martes, 31 de mayo de 2016

Las Nubes de Bronce






Aquì la noche inspirò a las arboledas.
y el punto se fue secando en un vuelo de murcielagos.

La nociòn del mar se fue esparciendo en la sed
hasta que los perros vomitaron noticias de roja seda
entre filas de lechuzas.

Las prendas fueron comparadas a los obuses.
El recorrido de la polvora se lleno de simulacros.
La epistemologìa barriò un volcan de azucar.

Aqui tambièn respiraron las identidades
y los atlas fueron navìos
que imprimieron sistemas celestes para una puerta
donde circularon los rostros de las
ciudades.

En las veredas se acariciò el desmayo con una silaba
antigua, hecha de truenos y de temporadas sinopticas se
vistiò el asfalto de las muertes androginas
que traìa el deseo.

En las flautas se impuso un matiz de electricidad
propio de los venenos cuando caen de 
la luna y las astronomìas 
recogieron los tatuajes de todas las cabelleras 
para leer en sus oraculos.

Junto a esas cabelleras el craneo fue mordido por
el viento en una especie de ceremonia que
no era comprendida, pero llevaba
un suave desencanto por la 
vida, hecho por
el cual parecìa recogerse en un signo.

Yo creo que ello era sòlo la voz de un pelìcano
que acababa de intuir por la tarde
el instinto que duerme
entre las catedrales.

Tambièn creo que el sol pertenecìa
a los tropicos y cosas semejantes a las 
superficies se emparentaban a 
la hierba, anhelando
alimentarse de sogas de los bosques.

De las civilizaciones que empezaban a
ser inundadas de chimeneas. Al duelo del vapor
en una logia amarilla.

Donde los pajaros se cuentan de manera
cientifica al llegar al agua.

Entre nubes de bronce tautològicas.










La Orbita de Piel






Apenas una hoja o el invierno que se detiene en
el craneo de una cigarra incrustando en ella un casco de 
nieve.

En los parapetos y las torres donde sueñan las abejas
dormidas entre caballos de aceite.

En las almenas donde el color dibuja un oleaje
tranquilo y distante en el cual no sòlo la cresta de las olas
se inicia.

En los gallos que cantan entre la oscuridad sobre tu
cuerpo y tù devuelves una raìz hecha de senos.

En el oxigeno de esta mañana, en el cual los desiertos
otean el primer filo de la rafaga, acercandose a la orbita de
tu piel. En alguna maravillosa amenaza de barro en ello.

Apenas un dìa o un rìo fragmentado en pedazos 
para que el eter en la soledad pueda convertirlo en imagen
y atraviese asi los callejones de las ciudades.

En la imagen con sus derroteros de acido y la tarde
en la que se espacian cartilagos y trenes escapando de las
islas. En las simetrìas y los cuerpos de los moluzcos
creando el sobrepeso en los vagones.

Apenas un alga.

Un invento del sueño para conquistarnos durante el 
amanecer cuando las ojeras se alargan en los pronosticos
y las estrellas lanzan a la niebla prototipos.

Cuando el lumen devora incierto las planicies y las
palabras son encerradas entre cascaras para que el sonido
tambièn pueda conducirlas, quièn sabe dònde.

Apenas un alga.

Una silueta de hidrògeno donde la realidad empieza con
una costilla adherida a un monje o la superficie rosada de 
un lenguaje hecho de puertos.

De alfabetos e inmensas columnas donde las chimeneas
se reparten los botines.

Donde se agitan caravanas emplumadas de moscas
y de selvas.












lunes, 30 de mayo de 2016

El Barco Suspendido en el Mar




Hoy es sabado.
A diferencia de otros dìas en que ello no
podìa ser afirmado y las cosas eran pronunciadas
de manera que intentaba ser iridiscente. 
Casi como un distante sol o una palabra donde
el sujeto es gnostico como una isla infinita
llena de casas y limones. De zocalos 
que atraen con sus imanes
un planeta.

Hoy es sabado.
A diferencia de otros dìas dirè un nombre en
sueños. Ascenderè al tamaño de una hoja como lo
hace la conmociòn en el pelo. Habitarè una
ilusiòn en los cabellos y colocarè un àrbol en una
superficie donde fue cristalizada una
araña.

Sacarè a la calle a todas las cosas
disecadas en esta casa. Una silla, una mesa, el
contenido de un televisor, un cuadro donde se observa la
arquitectura de un galpòn que cae oblicuo por
una serpentina.

Describirè el anillo que daba forma a los circulos.
Caminarè hasta su aguja encerrada en la hiedra. Inculcarè
un viaje hacia las plataformas de una hormiga sedienta.

Tomarè la alameda en caso de sentencias o lluvias
de epitafios con citas muy largas de polietileno en el frìo,
manchas de alabastro
y puertas hechas de mandibulas seràn
mi ùnico conocimiento.

En las gaviotas buscarè las casas que escapan de la seda
con veranos magneticos y banderas marrones
en sus tridentes.

Hoy que es sabado colocarè sobre la superficie del
oceano un barco que serà de papel.

Y si el barco se sostiene unos instantes en el mar,
querrà decir que de una u otra manera debo esperarlo
en la otra orilla.








La Sal en la Luz





A la luna cuando explica la historia de la sal en la luz.
A la estrella uniendose a otra en los tambores.
A la hoja seca durmiendose en los bosques.
A la nutriciòn de un tulipan junto a los esquimales.
Al buzo que duerme debajo de las alcantarillas.
En ese pavimento que sòlo la realidad devuelve a 
la realidad. Al cometa entre los recolectores de
bocinas. A lo quimico con cantidades de vainas.
En lo maritimo cuando llena de astronautas sus orillas
o las escolleras que lucen maravillosos perdigones.
A la visiòn de un templo en la caminata de las uvas.
En la historia de la brisa cuando deja de ser legendaria
entre el arribo de precipicios que esparcen
apocalipticos jinetes. A la luna cuando es bosque
o necesariamente recoge el aceite que devanan los
cantos de los grillos en temporadas de himnos.
A la oraciòn con sortilegios de agua o sentidos
que eligen el reflejo en una noche continua a las voces
de los paredones.
A los sotanos que muerden el aire llegado de nervios
declinando entre los plasticos espigas de polen 
esparciendose.

En la radiactividad. En los puertos absolutamente
de helio o hidrogeno, llenos de sinagogas.

A la luna cuando racionaliza el sol llena de sal en la luz.
Al maxilar en la boca y los acantilados donde pareciera
que el brillo de un paraiso se recoge, ataviado de alamedas
y ferias semejantes a la espuma.

A los planetas que asaltan por la noche las fiebres y
detienen los espectros escarbando en lo hialino, como si ello
fuera lo ùnico que es sepultado en los parques.
A los cristales en las encìas convirtiendose en vidrio.
A los camellos de las tinieblas.
A la supersticiòn que porta de noche un pubis.

O las voces de la transparencia mostrando a lo lejos
una pared de agua y yeso al mismo tiempo.

Separandolo sòlo un instante de la vida y de la muerte.


Madejas de Arena







Diviso en la flor un caballo.

Un peine lleno de orillas como las que pertenecen
a una fabula, en tiempos de la memoria o
de los pasajeros.

Se tensa el recuerdo de un cisne en una amapola
donde las calles dibujan labios de arsenico, por los
cuales el mal se deslumbrarìa en la llegada a 
su primera boina.

Casas de trigo como las que esperaban colisiones
o acentos entre diminutas fraguas, volvìan a sumarse
a las humaredas de los sacerdotes.

Diviso una hebra. Una nociòn de sol en un espejismo
de laca, donde la lluvia recorrìa la electricidad al lado de
una greva con uniciones de dragaminas y melenas.
Parecìan el porte de la sangre cuando
no tiene raices.

Fibras de escarapelas entre espacios de hojalata
en este extraño otoño, donde los nombres se recogìan
entre aminoacidos.

Fibras donde los estandartes vocean escalofrìos de
madera en los pleistocenos del edificio o de
la aguja con falsas ceremonias.

El magnesio sobre la cabra encendida en el yodo
como una visiòn de constelaciones que estrellaban su
corazòn contra el acido.

Violentas inquisiciones de pudores y escrupulos al lado
de una figura, donde seguramente se recordaban las iras
o el violeta mas purpura en las sienes.

Y mira, el sol sobre un cuaderno de tela
aùn lleva el onomàstico de la espuma o la carne
con itinerarios de polvora en una de todas nuestras avenidas.

Observa. El rìo nuevamente escupe en el rostro
con albuminas llenas de iridio que ya suspendieron una
brisa de mercurio en los desiertos.

En las madejas donde es creada la arena.

Precisamente cuando el lenguaje que llevamos en
la saliva no escribe de ellas.










Las Siluetas







Las siluetas de los pàjaros marcan en su vuelo, las 
cenizas de las cabelleras donde la realidad despierta
o duerme emplumada.

Lo insomne desciende del vacìo con un aparejo
y un velamen abandona puntas de cera en los oidos.

Dado que la noche es un acento maritimo, vuelves
a arrancar los màstiles de tus palabras.

Te acercas a un dormitorio donde las ventanas
recorren los violines encerradas en las entrañas de un cine.
Escribes -casi sin emociòn- de castillos y plataformas
donde un ser de zocalos es herido.

Los duendes giran en un alfabeto suscrito al agua.
No eran animales por los cuales tuvieras que ofrecer 
la sepia suspendida en una de tus uñas y tampoco eran
dibujos de camellos encerrados en una astromelia.
No significaban espìritus buscando en la proa
de una galera sus profecìas.

Las siluetas de los pàjaros marcan en su vuelo, el
recogimiento de la luz en una ribera. Parecen
ondear en su escalada a los aires.

Los planos sujetan objetos de iridiscencia como si
ello fuera todo lo que puede ser arrastrado en un hilo 
debajo de la memoria.

Ahora sabes de donde procede el mar cuando se convierte
en periodico.

Es un brillo muy pequeño que es arrancado a la realidad
por el planear de un ave.

No, por la respiraciòn de los peces.

Los ùltimos se desangran en el oxigeno, debajo del oceano.













domingo, 29 de mayo de 2016

El Opalo Seco





Inclinarse al àrbol o encaminarse a una esfera.
Escribir detràs de las puertas hasta la llegada de
un alfiler que lleva hojas de vidrio.

Presentir en la escritura del aire hasta
que finalmente algo en la arena es instruido; una aleta,
un caracol.

Golpearse en una historia de navìos que
presagiaban de manera semejante a las helices
la continuidad de los circulos.

Recordar que aquello en la brisa,
camina como un puerto llevando estaciones de
franjas o periodicos que mecen los encantamientos.

Escribir despuès de un alfiler que lleva hojas de
vidrio. Leer en las palabras encerradas en esas hojas.
Alimentarse una noche de sus silabas si es posible.

Ver la vocal del espolòn donde se juntan
expresiones de sal y hornos amarillos, iguales a la
intensidad de un juguete por el cual se llega
a un simulacro.

Sentarse en los parques hasta pertenecer a los
faroles.

Recorrer en cada ventana la cabellera donde
duerme una flauta al lado de una performance, 
allì se reencarnan cosas celestes iguales a la 
espuma al ahogar su idilio.

Acercarse a la soledad con un periodico azul en la
boca. Incrustar sus paginas entre la 
realidad.

Imitar a los animales muy cerca de la memoria
junto a un opalo seco.

Encontrarse ruidosamente con una escencia que
borra las peninsulas, en una carta de aceite
donde se agitan las apariencias.

Reencarnarse en un nihilismo, justo en el instante
que todas las palabras semejan una que definirà
el sudor de los vapores.

Y darse cuenta que ello no es una estètica.
Sòlo semeja un extraño lugar 
una extraña cueva.

Que nunca se logra cruzar.












Poema





Yo no conozco el lomo del agua ni la 
avispa en las agujas, preparandose para
ensangrentar una hoja donde es de vidrio
el vaticinio.

Yo creo en los maleficios hasta cierto punto
donde el mar es escoltado en el atardecer
por un crepùsculo.

Por una soga o la logistica de un manicomio
que es azul, siempre azul en el instante
de su grito.

No he llegado de los vilos. Sòlo vì un 
ansia uniendose a otra intentando crear
otro oceano.

-alguna vez pude rozarlo-

En cuanto a las mandibulas y los corceles,
estrecharon el conocimiento del reguero
junto a un hueso de arena donde anguilas y
orillas se diseminaban, entre ardientes 
escarchas, donde la poesìa llegaba
para morir como los ojos.

Yo no he oido en los caballos, las palabras 
puras y desesperadas que siguen a las morgues,
pero he hallado telescopios en las grietas
de los craneos donde
los margenes 
hunden una y otra maldiciòn hasta la caida
de una amapola en el iris; sustento
o economìa -dicho sea de paso- de todo lo
que transfigura.

De todo lo que es forastero.

No he vivido en el bozal de la serpiente ni
he conducido los vagones hacia el aire donde las
cosas se descomponen ante la llegada de un
sueño.

Y alcanzè tal sueño en la hora de las alarmas 
y los portatropas, digeriendo espantapajaros de 
azucar que alguna vez fueron de nieve.

De granizo.

Y daguerrotipos de agua, donde emergen igual
que corolas, las supersticiones.






sábado, 28 de mayo de 2016

Atmosfera






No es extraño conmoverse.

Llenarse de iones y particulas que buscan
en la aurora sacramentos de acrilico
en un arpa.

No es misterioso.

Sujetar el arete de una profecìa.

Caminar a un exorcismo donde la intuiciòn
bebe u oprime de un traje.

Recordar una supersticiòn en un lado de 
lata, donde el brillo recluye en sus fulgores
un semaforo.

Recordar un ciclo de ferias en un lance,
cuyo crepitar reconoce en los latigos, la sien
de un verdugo.

No es extraño sobrevivir a los pètalos.
Dudar de un antepasado que rasgaba en 
lo sucio y lo radiante, lleno de
anilina.

No es sobrenatural, dirigirse al agua 
o tomar un aliento donde la vida impone una
condiciòn a la naturaleza para que sea
devuelta a los papiros.

No es silencioso.
Tampoco es llevar a un ser gnostico en
las alamedas, que por la noche
insinuan o trepanan.

No es necesario esperar la
lluvia en un dormitorio que trepa hacia
fechas de obsidiana. Las fechas
significan -de pronto- sòlo 
las escalas de un barco.

Sentarse en un aniversario de sinos
donde las gemas dimensionan el purpura
de sangrientas galas.

No es importante.
Llegar a esa ceremonia donde se secan
los àrboles, llenos de màstiles 
o escamas que repiten el boreal sonido
de las bolicheras, al elevarse por
el hemisferio.

Intentando cruzar esta atmosfera.





La Idolatrìa de la Esgrima






Si una flor se incluye a diario en una hoguera.
Si las fogatas son nada màs que un parpadeo
liberado por una idolatrìa de esgrimas.
Si proporciona alambres o elasticos a una pradera.
Si entre sus maleficios trasciende al lenguaje
que se seca en un dormitorio de empeines.
Si esta vestida por el humo de una motocicleta
y los castillos a lo lejos son perpetuamente de naipes
y baules que exigen casos opuestos al aceite.
Si las palabras responden siquiera un eco.
Si los animales reconocen una de sus prendas en
el lomo de los pumas donde duermen las avispas y 
los carbones son cetrinos conjuntos de hierba y carne
acumulada por los siglos.
Si esto que trata del vivir es milenario o es niquel
que demuestra la tarde en un caso de obispos 
en la piel o una orilla donde ceden apriorismos a
ventanas magnificas, por las cuales despierta
desesperado un iman en busca del medano.
Si desde aqui me alojo en esos imanes con bucles.
Si me entero al final de los grilletes colocados
en los labios por la belleza. Si ignoro y al sur
de mi edad hay, un molino que resucita en 
otoños de acupunturas o existencias avidas de
helio.
Si una flor intuye el peso de las nervaduras.
Si desde ella volaron los gorriones a ciudades
que aprendieron de los planos. Si aqui durmieron
los limones bajo atmosferas de ciclovìas
y sedimentos que existen en la brisa, iguales
que arcanos testamentos que eligen o disputan
su respectivo invierno a la sangre.
Si todo esto es un paisaje de escolios o dìas
que podrìan explicar la anunciaciòn en la espuma
o una muralla donde se reclinan por la noche
las sombras, para leerle una oraciòn que
es un verso a una formaciòn en los espejos.
Una formaciòn que es de hule. Que es de laca.
Y se agita cuando se arrastra por el bronce
donde aùn espera igual que amanecer un 
pensamiento.











El Sol se Extiende






El sol se extiende.
Sobre una marejada hecha de verbos.
Sobre una marea que predispone o ata las
proposiciones de una aguja
en el limite de las
circunferencias
y los velos.

Junto a una lucierna arrastrada por 
una mariposa.

En el limite y tambièn en los velos o
las encrucijadas, por las
que se enciende una antorcha en el
precipicio donde
emanan sòlo cartas 
y algun principio del sueño que
roza en el amanecer
una rama.

El sol se extiende.
Cualquier elemento en el humo dejarà
de recordar historias con gravedades que
alentaban auras con instantes 
semejantes a
menguantes de polen
y calles donde la fosforescencia
es el reloj de un ser cautivo
jugando en los muelles con extraños
dromedarios.

Dìas de follajes al pie de un velero.
Objetos como la esfera o la serpiente en
un invierno de diluvios
amarrados al cefiro en el ambito de cera
elegido por la noche.

Dìas como la voluntad de la nieve en
una carretera de granizo
donde las torres han sido dispuestas de
modo que la alquimia en 
ellas disponga modos sobrenaturales
de ser en los cartilagos y 
medallas de ira en los estambres.

El sol se extiende.

Pero no es ello lo que debì escribir
en este diminuto momento
de laca.

Quizà fue de la voluntad que en uno
de sus pètalos espera.

Y en este instante se arroja de la
tierra.

Dirigiendose a los astros.













viernes, 27 de mayo de 2016

Pendulos





Es temprano para mirar de frente. Ademàs
no hay nada que mirar si no es una mesa.
Sòlo hay cartilago en ella moviendose extrañamente
como si hubiera sido alcanzado por la locura.
Esa que me espera con paciencia en algùn lugar
al final del camino. Yo admiro esa locura
porque es lo ùnico que aguarda al final.

Y admiro ademàs el contenido de las leyes.
La flor que se repite en un higado. Los lampos
y desavenencias por las cuales crece un
edificio, calculado por las llamas
en las mitografìas, cuando
por la tarde queman los parques donde 
la existencia se hizo errante
junto a la conversiòn de los azotes.

Es temprano y la casa de polen descubre
a los jabalìes entre nocturnos de garrochas, 
de paraderos donde el transito es un perdigòn
y pienso en ello, exactamente como lo
hice los miles de dìas desde esa
existencia; es decir sin aguardar màs que 
aquello que puede ser llamado inocencia
segùn  las ceremonias de los nidos.
Segùn las evoluciones de
los brujos.


Lampos de agujas donde son creados las
particulas. Escalofrìos junto a una celula que
mira con unciòn el pavimento y se pregunta
en què tiempo de lagunas y pisos
abandonè los circuitos de
una playa, conduciendo su
ùnica palabra a un espectro llamado
realidad.

Es temprano en las albuferas.
En el himno del gorjeo que las cupulas han
dejado de sostener.
En las saetas y en la conciencia de una mariposa
tomando las figuras como herencia
de un carnaval, donde el
oxido se ensaña con las plateas donde
el agua es formal
-casi formal-
como un protocòlo.

Como un acantilado.
Como un prolegòmeno que desprende goletas
de plastico, siempre sobre un oceano de
acido.

En tiempos en que los pelìcanos desertaban
de las islas para afirmar que tambièn
abrieron la noche de manera que
empezaran a esparcirse los
astros.

Igual que adivinos en los pèndulos de
las palabras.



























Las Antenas de los Caracoles






Recuerdo el àrbol con reencaraciones 
de leche en alguna de sus ramas. Lo evoco
con esa luz que es radiante en un pliegue
de la memoria, donde tambièn vivieron
ciudades de madera y leviathanes.

O eran civilizaciones?

Ninguna ciudad es de madera, pero en los
lexicos de las fragatas, las ciudades 
son empujadas hacia las 
transfiguraciones o el aleteo de aquella
metamorfosis que observo en un eje,
es la palmera inaudita
con interiores de volcanes
y obuses.

Pero yo recuerdo el àrbol que soñaba con sus
cascaras. El lirio de un animal formando en las
legañas, la continuciòn del barril y las ecuaciones
donde los suicidas elaboran sus planos
antes de caminar por ùltima vez
en una pagina.

-¿esa pàgina, pertenecìa a las tradiciones?-

Pero las pàginas no existen para exclusividad
de los suicidas ni de los hombres que duermen en
ellas con sus automoviles.

Recuerdo el àrbol. 
Serà seguramente por un presentimiento
o una oraciòn que encalla en los pies de un sujeto
adherido a sogas que atraviesan con
el otoño, el filo de los minerales
cuando muestran sus ojos.

-tampoco sè el porquè de ello-

Gaitas llenas de colisiones y heridas
empiezan a dar forma a un enigma hecho de 
alambres. Un viento de carne se encuentra oprimido
en ellas. Un viento de sangre que es puro como
los carbones o un deletreo igual 
a los oboes,
donde las cigueña despiden ese asunto 
de todo aparato logistico cuando es
desfigurado en el platino.

El àrbol porque es nuevamente un vagòn
donde calan las serpentinas.

El embrujo de un ritual que terminaba con
una proeza en los cabellos o un errante buzo
con cuellos de serpentinas.

Vagon como un aparejo -que diriase- tambièn
piensa en las medialunas del àrbol con
reencarnaciones y los menguantes donde un astro
suele dar caza a la tela de una araña.

A una bolsa de nieve.

A una orilla donde se convertiràn tarde o 
temprano en vidrio las sartas.

Junto a prefijos absolutos de equilibrios
arrastrandos por las antenas de los caracoles.






Algunos Poemas






Algunos poemas creen en la poesìa.
Otros lo hacen en las revoluciones. En las
revelaciones y ademàs en las maldiciones
donde abren sus ojos
los sueños.

Algunos poemas creen en el polen y con
èl, inundan de amarillos los mastiles
y los solares.

Algunas metàforas creen en las palabras
asi como el lirismo es conceptual o abstracto
sobre una composiciòn de humaredas.

Algunas humaredas representan en un gong,
un supersticioso y caro eufemismo.

El maleficio no pertenece a los barbaros a no
ser por la llegada de un violìn oprimiendose
en el jade.

Y se encuentran las figuras sobre un final de 
reptiles, donde el universo y todos sus astros
atardecen y sin pensar en ello, algunas imagenes
creen en las personas. En el hombro andrògino
y urbano que enredase en la nieve, bajo carteles 
pàganos donde a veces leemos discursos de 
unicornios; fuentes posibles por donde
se bate la seda; uñas masticadas
por el yodo.

Sòlo por el yodo y las semànticas que bajan
de sus opalos sin conmovernos, desgarrando 
nuestras manos colocadas entre fiebres
de piramides, lugar donde brotan a veces
las elipses y como no, el ambito para
una azul circunferencia de
topos.

Algunos poemas, eso dice claramente que no 
todos y la ribera del rìo es un punto lejano donde
los tambores crecen como percusiones u hombros
talados por el fondo de un abismo o el fin
de las telas.

Algunos. Incluso ello nos enseñaria los pocos
objetos que se santiguan bajo los faroles; objetos
como la lluvia y el eco. Como el sol en la mejilla
de un zoologico que te toca en esta mañana
con su saliva, para ver como vuelven los 
hipodromos de leones a tus sienes.

Para ver como vuelven.

Y no regresan.





jueves, 26 de mayo de 2016

El Horizonte de Cenizas






La carta es de agua asi que no llegarà a la noche.
Los retazos de la centella son de arena asi que todo 
en ella recordarà a la vida que siembra
origenes del polvo en los desiertos.
La carta es de niquel, pero no necesariamente.

Y entre la fantasìa vuelven a moverse los leones y
en el equilibrio de cosas arteras como el sol
y los astros 
se despedazan los mitones,
mientras alturas de helio
acceden a los objetos del alba, llenas de
miseria y espolones.

La carta se encamina a la supersticiòn. Tiene
manantiales para dejar de creer en los equilibrios.
Tiene caratulas donde el vertigo esparce las
aquiescencias. Habla de noche con
una iguana y despuès presiona 
las ramas de modo que el
tiempo sienta el verdor 
de otra manera.

Las palabras que residen en ella 
estàn hechas de dormitorios azules. Las palabras
son una continuidad de los espacios y a veces
el golpe del devenir cuando oprime
estaciones sentadas
junto a cadaveres que exploran los sueños de
un verde espinazo, juntando esporas en
su medula.

La carta es de agua y florecerà antes de volver
a la tierra. 

Lo harà en los desiertos.

Despuès que los mismos se hayan convertido 
en cenizas.







Encuentro






Alguna noche te has encontrado con una palabra.
Creiste que ella serìa quien dirìa algo. Lo mismo
pensò la palabra de ti..

Te has encontrado con una palabra y seguidamente
determinaste el peso de su casco hundido en la
nieve. Tus pasos tambièn fueron determinados desde
la misma visiòn por ella. Luego...

Pensaste para tus adentros y te golpeaste la cabeza
con la fuerza necesario para que se de cuenta; no
era necesario; ella pensaba y hacia lo mismo.

-ello tambièn lo puede manifestar un reflejo-

Una noche te has encontrado con una palabra, pero
no creas que serà la primera ni la ùltima, habràn
otras que tendràn espectadores semejantes a
los cocodrilos.

Al olfato de las hienas debajo del agua.

A las fogatas. Al humo que pinta de noche sobre la
cera o es invisible, igual que un relive de cefiros en las
corrientes.

Alguna noche te encontraràs con una palabra.
Lo curioso es que habrà un ser observando y su
naturaleza parecerà omnisciente.

Ese ser arrojarà las corazas al vertigo. Construirà un
tipo de intensidad para que tù y la palabra, duerman o
sueñen despuès de haberse hallado.

Y despuès que la realidad haya quemado sus ultimas
casas por la tarde.

Casas que en el fondo de mi corazòn siempre pensè
que eran cenizas.

-eso es primordial -en ocasiones- para tocar una figura.

Y no se desvanezca entre inauditos encuentros entre
un hombre y la palabra.





Los Ojos de los Cabellos







Allà no hay parques. Pero de noche
se citan los abortos y los ocios con inmensas
noticias de gallos crepusculares
llevando militancias de amatista y aluminio 
a una casa.

Tampoco existen barcos. Pero lo que florece
acercandose a la imagen de un navìo
pertenece a los girasoles, a la muerte del 
color blanco en los tulipanes, donde se
escoltan los tallos entre infinitos paneles de
gallinazos.

Y si buscaramos la vida tendrìamos que
comprender otros hechos
el axioma de la luz por ejemplo,
el hecho del viento en el color de una frase
donde las arterias empiezan y donde
otras oraciones desde la tierra,
renacen
trayendo sus paraguas y reencarnaciones.

Allà no hay mamìferos.
Pero en cada cota hay un jardìn que recuerda
al hombre dibujado por un brillo de arena.

Yo pienso en una imagen donde el sol 
se apuesta un instante sobre la fosforescencia
secreta de cada grano. En cada uno 
la luz revela un universo de preludios y 
martillos.

Atardeceres con hilachas en sus frutos
o tejidos formados por la brisa en la silueta
de una palmera, de un retrato de zinc
en el pelo, de una historia de polen
que una gaviota desenreda entre 
leyendas urbanas de plastico
donde dios por el amanecer aùn se abraza
a un megàfono dormido en los cabellos.

En los ojos de esos cabellos.

Que con la llegada del alba nos muestran 
tambièn sus legañas.




miércoles, 25 de mayo de 2016

La Lechuza y los Labios en los Dados





Alguien llegará.
Abriré las ventanas y puertas para 
que pase.
Quizá hable con él, aunque ello en esta casa
lo hacen otros seres.

En su rostro 
habrá una circunferencia asi que estaré quieto
intentando completar con la mirada la
dimensión de la misma.

De su rostro lo primero que caerá es el agua.
La historia de un circuito.
La brillantez de un anagrama oprimido en
la tarde -sólo por la tarde- por un 
puente.

Alguien.
Lo llamaré episodio o manantial que cede
a la luz entre historias donde se combinan las
bengalas y los hilos.

Llegará.
Será como una antología cosmetica en una vara
donde descansan los filos, los roces, los procesos de
una muralla casi sin brújulas, avistadas
extrañamente por los faros y no al
contrario.

Quizá cuando se sienta en esta mesa
nos saludaremos. Quizá cruzemos palabras.
Pero eso no tendrá importancia.

Al margen de ellos creo que buscaremos un sonido
que provenga de un velero, de un acento acuatico donde
las olas se acarician y los secretos son amarillos
como una ventana dejando ver la curva
de una bacilica.

Y al sentarse recordará
los colores del día como lo hace el espacio entre
el infinito, cuando los televisores y los diafragmas son
salvoconductos en una cocina. Quién sabe para
llegar a dónde.

Alguien llegará.

Yo tendré una lechuza en mi hombro con un dado
en el pico.

El otro estará en mis labios, intentando reconocer
entre el horror una palabra.








El Espiral del Sueño





No conozco la selva encerrada en el oceano.
Ni el vestibulo casi completo de un ancla, imitada
en el momento de las transfiguraciones por
el eter. No tengo una sentido del barco
cuando duerme en una peninsula
lleno de escamas
como si la brisa fuera de aceite
y la periodicidad 
o el helio 
oprimieran un color de azucar.

No sè del himno a favor o en contra de los
limites, cuando los forasteros llegan a ellos con el
futuro de una hoja o la casualidad
derramandose en una flor isocronica, donde
las celulas embisten la carne hasta 
transformarlas en atomos.

Nunca vì un tallo apareciendo de la lluvia con 
una plaqueta, pero descubrì una galerìa con
interiores de canela, hundiendose en 
la dimensiòn de una ojera
en la ola imitando a las cadenas
o la supersticiòn de los bozales
o los espejismos que inventan los polos a partir
de una frecuencia en un simulacro
escribiendo entre helices.

Nunca encontrè al aire en su labor dentro
de un parpado, donde los equilibrios
agotaban el tiempo de las superficies
dormidas en tonos negros de 
caucho.

No he llegado a lo escencial, tal vez por que
no existe y lo demàs es una intenciòn 
cargada de buques o legendarios monoplazas
entendiendo el sentido de la deriva
en el hemisferio.

Despuès de ello todo sucede en espiral.

Igual que en un sueño.








Arboles







Los àrboles se arrastraron a una cadena.

Las desembocaduras formaron el nombre
de una flor en los cometas. Aquello que
era sediento se involucraba en una lejanìa
en la cual dormìan los topacios y el silencio
de esas habitaciones llenas de cupulas de
sangre.

Los àrboles caminaron hasta esos 
mensajeros, donde los parpados fermentan
arcanas figuras transfiguradas en un
espejo.

Los àrboles inundaràn el celeste del 
hemisferio y hablaràn de un niño que llevaba
una ciudad de corcho en la boca.

Todas las cosas eran extrañas en los 
periodicos pintados por un arca o el 
esquema donde el aceite inventa una hoja
de barro.

Todo era inocente hasta la llegada de 
un volcan de escamas, lugar donde las 
herraduras son imprecisas como
un sentido en el hielo o la formaciòn de
una flor intentando desprenderse
del tallo.

Los àrboles se dirigìan a una cadena.
Los hùmeros representaban crestas ese
dìa. Mediterranea era la polisemia 
aquella tarde, tambièn la estela de un
pubis, incrustada en la puerta de un
astro; tambièn hecha de madera.

Esos astros que se dirigìan a los 
sacrificios y a las amapolas esa noche.

Pero no sabìan como.










martes, 24 de mayo de 2016

Las Inmedaciones del Mundo






Yo hablo de la lluvia con una mantis en la boca.
Con una caverna donde vagan murcielagos modernos.
Yo sostengo el martillo junto a un oleaje que es de vidrio.

Y reitero que las mismas palabras son del aire en
un amanecer tanto como de los utensilios: una luz que borro
es ademàs una hoja, un sonido del barro en las
estrellas de una cuchara es un parpadeo, un universo 
homonimo como el que cae en cada particula,
significa la medula de los estereotipos.

Yo sigo a las maderas y las flautas donde coordinan
los zocalos, el viraje subterraneo de las amapolas
junto a un patio lleno de molinos, cayendo iguales que 
hipodromos entre medialunas. Yo sigo lo boreal
pero a veces sigo a los estereotipos.

Yo pienso en el deseo justo cuando se separa
del pensamiento y cada uno se dedica a oprimir
escamas.

Yo sigo a esas escamas con una cronica cerebral
del hemistiquio y del coloquio, para engañarlas.

Busco una aguja cuando estoy en una escalera y los
pàjaros se mimetizan con las paredes donde la 
identidad aùn es marròn y lleva diarios de
caucho.

Yo vivo en una carta semidestruida, donde las
balsas componen una cinta de volcanes, atando
allì las huellas que el coral devora en
las gargantas.

En una campana de acidos para que los ecos nunca
se olviden de los romances con el ruido 
empotrado en el hierro.

En esa trascendencia de limòn y cascara en los
simulacros que detienen la vida de los tatuajes.

En un momento donde se puede reconocer o dejar 
de ser inmediato en un filtro, que es embalado por las
costras.

Yo vivo debajo de una casa donde las habitaciones
en su espacio convocan pescadores de humo y fibras
de resina que dan como un hecho ciertas ventanas 
degolladas por las oligarquìas.

Yo vivo en ese ser arrancado al ser que veo.

-a veces-

Un ser que fue arrancado tambièn de las noches
en la casa que habito.

Y errante ahora -igual que el yo-  vaga igual que
un forastero por las inmediaciones del mundo.












Las Sìlabas de los Camellos






Miro en cada impresiòn de manera amarilla.
Palido como un subterfugio o una borrazca entre
las criaturas de la arena.

No todo criatura en la arena es palida. No todo
lugar en la playa hecho de arena las abriga.

Aqui los huracanes se agitan en el verano de una
apariencia, esperando ser oprimidos por los
sistemas del otoño.

Aquì los tallos son una elegìa con dramas que 
escriben en los cuellos de una luz en la boina, 
escarchada por un sur de granizo.

Miro en cada hoguera.
En cada circunferencia donde el fuego quema
los barcos y un destello de guaridas respirando en
una hoja.

Escribo -basicamente- desde ese respiro o es
sòlo una intenciòn que me lleva al recuerdo de las
cosas paganas en el lenguaje
mientras las fogatas edificaban oidos. Debo
decir que lo pagano cae a la vida desde la
desesperaciòn y a veces tiene la
narraciòn de un dìos en 
las fabulas.

Observo en cada impresiòn.
En cada extinguidor lleno de peninsulas.
Desde los telescopios que esconden un fluorescente
y la gota que es celeste, para que las venas
puedan teñirlas de rojo.

Lo hago animal y casi herviboro.
Mutando en las escaleras.Transformado por 
numeros de academias. Tomando el cometa de la
casa contigua a los abecedarios, donde se han
hecho arcanos los adolescentes que fluyen
desde el alba, en los desiertos.

Con la ùnica esperanza de encontrar un camello
en las silabas.





Raido por lo Furtivo





Por la noche me acerquè a una suma de 
iones. Yo los esperaba con un caballo de agua
raido por lo furtivo.

Por la noche creo que fuì alimentado por lo
exotico, por un nucleo que era verde y operaba
en los pronosticos de las selvas.

Y en esa noche donde todo precedìa de la luz
encontrè una camisa en el parpado, graficando 
su evento.

El mundo dormìa debajo de los halos y en una
comparaciòn con el eter, se podrìa decir que era
gris, como -en algunas ocasiones- los prados.

Por la noche todo se llenaba de regueros y los
vilos destacaban entre performances oscuras
entre lo secreto.

Las avenidas volvìan a ser inundadas por la 
voluntad de los latigos. Los trucos en las 
feromonas urdìan crimenes en el pètalo, una
y otra vez completados por el trigo.

Un pelìcano allanaba el debil confìn del parpado
en una hoja, para descartarse.

Un pelìcano regresaba a la  nube donde
igualmente eran gravadas las corrientes.

Las estructuras se derramaban sobre las
mandibulas de uno y otro insomnio. Claves de
acupunturas cerraban los ojos de las xilografìas.

Por la noche, perdì un nombre en la nieve y 
en esa nieve habìa un tejido colosal que clavaba
en las sienes, piràmides.

Por la noche me acerquè a una suma de iones.
A una luz percibida desde los onomàsticos.
A una luz encallada en las anonimas garrochas
de los aniversarios.

Obviando el puente para llegar a la otra vida.













lunes, 23 de mayo de 2016

La Sed Azul








Recuerdo el amor, como la sed mas azul
de un fragmento, reuniendo avalanchas.

Lo recuerdo por las crestas en las puntas
de sus olas bordadas por hilos de algodòn
para siempre.

Por sus pedazos de eternidad construyendo
lechuzas en los faroles.

Lo puedo tocar porque al lado de la pìel se
transforma en diàlogo.

Puedo memorizar sus jardines si como 
opuesto, coloco a los patios.

De cada jardìn dirè que llevaban los huesos
en sus alas y en cada ala los capìtulos de 
sus vuelos no significan ninguna profecìa.

Recuerdo el amor porque es una especie de
barco que rastrilla en el olvido. Un olvido
compuesto por la tarde de dinosaurios.

Està sentado frente a mì como un prologo.

Como una faena de fragatas escupiendo
en la aurora a las formas blanquecinas de
los àrboles.

Recuerdo al amor porque en su cuello lleva
un buitre y esa imagen se vuelve a reiterar
en los ojos de la luna en la tierra.

Dentro de una calle amarilla donde crecen
los profugos.






La Labor de la Hoja






Nada se ha elevado del mar.
Nada para llegar a una 
hoja.

La labor de la hoja sin
embargo
aùn emana cosas
cientificas.

Epilogos como la sed.

Episodios iguales a
la sal o el misterio
con modelos 
freneticos de caratulas
o lomos de urnas.

Efervescencias como el 
humo de
un asidero donde 
las casas
se enclavaron 
en un
litoral dando muerte 
a
las uvas.

Nadie tampoco ha 
construido
otra orilla.

Las bolsas de carbòn
arrojadas
por las olas son las
mismas.

Las libelulas incrustadas
en los guijarros.

La sal de la soledad y los
artificios por donde 
la sangre
llegò a la verdad
de manera 
amarilla y hermetica,
igual al fondo de
grandes sauces rasgados
por fiordos.

No han completado los
parques
el sitio del eufemismo en los
quistes de un coloquio
arropado de virgenes 
y tatuajes como
el sol en su boreal torpor
de marioneta
y puma.

Tampoco se han
arrancado los patios 
la palabra sagrada con
que la luna dormìa
sobre ellos 
en tiempos en que las
cosas y los objetos
iluminaban 
conquistas 
como el agua y la cera
en baules de
trapo.

Nada se ha elevado
del mar.

Un solo cometa cae
de una utopìa
con su menton de
nihilismo.

Un solo cometa que
es tambièn el
racimo o la
intemperie
con que componen
los himnos este
otoño.

Alargandose en
una criatura de seda
tomada de la 
aurora por
centauros.








domingo, 22 de mayo de 2016

El Oxigeno de la Brisa





La brisa es quien despierta.

A veces salgo a las calles para interpretarla
desde el interior de un eslabón o en su defecto
sentado en la brea, donde las plagas tarde
o temprano colisionan con esa realidad
formada por el hemisferio 
para ser arrojada 
por la noche convertida en astrología
al pavimento.

Sólo los atomos
encuentran en aquella astrología
sus constelaciones.

También existen peces.
Cada uno cuelga de la realidad como
un mito. En cada uno
de esos peces
vibra una rama, en cada uno la tarde
victimó a su complice en la aurora, donde los
puentes dibujaban las yescas de los
mástiles y aquellas que respiran en los sonidos 
errantes de las hendiduras.

La brisa es quien despierta.
Lo hace entre plagas que son de langostas
buscando llegar a una hoguera.

Entre nombres vagabundos de los troncos.
Entre la libertad con que la idolatría grafica una
ceremonia de árboles al lado de la
civilización.

La brisa que básicamente es una intensidad.

Una oración iluminada por la desesperación
junto a una vena abstracto y compleja, donde
la proporción de la sangre
debajo de la piel semeja un presente de oxigeno

e hidrógeno.

Un presente donde los galgos habitan la suerte
de una hoja en el pensamiento de un pájaro.


Un presente acomedido con los objetos porque
cada uno encontró el sueño que llega siempre de 
los limites.

De las agujas donde los veleros aguardan arrancar
un semaforo de los paraderos.

La brisa es quien despierta.

Y yo sólo debo salir a las calles, para ahogarme
en ella.











sábado, 21 de mayo de 2016

Poema






La vida de la noche desde la perspectiva
del plastico. 

El sol atado a una bocina. El sol tambièn
de baules y plasticos.

El sol que no regresò a la realidad.

Esa vida detràs de las azoteas y los
barriles de agua, que esta noche desprenden una
palabra.

La vida de la liebre en un periodico, alojado
en el vientre de un tallo.

La estrella cayendo hacia el sur con un bosque
donde los espejismos se arrastran.

El color de esa estrella encerrado en un 
manuscrito. Su caballo de helio.

Los adioses que vuelven a despertar.

La vida esperando las coreografìas del 
sueño en un portal lleno de trigo.

El poema advertido en un lomo.

Los fosiles ebrios de perdigones si duermen 
en los parques, aguardando equilibrios 
de goma.

Los radares y los patios junto a un siseo
purpura y las primaveras en los àngulos
observando la agonìa de una araña.

La sensualidad de una gruta en la soledad de
un jinete oprimiendo sienes entre la transparencia.

El objeto cultural del trigo en el hocico donde ya
antes se juntaron dirigibles.

La vida de la noche desde un panorama de 
heridas, que despiertan al paso de los camellos.

La escama en una feria de lapsos y escalofrìos
penetrando las aletas de las fiebres.

Esas aletas que a diario cuelgan de los ladrillos
y como emanaciones de un dìa cualquiera sobre las
boinas, levantanse hacia el hemisferio.

Siempre con una herradura.

Siempre con un bozal de nieve en sus muelles.

Donde la mitografìa de una mariposa escarlata
inunda la realidad.













La Vida Azul de los Apendices






La melodìa està incrustada en un tronco.

Los cipreses esta mañana alejan el mar de
la experiencia.  Asi llegamos a una rama.
Dònde quedò la experiencia· A dòmde
virò la rama.

La experiencia muta en alfileres que 
se estrellan contra descomunales hojas.

Un cabaña de aquellos alfileres, sugiere
que el oceano es un pedazo de tela, donde
los candiles sangran.

La misma cabaña forma un teatro entre
longitudes donde el sol se desvanece.

La locura aguarda con paciencia la llegada
de un nombre. Tarde o temprano serà el que
llevas.

Hay anilinas y levitaciones donde se elevan
menhires.

Maniobran entre el placton, los juicios
de un mar con crestas de ceniza. Allì
fueron incendiadas las olas.

Las constelaciones abren el rumbo de
un sotano, donde las escalas aluden a una
sombra de palidos cavernas.

Las sienes son de bronce, mientras 
son arrancados los tallos de una casa.

Los botes son tragados por los temporales
y el oxido ungido por el caliz
presenta en una casa, la existencia cerrada
de los pleistocenos.

Zoologìas de verde vuelven a los mas
plasticos proyectos.

El ser de la aurora alcanza los anuncios
de un rango. 

La memoria de un sueño respira en las
faroles, como en èpocas de exorcismos en
los latidos.

De manifestaciones que duermen en una
luna por la noche.

De pronunciaciones que bajo los helechos

encuentran sus prologos.

Y la vida innata y azul de los apendices.













La Idea de un Arbol





Tener una idea del àrbol.

Escribir en èl, sobre el doquier y la luz.

Extasiarse de vez en cuando en el mundo que
inunda con su peso, uno entero de luciernagas, por
ejemplo.

Alimetarse tambièn de luciernagas mientras
ponen sus limites a las hojas.

Regresar a la piel con un epicentro o
un hemiciclo, llevando puertas de papel en sus 
interiores. En una de ellas
el climax dejò de pertenecer a las 
bacilicas.

Tener una idea muy personal de los maleficios
cuando penetran los nudos de las calles.

Llegar a la adivinaciòn sin necesidad de devorar
la continuidad de los fuegos. Despertarse
en la hora de los sastres.

Organizar marchas de escamas que se puedan ver
por màs lejanas que se encuentren.

Tener un àrbol en un jardìn, 
-digamos-
Mirar desde ese jardìn el barro de sus raices. 
Pensar en un jabalì.
Creer en ello como un templo o una ceremonia
donde algunos de los objetos cierran sus ojos para
poder contemplar desde la oscuridad, la
penumbra.

Ser màs la oscuridad o la hierba que aquello
que duerme en la penumbra. Tambièn serlo.

Conjugar animales de sol en la anilina.

Vivir bajo una sombra llena de sustantivos
o cohetes que no van a la luna ni los restaurantes.

Seguir a los diametros.
Llevar espolones para cortar un pedazo de esa
sombra enseñada por la penumbra.
Intentar sembrar allì un màstil.

Observar a la luna mientras las reliquias
juegan con un astro de trapo en los brocales, donde
todo fervor del exhalo parace boreal y marino.

Dormir como lo hace la naturaleza. 

Y entre sueños, soñar como ella.








La Intensidad sin Papiros







En ese arco que el sonido de una flauta forma.

En el aire con sus vacìos donde los espectros
esperan la lluvia. 

Y en ella un lenguaje que
oprima sus sienes hasta la llegada 
de una luz que amaga
y en sus fronteras aprende a deslizarse
como la vida de los telescopios.

En las antinomias y los transitos donde
son colocadas las vidas de esos telescopios.

Y creo en la vida de esos telescopios.
En sus tambor y sus espeleologìas.

En los alfanjes y el desasimiento, con un 
lecho de folios esparcidos en las pupilas.

En la intensidad sin papiros.

En esa intensidad recogiendose en los labios
de una fogata.

En los lugares vacìos de las copas para las
cosas que logran sujetarse, muy cerca de los 
mastiles.

En los fragmentos de una flor que es
siderùrgica.

En las manchas de un fruto con adoquines
de magma y el silencio que lleva una
estrella escribiendo en 
los universos del aceite, tal como lo hace
un vector de harina o la estela
de un prodigio
azulado en los pulmones.

En los vertigos con que empiezan las 
cosas entre la realidad.

En esos vertigos donde tambièn acaban.















viernes, 20 de mayo de 2016

Los Mitos Encerrados





Veo la nieve.
A lo terrestre comprendiendo una edad
de fibromas en ella.
Al escualido rumbo del tomate entre faldas
de hiedras. Veo al ruido que se contamina o 
se deshace entre cefiros, semejantes a 
una silueta.

Uno de esos cefiros ha caminado desde el ancla
para envejecer en los mitos encerrados en
los patios. 

Las saetas, donde esta mañana
la intensidad es negra 
como una ceremonia de enciclopedias
y frutos que beben de la sed de los cartilagos
y se deslizan con desesperaciòn en el 
espacio.

Hechos de aire.
Circunvalaciones al lado de un craneo donde
se menciona al lirio con una botella de 
carne, alli lo alado
llega el final de los crateres con una pira
de lodo en sus cabellos. Nace un 
angel en todas las nucas del mundo.

Observo la nieve, pero ello no siempre es
una cavidad, ni una dimensiòn donde los platos
siguen a las figuras con imagenes que
el sol ha derrumbado en una sarta, en èsta
cantan hasta ser emanaciones  del sueño 
las bolicheras.

Naipes de yodo ahora que las constelaciones
humedecen una especie de tulipan
bañado por morteros.

Naipes que detienen la longitud de una calle
donde la gravedad insiste en crear
nùmeros con pensamientos.

Botas con sonidos de plomo donde la rama
se detiene en los aulos con carteles que una
noche pertenecieron a los demonios.

Clanes de agua en los que la semejanza 
indica a los astros en què parte de las ciudades
lo boreal recupera un farol
incendiandose en las alas de una mariposa.

En las alas de una mariposa.

Donde las encìas despiertan.









Mitad de la Noche





Mitad de la noche ha pasado.
Hay un mediodìa en ella lanzando ditirambos.
Un tallado igual a una placa de
deuteronomios, escribiendo en la sal de
un testigo.

Verdugos fieles a la hoja se detienen
en un nido. Un cuerpo avanza entre la tempestad
con las reencarnaciones del oxido.

Tal cuerpo es reclutado por los continentes
en los cuales duermen los rasgos o son azotados.

Palabras que la espuma derrite en los
flancos. Carbones donde la escarcha deja
atràs el movimiento de la ilusiòn o la duda.

Mitad de la noche ha pasado.
Los primeros murcielagos cuelgan ya de las orejas.
La estructura de los platanos es una sensaciòn
que empieza a ser doblada
por los ojos en una 
imagen. Las citaras olvidaron el color de la
sangre en los troncos, donde las hormigas son
decapitadas.

Mitad. Me parece en ocasiones 
como un arpegio lleno de columnas de tigres
y humaredas donde se desatan los
hechizos.

Tengo la creencia que vive entre la experiencia
con la soledad de los trigos entre los
objetos, cuando se encaminan a los maleficios.

Mitad de la noche se ha ido.
Los actos de la nieve coronan los zocalos.
Las xilografìas mecen retinas azules
en los lomos de los caballos.

Partes ecuestres de agua buscan lo indomito
como una fase invicta en los relojes.
Inevitablemente fraguados por el tiempo.

Mitad de la noche ha pasado.
La otra mitad se bate entre troncos rosados.
Donde las hormigas en su camino a las
ramas, son decapitadas.







jueves, 19 de mayo de 2016

El Arbol de Sal






La noche toma sentinas.

En alguno de los contenedores los nombres
han llegado a màs de una botella y en uno de los
objetos designados por esos nombres
la espuma alarga el sonido de una membrana
donde sueña un solido.

Los grillos entrelazan nucleos.


Las piràmides crean feudos donde las cadenas
inician el camino a una estela,
en la cual los diluvios cierran los ojos ante la
llegada del trigo. 

Introducciones y sumas de epilogos.

Concentraciones de carne en una ventana de
amapolas donde las nupcias significan el
aleteo de una mejilla.

Prologos de sol en el amanecer cuando las
citas con los suburbios exponen un
menguante en las flautas.

Un menguante desconocido en las efigies
que dejan los tambores en un tallo, donde se
insinuan relampagos.

Los relampagos parecen en este momento
simulacros de siete objetos en las inquisiciones
del tiempo.

Los relampagos han tendido una madeja
llena de carteles, donde las letras son hondas
observando circulos.

Una diferencia busca un adjetivo para separarse
de una palabra donde los semidioses despiertan.

El àrbol de sal aparece en la continuidad
del aire con un acto de helio.

El àrbol es de sal y duerme ante la
llegada de los aerosoles, los pabellones se
convierten en feromonas.

Las casas colocan la ambiguedad de una
imagen con absolutas nervaduras.

Los crimenes llenan de pureza los eventos
donde se oprime una horda con ladrillos.

Avenidas de reencarnaciones inspiran un
mito.

Las cupulas de lo invisible regresan a las
catedrales.

Monstruos amarillos de seda son cautivados
en los parques.

La noche toma sentinas.

Cada una se parece al verbo  introduciendose
en todo lo creado en las palabras.

Ebrio de manadas y sienes.

De fechas e hipotalamos.














La Llegada de la Realidad







El otoño florece.
Igual a una ciudad que crece en las orillas
de un rìo, el otoño florece en 
las orillas del frìo. De los
pàjaros que llevan el granizo
en sus alas.

Yo pienso en èl, mientras los àrboles
reflexionan y las embarcaciones alojan
en las escaleras, el sonido al morir
de algo escarlata.

Pienso en ello, con la esperanza de hallar
un ambiente que sea lìrico para posarlo en
el cinismo de un rostro -por ejemplo- o en
las embajadas que el polen ha creado 
en una habitaciòn de atùn, de la
cual partì esta mañana
en busca de un mandamiento de madera.

Algo semejante a lo inasible, digamos.

Y ya que casi todo lo inasible no se acerca 
a la epifanìa

-hay interiores de palabras que lo objetan-

quedarìa lo inasible
por si mismo, entonando culturas de
higos entre los zoologicos
o los mamìferos donde el sol es màs
azul que un contenido generico
arratrando artròpodos.


El otoño florece.
Por alguna especie de mandibula y caricatura
el amor tiene una fecha para los castigos
y el idilio queda ensamblado en una alabarda
donde el erotismo, deja su mas purpura
incandescencia, para tiempos en que
las manos que llevan las llaves
comprendan que no hay manera
de arrancar el helio de un dirigible, ni portar
una barba en las yemas en epocas
de secuencias y absolutos
analisis para devorarlos.

El otoño florece.
Es algo tan simple como un hecho.
Como un calendario donde me pongo a suplir
las asonadas en mi pecho, por otras que
llegan de un hilo, invadiendo las
avenidas donde los
simulacros 
esperan con labios de aceite la llegada
de un puente
hecho de piel en alguno de mis sueños.

Un sueño que en este otoño no esperarà
la llegada de la realidad para llegar a ella.

Simplemente regresarà a ella.















miércoles, 18 de mayo de 2016

Poema







No sè hasta què parte del mundo el dìa es
umbilical. Si las abstracciòn se lanza 
hacia una feromona y el polen 
trastoca un jardìn de pliegues, ebrio de
vasos y fabulas.

No entiendo el lenguaje que se pudre 
despuès de haber conducido un
àrbol -donde creaban esferas los pètalos-
a todo aquello que reconocìa 
una palabra.

Yo conozco un àrbol por los automoviles
en una sentencia de fosforo
con vaticinios de iridio.

Yo conozco un àrbol en una particula llena
de avalanchas, entre ciudades de corcho y
vulnerables espejos de oxido.

Uno que caminaba a los telegramas con
una franja de granizo.

Que llevaba refrigeradoras y lechuzas 
alimentadas de candados.

Tampoco sè el motivo por el cual los 
alambres se juntan en el ozono y luego
 muestran en el hidrogeno, pergaminos.

No sè de los valles que elige un artropodo
entre la brisa, bajo el imperio de coherentes
mamiferos.

No entiendo de lumenes que alojan
una razòn en los cuellos del caballo 
mientras sueñan los escarabajos.

No llevo una hoja en mi corazòn 
nieve y plantigrados que se dimensionan
en una superficie.

Donde la mayorìa de las interrogantes
en el vuelo, no logran
tocarse.









Los Limites de Nieve






Despuès de una ventana hay una hoja.
Despuès de esa hoja hay un subtitulo con dìas
de color violeta en el pecho. Una estampida
y una corona de simultaneas hierbas
irrumpiendo.

Tambièn hay un proceso de estigmas para
aquellos que inundan de pètalos los travesaños
y en las maderas que sueñan los filos 
coexisten
alfabetos donde el mar es un molino
violentando un roce.

Un galeon.

El participio de un conjunto de pentagonos.

La astromelia junto a una ceniza donde las cosas
se detienen creando las raices de los àrboles.

La misteriosa desiciòn de algunos objetos por
mantener en el ambar sus peninsulas.

Despuès de una ventana hay una historia de vapor
por la cual el lenguaje se detiene igual que una 
quilla, soñando imposibles aluminios
en una proa.

En un idioma donde ciertos crateres forman los
postreros navegantes del agua en las 
tinieblas.

En las estadisticas de los equipajes.
En las llegadas a un morro con una locomociòn
que es plegable en alguna de sus celulas
de hierro.

Luego de este paso hay otro.
Viaja en las estampas con la escritura de un valle
resignado a soñar en un lirio
donde las burbujas
de una cota
desfiguran el lenguaje colonial de una escalera.

Donde al paso de los inquisidores se suman
el de los virreyes.

Llenando de escarcha todo espacio que es de
aspas.

Todo limite que aùn es de nieve.














Las Ceremonias de Barro






Pareciera que las cosas volvieran a transfigurar.
Que los aposentos aùn se mantuvieran en los
craneos, junto a proposiciones de alfileres y 
mallas donde duermen las 
conchas.

Que todo estuviera lleno de cartones y los hombres
en este mercado vivieran en funciòn de ello.

Pareciera que hay puntos pequeños que
colisionan y colapsan hasta formar esgrimas en
sus verbos.

Què clase de verbos seràn.
Cierta intimidad dice que estàn ligados a la luz.
Ante ello, creo en los destellos solamente.
Y todos esos verbos que son aludidos descienden
de la luz.

Tambièn creo en los relampagueos que deja un
buitre en mi boca. En los aconteceres con partes de
riachuelos, donde palpitan los escudos.

En los edificios que en la lluvia unen las cabelleras
de las nutrias hasta formar una sintesis.

Pero pareciera que conozco el ambiente de una foca
porque alguna vez la habitè.

Que esta hoja es otra estela.
Y los dragaminas juegan en las mesas con extrañas
galaxias donde sueñan los monopolios.

Que las historias se encuentran en una cronica
donde los epistolarios definen a las cavernas en los
semàforos.

Pareciera que los ruidos parten de esas
metamorfosis, cuando el lenguaje adopta alguna de
tus runas.

De un fuego simultaneo.

De algùn folcklor reciproco.

O de una cacerìa que se desvanece entre identidades
donde las ceremonias son de barro.




martes, 17 de mayo de 2016

La Silaba







Alguna hoja duerme sobre la tierra.

Parece un poema de sal en tiempos en
que se agitaba en el trigo.

En sus palabras hay una memoria 
en la cual se anudaron algunas constelaciones
con edades constituidas por el sueño.

Algunas de sus estrellas caen a 
los rìos. Por ese hecho sè
que se trata de estrellas que forman 
una figura,
un meteoro, un asteroide, tal vez
una esquina donde se encuentra un
àngulo. No pude observarlas.

Alguna hoja duerme y otra que respira,
cruza la noche.

Los filos son roces que merodean la ciudad
donde se juntan las silabas.

Es una ciudad que està hecha tambièn de 
silabas, es una de las pocas cosas que anidan
en ella.

Alguna vez creo que esas silabas intentaron
construir àrboles, pero
fue imposible.

Una ciudad hecha tambièn de tierras y
cipreces.

Pero lo citado aqui es una silaba.

Silabas que incluso no podìan construir
palabras y si lo hacìan, era en secreto.

Este escrito dijo que una hoja duerme
sobre la tierra, ese fue su principio.

Quiere decir que alguna vez oyeron el
sonido de las palabras que formaron las silabas.

Quuire decir que ahora son parte de su
secreto.














Los Seres que Dejan de ser Amarillos







El viento duerme en el pecho de un animal.

Tal animal fue convertido en uva en alguna
de sus reencarnaciones.

Flota el piano en una deriva de hilos granates.

Paralelamente la brisa alcanza las helices de
una dinastìa, con doctrinas de cabellos en sus
puentes.

El escrito camina en una pelicula de algas 
donde las mandibulas son apremiadas por los
buitres de un prologo.

Las ruinas lanzan un eco de coral a un lago
donde enquistase en una amapola, el llamado
de una selva.

Caen de la aurora los estambres.
La cita de los monopolios con un farol
en sus techos.

Quiromanticos son en este instante el sonido de 
los rieles y las avenidas de las nucas.

Ardiente en el tipico modelo de la escarcha 
mientras sopla la nube y se estrella el botìn de
una galera dibujada en la frente.

-tal dibujo es atribuido a los tempanos-

Las cuevas y los seres que viven en ellas
dejan de ser amarillos.

Las columnas muerden moleculas de fiebre
donde un universo empieza a latir como una 
hoja.

Caminan los transitos y mercenarios. Poseen
ruecas y bolidos.

Estàn cargados de yodo y anuncios sobre la
expresiòn del todo lo hialino que
puede llegar a ser una historia de 

La luz duerme en un animal.
Hasta allì la escencia llega con un protocolo
de barro para tomar un sol que 
se devana en una curva.

En un punto colocado por el sueño en los
parpados.

Donde las cuevas y los seres que viven en ella
dejan de ser amarillas.

















Debajo de las Locomotoras







Se encuentra vestida de niebla. En el interior
de un otoño. Seguida por las estrellas que el barro
impulsa desde un vientre de avispas.

Ella, que tiene un nombre y lleva nùmeros de 
tallos en sus hombros, cubiertos por mitones en 
este otoño sin nungun preludio.

Entre los sonidos que recorren el espacio con una
forma de gameto, diseminado por la humedad.

Entregada a luces que obvìan la posibilidad de 
un vuelo a esas alas que viven debajo de las 
locomotoras. Me pregunto por esas alas.

No las he visto sino en sueños donde llegan
al equilibrio los filos. Pero. Què clase de 
equilibrio ha de ser. 

Sumergida en los opalos como quien aguarda
corrientes de incandescencia.

Determinada a colgarse de los pendulos de uno
que otro solsticio.

Indagando como un detective en las formas que
toman los colores rojos de la luna.
El color rojo de los declives.
El matiz del escalofrìo en la
lengua.

Escribiendo en las arañas de aquello que esta 
noche puede citar la realidad.

Cimbreada por las cartulinas y los efectos de un
laboratorio con infinitos paises.

Moviendose en un hilo donde los espectros son
peninsulas de un verbo y a veces juntan lo
milenario.

Ebria de antepasados que inundan de kerosene
las encìas del bosque.

Entre gaviotas reclutadas por el acido de una casa
que siempre ha de ser roja.

Sobre maniobras de hollìn que juegan con semaforos
de madera en las palabras. Con aniversarios de
candados en una de sus orejas.

Se encuentra vestida de aneroides.
Con un idioma que tiene efectos de jinetes despuès
de los filos en una borda. 

Incendiando prostibulos en el interior de las
agujas.

Durmiendo en los regueros. Buscando estacas en
cada rìo de la vida.

Donde la sombra de esa vida se forma.

Vestida de piel.

En un cable de bronce por donde infinitamente
circulan las palomas.
















Despuès del Mar






Después del mar inventaron cadaveres.
Cada uno era más azul que el
otro.
Con ellos caminaron hasta la niebla igual
que un espejismo a veces lo hace
hacia la magia.

Después.
Alguna palabra mostró un anden
y el lirio entre los equinoccios
ensartó a sus pétalos
la figura de una liebre. Brotaron
hiperboles.

Con el significado más profundo
y lejano en esa palabra, justo cuando
sus silabas llegan a un pino
lleno de alamares
devorados de noche por la hiedra, viajaron
a los rangos donde se arrastraban
las leyes del sodio.

Formaron conjuntos de sal en una
bocanada.
Dieron a la hojarasca el color del marfil
en un lunar ambidiestro.
Se ocuparon de hegemonias en un
capitulo verde de espuma.
Fusionaron escamas en los veleros.

Despuès del mar inventaron cadaveres.

Cada uno mas azul que el otro
y en esas ceremonias donde la muerte
celebra el ultimo lenguaje de la vida,
desde una citara oyeron el sonido
que los bosques descuelgan de un muro,
de un horror blanquecino durante edades
de hielo, en una mañana que cuenta
las raices del otoño en la carne.

En los dìas alojados en la piel como 
voces desesperadas que catapultan los
lustros.

O las pretinas del fleco donde son 
domadas las deidades.

Despuès del mar inventaron cadaveres.

Cada uno màs azul que el otro en los
lenguajes secretos de la arena.












lunes, 16 de mayo de 2016

Esta Tarde







Esta tarde el pez es de ceniza.
-pudo haber sido de barro-
Una de sus aletas llegò tarde a la premoniciòn.

Esos que han sido heridos por la premoniciòn conocen
que de alguna manera està emparentada a la tierra.

Los otros, fijan mancuernas y de vez
en cuando enumeran los escapularios
sobre una ventana donde filtra
una nube su experiencia. Cùal serà esta tarde
la experiencia de esa nube...Còmo serà por
sì misma la experiencia. De què mitologìa
escribirà cuando sea cifrada en
lo nocturno.

Pero esta tarde es de ceniza a pesar de los unos y los
otros. A pesar tambièn de los violines y las gaitas,
de la cuchara en el bolsillo del pantalòn y de los
conos de sal en las yemas de los dedos. A
pesar de todo ello, una de sus iguanas 
convulsiona en los margenes
y convulsionar es de 
alguna manera
validar un silencio que crece entre la ira y el violeta
de un dìa estereofonico,
con abalorios de lampos semejantes a los que lleva
un tridente al abrir la boca y llevarse
un dado amarillo de vapor a los
intestinos.

Esta tarde de peces que no son prismas.
Que poseen espirales en uno de sus atomos y
recogen de sus branquias, esa referencia 
a una feria de troncos arrastrando el sol en un vagòn
de leche.

Este atardecer en que el sol ha vuelto a secar
la hierba de un jardìn hecho de caracoles, de acentos
como la longitud original de una aceituna, 
rasgando en el pelo, el viento que
traìa la brisa de un morral 
donde toda adolescencia
recolecta
y recolectarà faroles.

Este atardecer tan de ceniza por la razòn
de un pez y el sino de todas sus casualidades. 

Entre atentados de fosforo y cuchillos de
fiebre, sobre todas las mesas que
caminan entre los relieves de sus ojos.



































domingo, 15 de mayo de 2016

Sobre el Papel






Sobre el papel hay una estridencia.
Una galerìa de candados entre los romances
con simulacros que sueñan bajo las colonias.

Dìas de icaros en los cascabeles. Un dìa màs
largo en las ojeras con similes de estrellas y
epistolarios llenando la tarde de tribus y aminoacidos.

En el papel las deidades con una galaxia hecha
de crestas y guiones de vestiduras al filo del polvo 
en la conciencia de una bengala, dibujada por
un pico.

Nociones de pulsos en un paladar donde la carne
impone rasgada de enigmas sus epitafios; encerrados
ademàs en la aurora.

Robustos enjambres de naftalina cruzando el 
presente de una cresta donde adrenalinas al igual
que evanescencias interpretan el mundo.

Caminantes de agua y ensueños
regresan a las sienes de un hombre, donde algun dìa
se espaciaron elegìas o inquisiciones. 

Firmamentos de ambar y circulos con axiomas
de otro universo, penetran los espigones que
el sol varò en un candado.

Debajo de èl se hallaba una piedra.

Y sobre la piedra, orientandose al oceano,
las raices lo señalaban.