martes, 28 de febrero de 2017

Llegada a un Eclipse





Posiblemente el mar con una lengua sea un origen.
La historia de una cola sumergida en el agua quizà otro.
La llegada a una forma o un plantigrado, una màs
que crece en las selvas; selvas llenas de lipidos
y tenedores.

Probablemente en los cofres
despierta el silencio exotico de un trance
encerrado en la madera. Yo sòlo puedo
imaginarlo. Yo sòlo puedo rozar los troncos con
una elegìa de arena.

Y en las cartas el deseo de un manantial prefigurando
una jornada de sueño en el olivo
o en los carruajes dorados de una rafaga erguida en una 
lupa.

Tal vez la existencia de quien trota.
El ejercicio de la sed en una cabellera. 
Las peninsulas donde el hambre crece semejante a 
una dimensiòn conducida por una idea
en el interior de una flauta
oprimida por nebulosas de jarabes y datos
de polvo.

Posiblemente una herida central.
Un jabalì que roe todos los aposentos de la tierra.
Un hipotalamo corriendo por la playa igual que un niño
que descubre por primera vez la arena.

Y en las calles los baules 
con redadas identicas a una cresta.

En las calles el reloj en el corazòn del martillo
recorriendo la invisibilidad de las apariencias.

De un lenguaje terrestre en las intemperies donde
las cofradìas agitan sus venas en el pavimento.

Y lo haràn eternamente.

Tarde o temprano alcanzaràn los eclipses.










Poema






Una especie de astro contemplado por una botella.
Una reliquia en el musgo.
Un acto tensado por la realidad, pero en el horizonte.

Un destello colgandose de los preludios.
El amanecer con un jiròn de manzanas de leche.
La estaciòn donde la radioactividad empuja sus ciclos
y los barbas en ellos se componen de adioses.
De una diagonal en las crestas.

El culto al limòn de las apariencias y tambièn el
soplo de una intensidad 

La soledad con todos sus crucifijos, incluyendo los
que no son inmortales.

El oceano con una nociòn del alambre.
La caminata por lo general azul en el interior de
una horda.
La metafora pura de una manada en los grilletes
de un cuervo.
Esa lucidez que levita a base de relojes.
De lapices y neumàticos.

Y una especie de astronomìa con violines sudorosos.
El amanecer de la espina en una flor que llegada el alba
no logra separarse de los manantiales.

El escrito porque la soledad es màs antigua que una
palabra.

Y vibra entre condiciones que esparcen entre las orbitas
melenas.

Y en los zoològicos hogueras.







A Cada Instante





Por la tarde el rol idilico del cefiro arrancando 
el crepùsculo a los cielos.
La trascendencia de una fotografìa en un arco.
El objeto de agua que tarda un poco màs en deshilacharse
en los àngulos.

Por la tarde aquello que sella la espuma para convertirla
en una edad de goznes. La ribera de sol con una lampara.
La fosforescencia donde son trasmitidas las cosas.
El vesperal tallo junto a griales que emanan
dioses antiguos como el humo. 

El hemisferio en la arcilla. Las brùjulas 
en el corazòn de los heliotropos. Los carbones imitando
constelaciones gestadas por el devenir o una estrofa.
Los epiteleos y sienes de la luna tomando versiones 
que esta vez llegan de un eje. De una veleta suspendida
en los carriles.

Y en las canteras el rasgo de un tiempo cultivado por
el sodio en los grietas. En las canteras el prologo de los
sonidos con un vortice. Con una libèlula y un sino
propulsado desde el barro.

Por la tarde las cadenas que forman entre lo secreto
sus eslabones. El casi proximo evento entre los candelabros
de algo occidental como la silaba o el grito del
espìritu.

El manantial aflorando de las escafandras.
La civilizaciòn en ese manantial reconociendo un lago de
petroleo en las nucas.
El velo de una aguja con una estaca en el pavimento
donde -entre otras cosas- escriben los minerales
de algùn sentido en las huellas de los hombres.

De algùn enigma en esos hombres que cruzan a diario
las veredas.

Formando a cada instante los lìmites y las fronteras.






lunes, 27 de febrero de 2017

La Hipèrbole Roja






Algunos seres conocen de que estàn compuestos los 
collares. Los vientos y sortijas que atraviesan el puñal.
Los idearios de acido en las entrañas del mercurio.

Otros oprimen con desesperaciòn una arista con la
mirada. Un àngulo donde los relojes duermen debajo
de los puentes, llenos de husares y hojas secas.

Se encuentran las galaxias.
Una previa al infinito. Un lenguaje coloquial que no
lo es tanto ya que siempre està rodeado de mareas; entre
la espuma de tales mareas vibran las sìlabas.
Allì la hiperbole es roja.

Algunos seres se dedican a recoger linternas.
A regar las superficies de fosforo.
A encontrar entre la desfallecencia algo tragico como
el supuesto de un buho carcomiendo el pulso; eso
segùn la magia tiene un propio descenlace.
Y està ligado a lo esotèrico.

Nùmeros amarillos de presas cruzan los abalorios.
Las cupulas donde la edad vuelve a la lucidez pero sòlo
un instante intentando sobornar un ritual en el tallo.

Conjuntos de nieve sobre una luciernaga de arcilla
comparandose con los tantos elementos del hambre
rodeando los paises con flautas ingenuas.

Dormitorios de acido donde el aguila cierra sus ojos
buscando esa luz que pertecece a la oscuridad, es una 
oscuridad propicia para el humo de ningùn estandarte.

Tomos de sonidos y platanos. Bolicheras y puntos
cardinales de algo boreal y maritimo en la inercia de
un circulo. De un pensamiento que duerme en
una botella llena de embajadas y esquirlas
separadas por liquenes de granizo.

Rasgos de un sintetico leòn rasgando la intuiciòn
de ese horizonte recolectado por las sienes
para intentar alcanzar fenòmenos como el alba.

Como el principio de un mediodìa en las bocinas.

Intentando conjugar en una palabras las dimensiones
de los rascacielos

desfigurados en los vidrios de sus ventanas por 
los pelicanos.








domingo, 26 de febrero de 2017

La Belleza que Sostiene






Las brùjulas situadas en las crestas de una memoria.
De una manada. El sigilo de una horda en las cascos.

No sè àun si el caso de los fluorescentes sea el mismo 
a quel que descendìa lleno de griales por la incandescemcia.

No sè si ese caso es simplemente el devenir del poema
entre su propia estructura o es una estructura simplemente.

Las brùjulas que se situan. Las brùjulas que llegan
a las lamparas con el vadeo del lampo. -a lo mejor es el
rango de una invisible estalàctita- Las brùjulas que recogen 
los gallos de las crestas para rozar el mar una vez màs
o en su defecto los hilos de petroleo.

Para la pròxima escribirè que 
la mariposa es de vidrio y que entre lo poètica no hay que ser
evidentes como politicos o lechuzas.

La trama o el lenguaje a la larga nos traicionan.

La brùjula situada en la cresta de una memoria.
Impulsada por sirtes y caracteristicas.
Por cualidades de un ladrido; una por ejemplo es la saliva.
Otra es la rabia y asi seguiriamos hasta un lìmite 
donde las fronteras recogen el pan abandonado por un
hombre en la mesa.

Pero tù. Tù trata de rotar.
En las rotaciones forma elipticas porque ninguna es un
circulo perfecto.

Todas provienen de la quiromancia en el punto.
De las xilografìas encerradas en el corte de una herida.

La sangre derramada desde ella que por paradòjico que
parezca.

Es la ùnica belleza que puede sostenerlas.








sábado, 25 de febrero de 2017

La Cientificidad del Amor Llena de Galgos







Algunos objetos se encuentran en las ramas.
-fueron llevados allì por las aves-
Otros palpitan entre la radioactividad.
Estàn los que recurrieron al agua para encontrar a travès 
de la corriente de los rìos el oceano.
Otros rodearon la luna y soñaron convertirse en astros.

Paralelamente los hombres recogìan los vidrios.
Las lupas y los catalejos.
Los bordes soñados por la electricidad y los mentones
en dìas de cuchillos con alas abiertas.

Parques de lluvias con alientos de acido.
Marejadas de exhalos en un punto de bronce donde
el polen da origen a la alquimia y roces luminosos
como el devenir o los cristales oprimen
hasta la desesperaciòn la astronomìa
inundada por las venas.

Algunos objetos se encuentran en las ramas.
-no es que vayan a seguir a las astrologìas-
No es que intenten agitarse como un pliegue o un
nucleo de corolas sumergidas en las ruinas.
Tampoco es la escarcha que recoge de
los reglajes leviathanes.

Es sòlo el movimiento de un roce.
El planteamiento de una aguja con contenidos de espuma.
La cientificidad del amor llena de galgos. De poemas 
que al final del vacìo quiebran las lamparas
donde llega a la elasticidad cierta vaga armonìa.

Cierta vaga armonìa cotejada por antorchas
de caos.











viernes, 24 de febrero de 2017

Las Orgìas de los Asteriscos






Las agujas lo hacen de manera amarilla. Asi
recorren el mundo cuando se reconocen en las 
reencarnaciones.

-las reencarnaciones pertenecen al vuelo de
un monòlogo-

Las reencarnaciones son la mitografìa de una
habitaciòn dotada de lunares y recipientes.
Por ellos yerras dromedarios y alfileres.

Por ellas la astrologìa de un vilo de aceite en 
un collar de eter o la resplandeciente luz que abre
la oscuridad entre sonidos de helio.

Has oido el helio entre las sombras?
Has incluido tus bozales en los àngulos de los muros
donde agitan sus mundos los invertebrados?
Encontraste los trazos dejados allì por los hienas?
Viste el hocico arrastrado por la saliva?

Las agujas recorren el mundo con matices amarillos.
-igual que las reencarnaciones-
Con formas que reproducen un verano en el arnes
o un poligono con forma de sal en las corrientes.
En el hollìn de los naufragos.
En el lugar de una figura donde vibra una represalia
con jirones antiguos de entrañas en las selvas
de las nucas.

En el pubis de los dragaminas con algunos aciertos
en relaciòn a la coherencia y la ciencia que trata de los
hipotalamos.

Del hecho polìtico y cristiano de las humaredas.
De las plusvalìas con obreros llenando de simulacros la
parte azulada de la luna. El obus ligero del bronce
y todo aquello premunido de pulmones antes de
llegar a las alcantarillas.

A las profecìas del pavimento.

Lugar que por lo general dedicado a enumerar las orgìas
de los asteriscos.

En un polvorìn de seda.













miércoles, 22 de febrero de 2017

Entre Tejidos de Carbones






Nadie ha posado este riel sobre la arena.
El ha llegado solo.
Por aqui nunca pasaron los ferrocarriles.
Por aquì jamàs se veràn las uvas que cuelgan
de los vagones.

Nadie.
Las guitarras y las arpas tomaron el exhalo en los aros
de un unicornio y en una mitografìa fugaz como el lampo,
extrañas cohortes de aluminio llegaron a la orilla
buscando sus estelas.

Naciò el tremante. Con un oido en las manos.
Con una ràfaga sin apellidos.
Naciò el tremante.
Lleno de subtitulos y puentes como los que llenan un
meridiano. Como los que resisten en
un periscopio con una voluntad llena de vertigos y 
prismas semejantes a los que edifican un
plasma por la noche
entre tejidos del carbones.

Nadie ha colocado este riel sobre la arena.
En realidad, la playa està hecha de otras cosas. Objetos
sinteticos como las runas o la melodìas. Voces
fantasmagòricas a veces que llenan de suburbios los oleajes,
las marejadas o las superficies de los tridentes
donde gira igual que una veleta algùn 
vocabulario.

Algun idioma que no siempre es boreal.
Que no siempre anduvo tras los acertijos ni busco el
equilibrio en las maderas. En el sol ideados por una termita.
En la idea del talento que no significa màs que un
sudor en el cual llegan a la sospecha los dados.
Las astrologìas y las esquizofrenias.
Las dimensiones donde el fraseo del pelìcano
acaricia una horda.

Entre destierros y candiles que encierran  piràmides.
Sobre escencias y cupulas agitadas por bacilos.

En un mundo de muros sin àngulos buscando
con desesperaciòn los limites.

Sobre todo aquellos que provienen de una palabra.









El Brillo del Vapor





Los àrboles duermen en la conciencia de un
horoscopo. En el mismo los virreyes envuelven
el oxigeno.

Toneladas de barrotes creciendo en el aire 
con boinas humedecidas por la saliva de los
dinosaurios o el canto inverosimil de una aguja.

Misiones de replicas y animales llenos de
autobuses. Minerales de hollìn y arcilla encerrados
en zoològicos de hambre.

Milenariuos tatuajes donde centenarias esquirlas
cultivan auroras y escoltas de reencarnaciones.

Envìos de sal a una embajada de lamparas vibrando
entre solidas embarcaciones de fosforo.

Los àrboles duermen. Los nudos precisan los
movimientos del amor en las siluetas y en los velos
descifran las algas ecos de cicliopes y tautologìas.

Brillos de vapor en las afirmaciones, contemplando
las formas de una quemadura, dscvanciendose en 
las colas de los pàjaros.

Lucidos ventanales duermen como maquinas voladoras.
Como aterrizajes de plomo en el mercurio. En las
explicaciones del atùn semidormido en las
inquisiciones.

En los tridentes de avispas descuelga la albumina
una identidead de plastilina en los collares de sus
encrucijadas

en las colecciones de humo
en los artropodos suspendidos en el vinilo
y los recolectores de proas
besando en el infinito de la noche los espejos.






martes, 21 de febrero de 2017

La Creaciòn del Arbol





Un pensamiento nace del diluvio.
De la soledad del albedrìo al alcanzar un idioma.
De esa misma soledad reflejando algo convexo en las palabras.
En las silabas que recientemente son creadas por 
una edad muy tipica del pleistoceno o las
creencias multiplicandose en el 
amanecer del corazòn de 
una brujula.

Un pensamiento nace del diluvio.
En ocasiones de la supersticiòn.
Roza una gota de iris an tes de herir el agua.
Empuja a los sobrevivientes hacia los candelabros; en estos
se esconden ciertas huellas. Determinados lampos.
Lucidas fronteras que tocan el mar de otra forma.

Un pensamiento o es lo mismo que escribir en un yelmo.
Mientras los sacerdotes indican las coronas en las puntas de las llamaradas.
Mientras las bacilicas recogen de un cefiro diminutas santabarbaras.
Y en los archipièlagos hay voces de pièlagos irredentos.
De vocales al final de las colas en los pàjaros.
De idiomas que terminan en la arena construyendo arañas
como la resaca. 

Terminos de cabelleras iguales a
un exodo. A una flor que fotografìa una campiña por la tarde,
entre panteras de agua que vuelven al barro
recordando el vilo de la gravedad
en alguno de sus navìos.

Mientras tanto debajo de la tierra se siguen uniendo miles
de raices.

Para crear un àrbol.







lunes, 20 de febrero de 2017

Historias de Animales Diferentes






Alguna noche tomaràs el espacio.
Te dirigiràs a la saliva con una de sus partes.
En el trayecto desenterraràs sortijas.

Cada una llevarà la historia de un animal diferente.
Extraños en el momento de llegar a si mismos.
Policromos como una enfermedad que
rodea la arena. Psicologicos
y auditivos.

Alguna noche llegaràs a los sucesos.
A la aleta en el agua tomada por un tambor.
Al criterio del algodòn en una xilografìa dañada 
por el vertigo de indomitas escaleras
donde creciò en silencio el ruido.

En esa noche se habrà desarrollado algo lacio 
en los telegramas de las cabelleras.
El gorjeo en las copas de los àrboles no serà aquel
de una estaciòn lejana. El gorjeo para entonces
tendrà otros molinos. Otros fuselajes
incrustadose. Otras seràn las
mareas para entender la vida de los
equilateros y el frenesì de los verbos cuando
callan o eligen.

Patios de bronce donde se ovala el oxigeno.
Preludios de zinc que toman las cenizas.
Las quimeras donde llegan en un principio a los
esquinces las resurreciones y los cuadrilateros con
imagenes de azufre y polen
distinguiendo un fragmento de aire de
otro.

E igual como sucede en un rompecabezas.

Tu expediciòn a esos fragmentos serà lo ùnico
que pueda unirlos.

Hasta llegar -eso es inevitable- a la belleza
o la miseria.


















El Objeto a Partir del Peciolo





Una de los objetos duerme sobre un peciolo.
Sobre un hecho de niebla y sintesis, donde misterios
como lo profano se conjugan. Riegan la sal. Perciben
una postrera gaviota llevando al sacrificio la silueta
de una catedral en su pico. El peso amarillo
de una alhambra.

Voces de plastico en una cofradìa de arena
tensada por nudos de hierba.

Lejanas hordas teoricas que
al grabar un horizonte en su pecho regresan al iris.
Nervaduras como las que guìan las lianas en las selvas.
Pulpitos donde el sol devora el idilio de una 
màgica inquisiciòn en las figuras.
En los intestino enquistados en las jabalinas, despuès
que el tallo arrastra a las uñas las nubes de una 
transparente herida en el plasma.

Uno de los objetos duerme sobre un peciolo.
Lo cual no significa que la materia lleva las efigies
de un tatuaje.
Lo cual adquiere el espacio del sueño cuando muerde
por la noche en sus visiones la arena
o el parpado donde silencios iguales a un racimo
manchan de naipes una distante hoguera
confundida a veces con el destello de un faro.

En las serpientes -paralelamente- es oprimido un reloj.
Una cantera con muchos paises atravesando las
expediciones del velo. Del rasgo o la adolescencia
tomada de los acantilados, cuando un mundo de madera
colocaba en los lingotes las mechas
de porcelana ideadas por una lechuza.

Para amaneceres ideales como este, decìa.

En que los nombres en la hoja abandonaban el ambar.

Y arrojaban mercurio a los rostros de los dioses.









domingo, 19 de febrero de 2017

Evento de las Silabas





Se camina por el lenguaje acompañados de silabas.
De omnisciencias que cultivan panteras en un milimetro.
De linternas que llevan en sus corrientres el espìritu de
una fogata.
De un cosmos. De una branquia.
De una aleta acercandose al sol de forma grisacea
llena de crayolas y espejos inundados por el
eclipse de la nieve en el cielo.
Se atraviesa nada màs que un àrbol de vagones.
En cada uno hay una cigarra agitandose desde hace siglos.
Llena de campanas y ovulos como los que llenan
de veletas y crepùsculos eso tan hialino.
Eso tan transparente en una escollera de barro donde
lo nocturno conduce los esgrimas de los adioses.
De las llegadas al muelle con un prologo de atun en las manos.
De ese arribar a las superficios con un fuselaje en
los mentones.
En los helices donde la vida se dedica a consultar en los
oxidos con una resaca de encìas y un vacìo de
plasmas que divisan el fantasma de una armonìa
a lo lejos.
Se caminan en la brea.
En los claxons de los automoviles.
En ese aliento de los dragaminas errantes en la tierra.
En los milenios del centauro.
En las letras que se comunican entre si mismas con
audifonos de pura telepatìa.
O inmensos cronogramas en un suburbio.
En los tejidos de los clanes.

Donde los hemiciclos elevan sus parpados 
por la noche.

Sorprendidos ante un baul que despierta entre 
los epiteleos.




Constelaciones





Es cierto. La luna en el color no es màs que una marea.
Y las imagenes que despide la orilla en el horizonte
escenifican los simulacros de un verano que
roza el acrilico.

Es cierto. Escencial hasta la llegada de una botella
en que las manchas no sòlo son de vidrio y una naturaleza como el
sueño identifica en el rigor de una herradura sus planos.

Manantiales de barro sobre el fragmento de un arpa
separandose de los hechos en una palabra,
separandose tambièn del verbo en esa palabra,
esparcida por un cefiro dotado de leñas y patrimonios.

Estaciones que vivieron en la diversidad del
sodio bajo en un horizonte de huesos. En una primavera
de daguerrotipos traficando con el dìa. Con el rayo de agua en
el enves. Con ese diario de cartòn donde giran las dunas
en la memoria con una versatilidad dorada como 
el plastico.

Es cierto. 
Es verdad en los conjuntos de hipopotamos que
son alimentados por los peciolos de matemàticas. 
En la astrologìa de un flolklor con picos.
En el rasgueo del nervio en una fosa descomunal como
la vida.  Como la existencia con un
menguante de platano raspando algùn origen del 
tallo. Algùn aceite.

Lo confirman las notas del mercurio en las venas de
un ala. Lo preludian las gondolas con un
tatuaje de tè en un planeta asiatico.

Lleno de aminoacidos y nucleos.
Lleno de cuchillos incrustandose en los cromosomas.

Es cierto

Hasta que las lechuzas puedan morder en los ojos
sus propias constelaciones.











sábado, 18 de febrero de 2017

Eternidad





Alguien lanzò una pregunta al aire.L
pregunta estaba llena de hogueras. De barcos
que crean sus remolinos sòlo por la tarde.
Cuando el pensamiento parece màs antiguo que
los relojes.

Dìas de escamas con un aleta de acrilico en sus
parpados. Dìas llenos de juguetes en el circulo de un
horizonte buscando el lugar del latido de los hombres 
para crearlos.

Noches contrarias a esos dìas en los resortes de
los teleferericos, con notas somàticas de hambre y colores
de un extenso ayuno en la piel o en alguno de los
recortes metafìsicos de los picos, cuando
todo en apariencia lleva el significado de un pàjaro
que en el vuelo lo ùltimo que podrìa hacer
es cubrir sus alas.

Nombres que nuevamente son lejanos.
Que llegan de la ortografìa de un mundo donde
las dimensiones conocìan la existencia del ala y el caballo.
Del àrbol o el rosado jinete en la conciencia de
una mandarina.

Alguien esbozò una pregunta.
Una interrogante semejante al suelo o el trigo.
En ellas las cascaras volvìan a ser hipnotizadas por 
las cenizas y en las encrucijadas de los cabellos
habìa otro pièlago.

La pregunta viajò pòr los peines.
Rozò la trascendencia en las alas de una abeja.
Completo su llegada a lo toxico con un planeta que
en ciertas ocasiones planteò la existencia de 
una monologìa de sangre en el jardìn y
desfigurò un astro antes que se elevara de la tierra.

Claro està que ningùn astro se eleva de la tierra.
Lo ùnico que hace es dar vueltas sobre el m undo
hasta descubrir una peninsula.

Y creer inutilmente.
-sobre todo inutilmente-
Que en los menguantes de esa peninsula se encuentra
aquello llamado eternidad.







viernes, 17 de febrero de 2017

Los Rascacielos de la Carne






Las siluetas de un destello entre las agujas se reiteran.
Sus lenguajes son extranjeros hasta la llegada del alba
Enhebraron en el agua un canto marsupial de equilateros.
De liquidas y liricas mancuernas.
Algo asi como un de pronto donde se encuentran navìos
con rangos escarlatas. Algo asi semejante a las particulas 
entre la gravedad formando por la noche un mundo.
Los pelicanos saben muy bien que no es el ùnico.

Los àrboles caen entre las venas como dioses
de una carta escrita por las brùjulas, en amaneceres
iguales a escarapelas o nimbos, donde las
palomas se enlazan a una constituciòn regada por el aire,
entre un parlamento con milenarias profesiones de 
circulos, dotados -eso sì- de idolos
irracionales.

Canteras y epicentros de bengalas en las sienes.
Perpendiculares de humo en la saliva de los poliedros.
Alhambras de espuma en el pecho hacia el mar.
Cientificos lunares en el centro de los rasgos.
El acrilico de una idea retratando la percusiòn de un cuervo
o el centenario murcielago en las radas de una fonètica
llena de libèlulas. De orientaciones al plasma
y los reflejos celestes de los hidrocarburos 
en una media, descifrando una estaciòn
de vidrio.

Las siluetas de una apariencia.
Sus baladas en los perihelios antes de una embestida.
Antes de un diamante que corta el espigòn hasta transformarlo
en arena. En duna donde el arrebol se agita alguna tarde
con su pagana fantasìa, edificada por galpones
y un arnes en los rascacielos de la carne.

En los frutos donde se adornan de alevines las bandadas.
Los sueños del escalpelo mientras cae por los adornos 
de las xilografìas.
Con un horizonte de luces veteranas entre ludicos maleficios
encerrados en sus pergaminos.

Develando de esa manera el origen de las profecìas.












jueves, 16 de febrero de 2017

Episodio del Acero





Tal vez algo semejante a la arena elevandose
por el interior de una burbuja; quizà un hemisferio de salitre
en esa burbuja.

Tal vez aquella rama que empieza a levitar o crecer
con la espuma de un martillo.

Profundamente el peciolo cubierto por la saliva.

Y un parpado que a travès del agua formaba
un lucido papiro llenando sus pliegues de sotanos.

Un viento igual al amor oprimiendo los orificios
del lenguaje. El silencio y la soledad de una 
estela mecànica en los cabellos donde
la piel llegaba a un himno protagonizado
por fenòmenos y elixires.

El planeta cayendo de la brisa al tambor.
La promesa eliptica formando la nieve.

Tal vez es probable que tambièn aconteciera un pedazo
de ecuaciòn en los hombros con una circunferencia dotada
de pumas y cadaveres.

Luego el respiro. El canto del oxigeno en los
huesos. La tiza de polvo en una de las cenizas donde
el presente deàmbula como un exordio,
igual al exilio de un parpado buscando la sal
en los cometas. El heliotropo en la nuca
de los leprosarios.

Tal vez una trascendencia de equilatero.
Mientras las uvas constituyen un caso de espigones.
Un acto de muelles llenos de corazas.
De indicios y yelmos impregnando el infinito de
objetos que alcanzan sòlo la imaginaciòn.
Tal vez la escollera en esa imaginaciòn oprimiendo
un dibujo en las venas. Un dibujo que era
en lo màs profundo nada màs que un horoscopo.

Y despuès el futuro de arena en los màstiles.

En un presente donde lo posible roza el pensamiento
como las constelaciones mientras duermen o se agitan
entre enigmas y eclipses.

Entre dormitorios que inspiran sòlo crepùsculos
de silice.

A pesar que esos crepùsculo arrastraron en las 
veredas los diluvios de metales.

Allegados a un episodio de acero donde sueñan
los crateres.












A Excepciòn de los Dinosaurios






En la casa del oleaje hay un fruto.
Un muro hecho de grietas donde desembarca una greva.
Una antorcha donde usualmente se presenta el
verbo.

El verbo de un prisma digamos.
Con su corola y polen puede ser.
Lleno de aletas y santuarios de leche.
Con exactitud un amimoacido que encalla en 
un tallo.

Neoliberal y grisaceo como el eco de los pavimentos
al mediodìa de un verano guiado por la temperatura, la
luz ultravioleta, la radioactividad y todo eso.

En una habitaciòn donde las arañas duermen mirando por
la noche un nucleo. Con vicios iguales a una orgìa,
una entrada invisible a un velo, a
un purgatorio, a un alfabeto
lleno de mercurio y escaladas de humo
diseminandose en la hoja que en una de sus citas
cubre un preludio, un epigrama
un demonio
o una metafìsica
llena de lingotes y absolutos con apogeos 
y silabas de bronce
consumiendo una roja elasticidad en el horizonte.

En los mitones.
En las boinas entre las escolleras donde
la orientaciòn del espacio de acopla a una brujula.
A un velero que inunda una vereda de sal.
Una estaciòn de camellos y trigo.
Una existencia como el mineral que toca el
pulmòn de una cigarra por la noche.

Cuando todo lenguaje es azul iridiscente.

Sumergiendose en la estètica de una hoguera
en las sienes.

Camino por el cual todos los animales -a excepciòn
de los dinosaurios- alcanzaron la aurora.





El Paisaje Antes de llegar a un Pèndulo






Algunas peninsulas se separan entre ojos de carne.
Otras imaginan el sueño del erotismo en las dagas que
materialmente son de arena en la playa.

Se trasladan entre animales y algas uno que otro matìz
de acuario. Sucio y amarillo como las rangos.

Se colocan entre las agujas estelas de acido que
en algùn momento fueron alimentados por el oxido.

Escriben entre las siluetas los conjuntos y aquello
que el brillo entre la luz denomina como emanaciòn.

Los cocodrilos preguntan en el pubis de una selva
por lo abstracto.

Nacen en las uñas los escalofrìos.

Las bacìlicas de sed fraguadas por los ministerios.
El oleaje de zinc en la intensidad de un hemistiquio o la
hiperbole. El rasgueo o la condiciòn de una noche
erizandose en el borde y el solsticio. Muy cerca
del ambar dormido en el menguante.

Algunas peninsulas se separan entre ojos de carne.
En las esquinas los manantiales abren sus serpentinas
para reconocer un vientre. El concepto de la viscera o la
espina segregando objetos, lupas de agua
que estamparon un pergamino en
los atomos.

En las marejadas con una silueta de frìo bordan los tatuajes
alguna enfermedad semejante al vilo y la guadaña.

Se erigen en el pulso nuevamente edades de radiografìas
con un talòn crestandose en el hilo donde la 
quiromancia eleva un acto sobrenatural.

Que en el fondo es el principio de una garrocha.

Diminuta y esotèrica en los circulos que el sonido forma
en las cuerdas de una guitarra.

Y arroja a las corrientes de aire
convertidas en pèndulos.














miércoles, 15 de febrero de 2017

El Verbo en el Lenguaje





Las escoltas reclutadas por jaguares.
El hilo de la noche en el ozono formando una armonìa.
La seda de un cuchillo entre las superficies de una
hoja, donde quizà empezaba el mundo.

Y en una dimensiòn, tierras e idolatrìas para las
cascaras. Para el sol con aniversarios de helices en una
de sus corolas. En alguno de sus predicados donde
el silencio volvìa a la luz acompañado de un
oso.

Esgrimas en ese oso que lucia cierta hegemonìa
de marsupiales. Cierta condiciòn de barro
en sus esquirlas doradas y en un vagòn arrastrado
a un territorio de linternas por el eter.

Jabalìes empiricos que atornillados en la luna
inventaban forajidos para ser despedazados.

Huellas de heliotropos en una cadena de sangre
adormecida por el canto de un gallo en la aurora
cuando todas las entrañas parecen estar màs cerca
de las profanaciones.

De los vinculos profesionales con las mesas.
De las lupas imaginando crines en los auditorios donde
una moneda se empotraba en las sentinas.
En los metodos.
En las teorìas amarillas de un reloj que acaricaba una
brùjula.
Un sentido del mar.
Una interpretaciòn desde la hojarasca llevando
sus alegorìas a los astros.

Lugar que por lo general reflexiona sòlo en las lechuzas.

Y en inmateriales pensamientos.

Regados infinitamente por el verbo en el lenguaje.

















El Inutil Destello





Toda fragata lleva una secuencia donde hay un àrbol negro.
En tal àrbol hay una silaba. A veces una nada.
En otras ocasiones el fragmento de un limòn o la vida
entera de un papagayo.

En esa siolaba escriben las luces y las imagenes de los vilos.
De los encuentros con lo margenes y los ejes.
De los reconocimientos y los atardeceres donde crecen los
juguetes de manera inhospita.

Entre cartas de leche que en un principio son inasibles
y luego se enganchan a un cofre de entrañas
ebrias de menguantes o perihelios y prismas.

De mediodìas y siluetas que alguna vez fueron balcones.
Destellos de un devenir donde los mitos aùn
respiran entre los faroles llevando entre la oscuridad
sus escencias.

Toda fragata es una circunferencia respirando de un ancla.
En las manchas de kerosene en el alba
cuando el escrùpulo duerme en las notas ocultas de las
sienes oyendo los grandes enigmas escondidos en los peces
y pericultorios debajo de la carne, muy cerca
del craneo.

Toda fragata.
Todo acto de la sed que se arremolina o percibe entre agujas.
Entre puertos que siguen exactos a las uvas.
A los rehenes de la realidad que inventan enjambres iguales 
a aquellos que crea el sol en el desierto.

De los ùltimos nunca veremos sus palabras.

Tan sòlo a lo lejos contemplaremos el inutil destello 
de sus figuras.





Titanes






No sabìamos si la arena era azul.
O si el color en realidad lo formaban los reflejos.
Alguna deformidad del viento.
Una identidad de lo invisible.

Lo cierto es que los àrboles tenìan el mismo
rigor de las estrellas.
Y las constelaciones descendìan para rozar los
cometas sembrados alguna vez sobre las
orillas por las galaxias.
-que terrible debiò haber sido sembrar cometas
en las orillas-
Entre las estelas donde se humedecen a
cada instante los medanos.
Donde la resaca no deja vivir nada sino es 
aquello que va y viene del mar
empujado por las olas.

No sabìamos si la arena era azul.
Pero al caminar sobre la orilla veo aùn
en ellas la incandescencia de las cenizas en unos ojos.

Y vuelvo a creer en los titanes.








Semidioses





Vivieron entre los sonidos de las cenizas.
En los plasticos de las antorchas imaginaron las huestes
y arrojaron entrañas a las nervaduras. 

En los
naipes del iris mientras tanto crecìa un peciolo.

Fieles a la poesìa del agua y del papel avanzaron
entre las corolas y el oxigeno.

Dieron una linea a las algas y observaron la vida
del magnesio en los prostibulos.

Dieron una lata de carbòn al hidrògeno.

Se ensortijaron despuès que la espuma tocara un reflejo.
Asi crearon las serpìentes y las anatomìas.
Asi se hundieron en el punto donde el viento rasga el velo.
Donde lo occidental es un pais de criterios.
Donde la opiniòn es la belleza de un crimen.
Donde la lengua es equinoccial como una teorìa de lagos
que cruzan la realidad en las alas casi invisibles
de las mariposas.

Escribieron entre las inquisiciones.
Recogieron libelulas del aceite y las separaron en
conjuntos de hermeticas arcillas con las cuales buscaron
algo incomparable en el mundo, algo indomito con lo cual
decir que el universo en una ola puede ser cierto
si lo guìa una cuchara o un hipodromo.

Alojaron mimetismos en un izar.
En las criaturas suspendidas en las crestas contemplaron
los eventos de los periodicos y se reprodujeron
debajo de los barcos como alguna vez lo hicieron en el
interior de las cavernas.

Rodeados entonces de otras monotonìas.
De itras iras domèsticas.

Con las cuales entre las sombras del dìa empujaban los
violetas.









martes, 14 de febrero de 2017

Secuencias de Yescas





Hace unos dìas se encontraban en los vagones.
Aplastados por las palabras de las iguanas.

Desde ellos parecìan escuchar las esquinas y las
estrellas vapuleadas por las agujas.
Las orillas y la inteligencia de una pantera en el 
yodo.

Desde ellos las maquinas y construcciones
participando de los arreboles
o las iniciaciones que respira un limòn desde 
el sueño.

Tambièn los perimetros de sal en los sabuesos donde 
un astro canta a los resurrecciones con un
hilo tensado por el grito de las siluetas.
Por el gesto policromo en el latido.
Junto a una ilusiòn y una volea empinadas en una
liana.

Escoltas de sauce y hegemonìas de cenizas
en las transfiguraciones
donde los herviboros enumeran raices una vez
plastificado lo nocturno
de modo que en sus superficies los nombres de
las arengas pertenecen a la mirada de
los esquimales.

A los espectros de las flautas.
A la conmociòn de los papeles en los ojos de los gatos.
Con semicirculos que aùn eligen la luna
para contemplar en la distancia
un angulo.

El viaje de la serpentina creada por el vientre de la
araña.

El viaje de la verdad en los capitulos antes
de llegar a las albuferas.

Lugar que por lo general conjura en el dìa sòlo
a la naturaleza.

Y algunos medanos donde la luz aproxima secuencias
de yesca en lo divino.











Las Orillas de las Monedas





Creo que siempre se escribe sobre espejismos.
-tambièn que duda cabe sobre espejos-
Llenos en los bolsillos de monedas con algunas orillas.
Desde allì se piensa en el amor porque es una palabra tan antigua
como la muerte.
Desde allì en lo vertiginoso.
Desde allì los parpados elevan monarquìas inimaginables
de figuras.
Sòlo la imagen puede evitarlo.

Dìas indescifrables en los pergaminos que llevan en sus
hocicos los lobos.
Azogues entre las escencias y simulacros donde la lucidez
del mar empuja el eter hacia lo irracional.
Peninsulas donde la locura toma su espìritu de una hoja
incluida en algùn paraiso formado por las sienes; sabido es
que las sienes no forman paraiso alguno.

Creo que siempre el corazòn se separa de la vida en los
acantilados, cuando las veletas empiezan 
a llenar de corolas los peces
que alcanzan la orilla invertebrados
y en un mito de pelicanos llegan al opuesto los epistolarios
sedados por las superficies.

Tales epistolarios quizà podrìan explicar algùn tipo de
coherencia -digamos- con aquello llamado realidad.

Tales epistolarios que buscan gramàticas en los tuneles.

Tales epistolarios donde geneticamente abundan 
los zoològicos. El acto marròn del velamen
o la escama pudriendose en el barro, llena de continuidades
y espigas que oprimen el culto por los venenos.

Siempre sobre tatuajes.
Sobre referencias al oceano en una mañana que se inclina.
En un boceto que logra enlazarse.

Entre eslabones y cofradìas de hidrògeno.












La Vida del Pàjaro





La vida del pàjaro encerrado en el vidrio
evoca sotanos que migran y manantiales agitandose
entre los fantasmas.

La vida y existencia del pàjaro que emana.
Que se borra entre sirtes.
Que se desvanece entre plasmas.

Domestica. Higienica entre el erotismo y las cenizas.
Entre los fragmentos que quimerizan de manera satànica
el polvo o huelen a ilustraciones como las que
poseen las redadas cuando son celestes.

La vida del pàjaro delimitada por un atardecer donde
estelas de nitrògeno recogen andanadas de mercurio en
las venas
en el sol de las entrañas digeridas por un hemiciclo
por un canto de anfitriones
que cruzan las selvas
que atraviesan las sogas y elipticas.

Los epicentros que de noche muerden el vacìo.
Las armonìas que conjuran vellocinos en el tambor de
una casa donde el aliento sopla hacia el vertigo de una nuca
en el agua, espiralandose entre idus de fiebre y magnesio.

El lenguaje cubierto por los arrecifes,
La lechuza con pergaminos magneticos una vez alcanzada
la noche. La lechuza junto al sentido de un astro
irradiando estrofas de buques
entre arcos de mandarina.

El sol sobre esos arcos.
El viento que descascara aquellas mandarinas.

Y la vida del pàjaro encerrada en el vidrio.

Suspendiendo en sus propios rituales todo ello.







domingo, 12 de febrero de 2017

La Luz Inverosimil






Esas huellas en la resaca construidas por estacas.
Esos relatos del mar con serpentinas y amonoacidos.
Los nùmeros alargàndose entre los almanaques hasta
alcanzar los cuellos de las jirafas.

Los inflexiones o las voliciones de yodo en el ambar
mientras el espìritu construìa fragmentos o fosiles de azogue
en los edificios. Junto a estàmpidas de pètalos.

El sol en el espacio con esas estampidas de pètalos.
El mundo crucificado por conjuntos de arena en el cuello
muy cerca de un gris epistolario con gestos de albumina.
Entre silencios de misticas palabras.

El lenguaje del amor en las iniciaciones del aceite.
El policromo despertar hacia una aurora de iguanas.
Cada una poseìa una galaxia en los ojos.

El lenguaje del amor nuevamente porque no tiene bahìas
ni peninsulas. Y en los pubis de sus archipielagos
inmensos centauros liman por la noche nervaduras y peciolos.

Esas huellas con miles de amaneceres en las nucas.
Llenos de sogas y baules. Llenos de urnas y eclipses.
De helicopteros o perdigones que arrastran el el aire candiles.
Objetos de agua como los que yerran en el interior de
una sinagoga. De un concepto antes de tocar la 
teorìa del liquen o del buho.

Ese lenguaje del amor que enciende un periscopio.
Un analisis del mar antes de llegar a la playa.
La luz inverosimil de un juguete.

Y cada uno observando ese lenguaje a su manera. 

Los espacios aqui de esa mirada son lacteos.

Grisaceamente clinicos.






La Circunferencia del Latido





La distancia al sol es la misma.
Porquè tendrìa que ser otra.

Porquè tendrìa que escarbar.
Llegar a una proposiciòn o un velo.
Fijar en el barro anatomìas.

Porquè deberìa de caminar por
esta calle, donde sòlo se acuñan
en el viento soplos heterodoxos.

Soplos que llegan de la yesca
o un animal. Gurbiones con replicas
de soles en un añil de escamas.

-no todo añil es de escamas-

Todo añil es de aletas.
Un horizonte que al mirar piensa en
alguien cuando se toca los cabellos
o muestra un rostro que algo tiene
de paraiso. 

Yo le digo que la distancia al sol desde
ella es la misma distancia fisica de
las superficies que se acercan o alejan.

Que hablan del humo.
Que giran en las huellas del oceano con
un epicentro o una amapola.

-yo creo que lo màs posible es un
epicentro-

Yo quisiera llegar a ella con una 
ventana de acido en las sienes.

Con una ventana de acrilico en las
estelas donde siglos antes ya se formaba
el aluminio.

Por lo demàs todo es relativo.

Igual que una circunferencia que 
empieza a formarse en el latido.







sábado, 11 de febrero de 2017

Los Picos de las Palomas






Allì hay una silaba.

Su existencia data del tiempo en que no
era posible escribir entre los candelabros.

Ni los contenidos en el papel poseìan la 
escencia de las multiplicaciones.

Tales silabas formaban palabras para llegar 
a una oraciòn que tocara el filo de los astros o 
en su defecto indicara a las cenizas en las calles 
el lugar del fuego.

Las palabras creaban oraciones por lo
general de poliedros y cera.

Escribìan de zoològicos y parentescos con
los desayunos.

Con una horda elemental de limites que
finalmente era tatuada.

Allì existe una silaba.

Fue originada entre los lances.
Aplicò funciones de barro en las esquirlas y 
los dados.
Mencionaba aspectos y caracteristicas 
que son izadas en el verbo por algo desconocido.
Algunos puentes -muy meticulosos- diràn
que es un barco lleno de esoterismo.

Un navìo en el cual son desfiguradas las helices
por las alquimìas.

Por los fuselajes.

Por el granito conjurado en los acantilados por
los vertigos.

O las primeras campanas que dan anunciò de la
llegada del carbòn a los picos de las palomas.








Poema






Recuerdo linternas imitadas por los batiscafos.
Linternas que de alguna manera eran cometas
o llamaradas. Cintas de brea o cartones en los
vortices de los picos en las aves.

Las coyunturas uniendose al trigo en una un
mediodìa de conjuntos.

Las paràdojas en ellas semejantes a un relieve.
A una estela de semidioses que buscaban 
el hermetismo en las cùpulas.
En las circunferencias donde la vida del lampo
llega del vidrio y los hipodromos.
Tambièn de los paracaidas.

Evoco una aguja con todas sus intermitencias.
Los nombres descifrados por algo que quizà era
mitopoyètico. El canto de las grutas en ello
igual que en un amanecer en que son rasgadas
las sedas entre la gravedad.

El esquema del polen en una radiografìa de
aceite.
Los brillos metropolitanos muy cerca de un
tallo que se reproduce.
El equilibrio del coral ensortijado por otoños
de alfileres.

Observo ese mundo dedicado a los pendulos.
A los equinoccios y las bibliografìas del barro.
A los manuscritos donde gira un neumàtico
con un ejercicio rosado en su pelo.

Recuerdo liquenes e hisopos.
Loa advientos junto a los adioses. Un relato
hispano sobre metempsicosis y algo mas que
era llameante como una alegorìa.
Una alegorìa o un recreo.
Una forma de luz que era arrancado al cefiro
en sus entrañas.

Recuerdo yescas.
Un jardìn de atùn en el agua donde el viento
forma sus aletas por la mañana.
Un rìo buscando el manantial.
Una mandibula donde las cenizas de los huesos
recreaban insòlitos felinarios.

Recuerdo linternas. Cascaras policromas 
creciendo entre las orillas del vuelo.

Igual que la desesperada sed de un pàjaro.






viernes, 10 de febrero de 2017

Escritura






Yo sè que escribir no es un pètalo que 
sobrevive en el pavimento.
Escribir no es la vida de un nosocomio.
Tampoco la llegada a luz de los tambores
a travès de un enjambre.
Ni siquiera la luna que es roja en los 
puntos donde el crepùsculo 
emana sus primeros tornasoles, podrìa
descifrar su significado.
Asi que al final queda sòlo un hombre.
Lleno de apariencias ante un texto.
Lleno de habitaciones y porque no
corpusculos vacìos.

Yo sè -lo cual es una pretensiòn- que
el oceano està lleno de tatuajes.
Que la ilusiòn es el fragmento de un
corazòn que no ha sido atado a otro 
con silabas o lianas.

-eso està sentado en los periodicos-

Pero la escritura -muy independientemente
del hombre- està emparentada a los 
circulos. A las conchas que caen de la
lluvia. A los procedimientos y los
epistolarios. A los santuarios que 
arrastran relojes cuando estamos
dormidos. Relojes, astronautas y
hiedras.

Yo sè -lo cual es otra pretensiòn- que
existen navìos. Que el granito muerde
un coloquio de manera poètica y el ave
que se ciñe sobre los barrotes de 
la puerta es siempre una lechuza.

Que los àngeles son de arena en las
mareas. Llevan incursiones de agujas
en su cuello y en cada borrasca son
solares y puros como una mandarina.

Yo sè que escribir no es la historia de
un galeòn ni la existencia en los objetos de
uno y otro horizonte.

Eso es todo lo que puedo afirmar de la
escritura.

Quizà podrìa escribir algo màs a partir
de esa ignorancia.

Pero facilmente -si es que ya no lo es-
podrìa convertirse en retòrica.








Cada Cien Años





Cada cien años hay un oleaje.
Una carta de madera que roza los àrboles.
Una ciudad con idiomas de nueces.

Cada cien años mientras dejas crecer un candil.
O el sueño de una linterna en los opusculos de la
tierra. Allì silabas como las que cruzan
la nieve de noche son citadas
por la materia.

Y en ese oleaje el añil.
En esa carta de madera el sonido de un pàjaro.
En esa ciudad de aspavientos una melodìa
de satiros removiendo las entrañas 
de la gravedad, de manera particualmente
pequeña.

Cada cien años dejando crecer un candil 
en la arena. En los puertos de zinc.
En esa carta de madera con sonidos de 
pàjaros Con aspavientos que inundan sus
idolatrìas con un reguero de satiros.
Con antepasados de hienas
en las ramas.

En los eventos del agua y de las superficies.

Antes que el mitòn descuelgue una boina
de las uvas.

Y esa imagen me conduzca nada màs 
que a un racimo.







La Peninsula Azul de Madera






Allì se encuentran las ojivas.
El detalle de una flor con tendencias mayeuticas.
El lumen siempre y cuando sea 
fosforescente y lleve por lo menos un pelìcano.
Un poliedro.
Una melodìa de cera con rangos de algodòn
en sus organos.
Con rangos de mitografìas y rituales ebrios
de tirabuzones.

Allì se encuentra la ojiva, posee el significado
de la logia segùn las mancuernas
y delimita el perimetro del oceano en una
serpentina de 
helio fragmentada por todas las sortijas.

Conceptuando la nieve y los kilometros.
Los limites y las agujas que se ciñen a un lenguaje
de escamas sugerido por el tiempo.
Por el espacio y las efigies que aluden.
Que creen absurdamente en lo omnisciente 
mientras conducen mareas de higos
hacia los predicados
o las columnas de gasas donde el borde del
epieteleo es un espejo.
Una aurora comùn.
Un rastrillaje entre comunicados de sal en 
la arena.

Allì.
En esas figuras transoceanicas.
En los compuestos neoliberales de cenizas.
En los sectores de plata con regueros de 
ambar y dialogos con las sentinas.
Con los baules dormidos en un escritorio
de escamas.
De aparejos antediluvianos.

Algo asi como el diluvio en los crepùsculos
de la sepia.

Junto a una peninsula azul de madera.









Estructura de una Corola





Cualquier estructura es un sotano.
Si se quiere una corola.
Un violìn o un hocico de niebla que vomita sobre la 
penumbra.
Un iris de grietas en las raices originales de
cualquier fragata.
De un arco teoricamente agitado por el devenir.

Cualquier estructura es un mustelido.

Un conjunto de neològicos rumiantes que en historias 
de trigo se hicieron transpatentes
como una moneda.
Casi semejantes a una melena.

Melena que provenìa de un helice.
Melenas que aùn parpadea hasta alcanzar las
sienes.
Verano de este telescopio que raspa el velo
de los dirigibles con una tacto 
de magnesio
o un idolo de acido.

Cualquier estructura es un navìo.
Un rostro sin ningùn estandarte sobre las almenas.
Una idea de dios que goza de muchos suburbios
o linternas.
Que aùn no aprende a digerir.
Que vive entre absurdos e inutiles metabolismos.
Que acaricia pavimentos o buzones
y ofrece a las bandadas ese sacrificio por medio
del cual a veces es conjugada
una llamarada.

Cualquiera.
Todas las estructuras son racimos con hogueras
de vidrio.
Gelatinosas iguales a frascos de goma suspendidos en 
las veletas.
Entre nucleos de radiactividad.

Y prismas encaminandose magicamente a las 
corolas.









jueves, 9 de febrero de 2017

Ese Cielo Infinito






No hay nadie en el reloj.
Ni en las linternas que crecen en el follaje.
No hay nada en los espirales que la hierba desea
como sonidos o esquinas geometricas
parecidas a un dragòn que devora
quiromancias.

Tampoco en los capìtulos ni en las configuraciones.
En el espacio del aire donde se traslada la luz
como el futuro de ninguna huella
agitandose entre peninsulas de petroleo.

No hay nadie en el reloj porque de lejos es el
tiempo de los dromedarios en un mediodìa de esgrimas
con bandadas de sol y pàjaros de deseo.
No hay mas que emanaciones.
Frutos entre el pubis y la espera que da origen
a una llegada al oceano. A una llegada
a la silueta de una flauta.

En las esquinas duermen vanguardias de idolos
que no veremos. Algun dìa caminè hacia ellos con
una logia en los dientes. Una que semejante a la urna
de alguna cofradìa desde lejos era visualizada
nada màs por epicentros. Por pergaminos
mimetizados en una bacìlica
o el espiritu de un perdigòn semejante a una
iguana.

Entre los parques son manifestados los verbos
de la ira y los santuarios, cedidos a las galaxias por
una ceremonia de trigo en el enves. En los
galpones de una cigarra que aùn roza las 
cenizas de la luna en sus
parpados.

En las felinarios determinado embrujo
descifra el estertor de los racimos. Es izada
una clepsidra junto al gaviero.

Junto al equinoccio tomando el corazòn de
un pelicano.

Para conocer en primer lugar el hemisferio.

Y seguidamente ese cielo infinito encerrado en èl.







Cierta Intendidad







La palabra avanza a travès de la hoja, formando
sus oraciones.

Cierta intensidad llega de lo indòmito como si
fuera una esquina. Cierta herida en el lampo con la
cual se teje el eter y las estampidas.

Cierta intensidad. Como una estela de plata o un
sofisma, endurecido en las encìas de un trebol.

La palabra avanza entre nombres; todos 
portadores de jabalinas.

En el brillo se desliza un mitòn. En el eslabòn
caracteristicas marrones de zocalos donde yerran
las xilografìas.

Los cefiros que tallan en los relojes de un dios.

Avanza entre el placton. En la mitografìa de
una selva con muchas apariciones. Con 
extensas regiones de alegorìas
cediendo al amor o las nervaduras. Oyendo
nada màs que el silencio en los cuellos
de los pelicanos.

De las estrellas de aceite que crecen en la
conciencia de una gota de agua.

De los muelles en donde alguien no podrà
escribir el nombre de lo hiàlino, pero sì el de las
reencarnaciones.

El que llega escupiendo en los escalofrios.
Aquel de olas o efigies que se adhieren al mar.

Igual como se adhiere un empìrico alfiler en el 
pelo.




Extraño Pulso






Los navìos se encuentran en uno de los àrboles.
Colgando tambièn del sueño como magicos girasoles
que vuelven por la noche a lo pagano.

Desde su mirada puedes acercarte a un horizonte
de idolatrìas, donde lo misterioso oprime uno de sus relieves
hasta un encuentro con barajas.

Hasta un encuentro con naipes que en el interior 
del oceano son azules.

Con las encrucijadas al borde de los planetarios que bajo el
sol logran o no rozar un astro. Una astrofisica cualquiera.
Un silencio como el que es deteriorado por los atomos luego
que se orientan hacia la corrupciòn las celulas.

Los navìos se hallan en alguna de las ventanas.
Son hipocondriacos y lucen en sus cabelleras admoniciones.
Pregones de vidrio y coral desde las cuales los peciolos
son inundados en una imagen de fotosintesis
y tambièn de leguas.

-especialmente de leguas-

De animales amarillos y evanescentes.
Formando la idiosincracia de los musgos en el vapor.
Recreando la soledad de los martillos en las escencias.
Disputando al espejo una creencia o una metàfora donde las
cigarras encienden en el crepùsculo el simulacro de 
un albedrìo unido en sus escamas por 
los cartones.

Por las palabras que en la orilla en ocasiones forman una
llamarada.

Una elipse.

Una hiperbole intentado conjugar inutilmente el sonido
del pulso.

Y del extraño corazòn que habita en èl.






miércoles, 8 de febrero de 2017

Presagio





Tù conoces el agua.
El sonido del viento sobre su superficie evoca
aquel que llega de los antepasados. 
-en realidad sòlo lo reproduce-
Sabes del lugar donde empieza la luna; siempre
el lugar fue un solido; detràs de èl se encontraban 
errantes los paisajes.

Tù conoces el agua, el pètalo que no tuviste que 
despertar ni abrir para que pueda convertirse en flor.
El vuelo que transgredìa y que en otras ocasiones
alcanzò la transfiguraciòn.
-la lechuza en los màstiles se pregunta -al igual
que cada ser sobre la tierra- què es la transfiguraciòn-

Tambièn conoces el vacìo.
Està completo las tiendas y en los ritos comerciales.
Habla del ozono y del zinc tanto como de las tijeras.
Evalua la interpretaciòn exacta de la palabra dragaminas
para poder llegar a una casa.

Debajo del agua y de ese vaciò descansa la armonìa.
Es un fragmento de leche arrancado al pico de las gaviotas.
Es un verbo incontrastable en el sur apilado por lo 
fabuloso. Es la marcha de una exegesis, que posee 
-desgraciadamente- un contenido literal
igual que las banderas.

Cada una de esas cosas descienden de una grieta.
De una paradoja azul en el pelo.

Tù conoces el agua. 
La melena dorandose entre los prefijos.
El cielo negro sin rangos.
El pretil donde la humanidad empieza a idear formando màs
de una orilla entre sus maleficios.

Un instante antes de que alguno de ellos sea alcanzado
por el presagio.







martes, 7 de febrero de 2017

El Pètalo al Formarse





Un pètalo va formando una esfera sobre su eje.
Al dar vuelta lo aguarda un pàjaro.

Yo pìenso en una estrella llena de racimos en
el horizonte. En los escritos de un astronauta 
antes de transformarse en cocodrilo.

En este sol ardiente, no sè si tambièn
desesperado.

La esfera formada por el pètalo y tomada
por el pàjaro.

Por los pergaminos adquiriendo en cada una
de sus palabras la forma de una iguana.

-¿porque no la de un dinosaurio o un diluvio?-

Yo pienso en una casa llena de profecìas; el
hemisferio allì pronunciaba el nombre de los
barcos, pero no por ser esotèricos. 

Un pètalo sobre su eje, como quien ansìa la
forma de una veleta para no convertirse en 
hojarasca en el verano.

-para que ello suceda tal pètalo debe ser de
barro-

Debe tener no sòlo la anatomìa
del barro. Quizà tenga que llevar un corpusculo.
Quizà deba rozar lo irracional como lo hace
la locura; la locura roza lo irracional para crear
una penisula.

Una frecuencia de oxido en los cabellos.
Un tanteo que no deja de escribir de los
ventiladores ni en las bicicletas que huyen
de las chimeneas con una historia de guitarras
en sus almanaques. En sus cartulinas.

Un pètalo. Tù diràs que todo pètalo es en el fondo
una sonata. Un alrededor. Un amarillo gremio. Una
habitaciòn de espejos sobrenaturales como la 
que habito.

Una que sòlo puede reflejar diàlogos y monòlogos
de hienas.








La Circunvalaciòn del Barro






Las escamas no son siempre poèticas.
Los jardines que hay en el sol no pueden arrojar
una rama a la tierra.
De este punto al helio los hombres han constituido
ventanas de fosforo como las que llevan
en su pecho los adioses.

Las escamas no son siempre poèticas y el 
silencio es como sigue: una bandera vestida de rojo
que se encuentra un amanecer con los hilos.

De ese encuentro datan los inviernos en los planetas.
En los rastrillajes de un astro.
En los perdigones que desfiguran pacientemente
una hoja.

Tambièn las corolas. Los subterfugios.
El lenguaje que camina debajo del verano como
si buscara un vientre. La proa del pubis.
El zumbido de un arquetipo.

No siempre poèticas y tampoco terrestre
como suele creer la espuma cuando se ahoga en
la arena y el corazòn que muerdes en la boca
es marròn como las sienes.

No son inherentes. Mucho menos inmediatas.
Parecen la experiencia de un barco que juega con
el humo en los sardineles, donde el diluvio
es de fuego.

Las escamas no son siempre poèticas.

Lo mismo puede decirse de las arañas que 
circunvalan el barro.

Tanto o màs que aquellas que lo crean.






Construcciòn de un Heliotropo






En los lugares donde las cenizas forman sus
candelabros. En la gravedad con mejillas y el zinc de
una ola dispersado por la arena en la orilla.

Cuando son arcanas las ojeras de un herviboro
y en los rascacielos yerran adobes y corceles.

En los jardines de plastico donde los cientificos
brotan como peciolos.

Cuando los esgrimistas ascienden a un circulo
lleno de osos y nervaduras.

En los reflejos de un fuselaje en la hierba
desgarrando linternas formidables.

En los jardines de un puerto que no logra separarse
del mar.

En los prologos donde la palabras se detiene
conquistada por el enigma de una cigarra en la aurora.

Cuando las arañas devoran un pedazo de higado
entre la niebla y las colas en las alas son misteriosos
hermetismos.

En el espacio donde las cenizas construye tambièn
sus heliotropos.

Sus astromelias varadas.

Sus efigies de carne en el movimiento de un neumatico,
en las siluetas de las grevas.

En los parques con infinitas dimensiones que en
el crepùsculo se mimetizan con los tornasoles. En la
catapulta inclinada de una superficie. Llena de aletas
y policromos pliegues.

En la luz neutra de un acertijo.
En el indicio de coral en las metàforas del sueño.
Cuando una palabra es sòlo una estrella de sangre que 
cae identica al silencio de una alhambra
en las selvas.

En las figuras de la naturaleza que escapan a las
metàforas.

En las agujas de madera que corren por la nieve.

Buscando una y otra vez los martillos azules de 
una aurora.

Antes que la violenta transparencia de la mañana
los diseque.













lunes, 6 de febrero de 2017

Què Clase de Estrella






Què clase de estrella quema el àrbol esta tarde
en que los recipientes sobrevuelan el mundo y se erigen
exoticos despliegues.

Què verbo es una estrella de sangre que cae.

Què forma de vidrio en una botella de radioactividad
y pàjaros que duermen en las enredaderas de un
paraiso, construido sòlo por espirales.

Cùal de todos es el vèrtigo verdadero. Aquel que
por la noche sigue a una culata.

En què esquinas representan los màs antiguos 
animales las leyendas secretas de una selva. El acto
interior de una liana. La estadistica de bronce en 
los colores de un mono.

Què clase de estrella mientras las ojivas conquistan
sus pañuelos con una orilla de sangre atada a los huesos.
Con un sol de vidrio que se pliega a nuestras escamas.

Què parte de la arena esconde la sal de las olas que 
logran alcanzar la orilla y con ello se suspenden por un
instante en el sueño.

Què vida tomada del arnes en el barro, cuando el oxigeno
lanza un semicirculo o una casa de alevines con
dialògicas amapolas.

Què forma de rama en la estela conjuranda por 
una episteme que a pesar de los ritos de muestra azul
como una escritura de golf.

Què libro de goma es trazado en la libertad de los
andenes mientras el idirio se llena de catapultas y los
estandartes en la gravedad lucen inhospitos poetas.

En què lugar el espacio es separado del agua
convirtiendose en cefiro.

En una especie de propulsiòn.

En una especie de ortodoxia azul a pesar de los
latidos.

Del tallo que es llevado por la corriente de un rìo.

A las orillas donde son absolutas las olas.

Igual que el vuelo de un pelìcano.








domingo, 5 de febrero de 2017

Redadas de Cuervos






Imaginé los osos en un relato amarillo muy cerca
de un evento de hierba.

Escribí en los muros y escaleras de sus ciudades paganas.

Distante del pájaro en los bozales, comprendí que
el vuelo era mediterraneo y esferico como los racimos de
la penumbra.

Toqué el día suspendido en los tallos con una raíz
que se formaba en las ráfagas.

Pensé en el agua y el invierno donde los alfileres
drenaban gotas de aceite en los limones.

Caminé hasta un simulacro de ciegos en el platino.

Hasta una saeta de luz con perimetros escaneados
por el sueño.

Imaginé el deseo como un voluptuoso confin donde
las aletas son alimentadas por el hidrógeno.

Ví ciudades de fosforo en el eco de una fotografía
donde la imagen anunciaba redadas de cuervos.

Nervaduras convirtiendose en peciolos.

Imaginé los osos en un relato amarillo; paralelos
a un pergamino encerrado en un neumático.

Bajo un ardiente atardecer de profecías.

Inventando el universo en las catalinas de una bicicleta.






El Torpor de la Distancia






Yo sè que estàn en las grietas.
En los acantilados donde besa el sol una reminiscencia.
En las señales del cefiro en los parpados, cuando algunas cosas
como el oceano vuelven a lo hiàlino.

Yo sè.
Me ha bastado acariciar alguna mañana entre las superficies
de los solidos, cuando los murcielagos se instalan en ellos
de manera fantastica y la brisa sigue a los regueros.

En los almanaques donde el tiempo se devana en una silaba
dotada de corpusculos y espolones ligeros
desembarcando en la orilla con bolicheras de espuma; todas
en sus sienes llevan una corola.

Allì en ese mundo te tocan los cartilagos y articulaciones.
En esas constelaciones impregnadas de escalas y amortiguadores.
De rastrillajes de piel en un madero de yodo
donde anochece en los labios con un castillo amarillo.

En los tuneles. En las formas y paraderos del agua en la llama.
En los itinerarios del espejo en un vilo cuando
los antilopes reproducen cabelleras de bronce, estatuas
y nùmeros de yescas verdaderas.

En los rieles de un flanco diseminado en los pliegues
con ojivas de idilios que regresan de las constelaciones 
llenos de uñas y tigres rasgados por las entrañas de un 
zoologico.

Yo sè que estàs en las grietas.
En los horizontes donde las mejillas forman un barco.
Y sòlo el torpor de la distancia lo detiene.






Precipicio Poètico






Tiene que existir un precipicio, recuerdalo.
El ala de una hoja en un màstil de hielo.
La noche colocada de manera diagonal en un idolo.
El vagòn que cae del dirigible.

Y debe existir un triàngulo en el aire.
Con espumas que tocan jardìnes de astromelias.
De similes y residuos que perciben el sueño
desde esas praderas inundadas de jirones.

Una luz de ambar entre boreales transfiguraciones.
Inundada de estrepitos y espolones de iridio.
Un resplandor de auges imitados por la inocencia
en crepùsculos donde es derrotada por la inspiraciòn.

Debe existir una seda con prolegomenos de barro
uniendose en la noche entre silabas reciprocas
que sacrifican en la arena una espada de cera.

Una huella de galeones terrestres
junto a la gravedad que cae por primera vez del agua
hacia pavimentos de yodo y coronas rosadas.

Una soledad hecha de rascacielos y tijeras
donde el universo se estrella de manera epiteleal
contra el mundo. Un mundo hecho de raleas
y rigores.

Es necesario un muñon en el polen.
En las cintas del espejo que cae de la espuma, con
nombres purpuras de vellocinos y estalactitas.

Imponderable un horizonte lleno de corchos
ajustando sus filos en una membrana, donde el sol
vuelve al viento lleno de carbones.

Debe existir un objeto de barro en el sueño.
Un crepùsculo de higos en las caparazones.
Allì donde el silencio a veces crea una aguja.

Es indispensable el arco. La seda en la piedra.
El bosque de granito inundado de estrella
un amanecer en que los contenidos del eter son posibles.

Y entre melodìas de yescas el infinito se desdobla.












viernes, 3 de febrero de 2017

Poema






El poema emanando de las urnas.
El contenido marròn de los cines donde las
edificaciones se elevan.
La ceremonia de un ritual en las sienes del antilope.
El univeso como el que se lanza extranjero a un
solar de raices como la dimensiòn
y la escarcha; ambas alguna vez entre los hilos.

Entre los maleficios un viento lleno
de profanaciones donde las cigarras regresan
del mar convertidas en peces.

Luego las melenas de aquello vaticinado por el ozono.
Por el hidrògeno en una leyenda de humo.
Por el azogue mientras la luna invade un planetario 
donde aguardan los rumiantes
o el lampo de las siluetas habla de un fondo de
estuarios equilibrandose en la figura de un 
arco.

En un àrbol de ceniza desde el cual las estrellas
se divisan; aùn no forman constelaciones.

Sòlo estàn allì como en un suburbio lleno de neumàticos.

Pero el poema sigue emanando de las pocimas.
De lo sobrenatural. De un sol metropolitano inundado
por los cefiros. Por el salitre. Por la labor sumergida
de un tiempo en que los buitres caen entre 
manadas de barro.

Todas recorren la intensidad.

Todas anduvieron entre la realidad alguna vez.

Y formaron eslabones. Dìas de selvas en 
los sistemas del agua.

Antes que alguno despertara entre los manantiales.





Los Poliedros en los Ojos





Despuès del verano està la numismàtica,
Un sol de rieles atravesando acupunturas.
Un sol dorado donde se inundan los vestigios.
Y los vertigos se apilan entre nudos de arañas.
Entre megàfonos con poliedros en los ojos.

Comparten los megàfonos todo aquello que
desciende de mancuernas. Los dìas del eter
en una pocima. El silencio de los dirigibles
recorriendo una saeta, un coloso. Un ciclo
de yodo preguntandose a cada segundo
por los albedrìos.

Seguidamente los mundos donde las dimensiones
elevan un cono de manera azul a los craneos.
Seguidamente lo irracional en un soplo de 
petroleo en una daga llena de ensenadas
y caligrafìas. De vidrios y por lo general una
boya errante entre prototipos magneticos.

Despuès del verano està la arqueologìa.
Una antorcha de madera entre los telescopios.
La llegada a la orilla de una escama. De un
antilope. De un simulacro entero donde las
grietas bordean alguna libertad ebria de luces
y silices.

De cartilagos que a veces inspiran membranas.

Y luego alcanzan el climax entre voragines
de fosforo.





jueves, 2 de febrero de 2017

Los Collares del Mar






Ella se encuentra entre la intensidad.
Ello parece ser tambièn un arcano argumento.
Es decir el encontrarse entre o sobre la intensidad
rodeada de algunos jaguares. 
De algunos verbos de plastico o plastilina.
Ella se halla en el lugar donde el mar ha colocado
sus collares.

Ella se encuentra en las guitarras.
En la voz con el parpadeo de un violin entre
las cigarras.
En las propiedades de las escolleras recreando
el sonido de las albuferas.
En las habitaciones de ambar o los pètalos.
En los lenguajes de langostas alimentadas por las
venas. 

Ella se encuentra en los objetos mas encarnizados
de la estètica; aquellos que son arrojados a los
pseudonimos o los latidos procolabicos 
del humo.

Entre lo aquiescente.
En los rituales dorados de los topos.

Tan cerca de las paràdojas.
Rozando siempre los procesos del sol en el agua.
Percibiendo en sus sienes una idea que se extingue.
El proposito terrestre de un jabalì en los racimos.
En las hordas acompañadas de melenas
y como es usual en el verso, algùn tipo de imagen
esparciendose entre los candelabros.
En los telescopios.

Ella se encuentra en las brùjulas.
En la terrestre gravedad del magnesio en el sueño.
En el ùltimo pensamiento del cielo cuando se une a la
tarde.

Cuando millones de figuras invaden su crepùsculo.

Y sòlo una dice adios a los hombres.










El Pensamiento entre los Arboles





De alguna forma descendiste de las ramas. Lo hiciste
para seguir un pensamiento que cayò de las hojas.
Tal pensamiento dormìa secretamente entrè la hierba.

De alguna forma fue la poesìa en los navìos.
Celeste y andrògina en cualquiera de sus partes.
Sexual y hermafrodita entre los animales.

Nombres de hemisferios que detràs de las penumbras
adquieren el hermetismo de un lenguaje 
descubierto en otras entrañas por las catapultas.
Nombres que hablan de las cosas desde otras antorchas.

De alguna forma mientras los vagones reunen prototipos
de arena en un conjunto de barro, donde las cenizas
desprendìan en la memoria de la yesca algunos de sus
griales. Eran realmente griales?

Y el aguila? El aguila de oro en las venas aprendiendo
a disecar manzanas en los lunares del desierto.

Entre los hilos el pubis de aceite ebrio de performances.
Una coreografìa de carne adaptandose a la piel.
Una lampara con la vocal de una linterna para atravesar 
la noche sostenìa la luz.
El diàlogo con esa luz ahora que en la distancia se
incrustran los gritos.
La mimesis entre el platino de alguna alegorìa.
O las constelaciones donde brota el enigma de un
prolegòmeno.

De alguna forma.

En un tiempo en que los pensamientos de los àrboles
buscaban el follaje.

Y tù descendìas hacia ese follaje para ver que decìan.