viernes, 8 de abril de 2016

La Sangre






Tambièn la sangre desciende por las sienes.
Por el evento màs largo de la noche en los duraznos.
Por las carretillas y los enjambres donde el mar crea sus
luces. 

-luces llenas de yugulares y radiografìas-

No sòlo por el cuello y la hojarasca de las enredaderas.
No sòlo por la lluvia que cuelga una torre.
Ni por los conclaves donde llega a los pleamares llena
de vaticinios. 

La sangre que aprendiò de un juguete durante todos
los mediodìas de la infancia de un hombre.
Que camino al mar con un libro de venas.
Que despidiò a los tornasoles antes que las estrellas
de los mitos se deshicieran de ella.
Que hizo ardiente a una mariposa junto a una 
bolichera  y llenò los paises de aguilas uniendose
a un segmento entre hilos.

Que oimos caminar debajo del petroleo.
Que seguimos hasta los lugares donde ese petroleo
atisbaba desde lejos los castillos de carne entre los manantiales.
La sangre no sòlo desposada por las cabelleras de la
muerte, sino aquella lanzada a la razòn por los ofidios.

Aquella que llegaba del mineral con un mediodìa sagrado.
La que escribìa de los antepasados al pie de una esquina.
Y pasaba los veranos ahogada entre terminos.
Que escribìa de estrellas como amuletos.
Que reiteraba el vertigo en cada cicatriz de apolo.
E inundaba los solsticios de cuellos.
La que reiterabamos en el cerquillo de una laguna.

Tambièn la sangre desciende por una avenida de limones.
De pan sentado sobre la silla con un bucle de carne
arrancado a las solapas de un insomne minutero.
Que lleva camisas domesticas y electrocircuitos topandose
en una cadena. La que mantiene el siseo de un mistico 
arqueando entre los eslabones, su encuentro sobrenatural
con una azotea.

La sangre que arriba a los hipodromos con un cuhillo en
el cuerpo. 
Que representa a los niños entre producciones de talismanes
y encias. Que mira el mar y sabe muy bien que en sus espaldas
duerme ya una serpiente.

Que describe hipnoticas sesiones de alquimia en los
puestos marrones de los vigilantes y quema en el halo de
las hipocrecias un liston amarillo como el escrùpulo.

Aquella entre las vertebras y el conocimiento de un espejismo
sobre los purpuras frenesis de los ecos.

Aquella que propone jaurìas a los asteriscos.
La que delimita el tamaño de la polvora en los monasterios
o libera a los heraldos de palidas hegemonìas.

Que oye las confesiones del polen entre las carabinas y bebe
junto al oxido el mortal resplandor de los musgos.

La sangre que abandonarà nuestras venas.

Cuando ello signifique absolutamente todo.





No hay comentarios:

Publicar un comentario