lunes, 18 de abril de 2016

Preguntamos por la Hoja





Preguntamos por la hoja.
Por los medanos para la intensidad.
Por el viento citado por aquello que tropieza en
la noche con los almanaques. Incansable. Fijo.
Nuestra pregunta camina tambièn en los
bozales.

Por las reencarnaciones. Por la mejilla en el nudo de los parpados. 
Por la lucidez de parte del petroleo en un menguante ebrio de
desiertos y costras, donde se da caza a 
las aves y el tabaco.

Preguntamos nuevamente por el canto y aquello que
lo deja sobre las escaleras con un aura de tiza, arrancada
al titanio, mientras escenas de crisolitas despiertan
hacia el pubis irradiando nada màs que
galeones. 

Tenemos al àrbol por ello. El deseo del mineral.
Llegamos de las grietas llenas de espejismos como 
en la tarde el horizonte, solidificàndose una y otra vez en
la magia. Esoterica dicho sea de paso como los
cartuchos y los filtros. Como los senos.

Acaso en los navìos donde caminamos no se exploraron los
diluvios desde una marcha de antarticos trenes 
con flores azuladas y los pètalos no fueron vistos desde la
perspectiva de la porcelana tal
como intuìamos. No, eso lo dejamos para el
iridio entre los abanicos, dotado de hambre.

Preguntàmos por el sauce.
Por los presagios en el instante de elegir una laguna en
el pecho. Por los huertos y prontuariados escarlatas que
incursionaron una y otra vez en las galaxias sentadas
en las muelles. Junto a las lineas que separan 
millones de espacios en los puntos.

En el pliegue.
En los botones de la camisa.
En el maleficio de un jinete que llega de las rocas
con una rada en las orejas. En la soledad del prefijo interrogando una
y otra vez en sus encìas, por el alquimico paso
del fosforo sobre las espinas de la 
tierra.

En todos esos lugares seguimos preguntando.

Seguidos de islas en las ojeras.









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