domingo, 31 de mayo de 2015
Poetica del Eter
Observè en un jardìn que acompañaba nuestra
infancia. Lo recuerdo ademàs semejante a
un mundo que sòlo prendìa fogatas en las nucas.
Te vì en la memoria que traìa ese jardìn,
donde las cosas oscilan aùn exactas
a no ser por los fosiles
y los guepardos dormidos en sacristìas
o monasterios de follaje.
Pienso ahora en aquellos guepardos que
se despiertan sòlo entre sus sueños.
Cuàntos siglos han pasado.
Cuàntos arreboles busquè la ceniza en
tu rostro. Cuànto los buscaste en los mìos.
Aùn poseo los manantiales
donde el escrùpulo recogìa alguno de sus pudores
y elevàndolo al viento, dejaba que sea
devorado por ojos amarillos grasientos.
Aùn veo al eter, creciendo entre dragones.
-ello tenìa un extraño pragmatismo-
Aùn te escribo desde todos los paraderos
de langostas.
Desde el transito donde algunas ballenas
se dilatan como un pubis.
Aùn poseo las caminatas de una historia
que no llegò a lo legendario, pero
logrò arrancarla de los tallos y rodillas.
Creo que se llamaba primavera, emanaciòn.
Observè la caminata de las antenas
y cigarras.
Llamè a los ciclistas por otro nombre
acariciando el veneno.
Vì olimpiadas en los silicatos de verde.
El atlas de un record verosimil, como las propiedades
secretas de la memoria.
Donde el verbo -igual que aquel jardìn; igual que
nosotros- camina desesperado en busca de sus propias
palabras.
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