lunes, 2 de febrero de 2015
Poema
Era un rostro pertubador.
Una luna en èl ajustaba la acustica con
la cual batìa un pañuelo en el
tiempo
donde los àrboles recogen el misterio
del gris
en una gaviota.
Percusiones en la piel de un universo
que conocìa, luego de los
veleros y los rìos
creadores de
bacilicas en el pelo y
ciclos con los fosiles.
Presentaciones de añil
para un mundo cuya realidad era
la semblanza de una sien en
las clepsidras
y los fiordos.
Luz de aceite en los humedos
hombros de una atlantica
oraciòn, subtitulada por las flores
o llevada por la tierra en
secreto
hasta la llegada de la sensibilidad
en un enjambre; anilina
de nocturnos vilos
y tropicos, era.
Era un rostro perpendicular
segùn anonimos cometas
y vellocinos en cuyas
maquetas de
plastilina
la oraciòn tejìa un hocico y
el ala verde de ninguna perpetuidad
y desde los opuestos
tal perpetuidad llegaba al color
del cemento
en su escarcha; antiguos absolutos
que lograran separar la poesìa
de sì misma. Viejos
contenedores.
Ello es un ciclo en un poema donde
me sumo ahora.
Una procesiòn de cardumenes
alcanzando al estuario donde
los peces secos
aùn se conmueven
y los manifiestos son de algas
como en un sentimiento
que fabrica en el craneo la
estacion industrial
del mustelido
del herviboro
de un mamifero que cita a
las entrañas
antes que la divinidad
sea un selva.
Y extermine en sì misma
el verde de todas
las palmeras.
Suscribirse a:
Enviar comentarios (Atom)
No hay comentarios:
Publicar un comentario