lunes, 30 de junio de 2014

Iniciaciòn de Sensibilidad






La sensibilidad preguntarà por los origenes.
Sensible como una idea dentro de la abstracciòn.
Sobrenatural desde un ejercicio de hormigas en el agua.
Tendrà la memoria del pensamiento en las veletas del bosque.
Acuñada por inmensos contenedores, imprevisible como 
funestos estuarios. La sensibilidad harà de la intuiciòn
ese trineo con el cual suplese una boca, asi que
descenderà por la nieve y sabrà en que 
momento aquella concluye su sintonìa
con los liquidos y la lengua.

No llamarà a los fetos ni los cementerios.
No comprenderà màs las siglas ni convencionalismos.
Vera las proas como un pedazo de pan muy religioso.
Escribirà en las espaldas de una gitana como lo hacen
las mariposas. Recogerà santuarios por donde
algun amanecer se retraso el clavel tomando
de todos los tallos aquellos que reconociamos
como meditaciones polares. Invadirà los
solsticios. Tendrà en los equinoccios
la piedra con la cual se sostiene el
eco en aquello que une el pensamiento
y la imaginaciòn antes de perderse en una hoja. Tendrà
eso que en este poema es sòlo aquello.

Aquello que no es el nombre secreto en las selvas
de la palabra.


Las Sienes de los Osos






Como un barco caminando entre alamares
y conduciendo inviernos de naipes y divisiones
de aluminio.

Como una secuela llena de corazas y ruidos de
grises tenedores mostrando estructuras ideològicas mas 
fuertes que este otoño 
-la màs poderosa idea esta mañana-
evocado con indolencia
por un ciclo.

Igual a una experiencia del relato con fondos
donde la existencia sobrevive al final de
una ilusiòn como el hombre y
la sed pervierte misteriosa, la
poblaciòn del cuarzo en la muselina, la predisposiciòn
de yescas entre los meridianos.

Y en las flautas muevese la silueta
con su caravana de piel mordida
en los patriarcas de la mente.

Simulacros de pelo en este instante. Intactas nervaduras
donde el silencio se convierte en cartulina.

Mentones de trigo agrestes entre los 
miradores deformandose.

Pròximo el lunar sin impresiòn
La simiente despuès del funeral donde
tambièn la onda pregunta còmo fuimos y en dònde
dejamos los hipopotamos que hablaban
de crucigramas con nuestras sienes
diariamente.

Pròximo el verdor. Pròximo el arpòn. El verbar. La
situaciòn de las cordilleras y los valles encerrados
en los lustros de los bosques donde
basta mirar como cae el agua 
entre la lluvia para saber
que proviene de otras
sienes.




Elementos





Es carne la paràdoja.
La metàfora encadena y desata coronas.
El deseo encuentra el futuro en el carnesì de 
una balsa donde duermen los niños.
El ser es una conmociòn, una reproducciòn de toros.
Carnivoros baules y redadas de espumas llevadas
a cabo por la marea en los meandros. Algas y cuadrilateros
con mundos de cristales que imaginamos semejantes
a una figura hasta que el lenguaje se convierte
en idioma.

El dìa de un automàtico soplo, inmediato como la
proyecciòn del infinito entre estelares
helices.

La corazonada es del ciervo.
Los claroscuros ascienden al pino de todo artefacto
rodeado de higos.
El musgo regresa a la intuiciòn encontrando fosiles
y actividades de membranas que desde la
subjetividad y el interior de otra vida
como nosotros, aprenden tambièn 
de la mirada. Y contemplan:la antorcha del horizonte
sin intelectuales.
La aritmetica del histriòn sin vigìas.
La huerta de una proporciòn sin edades de semillas.

Subes a esa edad
ensamblado por anarquicas botellas y ballestas; clarividentes
de otros germenes, donde el orden es nuclear.
Un simulacro para piras de 
poètica radiactividad si quieres.

Como sucede en el fondo de todos
los elementos.




domingo, 29 de junio de 2014

He Presenciado el Amor







He presenciado al amor. No tenìa cuervos, a pesar
de poseer alas y picos. No debìa estar en el cielo y sin embargo
cada cosa que hacìa en cuerpos de hombres y animales era
escrito en la atmosfera, tensado por la gravedad en los cefiros.

He presenciado al amor cuando las libelulas 
nacen o viven y de acuerdo a los escrupulos que en forma amarilla
desatan el otoño en los àrboles, todo fìn del verano es
una cortina y ello no deberìa suceder, ello
deberìa vivir sumergido en nuestras 
almas.

-el amor-

Era doctrinario hasta uno de sus fuselajes, una colina de fragatas, 
la sensibilidad donde la intuiciòn es como una llamarada
sin presentimientos ni duchas de aceite
y al parecer escribir allì denota conjuntos de algas
batiendo los alrededores; mechones de orgìas 
entre aeroplanos que surcan
los menguantes antes 
que la luna anhele la orbita de los planetas...

la religiòn donde el musgo es deshojado hasta 
adquirir el lamento de una elegìa.  Asi tambièn su 
pensamiento, como una hondonada buscandose profunda
allende a nosotros ò crees tù que ese perfilarse
entre los huesos de los hombres es el ùnico puñal
para su carne en uno de los tantos sacrificios
que elige de la realidad. Otro se apaga
en la tregua de dos sombras en la
boca, cuando la saliva es petrificada por la 
transparencia.

Esos que aùn no hemos tocado.

Pero muchos hombres sobre la tierra, nos 
han hablado de su forma.





Las Abominaciones Secretas







Los elementos transcurren de la arena a un
radio.

A la circunferencia que llega del ruido con 
un estrabismo.

O el extremo de una aguja creada por el 
erotismo.

Los objetos en sus extremos dejan a 
veces de ser circunferencia. Y son sinuosos
o sugieren un alfiler en los ojos: a saber....

la estrella roja invisible del
meditarreaneo ambiente gimnastico.

Los elementos son el mecanismo de un pájaro
ciego sobre las alambradas.

La estadistica del helio desconoce nuevamente
invictos rectángulos.

El esquimal es hoy de cascara con el fulgor de
una mandarina en el suelo.

La interrogación pertenece a los cementerios
y el reloj en los andamios.

A diferencia del oxigeno, expresamos algo que
no sea como toda boina; hasta una efigie despierta 
entre la miscelanea de esta puerta con treboles
y puertas ilimitadas e hidrocarburos.

Nuestro lenguaje a diferencia de aquel de la tradición,
busca el suyo; halciónicas flautas de indicios o lirios que nos
afirmen que el sol también es traicionado en el universo.

Pero eso no tiene importancia.

A diferencia de las ranas.

El poema genera y degenera entre semánticas abominaciones
secretas.





sábado, 28 de junio de 2014

La Sensibilidad del Iman







No olvides la voz imantada de las cruces.
El sonido empirico del árbol transparente en las lenguas.
Ten en cuenta las llamaradas de un astronauta porque
en ellas voces inhospitas se agitan; ardientes prendas
de percusión que encuentran amaneceres o 
desiertos donde tales voces son también empaladas 
junto con asteroides que llegan de la hiedra
y el azogue uniéndose asi con otros 
símbolos; helados y duraderos como una muralla
o el cincel que bajo la estalactita desprende con
su filo los vertiginosos corceles velados 
en el secreto de la piedra.

No olvides la catapulta ni el exterior de la nieve.
Sus territorios manchados de sangre cuando se arrastran 
en ellos todas las caracolas del mundo y algo como
las venas desarma el cuello de un confín irisado,
tapiado en las manos de un cisne
con clavos de polen
para que pueda sostener la esperanza del trigo.

Ten en cuenta los molinos y las cruzadas hialinas.
El secreto de este gorjeo sin ningún aleluya en
la oscuridad de la ponciana, donde antes
dormían los cuervos como principes
de idolatrías temblorosas. Mira como los pergaminos
cruzaron este manantial pero no para
quedarse en sus aguas.

Miralo bien y sólo dejalo pasar, no te quedes mucho
tiempo en él.

Tal como el poema lo hace.






Acento del Patio y el Caballo






El caballo tenía un patio.
La hoja a su lado había dejado de ser 
todo lo sepulcral cuando se es mientras el hombre convierte
siluetas en islas. Yo estaba nuevamente lejano
de las peninsulas donde otros vivieron; cetrinos
destacamentos maniobrando
hacia piélagos con un 
dirigible.

El caballo era una catalina huyendo de los
circulos, donde campeaban bicicletas; obsoletas como
una linea antiaérea para las palomas.

El patio era domestico como un
diagrama donde las
swasticas
ascienden al corazón con un birreme acariciado
por los topo,s en un fantastico acontecer de vacío.

Según el vacío tendríamos la creación
del acantilado y el trapecio para volver a suspenderlas
y según sus cometas, acamparíamos
en una goleta muy pequeña
para inventar algo que fuera alegre 
como un incendio en la frente.  

El patio es un equino.
Una pista hace de él un esquimal
bañado de barro en una noche sin argumentos.

Donde sociedades de perros buscan
el dibujo en la lengua.

Aquel que arrancó al caballo y el patio
un acento.


Texto de Aquelarre




Nos encontràmos en la lluvia como lo
hacen los aquelarres. De otra forma era imposible.

-no puedo decir inasible por la composiciòn de
este texto-

Habìan dunas
y torres iluminadas aùn por las llamas de una fogata.

Tomamos un guijarro y la episteme en èl donde
las cosas desprenden un cielo de ortigas; allì yerran
sòlo funerales.

Y en esas cavernas elegidas por la circunferencia 
que el poema toma del adios, nos encontramos 
como lo harìa un infierno con otro.

Creyendo que el aquelarre es el ùltimo lugar 
donde sus albuferas volverìan a crecer,
a dar un lugar a la lluvia
a poseer un horizonte como aquellos que
caen del techo en un atardecer de sòlo lecturas
de jaguares.

Los rugidos eran como olmos o heuristicas ajenas
a lirios helveticos sobre una mancha de punas.

Los rugidos eran la busqueda de un oceano
liberado hace siglos del hidrògeno.

Baho la literatura de piedras que se 
convencieron de la duda y las estalactitas.

Igual que este texto.





La Escarcha en la Madera






Nunca entendemos muy bien el purpura.
Nunca sino empezamos a morir en èl.
Tampoco entendemos el todavìa, lanzando ecos
como la primavera o el trance de un oceano
suspendido en la canciòn del vilo, donde esta mañana
se procesaba un proverbio. 

Nunca comprendemos 
muy bien el purpura si un escarlata lo acompaña
o esa redenciòn no llega desde el frìo con
una maquinaria que reclamamos desde una saga
que siempre es invisible o colonial
con probetas o cenizas que respiraban el
exodo y la linguistica ascendiendo con
su navegante escarlata en una oraciòn
o la melodìa de la ira en la bengala
desatada por la providencia 
en un maleficio sin venas. 

No comprendemos
mas que la salida del sol y el corazòn del latigo
cuando se deja de estar solo y una nostalgia
desde la lucida locura de una pared y un suelo
nos llaman reclamàndonos, pidièndonos 
un muelle y una vez màs un puerto en èl,
donde la desolaciòn sea la mas pura
inteligencia ensoñada por la 
herradura de un pelicano
o los jardines reflexivos de una figura
caminando a su miseria
hecha de escarchas
y sedientas
inteligencias.






La Linea del Minotauro







Escribimos de minotauros hasta la llegada de ningun idolo.
Con esas manos dobladas por viejas partituras. En esos
hechos continuadores de eventos con virajes de mercurio.

Entre sombras de plata, cuando el hemisferio es apolìneo y las
versiones del mismo son terminologìas enciclopèdicas
y aureas. Todas llegadas desde la razón.

Escribimos -en el ser del escribir- dotados
de grutas y gaseosas estampidas y la huella de
un mañana con la resurrecciòn del coral
entre agrestes hospedajes.

Bajo tormentas donde el vòrtice conoce
el paso o la circunstancia de mimesis abierta al ejemplo
del referente en la rama cayendo hacia un rìo. Hacia un vertedero
y la conciencia mas liquida que el absoluto abandona en
el horizonte cercano a la naturaleza.

Donde aùn hoy como ayer nos toca recoger
una sabidurìa de tropo, guiados por el agua confundida
en la arena. Para tu conocimiento ello a veces
se llama barro.

Y no se convierte en imagen hecha de pacientes solitarios
y soberanos entre la nada de palidas ilustraciones: académicos
barros aquí enciendense ante la caida del otoño
y el fluorescente verano de la arquidiócesis
nos recuerda que las cosas
provienen de un roquedal y una muchacha
que entrego una linea en el hilo a un hombre; a uno como
a tantos. 

Y es el minotauro y no el hombre, quien aún escribe en 
ella. 









viernes, 27 de junio de 2014

Poema





Es sencillo llegar a la muerte. Sòlo se necesita la vida.
Despuès de esta premisa -tautològica-todo lo que podemos concluir es 
tan evidente que no es extraño caminar por un archipielago o
reconocer que dios ha tenido que ver en algun acto donde
la inteligencia se detuvo a dormir bajo las aguas, igual
que una superficie que sòlo es percibida por la orilla.
Ello es tan extraño entre tantas impresiones.

Y es facil escribir de ella despuès que se ha amado un poco.
Que nos detuvimos en todas las esquinas del subjuntivo, que
montamos plazas para las ejecuciones y aguardamos
verdugos dormidos en una sensaciòn de polen
cuando los veranos eran nada mas que
puros gentilicios. Y puro el dominio del
activista con mitos revolucionarios,
el que escondìa nihilismos en 
una maquina visionaria ante los elementos
ascendiendo por una colina donde està demas decir
que un ave procesaba en un higado
un entendimiento con muchas caparazones.

Es simple llegar a la muerte. 
Basta conocer un poco de psiquiatrìa.
Basta saber un poco de literatura y tener tendencia
hacia el poema. Dedicarse a su coreografìa en uno
y otro atardecer cuando abrazamos faroles
de atomos que intentaron consquitar 
una hebra.

Amarrada en los interminables zapatos de
la arena.

El Beso de Llama






Con el ùltimo movimiento, las cosas ascendieron
con objetos de adviento. En la playa celebres ondinas
como presentimientos, situaron una palestra
desde la metodologìa de una palanca
y su erratica estadistica.

Mutan a la hojarasca las
ramas, ya que aùn es otoño; como un verso
que transmigra en la nieve es otoño y otro 
el recorrido del alamar en el reposo,
otro el contenido de las pàginas
y las gasas, donde las arenas ceden al arco
y una baraja como la que humedece el nectar
junta los milenios y en esa soledad a destiempo
con carriles y barricadas; unièndose al estertor 
la flor que emana del ritual, a la ballesta cediendo
al alud, a la cordillera y las faldas de energìas donde
voces antiguas derramadas por una jabalina
lanzan otra intensidad, surgen los dragones
con formaciones elàsticas, desdiciendo.

Inasibles. Casi como si lo ùnico que llevaran
en su boca no fuera mas que un beso 
de llamas.




Sistemas de Uvas y Racimos






Reconozco esta figura.
La misma se compone de algunos
éxtasis.
Un murciélago de iones llegando al
mar dice que se trata de un lunar en la boca.
De un evento de nieblas. O una periodicidad entre
pronósticos por los que anduve deseando un paraguas
un vilo con la multiplicidad,
un heterónimo con rapsodias de puas.

En ella meandros y barloventos
dejaron de ser un rizoma. Una personificación
en el piélago del cuadrado.

Como un memoria didáctica de monarquías
trasladó tornasoles entre menguantes de acero
y fosas parietales de heliotropía o naturalidad
con el teatro.

La reconozco.
Fermentase entre la conjunción y estadistica.
Libera glóbulos, ciudades o leprosarios donde
articas trompetas caminan entre vulcanologos de 
frisos agricolas ebrios de estandartes.

Creando escenarios para la tierra que vuelve a los
vidrios.

Y comparando y equilibrando con ello, el sistema
de las uvas al de los racimos.




Los Nombres de los Arreboles







Vela la transfiguración un matiz entre
la astralidad.

Velalo de forma en que un vellocino borra
su tregua con la magia. Con ordenes de hogueras
y cofradías. Bajo el asunto rojo de la lluvia. Una
noche donde los animales pondrían una distancia
como aquella que remontándonos a los diluvios
desata un genesis en las sienes. Como aquella 
escribimos. Mientras la sensualidad es el 
marginal del sentido. El subversivo de 
la lucidez sin planetas.

Es velada la forma de una región.
El ruido sobre la mesa del geranio crispandose
entre desembarcos de talismanes.
Talismanes de una veleta sobre rafagas de
sóplo entre la higuera, cuando el fruto arrancado
lleva en el pico la serena conjunción que da la muerte
en el vuelo. Diríamos que sólo se trata de 
la naturaleza; diríamos como en una
exegesis, sólo lampos.

Y velada como un mástil sin proporciones.
Como la ubicuidad o los planetas de una
mañana entre diásporas verdes como el fuego
que tocamos o las llamaradas con que el crepúsculo
busca entre arreboles sus nombres, camina.

Y nosotros escribimos de ello como si hubieramos 
encontrado los nuestros.





jueves, 26 de junio de 2014

Textualidad







Tenemos un texto. Un método y la interpretación,
el cielo y lo proclive. El tiempo, los segmentos con
que un ángulo es formado entre constelaciones de vacío: no
sabíamos que las estrellas desprendianse de los muros y 
sus grietas, sobre todo de las últimas y los hilos 
de araña formandolos, que cuelgan un  poco
-sólo un poco mas allá- de los
cielos.

Los hilos nunca escribirán todas las cosas, sólo sugeriran 
que el universo muere ardiente, pero eso es cosa
de todos los cabellos, vaga de generación en generación
cuando alguien se depila, de tradición en tradición
cuando devana recuentos de salivas.

Tenemos y hay un texto, por lo general no es un piano,
ni va entrecomillado, puede tener bibliografías, citar a los
maquinas de coser e ir iluminado por el recuento de
nuestros perdigones.

Pero lo último parece algo personal. Subjetivo hasta la 
cascara del platano donde resbalarnos y hay que clasificar un
poco mas, ser taxonómicos según la llanta y la sonata
en una esquina donde lo que nos separa de la otra
acera es mas que la luz roja y los semaforos
inteligentes bajo la garua.

No es cosa de esquimal ni gentilicio. Tampoco 
de prosopopeya.

Es asunto de agua y pedagogías con caballos de hipnosis
que también elaboran metodologías
en amalgamas de petroleo. Tenemos un texto. Está
en nuestros labios como sonido y en nuestros dedos como
palabra.

Después de ello no hay otro mundo.

El Abanico en la Estrofa







Exiliabanse desde el sudor árboles con gotas de carne; treboles
de lluvia y abismo acercándose a un oido.

Ballestas donde las marionetas abrían un cerco de oxido
estampado en las aguas como las liebres del ocaso
cuando aguardan nictalopes de lumen.

Yo recordaba una pluma como el pelicano de antiguos
pleonasmos, donde el eco vuelve evanescente a las
ondulaciones; yo recordaba los sigilos cuando la
textualidad busca su espíritu en el desierto guiada por 
una linea; un punto donde los hemisferios
vuelven al coral abanicados por la 
sensación de una ola o el 
errante difuminarse de la espuma, cuando su ser
rompe en la orilla.


Pero exiliabanse árboles y el recurso del poema en ellos
era una misteriosa sincronicidad
con la vida: no podía ser estética pues cuando los puentes eran
de barro y los cometas dejaban de ser azules para vagar
blanquecinos por la inmensidad.

No era estética pues la ciencia dejaba de ser epistemologa
allí mastodontes anulabam un ritmo y alineabanse molinos
desde una rama semejante a un grillete; empalada
 la inteligencia; la sutil copa del gorjeo
entonando deliciosas sentencias para los vaticinios.

Desterrabase un reino.
Una dinastía donde quemabase el carbón.
Una ojera en la cual los linces son disecados hasta
el alba.

Y todo ello ya lo habíamos leido en alguna gasa de
lumen, una que llevaba en sus latidos
una hermosa y abominable 
profecía.






miércoles, 25 de junio de 2014

Los Alfileres del Texto






Teníamos la misma intención.
- el escrito y yo-
Asumíamos las mismas campanas.

Sosteníamos -o intentábamos sostener- candelabros
que no fueran similares.

No siempre nos alimentábamos de raíces semejantes
-por lo general comíamos hojas- y despertábamos
muy temprano para danzar con un angulo.

Nos entrenaban diccionarios bajo lluvias de 
madera.

Fuimos aleccionados por los crucifijos en
amaneceres sin entrañas.

-No era prodiga la estatura ni la medida de los
semidioses,
No eran nuestras las praderas ni bosques como
para buscar en ellos maleficios-

Pero fuimos básicos para sostener la conciencia 
de un yo y la intención del escrito.

Y se supone que el yo debía personalizar a aquel que
escribía pero no llegó jamás a uno de sus alfileres.

A mí sólo me toca conducirlos por la realidad eternamente
y representarlos de infinitas maneras.

Hasta que la sepia sea su destino.






Los Balcones del Sonido






Tan sólo un balcón.
Que tenga lineas y balcones dentro del sonido.
Que encuentre una y otra vez lo inmediato en el mismo.
Que agite su frónesis normalmente como un búfalo.
Y sea empirico como la matematica del lenguaje entre
las cosas.

Que convierta los ecos en ejes.
Que sea plantigrado e interior de una noche como
las que subjetivamente atrae un astro. Que despliegue
en sus nudos los anillos que devastanse entre otros y suplan
toda identidad de la lluvia o los parques de acido
donde vivimos silenciosamente. 

Tan sólo balcones, que no sean tan reiterativos
en su morfología para salir del poema
y para regresar a él - como sucede aquí- de manera 
intacta y sucia, balcones que no lleven gasas
providenciales como un muñeco que toca
la tarde de compuestos ludicos y en tanto amarillos
recuerden los arrobos de un criterio sin depender 
ni tener que independizar una a una las
agujas de los craneos.

Que recuerden muchas azoteas.
Esas a las que llegamos o no por incineración.
Azoteas tocando entre nosotros todas las flautas del universo
sin tener que comparar un gong o una marisma.
Aquellas flautas que impelen travesaños o en
la carta de una marioneta vuelven a 
inscribir como agitar, el sediento
sepulcro de un voceo 
entre nocturnas
distancias.

Como aquellas que lleva el sonido
perpetuamente en sus
balcones.


Episodio de un Poema







El poema està en el rìo.
Ha contado la historìa para que pueda
ser destruida por una leyenda.
Ha enumerado las torres y sin embargo
no hemos visto una sola entre la 
realidad.
Ha humedecido tulipanes.
Yo siempre he creido en las torres si eran 
acompañadas de centauros o en su defecto una
luna providencial de heuristica podrìa interpretar
cuando suma colores en la orilla toda la
sugestividad que deja cuando se le
arranca el hilo abdominal
que la une a los 
predicados; tambièn a los periodicos.
-màs extensos aùn que el ser o la 
niebla-
Es poema vive en el rìo y es heuristico 
como el juego del planeta.
Natural como ningùn episodio.
Relente del coral en el momento en que el error
une albuferas.
Lleva el horror de una alameda en el tiempo
decorada por iniciaciones de vacìo.
Hay que recordar que el vacìo es mas religioso aùn
que una escama o el bolido en una ventana
donde los vagones cuentan faroles
y lamparas de sueño como la admoniciòn: El poema
es jaguar, un templo donde los animales tocan
la presea del minarete ensombrecida por
un corzo o el laberinto donde la noche
es sumergida por un mitòlogo
uno que escribe en la luna cuando
se acerca al vèrtigo, uno que es maniatico y nos plantea
lo siguiente: toda psique en la precisiòn es
un fantasma. Un talmud que recorre 
la orilla y lo hace tambièn con 
un poema sin oidos, con esa boya que
llamamos expresiòn; toda psique es la aventura
de la oraciòn en determinadas circunferencias
y poligonos. 
Pero el poema vive en la orilla de un rìo.
Conserva el graznido.
Intenta convivir consigo mismo.
Vuelve extenso lo irremediable, se aleja de los
magos cuando es hora.
Y un poema conoce en que momento debe 
llamar a un hombre.
Sea o no activista de los polos, sea o no ilusionista
de ademanes.
Un poema sòlo es un filologo buscando
entre quimeras.

Sobre dos Naturalezas






El prisma era un acto con la naturaleza, pero 
yo lo habìa olvidado. 

Y olvidada la apariencia
o la inspiraciòn de una locomotora en medio 
de la brisa.

Orbitada por el invierno donde el mineral 
suele dar nombre al cadmio y los relojes antiguos,
al nacar de la fiebre
al dìa respondiendo al trepidar de una 
luz omnisciente, en el rìo donde una calavera
emplazaba jardines como una palabra, vivìa
aquella locomotora.

Llegar a un prisma era su deseo, pero en el acto nocturno
de cada pradera, la musicalidad del planetario 
invocaba en el atardecer dirigibles y ello significaba una
constelaciòn de arpones para su vida.

Y el sonido de su acero entre los rieles
jamàs podrìa subir a ellos.







martes, 24 de junio de 2014

Descenlace de Orfeo







Cierra la noche a determinados eventos: cosmogónicos.

Continúa decapitando o examina las partes donde 
aquellos eventos observan un reptil enterrado en los elixires
desde un polen ligeramente procolabico.

Deslizate a mundos verdaderos como aquel que no conoces
cuando la astrología se desnuda entre girasoles.

Sisea en la escarcha.

Emigra con un planetario a ese mundo sin
proponer un solo acertijo.

Intenta liberar a la nieve del invierno para que veas
su conducta en el esplendor del verano.

Que tus días sean crueles y hermosos; eso lo arrancaras
de la estela en una partícula.

Sufre como los sedimentos y las pirámides, ellos van
a morir solos.

Abarrota tu corazón de harina y sobretodo de cuervos
porque olvidan los ojos.

En el olor del plastico busca la raíz que
brota del pino y busca una muestra de halcones tatuados por
panegíricos o prolegómenos.

Ten al descenlace como una historia tropical del
pseudónimo o en todo caso oye en el aliento
los límites.

No vagues por el pensamiento, si no pudiste hacerlo siquiera
por la idea.

No vagues, sólo deletrea o inmortaliza, lo último es como
tener una gripe.

Antes de cruzar la orilla, ten presente que no habrá otra
ocasión para las palabras, asi que colecciona algunas.

Oye abedules, conmociones de plasticos, suspéndete
entre anagramas, se orfico como un escapulario.

El recuerdo de que realmente vimos a los toros
es lo primero que nos pedirá Orfeo.



El Oráculo del Agua







En días alusivos al eter, empuñaste el carbón y
al escribir dramatizaste en sus brios, como si fueran
acidos creando puertos en las venas. De esa manera
son cubiertos los troquedales que van hacia el juicio o las
fosforescencias que toman el camino de la estampida y 
la plasticidad, descubriendo reminiscencias en el
día que se apaga.

Y no es la claridad quién los toma del secreto
ni tampoco ella quien los arroja a cavernas ribonucleicas
hasta que el amoniaco de una ensenada llega perfeccionandose
en auroras que presagiadas por un cabellera
describen que no es africano el elefante
en la lluvia.

Como trapezoides, algebras que una noche cartesiana
vuelven al solar con pianos de nombres y helveticas raciones
con las ballestas y clarinadas, cuando una relación del poema es
de feretros y lazaros, cuando no, una sugerencia de oxigeno
consultando en el universo, antes de llegar al agua.

En una gesta de aire donde no hay oráculos.

lunes, 23 de junio de 2014

Escencias de Jade






Como un ala de hadas en el eje poderoso
y lo mismo que una avenida entre metamorfosis
de grillos definiendo la oscuridad del poniente
en el momento de alcanzar la sombra.

Maravillosas flores de obstaculos y accidentes
tendiendo un puente que nos unía a la vida, luego 
un brocal en ellas, dejando de oprimir las aguas.

Inteligencia que el lado blanquecino de la curva
dotaba al mar de apariciones. Estrofas y un sol
sin demonios. La carrera de ultramar y el sitio
del bolchevique en un rostro vendado, donde las
herraduras inundaban de frío las sienes.

Contarios, opuestos entre una boveda y  la
experiencia fundamentaban el doctrinario aleluya
de la providencia, algo azotado como la
palabra, el fuselaje, los himnos donde se
ignoran y humedecen atmosferas de
baculos y catapultas.

Todo ello bajo el peso de un enigma legendario, todo
evocando el genero de hojalata en el limbo. Los 
arrestos de betún en una escama, los overoles
meta-intuitivos por donde recogemos
la estrella, el bolido, el relámpago. Y ninguna 
de las constelaciones nos impide la llegada 
a ello.

Sólo tienes que cruzar esta orilla dicen: una sin
partidas ni llegadas.

La Cabellera del Imàn







Yo iba a vivir sobre un imàn.
Como todas las cosas que hay en los cabellos
yo iba a vivir sobre un imàn.
Iba a situarme en las plazas como las aves
a esperar el geranio.
Iba a desprenderme del musgo si la humedad
concebìa en vano el granito.
Irìa de olor en olor hasta encontrar un rascacielo
que alcanzara en las noches la altura
de una fronda bendecida por
antilopes.
Centrarìa los filamentos del àrbol y las escaleras
por donde la conmociòn hunde la sepia.
O escribirìa en las ceremonias de 
un cadaver como empieza el aliento de la astrologìa
en el peso de los muertos.
Yo iba a escribir de la tentaciòn una vez que lo
temerario no hallara destreza.
Y al recoger de los cabellos imagen y tambièn
esas fragatas que al recopilarse son
inundadas por barcos
derramarìa todos los soles que alguna noche
anduvieron por mi vida.
Los entregarìa otra vez a mi corazòn.
Porque sòlo el les darà el primer significado
del crepùsculo.





Bucéfalos








El biselado caía de un plasma, donde resistía
un neón ortopédico.

Habíamos esmaltado todas las luces para 
ver el destello en cautiverio.

Escribiamos sobre articulaciones de aquí
al mar tan distates.

Los oleajes disfrazaban su rumbo con nombres
que nos distraían.

Conservábamos arzopisbos como entes donde
el riesgo disputaba una reliquia.

Sombrío el orden que al catapultar las raices
diseminaba la tierra en el orbe.

Quejumbroso el oido mirando ya el repetir del
sonido donde volvían a crucificarse.

Titánica lo docil sobre la transparencia de un 
simio doblandose en la arena.

Doblandose como un obus en los talismanes de
la polvora.

Y adquiriendo todas formas de iglus y bucéfalos.






La Epifanìa y el Caos





Intuir o clasificar.
Descubrir a los gallos entre las crestas de
las olas
-asumiendo que el absoluto es acuatico-
Decidir ecumènicos o maniàticos junto a referentes
que llegan de las siglas entre refinados hurones.
Coleccionar una huella tras otra junto a nubes
sin fisonomìa.
Escribir sin que el papel sea conciente de arpas
y origenes.
Vivir omnisciente hasta un fondo de madera
como las ciudades.
Estrellarse muy inspirado en las cupulas, tan inmenso
como la teorìa de la intensidad en el aliento
donde la providencia elabora un martillo
con interiores de telarañas.
Extraer el fruto de un valle morfologico
donde la brisa borda andenes prodigiosos; espirales
que en una de sus lineas
antes de caer en la oraciòn arrojan
a la ràfaga su epifanìa.

Y en el verbo tal epifanìa ilumina
el caos.





domingo, 22 de junio de 2014

Poema





Toda pàgina no siempre es rigurosa.
Algunas extienden redes
y otras marismas.
Llegan a los cadaveres elevando 
mitologìas y neologismos.
Tambièn otoños, conservados a pie por una selva.

Si no es rigurosa, no serà doctrinaria.
A lo sumo, un ficus demagògico como algunas artes donde
la ciencia deja de coronar un salmòn
en los safaris del viento con helicoidales cadenas
de asbesto y regiones semejantes a las que anidan
en la cercanìa de un culto, transformado en astro
por algun sueño mientras dormimos.

Pero no sòlo dejamos al dìa abandonarnos.
No sòlo miramos sus estallidos desde cierta realidad
y presagiamos de verde el oriente que sucede
mientras carretillas y olmos desprenden una mantis
como evento de sal en un cigarrillo.

No sòlo invadimos la sed del regate.
Al fin confìamos la salida de venus por uno de 
nuestros oidos ò estructuramos un arrecife
con un punto que pueda extenderse
y perder lo riguroso y doctrinario
que es una pàgina cuando
cubre las cosas.

Y ese punto une un cuerpo.
Un baul de piedra donde se bañan acentos
entre piras invisibles.

Asi desde otro punto crea lo contrario.

Entonces una pàgina puede 
encontrar su diferencia.

Imagenes de la Gnosis







Recibir del espejo aquello que desde su cautiverio
no logra ensimismarse: una especulaciòn,
una orbita.

Colocar un himno lejos del amor y los pajaros
debajo del agua plegando sus alas como lo hacen
en el aire; imagenes de una continuidad que
aùn persigue estaciones, cuentos donde
el aluminio persigue en el iridio
circunferencias aùn de alabatro. Agujas de 
intensidad con tendencias de barbarie
ascienden al espìritu paralelamente como la 
inspiraciòn mientras el conocimiento del verso
intenta su gnosis de metafora. Su pobre corpulencia
de abrelata.

Entregarse una vez màs junto a albuferas
donde termitas de fuego terminan de
desnudar una llama y hasta allì
llega el bolido como un
peregrino sin ninguna voz azul ni celeste
con sobredosis de arcangeles.

Con palacios inutiles en el interior
de una daga.

Donde sòlo los planetas siguen trastabillando
enloquecidos.





El Resplandor de la Contemplaciòn






Revela el esplendor, la ciudad o los velos
por donde regresaste a la piel con una pustula hiàlina 
en la mirada.

Inmerso en las contemplaciones del barro
en un enigma, recogiste apostoles hasta que fueron
separados de los profetas.

Revela un resplandor esa tradiciòn en los ciclos
donde te sentiste extranjero del mar
para que comprendieras.

Forastero absoluto de este cronograma
de hierba.

Asi te quiso lo que no esperabas.

Porque cuando no esperamos, comprendemos.





Rectilineo Espejismo






Algunas hojas lanzan a la deriva sus palabras.
-son símbolos de otro mundo-
Las sienes se emparejan a las de la realidad para
crear un espectro.
Un fantasma de luz toca la boca con la misma
intención que hace siglos lo condujo a ella; la de
ser predestinado. Veo tal fantasma también
a deshora, entre treboles, rodeado de naipes y
heliotropos.

Fachadas de agua prestidigitadoras de una
onomatopeya.
Habitaciones de gigantes sin pies.
Mordeduras de ojivas en un sustantivo plagado 
de muertes conduciendo abedules
y lotos.

Se abanica el suelo en la distancia
como una superpificie de rectilineos espejismos donde
se baten las flautas.

Pero el espejismo, no nos deja ver.





sábado, 21 de junio de 2014

Ingenierìa de Focas





A dònde irà el mensaje.
Quièn a su llegada lo elegirà como llave
-entre tantos otros-
que pueda abrir su pecho.
Què ribera de oceano o lava.
Què nomade o el lavatorio por donde el
liquido camina hacia el ofertorio
de tuberìas y aleaciones. 
Quièn podrà mirar su propio corazòn cuando toca
la realidad atravesando el cuerpo.
Què atardecer debe cruzar con tirabuzones
de crepùsculo o cùal susceptibilidad de hambre
en los arpones de un puro hecho de 
solsticios.
Cùal lumbre y elixires por ser tan
dogmatico.
Siempre filtràndose en la arena.
Què expediciòn a la nada le pedirà una palabra
antes de tocar el vacìo.
Què bolero de cigarra diurna.
Còmo reparte ese vacìo su tropel de ingenierìa
en un sembrio donde los astros dejan
insomnes raices.

En què amortiguadores de 
grutas o tropicos.
Cùal monje artificioso como una parafrasis
en la producciòn de un eslabòn
o una sensibilidad de 
travesaño
inmediato como una luz que impregna 
cabizbajos ficus de medallones
y focas.

A dònde irà el mensaje.
Y què palabra podrà crear uno suyo entre 
las letras mientras acontece.
Como un evento de 
azogue o viaje.

A què veredas sin predestinaciòn
ni amuletos.
Donde campea el voceo del
trance en la deriva.

Poema





Un prejuicio. El bozal.
El pilar virgen por iridiscencia y por
contusiòn las constelaciones donde extrañas
ruinas empiezan. El borde y el lìmite.
Los precipicios en el singular de
la nieve y en conjunto los roquedales donde 
una ensenada se precipitò a la vida 
para crear manantiales.
Sonidos de efebos entre contemplaciones
de dados y lunas donde las efigies organizan un
metodo de brea, una singular paciencia que
ilusiona y preconiza. Un huerto donde
el tiempo cierra los veranos de inmortales
destellos cansados de viajar por la brisa.
Pero tocamos esa puerta.
Y la abrimos silenciosamente en horas
donde el universo busca su sed en el desierto.
E interpretamos que no son horas
por donde nos toca caminar
ni filos de orillas 
ni enjambres entre dios y una rosa.
Son emanaciones entre la luz
y el espacio.
Donde borra toda realidad el ser 
del poema.



Genètica del Aguila






Deseaba una pregunta que a la vez descendiera.
Una piedra al lado de la necesidad.
Un perdòn que alcanzara a la libertad por ser
conjugada entre los hombres.
Buscaba un lunar donde un maleficio
ensillaba su estrofa; su intuiciòn de doquier,
su recitar de vate y porque no de poeta.

Yo anhelaba algo que viviera entre la percepciòn
y el caballo. 

Algo deformando hasta su forma el archipielago.

Crecì en ellos sin nada en mi corazòn para 
representarlo.

Mis brazos son un libro donde la ocasiòn mece 
y al enumerar boinas toma el àtomo
donde una genètica se convierte 
en verdugo de un relato, de una narraciòn
con señales.

Y todo escrito tiene las suyas.
Todo escrito posee una genètica.

Sòlo tenemos que preguntar por ella a un aguila,
ahora que se aleja.


viernes, 20 de junio de 2014

Esteticidad del Anticristo






Hemos pensado en los buhos formados por los
ojos de un anticristo.

En el árbol como una noche separándose y preguntando
como adquieren dimensiónes de costumbre todas
nuestras cenizas.

Hemos pensado en los buhos grabando un templo en
los labios. Un labio que aún recolecta pájaros 
entre una ó ninguna evolución.

Psiquiatricamente, la evolución es un ciclo
inconciente -esquizofrenico a veces- muy a veces.

No conozcola pubertad de ningún buho.
Realmente subieron como monólogos a lo que
suele desvanecerse.

Y en lo que respecta a mí. Mis ciclos siguen
siendo los de un esquizofrenico que en ocasiones
despierta una silueta del tiempo. Entonces
escribo.

Debe ser también por ello que a veces respiro e intento ser 
conciente del aire camino de mis pulmones.

No vaya a quedarse para siempre
entre mis venas.


jueves, 19 de junio de 2014

Poelasticidad Personal





No somos aquello que pensamos.
Una interpretaciòn bastarìa para quemar
una luna o decirle a un moderno compañero
que la visiòn es un sintoma muy pequeño 
de la inmensidad donde algo existe, pero
no alguien; esto serìa lo mas parecido
a mi existencia.

Y veo cintas sembradas por serpentinas
en una cuadratura donde la cera deja
un aguacero, allì toda pagìna es
exegesis, asi lo quiso una letra.

Una letra es un convencionalismo ahora
mas que un arquetipo.

 Y para el talento hay que tener el lenguaje
del alma y del mentòn, del pliegue 
en el cielo del ave. De una oraciòn donde
los templos extrañamente callan para 
oirla. Debo saber que ello y no otra cosa
es lo profano y religioso.

Por lo tanto es profètico.

El poema no necesita dar tantas rodeos 
como cuando està en mi existencia
para descubrirlo.

Pero recuerdo que sòlo soy una forma de
lenguaje, una màs, otra que diariamente conserva
inutilmente un tomacorriente. Un paso
determinado por los pocos metros
de una garua limeña...

Y de un zocalo...

O una pared que es mas precisa cuando sumo a 
ella una vocal y una consonante.

Finalmente es todo lo que hago para 
pronunciar mi apellido.

Y tendido en los suelos, tal apellido
no importa.




Poema








Hoy entiendo algunos jardines como el
significado. 

Para hablar de significados no hay que
escribir libros que curven origenes.

La brisa en el eter de las orejas.

Los cabellos emplazados por acertijos;
dirigiendo la lluvia igual al 
convencionalismo de una perla, su sola
escultura; vacìa a veces.

Tambièn la heuristica desde esos vacìos
penetrando el mineral o el violìn en
un amanecer de latigos
donde la palabra en el interior de la
palabra, no crece tal como pensamos.

Sòlo llena interiores de acido.

Y tenemos que buscar, cerrar los 
ojos o abrirlos si es posible. Separarnos 
de nosotros mismos e intentar hallar un
resplandor en esos pedazos.

Hoy sòlo tenemos intenciones.

Y  -particularmente-me ahogo 
profundamente en ese acido.






Religaciòn del Texto y del Ser







Durante la noche de vidrio azotada por el porcelana.
Entre fantàsticos azules donde los simulacros desprenden
una ortiga. Un perfume de àtomo y particula, una oraciòn
guardada por el gesto debajo de escarlatas,
de una encarnaciòn, de lo que religase segùn
los tropos y los naipes desenvolviendose 
y aconteciendo entre la vida y el poema.

En la duraciòn de la noche, donde tu cansancio deja
de extender mas sus capitulos creando la lucidez
de una rosa ondulandose en amaneceres
de protocolos insomnes como
aquellos espaciados por
una palabra.

Y una linea que no puede seguir su camino.

Porque todo ser y palabra se detienen en ella.

En principio, para religarse.





miércoles, 18 de junio de 2014

Esgrimas y Osos








Los crucigramas eran de escamas.
Algunos resistieron lacrimògenos una avenida
de relàmpagos. 
Vagaron entre dirigibles.
Acariciaban el tobillo del hipòdromo.
La certeza del torbellino en la flauta del caballo.
La poesìa de herraduras con inteligencia
de llamaradas que sòlo vemos en
coordenadas donde el crepusculo compite 
a punta de esgrimas con un oso. Kleits sumò una marioneta 
a ello. Pero èl no resolviò un sòlo crucigrama 
hasta donde sepa y hasta donde sè, esta forma 
de concebir la sepia y la obsidiana es supersticiosa
como un talisman en un lago.

Los crucigramas son pòcimas.
Iniciaciones de liras verticales segùn el
conocimiento de una fogata.
Y por màs que ella no posee naturaleza
lacrimògena.
Posee una naturaleza finalmente.
Y como Kleist sigue dibujando piràmides entre 
esgrimas y osos.




El Saltamonte de mi Dequeismo








De aquel artista que vive bajo el agua.
Del otro que inspirò miscelaneas y el puente que
ya no nos unirà para cruzarlo.
De las anestesias y aeroplanos.
Del territorio virgen de cromo. De los saltamontes
volviendo a las cruzadas. 

Del cristianismo en la uña del carbòn determinando
en el torpor del archipielago de què
sentencias provenìa un astro.
En este dequeismo casi burocratico como las 
grandes penas de los asteriscos ò....
(pienso en desiertos)
los berberiscos mutando entre perfumes
de seda.
De aquellas instituciònes que logizaban enjambres
para suponer el requiem de un mundo
en un olimpico tallo donde
las espumas
recopilan brocales de las dunas.

De aquel artista.
De sus calles. De la arqueologìa 
que toma un lugar entre la conciencia de una linea.
Hasta que la providencia lee.

Y todo lo que parece el universo en un poema,
con ella duerme.

Poema






Sobre lo alto del gorjeo, no se escribe.
Entre otras cosas podemos quedar fascinados
asistir a un culto muy propio como si los 
objetos volvieran a ser referentes
del planear
del grafico en las sienes lleno de exaltaciones
como los que desgrana la magia cuando
el neologismo del ser està ocupado 
en definir otra semàntica sobre sì mismo.

Una semàntica de planeta o asteroide.
Una semiòtica al lado con algas
y arrecifes donde la heurìstica 
descubre proposiciones del
mar en la distancia.

Proposiciones al lado de un navìo.
En la sensibilidad del nadador acercàndose
a los botes y gruas.
En los peces muertos que un lirio sube a una
bolichera.

No. En el gorjeo sòlo se oye y se contempla.

Es cuando se derraman las cosas cuando
la linea situa nuestras manos.

Y empieza.

Hialinos Tulipanes









Hay cosas imposibles como otear.
Miradores o mirmidònes debajo de un
pensamiento. La cultura del ser o la mìa en
un ancla llena de respiradores. Hay
los pasillos que complementan un rìo y por
ende un brillo de mimesis
despierta, descifrando esa
revelaciòn anulada en
un hemisferico dios
divino y providencial como los muelles.

Y si una caminata por el mar es estirada en 
sí misma, antorcha alguna ilumina la traducciòn
con que la soledad corresponde a la nuestra.

Con un evento ciclico de feromona y nùmero,
oscilamos gaseosos en el temblor de una uva
en lo sinoptico o roquedal, en las trepidaciones de
un soberano ir en los ojos del pàramo,
cuando lo multiple significa ante el lumen
los objetos que escribimos en el loto
con hialinos tulipanes.

Acariciando fervorosas estalactitas.

Restos de astromelias que forman milenios
escavados por la inspiración de 
una palabra.

A través de los siglos.

Ejercicio en una Figura






Me he acercado a esa belleza donde el
rìo toca un eje o nacen los barcos entre un edipico
lunar de trenes; me faltaban los trenes para
escribir un poco. Relatè los jirones de una
selva que por antiguedad recibìan la
concepciòn del relato: en todo sentido ello fuè
idealista. 

Pero no se es ontològico, porque el peso
de la figura no tenga otra manera de sobrevivir
para llegar al alba. Hay condiciones como un
buho. Estilisticas como un buho y diferencias en 
los mismos para penetrar el exodo.

Y ello llega a nuestras tardes porque la belleza
no tiene crepùsculos.

Tal buho, tales condiciones.
Tales adjetivos donde los trenes preconizan 
los protocolos de la astralidad
que pisa los mares intentando llegar
a los olmos.

A esa ùnica galaxia errante en las ramas.

A esa galaxia; sin embargo...Tal astralidad
prececida de condiciones y buhos...

debe suspenderse antes sobre las
aguas...




Los Telescopios de Ceniza






Es la última ilusión. No existe el idioma hoy
tal como esperaba un alfabeto ò el deseo del mar
la iniciación con partes de abedul y crestas recogiendo
ciudadelas y llamas.

Espesores de lluvia que imaginan una boca
en un redil centenario, esbozo del torno entre los
aeroplanos antes de una caida; la poesía de liquenes y
el esplendor del martillo, uniéndose en horas
doradas en todas las maquetas.

Girasoles y nubes yerran a través de los exordios con
algo de espoleta.

El examen del aliento sube a la tierra como una
colisión.

Son extranjeros los tatuajes y posible es idear 
una sugerencia de místicos petroleos.

Cabeceras de ballenas y magneticos mamíferos
inspirando entre la arena un satélite.

Es postrera la ilusión y los mensajes llenando todo
de elixires y telescopios de aceite, sólo
significan acuarios, velámenes 
que algún día alcanzarán
los templos.

Vestidos de luto, creados nuevamente por las
cenizas.




martes, 17 de junio de 2014

Sobre un Poema







Hubiera deseado sostenerme, sin necesidad de 
este suelo, de la vereda y la pìsta que seguramente
cruzarè mañana o mas tarde -en estos momentos
no importa mucho ello- Hubiera buscado un segundo
-que no dure demasiado- para comprender
las cosas que me rodeaban; apenas
logrè internalizarlas aquì.

Y confieso que diariamente con estos pies en el
suelo, anhelaba un reloj con una cebra en su interior
donde el minutero se detuviera perpetuo.

Pero lo perpetuo, implica que todo detienese para siempre 
por lo tanto el verso anterior es un absurdo.

Empiezo a darme cuenta que eso de pensar en
la manera de sostenerse, tiene patologìas
-literarias- en este caso.

Asi que dejo que en alguna parte del lenguaje
-ligada a lo indomable y el misterio-
Las letras que lo conciben sigan por sì solas
su camino.



La Tùnica del Interregno






Es como el recorrido de una carta en la lluvia.
O en el oleaje del barro lleno de marismas.
De mèdanos que se encienden por ùltima
vez sobre otros. La asonada en cresta
y formaciòn del himno suspendido
por esa belleza que mora entre
jarcias de piedra.

Es como la tierra de los espacios con insomnios
donde la luz del anda y el pedazo.

La incrustaciòn y el onirico racionar de la brea
despues de helechos de sinos acompañandola
en un sueño.

Es como la medicina de las algas entre 
los lavatorios.

Una grave elaboraciòn de distancias.

Una reguero donde los ciclopes conservan
copias de mensajes que duran un 
instante y luego los interregnos
son vanos intersticios.

Alguno de ellos vuelve a las marismas.

El barro que tienen en sus codos no 
pertenecen a aquellos con que los vimos
partir en los espigones.

Es indispensable dicen: es la ùnica manera
de elaborar otras tùnicas.





Las Espaldas de los Ojos





Horario de los titulos: unos leìan.
Otros tenìan la suerte que posee la metamofosis.

De aquellos hermafroditos, bebì ese oràculo, ofreciendo
horizontes como la estrofa ò una religiòn al borde de baul de
madera donde podìamos diferenciar un horizonte religioso
de aquel antonomàsico.

Buscabamos en las plagas.
Tomabamos la palabra ràcimo para emparentarla
a la orgìa de manera que el poema no sonara
a cualquier cosa. Eso sucedìa con los que
pasaron por aquì, a pesar de educarme
en el instinto y los indicios que
dejan sobre solitarios maleficios los cometas, no
tuve ni libros, ni escritos para llegar a 
las llaves; todo fue sòlo el pobre sortilegio de 
una nave. Todas las naves contemplan 
una puerta. Toda nave lleva en
esa contemplaciòn la promesa de 
un mundo donde el barro cavila
emanaciones consecutivas
sin peso.

Ello como pisada.
Como univocidad. Igual que reglas que
portan los martillos virgenes de la
continuidad;el devenir,el eter, el
silencio antes y despuès de dios
porque èl crece entre la ira,
el fuego y premisas que
despiertan antes de
portar una palabra
en los ojos.

Una palabra secreta que
vive en las espaldas
de los ojos.





La Primigenia Saeta






Segùn una saeta, todo està hecho de animales. El libro
del aleph canta en el aire con las armònicas con que ignòrase
el libro donde las fuentes aprendìan de visiones tomadas del 
papel en el momento de convertirse en orgìa. Paredes de
quincha y adobe, devolviendo al espìritu el dìa perpendicular
donde otra atmosfera escribese, otro cielo, dimensional
como las fuentes de sed, caminando hacia las gravedades.

Dimensiones que señalan el dìa sus a sus colosos.

Iridiscencias entreabiendo el don supremo
del amor en la escultura del ave. Un topacio. Un loto.
petreas siglas que no nos serviràn luego de beber
espuma o intensidad, de buscar
entrañas entre los desfiladeros, de cifrar un
botòn de transparencia en los talismanes
donde una casa añoraba
jardines botànicos y las manchas de estìo
el bostezo del boligrafo antes de saber que significa
ir o caminar, llegar a un biòlogo.

Hasta que las cosas son una eufonìa.
Una màs alejando lo ceremonioso a lo mecànico.




lunes, 16 de junio de 2014

Menguantes Convexos





La nieve sobre venus.
La nieve disputàndo una criatura al diluvio.
Luego el paso del pentanteuco, fluye entre los rieles
mientras los dìas son absolutos: como una abstracciòn entre
los arquetipos.

Faroles de unas y otras làmparas por donde los dìas
y años  se encamina; vigìas y años encaminanse: feretros de luz ascendiendo a 
un gris universo donde las casas columpian sus fardos entre
historias de craneos y suponiendo que todas las
cosas son antiguas, entonces durmieron sobre el 
hielo. Uno que en nuestras manos nos 
canta prehistorico.

Melodìas que hoy despiertan con los barbaros -Platinadas-
En ellas las sìlabas, con ilimitadas arcillas y entre pendientes,
el entendimiento que comprende un hombre si es completo
como el amor o las hogueras primeras convexas.

Lucido el soldado. Lucido el puma del arete en la lengua
con su ademàn de acantilado donde la noche
los apostaba.

Para que anhelen nada màs que menguantes.

Y saber si de esa manera eran capaces de
golpearse contra los astros.





La Palabra y lo Divino








Es misterioso desplazarse en un texto.
Caminar entre las palabras en él, de modo 
que no debamos quedarnos nada más que 
el tiempo indispensable a la vida del escrito; vida
indispensable de paso a la nuestra.

Pero es más extraño vivir en él, como lo
hacemos en la existencia. Acontecer en su espíritu
según el sentido y el significado. Pensar allí
con un heliotropo. Conservar una flauta
con los margenes y convencionalismos
que florecen cuando tal texto yerra solo.

Es misterico desenterrar una pulga de su corazón.
Mirarlo y convencerse que el lenguaje en él
es un solido suicida; que mira las estrellas
y estelas. Que equilibra la armonía de
una metáfora anónima; errante hoy
en lo divino.

Porque la desvanecencia es uno de los lugares
donde lo divino nos arroja cuando 
nos desplazamos en un texto.

Y lo primero que encontramos es la
palabra.



Guillermo Paredes

Màstiles







Esa palabra cifrada dentro de otra.
Como una mirada en lo màs profundo de 
los ojos de un ciego, donde las cosas tambièn se
reflejan. 

Ese mundo en lo prufundo de esa mirada
visto de manera tan diferente y 
extraña, que hasta un espejo
camina hacia los manantiales para
mostrar su forma al agua. 

Y entre los semblantes 
que una orilla deja a los meandros
-no al agua-
surge el sonido de un verbo que escribe 
en la arena, como un màstil que
trae leyendas de cera.

Pero no las creemos.

No podemos creerlas, si no estàn acompañadas
de barcos.



Textualidad







A veces el poema logra sentarse, medita.
Lo esperan prehistoricos barcos.
El sarmiento en una gota de sal desde
los acantilados.
Un precipicio de opalos.

Y en esas veces el poema busca la herradura
en su rostro. La textualidad invocada por
el testimonio reconstruyendo
un ventilador, el sonido
de una bocina
-nihilica-
como las veredas de plastilina que 
escribe en la subjetividad
de un destello en los zafiros,
en una columna. 

En otras el poema abandona el meditar 
y declara, sumas de providencias y escrituras 
sexuales como el eter o las nociones del patio, donde
la infancia aùn deja ver las tesis compartidas
con mandarines que tocan un trenza
en la hora del hechizo.

O esa oraciòn hacia los puntos cardinales.

Materiales todos, como una svàstica en 
la frente de los àtomos.

O de las cèlulas.




El Camino al Vellocino





Se un fondo violaceo.
Determina el pètalo, pero no su historia.
Teje lo legendario sin experiencia. Escribe del
amor con jazmines de agua. Arrastra el oceano hasta
este amanecer donde el color del hemisferio vuelve a
palidecer como el final del crepùsculo, cuando
los tallos se tocan. Escribe de vientos amarillos, prodigiosos
como el fin de la vela en fortalezas donde los hombres
son tambièn sellados en los màstiles. Ten la oraciòn
para esa magia, pero no lo conviertas en culto.
Mira a lo lejos nuevamente, te fascinarà
una orilla de neòn, donde forasteros
y ascetas contemplan la silueta que
al describir la campaña electoral
de los corales, aterriza en las
pupilas de una vida con
templos arcanos.

Se un fondo violaceo. Veràs que aquella vida te encaminarà 
a los griales.

Asi llegaràs a tus vellocinos.




Guillermo 

domingo, 15 de junio de 2014

Poema






Algo hay en mi mente.
Intento tomarlo cada dìa como si fuera la 
primera vez.
Pero recuerdo que ello sucediò nunca.
Algo.
Màs fuerte que este cansancio.
Que el zapato abierto en una de sus puas.
Que el libro donde mi dejadez deja de ser tan aguda
como un vibrato en el aire. Un vibrato y unos metros màs
allà, la imagen del hombre que en una garganta 
intenta emularlo.
Me digo que son cosas entre el vibrato y el hombre.
Y si sucede es porque algo hay en la naturaleza que decidiò
que suceda.

Porque la naturaleza està frente a ambos
observando.

Mientras medita seriamente en arrojarlos
nuevamente al barro.





Las Fronteras del Ente







Como la hoja o el horario del verbo en una alameda donde
acuarelase sin pertenecer la providencia en antiguos
soplos de estrabismos y barre con el ruido. Y el abanico
silencioso de una ponciana, entre vertederos o alabastros,
atmosferas con fondos ritmicos y pristinos
donde el ciclo del bambú y la caña...

donde el acento del abeto con inundaciones y fragatas
inspirare denuncíando frecuencias dentro de un villorio y
acentos de las plagas con membranas desplegándose en
el interior de la lengua forman cadaveres de opuestos; dìas
como el interior del salmòn en una ciudad donde
la trompeta anduvo alguna vez con su estambre
liquido.

Sobre las puertas de esas hojas, sonaban las historias
que el relato deja a la narraciòn como legendario
vaso de legaña, llamado por telefericos
iguales al ente.

Sosteniendo sus instantes màs allà de la mente.

Entre desiertos de abstracciòn.

Donde las fronteras son 
del ente.







sábado, 14 de junio de 2014

Prototipo de Lumen y de Cera








Haber caminado por la brisa sin aquella
capacidad del aire para crear prototipos
con historias de cera veneradas en un
horòscopo de musgo; no haber guardàdo
leyendas de mitologìas socialistas
en las vanguardias de una intuiciòn
que cae del pelo como bronce. No haber 
llegado al espìritu como neologismo.

Ir tras aquello que sobresale del granizo,
incrèdulo y frìo en los talones, tomado por
indicios populares de aduanas o suburbios.

Hasta aquì las mandarinas se vuelven 
clasicas al ambientar una morgue en los
solsticios del ave, colapsando en un futuro
sin sacramentos o una ceremonia con
laderas antropomòrficas donde lo
intelegible descencia hasta la mente
lleno de griales y telescopios.

Y como muchos numeros que evolucionan
al alfabeto, estilizar entre radiogràfias aquel
que era como un espejismo entre los huesos
y las venas. Y confundìas una y otra vez con
tus entrañas.

Cuando en realidad veìas sòlo un vaticinio
de la vida.







El Cabalismo de la Rosa







El dìa no era cabalistico; no existìa un lenguaje
para èl. Bajàbamos por el ideario que marca
los rostros y nos enseña que por tales mejillas
se suspendieron otras calles y se incrustaron 
otros caminos; sì el dìa no era cabalìstico
còmo poder inventar su lenguaje.

Yo sè que el mar es como un verbo sin senos.
Que en cada ola no se esconde un pubis, sè que
sì he venido a marcar la orilla con mis venas es por
un extraño producto que nos ofrece cierta pretensiòn,
cierta vano arquetipo del orgullo que 
deberìa despreciarme.

El dìa no era cabalisitico.


Pero hay una noche donde el lèxico nos
habla de su aliento.

Un nocturno donde encontramos una rosa.

Que embadurna esta soledad con sus
palabras.





Eufonìa del Primate






Bajo una hora intermitente de nidos
entre cielos y bocinas de eslavos: aùn
el espiral, aùn la costra del rìo en la
ribera, con estrellas de espumas que 
formando constelaciones entre los 
limbos, toman finalmente la gravedad.

La sed en las manos tenìa un enlace
aùn con huellas y sepulturas, la sed
que capitulaba entre regimientos donde
las naves se esconden para desvanecerse
con litros y kilos de primates, atados
a la sombra de un màstil sin velas
diseminado o esparcido entre 
brujulas ascendiendo al trabajo del vello
o el doloroso mutismo entre los siglos de 
un demonio.

Paises a la deriva entre promontorios de
azucar y la impresiòn de una garganta al
tocar la gillette del campo de golf ò el
destierro del esperma en inviernos donde
la azucena podìa encantarnos con su salud
de prisionero y electricidades empapando
la mente de cavernas.

De allì un hombre tomò una alegorìa.

Y sellò el eternamente elcapìtulo de 
libro.

Para separarlo de èl.










Epistemologìa Poètica






El sentimiento agrietado en la noche donde
una linea amputaba al infinito una alameda.

Infinito era sentir escribìa sobre mi cara, con un ùltimo
pedazo de saliva y trueno. Con un postrero intersticio.

Largos los exorcismos de una ballesta excitada
por el erotismo del galpòn, misteriosas anclas de lira
de aquì al fondo de un palacio, donde los colosos gimen como 
aristas y trenes sobre un riel o el destino pagano de un
desconocido reflejo; aquì estoy nuevamente, sobre
el coloquio, en el monstruoso espejo del monologo
cuando no hay lumbres ni elixires y lo que resta
parece un aquelarre de lluvia donde el lumen
posa su extravagancia inutil, su dia de 
pobre forastero bebiendo de las
astas o del barro.

Aquì, nadie ha visto en mis pasos detener una
fragancia que el suicidio de una voz repetìa en los pàjaros
o el ajedrez.

Nadie ha calculado tan bien mi aliento como las ojeras
o el silencio de esos patios donde algo desde el
un mar barranquino humedece la pus
el excremento de los perros en el marco que el verdor
ofrece al follaje originando un cuadrado, sobre èl
tambièn llega una orquidea para morir y nuevamente
es taciturno este paraiso donde los ficus forman una hilera
hasta que las calles y la brea se transforman en
silencio y penumbra, silencio y basalto
silencio y piedra.

Hasta otro mundo donde el puerto que se retuerce
aùn en invisibles pàramos coagula formas 
de madera.

Algunas seràn convertidas en barcos.

viernes, 13 de junio de 2014

Poema






Y otros dìas existen como pàginas en las que duerme
una habitaciòn y el significado del dormitorio se hace
pedazos sin que la rafaga se de cuenta. 

Otro día donde todo es subtitulado
como en una funciòn de alamedas un dìa viernes que suma sus 
contenidos al lado de una piedra. 

Y en esos dìas las disciplinas son
o naufragan entre forasteros màs fuertes que el erotismo o las algas
de enlaces carbònicos que los dragones sostienen. 

Y
no basta el quizà para seguir en esta correspondencia
con el apocalipsis. Hay algo febril y moreno con
actitud sagrada debajo de los elfos.

Pero, largamente existen dìas que son siempre y otros que 
son clavos.

Nos unen màs al misterio y los pianos al llegar 
son acordes de cetros marinos despabilándose en lo boreal; celestes
o percusiones como las que tocan el universo y profetizan la hora de 
volver a las murallas, como en un momento de
una ceremonia donde todo guijarro
llega al sacrificio.

Entonces preguntamos silenciosamente por la razón en ello.

Y no tenemos respuesta.




Los Monederos de Vidrio







El poema deberìa tener otro desgaste.
Uno dialògico quizà. Uno que hablè de 
comunicaciòn o de tigres. Uno que 
cobre impuestos a cada sonido si es que no logra
enterrarse en los jardines ni poseer el libro que una làpida
encierra en los gorjeos de una libelula
con poses mediaticas y parafernalias de cupulas 
llevando monederos de vidrio
en sus peines.

El poema deberìa esparcirse en los olmos.
En lugares y vientres de bosques sin ser iluminados.
En reencarnaciones donde los mendigos alcanzan una media
para ser borrados y la imaginaciòn deja de extender la astronomìa
metòdica del persa antes de encontrarse con una boca
o incorporar a su alfabeto el trepanar de una
armònica por los pròlogos que una
lampara diseca y no es miramiento o descomunal 
iniciaciòn de perdigones, no es el pensamiento de alguien que
deja esta mañana vacìa para que logre conquistarse
ensimismarse, deletrear a una vaca
el sentido tempranero de una reminiscencia
ni el hoyo de brea donde ningùn hombre pudo licenciarse
entre brocales, era màs bien una balaustrada
un aluminio de barriles en una 
escalada por donde
ese poema camina y articula las poses vacìas
para ofrecer un cuerpo, que en lo profundo no es sino
el eco sobrenatural de un grillo cuando 
canta por la noche.

Y dice exactamente lo mismo que este texto: el poema
deberìa desgastarse de otra forma.



Guillermo Paredes




La Experiencia de la Hiena






Junto a la orgìa, en el gutural sonido de la 
premoniciòn, vagaban las hienas. Habìa en ellas
una palmera sucia y un abecedario que al
contrastar con los limites, mordìa cosas
desde lo ingenuo o la lluvia, llegando
con algunos armatostes y sepias a 
los que nombramos con la intuiciòn de la cera
en dìas inolvidables de gama y aleph
en los naipes de una sinagoga.

En los andenes, con oboes y naves todavìa 
en el fondo de los cielos, ciegas y maravillosas
dejando atras la bruma o los acordes por donde brota
una edificaciòn silenciosa de arpones dirigidos
a un plano de borrasca que no nos pertenece.

Pero observabamos. Nos llamaba la atenciòn
esa manada compuesta de hienas y visores
de plata en sus mandibulas. Despertaba
èsta conciencia ese hilo tan pequeño
que nos unìa a sus pesuñas, al
brillo inmortal de su matriarcado por
donde ahora desciende un cachorro
para aprender como se vive. Como se siente.
Como se piensa.

Pero las condiciones no son como las piensa.

Porque su experiencia nace ante leones.




Guillermo Paredes.

Condiciòn del Granizo







No escribo de los terminos, sì las esferas en ellos
son gnosticas o alguna dimensiòn con el agua...

Tampoco lo invisible con su inasible sabidurìa, habla
del conocer o la medida providencial en los pàjaros...

Es indeterminada la caida de la ola, porque sucede
a cada momento y podemos tener conciencia del
tiempo, pero no poder sobre èl.

He elegido campanas sucias para mi sed, porque
hay cierto mito en ellas de pureza.

Lo puro es una faena de violencia en el fuego sin
que tù y yo podamos enfrentarlo. Una lengua
marchita de raices, un epifenòmeno.


No puedo escribirse desde este punto si otro no ha 
sido destruido por la magia.

Ni en la sobredimensiòn del granizo, que toca su caida
sin tener que lanzarse sobre el aire.

No es indispensable.

El granizo es arrojado a la tierra en todas las tormentas.




Guillermo paredes

El Ciclo de los Papagayos





El violìn que dormìa en tus ojos, no era lo mismo
que la gaviota o el pelicano en los extramuros de
la bolichera, arriando el pièlago de cualquier forma.

!Ah! Horas de genocidio ante la distancia y todas 
las superficies donde adioses y ladridos descuelgan
historias, como si pudieran èstas terminar con las
crestas de los dinosaurios o el ciclo de los papagayos.

Violeta la igriega del desmayo sin poder separar la
humedad entre la confusiòn y conducirla hacia un
puerto donde nos llamaban los botes hacia un viaje
mas pequeño: uno entre la playa y algunas pocas
millas, nada màs. Eso era suficiente, eso es todo
dicen algunos que miraban de frente y tocaban
algun besugo en el miedo.

Pero sabemos muy bien que en ese mar siguen
batiendose dinosaurios y ciclos de papagayos.

Lejos, muy lejos, donde empieza el horizonte.





Guillermo Paredes

El Dibujo de los Girasoles






Hemos grabado en la arena, donde al ver una ola
el sentido de la aguja o el limbo parecen imposibles
donde la torre o la mitologìa no tienen que ver nada
con nuestros iris o deseos, inmolados en una saeta
de carceles rubias como los girasoles.

Y hemos dibujado en el declive del aire, la argamasa
del sol con el mercurio, en amaneceres donde sus rayos
descienden hasta los minerales, para cumplir una 
promesa que no entendemos. 

Antiguas leyendas de cal y sobresalto sobre unigenitos
de brea entre los espejismos, eslabones que en el miedo
sembraron el teatro de saladas antiguedades donde dormìa
el simbolo con su trueno de desierto.

Y desierto el bufon de acido con su tunica de aceite
en la mirra. Desierto el animal entre los peces
construyendo la oraciòn sagrada perseguida
por los eventos entre refriegas de crestas
y dirigibles, entre la arena.


Tan sòlo en la arena.

Porque allì no surge el oceano.




Guillermo Paredes

jueves, 12 de junio de 2014

Unidad y Estructura







Yo me alimento de martillos.
Pienso en nadie y viceversa, ante de
raspar un oido.
Busco telefèricos.
Intento imitar portaaviones. Cierto 
resultado de ello es lo absurdo.

Pero lo absurdo suele ser espiritual
al alimentarnos de martillos y aunque
mucha gente vea el cerebro en el 
interior de una nuez, toda nuez deja
que ello sea siempre un disparate.

Pensar en nadie es sòlo pensar la 
forma en que nadie tambièn piensa.

Ello se convierte en un tratado cuando
dejamos ciertas lunas, algunos tatuajes.

Un marsupio y las cosas psiquiatricas
-socialdemocratas- en bares de ultramar
tejiendo en la vera o el meandro ese
pubis que ciegamante anraquista duerme
entre los puercoespines.

Anhelo telefèricos -fue escrito- recuerdan
menguantes, equilibrios publicados al final
de los laboratorios, cuando el poema pasa
millones de veces por las manos para dejar
de ser poesìa y aunque mi concepto allì de
la plusvalìa sea muy abstracto...

dirè que nadie puede separar de la melodìa
un verso de otro.

Entonces diferenciamos para conocer que poema 
roza la unidad.

Y cùal se desvanece en la estructura.




Guillermo Paredes

El Panegìrico del Dìa







Un dìa despuès de la epifanìa, en una
canciòn alegòrica.

Un dìa despuès de una profecìa, cuando
todo lirismo es maleficio.

Un dìa, luego de que los reyes dejan de 
ser rojos. Cuando el horizonte que deja
el oceano es andrògino, como grandes
puentes mediterraneos, donde la pureza 
cae con su origen de hilo y veterinario.

Un dìa, luego de alcionicos puntos, con
juicios de cascabeles.

Cuando el destino abre un perno entre 
lo divino y el espìritu despierta para 
colonizarnos, traicionandonos hasta ese
azul de la boca que se transforma en verbo.

Y ni el azul ni la palabra vuelven.





Poema





Recuerdo el olor de una aguja antes que la palabra
creciera en ella.

La falange de una oraciòn que no podìan sostener 
los tulipanes.

La verbalidad a destiempo llena de girasoles que
no podrìan templarse.

Tuve que consultar una escencia en las ceremonìas
donde aùn recuerdase a Empedocles. Lo cual
es y serà inutil.


Puedo diferenciar el aroma del verbo en aquella palabra
suspender mi corazòn un instante màs, sòlo un instante.

Recoger una alameda y en ella el antiguo sudor de los
alambradas al sostener otro cuerpo.

Observar el milagro de la sangre volviendo a las venas
de aquel cuerpo.

Y luego una mariposa sagrada. Herida por lo milenario y
ancestral en el viento.

Bebiendo infinitamente en ella.



Guillermo Paredes Mattos

miércoles, 11 de junio de 2014

Poema







Arrancar una linea a una cebra.

Permanecer en ella y algùn tiempo despuès
caminar hacia los àngeles.

Determinar cùal es la relaciòn entre la cebra
y los àngeles.

Caminar por las avenidas sosteniendo el cartilago
que robamos a una mesa.

Imitar en todos los actos a un caballo.

Participar de sus carteles y aprender en 
sus pronòsticos. 

Escribir no mucho de nosotros, sòlo en cuanto
sea necesario.

Asi estariamos respondiendo a la necesidad,
màs no a la vida.

Compartir actividades con la espuma.

Industrializar lo que nos queda en la piel, en
una cresta.

Despertar debajo de un fiordo y màs aùn despertar
orinar como un topo.

Derivar nuestra vida a la vida, cuando los semaforos
logran unir huesos con los cartilagos, por 
lo general en las esquinas.

No tener una conciencia de la tarde, suficiente significa
llevarla como apriorismo.

Escribir de la instrucciòn si el estilismo llega
como un buho a cortar una boina kantiana.

Tan kantiana como la araña que cruza mi lecho
llevando un tranvia en su alma.





Guillermo Paredes