viernes, 30 de septiembre de 2016

Llamado Corazòn





Por lo demàs el àrbol.
La ojera de madera en el agua.
El periscopio celeste del hilo instruyendose
entre la transparencia, junto a un buho o
un semirrelieve.

Y el viento, como un lunar pesado que toca
espirales o suma en cada nùmero aquellos que son
la historia de un invierno dedicado a la niebla y los 
objetos.

Y en la silaba una escollera,
un paso de alquimia e hisopo, una tierra 
con la cual se regresa por la noche tocando un
muro de zinc, una historia de brillos semejantes
a los que cantan o separan un gesto, un
animal, una estrella hecha de barro
en las mejillas.

Promontorios de ceniza en los goznes
circunvalaciones de abanicos en el
hule de una academia, disputando manadas de lirios
en los cosos y entr escolleras en las lupas
se enciende un limòn, una armonìa, un legendario amor
teñido de bronce por las humaredas
y el conocimiento de los rìos en 
una anguila rosada.

Galeones de anilina donde se esparcen legiones.
Vientos de diamantes que cruzan la sangre en
una mañana teñida de bocas. Luces como las que
se reencarnan en las sombras para crear la
oscuridad, demonios de platino como 
los que cruzan un lecho en cada pisada, en cada
suspiro. En cada estela de un astro.

Arrastrando en sus espinas, aquello que se llama 
corazòn.





jueves, 29 de septiembre de 2016

El Otro Mundo






Te encuentras en el plastico, a pesar que una nube 
elabora un higo en las constelaciones donde sueñas,
una frecuencia de hisopos y una lucidez que antes del 
anhelo instruye al deseo en los objetos con estacas,
con una diferencia en el sonido de la voz, con
un adjetivo que esparce horizontes. Con una forma
particular de llegar a la noche con un arrebol en las
sienes de manera que en las alas del pàjaro
se lean cofradìas. Amuletos o playas como
aquellas donde las emanaciones
regresan desesperadamente a los cometas.

Estàs allì en el puente, con un idolo y aguien que iza
o serpentea en los troncos fasciculos equinocciales.
Brillante igual que una espuma roja.
Oscilando a los señores del agua que miran el espacio
o retratando cenizas de los cadaveres en las efigies. 
Entre indicios y particulas de espejos conduciendo
a la distancia margenes y
daguerrotipos.

Partes completas de hilo en las cadenas. 
Multiplicaciones de himnos en una caravana
de rieles, al pie de un sedimento rodeado de tejidos.
Blanquecinos arrobos de brea cimbreando.
Sudestadas al pie de un conjunto de cigarras donde
se mecen de alguna manera los estambres.
Citaras que debajo del sol enhebran un aspa, un
desierto lleno de banderas como el oceano
y tambièn de barcos compuestos de piel
deambulando en los ecos de la carne,
de un oficio marròn en los ojos,
de una mañana de hojarasca donde un aura
se enquista en un fleco,
en un gurbiòn,
en un megafono de amatista,
estilizado en los eventos de una alegorìa.

Estàs en cada figura abandonada por las melenas.
En la intensidad del volcan con su arqueologìa de lava.
En esa intensidad llamada a la evocaciòn por las flores.
Entre la mimesis de la encrucijada en la arena donde
queda ensartada la estrella y el tremante.
En la ùnica oscuridad del poniente llena de acertijos.
En los heliotropos entre las piedras inundadas por los
helicopteros. En las lamparas, en el vidrio de
leche de los espejismos, detràs de ti se hallan
los naufragios y los tigres de las escaleras,
los portes de algodòn en el trigo,
las cascaras que dan el nombres de ausencia
a los mitos, a todo aquello sobrenatural 
colocando la imagen de su apariencia en el universo
de las escencias.

Asi la realidad vuelva a separarse de esa escencia.

Y entre barcos de nieve, lo ùnico que quede sea
la contemplaciòn de otros mundos.






martes, 27 de septiembre de 2016

La Construcciòn de un Peciolo






Cuando lleguè a la arena, pensè en las cosas con
las cuales se construye un peciolo. 

Asi, reunì un abanico, un frente de siluetas que recogen los
màstiles encerrados en el aire durante un atardecer,
tambièn el canto de los globulos elevados
por un animismo. En todo ello pensè
cuando lleguè a la arena. Todo 
-teoricamente- servirìa para construir un peciolo.

-no sè si bastaba para ello, nuca pensè si bastarìa-

Yo estaba solo como una tarde tratando de construir 
un peciolo. Eso es una cosa casi indescifrable
hecha entre lo remoto por la idolatrìa.

Pero estaba en la arena tratando de hacerlo.

No habìa arte 
en todo lo que me rodeaba. Debajo de una costilla 
dormìa un pelìcano y debajo de un neumàtico
los grillos iniciaban un exodo. Esto ùltimo
era una transfiguraciòn y segùn los titulares de los
periodicos se trataba de un tiempo en que
los nervios de los objetos eran completados por
las figuras.

Cuando lleguè a la arena, pensè que serìa dificil
construir un peciolo. Por màs cosas que llevara a la
arena -un canto de globulos que se elevan, por ejemplo-
significarìa algo extraordinario lograrlo,
màs aùn si hablase de un lugar que las olas barren la
superficie de la arena a cada momento. 

Còmo edificar un peciolo en un lugar batido a
cada instante por las olas, donde una extraña poesìa
habìa soñado durante siglos, maleficios.

Què extraña poesìa la del oceano y la orilla.
Què maravillosos maleficios.

Què misteriosa la intenciòn donde se intenta constuir
un peciolo en la orilla.

En ese lugar donde las olas baten su propia eternidad.
Sus misteriosos perihelios.

Misteriosos ya por si mismos.

Y por lo tanto ajenos al sueño de alguien que llega
a la arena.

Creyendo absurdamente que en ella se puede 
edificar un peciolo.






lunes, 26 de septiembre de 2016

La Aparición de las Langostas






Alguien ha cubierto la mañana con un oceano de papel.
Alguien escribe de sacrificios mientras el viento 
apaga una hoguera.

Una hoguera desatada por
cosas transparentes desde el tiempo de las alegorías
y la aparición de las langostas.
Desde el tiempo en que sólo hablabamos de incrustaciones
y telepatías en las escolleras.

Después de ello la memoria coloca tijeras en las playas.

Lo hace para llegar a simulacros o actos de
luz descubriendose en los prólogos, en los epílogos,
en las luces que desnudan las ramas de un
árbol lejano, donde las mariposas se encadenan
a un gorjeo, a pesar del infinito.

Son mariposas compuestas de yesca y sueños.
Son constelaciones que inundan la cera por minutos.
Fabricaciones de lamparas en la luz de una linterna.
Son ciudades llenas de protocolos entre el jazmín y el aceite.
Son pensamientos de escoltas que se desprenden del
muerdago luego de atravesar una
raíz, un concepto
del habla por la noche cuando las 
cosas se oprimen contra si mismas
para alcanzar a los peces
y los corpusculos que han cerrado sus circulos
entre los tornasoles.

Alguien cubre la mañana con un oceano.
No es algo que sea ajeno a la vida de una manzana.
No es un enunciado que posea la proposición
de las abejas en el cosmos
y tampoco el atardecer de un tambor que conoce
la espuma y las redadas
con nombres sombríos durmiendo entre las
catapultas; nombres como el amor o la miseria.

Nombres que escriben de la gravedad en el interior
de una particula.

Dirigiendose silenciosamente a las ultimas corolas
de la hierba.








sábado, 24 de septiembre de 2016

Es un Dìa





Es un dìa, que -segùn la intensidad - podrìa llegar
desde un tronco, aislado en el meridiano o la
libelula.

Con aspecto de teatro marginal en sus uñas.

Con datos de entrañas en alguno de sus exodos.

Con figura de galpòn en uno de sus estadios 
virando llenos de emperdibles.

Uno que cava y se estremece. Que llena de espacio
y tiempo las peninsulas. Dorado como
las antologìas de las cupulas en las cadenas.

Es uno de elixires entre los àrboles
donde los reflejos permanecen como frutos que 
encienden debajo de la lluvia, sus gotas.

Es un dìa de reflejos que permanecen.

De bovedas entre los rascacielos donde se 
estructura la plastilina, la unciòn de los vilos, el instante
de los dragaminas con un horizonte 
en su fondo, cubierto de celeste plactòn.

Es uno de esoterica imaginaciòn
en las cebollas.

Deteriorado entre la multitud 
y los ladridos. Incursionando en las ferias donde
se estimula un testimonio
cubierto de fenòmenos iguales a la resina
o las criaturas de linfa.

Lleno de manifestaciones.

Es un dìa que confirma la creaciòn de los druidas en el 
polen. Uno donde los cometas recogen sus estelas, su fondo 
marino y boreal. Su conjunto de arpas en un
silogismo.

Un dìa de examenes para llegar a describir un rumiante

en las veredas.

Lleno de puertos y bancales en el pavimento.

Con el conocimiento del juicio y la temporada
del velo en una curva o el silencio mortal que precede
a los sistemas.


Uno que drena.

Que llena de perspectivas los circulos.


Y los lazos de magnèticas idilios en el principio
de la lluvia.

Donde la experiencia del oceano llena una
y otra vez de agujas los bozales.

Hasta alcanzar una constelaciòn de agua.

Una liquida cupula que nos responda en
las tinieblas.













La Identidad y los Acidos






Identidad: Y si hoy tus eventos recorrieran
mensajes de ceniza en la bruma y en las calles
inmensos espejos desnudaran una corola en 
la boca.

Si atravesaras los peines regados en las playas.
Si tus palabras fueran un sentido lejano y marròn
extraviandose en los candiles.

Y las distancias fueran esos candiles.
Alguno de los paracaidas que duermen en el 
barro buscando una melena de higos.
Una supersticiòn.
Una encrucijada como aquella que se balancea
en el invierno junto a los siglos de una 
cascara.

Si todo recorriera escencial el universo de un
organismo reencarnado en los fòsiles
donde un sedimento abraza un
punto de agua o una nebulosa de hierba.

Y si en cada paradero los semaforos 
empezaran a tomar del pavimento sus esporas,
creyendo ser inutiles seres marinos que
rodean las esquinas de la tierra
sin saber porquè.

Identidad: grandes lagos.
Pergaminos creadas en las mesas por una vela
o los solsticios.
Extrañas cavernas para llegar a los celajes
desde los parpados de sus murallas.
Solitarios parques donde el musgo se concentra
en reproducciones que dejan ver
una rada y un estertor
empalando o discerniendo segùn los àrboles
o el grial autèntico de nuestras vidas.

Esos parecidos a una ceremonia.

Donde incrustados en el espacio que las crea
los relojes cotemplan los acidos que las devoran.







viernes, 23 de septiembre de 2016

El Roce del Aceite






Detràs del agua, a cierta hora llena de efigies
o helices muy cerca del frìo y las primeras escamas 
que deja el invierno en los tallos.

Còmo vive un helice cerca del frìo?
Cùal es el origen de las primeras escamas en los tallos
cuando los objetos se hacen amarillos?

Detràs del agua mientras frutos de zinc ascienden
entre las cejas igual que un caliz o la xilografìa de un
corte en las uñas.

En los patrimonios y las esquinas de este cretaceo
individual con el que miro a veces el horizonte.

Entre las brùjulas y los campeonatos de seda
donde aquel horizonte se deja mirar, no lo sè.

En las escanfandras. En las orillas junto a
un buzo que deletrea entre acantilados aquello
que es menguante.

Junto a los talismanes que se forman
escalando rojas intensidades de nucas. Detràs
del agua donde el mundo deja de ser un manantial
y en las esquinas un ser atigrado mira con
un telescopio los planetas...Alguien pregunta porquè.

No es sòlo por las orbitas que los sostienen, no.

Quizà debe ser por un espìritu lejano que mora en
su interior llevando una selva.

Tal vez debe ser por un jardìn donde el petroleo 
es cultivado y las abejas en lugar
de polen, se intruyen en
sus alas con urnas de kerosene. 
Tal ser atigrado
debe ser lo remoto que llega
con la sintesis de un naipe, cuando
la sangre derrama en ella su magia.

Pertenece a un hilo.
A un desastre en el viento enquistado en alguna
laguna que la brisa olvida en las tiendas.
A un periscopio - con lados de vidrio- entonando
leyendas de sueño a quemarropa.

O la velocidad de una ola cuando se ahoga en la playa.
El trineo encerrado en un corpusculo.
La gravedad con misterios de algebra en su nuca.

Mientras los polinomios dicen adios sobre
fragatas tensadas por el roce del
aceite sobre el infinito.





jueves, 22 de septiembre de 2016

Legada a la Lucidez






Con las metàforas y luces llegaron las palabras.
Eran como lenguajes que cavaban en las luces.
Eran iguales a escaleras ascendiendo por ciudades
de polen.

Y las ciudades son de polen dentro de una armonìa.
En el caos y las melenas de los astros toman sòlo
el helio. De las utopìas o seres que recogen un
verbo del sonido separando la nieve y el concepto.

Con las metàforas acontecieron como cascaras
las expresiones de leche iguales a pensamientos
que dirigianse a las profanaciones.

-todo pensamiento es una profanaciòn-

Con ellos fueron presencia los lagos. 
Los antiguos caracoles en las premisas hechos de
candiles.
De movimientos de urnas.
De campanas de cenizas para construir bolicheras.
De partituras semejantes a las que descuelgan
del horizonte una razòn
conduciendola hacia jardines de lucidez.

-hasta que no llegue a ese jardìn de lucidez
la razòn parece una locura-

Vientos con mandamientos y espejos de color
purpura en los àrboles donde una cigarra recuerda
misteriosas silabas.

Entre metàforas y luces llegaron las palabras.

Y atravesando la razòn que colgaba de un
horizonte.

Llegaron a la lucidez.








martes, 20 de septiembre de 2016

Los Planetas de Acrìlico





Planetas de acrilico llenan de azufre las escolleras.
Planetas que en sus dìas coronan una frente de vapor.

Inviernos de luces y palabras como las que son escritas
ascienden a las costras llenas de parpados. Sobre la 
estrella se forma una nociòn de sangre.

Los paises vuelven a encontrar sus lìmites.
Las banderas son ineditas como las cartas de un peciolo
o el aceite entre las transfiguraciones.

Extraños parques percuden de bronce el aliento
de los seres que habitan en ellos.

Entre disturbios cosas semejantes a las que esconden las
venas resplandecen celestes en el humo; sobre este
se enquistan crepùsculares higos.

Todo vuelve a estar solo, lo sè.
Las cosas regresan a las palmeras como las galaxias
de liricas primaveras sujetadas por algo que podriamos
denominar el numen.

Todo vuelve a estar hecho de lacteos espejismos
y forenses nucleos, agitados por los
paraguas de la tierra.

Planetas de azufre coronan las flautas.
Son como panoramas ineditos en un anfiteatro de trigo, 
son como una luz que pareciera provenir de la cera.

De las almenas donde espantapajaros forja el diluvio
con caparazones indeterminadas como
la definiciòn de una radio.

Efigies y trenes de sal. Temporadas de oceanos
envueltos por tijeras, Silencios de pinzas
en los lenguajes que el tiempo coloca en una lampara
y es concedido entonces un instante que riela,
un himen cuya existencia es a vapor,
un nùmero que oprime los botones
hasta la llegada de un brillo material hecho de
analisis y espumas,
de amapolas y albuferas.

Todo esto -claro està- despuès del sueño.








sábado, 17 de septiembre de 2016

La Mèdula de Agua





El dìa se hace corto.
Nosotros lo encontraremos como una vela
o el sentido de algo antropomorfico en un 
dirigible, donde duermen los
telescopios. En mi caso
dirè que lo necesite como un alfiler o una
medula de agua.

No sè si es un dìa que además de ser corto, 
espera.
No conozco mucho del sentido de la espera.
Lo que puedo afirmar es que hay caminos
e imagenes en èl.
Estrellas que caen del sol despuès de
formar las
constelaciones.
Lo que puedo afirmar es un astro que besa
la sangre por la noche
lleno de reminiscencias.

Luego hay una emanaciòn.
Una evanescencia semejante a un latido.
Un pulso arcano donde levita un arca.

Planos de ciclopes con una cebolla
entre la intensidad. Tropos de crotalos 
en un sonido que despuès de la playa
alcanza el tropel del polen
en las amatistas.

Puertos de libelulas en el vacìo
de una armonìa, colocada en el pètalo
de manera elastica. -como lo hacen
las sienes-

Poemas que siguieron a las playas
buscando en sus orillas los veleros. Poemas 
que desnudan aùn las amapolas
en los velamenes para transformarlas en
atlas.

El día se hace corto. Es amarillo. 
Tiene un mentòn donde un sueño de 
bandadas palidece de manera
como si las silabas parpadearan y algo inasible 
en ello formara extraños carbones.

O candelabros, una aguja por donde
escribe el centauro de los objetos invisibles
que se alimentan en las cenizas.

Los invisibles objetos que irradìan corolas
entre los plasmas e iundan
aceite hasta encontrar un fulgor que reitera
de los bosques, el secreto formado
entre las piedras y el agua.

Ese llevado por una cigarra en su boca.









viernes, 16 de septiembre de 2016

En las Escamas de sus Alas






La figura abierta descansa en un hilo.
Debì pensar en ese hilo. Debì pensar
en la figura
abierta. Pero no sucediò ni
una ni otra cosa. Y el descenlace llegò
de una regiòn amarilla donde
la inspiraciòn ocultaba sus peninsulas.
Era la inspiraciòn realmente?

Y los prologos conducìan bengalas en 
sus sienes.
Entre los anfiteatros se daba caza al musgo 
y las recolecciones.
Antropofagos y alquimistas de granizo subìan
por edificios de leche.
Todo eso que hasta cierto punto podìa 
desnudarse 
en el interior de una luna en el agua. 
En un pàjaro muerto 
ante el sol. Tenìa  -aquel pàjaro- nada màs 
que una mariposa
en las escamas de sus alas.
No poseìa màs de dos segùn todas las 
gnosis.

Y el sueño?
La campana en la voz de los parques donde
soñaban
los hemiciclos? La ruleta en el jazmin en 
cuyos nervios
tensabanse los origenes? Los nombres 
ancestrales de
una rama donde el sabor de las hojas era agrio 
como las raices?
Las escrituras buscando el sonido entre 
las liebres
semejantes a una caligrafìa en las palabras?
El acento de la gota?
La sombra del helio?
El reflejo de los leprosarios en las
hogueras?


La figura abierta. El hilo donde descansa.
Los anfiteatros llegando de las brisas 
con un pedazo de corcho.
Con un volcan constituido por selvas.
Por un nucleo donde los prismas articulaban 
ventanas de iridios regadas por los
eclipses en el pensamiento.

Edades de pleistoceno en los rumiantes
que transitan por una boca.
El cesped con una entraña de hielo entre
temporadas de uñas, allì
las mitologìas apilan oxigenos 
y escalas sobrenaturales 
entre los daguerrotipos y numismaticas
semejantes a las que el viento
incrusta en las palomas igual a algo dorado
como el himno.

Lleno de infinitos espacios por donde cada
dìa arañamos los eslabones.














jueves, 15 de septiembre de 2016

Cometas de Barro





Hace mucho que aguardo una palabra.
Hace mucho -he escrito- como si mi existencia
llegara siempre del vapor o del agua y eso 
-en apariencia- no tuviera un sentido.
Pero todo sucede en esta hoja. Todo
debajo o encima de ella.

Parece una palabra que llevara todos los relojes.
Que se anuda a las formas sin que
el primer àrbol en la luz alcanzara la orilla
y los mantos de los abedules se disecaran en una
estela de humo.

Una palabra ajena a la realidad pero proveniente
de ella. Hecha de oceanos para poder encontrar el
desierto. Tomada de la libelula y el resplandor,
tomada de la aquiescencia y los conjuntos.
Del carbòn que atraviesa la playa con un
talisman en sus colores; sòlo uno.

Hace mucho que aguardo una palabra.
Siempre esquiva y humeda llega a estos pliegues
donde los manantiales parecen rotar; es
como una especie de mariposa alimentandose
del acido, donde flotan
cabelleras y pistilos de sangre

de precursores con edictos en sus ojos
de proceres con ballenas de aire en sus melenas
de esos archipielagos donde son raspadas peninsulas
y veranos entre la porcelana y los advientos
entre los cisnes, con un muñon
de mantequilla izado
en sus picos.

Una palabra que probablemente estè hecha de sal.
De inviernos y pozos de cristales.
De sotanos segùn las estaciones del verbo en una
alameda donde los dioses caminan de noche
rodeados de lupas y citaras.
De contenedores, àngulos.

Una palabra que elige desde la distancia el ser
que tomarà uno de los reflejos en los tallos.

Totalmente desnuda entre la iridiscencia
mientras la gravedad recrea el brillo en sus
linternas.

En los aniversarios de sus hilos empujando
a la hoja -igual que la palabra- nada màs
que cometas de barro.










miércoles, 14 de septiembre de 2016

A Travès de lo Irreconocible






Como si el oceano llegara a una calle
antes de despertar y el sonido de la brisa 
encontrara la realidad en sus raices
un instante antes de alcanzar los precipìcios.

Igual al viento cuando deletrea y el idioma
se hace de cera en el aire como un diseño
de antilopes cuando duermen entre las rafagas.

En los retratos de la luna al calzar acertijos
y encrucijadas en los astros, mientras una orbita
persigue regueros de vidrio en las orillas.

Como si se reencarnaran entre los frutos 
civilizaciones de elixires y los rìos del invierno
alargaran sus tradiciones de hierro en las helices.

Mientras el viento toma promontorios y urnas
que yerran entre los coliseos y lo antediluviano es
una forma amarilla que escapa a la ruina y el
espacio.

En ese espacio que semejante a un espejo
desnuda los zoologicos de nervaduras y frutos
con matices iguales a los que existen en un mediodìa 
de heliotropos.

En las puertas de las sudestadas con un purpura
de jabòn en el pelo y contrariamente a las sienes
es descrita una peninsula de hierba en los mentones.

Como si el atardecer trascendiera entre formas de
plastico arrancadas a las aletas y un gorjeo prehistorico
deambulara en las bocas de los jaguares.

En las bandadas que elevan las cenizas de los opuestos
y en sus alas hay una constelacion rozando los mitos
como lo hace el espìritu en cada palabra.

Como si las distancias recogieran lo infinito en lo remoto
y nada màs que eso remoto pudiera encender en su 
seno lo que llamamos horizonte.

En los castillos donde duermen los cometas con una
manada de àrboles donde escriben la magia y las mandibulas.

Y en los galeones en los cuales el destello se une
a los relampagos, no sin antes haber atravesado lo 
irreconocible.









martes, 13 de septiembre de 2016

El Ser y Alguna Realidad





En una carta de vidrio el agua dice un nombre.
Es uno ancestral como los naipes.
Mientras tanto, el devenir es un movimiento 
entre el ser y alguna realidad.

Truenos de lamparas que huyen entre los 
desiertos.
Voces de tempanos en las linternas de alguna 
despedida en el cielo, donde las estrellas
al componer una oraciòn levantan su
dequeismo o su astro
sin sensualidad llegando asi a 
la ciencia.

-es una ciencia de zinc como los lagos-
- es una ciencia de buzones identica a los
prolegomenos-

Infinitos donde la abstracciòn toca un cometa y asi
se rijan por el pensamiento las cosas que vagan por
el hemisferio.

Nuevamente esos infinitos con una madeja de 
alambre en su cuerpo, mientras cardumenes de alas
forman el rigor de una poesìa en los tejidos,
con bucles amarillos de sangre
esparciendose por los castillos de los atomos.

En una carta el vidrio tanto como el agua son una
pronunciaciòn. Un manifiesto donde alguna vez oimos.
Una reflexiòn con una borda llena de idolos.
Un descenlace con osos en tiempos de primavera
en que las bandadas anuncian con
su vuelo el lugar de un rito.

Estaciones de hilo para los que tocan las cadenas.
Xilgrafìas de huesos como en un estampado dormido.
Voceos de escarcha desnudos en una palabra, donde
las calles imitan el sonido de las letras que se
agitan en ellas, como gritos.

Todas extrañamente dejadas por los hombres.

Todas cumpliendo su cita con el trajìn y los 
peciolos.
Con los acantilados y las ventanas donde el musgo 
llega a los escalofrìos representando colores de 
follaje, quizà de anilina, tal vez de penumbra,
que recoge los àrboles de las cascaras
con una apariencia de yodo
con una apariencia de màstil, que separa el lenguaje
de los rìos.

Con la inutil esperanza de convertirlo en realidad.












viernes, 9 de septiembre de 2016

Los Siglos de la Araña






Allì empujando entre los siglos de la araña
la magia desplazando un maleficio.

-alguien llamò a aquel maleficio poesìa-

Y entre las cortinas del pelo
aquellos rituales de los heliotropos.

Allà entre los travesaños, el higo.
La apariencia de la realidad luego de
atravesar lo profundo.

-la realidad despuès de lo profundo lo es-

Y entre el fuego de los topacios
algùn zafiro que profanaba
su hermetismo
con un disturbio enlazado a lo boreal
de manera celeste y poètica.

Y sobre un gesto los bosques de una mañana.
Los patios de una metafora
en un universo donde la realidad creaba
su distancia ante ella. Sòlo asi
rozarìa su espìritu.

Dioses como portavoces de legañas 
amparados por lenguajes de idolatrìas.

Dioses sobre las flautas
de un pelicano diferente en cada 
atardecer sobre las olas.

-nunca el mismo-

Jamàs el que creciò entre la nieve luego
del otoño, cuando el invierno de los parques
trae finas llamaradas de bronce
en los monòlogos.

Pero esa llamarada de bronce era sòlo su
metàfora.

Detràs de ella, fervorosamente se agitaba
la sangre.





La Dimensiòn del Aura






Algunas cosas tienen la ubicaciòn del granizo.
Otras poseen la dimensiòn del aura en una alambrada
donde duerme o sueña el polen.

Tambièn estàn aquellas con brazaletes de invierno.
Llenas de bozales e intestinos en una rada de la arena
sobre relieves de deseo y precursores.

Algunas cosas tienen el fìn y los diametros. La
conversaciòn ancestral de los equilibrios, las gamas
y equidistancias que naufragan tras los velos
con una occidental estela de peces.

Se encuentran en un mundo de craneos.
De nombres de prolipopileno. De saetas y linternas
donde el vidrio elige sus incrustaciones.

Bajo un canto de poligonos que deletrean.
Bajo una incursiòn en el azucar del arnes o la amapola.
En una expediciòn de hule y sirtes.
En los remotos horizontes donde empieza el alma.
Donde el espìritu encuentra una vez màs
su eliptico jardìn, su caminata en 
las espinas como quien
besa una y otra vez la sangre
cuando se respira,
cuando se tiene un atolòn o una aleta 
circunvalada por las olas.

Algunas cosas tienen sus exilios y destierros.
Su plaga en el hombro y sus tejidos, por donde una
espiga realmente es un dinosaurio y las cortinas
en las alamedas, significan el tempano de
una ciruela abotonada por
las cenizas.

Y en la mañana nos preguntamos despuès de
que nombramos estas cosas por paises de ensueño.
Por las superficies en una habitaciòn de yodo.
Por los estandartes en el lazo azul de las bolicheras.

Arboles que se despliegan en medio de la pista
deteniendo al mediodìa automoviles.

Motores de hiedra en una legiòn de papel, donde
lo urbano vuelve a lo hialino o es nada màs
una apariencia de una efigie
en cuyas venas se erige entre la soledad un dìa
hecho de sombras.

Lleno de bicicletas y morteros en medio de una 
aguja.

Donde se organizan cada dìa de forma distinta
los elixires.

Y entonces la linfa se agita entre la realidad de 
manera interminable.






La Flor al Reproducirse






Aquella estètica de agua.
Y en el agua una flor que se reproducìa
entre antilopes y sobre lejanas cascaras el reflejo 
de un cometa tensando la silueta de
un astro en el universo
hasta que lograra suspenderse.

-tensar esa silueta era todo lo que harìa en su 
existencia-

Aquella estètica.
Aquella existencia de un cometa.
Y en cada pètalo algun diluvio personal semejante
a la nada. Y en toda estrella la certeza de que ese fulgor
no formarìa parte de ninguna constelaciòn, pero sì
de alguna puerta conjurada por los vilos
entre teatros  de sombras donde el infinito
oprimìa una raìz o una boveda abierta
por el hambre.

La flor que dejaba su estètica para aproximarse
a un lenguaje, donde las cabelleras desataban en sus
legañas, gnosticas primaveras de aluminio.

La flor que traìa cigueñas y almanaques de trapo
en sus telepatìas.

Llena de temporadas y precipicios abiertos en
el sueño, donde toda quiromancia deja brotar un
latido sobrenatural y los tatuajes de
los tulipanes alumbran los ciegos destellos
de la carne.

Y en los monologos un tallo. El algodòn y la capa
de un elefante. El trigono y la escena de un perihelio
donde los objetos cubrìan las rafagas del
aceite con los sonidos de una
campana.

Luego el reloj.
El tintineo de un horizonte desfigurado por la memoria.
La transfiguraciòn de una ola.
El alfabeto insomne en una reliquia de barro en 
el agua.

Donde las palabras recogìan herviboros.

Cada una como un sueño que tambièn empujaban a
los alfabetos de las lechuzas
los mamiferos.






jueves, 8 de septiembre de 2016

El Ala de Kerosene






Llegarè a una hora y no habrà nadie.
Me detendrè en esa hora e intentarè separar
los minutos para recordarlos. Cada uno 
escribiò algo en el espacio que seguramente
fuì olvidando. El tiempo -como todas las cosas- tambièn
me separa del lenguaje.

Paralelamente se formaràn algunos perdigones.
Pensarè en ello como en mi casa de elipses y diminutas
escaleras.
Pensarè en ello como se piensa en el carbòn despuès
de un eclipse. Luego de un alambre.

Y paralelamente habràn cosas iguales a un motor.
Una ondulaciòn de la luz -muy diferente- en el lomo
de un cachorro que en una performance de
acido

-por decir- 

escribo por decir
porque todas las performances son
siempre de petroleo.

Llegarè a una hora. Indeterminada y llena de
grietas como el deseo.

Igual que cierta voluptuosidad.
Que un ciclico violìn o el pastoreo entre los limites
de una manada en el corazòn, desde la cual
es originada una frecuencia. Una frecuencia
con circulos de relampagos e
incrustaciones.

A una hora, donde la sensualidad arrastra una
tradiciòn en los velamenes. Donde las perspectivas
sugieren y trazan el destino del iridio entre las
nebulosas. Donde el cefiro pronuncia antes de
su existencia la
palabra viento para que pueda formarse entre
la realidad.

Asi logra convertirse en aquiescencia o eslabòn.
En enigma o equilibrio
cuyos impactos duermen profundamente en los
satelites y las màs lejanas dunas.

O en las borrosas constelaciones que forman
sus mentones en el barro.

Llegarè a una hora. Los pètalos perteneceràn
a sus minutos para que algo como el pensamiento
pueda florecer.

Los tallos seràn nativos como un folklore que
roza aquello que en una mimesis
compone vanguardias de 
iguanas en un ala de kerosene.

Hasta alcanzar una primitiva luna donde es 
conjugada
la cronica de un verbo, de un solitario verbo 
entre los astros.











martes, 6 de septiembre de 2016

Se Encuentra en la Naturaleza





Esta en la naturaleza de una hoja.
En las serpientes de gelatina en mis sueños.
Entre las casas que no pertenecen a las ciudades.
En la tradiciòn del bulbo en las semilunas.
En las cabelleras de los bosques cuando imitan
o emanan. En las limitaciones del punto en
una linea. En las superficies de los
sacrificios.
En la continuidad del sueño purificado
por la realidad.
Se encuentra en el oceano limitado siempre 
por la orilla.
En la memoria de las brujulas y aluminios.
En la performance con la cabeza rota.
En las cosas que forman sus orbitas un poco
màs allà del hemisferio.
En la cupula.
En el devenir de la oscuridad entre las sombras.
Deriva por la tarde a los coeficientes.
A los puentes en los craneos de un alfiler.
En el color amarillo de los primeros buzos de
la primavera cuando de la atmosfera se
derraman nada màs que collares.
Està en el edificio que sirve de cresta a los 
papagayos.
En el inventario de un hombre lleno de legañas
en las proas.
En las frecuencias del agua una vez que ya no 
quedan descenlaces.
En la campana que escribe la hora en el bronce.
Se halla en los hipodromos; quizà con
una hiperbole.
En los nombres de los sustantivos girando
entre la incandescencia.
En las silabas del mercurio formando la hojarasca
en el betun.
En las helices de la hierba llena de continentes.
En los cometas que seguiràn pequeñas luces
para llegar a la tierra.
Se encuentra en el sentido ritual de las grutas.
En las oceanos que a la larga daràn vida a 
los birremes.

Se halla en esos oceanos.

Un instante antes de que confundan tu vida con
una gota.





Imanes de Cenizas





Las palabras. El eco seco del acantilado 
en ellas.
El vapor a lo lejos construyendo la intermitencia
de los volumenes en una humareda.
Las chimeneas con un huerto azulado en uno de
sus senos.
El tono violeta del ambar una vez edificados todos
los crucifijos sobre los colores.
El ancla y los emperdibles en la melodìa de una
baraja.
Las medulas conduciendo dunas y acertijos
a una puerta que casi es hialina.
Escaladas de sienes como en un juramento en
los archipièlagos, donde el agua vuelve a
mostrar sus raices. 

La conciencia de madera en el interior de
una nuez.

Frisos de encantamiento en edades lunares de
astrofìsicas, donde el viento derrama en los faroles
conjuntos de vidrio como el alba.

Las palabras porque en ellas hay un animal
fosforescente encargado de emparedar las escoltas.

Porque en ellas el vientre del hilo es un desmayo
y el invierno un desnivel rozado en sueños por relieves
de artropodos.

Y los pelicanos.
Los universos que aterrizan en las garrochas
arrastradas en sus alas 
donde la lògica dejò una primavera imanes de ceniza.

Lo ùnico que tienes que hacer es llenarte de metales.

Al caminar por el mundo quedaràs adherido a ellos.





lunes, 5 de septiembre de 2016

Objetos





Yo no he deseado por los plasticos en los tallos.
Ni he arrastrado peces a los juicios de las focas o los
albedrìos fervorosos que limitan con los desastres.


No me he sujetado a mi mismo segùn las distancias
y lo riguroso del relieve en el barro cuando
es devastado por la nieve.

Tampoco he escrito de dormitorios o marejadas
que no siempre eran azules y sugerìan que por cada
escarabajo habìa un fondo de camellos, donde
el verano extinguìa los detalles indomitos de una
apariencia y los inviernos encarnizados
de lo profundo.

Yo no he llamado desde el fondo de las cosas
porque de alguna manera la naturaleza vive en ellas
igual que las superficies oscuras.

Te he visto rozar los acantilados como
en una navidad de cisternas y trineos de semidioses
donde las jabalies postraban sus historias.

Y no me acerquè a las condradicciones porque
en cada una las siluetas colocan una astronomìa
tejiendo en la soledad fervorosos manantiales
de aparejos y brùjulas, de encantamientos y
mandibulas.

He llegado al mar con pocas palabras, porque
sè que en las orillas otras esperaban.

He llegado a la luz con el màs minimo brillo
porque la luz es la apariencia de otro resplandor.

Despuès de ello hay cosas que se edifican.
Estrellas que suceden. Arcos de luz que recorren
los simulacros y los atomos donde juegan los rehenes.

Despuès de ello hay cosas que se definen
por si mismas.

Sòlo asi se convierten en objetos.








Diluvio Universal






Hay mas de un cuerpo.
Màs de una figura que se adentra entre la
realidad para llegar a sus hojas.
-conforman el principio-
Hay una conciencia si es que se trata de heliotropos
y un anelido si se escribe de espejismos; todos
colocados de manera que en ellos
sòlo caiga la sangre.
Un libro de arañas donde se encuentran las
narraciones orientales del soplo, los
asideros y conjuntos de escalofrìos.
Màs de una brisa que llega del jardìn totalmente
posesa al mar.
Y cada uno en la arena como esperando.
Como si el tiempo fuera nada màs que contar todos 
los latidos que atraviesan el corazòn.
Pero eso a veces no es verdad.
Hay quienes llegan a la orilla para desgarrar esos
latidos que provienen del mismo.
Al parecer, no pueden hacer otra cosa.
Y los observo, junto a un pais de 
lata y hule bajo un extraño
meridiano.

Hay mas de una palmera.
Un lugar cuya voluntad es el proceso del nombre
entre los nombres igual que un jardìn que sigue
al verbo para encontrar los suyos.

Existe una fogata. Un coro de antorchas donde
los dirigibles asumen el fondo de un patio
donde las palabras transforman
el izar lejano del polen en 
el aire
arrojado por una amapola.

Se encuentran los castillos. 
Con excursiones al centro de la nieve un dìa
de replicas y epicentros. Un dìa totalmente cubierto
de plagas y peces, de manadas y cerillas que
conforman los lagos de manera
transparente
como en una serpentina construida por husares.

Hay mas de un cuerpo.
Màs de una figura entre la realidad para llegar a
los àrboles.
Es inevitable. 
Amarillo como un sol que rota confundido en
una emanaciòn o los objetos que levitan dentro
de un hormiguero para huir de los rìos de yodo en la
hora del diluvio universal.

Dentro de un hormiguero que alguna vez conociò el 
genesis.














sábado, 3 de septiembre de 2016

El Universo Ungido





El universo ungido por algo secreto
en los parques.
La vida imitada por el interior del bronce
en las atalayas de transparentes
palacios donde un rinoceronte
sueña o se diseca.
El torpor del cuchillo.
El misterioso pliegue que en las 
cavernas roza un murcielago, para dar la
forma a sus alas.
El misterioso pliegue que tambièn devora 
los cabellos y hace del sol un pergamino
de fuego, donde emerge una 
nervadura.
Los hiatos modernos del petroleo en
los imanes de la lluvia.

El invierno junto a un poliedro donde
es golpeado un atun por millones de marsupiales.

El mantel de magnesio con el espìritu de
una amapola, junto a un fervoroso dìa de eter.
Los albergues donde lo indomito
eleva sus masacres hacia 
temporadas de
aceite derramado en una corola.

El universo y en cada peninsula la 
naturaleza del follaje,  insinuando una meseta
o un dios de carne, una luz que encallando
entre los espirales percibe un preludio
vorazmente enigmatico. Las resurrecciones
del sueño en las helices. 

Y en los periodicos el invierno del ser.
Un ser esoterico en las brisas y los cefiros. Un
ser que escribe de lianas.
Que describe bolicheras y el iridio humedo
en las olas de una sudestada. 
El nombre recordado por lo primigenio
bajo un prisma de barro y en los limites, 
la escencia del verbo desplazandose
entre otras nociones de
vellocinos, bajo 
una pared marròn de relojes y adioses
que retiran de aire
alguna de sus reencarnaciones.

Reflejos de horizontes
para los que huyen de las maquinas
con un termometro en las uñas.

Dìas de lapices consagrados
al olor de la materia en una ciudad sin plantigrados
ni voces, sin alfileres ni ubres donde la piel
sea escoltada a los milimetros por una
oraciòn de hemistiquios.

Dìas descolgandose de los astros
con otras maravillas de color rojo en sus mareas.

De color rojo en sus mareas porque la distancia
es profundamente azul, como todo aquello que no 
nos pertenece.











jueves, 1 de septiembre de 2016

El Eter y los Alfileres






Sobre el humero o las silabas que deforman el 
dìa con una amapola.

En los retratos de un herviboro con un hueso de
nieve en su boca.

En los preludios que preceden a los lunares en
el cuello de un tulipan violeta.

O los sonidos que escarban en la hojarasca con
inviernos inimaginables de carbòn.

En los palacios y perdigones que alargan un dìa
en los caracteres de extraños atunes.

Sobre el granizo y el desencanto de manera que
el eco pueda tomar una reminiscencia.

En los adjetivos muy cerca de un lago donde el
espacio llega a una nervadura.

En los nomades irreconocibles de un talisman
creciendo entre las venas.

O en los higos donde la primavera es un evento
con tradiciones de salitres amarillos.

En los puertos que trajeron la edad de los muelles
con una expresiòn de acantilados.

Desde los conjuntos de olas que rompen en la
orilla; una de ellas arranca un dìa en su memoria a
la arena.

Un dìa semejante a un sastre que deja los colores
junto a un ritual euclidiano lleno de 
serpientes doradas.

En las distancias que significan una mañana donde
el eter llena de alfileres los simulacros.

De simulacros y nupcias boreales.

O las manadas de zafiros y edificaciones de asfalto
en la percusiòn de un horizonte.

Donde se levantan hacia los hemisferios banderas

de leche.








Al Atravesar un Diàlogo






El hombre atraviesa un diàlogo.
Como el diàlogo, tal hombre està lleno de
palabras y astronautas.
De entelequias.

El dìa es mamifero mientras tanto.
Parece despertar con un molino en sus sienes.
Luego de agolpa entre los perihelios.
En ese momento esta lleno de capitulos.

La linfa cae de una profunda historia
oprimiendose entre sartas de petroleo y astros
de madera.

El hombre cruza una palabra y luego otra.
No puede separarlas lo cual adquiere el significado
de un hemisferio.

Las puertas son de yesca ahora.
El mundo determina el nùmero de los balcones
que caen del sueño en èl. Se ciñe una caratula a una
cronica donde el lago es extranjero. Tiene
asonadas de misticismo en sus
lampos.

Trabajan a diario las clepsidras. Igual que una
pergola en secreto llena de manadas.
De civiles con alientos de emperdibles
y literalmente un monasterio
es el solsticio elaborando
mitografìas.

Proximas galaxias de plasticos
en una chalina. Un pañuelo ensartado en 
el roce de una capucha, alimentada
de teatros.

Las civilizaciones respìran y es como sentir
un punto que avanza entre los terrible
con una bicicleta.

Lo terrible es una corbata donde llegan
al esgrima los artropodos.
Un limite lleno de cadenas con escarcha.

Un collar de acido que empuja hacia los
prodigios el sueño de sus eslabones.






Poema






Son nombres de elementos que tratan con la luna.
Son nombres que se mimetizan con el rigor o la lluvia.
Que se diversifican o crean sus temperamentos en el agua.
Que caminan a los testimonios de la arena para reconocerse.

Llevan en sus tatuajes puestos de orgìas.
Casas de unidades semejantes al ruido o los fuselajes.
Estaciones con sienes de ferrocarriles alcanzadas por los
perimetros y los faroles.

Nombres que llevan reciprocos equilibrios de goma en sus aceites.
Silabas en ellos que desnudan el pensamiento desde una
inmensa profecìa, culturalizada por una tarde
con intermitentes rasgos
de piastras.

Alguna vez arrastraron escuadras en las colinas de los
epitafios y con inmensos nudos de arroz llegaron
a los indices donde moraban los veleros.

Nombres cuyos contenidos revisan esta tarde un eslabòn,
un anagrama. Una pared de cobre donde son inasibles
los destellos tanto como las sentinas que
cubren los relampagos.

Como en una muralla de higos crearon extrañas garrochas
y sumaron a la existencia de una calle
los pormenores naturales de
un hilo.

Nombres que se identifican con los casos electricos
de las esponjas y las nubes increibles
encerradas por un punto.

Zigzagueos de ostras y veletas segùn los idearios de
un prologo, cuando los animales enumeran el ruido de los
zapatos en las cienagas, subordinados a una oruga o una
especie de llave con cocinas domesticas de trigo.

Zigzagueos como el dirigible que despierta en mi casa.
Adherido a una pared de corolas.

Donde todas las apariencias, suman conjuntos de agonìas
y polen.