sábado, 21 de febrero de 2015
La Supremacia del Cuervo
Con una altiplanicie.
Una inmensidad y un gesto.
Con la busqueda hormonal de lo amargo.
Con la supremacia del cuervo.
Con la mueca del cronopio y la vereda.
El funeral antiguo y personal de
una foca en la raya.
Con el pulso.
Con la tierra en un sentimiento de coronas
que las metamorfosis desdicen.
La edad de las fibras junto al trigo.
El paseo del ancla por un diminuto recipiente
y junto a ello, revelaciones de algas, el crater
que la escuela organiza dentro de una
piràmide de fuego.
El centro -todo centro-de agua y fosforo recogiendo
esquimales.
La edificaciòn ardiente de la piel
entre bandadas de latigos.
Con una historia de membranas donde
un bautizmo mece un cuerpo
en el magma y
los palacios que descienden por escaleras
transformados en perdigones.
En las cosas que tienden hacia el mar y la
soledad y se encierran teleologicamente,
reciprocamente
en una honda fugaz de dios crudo
llevando luces hacia un
fondo de amatistas y jardines de musgo
donde sòlo los elixires pueden
cada amanecer
soñar con la peregrinaciòn.
En una altiplanicie. Tomada
por el gong de un archipielago
mientras los atomos suben eternamente
hacia los cometas, con un rìo de
asombro en las sienes.
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