viernes, 22 de mayo de 2015

Poema




Los astros llegan por la noche y a veces
traen hormigas en su pecho.

Descubren el lirismo que queda despuès
de la lluvia en los alamos.

-la arboleda ceñida a los troncos lo sueña-

Los astros tienen citas con los druidas
cuando estamos dormidos.

Sus mundos se expanden con sonidos
incomparables y amarillos en las paredes.

Al amanecer organizan safaris, es
por ello què desaparecen del cielo.

Los astros como este corazòn hablan del
cielo en esos cristales debajo de los barcos,
de los universos desnudos en los cabellos.

Son cabelleras que no siempre cuelgan 
de un craneo.

Diseminan colores en extrañas 
parabolas.

Son presentes de una traversa montada
por satelites, instantes donde la existencia
es una menciòn a un otoño de huesos
con un nombre prohibido de arañas
en los roperos.

Pienso en ellos con este silencio de 
plastilina en mis mejillas.

Con esa historia en los parpados en una
mancha de faroles, donde la vida vuelve a 
ignorar una ciudad, una fuente de escaleras,
una amarga sudestada como la que devasta
espigones a travès de las crestas y los barcos
siguen llenando su espìritu de agua, mientras 
acontece.

Y son extraños los manantiales por
los cuales sus relojes atraviesan este mundo
para conocer el tiempo de los hombres,
de los tronos y clanes, son extraños
desde la cubierta de aquellos
acertijos
que se alojan prehistòricos
entre neoliticas flores
donde se llega a la experencia de una medula
en el huerto.

En el alumino del jardìn.

Donde aquellos astros crean otra estela.

Una donde reproducen las focas.

Uno donde reproducen las focas entre 
crucifijos postmodernos.






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