lunes, 30 de noviembre de 2015

El Polen de las Entrañas





Creo que llevo un alfiler lo cual no me hace contemporaneo.
Creo llevar otro alfiler que canta a veces por la nieve.
Hablo con la liebre en cada zoologico.

Veo un heraldo en cada desplazamiento.
Anotò las bandadas de miel que siguen a los purgatorios.
Igual que los paredones, intento graficar felinarios.

Me dedico a mis sienes porque creo que algun dìa 
tocaràn las pupilas.

Miro las estrellas; en ellas las dudas provienen de otros
hechizos.

Otra vez miro las estrellas, llevan contenidos de melenas
a todas las partes del planeta.

Veo espejos abriendose paso entre las profecìas.
El tanteo del segundo. La coraza prolongandose en el instante
ahora que educo mi corazòn en vano y de manera marròn.

Veo espejos que se abren paso entre las profecìas. En 
una de ellas te alejas entre los sentidos.

Y ahora educo mi corazòn como en un ideario. Como
si su espìritu fuera una sigla. Un contenido del hambre o de la
sed mientras son escritos tantos ejercicios. Uno de ellos podrìa
llamarse fogata.

Creo en la melancolìa de los àrboles cuando son fuselajes.

Yo soy un herviboro un poco antiguo.

Mordì la corteza de los àrboles para perder toda mi sombra.

Soy mitad de la realidad. 

Un ser sin sombra que atraviesa los relojes.

Caminè en la chispa del arete sembrado por los eslabones.
En las condiciones de la escarcha cuando toca la puerta de
una casa y el aliento que no nos pertenece elabora
convocatorias de sueño para el mundo.

Llevo un alfiler y una gota de cemento lo cual no es contemporaneo.

Parece sòlo la lluvia que se aleja entre paradojas.

Sòlo el eco del vidrio entre ejes de molinos.

Nada màs que una muestra de un omnibus o de una fragata
espaciandose en el eter.

Yo no puedo vivir entre los parpados porque es la existencia
del tallo cuando duerme.

Yo no puedo vivir entre universos que miran el horizonte a 
lo lejos porque me acompaña una iguana.

Y en ella el polen florece. 

Igual que en las entrañas.











La Palabra en la Aurora






La palabra està en la aurora.
En alguno de los puentes del agua.
Despuès de no sè cuantos meses llego a ella.
Despuès de no sè cuantos periodos al dictado
de sus barcos. A los espejos que recorren
de noche su soledad.
A sus imanes.

El verbo la forma en alguna de todas nuestras
ceremonias. El verbo que fija colinas en 
un sello de maderas. En un
sacrificio de selvas. En la naturaleza del iridio
lleno de limites y fronteras donde el espacio libera
en una libelula, erotismo.

Pero no toda libelula llega al erotismo.
Algunas desprenden sensualidad de sus cabellos.
Algunas rasgan los astros.
Hay aquellas que sienten que lo inasible es todo
lo que vamos a vivir.
Lo ùltimo es como existir en un campamento.
Lo ùltimo es como poseer lo postrero de
una ballena que se pudre en los 
muelles acompañada de un cirro. De eso
que a veces podemos llamar alabastro.
Conjunto de pasas o boinas en
la ilusiòn de un paredòn
donde forzamos con
las fuerzas que nos quedan un asteroide,
una selva de espirales que presagian.
Una rampla sin vocear por 
los rituales.

La palabra està en la aurora lo cual significa que
es una rama. Ha seguido a todas partes a una copia.
Ha digerido las muñecas que deforman el oido
de los trenes.

Por lo demàs hay algo absoluto que canta en
todos los vagones del mundo.

Pero yo no sè que es.







domingo, 29 de noviembre de 2015

Imagenes Empìricas





He sido empirico. Como una flor o la argamasa
que detiene el olivo en lo mas profundo de la piedra.

Arrojè de noche aquella piedra al mar porque percibì 
que era el ùnico momento en que el azul nos cautiva.

-estaba implicita la idea de que una piedra podìa destruir
el azul-

Admitì - con algo de razòn y locura- el destino de mi
lucidez en el equilibrio de la arena.

He sido empirico -no tanto como la experiencia- ni 
el sonido del agua cuando se transforma en grito.

Vì el vapor de los liquidos cubiertos de residentes y
trasciendas.

Vì el sentido antropologico del oceano al ejecutar
redadas de ciclopes.

Detonè un tallo en cada espejismo para construir una
ceremonia al jaguar.

Tuve el pulso de una bandera que escribìa en la carne
la historia de un pulmòn en el sueño.

He sido astrològico. Como un raciocinio que lee en los
parpados de la imaginaciòn, sus cartas.

Elaborè a duras penas una nociòn de la luna en mi garganta
en dìas de corolas y acertijos.

Escribì un poema como la civilizaciòn sabiendo que poemas
asi en la saliva no logran vivir demasiado.

Escribi conciente de que cada verso era un ser escatologico
rodeado de cigarras por la tarde.

Conjurè el numen debajo de todo caracol.

Lleguè al veneno igual que mis antepasados. Coloquè las
mismas palabras en sus manantiales.

Saciè mi sed en èl, tal vez como no lo hace la belleza.


He sido empìrico, tal vez sin entender el sentido real de
la experiencia en los parpados donde los objetos devienen.

Y todo solido devuelve su sombra a las cosas.

Para que aquello llamado existencia estuviera completo.





El Depilar de los Craneos





El pensamiento despertò en una palabra.
Sostuvo en ella aquello que se llamaba universo.
Lo vimos como en una secuencia de naipes.
Lo observamos entre simulacros de acordes.
Lo tocamos desde andanadas de vidrio.
Entre abedules.

Pensò en el origen de la lluvia y los enjambres.
Virò cuantas veces se puede en el interior de una 
conciencia. Jadeò como lo hacen las brùjulas
en los valles de la humedad. Fue un dromedario.

El pensamiento fue un poema que razonò en los
conos de la hierba. Buscò ademas un preludio donde
el eco fuera un animal. Detuvo los pasos, los eventos
de una muralla tocada por la antorcha, deshizo las
cenizas de una fogata en el pecho cuando el otoño
llena de ozono las pertigas. Era el sol de una lampara
cuadrada en el oido o el sol de una mano encerrada
entre logisticas de magnesio. Era.

El pensamiento fue un poema que razonò. Que tenìa
memoria y rampeaba en cada horizonte como las
colinas alrededor de la lluvia. Depilaba los craneos.
Traìa notas de la humedad en relaciòn a las maquinas
y los overoles donde el solsticio llegaba demacrado
para compartir sus uvas con aquello que tiene el nombre
de nosotros.

El pensamiento creò. Inspirado por heraldos y sujetos
cayò a los solidos para vaciar de significado uno de sus
heteronimos colgado de la rama.

Una que dialoga entre proscenios y simios.

Y que por el dìa muerde completo las casas
y los huesos de los hombres.






sábado, 28 de noviembre de 2015

Los Ojos





Hay un ojo sobre la noche.

Otro despierta entre la hierba con la
escultura de un bosque en sus filos.

Hay un ojo. Una forma de yesca
que desprende un horizonte de
manera que una saeta se convierte
en escalera y el paso del musgo
nos trae la humedad de un
flanco atesorado por trincheras
de diamante donde se secan 
los papiros.

Dìas de corceles que liquidos
abren lineas de mafias sobre lo
ecuestre. El paso de una gota inedita
entre la libertad de los cirios y las
macetas con un sueño de pulsos
parecidas a una fabrica hundida
en el fondo de un arbol; es un
perihelio buscando en su vibrar
otra estela.

Herida que el ambar despierta
sobre el eco del presagio, la copula
donde nocturnos matices elaboran
el àngulo del estro sobre una linea
de epopeyas; sagradas en la doctrina
de una liana construida en la selva
por los esquimales.

Luces de mercurio. Espumas que dìa
a dìa marcan el paso de los minerales
desde un ficus amarillo en la rada,
junto a cascaras y primates de arena
dibujados en la distancia por la caida
de la espuma. Planes de petroleo
hundidos por la brisa seca del oido
descolgandose de noche por un seno.

Hay un ojo sobre la hierba.

El otro lo tomaremos de la brisa blanca
de un cometa.











La Primera Sombra






He olvidado que una aguja podìa ser preciosa
mientras llena la arena de lenguajes que se
fermentan.

Tambièn olvidè el instante en que llegaba al
desprecio con una columna de vidrio en las 
sienes; amarilla como el destello de una jabalina.

Pensè en los oidos de un juglar que mordìa las
estrellas de manera coronarìa; como lo hace un
impulso.

Dormì en la constelaciòn del maniquì. En el astro
dormido en una curva. En el abecedario de un rugido
que asaltaba por la tarde los cometas.

He olvidado responder. Dar explicaciones a
las hojas. Incluso a contemplar, cosa que estaba
misteriosamente ligada a la experiencia de la
estetica.

He olvidado la estètica mientras escribìa o no
un poema.

Detallè la historia de un lago con especimenes
que no estaban ligados a ninguna cronologìa.

Dirè que conservè cronicas para una noche de
salitre y pus en los monasterios.

Tratè de caminar entre santuarios de placas 
y almirantes.

Trotè al lado del sol mientras la luna humedecìa
por enesima vez sus oceanos.

He olvidado unir los relojes en el lugar donde las
linternas no pueden sostener su luz.

Y la magia -cosa enigmàtica- da paso a la primera
sombra.





Poesìa





El palco ha quedado en pie despuès del ùltimo
otoño.

Quisiera recordar un palco y un otoño màs antiguos sin embargo.
Unos que sean sòlo expresiònes verbales de la luna.
Unos guardados por recicladores y pumas.
Unos que escriban de extraños aniversarios con el sueño.
Con el lago de la casa de enfrente. Unos que logren ser hasta una 
efemerides.

El viento pasa por esta mañana. Alguien grita en su
interior como lo harìa en una pasarela y entonces me sujeto
al espacio. A los cordeles. A los sonidos del agua cuando
el invierno la transforma en nieve. A una nervadura
invisible. Incluso me sujeto a ese mismo 
momento donde la lucidez se convierte en el instante
que pocas veces alcanza un centimetro.

El palco y el otoño han quedado en pie despuès del ùltimo
otoño.

Todos en este universo sabemos, que debiò haber sucedido 
lo contrario.







viernes, 27 de noviembre de 2015

Patio de Lampos





Nos hemos llamado desde los jardìnes.
En un patio de lampos ungido de porcelana.
En un dìa de aceite unido a un cofre.
Junto al sol de una ciudad en el dìa azulada
por amuletos y encrucijadas. Muy lejos
de girasoles tatuados por el hambre y el 
poema semejante a un extraño ojo de pupura.

En un programa de velos con las panteras.
Hemos escrito entre los corredores.
Con la telegrafìa de un sonido de hierba.

Entre puertas de aire y el zinc abandonado
por una estrella en el paso de lo inasible.
En la corriente donde el desdecimiento objeta
al rascacielo un habitante.

Nos hemos llamado desde los vagones.
Con astilleros de plata bordados por referencias
al oceano y los patios sumergidos de un castillo.
Entre elementos sobre el anca y el numen
originario de una casa; en esta anduvo el
mar evacuando civilizaciones de tallos.

Proyectandonos en la ribera bajo el rigor
de numismaticas y daguerrotipos que corren por
un beso igual que dos labios identificados entre
el amanecer por un buho. Bajo bolicheras o
sillas de aluminio donde los estuarios minan
una sombra que escribe en la espoleta de 
un elastico abecedario de branquias.

Nos hemos llamado desde los sacrificios.
Totalmente extraños al porvenir de un cuadro
formado por el invierno de la hoja en el lecho
donde duermen cineticos fondos de brazos
y cordilleras que avanzan agitando su peso.

Nos hemos llamado desde los jardìnes.

Porque sòlo desde un jiròn de hierba 
encontrarìamos respuestas.









Poema







La figura es la tarde, sobrevuela el sol
con plasmas de bronce. Boreal como
un solsticio de astros, sacrifica en el aire
una boina de estelas, consteladas por elixires
que arrancan un mito de la tierra.

Llena de arreboles imita el sueño del pàjaro en 
una matriz, donde el borde ilumina el roce contiguo
al devenir. Luego un planeta. Una vereda completa
de diamante donde la rafaga planea en la esfera
de una pocima, construida por efigies de eter
cayendo desde el hemisferio.

Postreras redadas para el lenguaje de los cisnes
convertidos en alfileres y veredas de mandibulas.

Racimos de estampas que miran el mar
desde una avenida de dirigibles o el lampo de
un cordon estiliza el ùltimo hipodromo donde los
jinetes construìan iguanas de carne.

Esquinados jinetes de hierba en la era de los acuarios.
Arcanas prendas de metaforas en los veleros.
Imaginables espacios de linfaticos nombres que
crecen entre la deriva del musgo en las enredaderas.

Ciclos de la nieve en un desierto celeste donde
el cielo deja caer la arena sin posar en ella un nombre.

Un nombre que desesperadamente buscamos entre
parpados y llamas.








Aquello que el Sur Retoma






Dìa escarlata que el sur retoma.
Pàgina de aceite en el libro de las narraciones.
Oscura veleta que el oceano hunde en lo negro.
Flexiòn de verde.

Dìa escarlata que una cabellera purpura menciona.
Sal de noviembre con una paloma en la nieve y otra
acordonando el misterio de una palabra en la mente.

Poema de escarcha que el dìa transfiere hacia una
casta de sacerdotes imaginando criaturas. Una
palmera de sol en los hombros constituyendo un 
paso. Una quimera. La llegada del mar y el oceano
convertido en monasterio por las uñas.

Observatorios de yesca. Animales de hoy sobreviven
en cada uno de los exodos. Genesis de escamas en 
cada uno de los telescopios.

Estatura del tiempo en un grillete.
Cuadro internacional de monjes y multitudes que el
polen sugiere. Insinucaciones de barcos al
ensortijar metales.

Lenguajes de fosforo al pie del cometa
donde las bengalas elaboran una sordida tarde
entre los elementos y junto a ello brota el alfiler
de un lejano destello con una gota de luz
inclinandose entre los espejos.

Lugar donde la reflexiòn elabora un dìa con 
la poesìa.

Y otro con la amalgama de sus huesos.



jueves, 26 de noviembre de 2015

En el Labio con Crestas del Horizonte





En el labio con crestas de horizonte.
En la posiciòn de la aguja cuando se agita mirando
una estrella.
En el corazòn de una meridiana adolescencia en una 
galerìa de carne.
Entre mariposas de piel que persiguen travesaños.
En las visceras de una garganta diseminada por la fonètica.
En los resplandores de la noche cuando elevan lo 
terrestre al aire y algo como la brisa creando un asteroide
muestra portatropas de ciclos semejantes a un animal
en el vientre de la luna.
En la savia que trepa por lo invisible llevando el corazòn del muerdago.
En los eventos del mar transformados en estetica por la espuma.
Junto a los hemisferios que dicen un solo nombre en el amanecer.
En ese amanecer de conjuntos y similes que enumeran bahìas.
En las estampidas junto al galeon y lo ecuestre.
Bajo el equilibrio del sueño en una de sus metamorfosis.
Cuando los ficus caen de las rafagas y sòlo la orilla conviertelos
en veleros.
En la constelaciòn de cartas negras donde el porvenir localiza
una torre.
En el singular y el plural de la nieve en un subtitulo.
En la logia del baul imitado por las estelas que insinuan las bovedas.
En las educaciones de cigarras en el atardecer de los
puentes cuando una ceremonia de rieles lee entre sus alfabetos.
En los galeones.
En los rituales de una abstracciòn situada antes de la inspiraciòn
y despuès de ella.
En los neologismos de los brocales.
En las palabras que mudan entre el pavimento.
En las historias de una raìz que la mirada convierte en peciolo.
En esos peciolos asistiendo con una cortina de sal
a todas las nervaduras del carbòn.
En las procesiones del vagòn calzado por las uñas.
En las composiciones de un papagayo aguardando el aura para
somatizarse.
En el menù de la tierra que tocamos a cada instante con
los parpados.
En las miscelaneas del acido escribiendo en esta primavera
desde sus pulmones.
En los nucleos de una situaciòn poètica debajo de 
los automoviles.
O en la edad de los laudes conquistados por megàfonos.
En todo lo que vibra o tensase.
Cuando un pensamiento es sòlo una escala 
del verbo enquistandose silenciosamente en las sienes.
Antes de soñar.










miércoles, 25 de noviembre de 2015

El Iman de Carne





El poema es un parpado.
Una llamada de esquirlas en el atardecer.
Una historia de pàjaros fidedignos. La
sensualidad del lampo en una cuchara
junto a un rito.

El poema es un iman hecho de
carne.

Tambiès es un lampo.
Una criatura llena de segmentos.
Un paso del aire antes de la pocima y el destello.

El poema sobreentiende.
Llega a las cartas buscando abrevar. Es una cita
llena de manchas entre la penumbra de
de una herradura.

El escrito en el poema es un animal lleno
de patios. 

El poema posa el sol en el interior de una piràmide. 
Se empina entre bandadas de arroz. Coloca el pliegue y el 
exhalo en las constelaciones del halito
y el prisma.

Crea una gota.
Sale de noche a una rada.
Busca en la aurora aquello que de por si es un rapto.
Un hemiciclo. Una historia amarilla de fiebre en
el lenguaje. El poema logra a veces ser el
climax de ese lenguaje. El aposento y el
turbante de su vida.

El poema es un almanaque donde un himno
es el hemisferio donde la aguja crea su asteroide. Su
alambrada y un lunar de acido que imagina en 
su espìritu las sirtes.

El poema es coloquial como un sedimento.

Como un fosil baña los molinos de fiebre.

Igual a un fosil se sumerge en las vastas colinas
de la tierra.

Donde entrañas compuestas de increibles
hechos 

-uno de ellos es semejante a la magia-

lo esperan.

El poema es un iman de carne.
Una manifestaciòn del diluvio en una opera.
Un resplandor por el cual atravesamos
una hoja.

El poema es un iman que en ese destello
que acompaña al resplandor se tensa.





martes, 24 de noviembre de 2015

Poema






Recuerdo la estrella al derretirse en el agua.

Evoco los acantilados donde una brisa en picada
arrancaba un sonido a las piedras. Intento cerrar
los ojos y comprender un poco más ese roce.

Evoco un atardecer embanderado de jinetes, por
el cual las gaviotas inclinaban un brillo en una de sus 
alas y en la otra el peso de algo ecuestre proveniente
de su pecho. Recuerdo la electricidad que sostenía
los ojos de aquella gaviota. Recuerdo lo primitivo.
La herencia del sur en una elastica ballena.

Pienso en el equilibrio de una costa mientras
formaba durante milenios una bahia.

Recuerdo el color rojo de un heraldo entre las
cenizas de una flor, anunciada por las cupulas
de un simulacro esmeralda.

Veo ese color sosteniendo las entrañas de los hombres,
incluso un pensamiento atravesando las mismas. Buscando
la superficie a través de los poros.

Esa superficie daba paso acaso a la realidad?

Recuerdo la estrella sosteniendose en el agua.
La era de los ciclos transformandose en apogeos.
Un sentimiento acompañando el erotismo que 
dejaban las urnas en el sentido del adios
remolcado por un galeón a un sitio prohibido
como la libertad o el sueño.

Vuelvo a mi silueta. Formada por efigies
mantuvo mi sombra sobre un carta proveniente
de algo cotidiano como el sol.
De algo cotidiano semejante al agua.

Por supuesto el agua crecía entre el desierto.

Para que conociera la sed.






Donde el Poema Empieza






La fiebre es amarilla. Lo es tambièn el color de un idioma
en el verano. El matiz de un alfabeto que asciende
hacia la espuma. El presagio que los vuelos
extienden cuando desde los parpados
giran hacia los arreboles.
Tambièn lo es una 
nave.

Sombras de jinetes entre los cavernas.
Brillos que calzan minaretes.
Historias febriles de casas y puentes que alleganse.
Verosimiles aposentos de hierba como los rituales
en una bolichera de bronce. Sobre ella
los pavimentos y tambièn el caudal
del evento con iniciaciones 
espirituales como la
tarde o la
abominaciòn de un juguete en un
celeste dialogo.

Estaciones de telas donde los telescopios
enredan entre la magia, arboles transparentes
como el idilio y voces de cera como el sueño.

Estaciones de telas como la lluvia en la
psicologìa de un megàfono, desatando arañas
entre los platanos de la tierra verde.

Primordiales estrellas de caracoles.
Brisas de madera en las uñas y hemisferios
rozando lo urbano de una colina. El cauce de una
rafaga que escribe marginal con pseudonimos
en los tatuajes del alba, llenos de girasoles
y algo como la dicha emparentada
a la noche
voceada por helechos.

Y por el llanto de un leopardo.

Donde el poema empieza.



Reflejo






Detràs del navìo se encuentra el horizonte.
Antes de èl, se halla el vuelo del pelìcano.
Y mucho antes, una orilla donde
has grabado tus pasos. 

No los miras.
Tan sòlo piensas en este invierno que se
alarga en la primavera. Sòlo detallas los espejos
y tus supersticiones. El murcielago enredado en tus
cabellos. El prisma de sangre que colocamos un
anochecer en alguna de tus anclas de
carne.

-las mismas se desprendìan de tu axila-

Marcos de pubis para tu ayer milenario.
Manchas de pubis sin fermentar en tu corazòn.
Silencios de hierba que se disecan mientras la proxima
llegada del verano logra extender su preludio.
Luces que -ambos sabemos- encuentran su
magia mientras se pudren.

Citas de agua y petroleo.
Cintas de gasolina que amarran tu pelo entre
las humedas constelaciones de los bosques.
Mariposas de arroz. Tridentes de
polen y maniquìes.

Detràs del navìo se encuentra el horizonte.

Antes de èl, està tu cuerpo.

Sè que ello es un lenguaje entre la piel de tu cuerpo
y aquel horizonte.

Y para ti se convertiràn en màs que un lenguaje.

Para mì, esta mañana seràn los ùnicos reflejos que
encontrarè del universo.











lunes, 23 de noviembre de 2015

Las Tùnicas de las Figuras





Los peces constituyen una palabra.

Un canto casi celeste que allegamos a una citara.

Un conjunto de branquias con overoles que
llegan por la tarde a la espuma de una
calle.

-allì se juntan las veredas-

Las tùnicas de las figuras.

Seguidamente buscamos una plaza.

Un riel donde la edad del platino vuelve a conmovernos.

Algo simultaneo como el paraje vuelve a crear
estrellas reciprocas.

Eso que es simultaneo inunda las voces de travesaños.

De goznes en los jardines con criptas.

Los pabellones forman el aliento de un farol
enquistado en una paradoja.

Los equilibrios despiertan entre analogìas.

Voces de truenos ensimìsmanse en trazos de 
carne en el agua.

Movimientos de plazas son el resquicio de las 
multitudes.

Buscamos algo que deja de ser poetico en las silabas.

Algo que tambièn deje de ser poetico en cada uno de
nuestros pasos.

Ninguno lo es.

Cada uno es sòlo lo eventual sobre un racimo de agua
convertido en concepto por la lluvia.

Cada uno semeja la mirada de una estrella sobre 
cada cortina.

O la concepciòn del sueño quizà en todas las voces
que nuestras palabras desprenden.

Y todas buscan el camino hacia alguna belleza.

Convertidas en sintesis.












El Poema y la Palabra




El poema toca una palabra.
Lo hace de manera amarilla, doblàndola en 
uno de sus sentidos, intuyendola en uno de sus manantiales, 
donde la interpretaciòn la convierte en oleaje. 

-simultaneamente una imagen incursiona en la luna-

Por ello el poema se convierte en oceano.

Por ello caminamos hacia el mar con 
una hoja.

El poema transforma su silencio.

Lo nombra por la noche cuando suben las
algas hacia un ritmo que vira entre acuarios 
y veleros; cada uno extrañamente màs lejos.

Y nosotros -cada uno desde su propia llamarada-
pensamos en la obra absoluta del margen. Pensamos
en una introducciòn amarilla en la memoria.
En los parpados donde gira hacia la luz
un sacrificio.

Entonces rememoramos la entidad. El elemento 
invisible del tallo. En los umbrales donde creabanse
a si mismos los papiros, volvemos a reiterar
que la luz se humedece un atardecer en
que el lirismo llega de agujas
contenidas en un 
vagòn
de agua.

El poema toca tambièn un verbo.

Y la luz completa el brillo que el poema olvida en 
su camino por tal verbo en la arena; lugar donde tambièn
en formas amarillas habita el oceano.

Y luego la palabra.







domingo, 22 de noviembre de 2015

Los Oràculos de la Tierra





La poesìa eleva una calle.
Un paisaje de humaredas en medio de
graniticos barcos. Un laberinto donde las cosas son
apuntaladas.

Un megàfono se aleja. La historia
del sonido en èl muestra el poniente de una
mancha de aceite. El viento posa en ella lo hialino.
Lo transparente. Las casas antiguas donde
la reencarnaciòn soltaba al pie
de un asterisco una danza, una fogata 
de mercurio.

Cetrinas plantas de acuario en las uñas.
Puertas a travès de la energìa como una molècula que
desciende del latigo y el oboe. Como un iòn quizà. Hasta la
historia de un lago si pienso un poco mas en
las palabras. Hasta la multitud en el
pubis.

Territorios de arpas donde el balanceo de la
acustica viaja hacia una montaña, hacia un eje del
sol transformandose en tierra, en producto material de
una bengala que duerme entre centauros
y botellas de carne.

Soledades de espumas. Soledad como aquella
cuando el principio borra la escencia de un acantilado
para dar paso al precipicio. Al vapor de los trenes.
Al silogismo en lo profundo de un prisma.
A lo ecuestre.
Al enigma.

Enigma que despierta del polvo. Despuès de haber
encontrado oraculo en la tierra.










sábado, 21 de noviembre de 2015

Los Jardìnes que Forman Bozales





En un titulo los jardines forman bozales.
En otro levitan constelaciones.
Pristino el verbo que se encuentra en el
silencio con ello. Silenciosa la mitologìa que
es llamada a conquistar una uva. Un culto
amarillo como el velo. Una ciencia de
trasatlanticos.

Relampagos a lo lejos iluminando la mirada
de alguien que despierta en los ritos de la lluvia.
De alguien dormido entre la realidad, aguardando
el presagio y el canto que un sueño arranca a 
antediluviano espejos para sòlo despertar
en estos. Entre crestas siempre.

Igual a como lo hace una tormenta.



Algo Como la Noche







Era algo como la noche.
Un oceano -quizá- dentro del pétalo.
Un interior de alfileres en el destello 
del baul.

Una cresta. Una orilla de nieve.
Un relámpago en la cabeza de una iguana.
Un tallo con grietas marrones como las 
que eternamente desconocemos.

Era el momento en que el relampago es
golpeado por el buho y ello es cantado por
la tierra.

Era el soplo de las cenizas entre casas de 
eter, donde aguardamos molinos de azufre
llenos de semidioses.

Era el espolón.
El pulso gris de una campana.
La historia del reloj junto a un candelabro
en una noche de gorjeos y linternas.

Era algo como la noche pero no exactamente 
la noche. Tenía visceras y relojes. Reyes y sortijas.
Particulas sobrenaturales de brisa y un espejo
quiromantico para poder leer en los reflejos.

Era un reflejo colgado del minuto.
Un tiempo de alquimias al borde del ocaso donde
brotan las manadas y erigense los templos.
Los ruidos. Los guijarros que componen
un amanecer dedicado a la lluvia
y los helechos.

Era un evento de calefacción y mástil.
Un compas junto a la boina donde el color
se compone de cristales como en
una reliquia y asistimos a ello como si
observáramos desde un botón que existe
y pregunta en las fabricas de la tierra
por una casaca, por una camisa,
por una fiebre si tuviera piel,
por una lampara si en esa noche infinita
pudiera ser algo.

Y ese algo estuviera hecho de carne.









Prodigiosamente Apodìctico





El mundo transcurre.
Hace no mucho tenìa una joroba en mis manos.
Una cronica de papel para todo aquello que
el universo aguarda. Un alfabeto de 
limòn.

Pero nosotros, nos juntabamos ante ese transcurrir
y dictabamos las cosas de manera diminuta; pequeña. Luego
ensartabamos un pedazo de hilo en una aguja y
haciendo preguntas al polvo, buscabamos los ojos de las
cenizas para que el hilo atravesara tales
ojos y formara sus nudos.

-en uno de ellos imaginabamos lo celeste-

La brisa nos decìa que pertenecìa a nuestras sienes.

El mundo transcurre.

Lo observamos y decimos que cada mañana seguimos
siendo profundamente un dromedario o una imagen
donde la identidad es un espejo.

Lo observamos y una forma de pertenecer a su equilibrio
es dejar de pensar en el mar como si siempre
tuviera un perihelio.

De buscar un santuario entre los crateres.

De tan solo ser un momento o un instante lleno
de piramides.

El mundo transcurre.

Es el elixir de un heteronimo. Es una estampida
de aguilas en el sur.

Y seguramente es todo lo que alcanzaremos a escribir
esta mañana. Tambièn escribirèmos del opalo
y del lenguaje.

De las luces que van a ser dialècticas.

Del jaguar en una selva con colinas doradas en sus
ojos.

Mitogràfico. Ebrìo de trenes.

Prodigiosamente apodictico.




Las Entrañas de la Noche







La colina se alza en la brisa.
Aùn parece una isla en un siglo de hangares.
Todavìa semeja un estuario lleno de
imagenes como el sueño.

Un ave escribe en ella. Los ficus cubren 
una palabra donde se alza un preludio.

Gotas de sol caminan hacia el estrabismo con 
otra mitologìa.

Donde se alzaba una estrella de hambre ha 
brotado otra que es de fuego. Los astros se oscurecen.
Llegan hasta las superficies donde ayer brotaron
las silabas y hay vocales que detràs de èstas,
componen sacudidas y diamantes. Secuelas y escolios.

Pàjaros con uniformes de vidrio escribiendo en 
el interior de las cortinas. Gemas y ruinas entre las
constelaciones de una hoja que se disemina.

La colina se alza a la brisa.
La noche suspende un papiro. Un vuelo sostiene
en la oscuridad de una habitaciòn dos cuerpos en
un fruto. Elixires como oraciones visten una luz
con jinetes y estampidas de arrobos.

Pronto caerà la penumbra sobre todo lo que vive.

Y la primera pregunta despertando junto
al pensamiento es la siguiente: 

Porquè las entrañas de la noche siguen siendo
azules.







viernes, 20 de noviembre de 2015

La Existencia sobre una Tijera





El lenguaje piensa en el sacrificio.
La luz medita en una campana.
El vidrio està compuesto de origenes 
como en los anuncios de una medalla.

Somos nuevamente la silueta de una
trayectoria que inspira sòlo a los caballos.
Desplazamos teorìas de helio.

Barcos de escarapelas ascienden al 
evento de un crotalo, medidas como el mar
y el himno, trepan una sombra digerida
por los tornasoles.

Arroba el crepùsculo los misticos tanteos
de una cadena, los eslabones de 
un proyecto azul con el agua. Citan los 
fardos una apariencia, la copla
dirigese a un lugar sagrado. Idèntico a 
la luna.

Nosotros suponìamos que toda ilusiòn era
poètica.
Suponìase que la realidad era un edificio
tejido por la noche en una carta. 

De pronto
existiamos sobre una tijera. Subitamente el
amuleto y el modulo. La nieve entre
escalas de granizo, ascendiendo por las
lamparas de los cirros con 
una menciòn semejante al barro y una
criatura inspìrada por los molinos en un bastiòn.

En tal bastiòn la madrugada luce una
torre dorada.

Ebria de razones y yelmos dormidos en el
sueño.



jueves, 19 de noviembre de 2015

Poema





Existe una casa. Se halla junto al 
solar que es verde y cuyo sentido es
comprendido si en la soledad de algun hombre
trazamos una peninsula. Un valle azul de 
oidos. Un canto  de azufre maravillosamente arqueado
entre lagunas de petroleo.

Una casa. Hemos vivido en una de sus
leguas como no pudo haberlo hecho un horizonte.
Hemos soñado el mar desde sus zocalos con una
estrella apagada en la boca. Elevamos los
juicios sellados en sus paredes con una
andanada de racimos que daban 
origen a un evento.

Llegamos a la metamorfosis en ella
con un retazo de arena. Con escalas de
sobrecogimiento y vagones que escalaban 
distancias de hierro coronamos el silencio que
brotaba de los iris de sus exorcismos. Desde
un tallo de plata en una de sus bovedas
entendimos nuevamente de la hoja
y la caida del aceite por la noche
de la luna.

Existe una casa. Llena de lunares y prolongaciones.
Estructurada por fosiles y anclas que hicieron
de lo posible un brocal. Un nombre secreto para aquello
que estaba destinado a escribir sobre las páginas
de la marea un solo trazo. Perpendicular y
amarillo como todo lo que en las ramas
suspende infinitamente este otoño.










La Latitud de la Uva





Los pàjaros duermen en algun sueño como
la luz.

Los àrboles cruzan la noche como si un 
inmenso pergamino de cera desenterrara
sus alientos.

Grandes pifanos de yesca.
Extraños prismas acariciando un siseo.
Una arboleda formada por la cresta muestra el
nombre de una definiciòn para un vuelo.

Ineditos mundos en los rìos de un halito 
gamado por las cruces, para poder caminar entre
ellos.

Equilateros, magnitudes de lava en los principios.

Intensidades de lamparas e intemperies.

Cabelleras de espuma cediendo ante el hechizo
de lo ecuestre en el oceano. La orilla como una 
balaustrada. Como una latitud de uva.

Los pàjaros duermen en algùn sueño como la
imaginaciòn. Dentro de poco tendràn un oido. No muy
lejos se encuentra la silueta del candelabro y el eje
de una fogata en los papeles que los guiaran
a algo mas profundo.

Nosotros diremos que eran oleajes semejantes a
aquellos que murieron entre nuestros antepasados.

Nosotros buscaremos la hojarasca.
El reflejo de una increible tea en la estaca dando 
paso a las locomotoras.

Nosotros buscaremos la sombra de una palmera
para intentar escribirlo.

Y asi seguir creyendo en ello.








El Otro Tiempo





Sobre un plano anecdòtico de superficies
donde danza un estrella.

Sobre el oleaje o lo marea que por la noche
tocan el lenguaje del periscopio y los menguantes. En
las pàginas donde el poema repite bajo un conjunto
de casas, la oraciòn secreta de la tierra.

Cuando el lampo del aire traza entre lo
transparente, ciudades amarillas como el sueño.

Entre lo transparente y la ceremonia de la
escama en un trueno.

En el vapor de las agujas.
En el vidrio.
En el silencioso astro denominado por lo
cristalino en el verbo.

Entre las plateas o escenas, cuando
la distancia es un reloj para cada dromedario
y algo nos impulsa hacia un muelle
donde el resplandor llega
en forma de humedad,
cumpliendo su cita con el aluminio.

En el aluminio que es un cuerpo y se acerca
a la escultura del sol en el los tallos.

En los detalles de esa escultura cuando
toca un papel y es extensa la procesiòn
de sus huesos entre los molinos.

Sobre los precipicios del aceite donde lanzamos
una boveda. Un baul. Un origen de sal
en los labios. Una edificaciòn de
estandartes con alfabetos
de cera.

En las mitografìas con siluetas rosadas de
peines.

En la criatura donde encontramos una
memoria.

Cuando llegamos a la albufera enviados
por una corola.

O solamente situamos un dìa de espacios
como èste.

Cubiertos por otra luz, por otro tiempo.


miércoles, 18 de noviembre de 2015

Las Helices de las Palabras





Es extraño el jardìn. Lleva una piedra de 
agua en alguna de sus sienes. Ha dormido igual
que el otoño en las ramas. Ha sido sacudido en ellas.
Convulsionò en un hominido.

Despuès, se encuentra una flor incrustada sobre una espina
en la rosa. Ello deberìa ser una alegorìa. La imagen
de una ley en su interior profundamente estètica. Ello deberìa ser
una estrella metafìsica, diminuta y blanca como
los papiros que la brisa dobla en las constelaciones del
alba, pero no. Tal flor incrustada en la espina de una rosa no lo es.
Ella es todo lo que dejamos de decir hasta que encontramos
un silencio.

Es extraño el jardìn. Yo pienso en el misterio de las cosas
que llegaràn a la realidad y en aquel que rozarà lo
probable. Yo pienso en las arañas que envejecen en alguna
puerta del corazòn donde la nieve es igual a un pañuelo.

Extraño. Ajeno. Posee casas e incursiones.
Valles como una luna heteronima o una carne reciproca.
Silencioso igual a la melena de una ballena que trepa
por las casas, errante en sus propias esferas. En
sus propios sacrificios. No sè, si en los enigmas
de su procolabismo.

Es extraño. Los buques transcurren por su follaje
con un molino en cada eje. Las fragatas relativizan
todo enunciado que es boreal como la astronomìa y el
peso de la tierra en las manos busca el oxigeno
en cada celula de su poesìa.

En cada polen.

En toda respiraciòn.

Es extraño el jardìn. 

Màs no lo es por esta ni por otra caminata. 

Ni por los helices de las palabras que durante siglos 
hemos avistado sobre ellas.












Canto




Al final està el mar. La ballesta
azul con una piedra. El camino insondable
con un reloj de anilina en la pared
de hierba, donde el trigo escribe o
crea neologismos.

Reflejos donde el espacio
hunde una hoja en el aire y en el mismo,
un lenguaje, penetrado por un atardecer en 
su metamorfosis al crepùsculo, en sus
barcos dotados de fiebres como
de gaviotas.

Al final, donde los brillos se encienden aùn màs
entre iridiscentes economìas de anclas.

En el instante en que un templo se descuelga
de los hombres hasta convertirse en
santuario. Mientras un meridiano
desprende una oraciòn en 
el cuerpo
y es religioso ese cuerpo en una existencia
retirada hacia un estuario por el cristal 
de un àrbol.

Sintesis de casas llevando novedades de aluminio
es el pecho. Sintesis en el rostro de las sienes
donde el parentesis con la piel
ofrece una armonìa hecha
de rigor y plastilina descansando entre los huesos.

Al final està el mar.

Basicamente emparentado a lo que sòlo podemos
conquistar por la noche.

Cuando igual que en la hierba logramos imaginarnos
como grillos.




martes, 17 de noviembre de 2015

Los Arboles de las Raices





Todo arbol es un origen de madera y
un pensamiento.

Todo pensamiento es la duda de la flor en 
el cartilago, tambièn es una ceremonia de espejos.

Todo àrbol no es una ecuaciòn.

Tampoco es la sombra de una iguana que desciende
de la noche con un ficus.

Todo àrbol libera al sol del lenguaje.

Sus ramas son una parte de la historia de un huerto.

Llegò a nosotros mientras escribiamos de la brisa.

La brisa es una hoja, una memoria.

El barco donde se acopla la carne y la piel de
algùn sueño.

Todo àrbol deja de ser una efigie, tambièn deja de
ser la parte digital del brillo en el verbo.

Los àrboles son la distancia de un adolescente a 
una cuchara en una avenida.

Un àrbol no es una coyuntura. Tampoco un manifiesto
de una ola sobre algunas epifanìas.

Los àrboles no logran espaciar el purpura; ùnico
momento en que lograrìan ser empiricos.

Todo àrbol es un rastro. Una llegada al manantial sin
agujas.

Una luz que despierta entre raleas y rigores.

Es origen y exodo en cada raìz de una estrella pagana 
que acaricia sus peninsulas.

Todo àrbol es un tapiz de un cometa pedagògico.

Donde las peninsulas vuelven a convertirse
indispensablemente en raices.






Escalas de Lenguajes Verdes y Rojos







Exacto el momento de los lenguajes.
Propicio el jiròn de las escalas desnudandose.
Antiguo como el pez del simulacro tejido por menguantes.

Es exacto ese pliegue que forma anciano una cadera.
La cintura con codos de algodòn creados por la boca.
El oleaje semejante a una imagen continua de luz,
donde no podemos cifrarnos y la figura verde
de un prototipo, allegandose a una metàfora.

Es semejante al sonido de una cigarra cuando busca
migrar hacia el brillo.

Mistico el peso de una cabellera mientras arrastra un meteoro.
Son exactos los asteroides que llegan repitiendo  un
eco proveniente del timpano, bajo un oleaje
de gorjeos celestes.

Celeste los cuadros de un panorama escrito por las liebres.
Celeste como una eufonìa donde se elevan hacia el magma
los navìos, los tropeles, la casa del agua suspendida
en el viento entre piramides rojas.

Celeste eso tan rojo.

Ahora que encuentra la memoria del poema en sus
venas.

Exacto el momento de los lenguajes.
Propicio ahora que  traversas del oceano riegan
de purpura un solsticio.

Hoy que se allegan al oceano con antorchas 
de plata tus cabellos.










domingo, 15 de noviembre de 2015

El Nacimiento de los Trenes





Es temprano. Los oidos cuelgan de los rayos.
El corazòn camina hacia una raìz y en el caso del sueño
el panorama es otro; uno dinàstico como la divisiòn 
de los peces un atardecer de multiplos.

Me he colgado de las siluetas como si fueran 
imagenes que tensan las fibras. He disputado una
especie de alegorìa al oceano. Proyectè lo que quedaba
de la noche como un subtitulo en la piedra; un subtitulo que
condujera veranos o por ejemplo la mistica del brillo
entre las enredaderas, el pifano que se cuela
entre la madreselva, el halito de la brisa
que despeja un estrabismo mientras
la belleza intenta morder un
ala.

Es temprano. Las selvas han sido digeridas.
Las improntas del hombre se convirtieron en relieves.
Los aeropuertos conjugaron la sal en la frente mientras
los olivos representaban una escena que provenìa 
de lo biblico. 

Las leopardos vuelven al ocaso
de las bolicheras. El desprecio une
acordes en el espìritu de las bengalas. Los reflejos
llegan de palacios elaborando una forma de ser en el agua
o un objeto que muy lejos de los continentes
cifra una pàgina mediterranea y
plateada del mar en los
papiros; lugar amarillo, desesperadamente
amarillo donde nacen los trenes.






Poema





Veo el sol. Ha descendido del poema
con una herradura. Ha oido el paso del tren por
la lluvia. Yerra por el sueño escoltando la
transformaciòn de una imagen.

Lo veo. Todos los puertos en èl no cayeron hasta
el mar, pero tuvieron la escritura de un cristal
por la noche, mientras las algas rejuvenecìan en
los cabellos y el oleaje respondìa al espiral de
la marea desde sus reencarnaciones.

Me he topado con su corazòn tantas veces, que
podrìa ser sencillo crear otra vida, hablar diariamente
con ella de lo milenario, dialogar que no es lo
mismo que ir hasta la soledad con
un espejo.

Dialogar tan sòlo es el recuerdo de un arbol de sienes.

Dialogar es una primavera de nieve en el talòn.

Un poco màs abajo de la greva.







sábado, 14 de noviembre de 2015

Cuarto Creciente






En ocasiones es necesaria una foto alada de la 
supersticiòn. Un daguerrotipo donde crece el agua
invadida por un halo o un riel donde las boinas
vuelven secretas del sueño.

Y mientras recordamos, duerme un tallo su evocaciòn.
El papiro y un acuario reconocen una glosa. La educaciòn
se transforma en cometa y alimentandonos entre roces
de sombra repartimos microfonos al aire.

Nace el milimetro en un megàfono.
Nace con una corona de vidrio en los oidos.
Se sorprende de haber sido mitad de un aliento, tan sòlo
un cuarto creciente de la lluvia.

En ocasiones es necesario un hombre que haya sido 
preparado por las cenizas.

Que haya vivido nada màs que entre carbones.

Que haya dicho siempre no a las bengalas o haya digerido
la piel de un idioma como el nuestro, siempre adherido
a una metafora.

Siempre cultivado por extraños idolos en el interior
de la palabra.

En una metàfora escribo, porque siempre descendemos
de ella.








Diario de la Imagen






La brisa como una via lactea desarrollandose.
La inedita vìa de una plaza donde brilla la cabeza
de una hormiga; el dìa es de un sol contemporaneo
y vanguardista como el tiempo. Los seres de hollìn
en el caos de la madera. La creaciòn desde el eter
hacia un patio amarillo de nueces. Un mamifero.

La originalidad en una liga de bronce y en el follaje
donde se desvanece. Reinan extraños mastodontes.

La mafia del anochecer entrando por un pais de
purpura en el corazòn.

La trascendencia que toma hoy el alfabeto de 
algo secreto-hialino. Los clanes del misterio desplazandose
en una horda. El espìritu del hielo en un hipotalamo.

La marina enciclopedia civilizada de un obrero en un
coso.

Tormentas de hierba entre ensimismadas feromonas
en el polen del iris.

Espacios por donde se filtra un hiato y el orden digital
de las cosas, reconoce el laberinto con el cual empieza una
tiniebla. Las silabas de espectro en un batel, el pleonasmo
de agujas tendiendose hacia toda vocaciòn de horizonte; hay
uno que no adquiere el nombre de distancia.

Un paso fronterizo, un baul de azucar.
El colegio del racimos.

La historia del navìo llenando de agua sus palabras. Los
limites oprimiendose entre valles de ideales abismos.
El relato donde se suele desertar a una frontera.
Los animales del trono donde sutilizan los pàjaros
cualquier efemerides velada entre algùn simulacro de nube.

El huerto del antilope acercandose a un verso.
El huerto de ese antilope oprimiendose en un arco 
hasta la sombra de los templos.

El huerto donde un puente de plastico juega con el ritmo
de la luna. El doquier. El planeta conjugando vellocinos de 
invierno contemplados por lamparas de carne
en el oido.

Por una de ellas escuchamos.

Aquello que en realidad pertenece a los ojos.




viernes, 13 de noviembre de 2015

Lumbres de una Herradura





Alguna vez el sol.
Alguna vez el silencio como un limite 
del sonido.
Y luego el puerto igual a una crispaciòn.
A un mundo donde el precipicio es el lomo
de una pantera.

Selvas de identidad como la 
luna. Performances de torres en la gesta
de un cachorro. Melenas de idiosincracia buscando
un papel en el agua.

Simulacros de velas en un crepùsculo nocturno,
azotado por estrellas.

Barcos y meteoros
escarbando entre los asteroides.

Tatuajes llenos de esquinas entre los saurios.

Alguna vez el oriente. Las palabras exactas del biombo
o fascinantes proporciones de tuneles, como una leyenda
donde respiran formaciònes de ovulos.

Y entre las civilizaciones una ceremonia de lampos, donde
una ballesta cayendo del mito igual que una paràdoja, cita a 
los veleros.

Clandestinas adrenalinas de zafiros
en el lenguaje de los muelles con ciencias de azufre.

Miscelaneas de civiles en el relampago
con ordenes de marsupiales.

Equilibrio de un mundo entre plagas de excentricos 
jaguares.

Refinerìas de oxigeno en la lumbre de 
una herradura.

Donde chispas de yesca recorren silenciosamente
el significado de una mandibula.






Universo de Axilas





Como objetos o caracteres que se pronuncian.
Junto a la isla amarga que un azul que es profundo
mientras llena la tierra de idolos y mercenarios.

Igual a bovedas que son como el oceano o el 
ingenio puro de un convencionalismo. Despertando
en los himnos de una cigarra. En el universo
de una anguila en la nieve.

Entre los elementos que pueblan la casa del cisne entre 
lo vigoroso o un cielo de noche amputado
por los barcos, donde una mariposa està sentada como
un adios moderno en la quilla, llena de travesaños
u objetos como la premoniciòn o el aire.

Como la brillantez o el casco. El hilo y el coral.
La nuez o el palido sentimiento del deseo en un tallo,
uniendo raices celestes de madera.

Como materiales, zapatos o coplas.
Fuelles o neumaticos que veo pasar ahora sentado en
una calle. Sentidos acaso donde el lince vuelve al
conjuro de una cabaña o el liston tejiendo
en silencio la cascara de una mandarina
caminando hacia el lago.

Donde sòlo nos aguarda un universo de axilas.






El Ambar del Monòlogo




Se trata del jardìn.

Del trote del puente. De la flor en
la amalgama. De las esferas en un porvenir
de lagartos.

Del sol en las piastras del devenir.

Del retrato del ambar ideado como un
juguete entre el monòlogo.

De la foca en la raìz cuadrada.

Y nuevamente el jardìn. El ala sudorosa
en el sueño. El frìo que tambièn es ardiente.

El origen que significa cartas de cansancio en una
eufonìa.

Se trata del hambre en los treboles barriendo cuidades de
trigo en las varandas.

Hablamos del orden celeste de lo riguroso donde
brota un escalofrìo.

De la oscuridad lentamente en una plazuela donde 
se vuelven a encontrar los àrboles. De una rafaga que
corta el movimiento del aire, convirtiendolo en brisa.

Se trata de un bosque que vuelve a ser bosque.

De una ceremonia en el lenguaje cuando se es
meridional.

De una mancha de sepia en los pulmones cuando
nos alimentanos una y otra vez de hielo.

De barcos que se agitan como manadas en 
la mecanografìa.

Es un jardìn porque se trata siempre
de un patio donde el follaje duerme entre 
pelicanos y semidioses.

Donde las palabras son brocales
propulsados por el idilio.












Poesìa del Aire





El poema llega al aire.

Asocìa el viento a una casta.

Piensa en silencio lo cual no es un rigor.

El poema derrama circunvalaciones.

Enquista moradas leyes.

Busca el trigo entre la brisa.

Da pie a las hondonadas.

Busca espacios entre las auroras.

Diminutos fonemas entre la dedicaciòn, se 
convierten en uno de sus bucles.

Gira en uniformes de ensueño.

Despìerta travesaños en el horario de las playas.

El poema atraviesa cuatro paredes.

Desaparece entre ventanas y aluminios.

El poema es una playa anexandose al oceano.

Un matiz de planchas en medio de las perlas.

La silueta de una concha despuès del otoño
cuando el hambre despierta entre las algas
y sucede como un brillo, acontece como un mar.

El poema es un sol en el lumen del halo junto al
cobre.

El adviento y los adioses.

Una lancha con frecuencia de espuma.

El caracter antiguo de la gramatica cuando se 
expande en un ancla.

Es una voz sin sonido.

El poema es una inclinaciòn radiante de un espejo.

Siempre, siempre entre equilibrios y lamparas.





La Condiciòn de los Circulos






El poema; su condiciòn es natural como un circulo.
Alguno de sus adjetivos llega a la transfiguraciòn.

Es extraño el poema.
Como un animal sin dentaduras.
Tocando casi a diario su mandibula. Ademas de
ello posee un craneo y una nuca detràs del mismo que
semeja una ventana;la misma siempre observa un
muerdago.

Se agita el poema.

Es como un herviboro lleno de mamiferos; esto
ùltimo es moderno. Consuetudinario como un exodo.
Precoz como una estalactita.

Dioses de trigo en el interior de ese poema.
Sobre raices naturales entre sus circulos.
En sus aletas que tambièn son adjetivos; nombres
rosados y ardientes en una calle, llevando en sus 
escamas un teatro dorado como el hombre.

Un teatro dorado como el hambre.



jueves, 12 de noviembre de 2015

El Grillete de los Buhos





Tomar un papel significa un ancla.

Llegar hasta él, es adelantarse a un verano.

Llegar al aliento de un plasma desvaneciendose
en un acertijo. 

En un grillete en las sienes de los buhos.

Respirar la encrucijada del mar
en la arena cuando llegar a ella sólo significa
convertirse en ola.

Hace siglos nosotros hicimos lo
mismo. Fuimos dirigidos por el oceano a una
orilla. Entonces eramos de agua.

Pero veo el papel de este atardecer caluroso, también
está lleno de terrazas transparentes como las que se 
organizan en los crateres.

Pero algo insiste en el poema y escribe que
llegar a un papel es conjurar aniversarios.

Pero. Llegar a un papel es ninguna originalidad sobre el vidrio.

Una descripciòn del puerto con diastoles.
Un invisible mentón en la hierba con pájaros de
escarcha conducidos por un alga. Por un estuario lleno
de procesos mentales y poèticos.

Por una galerìa donde se dilatan tambièn las sombras
entre grietas, allì se columpia un salmo, una vereda.

Tomar el papel es un miedo.
Un riesgo tembloroso a mitad de la luna y los
corceles. Es repartir efigies que llevan horas de lechuzas
y roperos. Jazmines y cerca de un manantial, extraños topacios.

En uno de esos topacios el nombre del deseo es
una linterna.

Y en otro, el camino a traves de un bosque

por una invisible locura.

A veces su  nombre es lucidez.











La Linterna Entre las Palabras








Aunque esa misma noche era tambièn de fraguas,
de una cinta en una imagen, girando entre
hialinos periscopios, mientras noticias de fiebre
y sol, describìan acupunturas de arcos o antorchas
de enjambres, estructurados por una fiebre en los
orillas, donde une el pelicano a su vuelo una
gaviota.

Cuando el lampo es noticia en un camino junto
a los tallos y una tragedia arde en el petalo de un
parpadeo o el cumulo de nieve en las mejillas es el
nombre sagrado de un tren sobre la parte roja
de un dirigible, emparentado a los cefiros.

Mientras la brisa lee en el oleaje, noticias del
calor y lo supremo reconoce estelas de iguanas;
allì los margenes identifican sòlo el brillo de un estigma
disecando sus patios en la copla moteada de un
entrecejo.

Aunque desnudaba el calor, aquellos sueños que
en los faroles, impregnaban de luces vidriosas
las corrientes.

En la maquinarìa de las cupulas o iglesias
desenterrando esquirlas de bueyes o sonidos 
semejantes a una vereda,donde la boina es el salto
de un piano y ademàs las catapultas digieren
serventesios.

En la idiosincracia de un amuleto donde la forma
aùn sostiene un subtitulo y la imaginaciòn pasa del azul
a la aurora con una corriente de alambradas, todas llenando
de corceles el eco boreal que suspende un jardìn de noche,
cuando nuestros ojos hallan un trebol de uvas
debajo de los sueños.

Debajo de un ideario. De una astrologìa de claveles
circunvalada por los tropicos. 

Entre misteriosos estadios de exodos en las
palabras.

Donde brota hasta casi la lucidez una linterna.

Ebria de botas y faroles.













miércoles, 11 de noviembre de 2015

Poema






Medito en la vida como un cuarzo.

En la existencia del mineral atravesando
el recogimiento en una placenta.

En la ciudad de las calles donde situase
entre la voluntad un poema.

En la luz de corduroy dormida en el 
cemento.

En el aire donde suspende sus alas la 
libèlula.

Pienso en la vida como si fuera una 
circunferencia derramandose en el vilo, entre
sonidos de hoy y artefactos que vuelvense
sinonimos de la tierra.

Medito en la vida de los cipreces y los
opuestos.

En la dialectica con tradiciones ecuestres.

En la inmensidad de una linea.
En las cenizas del alfabeto junto a un priorato.
En la piel.
En los relampagueos sin modernidad de mi casa.

Pienso en todo ello bajo el aire gris que esta ciudad
ha trenzado.

En los estadios -de ser posible- del àmbar.
En la divisiòn de las flechas.
En las cosas que descansan con su extraño 
nihilismo; casi como una apariencia.

Se conceptuan instantes tras otros.
Ceremonianse jardines con una flor y pliegues de
plasmas junto a un desvarìo.

Acariciance en los fosiles aquello que logra vibrar
hasta espaciarse a una luna. A un lumen.

Pero pienso en la ciudad ontologica de una parte
del rìo.
En el fraseo del cristal.
En el oboe junto a los estribillos.

Medito en lo que seguramente no serà un
pensamiento; sòlo es mitad de una idea
entre la abstracciòn. 

En las ciudades, en la
frecuencia que hoy no voy a poseer.

Lo hago pensando que otrora mi pensamiento
dejò de ser una calle.

Y la idea de aquello estaba compuesta de
amapolas.

Sobre una de ellas la abstracciòn giraba hasta
la muerte.

Igual que los dragones y la lluvia.






La Ventana de los Màstiles






Alguna ventana. Luego el recorrido de la nieve
en una sortija y como itinerario el viento sueña entre
los pabellones.

Los pàjaros duermen. Fueron conquistados por
el azul de una hora sagrada; muy cerca el deseo con
una liebre de erotismo.

Las superficies brotan desde un pecho de carne
amarilla. El atardecer es rojo como un pulso.

Lo que es silencioso vuelve al grito del caballo. 

La paràdoja anida en el pètalo.

Vòrtices. Semejantes a una criatura que en su igualdad
resiste al brillo y al grillete. A una brisa abriendose
paso entre los hombres y nos extrañamos de las sienes
y perspectivas en su rostro. Nos extrañamos de un dìa
de maravillosos espectros descendiendo de ceremonias
de plastico.

Y en su albedrìo. En aquello que basicamente es una 
ventana llegan antiguos almirantes con un temple dinastico
de vacìo; celeste como la arqueologìa del cielo una tarde
de astrales espeleòlogos.

Alguna ventana y en ella un piano, la luz de un alfiler.

Y en la cabeza del mismo, la piel de una cigarra en el
atardecer, cuando las nubes en el cielo dejan de decir cosas
semejantes y nace el crepusculo, la identidad de una boina,
el rango que prepara las grutas de la noche
para las constelaciones.

Asistimos asi al parpadeo, a una agitaciòn.

A un centelleo que denominamos muy cerca de una orilla
de tambores y ceniza, llena de lugares no muy lejanos
en sus màstiles. Que denominamos sin nombres en las
escamas de los neologismos.

Por los cuales definimos aquella ventana al crear un
un corazòn en cada màstil.

En el instante preciso en que nacen los barcos.











martes, 10 de noviembre de 2015

Los Relojes que Poseen un Cabello





Los relojes poseen un cabello. Tambièn
un caballo. Hasta un equilatero o una forma de brillo
de manera longitudinal buscando constelaciones.

Pero en escencia, los relojes poseen un caballo.

La puerta de la espuma se cierra abriendose
otra.

Las bandadas colocan su vuelo y el sonido de ese
vuelo en el cielo.

La astrologìa responde a un hombre sentado de noche
frente al oceano. Los edificios de una ciudad son tambièn
el reflejo de ese oceano y de algun astro a la deriva en
el infinito.

Algunos lo sabemos.

Los relojes y seguramente la penumbra juega con la brisa
ahora que cerramos los ojos. El escarpin de un grito es terrenal
y posase sobre una efigie.

Canta la palabra ungida por alfabetos con jardines
de leche.

Escribimos sobre ese oceano y ese reloj que posee un 
cabello. Intentamos hacerlo de manera que no sòlo la apariencia
pertenezca a este mundo. Intentamos hacerlo de manera
que la mente de un dromedario sea a la vez un jabalì.

Intentamos.

De que todas las palabras sean cometas.

De que esas palabras en su naturaleza de cometa puedan
confundirse con todas las cosas de la tierra.

Intentamos ser boreales como un àtomo.

O simplemente caminar. Caminar.

Y poseer igual que los relojes, un cabello.











Naturaleza





El pàjaro duerme en uno de sus ojos. Junto
a èl hay un altar de madera con bajorrelieves que
parecen himnos. Muy cerca una virgen y un angel
completando la fantasìa de esta escena.

La fantasìa en ello es su absoluto. La condiciòn
para su existencia.

Las columnas de una cupula ascienden como estalactitas 
al sueño de este anochecer en el hemisferio.

Heliotropos como el azul de una cadena detienen los
eslabones de un patio, donde el sol disecò durante el dìa
un murcielago.

El gris planea como si fuera un asteroide. Planetas 
de escarcha como las estelas del mar en la marea, forman
un ideario.

Luego un fruto, su despertar acompañado de un tallo.

-profundamente verde en el fondo de una hoja-

Lenguas espirituales nos llegan desde los brocales
donde la sombra envejece entre la luz. Resplandores de
un timpano que sueña entre tigres.

El pàjaro duerme en uno de sus ojos y una muchacha
regresan a la cupula con una oraciòn en el pelo.

Los relojes vuelven a devorar un dìa donde toda silueta
era el sacrificio estival de una ràfaga.

Reconocemos el esplendor.

La saeta en el puente.

La cigarra en el humo.

Y silenciosos como - tal vez - un navìo transparente
volvemos a la muselina.

No sin antes haber dado parte a la naturaleza de ello.











lunes, 9 de noviembre de 2015

Identidad de una Forma







La linea al pasar por el sueño cubre una de sus
alas y forma una palabra cuya identidad
es desconocida.

Nosotros creemos que es ferrocarril o meteoro.

Los telescopios cruzan la noche, hoy han descubierto
otros brillos. Lo deben a las estrellas. Los planetas sin embargo
se oscurecen muy cerca. Podemos decir que en un
manantial de limites.

Podemos decir que en una piscina. Muy cerca de un
paraguas. En el electrodo. En la raíz. En la circunferencia donde
esta amanecer para cierta clase de lenguaje empiezan
los faroles.

La linea al pasar por el sueño cubre una de sus imagenes.
La imagen es otra forma. Otra identidad más desconocida aún
que cuando cubría sus alas y formaba una 
palabra.

Ahora se trata de imagenes.

Y alguna identidad de las mismas transmigrando
a la forma.







El Techo es Celeste





El techo es celeste.
Un pàjaro de aceite cruza la tarde guìandolo
hacia un sur de cometas.

El techo y las paredes son celestes.
El grillo que canta lleva una grieta en su lengua.

Pero azul el conocimiento del cual partieron una noche.
Azul los prismas y las metamorfosis por las cuales
los muros que lo sostienen transformanse
mas aùn hacia algo lejano.

Azul el eter.
La relativividad y los automoviles.
La cigarra y la brisa donde los espejismos detienen
el pulso del reflejo y del seudonimo. Del relente.

De los camellos con ojeras y ademàs
la aurora, con sentimientos amarillos como los que
vibran en las sombras de las uñas.

El techo es celeste.
Te dispones a caminar ahora que los termometros
bajan de tus sienes llenos de overoles
y herviboros.

Te dispones a escribir en el barro esa postrera palabra
que suponìa una gruta, una gema en el arco,
un perihelio de aceite, una estaciòn llena de alambres 
como los que sostienen el vidrio,
un pedazo de ceremonia en la lluvia, una manifestaciòn
ante el cosmos.

Celeste el techo.
Azul el eter. 

Las ceremonias desfilando su oraciòn de lluvia y
cartilago; ademàs el hecho y el jiròn, la continuidad y los
hierros. La metaeufonìa y los bosques donde el mar
era sòlo una performance de melenas.

Y el farol con una medida de nieve para toda
adolescencia, brillante en el silencio, allì nacieron los àrboles
para que algun ser sobre la tierra oyera el lenguaje
de las cascaras y las caracolas.

Sobre un blanquecino azul.

Devastado por celestes imaginaciones de blanco.







domingo, 8 de noviembre de 2015

Las Algas del Cielo




El patio camina. El sol ha agregado una plaza
de luz a un emblema donde respira el aire. Alada
la expresiòn que sugiere otra, alado el ritmo de
una sugerencia alimentada por simulacros
de gemas junto a un espectro. Diarios
de espuma. Objetos de carne en una
amalgama donde respiran
mamiferos y fantasmas.

Y pensamos en los cantaros como una relaciòn
de una gota entre comercios de gamas, despertamos
a la conjunciòn donde el verano empieza a ser
industrial como una parte del deseo donde
invocan los sauces su retazo espiral,
su metabolismo de cofre,
su baul de nieve donde dialogan los osos.

Abluciones de titulos. Calles con veredas
donde muerde una antorcha su arpon de catalina
y fiebre rodando en una bicicleta y dirigiendose a los
naipes; despliegues de alamos, en uno de ellos un cometa
enumera atrapado, la historia de aquellos que lo
crearon; eran niños bajo un atardecer de pulmones
en que las medusas se batìan entre piedras
preciosas.

El patio camina. Es de color verde como la tierra. Posee
un crepùsculo donde el malva desnuda sus sentidos y desnuda
la oraciòn sexual de la amapola, bajo una estaciòn de
galgos que cubren hermafroditos el tiempo.

Huertos de colinas para los neumàticos.
Seudonimos de peces entre los cartilagos ascendiendo
entre vertiginosas brisas, hacia los nubarrones.

Detràs de esos nubarrones, casi encerrado nosotros vemos
el debil brillo del astro.

El todavìa minimo esplendor de un planeta.

Abriendose paso entre las algas del 
cielo.








Paralelas






Llevas el movimiento de la luna en el pecho.
Luego dibujas un animal en el aire que conduce un santuario.
Colocas la rosa encima del verbo para que no sea
asi subterranea.

-ese verbo despertando siempre la magia de su sangre-

Llevas un movimiento de la luna en uno de tus senos.
-el otro es una colmena de libelulas-
Y yo creo que hay paralelas con partes azules exaltando
los movimientos del hambre y de la sed,
de las particulas y la energìa con calles de bronce donde
el hombre anduvo lleno de plasticos; eran efigie en los labios,
criaturas de sol en las bocinas.

Asi el mar.
Asi los bocetos de una acupuntura llena de salitres en
sus encìas. Asi los silencios que agitan un estandarte en
las silabas donde empieza el universo. Tù los conoces,
vagas con ellos desde el amanecer hasta el hundimiento
del sol en las piernas. En un lampo donde empieza
tambièn para todas las constelaciones, un pubis.

Y mientras ves el geranio sobre las alamedas,
mientras ves el peso de los tronos en una quimera,
incluso cuando el lobo te llama por la noche  desde las ventanas,
incluso de esa forma, a mì me queda el peso de una astrologìa 
llena de cines, resistiendo a si misma
la oraciòn en las columnas,
ebria de pasos y multitudes por donde 
escriben las piràmides,
con àngulos solares y terrestres iguales 
a puntos en el cielo.

Puntos en el cielo uniendo los arcanos.




sábado, 7 de noviembre de 2015

Las Cabelleras de Helio






El yelmo por la mañana donde las cenizas
de la noche dejaban aùn el brillo de sus ruinas.

Un triàngulo a la izquierda o el peso del sol
en la lengua. En ese tiempo renacìa a cada instante
una nociòn del papiro en las hojas.

Pero al peso del sol se unìa el de las voces y el
complice fuego de un pètalo saqueado por el tiempo,
esmerilado por el mismo, hasta convertirlo en
aquello tan desgraciado llamado belleza.

Y ahora que avanzas hacia el fìn, ahora que tocas los reportes
de la jabalina y la brisa que golpea tu rostro proviene
de un dìa frio como lo cotidiano y un tacto en ello semejante a
la apariencia devela lo profundo.

Pardos imaginarios meciendose entre grises.

El vapor de una cuneta sumergiendo a las hojas. El idilio
del agua y un paraguas ahora que miranos
la lluvia.

La historia de un cisne.
-no aquel que se extasìa en los nombres-
La historia de un higo convirtiendose en fruto en el
interior de la niebla. El calor de la atmosfera desdiciendo
todas las imagenes; al final de la calle hay un puerto
donde aprendimos entre algas y cadenas.

Luces. Cabelleras de helio en el barro. Cosmopolitas sueños
de extraños eslabones que aplastan la ciudad de figuras azules,
de alevines iguales a los que ignora de si mismo el oceano. Las
gamas del cirio en la flor. Los testimonios de una entraña
en las orbitas donde consquistaba un hechizo.

Y de nuevo el puerto.
-esta vez de agujas-
Nuevamente el numero del pliegue recorriendolo todo; soplos
de hierro como una latitud. Lenguajes donde la unidad
era sòlo la identidad del escarpin esparciendose en los bosques.

Bajo la atenta mirada de un àrbol.








viernes, 6 de noviembre de 2015

Poema





Debì haber caminado hasta un tren, que
las palabras se convertìan en valles en sus
vagones. Tambièn en nervios.

Debì haber caminado hasta un tren donde cada
palabra estaba llena de vagones y en la esquina
de un sur, habìtaba un mastil.

Se insinuaban las hegemonìas que noviembre
convertìa en grillos junto al asta. Ninguna de esas
hegemonìas determinaba la medida de la luna.

Los astros bordeaban otros conos, parecìan
marginales.

Debì haber caminado hasta el agua o parecerme
a una apariencia. Oir el sol. Tocar de otra manera una
reencarnaciòn donde ese sol vuelve al indice. Escuchar.
Presentir hasta que el presentimiento tomara la altura
de un grial cuando plantea ecuaciones de sal
entre los paquidermos.

Pero era tarde.

Y todo objeto antes de llegar al azul, se hundìa en el
crepùsculo de la tarde hasta desfigurarse.






Al Escribir




Al escribir ese poema.
Al intentar caminar en èl como lo hace el verbo 
sobre el agua.
Al ser eufemismo o caracol de saurios
en un templo donde tambièn nos desvanecemos.
En el protozuario junto al reloj de drill.
Al recorrer escoltas de nieve que por la noche
suelen ser dialecticas.
En los relatos de la sexualidad en el cuello y
las torres de nieve que la primavera no sòlo deforma.
Mientras intuimos salarios de carne en los 
mitos.
Al borde de la orilla donde la marea confecciona 
cuidades extrañas.
En las particulas y el sol silencioso de un rito
en la boca.
En las penumbras de un heraldo tocando los
apogeos del sueño en una curva, donde los rìos
son sòlo fuselajes.
En el mediterraneo algodòn de una bahìa 
donde aguardan los telefericos una construcciòn
que logre ser alada.
En la estrofa alcanzando a existir en un pronunciar
y no por la consistencia de las ciudades.
En una cinta.
Bajo abdicaciones y manteles de grasa donde duermen
los gatos.
En el corazòn escribiendo de civilizaciones; una màs
escarlata que otra, entre miles de mundos que
se desatan.
En uno de ellos donde finalmente una paloma logra
sumergirse en el agua.
Para maravillosamente ahogarse.











El Telescopio de Sal






El viento que desde ayer se eleva. Las tendencias
del aire en la hierba. El follaje con kilometros
a la deriva.

La melodìa de la brisa con una distancia
en las hojas donde son arrasados los diques,
la dicciòn de un animal enla brea.

Juegan las bengalas con el nombre de una
raìz en las yescas, juegan hasta ser hermosas en el
hollìn y la chimenea ofreciendo a la humareda
un rostro.

Vemos la mistica de un paradero. El silencio y la
soledad de una bujìa entre los animales.

Vemos los bàculos donde se enferman los
idearios, la estrella que es acaso una fotografìa
o un telescopio de sal en medio del oceano.

Se adiestran entre calendarios de nubes aquello
que viaja al exordio buscando sus limites con los 
veleros.

El viento se eleva, viene desde esta mañana; la 
vida de uno de sus amaneceres es una escarapela o
la silueta de una palabra.

Navios de diamantes entre los tallos del ingenio o
la bolichera donde ese ingenio duerme, trepando por
las focas.

Ondulaciones de peces en las espinas.

Desplazamientos de peces entre la realidad o el sueño.


Pliegues de peces que un semaforo detiene en 
una esquina.

Pliegues de lluvias junto a las arrugas de 
un dinosaurio, donde una luciernaga es embriagada
de crisoles. De espumas. De apariencias
y sobre todo de espacios.

En uno de los mismos renguea el tiempo.