lunes, 11 de mayo de 2015
Dirigibles
El cuadro de una revoluciòn tiene un
hermoso dado esta noche. Es una noticia llena
de preambulos, que llega regulada por los
nocturnos de una lila. El limbo es ahora
una metropoli, donde las encias vuelven al
rango, a la escena clasica de los papiros.
La modernidad del reflejo sube a un crucifijo,
al atardecer donde las cigarras logran
mostrarnos en sus alas las edades de los cielos.
Una atmosfera palida de naranja no deja
de admirar sobre una superficie de tahures
los espigones de sus leprosarios y entre
episodios de muelles un hombre quebranta
su voz, su especie de chimenea en los dientes.
Monarquicos trenes atraviesan los aires llenos
de evangelios que prescriben con datos de ocio,
el lenguaje sobre una colonia de cordilleras
y el traqueteo de una concentraciòn de avispas
segùn lo aureo y el sentido interpretativo
de una morgue, en la transparente cota del
lenguaje. Citas de efemerides y plasticos
unen una bahìa de goma, amenazada por el
agua, universos de pinos, donde los cantos
del eucalipto son lejanos como esa espìna
que soñamos en la boca, excepcional,
extraordinaria en el himno de los cometas
que los dirigibles no dejan de devorar
una y otra vez en los cielos.
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