jueves, 14 de abril de 2016
La Experiencia de las Alas
Yo no recuerdo el ancla.
Tampoco el color de los sarmientos una vez caida
la tarde en sus trompos.
Ni la mansedumbre con que el coloquio estrenaba
un mantel de barro en el rigor de una noche.
Mucho menos el agua y sus planetas sonambulos
debajo de los advenimientos, ebrios
de teorìas cientificas y adioses.
Quizà pueda comprobar en la luz un brillo que
posee el genio devorado por el mal,
un huerto de satelites y culebrinas
demostrando al aceite la vida
de una escama.
Contuve escenas.
Recogì el poema del lago en el humo.
Me sentè para hallar la introducciòn a una cabaña
donde vivìan los iglues.
Derrame lògicas que se acercaban quizà
a los archipielagos con una boveda.
Acariciè el tacto de los nihilismos
en una baraja llena de sacerdotes.
Acaso vivì bajo monopolios con amplios
conjuntos de bronce que eran decapitados.
Acaso pude comprobar en los estadios
una nave donde el trigo invadìa los lunares
con una etica procedente de la saliva
y los humeros.
Yo no recuerdo sino aquello que pude demostrarme
en la rejilla de un balcòn donde las aguilas
posaban sus pìcos para ser alimentadas
de uñas.
No hubo grilletes, ellos caminaban en los patios
con lejanìas que tambièn fueron terrestres
y sòlo conquistaron los alcoholes
que traen los ritos sangrientos
de una rada
de una forma de deseo en el pecho
con salones que medramos en favor del papel y
aquello que la ira deja en la sepia cuando
se acerca al oceano y crece esmeralda. Invisible.
Furiosamente transparente.
Yo no evoco.
He transitado por los cables y los aparatos
magneticos de una madera indicando
a los escapularios la hora de
las cebras.
He subido millones de veces a estos mismos pasos
Me he reencarnado en el latido
pensando que eso era todo.
Presione los àrboles del corazòn para que aquellos
que manipulan las industrìas pudieran
ahogarse en sus tejidos
bajo umbrales de seda que
se llenan de mastiles.
Yo no he memorizado el ancla.
Sè que es un errante cohete que indica a los
peces la direcciòn de la idolatrìa en
el barro,
tambièn sè que es un mineral debajo
de las piscinas y los universos de los paraguas
que nunca fueron mascaras
y dormìan amarillos entre las frases de una
cortina, asediada por tigres de polvo.
Yo no sè.
Sòlo me he unì a las heridas para conocer
la experiencia de las alas.
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