martes, 26 de abril de 2016

Desde los Cascos





Una ceniza es arrastrada por la lluvia.

Lleva en sus manos un reloj de cera que antes
viviò entre las locomotoras.

Una ceniza y ademàs el puente donde el regreso
a la aurora implica atravesar una linea llena
de camellos.

Es tambièn una linea llena de semaforos.

Brisas de grasa untando las ojeras de porcelana
mientras un alfil de cobre brota desde los cascos.

Una brisa ligada a las nervaduras y los coloquios 
de los troncos en un bosque.

Un mundo donde se estrechan los perihelios y 
son un asunto fortuito de la tarde, entre candiles 
alimentados por sinteticos hedores.

Esta clasificaciòn de los naipes.
De las huellas y las percepciones que reposan.
De la intuiciòn tomando el peso de una eufonìa en
el instante de separar un verbo de 
lo trasparente o las cosas meridionales que 
se citan con ojos de sangre en lo invisible.

Esta iniciaciòn aqui a una lògica de carabinas.
Esta iniciaciòn con farallones construidos por siluetas.
Por nombres que arrancan de sus oidos las mascaras.
Por espejos que conmueven segùn el orden de
la ciencia en los espacios de una logistica
tomada por una orgìa de bronce.
Este pelo.
Sus constituciones.

El evento de los perdigones en los zocalos.
Este momento dado por instantes.
Ese silencio de un dìa donde se disipan los eufemismos
y damos por sentado un siglo de encias 
en el trigo.

Este espejo.

Esta brisa de grasa untando ojeras de porcelana
mientras un alfil de cobre empieza a brotar desde los 
cascos.















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