lunes, 4 de mayo de 2015

Las Herraduras del Alabastro




El otoño sigue a los àrboles.
Bajo la enramada yerra un amuleto 
de cascaras. Uno de los sonidos del gorjeo
llamado graznido tiene un perfume de minerales
y elementos conservados por el
calor de la tierra en una 
parabola.
Continentes de trigo aluden
a los angulos donde los hemisferios pueden
estrellarse contra lo hialino.
Pero el otoño transporta a los àrboles.
Hay una dramatica historia en ello que nosotros
no podemos seguir y sòlo contemplamos
con las pocas cabañas que nos ha
dejado la naturaleza.
Ruidos de placenta y brisas.
Conjuntos de hierba sobre la resurreccion de un
acertijo y muy cerca los precipicios; la
historia de un hombre y de otro
escribiendo a ese oceano del cual es separado
por el vacìo. Pero el vacìo es armonìa, un canto
espiritual elaborado por el dìa y la noche
en secreto, un mundo donde colosos
de ceniza se juntan para celebrar
el incienzo que ilumina los 
acuarios y la llegada de los hemisferios
a una manada, a una galerìa de bovedas, a un
escrito entre mandamientos de alabastro
o los crepusculares idilios de un atomo 
en el pelo siguen a los elementos
pronunciando el nombre
de un crucifijo en la
hierba
de un templo lleno de herraduras,
de una calle que muestra entre la caida
de sus travesaños, leyendas de
carbones y pendientes.





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