martes, 14 de julio de 2015

La Alquimia de los Buzos





La armonìa sobre el vacìo.
En èl una brisa silenciosa que sigue a los
acorazados.
Yelmos de agua en la garua, cantan a su 
vez llenos de antepasados otoños.
El bozal gira en un pedazo de piel, ebrio 
de dioses.
Se despliegan mediodìas como el poema
en una danza.
La continuidad recopila algùn salmo dormido
en el craneo, junto a un asta donde el universo
dejaba de izar un velero.
Lamparas gaseosas llegan a las habitaciones.
Pavimentos de goma calzan el eter de 
albedrìo.
En la hierba los volumenes citan equilateros
y aquiescencias llenas de fulgores buscan
diamantes entre los elementos.
El poema se agita mientras se reencarna
descubriendo las profecìas.
La realidad descubre en la honda. Un primate 
lee. Nosotros pensamos en ello desde 
los vortices de un hilo.
Nosotros volvemos a los pasos de una 
ciudad sagrada y elegante en la 
boca.
Aquì ya no hay santuarios.
Aquì no hay cuchillos.
Y amparados por reciprocos fuegos que
forman en conjunto las libèlulas
llegamos a la alquimia.

Esa alquimia formada por los
buzos.






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