sábado, 25 de julio de 2015
La Formaciòn de un Triàngulo
Habìas dejado una carta, un reloj de
agua en el techo, una casa como aquellas
por las cuales el nombre indica la estètica como
un rostro cercano a la aurora, a los pasos
de huesos junto a las bengalas y la
intuiciòn subiendo por
una herida nos
lleva hacia albuferas de espuma; esas que
tambièn tocan la vida.
Flotabas en una ortografìa de peces donde se oscurecìan
los vidrios, bajo filamentos que muerde una cadena
de nieve, entre sedimentos que significan en el
sol, una convocatoria de dioses emplumados.
Una carta. En tus parpados todas las palabras que
habìan en ella contemplan el mimbre y acusan
las sacudidas del pulso tanto como
del estremecimiento.
Eres de esos vilos semejantes a una cantera, olvidados
por el peso y el bajorrelieve de los himnos
en las cadenetas y rieles de todas
las resurrecciones; profesionales entre la
plastilina.
Te veneran las cigueñas y los sobrevivientes, las
gargantas de aire en las terrazas, te sorprendes aùn de
la aguja en el miocardio y el graznido del riel en
la curiosidad citada por el asombro en noches absolutas
de liebres.
Has fondeado un iris en los expedientes que
hablan de barbaros relampagueos de trances.
En cada uno de los mundos tu cabeza
ha colocado un subtitulo de andenes, ademas de
claraboyas que tocan el zocalo desde el desprecio y
los atardeceres del yelmo mas luminoso de
una coraza.
Flotas -siempre serà asi- en una cita de equinos
en los màstiles y si cada tramite en tu casa es
burocràtico, eso lo ha puesto en pie cada una de las
cenizas, que entre sediciosos confines te han
traido a un pequeño, diminuto asteroide.
Uno que forma triangulos.
Pero que no habla.
Suscribirse a:
Enviar comentarios (Atom)
No hay comentarios:
Publicar un comentario