jueves, 26 de febrero de 2015

Las Playas Irreconocibles




He cortado la palabra en el zinc para que tuvieras
una luna de pavimento.

Para que tu sudor pudiera contar las migajas de las
pequeñas alturas y oscilar segùn el desenfreno y las 
lluvias de nubes y silicatos ofrecidos por una ballena del cielo.

Me he dedicado a enumerar aspavientos
en las playas irreconocibles.

En las primeras formaciones del pensamiento 
vì la atrocidad antes que la belleza.

Tambièn el sendero y la estela de la higuera.

Tambièn el canto de los musgos con ecos de
xilografìas.

Tuve que educarme junto a la plazuela del sabio
dequeismo, confesando en cada una de sus agujas las
historias que arrastran las mirras y los puentes.

Te he escrito segùn los zodiacos y el seno de brea
que llevabas como un angel cuando el mundo se escondìa.

Te he perseguido hasta que mi persecusiòn no tuvo màs
mirada que la del presagio.

Extendì mis manos para que te entretuvieras leyendo
las lineas que hay en ellas.

-eso era inutil porque tù lees el destino en los tejidos-

Tù lees el destino en los caracoles.

En las conchas blancas invisibles de los nenufares.

En el colom del humero disputando un zapato a un orfebre.

He tenido que vivir y he tenido que despedazarme
para llegar a esa funciòn, que adquiere entre las educaciones
una boca.

He cortado tus ojos segùn el mito y la palabra del lenguaje
porque sòlo asi borra abedules.

Los llevo en mis manos.

Tù has hecho lo mismo con los mìos.

Pero lo ùnico que se extiende en tus manos, son herraduras
y ostras.











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