jueves, 31 de marzo de 2016

Espuma de Corcho





Desde hace un tiempo me encuentro a diario con
el sol.
Tambièn con los pàjaros formados al lado de la
continuidad.
Con el devenir colocado en el flujo.

Tambièn con hallazgos en el interior de las casas.
Con los golpes de tambor sobre la tierra. Con la noche
de fragmentos colgada de un molino, mientras se
forman las uvas.

Desde hace no mucho una llamarada. El demonio
de leche en los volcanes donde cabe una gruta.

Desde hace no mucho el instante del mundo y la
altura màs ritual, la herida del alabastro en el cemento,
mitificando todo aquello que està hecho de pisos y duerme
sobre la camisa y camina.

Igual que una esfera de espuma en la arena llena 
de corchos.





Escencial





Lo escencial parece un rostro ahora que percibimos
mutuamente en las liebres de un girasol.

Lo escencial es esta casa de murallas donde lo terrestre
cita una de sus promesas. En la misma florece una paloma
llena de manteles. La uña sigue siendo roja.

La tarde del horoscopo en las branquias es tambièn 
importante. Los lenguajes de las espadas en las cavernas
de los fosiles. Allì vemos agitarse millones de cadenas.

Acaso un barco entre horarios abstractos en el
cuerpo, cuando una linea de fosforo cubre de lampos las
idolatrìas hasta que las escalas y cotas deambulan.

Acaso este instante, este pedazo de tela iluminado
por la intemperie y esa constelaciòn llena de momias.

Ese inicio de sal sin respiraciòn.

La madeja debajo del caballo inundado de acacias.

Lo escencial parece ese poema que no dibuja los pasillos.
Que une las causas en un electròn y simplifica los 
elixires que existen en los jardìnes durante un mediodìa
desenterrado por el lampo.

Lo escencial no es el verano del aguila.

Es sòlo el fuego del sol que la quema.






El Lomo del Caracol






Hace dìas que no escribo.
Lo ùnico que hago es mirar la tarde. Sentarme
en un oido. Vaciar las ramas de hojas. Observar el nucleo
de una abominaciòn en el polen. Intentar llegar
al angulo que forman en el tronco los ramas.

En cada una de esas ramas està crucificado un pàjaro.

Yo los veo desde extraños espectaculos.
Desde crepùsculos que son horadados por los husares,
por los coloquios al frente de una nave dirigida entre
colecciones de extraños repertorios en un
ancla.

-todo eso, ya lo sè, no es incandescente-

Còmo es que llegamos a ver tales repertorios si el sentido
de las anclas se encuentra enterrado en el agua.

-asumimos que el agua està compuesta de tierra-

Y que ninguno de sus manantiales puede saciar cualquier sed.

Asumimos tambièn que hay un girasol en cada piedra.
En cada farallòn. En cada lobo de mar que se desnuda en un piano.
En cada historia de las bovedas; aguardo que sean
siempre distintas o al menos algo las pueda separar
de todo aquello que la antecediò.

Pero no hay mucha seguridad de esto o aquello que cruza
una plantas. Tampoco lo hay de los frutos que tomaròn la electricidad
de la linfa. Hay sòlo hegemonias que descubren el purpura
de una atalaya y con ella dibujan continuas alhambras
en un sueño.

En un cartel de uvas donde los clanes se forman.

Y donde el lomo del caracol se desintegra.




La Estela de los Bozales





Existe una esquina. En ella hay alguien
-una mujer- con temporadas de brisa en sus
cascos y mensajes de algas silueteandose en una
guarida. La mujer en ocasiones es un caballo y
en sus relojes claramente se divisan rieles.

Es una esquina de bocinas y monitores.

De craneos y algo asi como una saeta que se alarga
en los principios de un ojo.

Tal mujer escribe por la noche de sal entre los
racimos. Ella lleva una plaga de color naranja que
logra mirar el amor, lugar donde extrañamente se detiene.

Caminante de radiografìas en la mesa.
Miscelanea de huerto donde crecen las frecuencias. 
Drama de pluma en los picos de un santuario.

Existe desde siglos en esa esquina y escribe de los
astros a veces. Nosotros en ocasiones le creemos y nos sentamos
solitarios en los parques para -desde lejos- ver inundaciones
de radiaciòn en los esmaltes de su boca.

Como toda pelicula esta mujer aguarda algo màs grafico
que un murcielgao durante lo nocturno, ataviado por gerundios
de numismatica y planos absolutamente orficos.

Se ha deshecho de mil lamparas y ha caminado por las estaciones
con el grito solitario de una cascara.

Marròn como una cortina ella salta a las cenizas de los
huesos.

Mira con paciencia la luz hipocondriaca de una torre.
El prefijo misterioso que tiñe su rostro de limones.
El fruto de un terciopelo que sigue al sol por la tarde lleno
de tijeras.

Existe una esquina donde aguarda una mujer y en ese aspecto
ninguna profecìa se cumple.

Todas lo que hacen es seguir el camino de los bozales.











miércoles, 30 de marzo de 2016

Poema





Como un puerto que llega de la noche para inspirarse.
Igual que un eco.

Como un nombre de metalunas en los estadìos y valles
de dioses donde anida un borceguì.

Iguales a los azules de una langosta orfica, detenida por
los ruidos de una piedra en los hemistiquios.

En las finisimas grietas de la celula donde respiran
sin pulmones los atomos.

En la intensidad de ese respiro que canta en la noche 
con un volcan o un crater de parpados.

En los abecedarios donde el invierno parece tocar las
puertas de toda anilina.

En las persecuciones y albañiles donde los prologos son
estructuras de lampos.

En la cigueña de marfil que abandona el vuelo entre
los hipotalamos.

En las secuelas de una mancha con arreboles entre
sus serpentinas.

Y los origenes del sol en un mandamiento de tallos
que se diseminan.

Como un muelle o un talisman que es colgado entre
los graffitis de los escarpines.

Como un extranjero que lima su cuello en una vasija
de limòn.

O un hueso que cruza los puentes acompañado de una
bota.

Donde una y otra vez los àrboles se cuelgan, para ver
el recorrido del agua entre su naturaleza de cuero.








Tomado del Barro






Tù sabes que un aeropuerto no es el oxigeno.

Y vemos manifestaciones de hemiciclos y reos
cuando soñamos. Que estamos despiertos al
final de una curva donde las cisternan regresan
del desierto.

Y comprendes que el mediodìa es una enredadera
ascendiendo por el torno de una historia azulada por 
el aceite. Entre vellocinos y sanes que observan de
noche una quimera y una diana de sal.

Tù escribes entre incursiones y los ciclos de una
garganta donde es eterna la perspectiva que irradìa 
un destello en los ojos o se detiene junto al cipres
donde un tranvìa escala teorìas de nieve en un
aposento de coral con langostas de vinilo.

Y comprendes la historia del lagarto en las sienes
igual a una constituciòn de pudores y granizadas que
alientan un rostro en las colas del zafiro. Entre
temporadas de hambre en una diaspora.

En una bengala de carne, donde crece el agua igual
que un negro milagro en la clepsidra, tallada por una
silaba.

Tù conoces la reencarnaciòn de los palpitos entre 
las insurgencias, dotadas de fiebres y auroras de
plastico humedecidas por plasticos que siempre son
rosados.

Palcos durmiendo en las cruces de un jardìn
heterodoxo.

Tomado del barro, por un cisne.





Fotosintesis






Luces que se inclinan sobre
forasteros universos
cuya formaciòn es igual 
a las constelaciones mientras 
se desvanecen.

Ritos del aire en una mañana
cuando los ojos se levantan de
una marea
caminando entre
buzos.

Plenilunios de estambres
con un craneo de agua dormida en
los artificios del sueño
con un paraguas.

Plenilunios donde la 
quiromancia entrega una brasa
para las fotosintesis.

Dioses cuyo esoterismo
cae de una carta
en un atardecer donde un cuerpo
avanza entre el polen.

Historias del sol con un vagòn.
Manifiestos de briznas entre las
tormentas.
Pronunciaciones que describen
una hoja sumergida en
una cupula.

Mastiles de arena entre
prolongaciones de exodos
mientras los estandartes
equilibran su peso
entre los monasterios
donde silenciosos inviernos son
todo el encantamiento 
descrito en una estrella.

Amarillos vientos.

Estelas de silabas. Partes de
manuscritos creados por 
la aurora, donde el purpura
desciende de una hoja
diseminada entre
la mitologìa.

Y alargada por una calle
donde se reunen las piscinas.





La Edad de la Mariposa






Alguno de nosotros conoce la edad de la mariposa.
Otros estampan y juegan sumidos en los gambitos de 
las golondrinas. Las estrellas vuelven a devorar sus colores
hasta que sòlo queda un resplandor que tintinea.

Las alas  de las aves han destruido las cucharas en un mundo de trenes.
Solitarias cabinas donde yerran los musculos y alfiles retiran de 
la mesa sus mandibulas. Son marrones como la sal de un sortilegio.

Prisiones de urnas en los alfileres y los clavos. Cartas de madera
desde un lago de pretiles donde los astros deforman el rostro de las carabinas.

Alguno conoce esa mariposa. Con ella podrìamos caminar toda
la tarde, con ella saludariamos al sol y sus espejismos. Incluso agregariamos
sal a un vaso de leche y lo ofreceriamos a las corolas. Todo esto
dentro de un supuesto cuadro inimaginable donde caben los 
sueldos, las organizaciones, los puestos de una alambrada en las sienes.
Sobre todo en las sienes.

Idolatrìas del fulgor en las alas de las incrustaciones.
Inviernos de peces en las rendijas de las atalayas. Luces
empedradas en un filtro de hollìn donde las chimeneas oprimen a las
bolicheras. Edades de una mancha que aùn desconozco tanto en
el ozono de los cines como en todos los minerales.

Edades que anhelan una ilusiòn en el sofisma. Llamaradas
del cefiro que bate uno de sus hombros entre lo hialino. Sudor del
mar que parece entre el amanecer un oleaje.

Uno de nosotros la conoce. Uno de todos los seres en este planeta
la busca entre las medias y los gitanos. 

Y los otros se deslumbran por ello.








martes, 29 de marzo de 2016

Los Barcos





Los barcos este dìa juegan entre los abedules.
Los jirones del sol parecen vidrios opuestos a las cosas.
Sobre las escamas el grito azul de una casa està
adherido.

Dìas de branquias y aletas se manifiestan ahora. Cartas
proporcionales al ritmo de una intensidad hecha
de cuerpos. Compuesta en su vibrar por figuras y en otro
vibrar -uno muy diferente- el infierno vuelve a sus
imagenes.

Los navìos este dìa juegan en una piscina. No nos
queda nada màs que preguntar si no es por esa razòn que
tocan una hoja o esa misma hoja logra acariciar un teatro.

Yo los miro y palidezco. Yo los miro como quien devuelve
una hoja a la vida que me fue entregada por la tarde, al lado
de un ferrocarril que era antartico y especificaba el nombre
de las corolas en los elementos.

Yo los miro como si fueran un extraño repertorio, donde
los cabellos aprendieron a morir entre tripulaciones y cartas,
entre mensajes que siguen a los travesaños, guiados en
el ocaso por el roce de una garrocha.

Los barcos este dìa son girasoles.
Equilibrios de un doquier, paseos del musgo.

Semejantes a la existencia del polietileno descifran
los humeros y los pasillos, las vertebras y las sombras donde
nunca asistimos al origen de una rafaga.

Los barcos.

Yo he venido al puerto. Estoy sentado y los veo.

Yo he llegado.

Con la ùnica esperanza de oirlos.







El Helio Amarillo





Hay una helio amarilla por donde pasa una calle.
Existe una ciudad en esa labor llena de abanicos.
Los sauces miran desde los jardines la noche.

Observo tambièn que hay navegantes y osamentas.
Ciudades donde el destino caminò con una mandibula
en las cabelleras, junto a un erotismo de sentinas.

Presagiamos en algunos movimientos un estreno.
Una ciudad de unguento en posibles enredaderas.
Una estaciòn de claveles prohibidos por las citaras.

Abanicos donde el pavimento es de camisas y reos.
Sobrenaturales espejos entre las dimensiones de astros
catapultados a las sienes por invisibles fantasmas.

Veleros que en la continuidad desplazan una mejilla.
Tallos donde el coral empieza el traslado de sus estalactitas.

Cabañas de numeros gitanos en la sensibilidad.
Unciones de tactos junto a simulacros de bordes.
Estrellas que entre nosotros se alimentan de obuses.

Multitudes de barro en las campanas de una araña.
Formaciones de liebres en las amarras de un silo.
Acantonadas esquirlas de nieve en los cuellos 
donde se exilian mentones como una carta.

Valvulas de incienzo en un grito de copas y bronce.
Ensenadas de cigarras que beben de una catapulta.
Melancolìas de prologos en las lineas de las manos.

Hay una labor amarilla semejante a una densiometrìa.
Una escafandra en los terminos que llevan un patio.
Hay un dragòn escondido en los espejismos de zinc.

Entre aquellos que queman las palabras todo esto es
nada màs que una iniciaciòn a los mentones.

Una cita fugaz con los paraderos donde respiran las
gaitas de los ambulantes. 

Y las tectonicas placas de los gemelos.









La Luz en la Puerta





La luz abre la puerta.
A ella volvemos igual que el aire. Oimos
el sonido del destello de las siluetas que hay en ese aire.
Miramos en la nube una rama.

Esa misma luz que desliza un ave invisible.
Que vuelve a manifestar imagenes cuando se golpea
en la hoja. Que es un  tallo a travès de estacaas de agua.

Meridional o agreste como el hombre o los secretos
del frìo mientras algo ardiente en las palabras conduce 
temporadas de ocasos.

Menguante de un tropo que duerme en la saliva de las 
palabras. Con funciones de seda y elixir, sumandose a las
rafagas que caen bajo dimensiones de cefiros.

Bajo regiones que empujan cristales al viento, a los relieves
de una brisa tomando el mundo al diversificarse sobre una bicicleta.

Que lleva silabas de impronta y estaciones donde
marzo separa algo reciproco en la espuma del oceano
donde observamos una labor abstracta de un juicio
o una ley de rigores en una poesìa
que desplaza en su alma
las constelaciones descritas por una celula en el barro.

Que deja ver la apariencia de un ser y los objetos. Sobre todo
cuando dejan y no dejan el vuelo.

Y responden a los angeles con ese vacìo.







El Verano Gris en las Olas





Nosotros poseemos explicaciones y ten la seguridad
que todas nos servirìan para llegar a la luna. En el caso de
que dejemos atràs los dirigibles. Nosotros poseemos
explicaciones porque se alimentan. 

Tambièn tenemos un cometa que por lo general adereza
con demasiado aceite sus comidas. Pero què nos queda, estamos
resignados a ello como a muchas otras cosas, sobre todo
aquellas que provienen de la realidad.

-ello no significa que nosotros tenemos una propia realidad-

Ello serìa como vivir diariamente con un meteoro en el pecho
y en el pecho habita sòlo un corazòn.

Debajo de èl se encuentra el latido. Eso es lo màs objetivo
que conocemos.

Hay otras cosas como la rosa o los hombres que atraviesan
estas calles, con sonidos y numeros del ser y el petalo en sus mentes.

Numeros que se someten y se escalonan. O se estremecen y elaboran 
peines en una rada donde el oceano trae nada màs que idolatrìas.

Nosotros tenemos esta cabeza en  nuestras manos y con ella
paseamos por las grietas de una galerìa o en su defecto
ello deberìa ser el conocimiento de una armonìa
en su regreso a la lucidez con un record humano de huesos
y epilogos.

-bàsicamente de epìlogos y huesos-

Existe tambièn un piano para nosotros.

Una melodìa que algunas noches nos devuelve tristes a esta visiòn
casi romàntica del sol en la superficie del cuaderno, en los 
solidos de esa ambiciòn que dura sòlo un instante, que
habita nada màs que un segundo.

En eso medimos el tiempo de nuestras palabras y de nosotros
mismos.

Las palabras no son siempre la vida pero a veces lo son y estàn
llenas de cartilagos y se arrastran por la realidad cuando no escribimos
en ellas. Deseariamos que eternamente sea asi pero tal cosa
terminarìa aburriendonos. 

Nosotros tenemos explicaciones, pero no todas nos sirven junto
al oceano.

Explicaciones de este instante medicinal -en mi caso- por ejemplo.
En que todas las casas apuntan a lacteas cirugìas de estrellas
y tigres veteranos como el plomo. Nosotros no sabemos si
siempre viviremos asi, pero es lo ùnico que podemos ofrecernos.

Con ello a veces llegamos tranquilamente a una rada.

-esa podrìa ser una de nuestras realidades, pero aùn no 
estàmos seguros-

A un lugar donde silenciosamente empiezan los muelles.

Y volvemos casi resignados a escribir en el verbo.

Acompañados de un verano gris en las olas.










Performance de Aguja







De pàjaros que articulan edades del viento en el aire.
De sonidos entre las apariencias de una sortija.
De jinetes llevando telones de mareas y lumenes.
De linternas imaginadas por una cruz de carne en las gasas.
De ciudades con prismaticos y ceremonias de linfa en el sueño.
De manuscritos que existen en el equilibrio violeta de los astros.
De palabras dirigidas por la realidad hacia una mariposa.
En el entrecejo que orienta al aliento entre la fosforescencia.
En el milenio de los pasos con siglos de telescopios verdes.
Durante la epoca de filtros y performances de agujas.

De la luna espiritual y aquella que quiebra los volcanes.
Cuando los equinoccios revelan en la rueca sus solsticios.
Cuando lo siniestro es un planteamiento sinuoso de overoles.
Mientras son celestes los racimos del centauro en el lecho.
En el elixir donde un objeto da paso a la existencia con un hilo.
En el paseo meridional de una corola aquiescente y humana.
Cientifica igual a un pulso de cortinas en las rafagas.
O una esfericidad vibrando en temporadas de poliedros.

De nombres que encendemos debajo de nomenclaturas.
De ojos engarzados en una clavicula con trucos de pabellones.
Entre los reos y los homicidios de un parque lleno de frisos.
Entre quimericas estrofas que serpentean entre uno y otro oido.
Cuando la memoria duerme en industrias de revelaciones.
Y el universo es el cosmos formado por las entrañas en un racimo.

De claridades en una torre creando espacios para los estambres.
De surcos donde el polen enumera habitaciones con valvulas.
De burbujas que inseminan las crestas de aneroides celestes.
De eticas al final de las ramplas con estaciones de sirtes.
De nombres que tipifican o muerden segùn nuestra escatologìa.
Entre plesiosauriuos o marcas de identidad en una frente.
Entre melenas donde se juntan sòlo los desfiladeros.

De oraciones que suben con trajes amarillos a las morgues.
De ramas donde impugnamos una colina a las nervaduras.
Y una superficie presagia con nombres de hollìn en el pelo.
Una superficie con relatos de coral nuevamente en el vidrio.
Una que otrora arrojaba habitantes y colecciones de uñas.

Y que hoy celebra, la muerte del destello en los cachorros.








El Vacìo de los Templos







Existe una hoja.
Tambièn una historia que muerde las palabras.

Existe como un ecuaciòn alargando los rieles.
Como una miscelanea de la brisa mordiendo los juguetes.

Hay un reflejo en el cual algunos brillos 
duermen y otros despiertan.

Uno que se ensimisma desde los perdigones con
nauticas leyes de bolsillos y orfebres.

Por lo demàs una lampara que por la noche
camina sobre el opuesto del nihilismo. A tal silencio
uno de los otoños le llamò dialectica.

Y quizà sea asi. Quizà existe una hoja que
por la noche atraviesa este recinto llena de casas
o sexos donde una mortal sepia asciende.

Un recinto donde los animales sueñan con los
puentes y los versos brotan endemoniados hacia una
bocina que anhela un grillo.

-es una hoja que no està cubierta de pisadas-

Que camina en el sur con una abstracciòn que acontece
màs o menos bajo la hierba.
Acariciando siempre
la tierra o acariciada por ella, para el caso es lo mismo.

Una hoja en la que respiramos hasta la caida del sol
o los huertos del verano con sus trapos celestes de
muelles y bolicheras cuyo encantamiento
reside en un crepùsculo a lo lejos
poniendo entre nosotros y el mismo màs de un horizonte
como distancia.

Una hoja que precisamente es esa distancia.

Pero nosotros creemos que no es asi. Que 
originariamente nos encontramos entre los solidos con
toda la experiencia de la espuma en los cabellos.

Y està bien, cabe la posibilidad que sea cierto, pero
tarde o temprano nos encontramos con esa visiòn
donde todo es inutil.

Y queramoslo o no, ese todo -irremediable- se encuentra 
vacìo como un templo.







lunes, 28 de marzo de 2016

El Camino en Circulo






El camino viaja en un circulo.
Galeras de carne se detienen en una manzana.
Dosis de cabelleras unen en las veredas
las avenidas.

Pasos de brujulas y un dorso con dijes secretos
en sus cabalgaduras. Yacimientos ocultos simultaneamente
en una paràdoja

Ejemplos de casas al final del mundo
donde el principio llena sus escafandras de semidioses
y los monticulos se vuelven grevas de tierra en
los cuales posamos los muelles.

Versiones de luz son heridas en el corazòn para
volver al resplandor de las cicatrices, esas que siempre
son un latido.

Versiones de manantiales llevadas por la piel 
hacia vertientes de escaladas en un exodo, donde el universo
desciende a la arena, igual que un relieve.

Cabelleras de agua en una luz marginal
escribiendo de adobes, tensando una raìz entre 
los monolitos, bajo profundas apariencias de heliotropos.

Finales de lluvia que unen el mundo entre birremes
y mochilas, semejantes a una pradera acariciada por lo 
incipiente, entre nubes y velodromos.

Oraciòn de una casa de leche
donde los naipes juntan un poema, un alabastro 
en èl de crines con martillos, una poblaciòn de rutas
y asideros.

El camino que hoy busca el circulo pero se
disipa en los àrboles con citas de helio.

Y en relacion a nosotros es sòlo un diafragma.

Una radiografìa de la luz que empieza a ser soldada
por las grutas de una lechuza en los cabellos.





Talòn de Hondonada





Escribìa muy cerca del talòn, era la hora de
la isla. Tambièn de lo irremediable y del
torpor en el velero conjugado por la fantasìa.

Escribìa ahora desde las botellas que desnudan anilinas.

Ahora que los metales llegan sin ninguna transgresiòn
de los cometas. Empalados por una abstracciòn
en las sienes.

Debajo de tulipanes, con un veredicto
hecho de piscinas.

Con un vicio de madera degollado por lechuzas.

Entre los menguantes y lo febril.

Tensado por una calle en la palabra.

Herido por este sol que indica a la tarde en el
hemisferio, el posible origen de la vida.

Origen que parece escalar a veces los crepùsculos.

Escribìa cerca del muelle, junto al viaje de un
hormigòn, separado de la estrella por la cual se inclina
una sortija a la luz que escarba intelegible
en un calendario de vapor semejante a los màstiles.

Con un faro en los labios.
Con la pronunciaciòn de la palabra en los
cuadernos, en las transfiguraciones, mientras la noche es
elaborada por una uva en los parpados.

Escribìa sin ningun oceano.
Desfigurado por los circulos. Entre fragancias de eter
o melodìas que juntan en sus huesos la imagen de
un poema con latitud de inocencia u oscuridad
en los arrecifes de un timpano.

Tan cerca de la medula.
En los pasillos donde la bruma despierta antepasados
y un cerco de monitores nos posa en las grietas con
un ideario de hollin dormido entre las 
colinas
donde otra realidad parece anhelar el espacio.

Tambièn el tiempo.

Esa otra atroz capacidad de la arena.

Recogiendo de las dunas, solamente esferas.










Bastiones de Hisopos





El destino del barco abandona la casualidad.
La iridiscencia llena un ojo amarillo por la noche.
Una mandibula es conducida por el ala de una mantis,
hacia una plaga.

Indices de escarcha en un pasadizo de rieles
con tirabuzones. Cabañas al final del escarlata donde
nos alimentamos de chimeneas.

Faltas de ortografìa en el hollìn y en las semillas
el orin de las calcomanìas.

Gestos de sol en un peine, donde podemos
abreviar una particula de zocalo.

Primaveras de nervios en una amapola que besa
el seno de los cascos.

Noticias primigenias de coral en el surco.
Referencias invadiendo los rostros de un edificio, 
mientras la luna duerme en los flecos.

Manchas de iglus en un hipotalamo.
Soledades de elixires entre bastiones de hisopos.
Tejidos de polvo en un astro crudo.

Nervaduras como el peciolo en el ministeerio
de la sangre, junto a capitulos de atomos. Misterios
de la espuma en el candìl del tigre.

Tarde de frutos en las alcantarillas
cuando las cartas de los minerales asedìan las palabras 
encerradas en el fosforo y volumenes de frìo irradian
objetos profundos, semejantes a aquello dictaminado
en algun punto por lo remoto.

Tardes de iniciaciones con una ventana en la realidad.
Tardes de organos en una rodilla. Estrellas con un latido de
arcos, testimoniada por branquias y peces-lunas.

Estampas de vidrio en una canciòn.
Faros de purpura rodeando terrestres simulacros de 
buques en el interior de una sincronìa.

Faros donde arrastramos el ruido del sonido en las leyes.

Y es entonces que dejamos al sol abandonar la realidad.

Para que esta sea una noche eterna.





Luces







Las luces se prolongan y se ciegan al llegar
este dìa a las sombras; debìa manifestarse lo
contrario. 

Notas preliminares de sonidos en un lugar
apartado de esta casa, donde una brisa eleva
una lampara y la teorìa del grito en una pared de
sal que aùn se extasìa.

Aliento de aquello encerrado por una enramada
tomando el pulso de los ciclos.

Vida occidental del pez en una ciruela.
Presagio silencioso de un cuerpo entre la monotonìa.
Calendarios de arroz en un puerto donde un
animal se despedaza entre lo herviboro
con maquinas de acero.

Las luces.

El lenguaje en ellas a veces desentierra las cosas. Evoca
las distancias de una boca a otra, de una vena a otra.

Entre los cabellos avanzan desiertos morados de
craneos. Un oido azul despierta con su joroba.

Entre los cabellos los eventos pertenecen a
los caracoles y las estalactitas este dìa. Nosotros
suponemos que para ser un evento debe alejarse
de lo moderno.

Pero, què es lo moderno?

Dibujos de exilios. Calles de supersticiones
para el pètalo atravesado por reflejos lejanos del
oceano, llevando esta noche su papel de minotauro.

Su tez mitologica.

Las luces caminan como bolidos. 
Recorren los exodos. Originan los puntos de la 
hierba en un monte si asi es necesario.
Padecen de telekinesis.

Tarde o temprano todo eso serà tan menesteroso.

Y nosotros sòlo buscaremos el arnes, el pendiente de
pue donde una monarquìa arroja sus dados.

Y donde todas luces del universo, junto con 
las brillos, oscilan.










sábado, 26 de marzo de 2016

Igual Que Auroras






La docil estrella de una hoja repartiendo
sus murallas en un valle de agujas.

La docil estrella que era el mástil de una escama
de circulos.

Que incendiaba sus lomos en un barco y se
preparaba por la noche para encallar en las palabras,
ya sea en forma de átomo o poema.

La docil como un trapo de leche a la llegada de 
los tornasoles.

Cuando los hombres arrojan sus prefijos sobre la 
hierba hasta que ese hecho se convierte en ancla, en
pergamino que cita sus huesos en el tiempo, entre 
bocinas de sal y maquinas de pelo, todas llevadas a la
oración por constelaciones de espumas y el acento 
que ofrece el ritual en una moneda, pagana y ancestral
como un farol en las conchas.

Que arranca en las cartas lo violaceo que adquirió
una mejilla.

Que se junta en los parpados para sabotear tinieblas.

Y mira en el espacio con un horoscopo de soledad
en el rostro, humedecido por oceano de timpanos.

La estrella que se separa de la palabra y tiene notas
de plexo en las uñas, que mira panteras desde el aliento
y encamina sus pupilas hacia botines de seda cubiertos
por las zozobras.

Que despierta un barco, que crea los zocalos del pleamar,
que inunda las cavernas de verbos, todos escribiendo
en el sueño como las piramides y el extasis que reconoce
por la noche entre el vuelo de un murcielago la hierba.

La docil y negra estrella del planeta, sumergida en un
pretil y los lirios que se alzan encima de una vena.

Entre las culturas del periscopio y del balde. Entre
caminatas del sol al desierto o que más da una duna sentada
en el parque, donde todos los ejes son monstruos fidedignos,
igual que auroras.







Fantasìa de Grasa






La noche que empieza a disiparse.
El brillo secreto del mar en una azotea.
La postrera luz del crepusculo entrando por la
puerta entornada.

Los rascacielos de leche en el interior de 
un amuleto donde el agua bebe de la piedra.

Los sonidos del corazòn rastreando uno
de sus sueños, el màs proximo a la
ceniza y la arcilla.

Los colores de una puerta donde la madera
tambièn alcanza la textura del elixir. La naturaleza
de àrbol en ello.

Sonidos de polen en una grabadora. Lenguajes
de sal asediados por un tallo. Fieles cometas que nos
siguen a las tumbas convertidos en bronce o el
rostro de nieve en una escarapela, donde galopa
la catapulta con un microscopio ciego.

Y la ciudad de crespones en lo vesperal. Los
espejos nocturnos de muselina en la pata de una hormiga; 
aquella que desciende de las brujulas como un hombre
mimetizado con las cosas, tanto asi que ya no podemos
separarlo de las mismas.

Tanto asi que aqui vagan ideologìas preliminares
de leyes; todas idealizando una parte del verbo donde la
huella mide extremidades del plastico.

Manuscritos de perdigones en un volumen de estrellas.

Constelaciones que dicen irse nuevamente en cada calle.
El respiro que antes de la noche responde a un abalorio con
solitarios naipes.

Constelaciones que llegan de la noche empujando un
jinete de crestas a aquello llamado locura; nada màs que
un marginal suicidio de cisnes.

Todos acariciando la fantasìa de grasa
en las mesas.








El Cristal al Abrirse





El cristal al abrirse nos dice lentamente
el nombre de lo antiguo. Paginas y cadaveres de
agua son las palabras ahora en el aliento.

Páginas y funerales de una silaba que entre
grutas de leprosarios, abrazamos.

La magia como una piedra filosofal vuelve a 
separarnos de relativas inocencias. Los relatos 
vuelven a ser despedazados en el musgo por teorías
de humedad y placer.

Castillos de agua ascienden por la hojarasca
igual que un grito transparente.

Las preguntas basicas de de los imanes
se encaminan con su renacimiento a la luna.

Astros de plastico dejan dejan un lugar en su cuerpo
para la casualidad del barro y las estrellas.

Microorganismos se deslizan entre los atomos
tomados por el genero.

Platanos como el pensamiento se suman a una quijada
y entre coordenadas de vidrio apacigua una nube
un canto de tijeras.

Los mandiles descienden buscando la metamorfosis
de una anguila en una ranura de humedad.

Principios de ladrillos en los cuadrados de la playa
donde un dinosaurio emplaza la palabra primera de la
araña.

Motivos de luz siguiendo a las imprecaciones son
el año de un farol en las aletas.

Palcos de entrañas donde el pàjaro busca su invierno
de sangre en la belleza. En el escarlata de los consultorios
sobre todo de aquellos que ocultan leyes en cada una
de sus palabras.

Citas con el rigor en una calle encerrada en el magnesio.

Abecedarios en el articulo -noètico siempre- de una
episteme en la encìa, conjurada por un genesis o la
persecuciòn de una rada en las sienes.

De regiones que escriben una y otra vez en las anclas.

Y arrancan iones, se desnudan y vomitan.






Las Humaredas del Insomnio





Los seres en los parques celebran sus mitos
con una luz de feria.

Esferas de serpentinas recogen sus horarios.
Una y otra luz de astro, crean conjuntos en los
sudarios.

Brotan las aves con su monotomía en el cielo
buscando lunares de sal en un cirro.

Iguales que barcos y peces surrealistas ascienden
por una chimenea de insomnios.

Barcos semejantes a una placenta o un tempano 
de hielo en los temblorosos ojos de un evento
en el barro.

Son seres de parques ebrios de carbones y periscopios
llegando de sus casas con un submarino en el cuello.

Silenciosos y antiguos como un mineral de canela en
la boca, buscando topacios entre los ojos del deseo.

Seres encantados por un amanecer de preguntas
cuando apagan sus linternas.

Escribiendo del ser en las sal y las colonias, junto
a medidas de lamparas que levitan en sus escencias.

Son vagones, trenes de cristales y razones en sus ojos
llenos de identidades y figuras sagradas.

Llenos también de tambores y valles de sortijas
entre enredaderas de olas y de trigo.

Sudorosos como un poro de rendija en las manos.

Seres como un tren que parte a las lagrimas con una
danza de zinc en la boca.

Son manchas de citaras en los rasgos del pudor,
imagenes de cera que pertenecen al fuego.

Caminando por la noche entre universos
de llamaradas sin una gruta.











viernes, 25 de marzo de 2016

El Grito Boreal del Molino





Algunas murallas describen un día.
Otras despuntan a las brisas que duermen en
la visión de un catalejos.
Seguidamente -no sabemos porqué artificio- logramos
construir una estela.
En ésta filarmónicas y conservatorios se doran
febrilmente, como en una noche de crines
y molinos que desembocan
en el ambar de un helice,
de una sedición llevando un cronograma de
limones,
de violines y junto a ellos el eter,
cabizbajo y lleno de recogimientos en una casa
donde los suburbios a lo lejos florecen
entre astillas de halos 
e incursiones de reflejos.

De rascacielos adheridos a una casa de coral 
en un martillo.

De rascacielos que llenan los lenguajes de hojas 
y desnudan en los filamentos la herida de un dón,
el espacio que hoy llamea entre monólogos,
lo que en el azucar es cautivado hasta el fuego 
o los grevas de una llama,
situada por la luna en los senos de la porcelana,
en los brocales del viento, mientras la brisa
determina una ojera y
en ella el extraño pasaje del oido hacia el termino.

Nociones de evocación al final del vagón.
Espacios que colocan al trueno raido del espacio 
en un sueño erosionado por las cartas,
aquí la flor vuelve a ser una cavidad de la lampara; dioses
de aluminio en la memoria. Cielos como
si el oceano descubriera en el hemisferio, una nota de 
zumos junto al alamar y el réquiem para
un tatuaje.

Coloquios que sumamos un día a los tramos
de una silueta, donde los universos
presentan sólo un circulo, una 
forma de agua que describe los árboles,
el tallo de una araña
devuelta silenciosamente a las radas por 
las proas de un talón que pisa
un cine.

Y asi el grito boreal de algun molino empieze.






Historia de un Relato







El hombre posee un relato.
Según el mismo no intentará vivir para 
siempre en los jardines ni se alimentará de hojas.
Al margen de ello visitará de vez en cuando las colonias.
Sin esperanza alguna de ver a los virreyes.

! Pobre de él, si no llega a hacerlo!

El hombre además lleva un pedazo de morgue. No
es exclusivo de él porque todos los seres sobre la tierra 
lo llevan, se halla en la sombra del latido, lo cual nos hace
deducir la existencia de un corazón. De un rifle que toca el agua.
De un espejismo industrial.

Algo en él está constituido por una iguana. Parece que llevara 
algo en la ingle pero no estamos del todo seguro. En lo
personal si tendría que hablar de él, diría que lo acompañé
a construir su lucidez. Cosa que acabó en el momento de
la pretensión.

Escribe de las cosas porque no está muy seguro de ellas.
Las busca sobretodo por la tarde hora en que las cosas
sobreentienden los idilios. Se sobreentiende que es un verano
y en el crepusculo las arañas son verdes dado que son
atropelladas por los automoviles.

Y el relato que posee aquel hombre data de la era de los
caracoles y las cigarras amarillas. Su narración habla del 
evento que lo dirigiría nuevamente a su casa, pero sencillamente
ese hombre no puede regresar.

Y a continuación, todo está lleno de anticristos y de 
rosas.






La Ciudad Sólo de Puertos





El nombre es de acrilico.
Abrazó a las puertas y los meridianos.
Tuvo el placer del ir y de la hoja. Escribió de los
puentes en un salmo. Camino en la
subjetividad de los
plasmas.

Luces hipmnoticas de velos.
Exorcismos de angeles en una ciudad sólo de puertos.
Manchas de andenes con poetas crucificados en sus trenes.
Señales de follaje en un diseño solitario de nubes, aparejo que
llega del oceano a una colonia. Balsamos de minerales
entre el espíritu de la sepia.

Estrellas de semanticas inmensidades.
El sol en la linea después de un amasijo. El huerto en la sal
y los pedazos de limbo sobre yescas de verbales
anatomías en una libelula.

Extranjeros de un punto en las alhambras.
Espejos de maniobras junto a una trayectoria de dioses en
una palabra encerrada en las transversales del nombre,
del ritual en las pupilas, del fín en los vientos
con petalos de anilina.

El nombre es de metamorfosis.
De desnudos insomnios llegando al principio de las velas.
Ríos que impregnan los salmones de objetos como
las plantas o el vacío rosado de un rosicler
en las sandalias.

Inclinaciones de espuma en los himenes.

Inclinaciones de templo en el pubis de una boina
donde un ejercito de bolicheras se
despierta.

Luego de atravesar dormido el ritual de la visión
en la sangre.




Los Sueños de un Pelicano






Hoy no sabemos qué lecho es indispensable.
Los ríos de los árboles vuleven a las máquinas
para extinguirse en la fiebre de una fogata.

Noticias de idus que llegan de los peces, con 
borrosos nombre de hegemonías.

Siluetas que caen del camino de los barcos
al oceano.

Estrellas que en el salmo dan paso a la aurora.
Historias de jinetes sobre un universo de trasatlanticos
con una botella dorada en los nervios.

Parádojas de sed igual a una daga
donde los números llegan al aliento igual que una 
cita dorada de fuego en el sol, semejante al dorso amarillo
que en algunos sueños une pelicanos de mancia
en los muelles.

Paradojas cuyo aliento formaba el principio de 
algunos objetos.

Medulas y heridas como las cicatrices formando
un continuo ciclo de ruinas entre las multitudes.

Leyendas de algodón que ascienden al pelo, con 
paisajes desapercibidos de veteranas iglesias, al lado
de un galeón.

Pretiles de fosforo reconociendo el mundo
prehispanico en una cuchara. Historias de galgos a
partir de una manzana uniendo pieles de color
rosado en un punto.

Donde una crisalida a través de la transformación
inicia el vuelo.

Uno dotado de bacilicas y clarividentes.






jueves, 24 de marzo de 2016

Las Mismas Preguntas







Escribì que llegarìa a la noche antes que èsta abandonara
los arrobos. No lo hice con la intenciòn que fuera algo profetico.
Eso hubiera sido absurdo.
Lo fuì marcando nada màs en el cemento con las procesiones
y el nihilismo que tiene la lluvia cuando se desnuda
en la memoria. Y sòlo queda la idea.

Tambièn escribì que guardarìa una oraciòn para las cabelleras
en caso el amor dejara de ser un devenir y las conchas
lo guardaran con un ser de urnas en el craneo
dividido del rayo de sol por el pelo.

Miremos el mar ahora porque nunca tendrà el mismo sonido
ni sus percusiones volveran a retomar ese dramatico paso que la
belleza llenò de celulas. Te preguntaràs porquè nos  han
devuelto el sonido. Te preguntaràs porquè la mirada
nos ha ofrecido màs que la inmensidad y los ciclos
de la figura. Eso tiene que ver con la figura pero es otra pregunta
inconquistable.

Son las mismas preguntas que me hago.

Escribì que tendrìa un dios en cada una de mis puertas
cuando regresaran por mì los diluvios, sin embargo todos parecìan
dociles. Còmo temer a algo docil en una estampida de agua.
Me pregunto nuevamente còmo temer a las arcas que llegarìan 
con ellos. A los zoologicos en sus interiores.

Transfiguraciones de cera debajo del polvo.
Ecuaciones de sal y poliedros en los apendices. Gestos
de olivo en una casa diseminada por los equinoccios
y las inmensas determinaciones de la sepia,
sobre aquel equilibio que a veces coloca la rosa 
en una analogìa donde intentamos
encontrar cosas comunes a una crisalida o los mitos
de una libelula en el rostro de una ventana
donde aguarda un suicida el color de cobre que algùn dìa
inevitablemente se pronunciarà en la mañana.

No sè què mañana serà.

No sè el nombre de su estaciòn, ni logro determinar
los pasos de los seres que emanaràn en ella como voces de
aceite de un cretaceo.

Sòlo sè que son las mismas preguntas que te haces.

Sola, absoluta en ese silencio que se deshilacha como la
espuma de la ola en el oro de la resaca.










El Recogimiento del Astro






El oceano cae en el pelo como una corola.

Y hay dìas suspendidos entre la rada donde una 
amapola mueve sus oidos
hay dìas como el veneno o los mensajes de
una carta en las patas de una araña. 

Existe un bolido en su vientre que parece
una clepsidra.

Me pregunto què tiempo mide.

Y pienso ademàs que siempre tuvo 
el mismo color. No creo que fuera diferente.
Es un color de tela disecada en los frutos.
Es el matìz de un tatuaje lleno de engranajes de
polvora.

De un elixir que llama por la noche
y se aleja de los puertos
con una ola  de bronce encerrada en la boca.

Yo pienso que hay dìas como de ira y hojalata
como los que irisa una citara entre la fiebre sin saber
porquè. Iguales y absolutos en una casa donde
el poema busca una salida entre las
cartas.

Hay dìas que son boreales.

Llenos de torres por si acaso intenta descender
un astro.

E ir en busca del recogimiento en su altar.



Los Siglos de la Mirada








Aprender a escribir,
Dejar una cualidad en el todo.
Olvidar por la mañana el adjetivo cuando 
diminutas ceremonias de chimeneas me inundan.

Llamar al diamante desde pequeñas oleadas
de mantequilla. Construir menguantes de sal para
volver a la luz como un rumiantes.

Pensar que toda metafisica es una hoja y yace abandonada
junto a un elefante cuando es disecado por un
instante.

Ser la imagen profana de un proselitismo
que viaja entre agujas por la noche.

Aprender tan sòlo rodeando las cosas que el mundo
trajo para si mismo. Cosas empiricas semejantes o diferentes.

Objetivos amarillos donde los camposantos unen sus grilletes
y los bozales de la continuidad se peinan.

Aprender a escalar.
Subir a un musculo. Recoger el sudor de cada gota en
la frente de modo que sòlo quede una gota. Caminar por un
puente de gerundios. Preguntar a la gramàtica por el 
modo.

Dislocar. Ser dislocado a cada instante por la realidad
en la mente.

Llegar a esa mente lleno de pasos que indiquen
al viento la direcciòn de los buhos.

Las casas donde se juntan para buscar un dije en los
pendientes.

Describir. Humedecer. Juntar una mariposa a una 
vela. Escribir de manera que el oceano encuentre a cada
instante sus ojos.

Y nos ofrezca los la mirada de los siglos desde sus ojos.





El Rasgar del Velo





Hasta donde sè habito uin barco.
Salgo muy temprano con la esperanza de 
reconocer una flor y lo ùnico que veo al acercar
mis sentidos son a lo lejos las siluetas de los automoviles.
El peso de uno y otro viandante, ello lo deduzco segùn 
la textura del sonido en sus palabras.

Y hasta donde sè hay un dìa para cada paquidermo
que generalmente es secreto y es arcano como la luz
de un misterio africano, compuesto ademàs por 
extraños rituales.

He visto violinistas en mi llegada a los lampos.
Me he hallado con eufonìas y trajes vestidos de
brazaletes en los muslos y a veces confisquè peciolos
a las cenizas de todas las veredas del mundo.

He escrito de los objetos porque basicamente 
no sè. La inpiraciòn no sòlo està hecha de musas, 
la inspiraciòn es sòlo la màs profunda
ignorancia.

Hasta donde sè hay un nudo. Una saga hecha
de nueces que rota por los zocalos. Una membrana
donde los cartilagos de la vida renacen y horizontes
como los nubarrones, recorren la tierra.

Me he vuelto a encontrar esta noche con esta
soledad por esos paredones abandonados que por 
coincidencia encontramos por la naturaleza mientras
caminamos, eso sì: llenos de gatos.

Hasta donde sè esta vida es una ventana. Una
ciudad donde los silencios de un patio, podrìan ser
descifrados por los mìos.

Aceptando siempre y cuando que la vida que llevo
empieza con un velo.

Y lo ùnico que harè todo el transcurso de la misma
es rasgarlo.









Hemiciclos





Aqui existiò un hemiciclo.

Puedo intuirlo por la caida de un puente en las
yemas.

Logro intuirlo por una junta gràfica de obreros
cuando se unen por la noche disputandole al horizonte
un pleonasmo y al satèlite una cesta
en el color del jade.

Veo por ello el marfil en las legañas, proponer
a los hombres un dìa como el mundo hecho
de izares diàlogicos y paredes
que caminaron y encontraron un sentido al dìa.

Y en apariencia lo encontraban al cruzar el rostro
de una palabra.

Aqui aparte de un hemiciclo, existiò un tabernaculo.
Yo he leido algunos escritores judios y de todos recuerdo
un poco màs a Kafka. Quizà sea porque inventò un ser
que vivìa entre las escaleras y su risa no tenìa pulmones.

Existiò tambièn una caligrafìa.
Un talento como el mar que perteneciò a los otros.
Un talento como el mar. Lo desconocì en cada uno sus actos
para reconocerlo a travès de su sombra. Yo lo evitè.
Yo siempre lo evitè al final de todos los
coagulos.

Incluso despuès de un subterfugio
justo cuando un resplandor cristiano era coronado
y las tradiciones vuelven a leerse entre si mismas, para
llegar a lo moderno.

Aquì existiò un calle, no era de hollìn, era de cristal y lleguè
por la tarde mostrandole las urnas que llegan de saliva
las pisadas. Yo lleguè siempre como un satèlite
girando ante una casa de dolor en el alma
y otra menos dolorosa en el espìritu.

Paralelamente las axilas eran derramadas por los cuencos.

Y eso era todo.







Sobre el Dòn








Un dòn: junto a èl
quiero una hoja de polen. Un paramo
fijado por la soledad junto a una liebre. Un 
nùmero que se transforme como el cipres
en silaba.

Quiero un dòn debajo de la encìa.

Una casa donde duermen los halos y las
circunferencias diseminen el mal de una estrella
entre semidioses de bronce.

Busco un apendice, un final de prologos que 
sea mayeutico e indique a la heirba el sendero de
los zoologicos.

Un horoscopo que me hable del tiempo terrenal 
en cada una de mis nervaduras y asumiendo que cada
una de mis manos es un tallo, quisera a travès de
la imaginaciòn, hallar allì galeones.

Quisiera llegar a un panal.
Conectarme nuevamente con los solidos.
Movilizarme en esta casa como lo hace un himno en 
la alameda o entre
nativas aldeas donde un paraje se convierte
en sortilegio al llegar al relieve.

Busco una casa donde pueda llevar mi existencia
sin pensar otra cosa que el dìa. Atarlo a una hoja si
es posible; una hoja que posea el maravilloso
incendio de todas sus palabras.

Quiero esa hoja entre niveles de radiaciòn.
La quiero nuevamente ahora que el crepùsculo 
empieza a bordar cosas inauditas para mì
en sus celajes: yelmos, antitesis, monstruos.

Un barco donde tambièn pueda vivir.
Un salmo en cuyas superficies pueda deshilacharme
en forma de tortuga o una uña digamos. Es todo
el mundo fosforescente que queda.

Anhelo una pàgina. En ella volver a ser dueño de
una astilla. De una sola astillas.

Hidrogràfica y versatil, llena de luz entre los ojos
de un conejo.

Convirtiendose solitariamente en una 
herida.







miércoles, 23 de marzo de 2016

Palabra






No llegar al final del dìa con una palabra.
No llegar sino con sus 
huesos.
Con sus retazos de humo de madera y sus
pedazos de linces.

No escribir sino entre oràculos.
Mientras las siluetas adoptan una bengala
entre las piedras azules de los
faroles.

Y prepararse nada màs para la 
escarcha.
Para las crestas y las torres.
Acaso para la criatura que abandona tu pelo
con un boeceguì de grasa.

No llegar sino es como un bàculo
o un cayado que no logra dar forma a los
sepulcros
y pronuncia lo arcano junto a antepasados
que aùn exilìan la inercia
el instante de un astro sobrenatural
abriendose paso entre las grietas, donde
la experiencia del carbòn
nos dice que siempre viviò
tan solo una libelula.

Escribir en el vuelo de esa libelula.
Vocalizar una palabra en ese mismo vuelo
lo maximo que se pueda.

Caminar en una garganta en las
uñas.

Pasear nuestros eclipses entre humaredas.
concebir anclas para un barco
o en su defecto
seguir anhelando en los motores de una
humareda.

No llegar al final con una palabra.
Tampoco muchas, ni siquiera las precisas,
mucho menos las
exactas, es decir aquellas que se
dedicaron toda la vida a la caceria de 
los talismanes.

Tan solo ser como ellas.
Intentar ser como ellas.

Por màs que ello sea a veces 
absolutamente desconocido.







Nombre





Creo que como todo posees un nombre.
Tambièn como todo ese nombre no termina de
definirte. Es sòlo un espacio, una semejanza para que
no logres separarte del mundo. Porque una de las cosas que
hace el nombre es separarte del universo al definirte.

Yo creo en ello que es el nombre, desde este atardecer en
que una crìa aprendiò a masticar y percibì que alimentarlo serìa
de ahora en adelante màs simple.

Mira los colores de este crepùsculo. Empiezan a desbordarse
en el hemisferio. Es inutil que el sol los oprima sobre si mismo,
todo lo contrario. El sol para existir como crepùsculo tiene que
derramarlos.

Un nombre. Como todos se ha engarzado en la nieve mientras
dormìa.

Tù y el nombre. Con èl, te has adherido al oceano como lo
hace un alameda. Has puesto en su corazòn jirones de silencio
como lo hace una amapola. Intentaste ser sustituida en los
puentes por un tatuaje que llega desde los pedazos
donde las calles son fragmentadas hasta ciudades de 
ironìas o el celeste mal del oxigeno.

Apelando a los girasoles instruiste en el caudal tu gimnasia.

Iniciando entre tu transparencia esgrimas de agua.

Y yo.

Yo desde lejanas orillas te enumero.








Debajo de los Caracoles




Paseo de dios.
Poema de sal en una higuera.
Srotalo semidormido en el bulbo.
Historia de nervios a travès de la transparencia.
Nombre del grillo màs azulado de la regiòn
bajo cartilagos profèticos.


Lenguaje del ser.
Abismal como una maldiciòn buscando mariposas
en los puentes. Asteroide cuya latitud habla
de un cuerpo con hegemonias de 
barro en su temple.

Caverna de ensueño.
Un ensueño femoral. Psicologico como una
mañana llena de idolos en un aposento, bajo coreografìas
que despiertan un estambre, una nota de
peines para occidente.

Paseo de dios.
Alcanzo a alimentarme esta noche bajo una funciòn
de lexicos. Midiendo siempre la casa donde vivo.
Mirando tan de lejos a los leñadores que 
existen en ella.

Viajando siempre, siempre en los atardeceres
debajo de los caracoles.







Naufragio







Es necesaria esta hoja que deposita en las
entrañas una nave.

Es indispensable esa tarde acompañada en
un parque de prologos y mecanografìas, como 
las que abandonan los cabellos.

Es escencial una rama junto a un sudario
recogiendo las epopeyas de una bacilica.

Son enormes los lenguajes que se disecan en 
las nubes hasta formar sus huesos.

Son inmensos como una habitaciòn de llaves
y rieles iguales a los que residen en un cuerpo.

Son extraños los nombres misteriosos de las
xilografìas grabadas en una mirada.

Son exoticos hasta que un principio riela
su llegada a la imagen con un mundo de enigmas.

Es necesaria esta palabra porque es aquello
que extiende una vereda y prolonga al infinito
la existencia de la misma.

Es necesario este idioma, llenando de semblanzas
los rascacielos y combinando sus ciclos de fosil 
en el cemento.

Son necesarios los bloques, las estrellas de una
reflexiòn que toma del caracol lo verosimil
hasta convertirlo en dije.

Esta medula.
La puerta de una iconografìa que sale a recibirnos
con una sonrisa ligada a los contratiempos y
paraguas.

A los pedazos del higo entre los algodones.

Donde tarde o temprana naufragaràn nuestras
quimeras.







Poema








El dìa camina hacia el sol con un bozal, en
una especie de trueno.

Crece en esos apetitos que llegan del 
horizonte con una marea, bajo fuegos que 
iluminan aquello que llamamos telescopios.

Entre los parpados de una elegìa, bañada
en sus aristas por cuerpos. En sus imagenes
se ahogan horizontes de cupulas.

Altas las cadenas de un pertrecho quemando
el lenguaje de sus citaras en un
megàfono.

Proximas avenidas de aletas en una vereda
donde el sol desfigura un equinoccio.

Placentas de agua en la fiebre
de una carta, convertida en acertijo por los esquimales;
estropicios de las laminas segùn los alcoholes.

Edificaciones de opalo entre el ambar; como si
volvieramos a escribir en los trenes.

Bàculos de sombras a travès de una mirada
cautiva en los eventos de las transgresiones. 


El dìa camina pero se desvanece.

El dìa llega al sol con un tallo de coral en su boca
donde todas las ceremonias se transforman
en rìo.

Ese dìa busca en la hoja como un animal que
empieza a devastarse en una inmensidad
desnuda, hecha de cromo.

Donde los hombres y los dioses duermen.







martes, 22 de marzo de 2016

Las Veredas del Destello






Ideografìa del mar.

Centelleo de una cadena donde la
visiòn es el arquetipo de sal en un cadaver,
disputando su postrera luz a los colosos.

Titanes como dromedarios de goma.
Seres que en los granos de un atomo dibujan
salinos encuentros con una llamarada
de adobe quemando el pecho.

Dioses de agua tomando una cigarra del
idilio, diana del oceano que hoy se traslada entre
helicopteros, separandose asi de los diamantes
que se esconden en el fondo de sus aguas.

Dioses de grevas con una idea colonial de 
la marea y la luna que acaso es un arca llena
de dicotomìas.

Comentarios e inquilinos de celajes con
movimientos de baules, mientras las bovedas
se entrelazan a los muelles, a los pabellones
en cuyos sacrificios es concebida la realidad 
de manera que sòlo es manejada por 
los nùmeros.

Torpores bajo escencias de estacas, sobre 
novedades de inquisiciones y plateas, esbozando
un fuelle, un rosicler virreynal en los nudos.

En las carretillas de sol en el polen. En las 
palancas donde dorabase una pupila llena de
milenarios dìas de ozonos y cerillas.

Estrofas de un mundo intelegible en los
zoologicos junto a marginales horoscopos y
azules de hiedra en la crispaciòn de una
medula.

Seres botànicos como la pubertad.
Seres y birremes envueltos por las copas
donde seguramente se inmolo un trueno
una intuiciòn buscando sus relampagos.

Y su mundo perdido en las veredas del
destello.







Los Escarpines del Universo







Vocaciòn del ala en una casa donde
habitaban espectros a la salida de la luz,
cada uno llevaba una corona.

Marchas de vidrio en un alfabeto que
determinaba el encuentro de las hojas con
una palabra.

Nùmeros de zocalos en una civilizaciòn de
estambres y pistilos, llegando al corazòn
con una araña.

Liquidos y entrañas donde los hemisferios
recrean una prosa de murcielago colgado
de la arena.

Entre las silabas y la hermeneutica de una
teorìa donde el manuscrito eleva el deseo 
hacia una muralla de mitones.

Vaporizaciones de lucidos dibujos, buscando
una flor en los reflejos de un tallo, masticable
entre las sentencia de los dinosaurios.

Extasis del vuelo en una saga de planetas
bifurcados por una polea, bajo silencios que 
siempre son alrededor de los ojos.

En las pupilas, con un tirante de lustros 
llenos de cavidades antiguas entre los
cabellos, donde una constelacion forma sus
grutas.

Sus nociones de cal, sus veredas de escamas
una noche de peces, escalando por todos los
precipicios del mundo.

Siseos de un yelmo en las antorcha, donde 
las leyes adoran la creaciòn de la goma, entre
colores y estremecimientos de ocasos.

Del racimo del telefono creando otra vez.

Huyendo sin saber porquè de las baladas de
los daguerrotipos.

Y de los imanes que caminan como sonares 
en todos los escarpines del universo.











El Reloj Celeste





El reloj es celeste.

Yo no lo sè por que los barcos lo han
colocado en el cielo.

Lo sè porque estoy dormido.



Edad de Aluminio





Por algùn lugar del lenguaje amanece.
Luces prehistoricas de nieve junto a un lagarto.

Nieves semejantes a la hoja en un camino de
estelas.

Fricciones de cuarzo a travès de un boreal topacio.

Maritimas nueces despuès de un cansancio al final
del crepùsculo, cuando extraños son los objetos 
que proyectan sus siluetas.

En algùn lugar de las representaciones
cuando el violeta es el manifiesto del fruto en una
ballena o lo que pronunciamos deja de ser semejante
a un hilo.

-es la tela de un higado que es sintetica y
deslumbrase-

Efigies cuyos vaivenes son siluetas de un prisma
con orientaciones sagradas.

Barcos iguales a luces màs alla de la nube con
marcos de carbones.

Linternas de ubre sosteniendose sobre una mejilla
de àrboles, todos insinuandose. Todos como un parque
de relojes que enumeran sus palabras entre
bucolicos incendios de colores.

Mitologìas semejantes a un cretaceo o la piel
de un descenlace.

Ciudades que renacen en los roces igual que
un crotalo.

Supersticiones al pie de una aguja con ligeros
acordes de cucharas.

Tendencias de eucalipto entre mejillas de
profundos manantiales donde viviò el hechizo.

Y donde las cosas sòlo se adhieren e hipnotizan.

Como una nervadura a esta edad de aluminio
en la boca.







La Palabra en el Aceite






La palabra llega muda al aceite.
Es de noche en las cabelleras de un aguila
llena de escaleras.

Es de noche en la mirada de un buho
completado por proselitismos.

Uno mira entonces el cielo, donde anidan
suburbios y animales. Ese cielo tambièn
es completado por una escalera.

Lo miramos recordando el color del botòn
de una historia siempre subordinada a
una hoja y la palida medida de los algodones.

Alguno de nosotros intentò crear un don
para ella, cada hombre sobre la tierra quiso
recoger las uñas de los faraones y los
morrales encerrados en su pelo.

Siluetas de bronce en el rostro. Pasadizos
de villanos y monstruosos verdores, junto
al aliento de una casa que viajò con el
crepùsculo.

Estaturas de sol en un el coral.
Lenguajes de buitres entre la ira con su
estela de bucles en el polvo.

Efigies de himnos en una oraciòn.
Ardientes capitales de un musculo con
simulacros de fantasìa en la nada.

Rumor de escalas en una garrocha.

La palabra llega a la red de una escala
liberada por la espuma del ser en una
gaviota.

Civilizaciones de progenie y alargues.

Marchas de rehenes en un atlas bajo
la palma de un astro idiosincratico.

Parecido a una armonìa, donde el poema
emerge con una cuchara de tela, dirigiendose
hacia lluvias con motines de cera.

La palabra llega muda al aceite.

Igual que la vida de la ilusiòn y el caos.








Episodios Ecuestres






La voz es un capìtulo.
Episodios de cometas siguen a 
las cigarras.
Empieza la persecuciòn de los 
origenes.

Inèdito el barro de una herencia
de escarcha, en las paginas de una
libelula, grabada en un tallo
por ciudades profanas.

Anonima la historia del gris
con un relente, estructurado por 
bajorrelieves y adobes.

Fabricas de helio en un trebol.
Huertos como fotocopias de un dìa
entrenado por la sangre en los pliegues
de un tapir, donde tambièn se
deslizaba un sueño.

Curvaturas de agua junto a un 
màstil salado, donde las efigies se
agigantan entre los mosaicos del
pelo.

Brillos de etiquetas que suplen
al barro en un adios de
cosmeticos, alimentados por
una piramide.

Ceremonias de plastico en un 
reloj de juguete, nombrando la 
cultura de un terreno con 
fraguas domidas en sus veletas.

Versiones de sol en un arrobo
donde la poesìa brota como
un fantasma
arrancandole un grito al inicio
de la noche.

A ese cielo tan azul que parece 
oirnos.

Pero no es asi.

Sòlo es un  cielo de caballos.









El Extraño Seno







Una ventana. El cristal sediento de 
pàjaros. Los nombres vanos y amarillos
de la poesìa en los àngulos, llevando botellas
de arena; clepsidras para otro tiempo.

Latigos de hule en el lomo de un hipotàlamo.
Latigos como los rayos del sol o la caida de la lluvia.
Ambos entre las superficies se desvanecen.

Reflexiones de un soplo interior en una cuchara.
Plateas de un eco sordo que llega desde las 
tinieblas. Universos con un epitafio de helechos
en los lenguajes de la brea.

En los arrecifes de un pistilo donde las hojas
se unen formando remolinos junto a una muralla de 
plastilina, rodeada por cabañas de nieve
junto a un subterfugio.

Una ventana, sobre ella una pocima.

La ràfaga que llega de lo profundo de un patio
donde las maquinas se sientan junto a ti en una encìa
creciendo encima de una mandibula, entre secretos
paisajes de carne y colinas en tu boca.

Bajo antilopes -màs abajo- atravesando tu extraño seno.






Exhalo






El mensaje es anterior a la luz.
Proviene de peciolos y variopintos drenajes.

Ha huido del sol con una branquia
en el pelo. Lleva adherida una monarquìa a una
de sus axilas.

Siderurgico y fluvial como una hecatombre
recorriendo altares de druidas en las cocinas de
kerosene, tomando una hoja del mentòn en
el instante del disturbio
sabiamente estructurado por los muecines.

El mensaje es anterior.
En èl asaltan los ejes y se dividen los alambres
hasta encontrar un invierno de prolongaciones
de asonadas sin ningùn altar
de molinos semejantes al calor màs extraño de
una casa; ese color que habitè durante
sueños
entre àngulos que diversificabanse igual a una
voragine.

Cartas de hambre.
Notas herviboras junto a un almacen.
Espinas sobre un recorrido de tordos y salivas
que se disecan. Muestras de nociones 
done la soledad recoge sus parientes
de las cosas, de los frutos
con overoles, de las esquinas donde vemos
brotar a un leviathan
de la hierba.

Del respiro de la rosa.

Un respiro que antes de llegar a si mismo fue
un exhalo.






lunes, 21 de marzo de 2016

Los Diques del Susurro






No son poses o trabajos oniricos
desprendiendose del oceano en una hora
en llamas. Tampoco son verbos del tamaño
del agua, comprendiendonos desde un trebol
de personas, derramadas por los acuarios.

Inutilmente la voz en la desidia de un 
horario de sed donde cruzan los minutos y
sus instantes son monotomos como un
atardecer que esta vez es sòlo de algas.

Tampoco es la flor que se religa o las luces
que se contraponen en una gasa de fosforo,
junto a un texto de albumina.

No es la circunstancia del nombre todavìa
màs azul por la noche, disputando una tibia flor
a la araña y llevando esferas de ardientes 
girasoles, en la raìz del pelo.

No son los llamados de la libertad en un himno,
la vida del lirio en las calles del ansia con 
lenguajes que llegan màs allà de los jirones,
tomados de las conchas, por el nacar.

No pueden ser las palabras o las flautas de 
un epitafio, conmoviendonos entre horarios de
muselina y paleontologìas, estrechadas por el fin
de un punto magnetico y el espejo que data de
un universo monolitico. No.

Ni el color del menhir en las uñas, con
antepasados divulgados por el eco de un tren
colgado de los efluvios y una caña de pescar en 
las enredaderas, como puentes de aguilas
abordadas por las sombras.

Parecen puentes inextricables de rumiantes.
Historias de omnivoros en otro corazòn.
La tasa espìritual de lo ajeno, la reliquia en
el tallo con pasajes distantes, bajo soles que 
sòlo anuncian la llegada del sueño.

Son todo lo contrario a los cimbalos: un silencio
absoluto que trae fragatas y se descuelga de los
mares junto a un trozo de selva.

Donde emigran los trazos, entre diques de 
susurros y de hambre.







Llegada a la Inocencia





Un idilio puede reconocer este pàjaro
cubierto por los ojos de los grillos.
Incluso la mente tiene un sonido de escarcha
para ello, que los tejidos aùn no reconocen.
Sin embargo aqui habita mitad de la piel
del cuervo.

Lleva canciones de cigarras como las que 
posee una uva.
Presiente igual que la escollera en una ola.
Presagia semejante a los astros.
Y seguidamente la flor desata algo ingenuo
entre la belleza y convertida en momento 
despide a las ciudades, a la lògica del cuaderno,
a la mistica de toda naturaleza.

Lecciones de baules llenas de aceitunas.
Craneos morenos en un jardìn de plata.
Serenos oxidos sobre la brea de la maleza.
Simulacros de petroleo alistados por el mar.

Percepciòn que la imagen recoge del ladrillo 
o el muerdago del zocalo, donde la porcelana
adquiere el caracter de los faroles.

Primitivos rituales de zinc para lo diluviano.

Y entre luces, aquellos proboscidos encontrando
existencia en un fasciculo de niebla. En un
encuentro con el reloj en la nuca.

Durante pavorosas llegadas a la inocencia.







El Tajo de la Amapola





Los navìos interpretan la memoria del agua.
Luego estrechan un recuerdo semejante a la 
imaginaciòn para recrearse a si mismos.
Tambièn se encuentran las saetas y los lagos.
El universo a base de silabas.
La conmemoraciòn de los rituales sòlo por
la luna.
Algo es -por cierto- fantastico, al formarse 
todas estas cosas. Estas astillas llenas de cal.
Esa actitud de la sensibilidad en los candados.
En los palacios de los iones.
En los musculos de aquello que llamaremos 
quiromancia en los reflejos de un papel.
Entre corazas de musgo y espectros.
Entre sienes de hojas y en la hojalata de la
sed un fantasma.
Luego una llegada al mar, sumergiendonos.
Una destrucciòn con alas de corneas.

Los navìos interpretan una llegada a los
barcos, una supersticiòn blanqueada por la magia.
Un lampo volcanico sobre las gruas y los lances
de los portatropas y la tierra llevando
escatologìas de multitud.

Y entonces surge el lenguaje de una cronica.
La llegada de la nieve de la boca del caballo.
La estatua en las cartas de una masacre tomadas
por la imagen; hasta allì llegaron buscando a las
lechuzas los navìos.

Ahora es hora de terminar este escrito, en èl
dejo esta historia con tajos de amapola.

Yo creo que sòlo en las dagas transparentes 
habitan los conejos.







La Intuiciòn en los Similes





Tras el oleaje la marea.
Y un muelle de algas irreconocibles
en la memoria.

Evoluciones de cera en el hollìn.
Platinos a travès de la tarde denominando 
lo exotico. Ecos de armonìa encerrada
en las venas.

Dìas de plastico en las vocales.
Hogueras de centros iluminados por nucleos
en cuyos àrboles reconocemos los ciclos de una
crispaciòn; extranjera, bastante antigua en los colores
de una llamarada donde brotaban las alas
a travès de una intuiciòn en los
similes.

Abstracciones de eter.

El pensamiento de un reloj en la orilla.

Memorias de platanos en una calle de diamantes
donde los cirros se abrazan 
entre silabas que llevan identidades de faros.

A lo lejos, la escarcha.

El ingenio del sueño a travès de meridianos y tatuajes; 
inventos de luces inminentes entre nombres de
lagunas y riendas.

Donde se ciñen a las sombras de la tierra nada màs que un reflejo.










La Realidad debajo de la Palabra






Llegò como una realidad a la hoja que oculta
una palabra o el alga retirada al fondo de la
trementina es sembrada por un palacio.

Entre especies de barajas 
y ejecuciones viajando entre lo amarillo de una
regiòn astral en los espejos.

Llegò saludada por el hielo y las atmosferas.

Entre escritos de corales y sacramentos que
la nieve olvida en una de sus sogas
en uno de sus mandamientos
donde suntuosos tejidos escriben a los iones
desde el vapor.

Tenìa palabras. Poses y truenos como los
que tocan una casa de noche en sueños
mientras el resplandor
crea entre sus parpados un horno.

Linternas de escarcha.
Cuerpos como el abecedario de la luna
o los regimientos de una corola
bajo navegantes y trineos
junto a un despertar que la hoja exhorta
en el diagnostico de algùn relampago,
extasiado por los drilles.

Lecciones de polen
en una chimenea de oboes
conquistada por los claxons de una leyenda
que incursiona otra vez en lo urbano
entre brisas de amatista
o esmeraldas que elevan uno de
sus puertos
llenas de esgrimas y escamas en clara
alusiòn a una herradura que
era imaginada por los 
cines.

Junto a un verbo que habla.

Entre manuscritos de 
trenes.
















Elevaciòn del Fuego





La ciudad es celeste.

Sobre uno de sus roces hay una piedra que 
evoca el silencio de un plano
conjugado por la expresiòn de una rada.

Proas y flancos 
entre expediciones de verbos
creados por una gaita.

Retratos de luz en un pedernal donde
verosìmiles puertos son trayectorias y elevan
el brillo en el rostro de un pelicano
en un desierto tembloroso.

Objetos de aire entre bocanadas 
de relojes que irisan en los cuerpos 
la palabra contraria a la nube
al fractal
a la criatura donde nace una hoja
abotonada por el huerto de un alabastro,
encubierta por territorios de lampos.

Por historias despertando debajo de una daga.

Junto a la efigie que derrumba un nictalope
puesto a nombre de la poesìa entre las estalactitas.

Mientras una especie de dios eleva el fuego.