domingo, 17 de mayo de 2015

El Poema





El poema ensucia las cartas.
Mancha las pupilas, deja las clepsidras en
un habitación de candiles
donde el pavimento cede a otras luces sin
rostro
y ante ello se dan, algunas maneras de 
escribir como sondear el lenguaje
en una especie de enigma que
vuelve por los elementos
con un muelle de 
descifrares y una luz de simios
entre sus encias.

Pero el poema imagina sus puertos
sus espigones,
es una canción de brazaletes,
de brazas ungidas por canteras ungidas por
ritos de polvora, por telarañas magneticas
muy propias de una ciudad donde
se unen tres lineas, dotadas de estrepitos.

El poema lleva volcanes. Leyendas
de espumas donde los desplazamientos son
de olas, de nidos de hielo, donde somos
inmunes a un tren, a un berberizco
semejante al talento
que multiplica los árboles
la sal en vilo
en las marionetas en las cuales los vagones
dejan de ser grises
como la unción y ludico que pueblan
los arenales.

Más o menos a como tú y yo poblamos
la existencia.


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