miércoles, 27 de abril de 2016
Las Sienes de los Heliotropos
Sobre los numeros que tocan una gruta.
Sobre las palabras que evocan puntos de sal
entre los relojes.
En las lagunas de los eslabones con clases
de agua donde se fermentan la branquias de los peces.
Entre la posibilidad y la noche arrojada a las escenas de
sangrientos prismas varados en las calles.
En esa misma posibilidad arrastrandose
entre morteros y cigueñas.
En las flautas carnivoras.
Cuando la voz regresa como un antepasado a formar
los grises relieves de las parabolas.
Tan grises, semejantes a la oscuridad de los cefiros
o el cuello de lo hialino.
Entre los cansancios que llenamos de arpones.
Mientras el vapor penetra los salitres para que en
un tiempo que la memoria se detenga en los muelles,
pueda elevar esa imagen.
En las sienes del heliotropo encerrado en una cuchara
o el postrero aliento de la luz en una habitaciòn,
donde son de platino los caminos de la geometrìa que
basada en los puentes, recorre el pavimento
a punto de caer sobre el rìo. Entre seres
que miran el rìo que corre debajo como si fuera
el propio soplo de sus vidas y sòlo esperan caer con
el mismo a sus corrientes.
En las cartas del amor que son trazadas con un
pedazo de la luna mientras historias de hambre corren
entre los acertijos.
Entre los horizontes, mientras el sol propala muros
donde terminos como el trigo empiezan
a enterrar la descendencia de un espigòn aleteando
entre las escolleras.
En el pelicano que lo acompaña lleno de cristales
en las figuras de sus alas.
En la incandescencia a punto de migrar a un verbo.
Y la imagen del lenguaje que lo representa
por ùltima vez desde una antorcha.
En el instante donde parte al fuego.
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