domingo, 29 de agosto de 2010

Esferas Naturales

Esferas Naturales


Pienso en mi oráculo como una enfermedad
con interior de usos, de habitos
de costumbres mediatas o aquellas
que cuelgan su silbato por la trascendencia.

He pensado. Después mi noche tendrá significado
de pájaros irreconocibles, ellos descubrieron el horror
antes de mí, por eso meditan en el cielo. Pues las
aves meditan, idean, reflexionan, guardan el antes
y el después, luego se construyen comunes
en la objetividad de mi lengua. La palabra en ella
es yugo.

Pienso en mi oráculo para morder solamente
para trabajar las calles de madera en la rama
para terminar con figuras de plata en el ombligo.
Para invitar al mercurio. Esto me da otro pensar.

Días electricos donde la inmensidad arroja su abecedario.
Días absurdos como todo lo absurdo, esta interioridad
es un señor de ventanjas subjetivas, de poses idolatras
y la vida y yo tenemos alguna naturaleza, alguna desnudez
llena de tabla, un nido de opresivo maleficio.

No todo maleficio es opresivo, es luminoso para aquellos
que se han liberado, incluso luminoso para el que
resuelve ejeercios mortales en la penumbra
el que espera un oso con su mano de esgrima.

Pienso en mi oráculo igual a un espantapajaros
que pisa la tierra, con la velocidad del arnes
o el misticismo del ideario, conduciendo
tradiciones entre ruido, por tensares
de luz cuando es oprimida por el universo
y mi espiritu piensa que todo termina en ese mundo.

Cuando en realidad empieza.





Guillermo Paredes Mattos

Oràculo

Oràculo




Hay leyendas que viajan del ansia al desasosiego
y son creadores de extrañas cadenas con el agua,
mensajeros de seda. Hay. Visionarios de barro
que calumniando la espuma aguardan infamias
y comparan la nieve con avenidas y habitantes
con ciegos y maleficios de hiedra.

Hay desesperaciones con alas de memorias
que un día supieron de astros y persecuciones
y nosotros caminabamos entre luces y hojas
convencidos que las helices eran de sangre.

Eran días y menguantes, asesinos de espíritus
y cartilagos disputados por la muerte,
eran voces de andanadas supliendo estertores
respiro de instinto y voces canallas.

A un lado el amor, la pasión del delirio, la hoja
rota por el viento de marzo anunciado vientres,
manos de caderas y dientes de expresiones
coleccionado angustias de fragua y alfiles.

Por otro el secreto de un cuerpo transparente
en el viejo juego de las inclinaciones, cuando
la palidez del yambo no era misterio y volviamos
a precipitarnos en su lecho, casi trapecio.


Hay leyendas, son las veces sin tiempo, ni espacio
la necesidad que no tengo para ir por mis árboles
el grito que siempre será sólo de mis bosques
y es el grito y no nosotros quien nos alcanza
es la poesía y no nosotros quien nos toca
es el poema quien lanza sus redes, por mas caligrafías
por mas dialectos y caminos rebeldes, la complicidad
con el sueño es siempre un misterio y vive, calza
su destino debajo del astro y el cadalzo.

Torturas de carne en esta noche seca, sistemas de sed
ahora que el universo escondese, ahora que mi esqueleto
va caminando a la fruición y el descaro, lo continuo y el pecho
con voluntad de infinito.

Y la belleza del mal en
su oràculo.

Poema

Poema



La pureza es un lugar sediento
bautizado por los perros.


Un hombre de aire
buscando su carne entre la noche.


Pero ninguna madrugada es salvaciòn
de nadie.


A esos hombres transparentes
les serìa ideal que toquen una cosa,
un objeto, para intentar atravesarlos de otra forma.


El ser que llevamos nosotros -hablo tambièn
de este que escribe- jamàs lo harà.


Hay que hablar y escribir de jamases.


Se hipnotizado por una cama, un ladrillo
un pan con agua, un levantarse temprano
para ir deseseperado y asi sobornar, ser sobornado.


Tambièn soborno.

La ùnica diferencia.


Es que sucede en esta hoja.





Guillermo Paredes Mattos.

Necesidad de las Alas

Necesidad de las Alas




Porque uno sostiene ves misericordias
como reflejos
y después están las columnas
o un músculo que abre sometimientos
un futuro de esperas
sobre disturbios de aguas
todas empeñadas en convertirse
en una gota.

Porque miras en los lentes
del verbo incendiar otros yugos
donde el segundo es devorado por sienes
y hasta el desmayo del exhalo es posible
sin caer, sin tener que dejar ese paso
esa huella de dirigible en la luna.

Sí, debajo del mar se suspenden las hojas
y es la danza del viento quien arranca los árboles
y es el desmedro de un menguante
asolando crisoles
en luces de juglar
en mares de polvo.

Asi la ceniza, nos va quitando la vida
eso que dura un instante entre la noche y los ecos,
eso que formula distancias sin necesidad de horizontes,
uno cree que un reino cae en la silueta
pero un reino empieza en las sombras.

Y la realidad por ejemplo es sólo ejercicio
vanidad de ciencias con clepsidras en halos
inclinación de un rostro sobre una sentina,
en cada tacto un dios reconoce minaretes
como negarlo, la costumbre lo sabe
su legado hoy reconoce pistilos y lumbres
y como es posible llegar
el universo se detiene.

Y no sé si la creación es
pájaro.


Nunca tuvo necesidad de esas
alas.


Guillermo paredes mattos

Menguantes

Menguantes




Son pocos los seres que ascienden con el sol.
Sus nùmeros son extraños, su escribir altisonànte y trueno.
Antiguas sus reliquias, lo màs nocturno en ellas donde la antorcha
abandona su paseo de vidrio por una tibieza.

Son misteriosas sus gruas
intentan inmortalizarse encima de la tierra
cuando algùn amanecer dormiràn para siempre bajo ella.

Es tembloroso su mundo.
Su universo de cada dìa, el ojo
de sus adioses. Capitanìas de participios
han elevado sus murallas sin saber que
en ese proceso conlleva laberintos
de piedra que sòlo la soledad
conoce.


Patrimonios de columnas despiertan su
corazòn en aquel deseo, que no serà para nosotros.


Por ello se dice que hay seres que ascienden con el sol
Que se reencarnan donde los astros
repiten su actitud morada.

Su asterisco donde el bardo llena
de juguetes esa cucharada seca de estridencias
donde el fìn llega a la mirada.

Un fìn con el cual nos alejamos.

Un fìn propio y ajeno de la voluntad. Ante el cual
nada podemos hacer.

Cualquier cosa serìa abrir las metamorfosis
mas poderosas
con las cuales
ese fìn volverìa letal su imperio.

Un imperio en el cual para la humanidad
ya hemos muerto.



Guillermo Isaac Paredes Mattos.

Apogeo Lunar

Apogeo del Lunar



Semejante a un vidrio, el oceano se desprende
antiguo y cano, cono un anciano verde
arrastràndose en las piedras.


Junto a un dìa de arena embarrado de juicios
dentro de otoños
balbuceando banderas.


Caballeros de fuego ondean,
unidos a figuras que inundan el paisaje
donde una estela
animaba a màs de un asesino.


Gesticulabanse purpuras entre vocablos,
maniàtico el astro que doraba en ellos
aquellas estellas insinuadas por un niño.


Abreviaturas lanzadas a una nociòn
de espejismos, el entretiempo
de esa palabra indòmita. Tal vez polar.

Un jardìn en la espuma.
La orilla donde los peces disecan
el rumbo del amor
y este se descompone hasta contemplar
su estreno.

Esa roja supersticiòn de
adamantio.

Donde mi esperanza colapsa
una y otra vez para acariciar un sueño.

Y un sueño es sòlo el misterio
de una poètica agonìa
buscando en ese momento la
inspiraciòn
llamada nada.



Guillermo Isaac Paredes Mattos.

Los Patriarcas de Plastico

Poema del Cero



Ignoramos como un cero, bajo en estropicio
que erotico, sensualiza un polillas marinas
espectros de agua en una vereda, esas y no otras
son las lìneas de tu mundo.

Bordes espectaculares, premociones de òsculos
consumen servatanas de amplios movimientos
prolongaciones de dios con el vidrio
extinciones de uvas en la hoguera
y en mis ojos vibran los racimos.

Manadas de humeros desde el pergamino,
allì obsevas el temple
el nacimiento subversibo del mitòn
la celula propiciando el momento
de este reptar espitiual
con una sombra.

Señor, la nube està lleno de espumosos
hechizos. Su nacimiento es bastardo
y tropieza la sigla con levantamientos
de pus en una vaina.

Quieres un poema, alejate de la realidad
entonces, quema tus teatros.

Quieres poesìa, dile a tu espìritu que clase
de demencia està como un guardian
en las puertas de tu sino.

Descubrela.

Es posible, no sòlo posible.

La vida no es descenlace
mas que de cancerberos y en
esas coronaciones llenas de ultratumbas
ardes con misiones de engaño
de celeste hipocrecia.

Asi que para hablar de tu destino
primero busca el jardìn de tu infarto.

Allà, en una morgue quizà la sombra
de tu espìritu ofrecerà
a tus pàtriacras de plastico
uno de tus sìmbolos.




Guillermo Isaac Paredes Mattos

Los Nùmeros de la Clarividencia

Los Nùmeros de la Clarividencia



Dedicado al festìn, moderno



Las palabras con que elaboro son tripticos.
Los sonidos que me acompañan, continuaràn
mordiendo la realidad. Mi carne no.
Ello es unasible. Un juego anagògico
cuando se tiembla,
la metaepifanìa del sauce.

He visto miles de làpidas, he imaginado millones.
La fantasìa ha despejado la realidad para mirar
sus uniformes, el hombre del presagio allì,
el manuscrito donde las palabras son nùmeros.

Absolutos tridentes, abren
mansedumbres, violencias de pàjaros escarlatas,
patologicos, hay trastros de clarividencia en esto
hay màquinas de mùsicos laminados por àrboles
y son tambièn carnivoros.

Hay nùmeros.

No existe clarividente que juegue con
el tiempo ahogado por una rosa.

No caminàmos a ellos sin un nùmero.

Nuestra soledad, es ese mundo y otro
donde es arrastrada con el motìn pernicioso
transparente
del vidente.

Allà el mar si no lo es, allà èl si no
es tocado por sus palabras.

Y por toda silueta cuya tarea es despedazar
la poètica de su ira.





Guillermo Isaac Paredes Mattos.

viernes, 27 de agosto de 2010

El Aura del Poema

La entrada meticulosa.
Una cubierta emparejada por el papel.
Esa nocturna veleidad donde abrimos nictàlopes
y la mariposa entre frondas lleva ediciones de
providencias nuevamente, con un calor amarillo.

Se detienen las brùjulas desde fulgores enhiestos,
trampolines de astucia razonan y sermonean
elipses que la imagen arrastra en su boda
con ancianas feromonas, misògina
de filantropicos arcanos
con el fuego.

Allì la mente empuja mentalidad a
intuiciòn.

Allì la intuiciòn se mide con relampagos
y los cometas son de sangre
porque nunca seràn de otra manera.

No hay adjetivo que cambie incluso
su morada gramatical para tornar ello.

No hay intuiciòn que desemboque en
un exorcismo lleno de diluvios.

Y el universo es una regiòn èpica
y larga.

Una promiscuidad llena de pòcimas,
un invierno de venenos.

Y luces tràgicas -muy tràgicas- rompen
el disturbio -es decir- una màntis donde
la imaginaciòn aprende
como un funeral, el nombre de su sombra.

Y sòlo nuestra sombra golpea como el
viento todo lo que arratràmos.

Nada màs que el viento para mirar.

Con la inocencia de una herida
que sòlo el conocimiento
puede ver.





Guillermo Isaac Paredes Mattos

Apolo de Vidrio

El abismo, el abismo de un sol azul de vidrio






Llevas en la carne ese oceano que prolonga su estirpe
para abandonar castas antiguas
en la corona
de un martillo devorando àrboles
en la distancia.

Todo es remoto. Lo simple, la rama que
disuelve el tiempo, lo encarnizado.

Te llamaste pergamino, sin ese parpado
donde linces moribundos
despiertan grillos
de brocales extraños
precursores de instintos
donde yerra una escala triangular
y siluetas
tornasoladas e inhospitas, disuelven el todo.


En esa nocturna premoniciòn
los momentos sostienen espadas, memorias
de añil, una azotea, un cardumen agonizante
la vereda cuyo mediodìa
concluye que el verbo era la nube
de una carta y su jugador en las manos.

Otra vez la apuesta, nuevamente el sino
la goleta y la fragancia del cardo
en el cèfiro o la huerta
donde se aprende para olvidar
y conocimiento es don
que desciende hacia una empalizada
cuya lira encalla limpiamente
en el corazòn de los cisnes.

Y sella allì su vida.

Hasta que una sola entraña juegue.

Como ayer, en los abismos
de un sol, apolo azul de
vidrio.




Guillermo Isaac Paredes Mattos.

miércoles, 25 de agosto de 2010

Danzas de Piedra

Danzas de Piedra


Se nace proposicional, se vive ilògico
irracional y deàmbulando, casi conciente
en el codo, la mesa del ayuno palido.

El juego mortal con una sola carta en la naturaleza.

Pero la escritura, ni clasica, ni moderna
ni vanguardista, ni escènica. Señor Paredes Mattos
el de inutiles apellidos, deje atras la contorsiòn, el drama
la poesìa no elige el amaneramiento
ni la pose para recoger su aliento.

Siga contemplando, siga encantandose
engañese y frustrese mas de lo que pueda
con un dìa de àrboles, con un dia logos
y en esa coreografìa de idolos extraños,
siga encontrando un ùnico aliento.

Y sea la poesìa quien lo destruya con su
soplo.

En una madrugada donde tù y ella
danzan.

Bajo un ritmo yugular de
piedras.




Guillermo Paredes Mattos.

Demonio Elemental

Demonio Elemental



Una catedral de escarnio.
La espuma del follaje para saber que caminamos.
Que recorrimos el sol buscando el desierto.

No existiò otro universo para ser concebido.

Nuestra flor fue de hìgado.

Un personaje nèuròtico en una frontera,
ebrio de angeles, religiosamente impregnados
de civilizaciòn, una parodia en latìn sobre
la forma, asi, morfològico el pecho
morfològica la nube, hermafrodito el gènero.

Sabiamente el poema degenera.
Evoluciona a la intimidad de un sueño granitico
en los hombros.

Yo tenìa antes de ello, mis huesos esparcidos
por la tierra. Sòlo la poesìa lograba unirlos.
Tenìa mi piel llena de fabricas y chimeneas.

Fue una imagen quien arrancò ese yugo.

El corazòn de otra soledad desamparada y lògica,
simple y desmoronada.

En ese enfebrecido sudor de afodisiacos
cuando es sexual
cualquier velamen literario
los dirigibles de virgos apuntan a la seda
de su creaciòn extraña y bajo esos nùmeros
es destripado el calculo
el habla al ser coagulada
la entraña viajando en sòlo notificaciones,
entre advertencias eternas
a una fragata de hombres.

Y como un profeta de la propia soledad
se vive.

Y recogemos el ensimismamiento del pètalo.
El inasible tallo sin heroicidad.
La clandestinidad de un sueño.

En esa patriarcado de la nada buscamos al poeta
al arte del aromàtico estallido
persignando su don
sembrando verdes misericordias de demonios
y relampagos.


Pero aquellos espìritu.


Aquellos precediendo a las
galaxias.




Guillermo Isaac paredes mattos.

domingo, 22 de agosto de 2010

Tradiciòn de la Palabra

La Tradiciòn de la palabra






He abandonado hace siglos mi nombre en
una pàgina.

Indiferente y de àngulos planos, cierto
vibrar como el agua tocò mi corazòn.

Por ello, ocasionalmente digo alma,
las palabras son como los seres,
agonizan si las tocamos demasiado, si abrimos sus heridas.

Las palabras son como los seres.

Y

no digo siempre poema

Todo lo que escribì es la criatura
de un diàlogo que abre la noche para sentarse
entre comillas con el nombre.

Leer sigue siendo un vaiven. La exacta confusiòn.

Es creer que se habla sòlo de nosotros.

Como si nuestras vidas fueran importantes
para aquello soñado por la palabra.

Y esta no sueña nada, todo lo adquiere,
lo toma, decir, para ella es desesperaciòn.

Un terrible soplo.

Un soplo que estaba en manos de la nieve -poseìa el secreto-
pero el trueno del verano
lo condujo al oceano.

Un secreto que sòlo es presagiado en el mar
el mar asume que es la ùnica espina
para su vida y duerme con esa eternidad.

Una esotèrica eternidad en su alma.

Y el oceano no se toca, quien va a èl asume
el riesgo de que su profundidad
ha de arrancarnos todo.

Pero no hay oceano que lleve unido
a ese secreto, un libro de griales y azucenas.

De follajes donde el limbo frota el timpano
de algo sagrado. Jamàs lo veremos.

Debajo de la tierra, la ediciòn de esa tempestad
juega en criminalìsticos volumenes
de semiòticas ramplas.

Por ello sombrea el nombre.

Mencionale a la palabra que cada dìa
es un verbo y no una letra.

Recuèrdale que no hay necesidad de
juramento alguno para hallarse.

Pero sobre todo recuerdale que asi como
hay hombres que agonizan en la realidad.

Mi vida la hace en una letra.




Guillermo Isaac Paredes Mattos

Poema

Poema


Este es el espìritu, lo trazò el lenguaje.

Al hablar de conmociòn no existe nada en èl.

Es errante como un dios y tambièn por ello damos
sentado el hecho de un amor.

En èl las letras son entartadas por misticas
civilizaciones.

Y los magos se dedican a separar una sìlaba
de otra, demostràndo que aquello aquì tratado
es tan poètico como el hombre.

Aùn cuando jamàs sepamos en què momento
llega la poesìa.

Ese lenguaje està hecho de entrañas pero
no de venas.

No crea heroes, tampoco idolatrìas,
las cosas a su alma le son ajenas
para verlas en esa plenitud que
simplemente se roza. Cito el suicidio
como una de sus cartas.

Su espìritu no se religa.

Muy profundamente ese lenguaje sòlo
muestra la corona de un peciolo, el arte
del delfìn camino del paraje, donde sumidas
entre la espuma y la cresta
descarga el aulo
una dosis divina.

Y no todo hombre està preparado para ello.

No lo estoy.

Ese lenguaje sin embargo toca esta noche
mi lengua.

Para mostrarme la iniciaciòn en
su orilla.



Guillermo Isaac Paredes Mattos

Los Faros del Oceano

Los Faros del Oceano




Cuando tu imagen es devuelta por el oceano. Creando
su propia sensibilidad.

Si, en esa sensibilidad atisbas trastos de àtomos
descolgàndose de liquidos paramos como la sepia y
entre indòmitos terminos tu poesìa
va derramando su mundo sobre esas aguas.

Y sin embargo cada paso te vuelve màs sediento.

Màs hambriento del tiempo y los crepùsculos.

Alejado en cada hoja del hombre, presintiendo
lo humano como un milagro, buscando
el prodigio al colapsar, el ensimismamiento
psiquiatrico y puro de una ventana en la arena
buscando tu nombre como si fuera otro.


En las trompetas del barro
En el universo cuyo cenotafio en una tiniebla
desenmascara el horror desde un furioso canto
violento como el pulso del manantial,
el pequeño, el del fracaso
el de la magia, revolucionario,
una y otra vez en la màs ironica sutileza.


Al no existir coloquios ni fuelles
recordandote que el laberinto de ese momento
fue un segundo que varìo tu mirada en los labios
y por ello èstos buscaron la muerte
de una rosa en cada templo
y cada templo era el latido.


Una y otra vez.


Hasta que los faros del oceano se apaguen.




Guillermo Isaac Paredes Mattos.

miércoles, 18 de agosto de 2010

El Velo Cartomàntico

Poesìa



El hecho es un pensamiento vacìo.
Una laguna de manantiales sin fondo.
La artìstica sinagoga de mi educaciòn,
cultural y planetaria, perdièndose en los labios
al buscar otra lìrica.

Esa brisa recogìa lenguas que hablan de abrazos
Retinas de miedo donde càbalas y trances
despistaban un niño de bronce
dilatando sus puntas de papel
en libros como el amor de una cumbre.

Todo amor en una cumbre es ignorado.

Pero deseo del rìo es conducir un poema
a los deltas, a la prisiòn màs escollera del rito
cuando los navìos son tambièn veleros
y tù desenvainas la mirada postrera
de una pasiòn atravesàndo su silencio
con una tilde en los parpados.

Igual como un lobo atraviesa los bosques
con un aullido en su alma. No en el aire,
para que nadie oiga.

Y ahora que hablamos de espìritu y silencios
es posible razonar desde el pulso
es posible una inspiraciòn coronando latidos de expresos
donde la tradiciòn lleva velocidades
y panteras de polvo.

Musicas arteras de oceanos.

Carnes en la mejilla de dios
insomne y cirugìa de gota en una liendre
de las manos.

Porque dios es tambièn otro velo.

Cartomàntico y ciego.




Guillermo Isaac Paredes Mattos.

Espòntaneamente un Ala

Espontàneamente un Ala

A Cesar Paredes Mattos, mi hermano



Evoca que ayer sobre la nieve
espàntosos frutos dibujaban un rostro
y la imaginaciòn desbordaba lineas de horizontes
que nunca rastrillaron palabras.


Sobre ellas el cùmulo
iluminaba la maldiciòn del àrbol
incriminado en la textualidad
del epitafio, sembrando columnas, espaciando naves.

Pero, la estrella descendiò a nuestros ojos
hasta golpearse con ellos y esa mirada
detallò que la nube no es màs alta al compararse
en una torre, con el silencio mortal
que da origen a las sombras.


Ten en cuenta, que sobrenòmbres y pseudònimos
son lo mismo quebrando el origen
de una piedra inhalando ninfas de lluvia
cuando la tormenta nos reclama
un pedazo de aire
y en ese titan deàmbulando en nuestros sueños
nace un silencio desesperado como la flor
del arte.

Esa flor batiendose en la yesca.

O el lampo errante de
una sombra.

En este caso de la luna y allì
espontànemante un ala.





Guillermo Isaac Paredes Mattos.

martes, 17 de agosto de 2010

Según el Ruido

Segùn el Ruido





Un lenguaje que amara una palabra y que dijera en ella
todas las cosas. Sòlo una palabra.

Un significado lleno de metàforas, ahora y hoy que
la expresiòn recoge y recita el agua de
una encarnaciòn rompiendose en
el universo, como se rompe el tiempo.

Entradas de sarcòfagos y entrenamientos con expediciones
asoladas por estrèpitos de conocimientos tan nuestros
como una agonìa. Nadie muere con nosotros.

La muerte nos pertenece igual a un poema. Pero el poema
para encontrar su semàntica debe ignorarnos.

Y esa avenida desierta es embriagada por cúmulos que la
madrugada divisa llena de espejismos, antes de este momento.

Y luego marte. La noche de edipo, blanda y portentosa, igual
al músculo que no verà jamàs el porquè del articulo.

Hasta la inteligencia de una consonante, evoluciona entre vocales
débiles y fuertes al lado del alcohol y sobre todo lass espinas.

Y sobremanera etilicos vidrios, componen la suerte de una flauta
comprometida con teleologìas de lluvia.

Ante eso, mi convencimiento, repetiò como un alucinado
ese escrùpulo sembrado por claraboyas de azotes.

Acentos como la pus, tàcitos, abriendo esa mazmorra
decapitada por eléctricas, con sonidos de odios.

Aquellos que en mi corazòn me entregan la civilizaciòn
absolutamente semàntica, más que fonètica.


Guillermo Isaac paredes mattos.

lunes, 16 de agosto de 2010

Descenlaces clìnicos

Clìnica esfera, ahora tus palacios de redes
son monarquìas antiguas, besos industriales.

Sobre una tumba los retoques reencarnan
ese trepidar de arterias, esa fracciòn del
mito, decrepito y hasta un monopolio de algas.

De què manera la corriente deàmbula en
aquellos maleficios que la cresta devuelve
a la flauta. Cùal secreto es de todos los
estigmas, aquel alimentando nubes. Preguntàbamos.

Fragatas y estigios, formaban el perihelio
donde la sombra era ensenada de contusiòn,
propaganda barrosa de los desengaños, el sì
de una afirmaciòn errante como un velo.

Pero esa ambiciòn llevaba cancerberos
motines de una pupila, adolescentes engranajes
pornografos lirios.

Todo en pos de un martillo.

Con èl desasimentos de tallos
invadieron los pètalos.

Con èl la oportunidad de raspar el color
donde nace el instinto, volviò a los techos.

Y sobre el suelo aguardamos aùn
que un cataclismo -linguistico- los
devuelva a nosotros.

Y eso sucederà como sucediò al hombr0e.

A travès de una caida.




Guillermo Isaac Paredes Mttos.


Guillermo

Pròlogo a lo Divino

Pròlogo de la Divinidad






Recorràmos un àlamo.

Es cierto que se extingue en la humedad
de una amarga platea.


Concibiendo su orgasmo, excomulgado
del orbe.

Luego el cenotafio del estribor
une minos a la palabra tauro.

Hay una lògica aquì que te llevarà
a otro sonido, màs que a
una palabra.


Pero recorràmos un àlamo.


Insidioso sobre la renciciòn de una sombra
en lo enhiesto, cuando èsta dilata
una exhortaciòn, opulencias
de auges en la cornea
de un apogeo
insinuado por los trenes.


Tambièn por los dirigibles.


Creì pertenecer a su providencia
pero ella dialògo con
otras cuidades, con otras tradiciones
y no existen pròlogos para un ser,
cuando sus caminatas desbordan el
sentido de su libro en la arena.

Ahora que estoy dormido.

Ahora que sòlo el mar lee en èl.





Guillermo Isaac Paredes Mattos

domingo, 15 de agosto de 2010

El Abismo de los Acertijos

Los abismos de los Acertijos.




Decidimos habitar la tierra
porque el viento jamàs fuè nuestro lenguaje.

Decidimos tal plastilina.


Porque allà hablaban sòlo los pàjaros.


La posibilidad de ser borrados de la arena
estaba en la voluntad del desierto.


Cruzamos ese desierto como un cabello,
solos, atiborrados de indicios, en los atisbos
del corazòn, su cansancio, alguna
de sus naves.


No estamos dispuestos a vivir, tanto como
a crear mentiras.

Todas las cùpulas debieron morir para ser
nuestras, pero cada vez sus glaciares
fueron màs grandes.


Llevaron la visiòn de la sensibilidad
pero ni con ese augurio,
con esa pàgina de presagios
amenazaron el termino detràs
de la delicia.


A veces pienso en mì
para desterrar todo lo general que hago.

Me detengo en eso que no es trascendencia
ni busqueda.

Y aùn alejàndose, al crearse remota,
es lo ùnico que logra ser
conjurado.

No sè cùal es su lecho
la hora puntual de su acontecimiento
sus amaneceres con diatribas de señales
y pseudoadrenalinas
como las que yacen en un calendario.

O un sìmbolo de puñales
atrapado en los abismos de
un acertijo.


Guillermo Isaac Paredes Mattos.

viernes, 13 de agosto de 2010

Memoria de la Espada

Memoria de la Espada.


Reconocemos entre la inspiraciòn
un verbo que logra deshacerse de nosotros.

Certeramente el festìn del milagro.

Tal vez un prodigio
delatando una civilizaciòn
trajinando en las copas groseramente.

Jamàs como un graznido.


Medito en ello, ahora que debajo
de mi cuerpo, el devenir presiona su talento.

La finalidad del mismo es alejarme.


Y cedo a èl, varado en la ultima
de las espadas, inmemorial y extraño
como un mercader de nada.

Como toda noche, su distancia
es peregrinaje a la desolaciòn,
allì el halo es tuerto
y su alma rebusca entre devaneos
de fraude, esa historia que sea
la crònica de un bùfalo,
esa leyenda volviendo a la emociòn,
a la vida del reloj, esa profesiòn
llena de alma en los tìmpanos
cuando tiempo y espìritu
reclaman para si un cayado.

Sin darse cuenta que ello
los llevarà al sacrificio
dando origen a un patriarca.



Guillermo Isaac Paredes Mattos

miércoles, 11 de agosto de 2010

La Arboleda del Fuego

La Arboleda del Fuego




Cuando un demonio te toma de la mano
arrancàndote el rocìo.

Y traen sus primicias, tropeles raìdos
marejadas en busca dela enfermedad,
uan disputa con el ayer porque sòlo
estaba compuesto de homicidas.

Por ello, celebrabas en tu piel
ese anuncio donde las campanas eran
de barro, edificios de aliento
despertados por la tempestad
iniciados del esoterismo
y el tormento. Navegantes de pies
sin grandeza, manticamente de
polietileno y lluvia,
relente escarcha, que alimentaste
la nieve, junto escafandfras cada noche
para oir en la savia
el canto de la nausea.

En ese reflejo que el mar alarga
y aquieta, tu corazòn crea legañas de frìo
un horizonte sepultado por la reminiscencia
y ese andar de los funerales
domados por la magia.

Mientras el interior conlleva una elegancia
de lugubre perro y chimenea
humareda y latigo anestèsico,
lenguaje de aquel hasta el màs forzado
torpor de lo invisible.

En una llave de sol, sino de alambra
quìmico martir de fè,abominable piràmide
de ruedas.

Junto al lamento y sus cadenas
su pardo gas de efigie
su entrada tirànica al mundo
la pista escarlata, mirada apocalìptica
de mi pose, porque asi tambièn dobla
el hastìo, su duna
enlazada a dios por martinetes.

Cuando te lanzas, renegado y fiel
al parapeto, como un sabotaje de piel
en los poros e ignoras la tentaciòn,
el riesgo y su lactea premeditaciòn,
un atentado inmemorial que para
devorar tuvo un complice, la existencia.

Pero al margen de ese mundo, hubo
otro complice fraguando su corazòn en
los divino.

Nos arranco todo lo que pudo
arrancarnos la existencia.

Y su corazòn tiene el nombre del poema.



Guillermo Paredes mattos

lunes, 9 de agosto de 2010

Entrecejo de la Palabra

Entrecejo de la Palabra



Una palabra, desierta y oscura.
Un rìo cutaneo en los alquimistas
del oceano, cuando lo profundo deja
de maquillarse delante de la tierra.


Pobre tierra que jamàs logrò defender
su apariencia.


Pobre castillo de papel con cita
de poema.

Tristemente es el mundo cuando su equipaje
es de hombres.

Cuando su lumen es esquirlado
por remordimientos.

Por un astro dejando atras la forma
de todas las constelaciones.

Y una estrella perdiendose
en el espacio.


Al intentar seguirlo.



Guillermo Isaac Paredes Mattos

Entrada a la Inocencia

Entrada a la Inocencia



Què brillo desconoces, que no haya
mostràdose a tu ser, desnudo,
encarnizado.


Què horizonte de vacìos
sensualizaron trèmulamente una pradera
una pista con la cual reconocer
en el amanecer, una parte del final
etiquetado por otro corazòn.

Y su ensueño de miradas llevado
al màximo del privilegio.

Del tormento màximo del vertigo
donde caminar era mentira
como estela del orbe
donde la orilla abàndona como
la moral, el fondo de la ètica.

Y èsta, asciende a la noche
de algo axiològico y fino.

Terrible y atrozmente fino.

Como un cometa.



Guillermo Isaac Paredes Mattos

El Antro del Gemelo

El Antro del Gemelo



El universo como un punto de siameses
y cristales.

Como un albañil de velos descabellados.

O un asta donde se borran los puertos.

A estas cosas, un hastìo de luz fuerza el brillo
del contraste, el torno del confronte.

Un arma es recogida en los acidos
de las sienes.

Dos capìtulos de un soplete interior,
fatal e ìdolo de monumentos
que viven un segundo, asisten a la bruma.

Allì el granito es genuino como un carbòn
de arcanas rotaciones.

Y el carbòn replica en ellas, un tiempo de gondolas
lo milenario tan secreto entre la vida,
la arboleda del agora.

Dimensiones que acogo con mi nuca.

Lechos que jamàs me aguardan.

Anhelantes escarlatas donde el ave
divide su exilio para rasgar el cielo
y no llegar a ellas.

Ese es mi pronombre de jinete en una duna.

Mi erotismo de quien no camina.

Y en ese paso, sepulturas del clima
la vertebra desprendiendo su significado
la fonètica de esa luz hacia un ángulo distraìdo
donde la eternidad
es una cupula de hambre y asesinos.

Un jinete - como ya dije- donde incluso
la vastedad del relàmpago
induce el drama para deducir en que
ortopedicos gritos
la entrada al infinito era mi sueño.





Guillermo Isaac Paredes Mattos

Monòlogo de la Naturaleza

Monòlogo de la Naturaleza


A lo sumo, igual que el ente no somos
màs que existencia






No aprendì a vivir entre talismanes
pero crecì entre ellos.

Supe de sus àlabes, como eras de dolor
tomadas por la hipocrecia.

Supe de aquellos presenciando el juego
de la hoguera
cuando las llamas abandonaban el cantar
de sus cuerpos
y no habìa màs vacìo que aquel del yo
respirando en sus venas,
el ontos de su sangre.


Nunca aprendì, el conocimiento es rebelde
debajo de la arena,
se sumerge en las batallas màs profundas
de la tierra.

A hombres de esa naturaleza, nadie puede
pedirles algo.

Y ya que no aprendì, supe que si era herido
tarea de la herida era escribirse.

Cantar de si, si deseaba.


Herirse es estadio de las mismas
acercàndose a ellas
con ese movimiento que llega de
la conciencia mas que
de la lucidez
y como toda lucidez para serlo
debe ser vertiginosa, concluì
que ser conciente de mis heridas
era un convenio gratuito
con seres y entes desconocidos.

Una profecìa descomunalmente hipòcrita.

Creo en los amaneceres, màs que
en el aura del dìa.

Amo los faroles, siempre y cuando
tengan mas derecho que mi corazòn
a dejar un pètalo de fiebre
en el mundo.

Y lo ùnico que he hecho es guardarlos
para mi soledad.

Debo ser una especie de poètico degenerado.

Alguien que vive demasiado en el extasis,
pero que vive
finalmente.

Y puedo hablar de èl como quien le quita
la costra a una herida
y dialòga tristemente
con esa llaga.

Y he muerto, el juego de mis talismanes
puede herir su ciencia
con esa fatalidad que la existencia
no logra reconocer.

La existencia es un melàncolico mundo
antes del agua.

Y he vivido sediento, no conozco manantiales.

Sigo siendo un largo monòlogo que pisa la hierba
cada tarde.

Y lo hace igual que la
naturaleza.



Guillermo Isaac Paredes Mattos.

miércoles, 4 de agosto de 2010

Ardiente Veneno

Ardiente Veneno


Poseo una hoja, eso es todo para mi corazòn.

Con un sentido superlativo del aire
y la miseria
reconozco su signo eludiendo
la sacudida que mimetiza mi aquelarre.


Quisiera, a veces quisiera
que la lìnea se alejara
para conocer de que manera
su universo se inspira
en este yelmo de escrùpulos
cubiertos de nausea.

Pero soy tan humano.

Que a veces - como ahora- me sublevarìa
ante ello, para notar que no fue
la hoja lo ùnico que decidiò mi vida.

Acercarme a ese revolucionario llamado corazòn
rebelde eterno de las causas perdidas
de las derrotas
de los màgicos desastres.

Pero desde esas hojas
las palabras han detenido su vida
para observarme.

Y eso se convierte en màxima
que retumba en los arboles
humedeciendo el idilio de fuego
enceguecido por su propio sueño.


Desde esas hojas las
palabras han conquistado mi mundo.

Y yo he perdido mi vida
para siempre.







Guillermo Isaac Paredes Mattos.

La Belleza Sagrada.

Poema




Estuvimos tan cerca de la belleza.
Vivimos a la deriva entre sus gemidos.

Sus latidos llegaban hasta nosotros que incluso
podìamos compararlos.

Y llegar a la comparaciòn incursionandola
desde la belleza es crear otro orden.

Una ley ancestral sòlo para nosotros.

Ofrecimos los los nombres màs extraños
para su corazòn.

Escrìbimos sobre su espìritu incluso
aquello que el mismo no esperaba.


Vivìmos tan cerca de su lenguaje
que llegàmos a ese momento donde
nada puede decirse.

Ahora,
la existencia es un viento que en toda
noche enmudece y percibimos que acercarse
a su imperio
implica el riesgo de ser devorado
por sus astros.

Porque no conocemos sus constelaciones.

Esa es una visiòn que nos habla
cuando caminamos, cuando somos uno y otro
en un cadaver.

Aproximanàndonos despesperadamente
a las sombras.

Pero estuvimos tan cerca de la belleza
que nada queda para nosotros
sino ir desbaratando lo que arrastramos
impreso en el alma
como simbolo que otros hombres dejaron.

Y Nuestra cita es con lo lejano.

Somos cenizas de algo que tan sòlo se vislumbra.

Algo que nos abre la puerta, pero nos dice
que al cruzarla, nos pertenece la
maravilla o la desgracia
que esconde la oscuridad de
ese cuarto.

Aquello que como un tormento resplandece,
el ìndice de un racimo de llantos
recogiendo las ventanas de un amanecer
desde el cual se deviene
en una pulsaciòn que en todo segundo
te arranca por pedazos eso que
creìamos nuestras heridas.

Porque vivimos engañados pensando que nos
pertenecìan.

Que por haberlas cruzado tenìamos
el derecho de llevarlas en la mirada
como un arrojo de desvanescencia.

Digo creìamos.

Porque siempre hay otras.





Guillermo Isaac paredes Mattos.

domingo, 1 de agosto de 2010

ImaGENES

Imágenes del Verbo

Por iniciaciòn y estilo del mar con la arena.
Por obra de la obra y el texto en medio del principio.
En los manantiales que ahoga el poema para ver la hoja.

En los àrboles, en la naturaleza del agua sobre los elementos,
en el viaje del ciclo cuando no es escencia
y los laberintos sobreviven con la misericordia de un templo
rendido de noche al santuario.

En sepulcros de verdes herencias.
En la morgue de una cumbre con mi beso, aquel que
trepa de noche por los craneos para verme,
con ese fetichismo que dice en la nieve
su sentencia de esquirla, su imagen de polvora
y algun destino, cubriendo margenes en las cenizas del polvo
pues allì no hay sitios para auroras.

Y la sangre derramada
desciende del crespusculo.









Juicio del àrbol


De la noche decir es virginal estambre que conoce y
desconoce virgenes y ruinas de cera.

De la noche los yelmos memorizan escudos y es posible
una memoria que sensibiliza su estuario
para encontrar su idea.

Hasta el remordimiento cruzando el indicio es inedito.
Hasta el menguante que amenaza la luna es de odio
y la ira es estètica, màs estètica que la silaba unièndose a otra
evocando mensajes de venganza y desprecio.

Y en esta ciencia sin fe, pero ensueño
de liricas figuras en los laberintos,
no hay mas mitologìas que aquellas boreales
convirtiendo en superficies lo atroz
en mal del viento la belleza
y su profecìa de color sagrado
rindiendose a la ley y la liturgia.

A los nombres del halo.
A la proporciòn terrestre de un cuerpo,
de una sombra con su sombra.
De una provocaciòn que viaja hacia lo temerario.

Cuando sòlo dios es profundo.
Pero menos profundo que el hombre
y su mano.









La Cúpula del Helio


Hay una figura que el oceano no ha elegido.
Hay un parpado de estrellas que arrojan epitafios.
Hay lineas de avutardas que encierran a un grillo
y lo condenan a quedarse ciego por la tarde
cuando el sol es de arena
y la ciudad una parabola de humedad
y hojas secas.


Existe la corriente de extinciòn en mi boca.
Mis ojos despreciados por propios neologismos
cuando definir no es cosa de arte
ni de lo divino.

Y es tan efimero ese momento que
paralizado en el estro, doy fè de universos a mi
lado creados por cenizas,
por brillos nefastos y crecientes desastres
que arrojan un dado a las mareas.

Y como si fuera un niño entrego mi vida a ese juego.
No porque sea universal.
No porque su apariencia ignore en la lluvia lo eterno.

Es sòlo un invierno en su garganta que llama
por mis lados.

Una pregunta y una conmociòn, en la lineal
conversiòn de mi ser que responde,
sin saber ni tener una razòn que se presente
a la voluntad de esa aguja.
con la voluntad de la soledad cuando ama
el desierto.














El corazón de la Torre


Si afrodita no se derramara debajo de la luna.
Si apolo no se uniera a la muerte desde metàlicos estambres
llenos de corolas y silos, empeñados en resurecciònes y puñales.

Si desde el amor mercurio no caminara en mi boca, con ese
estilo de la soledad en la lengua, cuando mi grito
despierta en la madrugada otra vida,
una criatura que no responderà pùes la creaciòn
es sagrada cuando arrastra inteligencia al olvido.

La vida es obra dela naturaleza cuando no responde.
Responder es recrear la obra de una piedra
desde el carbòn, a veces desde algun diamante
y entonces el misterio es travesìa de astro
en un lugar profundo, sobre todo profundo,
quebrado por la apariencia de un ciego por la aurora
incendiando las cupulas del miedo en un cuerpo.

Vano el estilo de toda ceremonia, vana la visiòn
caminando del lecho a la mesa, yo hablo de estrellas
que nunca regresan al lenguaje,
yo canto a la definiciòn porque amenaza ese lenguaje
convertido en oraciòn o liturgia por un hombre.

A mì no me engaña el olor de la metafora.
A mì no puede separarme el vidrio del estilo.
La obra no existe, es una trampa de la cultura para detenernos
para que la poesìa piense que todo ha terminado.

Pero uno mira los àrboles.
Y ves como la muerte devasta los pàjaros.

Y vuelves a la esperanza de que todo no ha
terminado.


© Guillermo Mattos