latitudes y veleros,
quièn responde ahora junto a la tarde
quién lleva la imaginación por las colinas
despidiendo heroes
en cada descifrar, legendarios estigmas
bajo una alambrada
o el ruido del sol cuando cae a la arena
y el mar lo despedaza.

Y


Una piedra, una ciudad de verde recibiendo un corazón,
la tierra es un marco aún, una almena de
pàjaros sedientos
un duende que mira su destino y lo
entrega al hombre
sólo porque el brillo de sus ojos le recordaban un ente
el ser que planeaban sin alas por el cielo.

Sacerdotes de sal, alados, sobre cada celaje,
encada tremante
desesperados en su propia belleza,
sin ningùn mensaje
para los que
jamàs pudieron ahogar sus ansias en sí mismos
y aguardan aún que otra soledad los tome.

Pero no hay soledad que resista
màs que el peso de sus propios ojos,
soledad que no quiera llevar
a aquel que su casta ha elegido.

Cruza la noche un alma
y la del universo, atraviesa el espíritu
hermisferios y elipses, ciudades
de eter, cubriendo desde el devenir
terciopelos de arena y planetarios
dibujando figuras de islas y cronopios,
guardando sudores
en husares y luciernagas,
en bronces empalados por la ceniza
y ungidos sólo por la cresta. Allí he clavado mi vida,
mis manos enseñan
en la noche sus heridas a los astros y
sus orbitas conducen el fuego de un profeta
hacia la nada. Ese es el fín,
llegaràn cada noche los ùnicornios
pondrán sobre mi mesa candelabros y aspas,
pero en la penumbra
diré que sólo son molinos, estelas conduciendome
a amaneceres
de cera.

Y de nuevo todo habrà empezado.



Lima abril del 2006




Guillermo Isaac Paredes mattos

La lìnea de la Inspiraciòn

La lìnea de la Inspiraciòn



No soy el que sucede, las cosas se derraman miestericas
y puras
conquistando alabastros, la nociòn
astrofìsica donde el mundo hiere
un dirigible
con grilletes de plomo.

Pero no hay herida que no sea belleza.

La ùnica cuya vida està màs allà de los cielos.

El ùnico que sin buscar hermetismos castiga
el juego del cometa en su alma.

La partida del peòn y el cuadrado
de fuego en su interior.

Asi descansè entre las cosas.

Seres de mercurio y tambores de acido
buscaban mi cuello cada noche
e iluminados por ese fuselaje
dormìan en universos de angustia
y empujaban su angustia a la mìa.

Sin saber que en mi corazòn creciò como un
jardìn de chacales
envueltos por pètalos.

La angustia es sòlo el roce del papel
escondido en un poema.

Y no tengo necesidad de un papel o un poema.

Son ellos quienes buscan la percusiòn
en la piel del tiempo cada dìa.


Entonces nace el vidrio de èsta criatura.


Y la lìnea de la inspiraciòn en sus
truenos.





Guillermo Isaac paredes mattos.