domingo, 24 de abril de 2016

Poema





El norte pasa por la punto rodeado de cadenas.
Escaleras y milicias suben a los huertos, con
un inmenso estallido de espumas en sus crestas.

Los violines suenan como en un tiempo detràs 
de las cavernas, donde escuchaban los oboes
el grito de un tulipan sagrado entre las piedras.

Versos de agua vagando en los tridentes de una
luna, conquistada por artropodos y vellocinos, dìas
de relojes que llenan de desembarcos el eter.

Nosotros preguntamos por el lugar del platino
y caminamos a un violeta parietal y sanguineo
semejantes a los cortes de la hierba coronados
de cuchillos.

Miramos el viento con una aguja decorada en las
manos por extrañas criaturas llegadas del oxigeno.
Vilos antediluvianos como una efigie de ambar
vuelven a caer de los higos.

El norte pasa con una canciòn. Nos detenemos
en una suerte de astro bañado de encrucijadas y
en los mitos de un violìn, brotando de los grillos.

Dimensiones de sol para los barcos crucificados.
Relentes de lluvia entre las cortinas y oxidos
encallados en un universo de orugas naranjas.

Terrestres vacìos donde el sol es una tortuga
bañada de cuerpos que llegan de las costras.
Bahìas ebrias de ensenadas e incandescencias.

Fondos plateados para aquello que aterriza
sorprendido por una cueva donde respiran sotanos
con apariencias de un alce bañado por gomas.

El norte pasa y en sus otros polos, una alegorìa
que descubra los manuscritos que celebran galgos
en una estela embriagada de saetas.

Donde la espuma y las carnes de las orillas
despiertan.












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