sábado, 23 de mayo de 2015

Lenguaje de Màstiles





Ya antes he visto este patio.
Me siento en èl y siento como si lograra
tocar el jardìn donde los barcos no dejaban de incrustarse 
en unos cabellos. Mi tarea en ese tiempo era
arrancarlo.
Los dijes ese dìa estaban compuestos
de gaviotas y el panorama era mas o menos como
sigue: los botes no estaban muy lejos, ni las redes de
los pescadores llevaban siglos de montañas en
su corazòn; tenìamos que hablar sòlo de
decadas.
En el fondo un puerto, -lejano- inmensos barcos
que la perspectiva volvìa pequeños.
Inmensos barcos que encerraban otros hombres
en sus sueños y nosotros  -cada ser sobre la tierra-
a veces inunda los sueños de otros hombres
sobre el mundo, no siempre sucede.
Como tampoco deja de suceder lo contrario y 
entonces preguntamos a los opuestos como si lo 
hiceramos a la dialectica y caemos en un hoyo griego
y hondo, donde el vacìo habla de semànticas
noèticas, de pueblos en el diàlogo quizà. De otras 
multitudes.
Ya antes he visto este patio.
Lo conozco por los olores a sal y pelicano en
su piel. A humedad de espigòn y barcaza donde juegan
viciosos albatros con la brisa.
El patio, con rafagas que traìan peces podridos en
su espìritu, conchas fermentadas en una 
brisa màs suave pues era detenida por una amalgama
de faroles.
-de noche la luz proporciona otro rostro a los muelles-
Pero eso no lo sabemos.
Conocì ese muelle en el dìa.
Trabajè en èl como los acertijos y me hundì en
los oràculos de los gitanos que encontraban el fulgor
mientras se ahogaban.
Y en la distancia, es un punto muy lejano, seguìan
incrustandose a una cabellera, los barcos.





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