domingo, 24 de mayo de 2015
Poetica de una lmagen
Hay un espejo. Toca las lìneas rosadas
del orbe paralelo a la mistica, en una tierra
donde los emperdibles inundan las citas de un paramo
seducido por ballestas de sueño o de viento
semejantes a las alegorìas. Hay un
espejo y es tambièn una herradura alojando
ciclopes en sus cabellos.
Existe un espejo y segùn leyes del estuario
dispersa sus reflejos en noches de soledad como
el exilio o la historia de los jinetes que el azul
convierte en barcos o bicicletas
que queman una hoja.
Puedo llamarlos por el nombre de bolicheras
o los circulos que el eufemismo toma
del rìo, con una oraciòn desteñida
en los labios por una
extraordinaria
sensaciòn
de disciplinas que yerran en la lengua y las
historias de un puente mientras el sol retrata en
los ojos de un hombre, las
antiguas cabañas que el tiempo
hunde entre
miscelaneas de zinc y sacerdotes de cobre.
Tiene reflejos como composturas.
Legendario a la hora de pisar los robles,
completa en ellos agonìas del verbo,
la explicaciòn absoluta de azogue, el
universo trascendente en una
fuente de lineas
y como consecuencia en los puntos de èstas,
el eter decide recitar las formas de
agua derivadas de lo policromo, de la monotomìa
con que conjugamos nuestras vidas a diario
como si fueran estilos de lluvia
y periodicos hechos de
vidrio.
Pasarelas del fin del universo en un poema.
Lluvias de modelos consanguineos del
cual no escapan las estrofas.
Del cual no escapan porque el poema
-entre otras cosas-
revela al fìn sus venas.
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