martes, 10 de febrero de 2015

Estadios





Observo el dìa.
Ha escrito en las sienes de un hombre
que duerme y con ello habita el pavimento.
Lo oì hablar de azucar y polen en
una dimensiòn que no era de abejas,
hay cosas en èl despuès de estas 
observaciones que empiezan a 
ligarme a un ritual, al destello
de una voz en la piedra
o la oraciòn de la 
humedad en 
el musgo.

Lo miro, intento llegar a 
esas comparaciones que estrellan
su calor contra los cefiros y hombres.
Escribo de èl, pues es la ùnica forma
de llegar a esas comparaciones
de modo que pueda
estrellarme y la
palabra quede indomita en
alguno de sus ciclos.

Pero la palabra es quien
se estrella y desemejante al hombre
busca destellos en la heuristica de un
paradigma que
bordea un
sonidos de erotismo
como el que resbala en 
el barro de una 
cualidad y el siguiente precipicio
del instante, llevandonos 
por lugares 
que en su belleza 
transmigran nada màs 
mientras levitan.

Pero vuelvo a pensar en el dìa.
En mi vulnerabilidad para crearle 
palabras que no haya ya desnudado.
Pienso en èl con una borda donde
sòlo destaquen visiones de
navìos a lo lejos.

Donde la distancia nos mira, pequeños
muy pequeños.





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