martes, 30 de agosto de 2016

El Sueño de los Espejos





Los espejos duermen.
Sus reflejos han caminado 
sobre frutos de purpura durante
la noche. De esa manera
alcanzaron el sueño.

Los diluvios emanan 
constituciones de sepia
donde alunizò la lechuza.

Lenguas de vidrio organizan
la voz de un pez en el musgo
donde se articulan rastrillajes
e incursiones.

Los edificios se devoran 
entre cartas de telas
y los adioses respiran sobre 
las corrientes
envueltos por relieves.

Un piano cruza el alba
seguido por el acido y entre
estructuras de goznes
la ciudad moviliza nombres
epistemologicos y puros
silueteados por
menguantes.

El color de los elixires se
desata sobre el erotismo de una
selva sumergida en el pecho
de un murcielago.

Bolicheras de hierba
anudan las leyendas que 
circunvalan el universo desde
un horizonte de tallos
y peciolos.

Pero el peciolo es la duna.
El peciolo es el animal 
con antiguas arquitecturas
de olivo
dispuestas en los perihelios
como amarillos diluvios
de fuego.

Esparcese el brillo de una
jabalina en las runas
de un futuro
donde el botòn vuelve
a representar un bosque
de alfileres.

Duermen los gigantes
sobre descolosales 
jabalinas de humo en las
orillas, donde alcanzaron 
los sepulcros los 
limites.

Describe la espiga
el don de la magia para
recorrer periscopios
junto a una catalina.

Muy cerca de ello
los circulos en las bicicletas
completan la noche
llevando saliva
en sus bocinas.

-igual que un leopardo-

Los espejos duermen.

Sus reflejos son los que 
crean la realidad ahora.

Y tambièn aquello que
forma las sombras en ella.








lunes, 29 de agosto de 2016

Las Ciudades y La Imaginaciòn





Las ciudades se mecen entre los repertorios.
Seguramente en alguna de ellas hay cosas
que las imagenes han de representar, pero no
asistirèmos a ello. Sòlo lo harèmos a la
imaginaciòn. 

La imaginaciòn como
un hecho donde se
despliegan las cosas o algunas de las mismas
llegan a la experiencia de una figura con
un surco, con un sonido que
captura la linfa de la arena, el mundo 
perdido de la hoja
sobrevolando un cofre o un
ataud de limòn bajo
el agua. Yo creo haber visto ello bajo
los cipreces. Fuè entre semidioses
en una intuiciòn.

Las ciudades. Todas parecen ofrecer sus zoologicos

esta mañana, pero hay una en la que es ardiente
la travesìa de lo poetico
donde se disecan estructuras como el vilo o los
pendientes, narraciones como el sol y sus ancestros
donde ya antes agonizaron entre misterios
de leche las coronas, narraciones de 
espigas que llevan las alas
de las abejas entre pronombres de 
ciclos mutando entre los higos.

Las ciudades. Todas cuelgan de la realidad
como rìos indescifrables.
Todas circunvalan las noticias traidas del anca
donde los sacrificios repiten 
sus boinas de forma azulada, igual que los
castillos palidos en la hora de 
los espìrales.

De los universos que cubren de aceite el ozono.
De los universos que colocan entre las 
reminiscencias a las hebillas.
A los subsuelos.
A los ecos de las antinomias subiendo por
un helecho a un hemisferio de papiros
donde el mundo 
encendìa la antorcha encerrada de una
gota entre eclipses dorados
provenientes de los
ecos.

Las ciudades se mecen entre los repertorios.
Pero nosotros sòlo lo intuimos.

Igual que la imaginaciòn.








Una Palabra




Traes calles aledañas a las uvas.
Sentidos propios de los cadaveres cuando
arrastran una antorcha en la orilla.

Buscas formas de agua en las cascaras 
de los artropodos, miscelaneas de trenes
ebrios de morgues.

Estampidas de rieles que agitan su corazòn
en las entrañas de las luces. 

Tù recoges un oido que mira la nieve desde
una primavera irradiada de extraños cuadrupedos
que giran ensortijados.

Y guardas un amuleto en cada diaspora
de los telescopios.
Un coloquio en cada amortiguador.
Has dejado los hilos entre las plaquetas
esparcidas por un mortero lejano
donde los automoviles oyen el crepùsculo.

Has recogido los teatros
de los cisnes porque en cada contrario
la flor escribe sobre microscopios 
de trigo.

Has evolucionado sin los gritos de las lamparas
en una tradiciòn de pergaminos arrancados
al polen.

Construiste una balanza en los parpados
llena de tambores y cientìficos
ensimismados en el barro
entre adjetivos de esquirlas y cenizas
arrancando a la transparencia
historias de eslabones.

Traes calles cercanas a un jardìn que
recorriò lo milenario.

Y asi como el lenguaje eligiò entre la

poesìa sus imagenes.

Tù elegiste una palabra.











viernes, 26 de agosto de 2016

Reliquias






Pienso junto a una reliquia. La tarde ha
sido abandonada en el jardìn que ahora miro.
Sobre ella hay una hoja. Màs allà los crotos
iluminan un mundo perdido.

Se forman lunares. Dìas rojos donde
la naturaleza muerde la carne. Las historias
empiezan a esparcir su corazòn en el
follaje, llevando un otoño violeta.

Pero la reliquia es celeste. Tiene sienes
y ademàs organiza naracciones de caracoles.
Por momentos adquire la imagen de un
suburbio en las esquinas, llena de
extrañas ondulaciones y 
vertigos.

Pienso en una reluiqia y una bujula.
En las anclas del trigo lejos de una jaula.
En los voceos de los antepasados en una palmera
de leche. 
En aquella tan versatil dentro de los elixires. 
En los cuadros de la linfa junto a una expresiòn de 
silabas, agolpadas entre bocanadas.

En los cadaveres que aguardan sus relojes mietras
los jabailes florecen o recogen las bengalas de
sus cicatrices.

En el lirio y el helecho, en la situaciòn de la 
aguja en un trapezoide, cuando las 
lineas descubren y muerden las alegorias 
cifradas en los puntos de las curvas,
apostadas como fiebres, igual 
que en los molinos.

Pienso en los frutos de las helices.
En los brillos abiertos de los màs liricos herviboros.
Junto a dormitorios de gaviotas rosadas
como el pelo.

En el infinito donde las bodas del aire pertenecen a
un limòn.
En la percusiòn y las escencias del tiempo con
universos de color en una pagina. Junto a un imàn 
y las raices del verano en un prologo.

Pienso en una reliquia.
En sus idiomas con naturalezas de morteros.
En sus perdigones donde la ilusiòn de la tarde se
va convirtiendo en un prismatico.

Silencioso y dogmatico, como un heliotropo.







Arcano Reflejo Lunar






La niebla grafica un semàforo. Luces
pardas llegan de una eufonìa y se alimentan
de tallos que parpadean en el hemisferio.

El universo donde se confunden los elementos
vuelve a separar la energìa del caos. De
alguna manera es el presagio de una
armonìa.

Los eclipses son celestes como un nexo.
Espinas de lumenes inundan los garajes de
una circunferencia compuesta de negras dagas.

Estelares evoluciones de zocalos en una gama.
Conceptos que unen adolescencias al lado
de un preludio calcinandose en el verbo. Lamparas
de arroz en un hipodromo con cultivos de atrios
y logicos abecedarios recreando orbitas.

Fantasìas de crines y limones, en un abrevadero
de sirtes, inundado de monòlogos.

Autenticas plazas de fanales, semejantes a un
repertorio de fosiles, donde los sedimentos muestran
arcanos reflejos de la luna.

Oceanos donde los buques se impregnan de tribus.

Ludicos instantes de caravanas y surcos girando
entre màstiles secretos en el cielo.

Pinturas de crateres en un pedazo de loto. 
Bolicheras de mercurio en una peluca, como oidos que
tejen palmeras acuaticas.

La niebla grafica algo ilimitado. Personajes
con presentes de helio, incorporan una versiòn
de automoviles devorados por una idea.

Desde la misma llegan las corolas y las ruinas de
polen para el sueño de los meridianos.








jueves, 25 de agosto de 2016

Piràmides






Iba a escribir de un poema con druidas.
Lleno de rascacielos y poligonos que son azules.
Iba a reproducir una vereda de forma que
las palabras tomaran el espiritu de esa vereda
y formaran grietas en la existencia del plano,
con la naturaleza de una superficie
de cemento.

Irìa detràs de la brea o lo que es màs real
colocarìa la objetividad como una larga conciencia
que suple las linternas, que suple los gritos
y las constelaciones encerradas en
una pista. Iba a tener mi nombre
como pista o rasgueo en
un cicilico movimiento de higueras en una asonada,
en una confirmaciòn de que una perla es
quien deriva de los dìas antedulivianos, propios
de una amapola en el verbo y el aceite
de los felinarios.

Me colocarìa solitario en el corazòn del veneno.
Apodictico o que màs da, hieratico y esceptico
como un calambre o el color del helio 
al impulsar desastres en una 
corona
de amperios, dilatandose en una
cuchara.

Verìa el tenedor en un pequeño monte de arroz
habitado ya no por el hambre, sino por
fervorosas inquisiciones donde
respira una clepsidra
o un edificio extorsionado por manadas de
libelulas.

Serìa el complice oficial de una celula
cuando baja por los empedrados con su primavera
de hule.

Iba a escribir de un poema con magos.
De un poema con labios y palabras suspendidas en
las ramas para que la miseria pueda tomarlas.
Un poema con arcos de anilina.
Con apariencias de electricidad e iones.
Con helipuertos y corazas de pimienta decorando
las primeros vagones del siglo.

De ese siglo que coloca sepulcros en los atomos.
Que indica el recorrido de una pantera en
una selva liquida.

Recorrido que por lo general, casi siempre conduce
a las piràmides.









Invisible Estereotipo







A veces considero el sol de manera 
amarilla. Eso sucede cerca de las habitaciones
donde se funden los papiros.

En ocasiones logro escribir de los nudos
enclavados en una rama, junto a un mundo de
cristales que dejan su visiòn del universo en
un pistilo.

Entonces las cosas tienen la apariencia
de los eclipses, de esas soledades de humo
que en sus sombras dejan brotar un cocodrilo 
de aire, entre instantes que llamamos
vellocinos.

En ocasiones se llega a cristalizar un lunar.
La opiniòn de un muro en el alba lleno de lupas.
De zodiacos semejantes a un cofre o el àngulo
donde vibra un mamìfero con sotanos 
descritos por velas
y escaleras donde escarba el hidrògeno.

Al tocar ese instante pregunto por las 
ventanas. Por los asideros en ella donde las 
cabelleras se agitan como saetas de mercurio.

Es entonces que recorro las avenidas como
si buscara un relampago, cuando en realidad el
fondo del corazòn anhela un menguante. 
Un solsticio en forma gamada sòlo para uno
mismo. Una especie de luna encallada 
entre la libertad. Un heterodoxo
universo de linternas.

Es entonces que coloco una calle sobre 
otra, para que la ciudad parezca màs pequeña
-cosa inutil por supuesto-
Pero al vivir con esa finalidad lo ùnico que se
alcanza es que las calles se alarguen, se prolonguen
como una metafisica en los parpados.

A veces el sol es una forma amarilla.
Un dragòn de piel seca.
No es industrial ni postmoderno, no es 
contemporaneo. Sòlo parece real como una
motocicleta o la duraciòn de la esquina en los
zapatos con materiales celestes e higos, igual a una
transfiguraciòn que adquiere el matìz del cielo
por la noche.

Es entonces que dejo una pregunta en los hilos.
En los oràculos donde la brisa posa lo ardiente por
una astilla, meditando en disciplinas màs largas
que un rol en un enigma de uvas,
en una tarde de playas donde 
es fijado en la arena un
medano.

Y en la duna un invisible estereotipo.







miércoles, 24 de agosto de 2016

Espacio





A esta hora el àrbol se habrà convertido en 
palabra y dejarà atràs las raices de la tierra.

Yo me acercarè al horizonte para ver esa
imagen. Algo en el lenguaje intentarà
convertirla en peciolo.

Los gritos se acercaràn a una hoja, pero
habràn otros que edificaràn castillos en las sienes
y las constelaciones.

Monarquicos velos en las axilas de un astro
mostraràn la lejanìa. 

Me sentarè en la bruma para imaginar las
palabras de las mitologìas.

A esta hora todo lo que es remoto mostrarà
su apariencia para reconocer
una liebre.

Un canto hermetico bajarà de las ventanas 
con su embrujo de seda.

Presagios de goznes entre la realidad
escribiràn de un pulso proveniente de cartas
escoltadas por errantes peninsulas.

Las estrellas tomaràn un sitio en la nube
de cara a lo desconocido.

Las estrellas tendràn el aroma de una nuez
en el misterio.

A esta hora el universo serà terrible como
una flor que se empina debajo del agua al paso
de una bandada de ballenas.

Los arcos que llevaban adioses seràn de 
hollìn en el arqueo boreal de los neumàticos.

Los planteamientos cerca de la hojarasca
llevaràn manuscritos donde un violìn huye
hacia la espuma con una flauta.

A esta hora las hormigas tambièn recordaràn 
genocidios de nieves azules.

Algunos hombres haràn lo mismo en las 
superficies de las bolicheras.

Bolicheras que pertenecieron a un tiempo
de desiertos y oceanos.

No muy ajenos a aquellos que lleva en
sus entrañas el espacio.



Poema





Una bolsa de goma junto a una frente
de metal. Una hitoria de salitre que crece
entre los manantiales
llevada por una tijera de agua.

Un jiròn de placas donde el vertigo incrusta
excursiones de yelmos a una visagra
amarilleada en el sudor de los
cefiros.

Una luz y junto a ella un relampago.
La brea compuesta de cigarras con las cual 
alcanzar la arena. Un boligrafo de arena.
Una punta donde las elevaciones del aura
volvìan a desvanecerse. Junto al mar
el horizonte del sueño.

Y la arena en las voces del agua.
El verano en el feretro de la antorcha.
El ruidoso espejismo de los seres debajo de
una bocina.
Pescadores de zinc en lo inmediato.
Emnpiricas redes de un espigòn donde las
primicias llegaban como sudestadas
a un espigòn hecho de cruces.

Lenguas de cupulas. Sacerdocios de olivo entre 
reglajes de treboles en una cuchara.
Medallas de azufre al final de las uñas donde
represalias de polen tejen sus himnos.

Peregrinaciones de ceniza a una bandada.
Apostoles de mandibulas en una rendija para
una primavera de telas donde las faenas
son de espuma sumergiendo
sus reliquias.

Pensamientos de arcilla en un patio de niebla
donde las tormentas encrespan
purgatorios de lamparas.

Sonidos en la piel de una flor
encerradas en las melenas de milsteriosas
criaturas.

Todas ante el sino, desnudando enigmas
y alabardas.




Quizà el Jardìn






Quizà el jardìn. El enjambre junto a la piedra.
Y la primavera en el interior de una estampida en
una mañana de huesos.

Quizà la jardìn, el edicto junto al evento
de agujas, esparcido por luminosos jardines de
veneno donde el encantamiento amenazaba
una mancia. Un craneo seco.

Tal vez la hipèrbole como un anuncio del idioma
en èpocas de cometas inimaginables y el lustro
de una selva, en la que frascos de hiedra eran
una luz gelatinosa cayendo de los labios.

Y era citrica la saliva, acida como un trueno.

Tal vez la posibilidad de sumar una estrella
de azufre en la medida que desertabas del himno
o escuchabas palabras de iridio en el ala de un insecto
abriendose paso a la realidad desde las
entrañas de una crisalida.

Quizà la mariposa con una libelula anclada.
El ritual de un margen leproso y marròn en los nudos.
En las alcantarillas y el lenguaje que se cita en
el crepùsculo con los nubarrones y los
espirales hechos de ferias.

O acaso el espolòn en el grito del sauce.
La orgìa tensada en el acrilico por los leviathanes.
El rumor secreto de un naipe entre lo sobrenatural una
vez arrancada la piel de los dirigibles.

Y en todo ello, sacerdotes y apostoles enumerando
diluvios universales en los puentes, junto a un exodo
apuntando a la escarcha. Lugar donde conservan
sus idolatrìas los peces.

Tal vez los espirales, el viento lleno de maleficios
y sobre todo uno de estos, separandose de si mismo
hasta convertirse en profecìa. Tal vez una gota.
Un salmo congregando rascacielos
en una grieta.

Quizà el jardìn. El hollìn de los talismanes en 
los bocetos. Las piramides de plastilina que cuelgan
todavìa de una ola. El barco encallado en medio
del oceano. El terrestre lampo donde la
veleidad arrastra un astro violeta en los regueros.

O acaso la silaba que despierta una idea.
La inspiraciòn atravesando los paraisos de una morgue.
El crespon del agua entre lo simultaneo, como una
cosmologìa que conducìa a las garrochas.

Quizà el nùmero de los grilletes.
Los bozales de una extraña frecuencia. Este dìa
con su escrùpulo en uno de sus millones
de latidos.

Y cada uno frente a esos latidos. 
Que dada su intensidad no pueden ser separados
de sì mismos.

Y escribir entre la realidad como fueron.











lunes, 22 de agosto de 2016

Desde una Rada





Es un mes extraño.
No voy a encontrarme con los nombres
como los que son escritos hubieran deseado.
-eso entre la brisa es casi inasible-
Es un mes con puertas y lustros
sin oasis. Un extraño lago en
el valle de un arnes
sin edades. El dialogo de un escarabajo
en la lluvia.

Es un mes lleno de ideas y diamantes negros.
De llaves con mitos de prolipopileno.
De angustias al lado de un cuaderno donde se
descarta un nudo o una astrologìa. Un
beso de sangre por la tarde.
Una luz de plastilina.

Lenguajes de parpados suben por los tallos.
Lenguajes a travès de un alfabeto donde los idiomas
se alargan forasteros con un nucleo.
Con un tallo de arena que recibe el agua desde el
interior de una campana.

Es un mes lleno de dìas paradòjicos.
-en uno de ellos hay un periodico de hollìn-
Un mes donde las aves son identidades o cascaras.
Menciones de salitre.
Patios de yesca.

En uno de sus atardeceres lo aterrador empezò
a disecarse. En otro se formaron nebulosas
como parte de una cresta que
arrastraba orgìas. Despuès
llegaron los sedimentos de polen; allì
un velamen disputaba a los nervios una brujula
y un desencanto, una marea solar, un arco
hecho de truenos.

Los paises llegaron al papel.
Los continentes se hicieron mediterraneos como
una garrocha que es tocada -sòlo un instante- por las
idolatrìas. Las morgues descolgaron azules
una saliva llena de hadas.

Es un mes extraño.

Yo he vivido de manera extraña en èl.

Casi igual a como lo hace la mirada de un hombre
desde una rada.

Cuando intenta posar los ojos de esa mirada
en el horizonte.








Fogata





Hay una fogata.
Es amarilla y roja para que el infierno pueda
reconocerla.
Por lo demàs hay un demonio que tiene
una armònica.

-hecho que a veces es contraproducente-

Tal demonio està hecho de hojarasca.
A veces es purpura.
Lleva un dragòn en la nuca pero es algo 
que a nadie sorprende.
Creo que es lògico pensar que un demonio
es o lleva un dragòn en su nuca.

Es una fogata.
De alguna u otra manera es la inmensidad
cuando se sume en la distancia
y los prolegomenos que existen en la selva.

De alguna manera es la nociòn de que
esta mañana la existencia llega
acompañada de la naturaleza, sòlo que
en las coordenadas de otra orbita
cifrada por veleros y hiedras
sumergiendose en las estalactitas.

Y los demonios?

Sobre todo aquel con una armònica 
semejante a
un hecho casi contraproducente?

Sobre todo aquel como definiciòn 
donde la misma lleva un dragòn en su nuca
para poder reconocerse en la niebla?

-lugar al que de forma celeste se ciñe-

Porquè empezaron a desaparecer de
este texto en la medida que el mismo se
dirigìa a una fogata y las uvas eran
irreconocibles como la idea de
una ballena meticulosa.

Porquè vuelven ahora -no sè- si 
con desesperaciòn o no, pero con la
certeza de que poseen en cada una
de sus palabras, una fogata.

Yo veo la fogata.

Y a veces las palabras, que como panteras
se deslizan invisibles en ella.







La Casa y la Llegada de los Osos





En esta casa no existe un jardìn.
Se dirìa lo contrario por las flores y las hojas 
que caen en una especie de patio. Las flores
y hojas provienen de un parque al otro lado
de la vida. Sì, porque no decirlo de esa manera.
Finalmente un parque es otra vida.
Ademàs el invierno las trae. Lo hace para recordarme
que cada tarde existen citas con las 
lenguas esparcidas en la hierba
o los colores -que preludiados ya por la primavera-
empiezan a cambiar el latido de las ramas.
Tambièn estàn los pàjaros.
Las llaves y los pelìcanos. Los puertos
que se sueñan y los arcoiris que yacen como
asonadas de un mundo que pliegase entre
conmociones, entre
crepùsculos y torreones compuestos por
diferencias y semejanzas, por peciolos 
y descenlaces.

En esta casa no existe un jardìn.
Para llegar a èl hay que atravesar un universo
hecho de profecìas y jades. De obsidiana
y brea al lado de cebras que 
enumeran jabalinas. De jabalies
devorando cortinas.

Aquì sòlo hay tenedores. Olores de
manzanilla por la tarde. La cabeza de un animal
en el pecho de otro. Un cuaderno sobre la
mesa propulsado por extrañas figuras.
En una de ellas un ser recibe una 
circunferencia junto a una medula, en una
primavera que probablemente ha de
vibrar aerostàtica.

Aquì sòlo existen palancas.
Murallas y en sus àngulos la escritura casi
indescifrable de las telarañas.
Digo indescifrable porque en ella observo a 
veces que cuelgan las moscas.
-cosa demostrable, que no deja de ser amarilla
y un poco enigmatica-
Hay tanto en ello de eclipse, que salgo corriendo
de esta casa a buscar los astros,
a recoger los menguantes,
a percibir nuevamente los solsticios con una
estrella en el corazòn hecha de hierba.

En esta casa no existe un jardìn.

Lo digo por que no vaya a ser que algun dìa 
el invierno intente ser polar en ella.

Y tenga que resistir asi la llegada de los 
osos.








sábado, 20 de agosto de 2016

El Sur Amarillo





Los edificios hechos de cabelleras.
El universo en las crines diversificado en el musgo.
La tendencia de una hora con raices de magma
en los travesaños.

El futuro de la niebla entre los felinarios
y la pubertad de los yelmos. El templo solar de
un crucigrama en los cometas.

El horizonte con castillos humanos que repiten
los ecos de las olas cuando rompen en los muelles.
Esa arqueologìa de un mamut con vellocinos
que se sumergen en la arena.
El atardecer polar de un oso en una vereda
donde los objetos circulares terminan de 
redondearse.
El pulso del velero cuando descansa en una 
cresta impulsada por paràbolas.
El vilo de una epifanìa que recoge un ambar 
primitivo llegado de los astros mientras organiza
el lenguaje una orbita, un sonido que alcanza 
a los sotanos, con una historia de aluminio
y las entrañas del alabastro ahora
-en esta gris mañana- que muestra la
prisiòn del màstil en la aurora.

La brisa, acordonada siempre por un sòlo corazòn.
El tropel en ella de los parques donde se imitan
lustros de pendientes.
De un sur amarillo.

El cuello del abanico demostrandolo todo.
El talisman donde los sacrificios tomaban su avispa
hecha de crateres. El huerto de un gato en
los hombros de una libèlula
mientras entonan los objetos un invierno
de plasmas zumbando como una alegorìa.

O era tan solo una nave encallada en un pueblo
con asteriscos de granizo?

O era ese imperio donde la luna es de salitre?

Y tal vez un lago donde avistabanse sòlo las
copas de los cipreses.

Los edificios tambièn hechos de espirales.
De estrellas que eligen las alambradas para 
incrustarse y desechar horizontes como la 
iluminaciòn
y el vibrar desesperado de las
inspiraciones.

Mientras el universo entero parece incrustarse 
en esas mismas alambradas. 




Consistencia de Humo






Bajo el puente un dìa dorado.
Lleno de efigies como las que preñan
un lapiz. Bajo la andanada de un lago que
reviste su interior de peces y la escritura de un rehen
tomando la soledad de una manzana
en el vèrtigo.

En una consistencia de humo, hundiendose
entre artropodos. En el canto del mamìfero en la arena
mientras las hojarascas desnudan los tambores.

Bajo la brisa de esa consistencia de humo y 
los manantiales donde las peninsulas se irisan una 
vez màs destruyendolo todo.

En los conjuntos, en las llamas de una mujer de fuego
durmiendo entre las venas de los cisnes y los pavimentos
reclutados por una ciudad en epocas de grandes
sistemas antediluvianos.

Cuando los talismanes dejan en el secreto de la hierba
el desarrollo de sus amuletos y los girasoles
apuntan a los funiculares con sus
grevas secas.

Cuando al final de los adioses algun sol de hiedra
penetra la apariencia de un reloj en las uñas, suspendido
en la luz por un antilope.

En la cacerìa de la ley.
En los tropicos con anuncios terrestres sobre la posibilidad
de ninguna hegemonia sobre la tierra.

En los puestos azules de las melenas
con millones de hormigas.

En los centuriones con su dìa domingo en el escarlata
de una sien escoltada por ramilletes de agujas.
En los ajuares y trigos de algunas de sus entrañas.

En ese enigma prehistorico que te une cada tarde
a una ventana para poder seguir mirando
un horizonte. El aposento de un tejido.
El jardìn de una membrana.

Cuando las avionetas son racimos de una aventura
en un telescopio cientìfico.

Entre los pàjaros que la modernidad deja colgados
de una brisa empuñada por mitones y caballos.

En las cenizas, en las infinitas humaredas que
dejan los perros en la hierba.

En las mismas cenizas de esas humaredas donde
se topa con la nieve el oxigeno.

En el extraño drama del atomo por rozar
la existencia.

Bajo el invierno de un puente, un dìa dorado,
esparcido en la creaciòn por eclipses
y antinomias.













jueves, 18 de agosto de 2016

Hecho de Sueño





La luz entrarà a travès de la ventana al dormitorio.
Los que habitan en ese dormitorio sentiràn que 
es un preludio.
Las avispas volveràn a este dìa de para encontrar su
oràculo.

Los travesaños se extinguiran en un velo de iguanas.
Las circunvalaciones recrearàn la vida de un objeto
con prolegòmenos o la vida de ese objeto es una lucidez
perpetrando manifestaciones azules. Como las
que poseen en sus lomos los topos.

Yo verè un jabalì ingresando por la puerta hacia
una alameda de rieles, donde existe un sacrificio.

Serà un jabalì que repite los escalofrìos de un hoja
antes de que en ella duerma una linea.

Alguien en las esquinas de la hierba preguntarà por
esa linea.

Quizà seràn los mitones. Los animales del tallo
y las expediciones a las nervaduras.

La luz entrarà`por la ventana con un juicio en la
memoria lleno de ferrocarriles.

Alguna parte de esa casa se estremecerà
con un sentido de alambre. Un porte de tela
saldrà al encuentro de esa luz pues en
el fondo parece una primavera donde los àrboles
se citan con los hallazgos.

Esos hallazgos recogeràn la niebla.
Los manantiales donde vibra un juguete.
El manuscrito en la frente evolucionarà a 
una palanca.

Volteando la calle habrà un molino, porque
la luz entrarà a travès de la ventana al dormitorio.

Los que manifiestan que es un preludio buscaràn en
ella los eclipses. Se proyectaràn cosas inmediatas en
la sal de un cuaderno.

-cosa que ya no trata de la luz-

La sal de ese cuaderno lo sabe, por eso nos la 
mostraran cuando estemos dormidos.

Y todo està hecho de sueños.



El Nombre de Aire





El nombre de aire.
Antiguo como una palabra rodeada de espejos.
Liberado de una calle con imagenes opuestas a 
un astro. Profeta de ninguna efigie.

Sus eventos son de petroleo.
De dìas de cefiros y polen buscando una liana
en el cemento. En los oscuros manantiales de brea
donde escarba el aliento, donde los respiros
se secan. Donde la noche cae como
un maravilloso espejismo
dotado de sienes.

El nombre es de aire, pero si acaricias su silueta
hay bandadas de pàjaros. Hordas de espadas.
Mamiferos que algun dìa inventaron el halo.
Las puestas del eter.
La percusiòn de un sofisma con gaitas
de aceite.

Linternas de vidrio ahora que recitan los
muelles entre los artefactos, esas paradojas
donde el devenir traslada su continuidad.

Linternas que veràn algun dìa el sonido
de las campanas entre los sudarios
con monederos rosados llenos de arañas.

De epitafios. 
De estelas por donde el viento escribe en sus
latigos.
De aluminios tallados por una cinta de cobre.
Por una luz que asila pedazos de bronce
en un himno muy cercano
con raices de lluvia
y sangre.

De aire.
Por èl han caminado los proceres y las ovejas.
En sus lagunas los sacerdotes han sido alimentados
por helices.
Por alguna monotonìa hecha de arena
y desprecio.

Por alguna hoja que describe un tambor por la
tarde ebria de helio.

De puntos en los eslabones semejantes a un
pendiente que cruza los bosques.

El nombre es de aire.

Buscando perpetuamente el corazòn de 
las brùjulas.










miércoles, 17 de agosto de 2016

Lo Que no Habitamos






Uno de los relojes ha muerto
en el puerto.
Su historia es narrada por una
brujula de zinc
en la playa.
En esa playa se encuentran 
tambièn una
y otra palabra.
Los candelabros y mensajes
de espuma creciendo
en una boina.
Los muelles y equilibrios.
La soledad y las murallas 
donde sobreviven las
equidistancias.

Uno de los relojes ha muerto
en una playa llena de 
centigrados.
Llena de inverosimiles
campanas y plasticos
heridos por un lampo.
En una de esas heridas
se halla un instante.
Un momento de carne
cuyo metabolismo
posee raices marrones.
Era un instante con 
revelaciones iguales
a las que encuentra
el sonido en 
un timpano.

Un reloj tendido sobre la
arena; no sòlo parece
el lenguaje con un sueño.
No sòlo la aquiescencia
de un escalofrìo con
un puente
ignorado por lo sutil
desde paradojas y
antepasados.
Totalmente un 
gramòfono.

Yo observo. Lo veo
retorcerse ya que
uno de los muertos 
no basta. Incluso veo
su corazòn abrirse 
paso a travès del pecho
en busca de 
orientaciones ludicas
y sagradas.

Orientaciones llenas
de pàjaros azules
que cuelgan de la tierra.

Obviamente no de la
que habitamos.





Esa Voz de Ozono





A veces estàn las sombras.
A veces se encuentran allì los pensamientos
con las agujas.
Y a veces las metaforas.
Los pliegues en ellas parecidos a esa distancia
que separa una ola de otra en la superficie del oceano.

A veces esas sombras llenas de ciudadelas.
De muercielagos en las grutas de esas ciudadelas donde
se aguarda lo terrible. Lo terrible y la edificaciòn 
de las pieles por los esquimales en
un universo de aceite.

Y por la tarde los nùmeros y los carbones.
Los nùmeros y sus eslabones colmados de esquirlas
para que algo en lo remoto emerja.
Creo que a veces puede vislumbrarse. Creo que a veces
alguien logra tocarlo y eso es todo.
Nunca se habita en ello.

No es la estètica con sus planos azules de lo que hablo.
No.
Al hablar de estetica se empieza a desvanecer el mundo.
Eso -entre otras cosas- hace la estètica.
Desvanece toda realidad para desde un distante confìn
volver a crearlas.
Pero esos son otros fenòmenos.
Otros manifiestos de curas y sacerdotes.
De bacìlicas.

A veces se encuentran las sombras ya que uno escribe
a los relojes. Las clepsidras y los hechizos.
Los maleficios al borde de una lengua.

Mira, el tiempo de la hipnosis posa un lustro en los
hombres tendidos sobre la hierba; cada uno lleva
en sus sienes una moneda amarilla.

Y al frente un lago.

Una cortina de gaviotas y un cobertizo de piedra
por donde enjuaga el salitre una voz de ozono.

Al frente un manantial con sus rascacielos
buscando por la noche una avenida, un velero
de obsidiana internandose en otros fasciculos.

A veces estàn las sombras. Mi casa empirica
que jamàs serà mi casa.

Pero tambièn los maleficios cubiertos de purpuras 
y demonios, conquistando nada màs que una
uva entre las playas.

Que un ciclo de subsidios en las membranas.

Que una desolada luna velada por el màs extraño
gris de los inviernos en cada uno de los
peciolos.





martes, 16 de agosto de 2016

Contenidos Abstractos






Hasta allì llega un pàjaro.
Posee la edad de un dios en una colonia
porque se arrastra mediterraneo
entre las azoteas.
Se aloja en el plastico y los peciolos 
suspendidos en las castas y el sonido de
los goznes.
Elabora pegamentos en un nido.
Transporta pesadamente 
vilos.

En un patio de hojas.
En un jardìn con un suburbio en ellas.
Y la llegada de la voluntad a un traje de sol con
una lista de esquimales,
de manifiestos
en un proverbio liquido en sus megàfonos
justo cuando el horizonte es inspirado
por la tarde en eras de sauces
y polinomios.

Hasta allì la vida de sus margenes atados 
a una mejilla. 
A una pared de brea en los tallos.
A una pared de brea creciendo de noche 
entre las nervaduras, mientras los astros
dirigen su mirada a la naturaleza
de un himno apostado en una amapola.
En la frecuencia de un tulipan
sumergido en los osos.

Hasta allì llega un ave.
Debe estrellarse contra los moluscos para
ver en què colores se formaban los
carbones.
Debe recoger el sueño clasico de sus
supersticiones donde las
performances de eter volvìan
esotericas a una edad del
archipielago
impregnado de trinos y animales.

De linternas y selvas, durmiendo
en la espuma. Entre abstractos contenidos
de corcho.

Debajo de la noche.





Aquello Entre las Figuras






Para quien quisiera formar un relàmpago, hay un reloj.
Para la nube llena de plusvalìas o el hambre de dios
diseñada por una oscura edad de colonias
y manantiales, donde los respiros màs euclidianos de
la tarde se humedecen. Para esa hambre
esparcida de alguna manera en las orbitas por
aquello que llega del verbo. 

Para quien forma una nutria en los espejos.
O elabora planetas en la realidad de un pez que cae
con una gota de frìo.
Entre los colores de las sudestadas, del arpegio en
un rostro de alambre donde los griales
sumergense en la noche hasta convertir en lenguaje alguno
de sus eufemismos.

En ese muerto procolabico.
En ese sol de placenta. Bajo un nicho de arroz
o esteriles caricias de polen.

En los acertijos junto a las provisiones de una
espina donde las ciudades advierten
los primeros ritos de las heridas
y las voces de los tiburones comprendidas en un
nudo. En las heridas de esos ritos que
aùn organizan el verbo.

En los hallazgos de una astrologìa que a medida
que atraviesa la realidad convierte en metafisicas
todas sus apariencias.

En los hallazgos sobre la soledad de una experiencia
disuelta en las telas como si perteneciera
a las arañas
cuando extrañamente sòlo es un protagonismo
de las piedras cuando se secan
y los funerales mientras elaboran sus gritos.

En las palabras de un mudo cuando atraviesa
una piedra y sostiene el silencio de esas palabras
con una extraña magia que parece caer de una
flota de barcos, quizà iridiscentes.

Para quien piensa en el lirismo como una
boina
y alcanza el desierto de un carbòn con 
esa narraciòn amarilla escoltadas por sistemas
y escolleras construidas por el corazòn
de una grieta.

Para quien piensa en ese lirismo, una palabra.
Un adjetivo acompañado de ruinas.
Una citara rota y ademàs un anden donde agonizan
los plasticos con una humareda negra
en la boca.

Y en todo aquello que no tiene un nombre.

Y entre oscuros misterios camina entre las figuras
sin buscarse jamàs entre los neologismos.







Las Cosas








En esta casa las cosas.
Cosas en las sienes y las expediciones.
Cosas donde se puede imitar un bozal.
Cosas iguales a los arreboles y los trèboles.
Semejantes a las andanadas y a veces a los hipopotamos.

-a veces sòlo cèlulas de monarquìas, generalmente
universos de mandibulas-

Irremediablemente llenas de sortijas
como un piano duradero
incrustado en una media.

En esta casa de pavimentos comunes.
De un sol entre lo simultaneo.
De una sentencia en la iluminaciòn de un
acuario, por el cual se llega a una elixir
acompañado de relampagos.

Cosas que desde en sacrificios de viento traen una 
raìz, con imagenes de gotas y maquinas donde
viviò una astrofisica, un horoscopo
como un sudario, allì la tradiciòn empujò a los
plasticos una
bandada de granizo.

Manifestaciones iguales a un atardecer en los rincones.
Pronunciaciones que buscan el vilo desde un
plano de rumiantes, girando entre
veletas que oprimen
cuchillos prehistòricos, iguales a las membranas de un 
pelìcano.

Yo las veo en los relieves del lirio colmadas por 
colores donde empiezan las grietas. Las veo 
en las coherencias de los pàjaros que anudan el
trigo a la niebla, junto con un emperdible.

Las veo en la marejada en la cual brotan las venas,
en el juicio de un desierto, entre inmensas
respiraciones que cortan
los menguantes en sus dunas
o el ritmo de la niebla en los talismanes de un 
àrbol.

En las arqueologìas del purpura con una selva.
En los opuestos del cisne cientìfico ante
la llegada de una nuca, 
de un oceano de opuestos donde la espuma describe
un lirismo con plastilinas y
diluvios en las encìas.

En esta casa donde la saliva tiene una mañana.
Donde lo ortodoxo tiene vortices de sal.
Donde los reflejos caminan a diario con una reliquia
de bronce en sus ojos y los presentimienos
despiertan entre aluminios
que toman el
eco de urbanas linternas en los faroles.


Intentando buscar el desierto entre cascaras 
de plata.









lunes, 15 de agosto de 2016

Las Cerraduras de Hielo






Escribe el rìo en una pared. Las palabras
develan en sus siluetas alguna luz.

Asi el destello vuelve al fruto del brillo. Eso lo saben
las melenas de los unicornios. 

Y tal vez no interese que eso lo sepan sòlo esas
melenas. 

Ni interese que lo sepan los acertijos que 
desprenden instantes
del rostro de sus adivinos y que alguno que otro ser
bajo la niebla de este invierno vea en ello
nada màs que la magia. Tambièn estàn los pulmones.
La superficie de la porcelana.
Esas brisas de salitre alrededor de todo juguete
y un diminuto diablo. 

Son oraciones extrañas. Son oraciones que 
seguramente cayeron alguna mañana de las urnas.
Posiblemente de los triàngulos, de las medidas
y los periscopios, de lo equinoccial, del
dìa domingo con sus planes de cera
en una rada,
junto a orificios en ese muelle de madera
que dejaban ver la cresta de una
ola.

Oraciones con lenguas de cometas.
Con el peso de unos ojos que aùn desnudan los 
tejidos del crepùsculo hasta convertirlos en particulas.

Son gravedades que intuyen entre los misterios
de una apariencia o los pabellones donde la
realidad lanza un grito amarillo
y silencioso
como un rapto o un epitafio lleno de orgìas.

Son oraciones llenas de inconvenientes
donde las monedas se secan.

Pasos para la ontologìa de una libertad que
busca la marea en los cabellos. Extraños pasadizos
donde los pergaminos hunden un opalo y los sedimentos
alcanzan el color de una manzana entre amuletos
de ajos.

Frecuencias de un piano entre los acantilados.
Simultaneas manchas de acido y escrituras de barcos
con sonidos azules. Cuadrigueros al sur de un astro
donde los nudos graban por la tarde 
el eco de un timpano en las
manos de los astronautas.

Esos astronautas que duermen y se agitan.
Que vibran o se encuentran con una celula del
insomnio en cada paradero.
Esos que limitan en teorìa con el verbo y las
llegadas al fuego de los plasticos.

Seguidos de aguilas minerales y enigmaticas
cerraduras de hielo.











sábado, 13 de agosto de 2016

Los Espejos de las Venas





Hay un crepùsculo en el cielo formado por manantiales
de arrobos.
Estelas de olivos con presencias de manadas entre
regiones de lucidez que llegan de las nubes
con cientos de dagas.
El hilo del papagayo cuando junta moscas.
El hilo equinoccial en un aniversario de astas.
El velo del gitano entre la irracionalidad de una gasa.
Los nombres dormidos en los paraguas de barro.
Un curso de pièlagos atados a sobrevivientes de eter.
Existen lexicos debajo del cipres que inundan una 
memoria.
Hay aletas con nombres de teas entre los helicopteros.
Antorchas con que el destino elige una silueta varada
entre linternas de extraños decimales.
Hay formas de arena en un rìo que no llegaràn al
oceano.
Pròlogos como la inmensidad en un paraje con elixires.
El combustible del eter en una edad de kerosene
para los velamenes.
Hay cadenas a travès de los calendarios llevando
conocimientos de avispas.
Vientos con simulacros y diluvios en un zoologico
que fue construdo en las corolas.
Existen maniobras con inteligencia de mariposa
y buho en los megàfonos.
Murcielagos con millones de predicados que despiertan
durante los menguantes.
Cabelleras de eslabones emplumados en un tigre negro.
Universos en un felinario fermentandose en la era
de los vortices y espirales.
Sacrificios de sentinas extendiendose a lo largo de
una piràmide.
Hay historias de tambores con amuletos en los 
alabastros, donde crean chimeneas los horizontes.
Hay un crepùsculo lleno de termitas antediluvianas.
Oraciones de un forajido que hunde con sus manos la
nieve.
Existen plasmas con lapices que inundan una horda.
Un diseño automotriz de las plagas cuando estàn
compuestas de langostas.
Espìritus al final del lago donde respiran llenas de
arsenico las estridencias.
Fijamos cisnes duraderos en una cronica que 
pliega duraznos de cenizas.
Hay ceremonias al final de los sistemas con
iniciales de falanges en las grevas.
Nombres depuestos por los gitanos que muerden
las azucenas.
Paraguas con animales y puertos de lluvias
para el conocimiento.

Ensenadas para los tejidos desprendiendose
de las entrañas, al reconocer sus venas invisibles 
espejos.








Inmersiòn de Zinc





Me detengo en esta primavera con su etapa
metafìsica. Con su rol de araña en las cavernas.
Con su fuselaje de vida labial en una zona de
vidrio.

Hablo con ella desde bosques de enjambres
donde a diario se encienden inmersiones de zinc.

Escribo en las manchas de lo solar con una vena
que en estos instantes busca celulas en el pavimento.

Hurgo en las expresiones de un alma estilizada
en artesanìas de molinos y desgraciadas helices.

Escribo por primera vez de una lata y de un paseo

que es rumiante como los que existen en las enciclopedias
o lo pristino.

Pero, porquè lo pristino?

Porquè lo pristino y no los baldes que la lluvia
del amanecer ha convertido en una especie de ritual
en los filos de los precipicios.

En esta primavera llena de salvas me detengo.
Informado siempre de la pesca y los frigorificos que
se han endurecido en los cabellos, mostrando nada
màs que la naturaleza aplastada por los
siglos.

Porquè lo pristino?

Porquè sus mensajes donde los cocodrilos devoran
las proas de los candelabros y los astronautas naufragan
en colores de quiromancias como las que saltan a cada
segundo en el pecho.

Pero es el corazòn la màs exacta quiromancia?

Es el corazòn el cefiro que conquista santabarbaras y
nociones epistolares semejantes a los atentados, al prismatico
de gasa elaborado por la constituciòn en un alma
de prolipopileno.

Y porquè no el albedrio de los tallos?

Porquè no el sueño de un fantasma entre la identidad
de sus galgos?

Porquè no  la arboleda donde el mamut persigue con
frecuencia a los girasoles cuando estamos dormidos para
poder convertirse en un sueño.

Y asi poder continuar como un sueño en el espìritu de los 
hombres por la noche.









El Sonido Fìsico





Comprendo de alguna manera el casco
sobre la hipotenusa. El forma del oceano sobre
el agua. La llegada al sol con una lengua de
fuego. 

Lo comprendo hasta la llegada a un rìo lleno
de solitarias cadencias con un parpado. Un parpado
que algùn tiempo era mas cercano a la lluvia ya
que ella significaba una escena de 
la naturaleza.
Un simulacro del hierro en las aspas.
Una continuidad llena de mercurio en una elipse.

Y en esa comprensiòn que toca un arpa.
En esa comprensiòn que se acerca al violìn con
una tarea de heliotropos, vuelvo a ver al
jaguar absorvierndo el nectar de un 
otoño lleno de nucleos y
patriarcas.

Un otoño lleno de nucleos y patriarcas formando
estandartes y artropodos. 

Un otoño clasificando mamiferos en los huertos
de una iridiscencia, donde habìan puntos
de psicodelias y extrañas embajadas 
de goma.

Otoño colmado de àngulos para que los liquenes
puedan leer en los periodicos.

Otoño de armatostes como el polen en la 
direcciòn de las estalactitas.

Comprendo de alguna manera el casco sobre
la hipotenusa, el tejado sobre el gozne, el color de
una rima entre los semidioses, hundiendo sus
lianas en las flores de los circulos.

Comprendo ese sonido de una gaita vociferando
en puestos de azulejos, ensimismados ante
cualquier extraña individualidad 
formada por la naturaleza
llena de yelmos y
acorazados al servicio del plactòn y la fotosintesis.

Comprendo todas sus transfiguraciones.

Sobre todo aquellas con violines apostados en las
escamas.

Sobre todo las que llevaban el presentimiento
alojado en un rìo.

Puedo ver el sonido de los manantiales igual que
algo fisico en las trasciendas del espacio.

El rigor de las mismas junto a envergaduras
de helio.

De aceite cruzando las praderas.

De universo que se elevan en èl lleno de topicos.

De tornasoles que arriban a una bicicleta.

A un madero polar y escarlata.

Donde las raices de los àrboles no dejan cada
amanecer de disecarse.









Almenas





Una palabra. Un castillo muy cerca
de ella ebria de iguanas. Un equilibrio de cerezas
llevando el color de la sangre. El vomito azul.
El espìritu de una nausea sobre los edificios.
La linea amarilla del oceano junto a un 
repelente. El sueño de los ofidios 
justo en el lugar donde el àrbol
es marino y besa
las hojas.

Una sìlaba porque no todas llevan una silueta
y una frecuencia. No todas arrastran
el espìritu del anden y el caballo. El eclipse
de una sortija en un diàlogo y bajo las palabras
que caen, una goleta, un galeòn hecho
de puas para alcanzar el
significado.

Un lenguaje desde las cortinas de un rìo,
militante de arquitecturas y sinagogas con fases
de escarchas, sucediendose una tras otra hasta
encontrar los margenes del tiempo, del 
espacio constituido en una reja, muy cerca
de monologo abrigado por un mar
de enciclicas y ludicos 
arzobispados.

Un pergamino y en su sombra los coloquios,
los mensajes del agua en la arena, la sombra pura
de un adolescente en el corcho y los semblantes
con que el granizo formaba la nieve, el horizonte
llano para las alegorìas, una distancia
que sea una paradoja.

Y en aquellas palabras el universo
vestido de atardecer, de rostro elaborando
una mitografìa de peces, de leyenda donde los
jardines unen tactos de idilios, dispersos carbones
en los que imanes y existencias son lunares
como exordios y oceanos en la piel
de un cometa.

En las constelaciones que arrastran en sus astros
nada màs que rudimentarias voces de higo.

Frutos elementales entre cuellos de salitre
oprimidos por milenios de ballenas.

Por siglos de alquitran.

Descendiendo desde las auroras de todas las
almenas.






viernes, 12 de agosto de 2016

Las Cascaras de Leche






Reconocen lo moderno.
La sal en la botella de plastico.
El uso de las tautologìas para llegar a un hipopotamo.
El racimo ontològico en el vientre de una
libèlula. Atraviesan la mañana buscando
reproducir el lenguaje a lo lejos
de los timpanos y
profecìas.

Hasta donde sè recogen el aura y sobre
las peninsulas inventan coreografìas de eter
para las constelaciones. Son mamiferos
y autropopulsados. Absorven los
alquileres de aceite en los heliotropos.
Consumen inviernos y autobiografìas.

Tienen una habitaciòn que conduce a
una utopìa. Un tren de humaredas
en las que resalta aquella que respira un
misterioso nihilismo tejido de noche
en sueños por arañas. 

Poseen un desencanto en cada materia.
Desnudan la luz. El caos de la 
miseria en un anda llena de antepasados
y amatistas, como los que anidan en las
naranjas y cascaras de la leche.

Hilan distancias porque una parte del
espìritu en las mismas devora atardeceres y
espolones.

Describen las boinas si estàn situadas
junto a un maleficio.

No son hermèticos, creo que la trascendencia
de un hermetismo siempre empieza agolpada
de tatuajes y lunares. Lo ùltimo despuès de
una llegada al brillo es supersticioso.

Alaban la quiromancia en casos de 
salivas y acidos en los bozales.

Reconocen la modernidad siempre 
y cuando lo moderno sea una superficie
con relieves de hormigas.

Ven en la naturaleza lo postrero,
la intensidad y el saludo de una mantis
colgando sus ciclos entre los
arreboles. 

Se encuentran a diario con lo sagrado
entre oràculos de silvestres estelas
donde se conjugan vuelos de pàjaros.

Son purpuras. Violetas como la incursiòn
de un latigo en una selva.

Mustios, mustios y grises en las horas
de colocar las sienes entre las mandarinas.

Recogen manantiales de las estaciones.
Incrustan agujas en los parpados.
Se alimentan del vapor que no logra alejarse
en el humo de las chimeneas. Acarician 
las bolicheras del lago.

Sòlo en hemisferios de eclipses se ahogan.

En misteriosas cascaras de leche donde
algunas de sus reencarnaciones
se esparcen.









jueves, 11 de agosto de 2016

Verbo





En mi casa puedo ver respuestas antiguas.
Responden al pulso con una avalancha que es 
de nieve.
Suelen ser un acertijo aprisionado por
el hierro en la atmosfera de las paredes.Los cielos
parecen colisionar entre si mismos
como vidrios cuando ello
sucede.

En ella se ubican faroles y buzos.
Inminentes cabellos de plata.
Enciclopedias y siluetas de inasible trigo.
Habitantes o residentes
llegado de una luna nativa, aborigen 
como un platano en las lenguas del fuego.

En su interior se agita el verbo con
una medida. Hay una hoguera que piensa en ese
verbo llevando màs de una corola; hermafrodito
como un techo. Lleno de manadas en
una de sus poses prehistoricas.

La casa es antigua.
Mamifera y coloquias en los venenos.
Responde a los santuarios con una bocina.
Determina un punto de niebla en los epicentros.
Salta al cuello y la escaramuza
ungida por el pelo desde un diagrama,
desde una rendija
junto a zumbidos y copulas
que alguna noche sembraron una palabra
en la lluvia.

Debo decir tambièn que es ambar.
Lleva la historia del papel y el salitre.
Recorre universos de zocalos.
Anhela las partes del iridio donde el zumbido
pertenece a la lògica de los minerales.
Situa un cuerpo en los astros mientras son
develados los amaneceres.

Tiene hidraulicas semejantes a estaciones
de cine o algunos hologramas
que tocan la llegada de la lluvia.

La casa es un verbo.
Basicamente un verbo boreal constituido
por agujas.

Estampandose en las siluetas de un lenguaje.

De un idioma donde se alejan de su
destino las palabras.





El Poema





El poema se fue acercando a una de las
ramas. Fue un antìlope quien trajo esa noticia.
Luego el antìlope volò a una encrucijada.

El poema tenìa tallos y pètalos.
Llevaba sonidos y algo semejante a una garrocha
en su pelo, en sus cabelleras que por una misteriosa
razòn confundìan sus algas con heridas.

Era irracioonal cuando se acercaba de noche a la
luna. Irracional como los astros que dividen en la seda
una astromelia y llevan alambradas de plastilina
en uno de sus escarabajos para ello.

Irracional y lucido despuès de todos los desencantos.
De los exorcismos y lo exotico, acantonados en las grevas
de un planeta, desde el cual emerge la oraciòn y el preludio.

El poema llegò a una rama. En la misma los alfabetos
eran de madera.

Yo pensè en una llegada a una casa ensanchandose
en un caso cientifico de espuma.

Yo creì en una sentencia donde lo primitivo
escarbaba en un fulgor urbano.

Luego de ello observè un adjetivo. Luego de ello imaginè
una entrada a la ilusiòn, por la cual se llega a
la fantasìa, desnudo.

El poema se fue acercando. Pero no era lo ùnico.
Detràs de èl habìa una boca y en el interior de ella una
peninsula de aceite.

Donde la gravedad era inundada por lo relativo.









miércoles, 10 de agosto de 2016

Poema






Vivir de manera amarilla. Suspendido por la hojarasca
de cualquier nombre en la tierra, que al igual como las
hojas se quema en el verano. Visionar un puerto en una
cocina. Alimentarse de pètalos y estrabismos segùn las
academias. Horadar algo elemental que sea como la
lluvia. No ser templado por las escencias, pero virar a
las reencarnaciones en un lecho siempre de espinas.

Escribir en el atardecer de un higo, donde los ciclos 
de las bolicheras llegan arrastrados por las melenas
de una corola. Vivir de manera como lo hace un borde,
un pliegue sobreviviente de las hordas, un jiròn donde
las cascaras se unen llenas de cuellos a los sotanos,
llenas de oboes y preludios entre los sacerdotes que
juntan la materia.

Escribir, ojear un hilo. Representar a la hierba y las
hogueras, donde los silencios multiplican edades de
poliedros y algo desde lo semejante inunda el eco
de una caligrafìa, donde lo sobrenatural empuja los
himnos en el interior de las burbujas.

Vivir de manera amarilla, no exactamente como el sol
ni el hemisferio de los tornasoles, no exactamente como
la razòn en una brisa, donde oprime el silencio la màs
postrera uva. No desde los camellos que devoran una
luna y esas cosmogonìas que allegan bozales a las 
miradas de sus ceremonias.

De manera amarilla. Como una extraña historia de 
dragaminas. De buques con recipientes y dagas, donde
la noche recrea la existencia de una nervadura, de 
una criatura hecha de prismas, durmiendo en los fulgores
de un preludio, exactamente cuando muta entre las
lagunas de los presagios.











Los Iris de los Osos





A esta hora el oceano tiene el color de la niebla.
Lo remoto luce el matìz del pavimento.
Son otras las palabras en las hojas.
Otros los peces que se deslizan en las corrientes
de un rìo. Otras las mariposas que se incrustan en los 
espejos.

Pienso en el àrbol que conducìa una hoja en sus ramas; està
desnudo este otoño. Muy cerca hay un farol y habla
de entrañas. La idea que poseo de una vena 
es màs abstracta en este instante en que me acerco a tal
àrbol; colmado en su tronco
de bronces y 
faroles.

Miro el paso del deseo en las alas de un ave.

Medito en el peciolo de una
alambrada, donde espinas de hierro destilan un reflejo,
un exorcismo por el atardecer de vagones.
un tallo de arroz junto a una locomotora, un hilo
casi terrestre y a la vez boreal en el brazalete
de un parpado que sigue a las jaurìas. Vuelvo a ese 
paisaje donde el mar parece hecho de niebla 
y ello trae imagenes de cera, imagenes que se
doran entre himnos de aceite
y escamas, posiblemente 
siguiendo los cursos de la nieve. 

Pero yo creo en ese oceano que tiene el color de la 
niebla y la nieve.

Es una nieve por el cual un pigmento lleva la apariencia 
de un horizonte de dragones.

Una nieve donde los sortilegios apuntan por la tarde
a lo profano.

A la grieta que hay en los iris de los osos.

Y que los cefiros muestran cuando en la transparencia
de un dìa, es alcanzado por el sueño.






sábado, 6 de agosto de 2016

Regatas de Escamas






El peine toca la andanada.
Lo sutil lo hace en una estampida de hierro.
Las fiebres cazan de alguna manera las palabras
que caen de los higos y las liebres
recogen pergaminos.

Nombres de alquimia se tensan porque no son 
los que me pertenecen. Nombres de alquimias donde
algo alienta una mañana entre la realidad.
Algùn sujeto dentro de mì en todo este
mundo asolado de ambar.

Silabas de escolleras que duermen como en sueños
vuelven a ser degolladas por el alba,
siluetas en este invierno de cuchillos emergen
desde la luz de esa alba,
con temporadas de vidrio donde las cartas
recorren cenizas y en 
cada màscara de aluminio una distancia
de carbòn
es propia como alguna reminiscencia.

Yo tengo una, junto al lago doblada en el 
horizonte por los escarpines. Luego hay otra con
regatas de limòn junto a un traje
de escamas.

Pienso en los cometas de repente.
En la fila de al lado con hogueras. En los animales
que desprenden reflejos desde contenidos de
helices.

Pienso en las bengalas donde los tallos
ensartan una pantera a una aguja. En el galope del
crotalo. En los manuscritos de cera navegando
en oceanos de aceite.

Un tramo de azucar se suspende en una ventana.
No estoy seguro pero me parece un evangelio de polen
digerido por un asta. Tal vez la herradura de un
oso de nieve, desvaneciendose entre los
violines. 

Mientras tanto yo deberìa caminar hacia una epifanìa, 
pero no.

Lo hago hacia un higo de donde caen las palabras.






viernes, 5 de agosto de 2016

En Medio de la Estela




En medio de la estela un poema.
Tambièn el verbo moviendose buscando moverse
entre las olas. El mundo tan superlativo
subiendo a las praderas
con un gigante de musgo y hierba en una de 
sus ojeras. 

En esa estela dominada por las boyas y las
cotas con recipientes que rotan por las expresiones
de un sueño hecho de branquias, supurando en
la lejanìa de los lagos.

En medio de una estela ya que no pudo ser en el mar.
-el mar era una astrologìa en ese instante-
Un destino de lamparas en los voceos de un escrito
donde los pàjaros esperaban un castillo,
la sal en los papiros,
la huella de una horda esparcièndose entre luminosas
legiones, donde cada hàlito era una 
bovina azulada.

Y en las cadenas las piràmides.
En cada uno de sus eslabones los inviernos donde 
viajaban las estampas del humo. Los nombres de los
pendientes. La llegada al sol con un estandarte
a esa casa por la cual aprendieron los 
bozales a repartir 
solitarios latidos a una manzana
bajo la luz de la luna.

Y en el ala del aguila un evento marròn de espirales.
Un vortice desprendiendose de una larva.
Un manantial de carbones con la lucidez de un demonio.
Un acontecimiento puro como el viaje de una
fecha de granizo a un ancla.

Atmosferas de procesiones de un corazòn con
latido amarillo. Portes de espumas bordeando los espejos
de un navìo a travès de las cascaras. Con proas
y aparejos al lado de los màstiles.

Formando por la noche la imagen de un galeòn en
las cadenas.








miércoles, 3 de agosto de 2016

Lecho de Libelulas






Hace mucho que no camino hacia alguien o hacia algo.
Que no elijo el otro elefante, la otra libertad, el otro mundo.
Hace mucho que no miro en el cielo un alfiler y bajo el mismo,
observo las cosas que se iluminan develadas por gramofonos.
Que no puedo escribir de logias ni de quenas.
Que no encuentro el sentido de las arpas entre la hojarasca
o los tèmpanos que duermen como andenes.
Que mi imposibilidad de decir una palabra se ha hecho mas
diminuta aùn que sus espacios en el
tiempo, cuando las dimensiones entretejen estelas de adioses
y mareas que cuelgan por un instante en sus gotas de 
agua, un prototipo. Una caverna. Una cera de trapo o algodòn
que la lucidez por un instante compara con el salitre.
Hace mucho que no salgo a pasear con mis dequeismos y tropos.
Que los objetos se mueven igual que silogismos en la
construcciòn del lenguaje. -claro està en horas de lògica-
Que no escribo igual a los conceptos cuando deben definir una 
avenida llena de buzos y paracaidas.
Hace mucho -casi a diario- que regreso del agua con una
cascara y los movimientos se encuentran en la orilla, donde sòlo 
el oceano ofrece a todas las formas del aire sus relieves.
Hace mucho que sòlo las venas y sus caos y armonìas tan 
cerca del hilo de una liebre. Hace casi tanto, que puedo 
remontarme al ejemplo diario en que mis supersticiones 
indican el lado elemental de un fractal, la opiniòn a punto de
conmoverse de cualquier energìa. De todo estremecimiento.
Conducidos por dios o las armònicas a lechos los lechos 
donde se separan o unen bandadas de libelulas.






Otras Numismàticas





El hombre caminaba silencioso como una morfologìa.
En uno de sus ojos llevaba una aguja.
En sus mejillas los rieles formaban muelles para los navìos
cifrados en el viento.
La estaciòn del sueño en alguna de las esquinas seguìa
al agua.

Mirè a travès de los cuchillos por si la historia volvìa
a ser un extraño camino lleno de neumaticos,
de columnas magneticas llenas de oxidos y retratos
de escamas, donde alguna mañana la nieve florece
por esos encantamientos que se esconden
en el hielo.

Busquè en mis ojos, empecinado en una mañana,
donde los fluorescentes describìan a medias un preludio,
en el mismo se bañaban las iguanas llevando frutos de 
sepia en sus hombros.

Al lado de esa iguana habìa un manantial.
Un archipielago lleno de veteranos rocìos y de acidos.
Un archipielago dotado de elixires en las ventanas de los
grafitos, girando hacia los estuarios de una extraña
peninsula, herida por las cascaras.

El hombre era elemental como en ocasiones la hierba
que dibuja una naranja y el abecedario donde los semidioses
ya no pueden elegir en los nombre de un tallo.

De un parpadeo.

De todas estas cosas que nuevamente se recorren tejido
al fin de la luna por otras numismàticas.

Unas ebrias de hierro.

Colocados en los artificios por ese arte que vendrìa
a pertenecer al veneno.

Y a todos los zoologicos que caen de sus manos.








martes, 2 de agosto de 2016

Palabra Liberada





Todo camina como un puerto hacia una
casa liberada. Las cosas que comprenden
mejor que las algas los objetos, esas historias con
una superficie amarilla de galpones, donde
una dimensiòn transparente escribe
por capitulos
la infinita edad en los insomnios.

Todo se nutre de esos extraños organismos
con grandes espejismos en sus rostros, con apendices
y ruidos donde existe una manzana, entre
interiores que muerden nada màs que los
antilopes.

Sòlo las lianas.
Los obuses del bosque enterrado en la cera.
Los puertos de hambre sitiados por las orugas en una
conversaciòn de anilina. Todo
busca su reverso en este lecho de musgo donde la
humedad representa las casas vacìas de una boca,
el manantial de las encìas descritas por los higos y los
reportes del sol con una peninsula de eter
sorprendidos por bordes de
predicados en un panal de espuma.

Y entre centros de paises con el helio. En dìas
con la pubertad y el movimiento de la inocencia en una
llama, los dialogos se extienden como racimos inertes
de utopìas en los cuales la quiromancia
deja atràs el hilo de una llama
en un dialogo de minaretes.

Entre nucleos de plasmas que inundan de centinelas
las hogueras de una playa.

Igual que pàjaros que se mimetizan en el horizonte
con las bocas del crepùsculo creando acaso 
el opusculo de una leyenda.

Igual que hordas que llegan del vacìo como celestes
amenazas de una hora que plantea secretamente la llegada
de un diluvio.

Semejante a himnos que se despedazan siguiendo
de noche a una uva.

Todas las cosas se liberan ahora que sueñan
entre nosotros.

Elevando en el viento todo aquello que como palabras
sumergimos en nuestros papeles.






La Mujer Verde





La mujer con su perspectiva de brisa, ahora
que es alcanzada por los troncos.

La mujer semejante a una niña, buscando la
ley en los cometas.

Sus palabras de la infancia llenas de parpados
fabulosos.

Las torres desnudas en sus astros
describiendo a los musgos en sus cìrculos.

La mujer identica a una muchacha durmiendo
en un extraño exilio lleno de fiordos.

Su fruto verde de araña, su techo invisible
por donde los marsupiales llegan a una de sus
hojas.

Que es invertebrada igual al oceano en una
de sus yemas.

Que dispone de auras y pluricelulares
educaciones, pensadas siempre desde los
cerebros y las bicicletas.

La mujer que regresa del martillo con
residuos mecànicos.

Que ha terminado con las descendencias y
camina en los muelles llena de analogìas.

Que recorre los prefacios con una ciencia
casi siempre metropolitana y antigua, reclinandose
en las hordas de todos los colores.

Los instrumentos en ella
llenos de tambores y hojarascas con escenas
de radiotelescopios.

Que escribe en las sotanas de los monjes
la vida de subversivos jabalìes.

Su nombre relativo a los molinos y las instancias
superlativas de un abanico.

La rotaciòn minuciosa de sus epifanìas
entre recipientes de preambulos
con un concepto o algo que puede ser
denominado como un mediodìa.

Las citas de los merodeadores en los
monasterios de su cuello.

La mujer despidiendo a un termino que
fue masacrado por los brazaletes.

El barco anclado en uno de sus senos donde
se proyecta un juguete de anis.

La mujer blanca de color verde sentada en
esta mesa.

Arrasando de una misteriosa manera mis 
ojos.









La Sed de las Antorchas






En una hora donde te preparas para una 
sola palabra y la identidad de la
luz atraviesa un precipicio
cuya mistica rebasa
un plano, una linea esotèrica
ofreciendo el reflejo de un mundo que
vive detràs de los àrboles.

Y frente a esos àrboles la imagen de
un parpado. Del tallo que regresa a naturaleza
desde una semilla en un amanecer 
en la que los pàjaros
toman escoltas del aire, convirtiendolas
en ràfagas.

En una hora te preparas para un universo 
lleno de aceite, en el cual 
los muertos llevan
cucharas y en los relieves del agua los 
escarabajos
encienden sus limites tomando el fuego
desde un manantial de antorchas.

En ese cielo.
En la historia que regresa de las 
reencarnaciones.
En las cubiertas donde los artropofagos
siguen a los girasoles
entre bandadas amarillas de mercurio.

En esa hora donde la mistica rebasa sus
planos, tù escribes.

Bajo la lluvia o la sed de las antorchas.





lunes, 1 de agosto de 2016

Las Cosas Como una Especie de Lechuza






Las cosas como una especie de lechuza.
Las cosas en una forma de hialino helio.
Llegando de un tambor que crece en el ambar.
O en las amalgamas y el sonido de los coros
en las ramas, mientras millones de pelicanos
crean en el hemisferio una curva hecha
de plastico y celulas de olivo. Las cosas.
Ten en cuenta que bajo cada una hay un sol
de carbòn o un estandarte de sangre que poco
o nada dentro de la yesca estremece, una sortija
ademàs de un cuello donde los dirigibles mutan 
y levitan, semejantes a extrañas programaciones 
que casi siempre son de brea. Ten en cuenta el ala.
Ten en cuenta que el final del pasillo es denominado
por un nombre, suspendido en los flancos de la
hierba, donde las amapolas embisten el radio
de las hormigas y el temple de esa intensidad que
a nada ni nadie se orienta. Ten en cuenta el ojo
y su latido un poco mas allà de la niebla
donde los margenes y los limites empiezan,
iguales que flores y gritos en ellas de humaredas.
Ten en cuenta la bolichera con sus rìos de mercurio.
La bicicleta empujada hacia el rigor.
La andanada en los navìos donde empiezan los
cirios y los animales, con plazas objetivas y 
estructuras de hidrògeno que ya antes arrasaron
las playas y los arreboles, con lampos
e incognitas edades que llegan de las selvas,
del reloj conquistado no sòlo por el tiempo,
sino por los inviernos que en cada tejido de la
lluvia empiezan.

Las cosas como especie de lechuzas, cada
una con sus inmensos ojos y sus palpitantes latidos,
cada una con su vuelo primordial y en èl, los ecos
de una generaciòn llegada del sodio y los objetos
que una noche devuelven a la distancia misterio
por misterio. Las cosas con su polen y ese
cabalismo que en el interior de la espuma
sòlo las cenizas del mar preconizan.

Con sus itinerarios de trenes, con sus maquinas a
vapor en una rueda, con sus diàsporas y genocidios
en la silueta de un circulo, cuando la transparencia 
aplaza su llegada de las calles y los terrenos
levantan su cartòn de cera empujado desde el
misterio por solsticios y paginas, por
meridianos y prendas donde incuban animales
en los inviernos sus abecedarios, con devenires
y constelaciones de sepia.

Las cosas como una especie de lechuza.
Con su prado y con el purpura de sus bosques
sumergiendose en el esplendor de un mediodìa
en las lamparas.

Donde despuntan a los edificios, vaticinios de
semillas y arcoiris.