domingo, 24 de abril de 2016
La Habitaciòn de las Quimeras
Quizà era la vida de una carta manchada de
idolos que nombraban cartesianos las selvas o
tal vez la luna. Y era esa luna o el calendario
de sus sistemas que recordamos lleno de esporas
situados en remotos tatuajes.
Incluso el sonido de una guitarra, empezando a
desaparecer de la lluvia, arrancada de la misma por
una lampara.
Tal vez el movimiento de una sombra en los
indicios de un tornasol iluminado por una orilla
de caracoles.
Tal vez lo hialino en la casa de una moneda
totalmente forastera entre sus abismos.
Incluso la ventana de los ferrocarriles por donde
regresamos con un vagòn en las manos.
Y entonces la vida de una avenida nos recuerda
la brisa alojada en los jardines, con una especie
de habitaciòn adherida a las quimeras.
Y en nuestras supersticiones una palabra.
Una duradera como el mar y aquello que es
desfigurado. Una que recuerde su sentido en los
eventos del trueno alcanzado por las llamas.
Una cuyo absoluto està cifrado por lo fantasmagorico
y los àrboles medievales que cruzaron el trigo.
Quizà la brujula que se extiende sobre caballos
llena de adrenalina y expediciones a un lago donde
la adolescencia ensillaba solamente pinos.
Quizà la hojalata donde un ladrido elabora
antiguos grasas, en ellas vocifera una luz de plastilina
dormida entre elefantes.
Y desde aquel quizà una avenida donde eran
esquirlados los troncos y las selvas se disecaban entre
tumultos de estacas y solidas expediciones a los
margenes.
O acaso el peso del corazòn en un gorjeo.
Epistemologico como las grandes redadas que viajan
por las palomas con una embestida de azogue en
sus plumas.
Quizà el ritual entre manadas de flautas
donde por fìn se originan los misterios.
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